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La mujer más linda del mundo. por Yukino

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LA MUJER MÁS LINDA DEL MUNDO

Fanfic por Yukino

Viktor x Yuuri

Capítulo 23 (segunda parte)

Es el tipo de lugar equivocado para estar engañándote... (*)





***

El siguiente capítulo tiene alto contenido de relaciones sexuales explícitas hombre con hombre. Por favor si no es de tu agrado, sigue de largo en esa parte. Muchas gracias.

Yukino.

***


La dichosa noche había llegado. Yuuri iba muy elegante, la verdad se veía muy provocativo. Un pantalón negro que resaltaba su trasero firme y redondo, y la camisa algo ajustada que demarcaba su pecho. Encima de todo aquello un gabán del mismo color, iba tan incitadoramente hermoso que por segundos, Viktor quiso lanzarlo a la cama y arrancarle esa ropa con los dientes. Saber que ese otro imbécil lo iba a ver, lo estaba mortificando.

—Es hora de irme... ¿qué harás tú esta noche? —Preguntó Yuuri aún intentando asegurarse que estaba bien que se fuera.

—La verdad, haré mi propuesta para el festival de arte que quiere el Director. Nos pidió ideas, pero Madame Lilia, no dejó que se hablara de nada. —Viktor hizo una pausa y le dio un leve beso en los labios a su amante —Pásala bien y saluda a Altin de mi parte. Te ves muy atractivo.

Yuuri salió de ahí, bajo esa tensa calma que se respiraba antes de las tragedias. No estaba tranquilo, ni feliz, ni siquiera pensaba en la obra. Pensaba en Viktor Nikiforov, en su ahora novio. Estaba algo desconcertado por el hecho que él no hubiera estallado en ira como era lo usual, pero imaginaba lo mucho que tuvo que contenerse. Sabía que tenía que estar luchando contra él mismo para no haber armado una tormenta de ese evento.

Llegó al sitio, al parecer había mucha prensa, grandes personalidades de San Petersburgo estaban esa noche para poder ver la última función de la obra en Rusia. Otabek estaba en el vestíbulo y se encintraba algo abrumado con la cantidad de personalidades. Sinceramente él creyó que era como llegar a la taquilla de un cine, no se imaginaba tanto revuelo.

—¡Yuuri! —dijo alegre el profesor de Matemáticas, levantando una mano —qué bueno que ya llegaste, no imaginé que esto fuera así, menos mal que la entrada decía que había que venirse muy formal, pero vaya... —dijo mientras veía a Yuuri de pies a cabeza —no te había visto tan bien vestido nunca, te ves muy elegante. ¿Cómo te fue con Nikiforov?

—No lo sé, de verdad no lo sé. Gracias por el cumplido, tú también te ves muy bien, ese grupo de damas no deja de verte—. Beka volteó a ver y damas muy elegantes lo miraron y lo saludaron con una sonrisa. Iba también muy provocativo, con un pantalón gris muy oscuro que resaltaba sus piernas largas y su trasero, una camisa negra y unos tirantes que caían con gracias contra su pecho, resaltándolo sugestivamente. Lo más elegante de todo era el pequeño corbatín gris que llevaba al cuello, y el gabán del mismo color. Era un sueño en ese momento Otabek Altin, sin quererlo llamaba muchísimo la atención, y estaba siendo confundido con algún modelo o actor de otro país. Yuuri, con quien compartía la belleza extranjera, también era blanco de miradas y guiños de ojos. Pero él no estaba ahí. Yuuri se había quedado en la puerta del departamento de Viktor.

Por los altavoces se hizo una primera llamada para que empezaran a ocupar los asientos del teatro. Beka tomó de un brazo a Yuuri que parecía en otro mundo, pero se detuvo en seco cuando vio a JJ, a lo lejos, tan o más elegante y atractivo que ellos mismos. Leroy los encontró con sus ojos y pareció sorprendido, luego sonrió y le saludó con una mano arriba. Yuuri lo miró, contestó con una inclinación de cabeza y se quedó como atornillado al piso. JJ siguió hacia adentro y desapareció entre el río de gente.

Beka había visto aquello y supo que no había sido del agrado de su amigo.

—Beka, tengo que ir al baño un momento y llamar a... tú sabes quién. Por favor entra, yo iré en un par de minutos.

—Yuuri si quieres nos vamos, aún podemos hacerlo.

—Vamos, no te preocupes, solo quiero echarme un poco de agua en la cara, lo necesito.

