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La mujer más linda del mundo. por Yukino

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Notas del capitulo:

Feliz día de San Valentín mis lectores!!! 

 

 

Capítulo 17 en Wattpad

LA MUJER MÁS LINDA DEL MUNDO

Fanfic por Yukino

Viktor x Yuuri

Capítulo 17.

 

«¿Está bien eso?... Dar mi arma cuando está aún cargada…» (*)

 

 

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El siguiente capítulo tiene alto contenido de relaciones  sexuales hombre x hombre. Por favor si no es de tu agrado sigue de largo en esta parte. Gracias.  

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Otabek estaba feliz y se le notaba en todos y cada uno de los poros de su cuerpo. El itinerario impuesto por Yuuri resultó muy exigente pero satisfactorio. Aprendió muchísimo de todas y cada una de las visitas, comió como cerdo todo lo que se le pasaba por la nariz y compró hasta agotar sus ahorros como profesor. Yuuri era también muy feliz ver a su amigo así de satisfecho con su país. Y creyó que Beka no iba a ser tan receptivo a todo lo que Yuuri le contaba de cada sitio. Solo por capricho durmieron en un hotel cápsula; Beka visitó los imponentes templos de Tokyo, como los de las poblaciones cercanas. Gozó en el paseo hacia el monte Fuji, navegó por los tres lagos Hakone, y luego la fotografía con el niño tímido*, que ese día se dejó ver en todo su esplendor. Para Beka fue una sorpresa aquello que los japoneses manejaran tan bien su sueño y equilibrio en los vagones del metro y Yuuri le tomó fotografías mientras un hombre dormía cómodamente sobre el hombro de su amigo y éste apenas si sonreía sin saber qué hacer.

Akihabara fue el esplendor. Beka no había visto tantas figuras y mercancía referente al anime y se perdió. Compró el primer día agotando muchos sus economías y Yuuri tuvo que prestarle y lo hizo con mucho gusto. Entraron a un Maid Coffee, y les hicieron el hechizo del amor antes que consumieran su postre. Y sin embargo en medio de tanto gozo para el profesor de Matemáticas, el rostro de Yuuri era de angustia infinita.

—Yuuri por favor, sé qué es lo que te sucede, pero intenta relajarte un poco.

—Beka, desde que dijo aquello no me contesta los mensajes, los ve y simplemente los ignora. Intenté llamarlo y es igual, no me responde. No me importa que se retracte de lo que dijo, yo solo quiero escuchar su voz, saber algo… me estoy enloqueciendo —dijo Yuuri mientras comía un pedazo de su pastel. Había hecho lo posible por no aguar las vacaciones de Beka, pero como sobresaltos al pecho le llegaba el recuerdo de Viktor. La algarabía del Maid Coffee no iba acorde con la expresión de Yuuri. La ansiedad lo carcomía. Llevó las manos a su rostro levantando a la vez sus lentes, quería oprimir los enormes deseos que sentía de llorar frente a su amigo que lo había visto llorar tanto como una madre a su hijo amado.

—Yuuri, debes entender que esa confesión al parecer se dio en medio de un desesperado acto, en un momento angustiante que seguro él pasaba en la casa de sus padres, donde me dijiste que estaba. Verás Yuuri, en ese momento Viktor Nikiforov tiene todo su mundo de cabeza, todo en lo que creía y a lo que estaba aferrado se devastó con el huracán que resultó tu presencia en su vida. Ahora, él debe estar arañando de cualquier parte los fragmentos de lo que era antes de conocerte para no enloquecer. Has logrado que un hombre que tenía una meta, una línea recta definida en su futuro, se cuestione y se replantee su propia vida, Yuuri. ¡Debe estar tan desesperado porque alguien le diga qué hacer!.. Todo en lo que creía, todo aquel muro que se esforzó tanto en construir se derrumbó y los escombros cayeron sobre él. ¿No se siente tan bien cuando se tiene la responsabilidad de la vida de otro en las propias manos verdad Yuuri?, En este momento, Viktor Nikiforov solo tiene dos caminos: escalar la montaña que se derrumba al lado tuyo, o empezar de nuevo a construir su muro, y sacarte de su vida. Y espero que sepas aceptar cualquiera que sea su decisión.