Beka hizo caso, confiando en las palabras de Yuuri. Entró y pacientemente buscó su silla, bajo la mirada coqueta de hombres y mujeres. Había quedado afortunadamente a la orilla el pasillo, por si había que salir de prisa. El teatro era una joya arquitectónica, estaba seguro que Yuuri disfrutaría mucho de estar en un lugar así. Empezó a revisar su celular para matar el tiempo, hasta que se dio el aviso de que por favor los apagaran. Beka obedeció y no calculó muy bien el tiempo, y supo que ya todo iba a comenzar cuando las luces fueron apagadas. Asustado se levantó de un brinco, pero un asistente de casi dos metros le dijo que por favor tomara su asiento que en ese momento no se permitía la salida ni la entrada de nadie. El maestro matemático algo intimidado y avergonzado regresó a su silla solo. Yuuri jamás entraría.

La verdad en ese momento en que Yuuri vio que su amigo entraba por la enorme puerta, dio la vuelta y salió de allí. Sintió que ese no era su lugar, pareció recuperar la cordura y la dignidad. No era posible que hubiera siquiera considerado la idea de recibir un regalo que su ex amante, ese que le destrozó por dentro, que lo orilló a perderse, que fue tan difícil de superar; pensó que se cegó con el hecho de haber podido ver esa obra que quería, pero eso implicaba literalmente vender su alma. Y Viktor claro que vino a su mente. Se sintió fatal, y entendió que su hermoso amante ruso, también tuvo que sufrir todo ese tema, pero que calló solo porque aquello era importante para Yuuri. Se llevó las manos a la cabeza y sabía que cuando lo viera esa noche de nuevo, le explicaría la razón impulsiva que lo llevó a aceptar, que no entró y Beka sería su testigo. Yuuri entró a un pequeño café-bar que había casi frente al teatro a esperar a que su amigo saliera, seguro lo estaba odiando, y era alguien más a quien debía dar explicaciones.

En el primer intermedio, Otabek vio unos mensajes de Viktor que no aguantó, y le preguntó a cómo iba todo. La sorpresa del profesor de Ballet fue enorme cuando vio que Beka lo llamaba.

—¿Hola? Otabek ¿pasó algo?

—¿Estás con el tonto de Yuuri? —Dijo Beka algo molesto en su voz

—¡No!, pero qué dices, se supone que debería estar contigo en el teatro, ¡¿Qué paso?!

Yuuri no entró, y me dejó acá solo. Estoy disfrutando la obra, pero voy a golpear a ese idiota. Seguro me está esperando afuera, ahora tendrá que esperar hasta que todo... ¿Hola?, ¿Hola? —Viktor dejó hablando solo al mejor amigo de su chico de ojos sesgados, solo para salir corriendo, a buscar a ese que ahora le ocupaba por completo el corazón y el alma. Iba pleno de dicha, sentía que el cielo le daba el certificado de amor que estaba esperando. Yuuri Katsuki lo amaba y lo respetaba.

Beka tuvo razón. Cuando Viktor llegó a las inmediaciones del teatro, buscó en los lugares abiertos, que realmente eran muy pocos, y encontró a su hombre de cabellos de noche, sentado muy escondido en el café-bar. Sonaba música de Jazz, y total melancolía se respiraba en ese sitio, que hacía juego con la iluminación tenue. Viktor llegó hasta frente a su mesa, Yuuri miraba hacia el piso, parecía muy agobiado. Sintió la presencia frente a sí y se sobresaltó mucho. El de cabellos cenizos se sentó tranquilamente y lo tomó por las manos, para intentar tranquilizarlo.

—Cuando estaba ahí, a punto de entrar, vi a JJ. No fue nada especial verlo a él, pero entendí lo hipócrita que me estaba comportando. Me desconocí por completo. Algo cayó sobre mí, como si una montaña me aplastara y me enterrara por completo. El estar ahí, me hacía desleal, contigo. Yo tenía que estar contigo. Esa obra de teatro no era mi vida, no era mi alma. Era casi el capricho de un niño, y estaba poniendo en riesgo la confianza que tú me tienes, y no podía hacerte esto. Yo te amo, más que a cualquier cosa y por favor te suplico, que perdones esta debilidad que tuve, esa duda que me llevó a estar aquí hoy. Te amo Viktor Nikiforov, es así de simple y no quiero hacer nada que te lastime. Discúlpame por favor.

—Salgamos de aquí.