Y fue entonces que Yuuri sintió que el pedazo de pastel le bajó como hiel por la garganta. Beka había sido brutal en su sentencia, pero tenía razón, en todo. Hasta ese momento solo se había preocupado por él mismo y por volver a escuchar aquel «Te amo» de los labios del profesor de Ballet, pero no se había tomado el tiempo para pensar todo lo que le costó a Viktor decirlo, confesarlo. Viktor, siempre parecía que tenía algo que contarle, pero nunca se atrevía, siempre en sus ojos había ese destello de nostalgia, de tristeza, como si esos momentos a su lado los viera como un irremediable final. Y eso presentía Yuuri, que se acercaba el final.

Dos gruesa lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas sonrojadas. El final del cuento con el profesor de Ballet estaba terminando, el mundo bajo sus pies empezaba a temblar y seguramente la grieta se abriría y se lo devoraría. Otra pérdida en su vida, otro amor imposible que él creyó posible. Se imaginaba de nuevo viéndolo por la mirilla de la puerta del salón, fingiendo que nada había pasado, recordando que ese cuerpo que se movía con gracia, fue suyo.

Otabek lo tomó de una mano para intentar consolarlo y para hacerle saber que a pesar de todo estaba él, al final del camino. Sería su amigo nada más, pero solo no enfrentaría la pena, si es que ese era el destino que le esperaba al llegar a San Petersburgo.

—Recuerda Yuuri, que también está el otro lado de la moneda—. Yuuri lo miró, pero sabía que era muy difícil que la moneda cayera a favor de él. Solo quedaba esperar.

 

Y esas semanas pasaron muy rápido con un Otabek que tuvo que pagar un muy costoso sobre equipaje y un Yuuri que se regresaba con él. El plan inicial era que Beka se devolvía a las dos semanas y luego iba a pasar los últimos días en su país natal con su familia y que Yuuri se quedaría un par de semanas más con su propia familia, pero la ansiedad ganó la batalla y necesitaba ver a Viktor y saber que había pasado en ese tiempo en que había estado tan callado y tan ausente. La familia del profesor de Historia lo entendió perfectamente, pues les dijo que debía ir a preparar la entrada al nuevo semestre. En esas vacaciones en Japón, Yuuri se enteró también que le estaban proponiendo ser el docente de una Maestría para extranjeros en el área de Ciencias Humanas. Las cosas en su vida laboral parecían prósperas, pero su corazón hecho pedazos no le permitía disfrutar de aquellas alegrías.

En el aeropuerto de Tokyo, envió su último y desesperado mensaje. Le decía a Viktor que ya regresaba a Rusia y que estaba por subir al avión. Miró al ventanal enorme de la sala de espera, donde a lo lejos se veía aviones despegar, sabiendo que pronto era su turno para subirse a uno. Beka dormía como una foca, aprovechó para tomarle una fotografía y fue a ahí cuando un mensaje, ese que había esperado por un poco más de diez días, por fin llegó. Pero no era lo que esperaba, o quizás sí.

—¡Beka! — Gritó emocionado— ¡Me respondió al fin!

—¿Y qué rayos dice? —Preguntó el amigo apenas volviendo del mundo de los sueños.

Del aeropuerto, ven directo a mi departamento. La llave estará bajo el tapete de entrada —Leyó Yuuri en voz baja.

—Muy romántico Nikiforov. Como siempre —dijo Otabek estirándose y levantándose ante el llamado a abordar.

—Creo que sé lo que me espera. Al menos me quedan dos semanas más para echarme a morir.

Beka miró a Yuuri con algo de tristeza, lo tomó por un hombro en un intento de consuelo. Ya estaba pensando en cancelar la visita a su familia, pero mientras se acomodaba en la silla del avión junto a su abatido amigo, pensó que esperaría hasta que supiera qué le iba a decir Nikiforov a Yuuri y entonces actuar.

Maldecía internamente a ese hombre de cabellos cenizos, no era posible que hubiera cambiado tanto las cosas en dos semanas, no era posible que después de dejar a Yuuri marcado por todas partes como una clara advertencia hacia él, de un momento a otro pensara en terminar esa relación. Vio a Yuuri y por un momento pensó que era lo mejor y que tal vez Yuuri se lo merecía. Que eso de Sora había estado muy mal siempre y que el karma regresaba a su ser. Odiaba pensar así, porque adoraba a ese amigo japonés suyo, pero eso estaba mal y se recriminó mucho por no haber hecho lo suficiente por detener aquella locura que Yuuri se vistiera de mujer en una desesperada súplica por estar al lado de un hombre y que ese hombre por muy odioso que fuera, no merecía aquella mentira. Pero, Yuuri estaba agobiado, enloquecido. Una caricia, un beso serían suficientes al inicio, pero no fue así. La suerte le sonrió y resultó en una relación física con Viktor, muy intensa por lo que podía ver. Pero aún así, Yuuri no se detuvo y siguió invocando a esa mujer que a veces se apoderaba de su alma. Pensó en ese pasado que Yuuri había llevado encima como una herida abierta llena de pus, donde había estado tan solo sobrellevando semejante dolor; ahora, si el profesor de Ballet llegaba a matarlo por dentro, él estaba ahí para hacer renacer a su amigo, aun así a diferencia de lo que sabía de su anterior relación, Viktor era un amor más grande para Yuuri que ese que dejó atrás en Estados Unidos y oró por que su amistad fuera suficiente para sobrellevar el dolor de su amigo. Lo miró de reojo, Yuuri tenía el celular en sus manos, negándose a apagarlo, esperando otro mensaje que nunca llegaría.  

Las horas pasaron angustiosas. Beka no pudo soportar el sueño y durmió casi todo el vuelo, pero Yuuri solo pensaba y ahogaba lágrimas por lo que pudiera esperarle en el departamento de Viktor. Los pensamientos iban y venían de lo más negativo a lo más romántico, pero las palabras de Beka le retumbaban como un balón en su mente.  Era cierto, Viktor tenía ya definida una vida para él, se lo dijo muchas veces, y se lo dijo a ella. A Sora. Pensó entonces que aún le quedaba ella… y era cuando cerraba los ojos muy fuerte y movía su cabeza, Sora por muy eficiente que hubiera sido, no podría servirle para siempre.

 

Por fin los amigos llegaron a Rusia. En el aeropuerto Yuuri apenas si coordinaba un pie con otro, estaba extremadamente nervioso, la incertidumbre siempre ponía así a cualquiera. Otabek le insistió mucho porque primero fuera a su departamento y se diera una ducha, eso le aclararía las ideas. Sin embargo Yuuri no lo aceptó, se despidió de su amigo con la promesa que le contaría todo lo que sucediera. El profesor con sus maletas tomó un taxi directo al departamento de su hasta ahora amante de cabello de luna. Pronto al parecer ese título terminaría y serían de nuevo, solo colegas de la misma Universidad que coincidieron en la vida, y en la cama.

Llegó a la puerta del lugar y efectivamente la llave estaba bajo el tapete, eso quería decir que Viktor no estaba y que tendría que esperarlo; seguro aún estaba en la casa de sus padres. Yuuri entró sigiloso y todo estaba como siempre, en orden total, con las paredes sin vida y con ese ambiente a tristeza por todos lados. Con muchas cajas sin abrir, como si apenas acabara de mudarse. La puerta de la habitación estaba cerrada y le dio algo de pena entrar sin que Viktor estuviera presente. Luego de un rato pensó que igual él no iba a enterarse, así que giró la perilla y entró a ese sitio que lo había visto desnudo y frágil tantas veces. Fue directo a la cama y hasta ahí caminó, sabiendo que quizás era el último día en que la vería.