Y Viktor no dijo nada durante todo el camino. En el taxi solo se podía escuchar la respiración entre ellos, nada había más que silencio. Yuuri no sabía interpretar aquello, no entendía, empezaba a ponerse ansioso. ¿Había dicho las palabras correctas? ¿Debió pedir más disculpas para que Viktor lo entendiera completamente? ¿Tendría que llegar a grado cero de vulnerabilidad para estar con su amante? Esperaba que no. A fuerza de golpes y dolor maduró un poco, y ahora se quería más a sí mismo, quizás eso lo llevó a pensar que si rechazaba las entradas era un hombre débil y que debía demostrar tanto a Viktor como a JJ que podía seguir su vida, sin temor a recaer con su amante canadiense.

Pero parecía que todo le salió al revés, cuando su dignidad le dio una bofetada y le dijo que así no se hacían las cosas, que eso no era más que arrogancia. Que ahora tenía una pareja, no para pedirle permiso, si no para compartir las cosas. Que no podía llegar quejándose destrozado con Viktor, y ahora venir a aceptar regalos de aquel que lo rompió. Que debía tener más paciencia, estaba logrando cosas con un hombre que por fin lo respetaba, que lo miraba a los ojos cuando le hacía el amor, que le veía como si su futuro estuviera contenido en su humanidad. Un hombre que lo veía con esperanza.

Bajaron del auto en silencio. Yuuri miró instintivamente a todos lados, esperando no ser vigilado. Viktor entendió aquello y lo tomó por una mano, cosa que lo sorprendió muchísimo, pues así subieron las escaleras, así caminaron por el pasillo y así entraron al departamento. El hombre hermoso que una vez se ganó la vida bailando sobre patines de cuchillas, no soltó a su pareja ni siquiera cuando abría la puerta, y el hombre hermoso con cabellos de azabache, no objetó en ningún momento.

Dentro, y solo por que había que quitarse los abrigos, Viktor lo soltó. Se sentó en el pequeño comedor, mientras su amante se quitaba el gabán y lo dejaba en una silla, dispuesto a sentarse también frente a él seguramente a hablar de lo sucedido. Sin embargo, de un momento a otro Yuuri pareció reaccionar a algo y tomó su abrigo con prisa y fue al clóset del pasillo para guardarlo.

—¡Basta! ¡Ya no volverás a hacer algo como eso! —Dijo muy disgustado el hombre de ojos zafirinos, levantándose molesto y yendo directo a Yuuri. El muchacho se asustó un poco y todo fue peor cuando Viktor, empezó a tomar todas las cosas de aquel clóset, ropa, zapatos, libros, y los empezó a lanzar por toda la sala y el comedor, mientras Yuuri intentaba detenerlo.

—¡Viktor por favor ya detente, qué estás haciendo! —Gritaba con desespero el aterrado profesor pelinegro.

—Yuuri, tú vives acá conmigo. Eres mi compañero, mi pareja, mi amante. Este departamento es tan mío como tuyo y de ahora en adelante te prohíbo que sigas minimizando tu existencia acá. Cada rincón de este lugar te pertenece, ya no quiero que hayan más paredes blancas, y no quiero seguir pensando que estoy solo... —Se sentó en el sofá con evidentes ganas de llorar. Yuuri se inclinó hasta él y lo tomó por el rostro para regalarle un beso. El beso empezó a subir de tono, hasta que las caricias llevaban fuego en la punta de los dedos.

—Gracias por decir que este lugar, también es mío. Gracias por permitirme compartirlo contigo. Soy solo para ti, y estaré donde tú quieras que esté —susurró Yuuri, con ternura en el oído de su amante.

—Yuuri, hoy morí de los celos, pensado que alguien más pudiera verte así de hermoso como estás, por favor, solo luce así para mí, solo para mí. —Y Viktor se perdió en los muslos de Yuuri, diciendo aquello. Aún no le quitaba la ropa, estaba tan perfecto, todo de negro, todo tal pegado a su cuerpo, a sus piernas, esa largas y preciosas que también danzaban tan hermoso. Yuuri estaba ahí tendido en el sofá, con la camisa abierta, tocándose a propósito los pezones, con ese gesto llamaba los labios de Viktor, que empezaba a quitase su propia ropa.

—Lo siento mucho, no debí haber salido hoy de este lugar. Soy solo tuyo, no lo olvides nunca —dijo Yuuri excitado. Viktor ya con el torso desnudo atendió su llamado y empezó a besar aquellos pezones ya oscurecidos, firmes e incitantes. Yuuri se retorcía de placer, quería más, siempre quería más.