—Pensé que no ibas a entrar nunca… —Yuuri espantado gritó muy fuerte, dio la vuelta y tras la puerta estaba Viktor, que había esperado en la habitación todo el tiempo, Yuuri pasó junto a él pero no pudo verlo pues la puerta lo cubría. Estaba ahí, vestido de negro, hermoso como las noches de luna llena, con los brazos cruzados recostado a la pared, con la mirada seria como siempre. Yuuri apenas si podía con su propia respiración.

Viktor empezó a acercarse lentamente, sus ojos estaban furiosos. Ese era el fin. Yuuri cerró los suyos esperando la despedida pero lo que sintió fue que lo tomaron con fuerza por la cintura y lo aprisionaron contra el otro cuerpo. Le fue imposible hablar, cuando abrió los ojos sintió la nariz de Viktor en su cabello, lo estaba literalmente absorbiendo. Luego salió un suspiro de su boca.

—Me hacía tanta falta tener tu aroma impregnado en mi cuerpo… Yuuri…

Y fue entonces cuando ese animal salvaje que llevaba Viktor por dentro se le salió del cuerpo para amar a Yuuri. De un brusco movimiento se lo cargó en la cintura y lo arrinconó a una pared, empujando fuerte su pelvis contra la del asustado muchacho de cabellos negros, gemía, era obvio que quería estar dentro de ese ser lo más pronto posible. Viktor lo miró directo a los ojos sin decir una palabra y llegó de nuevo ese beso morboso, salivante, devorador, ese mismo beso que tuvieron por primera vez en el estudio de Viktor. Yuuri lo tomaba desesperado por el cabello, halándolo como era su costumbre, ahogando gemidos entre la saliva. La batalla de las lenguas era igual de sensual y perversa, desligadas de cualquier vergüenza ya. Por fin se separaron un poco para respirar, Viktor soltó a Yuuri del trasero que era por donde lo estaba levantando y lo empujó directo a la cama. Yuuri cayó tendido excitado, mientras veía como Viktor se quitaba con furia, mucha furia, su camisa. Luego se le lanzó encima, y le arrancó de igual manera la camiseta deportiva que llevaba el profesor de Historia, lo observó un rato y se sentía orgulloso que por todo aquel pecho aún se conservaban las marcas que le había dejado, sonrió con la saliva aún deslizándose, mordió sus labios y lamió con deseo puro uno de los pezones oscuros de Yuuri, el muchacho del Japón se retorció de dicha y deseo. Lo que vino después, sorprendió mucho a Yuuri, pues con desespero Viktor le bajó el pantalón y lo dejó por completo desnudo para observarlo de nuevo pero ya no con la furia inicial con la que lo había recibido: Lo observó con duda.

Y así era, Viktor Nikiforov en ese mismo momento quiso darse cuenta y estar en plena conciencia que estaba por hacer el amor con un hombre, igual que él mismo. Ya en ese momento en que no solo el cuerpo si no también el corazón estaban ambos expuestos a la abrasadora luz del sol, no habría marcha atrás para él. Ya no sería solo el cuerpo para satisfacerse, era otro hombre. Uno con pene y de pecho plano como el suyo y aunque eso ya debería tenerlo claro, ese conflicto por buscar una mujer en un futuro debía quedar resuelto para ambos en ese momento y así fue, cuando abrió su boca y con todo el deseo, pasión y amor del mundo, se metió entero el ya erecto miembro de Yuuri; lo succionó esperando que saliera ese líquido que amaba, y que solo otro él podría darle. Ahí tenía en su boca el sexo de otro hombre y ya no habría cabida en su vida para el sexo de una mujer, no lo quería, no lo deseaba. El portarretratos familiar encima de su chimenea, ya no involucraba a nadie de senos y vagina.

Yuuri se retorcía de placer, el verano aún era muy intenso y empezó a sudar más de la cuenta. Halaba muy fuerte del cabello de Viktor, y empezó a mover su cadera de esa forma serpenteante que provocaba y excitaba a su amante. El hombre de cabello de luna se desprendió de su miembro y terminó de desnudarse por completo. No había palabras, solo gemidos que de nuevo se ahogaron en sus bocas cuando Viktor lo besó. Yuuri ya estaba desesperado, necesitaba sentirlo dentro de su cuerpo ya que pensaba que aquello era una despedida. Empezó a rogar que lo penetrara, que lo deseaba dentro de su cuerpo. Viktor se separó un poco de él y se recostó en la cabecera de la cama.

—Ven acá niño japonés, quiero que dances sobre mí…

Yuuri lo entendió perfectamente. Desnudo y bañado en la saliva de Viktor se puso en cuatro sobre él y le dio un beso, luego entonces se deslizó sobre el miembro de su amante de ojos de mar, con algo de dificultad, el pene de Viktor era enorme y aún su entrada no se acostumbraba del todo; y Viktor veía todo aquello, extasiado, feliz, lo tomó por ambas manos para que se apoyara de él y así ejerciera toda la fuerza que necesitara. Yuuri lo tomó también, entrelazando sus dedos reafirmando que así estaban los sentimientos de ambos en aquella relación.

Viktor no soportó y lo abrazó, haciendo que el movimiento se dificultara aún más, haciendo la embestida algo dolorosa. Yuuri abrió las piernas todo lo que pudo y eso lo hizo sentir aún más dentro de su cuerpo la penetración, gimió fuerte y Viktor pareció no soportar esa súplica de deseo,  desesperado lo empujó y se lanzó encima de la cama sin dejar de penetrar a Yuuri, levantándole de manera violenta una pierna, Yuuri gritó pues el movimiento fue muy brusco y peor, Viktor empezó a arremeter con fuerza desmesurada, exhalando gemidos gruesos que Yuuri no había escuchado nunca antes en él.

Era el momento, el clímax llegaba al cuerpo de Yuuri y se manifestaría en lluvia de semen, tomó por los hombros a Viktor y le enterró las uñas muy profundo, el amante de cabellos cenizos lo sintió y se quejó un poco, luego vio como el hombre bajo de sí eyaculaba y le soltaba para caer tendido, gimiendo su nombre lentamente. Viktor estaba también por terminar, se acostó por completo sobre su amante y sin dejar de arremeter con fuerza, terminó mientras lo abrazaba por el cuello también susurrando su nombre.

Así estuvo entonces largo rato, tendido sobre el cuerpo de Yuuri que tampoco se atrevía a decir nada. Solo hasta que su pene recobró la flacidez normal se separó de su amante y se sentó en la cama, viendo a la ventana donde aún el sol se levantaba imponente en el cielo. Yuuri no sabía que decir, cualquier cosa lo quebraría como un cristal, no tenía en mente otra cosa que no fuera que una despedida. Se levantó también y se sentó del lado opuesto al que estaba Viktor dándole la espalda. Recordó que traía para él un obsequio, muy pequeño pero con mucho cariño, se puso en pie así, bañado en fluidos propios y ajenos, perdió un poco el equilibrio pero pudo dirigirse hasta la puerta y fue cuando Viktor lo detuvo.

—Yo sé perfectamente lo que dije, y me hago responsable de mis palabras Yuuri Katsuki —el asustado profesor de Historia volteó para verlo, Viktor seguía sin cambiar de posición—. Te amo Yuuri, y necesito que me escuches ahora, vas a oír mi historia, y deseo con toda el alma que me prestes mucha atención, y entonces decidas… si puedes estar conmigo.

Yuuri sintió que el corazón se le derretía de amor. Se devolvió y se puso de rodillas frente a su Viktor, ese caprichoso y mal humorado hombre del que se enamoró locamente, para escuchar cómo descargaba su alma.

 

 

 

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Con Amor: Yukino.

 (*) Fragmento de la canción Nine Crimes de Damien Rice.

 

 


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