—Hoy, Yuuri Katsuki, toda tu esencia va a queda en cada esquina de este departamento. No habrá lugar en que tu sudor, tu saliva, tu semen, no queden presentes. Dios Yuuri, no imaginas cuando te amo.

El muchacho del Japón, profesor de Historia, sintió como una bomba estallaba en su cabeza y en su corazón. Sonrió, lloró y gritó. Haber escuchado eso de la boca de su novio, que ahora estaba muy ocupada con su ombligo, lo elevó a un cielo que aún no conocía. Le acarició los cabellos cenizos, mientras Viktor cegado con la belleza de su amante, le desabrochaba el cinturón y le abría el pantalón.

De ahí en adelante todo fue bruma. Una y otra vez, sintió como la lengua de Viktor, caliente y húmeda, entraba descarada en su entrada, absorbiendo y saboreando todo lo que pudiera darle. Era fabuloso sentir la saliva caliente de su hombre ruso, deslizársele por las piernas, eso lo incitaba a mover fuerte sus caderas, que se estrellaban en el rostro de Viktor. Una y otra vez, tuvo ese miembro enorme en su boca, ese de aquel que lo miraba desde arriba, con ganas de devorárselo. Solo para provocarlo más, Yuuri succionaba con toda la fuerza que tenía en su quijada, y lamía con toda la lujuria de su lengua. Viktor enloquecido lo tomaba por el cabello y lo hacía llevar su propio ritmo, no le importaba a Yuuri la rudeza de aquello, lo disfrutaba. Una y otra vez, Yuuri eyaculó por todas las partes por donde quiso. Sobre el pecho y dentro de la garganta de su amante, sobre la mesita de centro, en las sillas del comedor, en el sofá, en la pared. Viktor le hizo un interesante recorrido sexual por todo el lugar, se lo había prometido, toda su esencia por doquier. Yuuri solo se dejó llevar, solo de dejó arrastrar con un pene dentro de su cuerpo, por donde el dueño de ese miembro quiso llevarlo. Era la primera vez que eran tan impulsivos, que les importaba un comino la pulcritud. Estaban sucios, el uno del otro, bañados en fluidos, como esa vez que Yuuri se fue de viaje. No había momento para el asco, ni para la moral y las buenas costumbres. Eran solamente ellos dos, como salvajes haciendo el amor. Un hombre dentro de otro, no solo con su cuerpo, sino con su corazón.

Cuando ya el cuerpo estaba por darse por vencido, pero le quedaba fuerza al alma, Yuuri cabalgaba con fuerza sobre su tesoro de ojos de océano. Dolía un infierno, su entraba había dado todo de sí y ya empezaba a sangrar, pero no importaba. Dentro tenía que estar de nuevo todo lo que Viktor tenía por ofrecerle. El amante que estaba tendido en el pasillo, viendo como Yuuri enloquecía, le arañó el pecho y le tomó del pene. Yuuri gritó y lo tomó con la fuerza brutal acostumbrada por el cabello y terminó casi de inmediato. Viktor sintió como de nuevo el semen caliente le salpicaba. Ya no daban más. Ya habían sido horas de intensidad, de muchas erecciones que no creyeron posibles. Casi sin fuerzas llegaron a la cama y ahí, a penas a medio taparse, quedaron dormidos.

El sol tocó el rostro del antiguo patinador, y con dificultad se sentó en la cama. Yuuri estaba inconsciente, tendido boca abajo. Viktor lo miraba con todo el amor que podía salir de sus ojos y se llevó las manos a la cabeza. Afortunadamente era sábado y no tendrían que ir a la Universidad, seguramente no hubieran podido.

—Necesito algo de tiempo, algo de tiempo para irme de Rusia con Yuuri —Se dijo así mismo Viktor, mientras desnudo, caminaba hasta el comedor y buscaba su celular. Ahí estaba, ese número que conocía, pero que no le agradaba del todo. Era ahora, que tenía que buscar ayuda, para ganar según él, un tiempo y poder largarse para siempre.

«Hola Sora, soy Viktor. Sé que es algo sorpresivo, pero necesito saber si me acompañarías a un sitio mañana, probablemente todo el día. Necesito de tu ayuda, por favor si aceptas, vístete como para conocer a mis padres. Lo siento y gracias».





Fin capítulo 23





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Con amor: Yukino

(*)Fragmento de la canción Nine Crimes de Damien Rice


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