Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

La mujer más linda del mundo. por Yukino

[Reviews - 33]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

LA MUJER MÁS LINDA DEL MUNDO

Fanfic por Yukino

Viktor x Yuuri

Capítulo 24.

«Es el momento equivocado para alguien nuevo...» (*)





Y mientras conducía lejos del hogar que ahora compartía con su Yuuri, sonreía. Y lo hacía recordando lo sucedido el día anterior, la semana anterior, el mes anterior; todo en ese momento que lo tenía tan planeado, tan detalladamente claro, le producía una alegría infinita. Era la primera vez que por su cuenta, iba a desafiar al mundo y vivir su vida.

Viró a ver al asiento de atrás, y estaba ella. Miraba por la ventana algo distraída, se notaba que iba también muy pensativa, incluso preocupada. A Viktor se le hizo muy extraño que Sora no hubiera querido ir en el asiento de adelante con él, pero la excusa de la niña de cabello negro, era que si se mareaba, podría recostarse más cómodamente. Al hombre de piel de nieve lo convenció esa tontería, y la verdad se sintió un tanto aliviado, así no se sentía tan «infiel» con Yuuri.

—De nuevo te agradezco que me acompañes a casa de mi familia, te prometo que esta será la única vez.

—¿Lo dices por alguna razón en especial? Tienes un brillo muy diferente el día de hoy —dijo la niña con piel de Onsen —¿Te sucedió algo bueno estos días?

—La verdad, es que traerte acá me ayuda a ganar tiempo con mis padres, como ya te dije. Que ellos crean que salgo contigo y no me fastidien es mi objetivo. Mi plan es mucho más ambicioso.— Respondió Viktor con una medio sonrisa en el rostro, viéndola por el espejo retrovisor.

—Viktor, realmente lo que hagas hoy y lo que tenga que actuar yo, no te dará más que un tiempo corto, si es que tu familia es tan controladora como me das a entender. Lo que quieras hacer con tu amante, deberás concretarlo pronto. ¿Qué harás con él?

Viktor le miró de nuevo por el espejo retrovisor, y sonrió aún más hermosamente. La niña bonita con pene, se sorprendió de esa actitud. El hombre bajo esa ropa y esos kilos de maquillaje, estaba tan asustado por lo inesperado, que creía que en cualquier momento podría delatarse. Viktor le prometió que sería cuestión de ir a una comida rápida con ellos y que ya después la vida seguiría su rumbo. Yuuri pensó que por fin la historia de Sora acabaría, y con eso podría desenfadar a Otabek, que era en quien realmente había pensado todo el camino. Tenía clavada de cabeza a pies, esa mirada de decepción profunda y triste que su amigo kazajo le hizo, cuando le contó que de nuevo y por última vez, como tantas últimas veces, se vestiría de Sora. El corazón le dolía, el corazón se le había fisurado un poco con aquella actitud de su amigo; y le pidió perdón en pensamientos durante todo el camino, como si estos pudieran llegar en suspiros a los oídos de Beka, para que el buen profesor de Matemáticas supiera lo mucho que Yuuri sufría.

Viktor en cambio iba decidido. No daría marcha atrás en sus planes, y llevar a Sora a la mansión le hacía ganar algo de tiempo. Ese algo que necesitaba para desaparecer. 


***


El día anterior, Viktor había despertado con un tremendo dolor en todos los rincones de su cuerpo. Cuando abrió los ojos y sabiendo que era ya muy tarde, intentó sentarse de un solo movimiento, pero las piernas, los brazos y la cintura no le respondieron de manera debida, y se tragó un quejido, para no despertar a su amante de cabellos de noche. Yuuri dormía totalmente desnudo, de bruces en la cama, con evidentes moretones y salpicado de fluidos hasta la cabeza. El hombre de cabellos cenizos sintió que el pecho se le inflaba como un globo, de alguna manera se sentía orgulloso de dejar esas marcas de amor en su amante, eso lo certificaba como suyo. Jamás se lo diría, ni a él ni a nadie, era un placer mal habido que llevaría en secreto. Se sentía muy mal cuando lo tomaba con tanta fuerza, pero a la vez, se sentía fabuloso cuando con sus manos sentía que le arrancaba la piel de rocío a su amante, el aroma de esa piel lo volvía loco. Ese aroma era una droga, un afrodisiaco; Yuuri lo enloquecía cuando empezaba a transpirar. Desnudo y desorientado y luego de una reflexión que podía cambiar su vida, caminó fuera de su habitación, buscó su celular y envió el mensaje a la dama, a la mujer que le tenía que ayudar. Ya el paso estaba dado.

 

Regresó al cuarto y buscó entre la ropa un pantalón deportivo, para poder salir de nuevo y preparar un poco de café. El dolor del cuerpo empezó a mermar de a pocos, pero sabía que todo aquello era la prueba de lo mucho que podía amar a su Yuuri. Vio el desastre que había dejado la faena de amor en su sala de estar, y supo que la limpieza tendría que ser profunda. Pero también se dio cuenta de algo que le alegró aun más la mañana: Todo Yuuri estaba por doquier de su departamento. Y sonrió, liberando de su prisión de cereza, a sus preciosos dientes.

Todo iba bien, todo en lo absoluto. Miró las paredes pálidas y muertas, sabiendo que dentro de poco se llenarían de color, con algún cuadro, o con algún poster, con algo que su hombre de oriente quisiera poner. Todo iba bien cuando vio las tazas de café y supo que compraría de esas muy cursis para parejas, con dibujos estúpidos, pero que alegraban el alma. Todo iba bien cuando se imaginó comprando nuevas sábanas, nuevos cubiertos. Todo iba bien cuando pensó que la navidad sería en unos meses, y aunque en Rusia no se celebraba oficialmente, haría de su departamento un escupitajo de Santa Claus, si era lo que Yuuri deseaba. Todo iba bien, hasta que vio al techo, y la hojarasca de malos recuerdos vino intentando destrozar eso que él anotaba en el planeador de su corazón.

Tener un amante muerto, era llevar una vida en puntos suspensivos. Una eterna duda de lo que pudo ser, un cuestionamiento eterno de lo que faltó por vivir, un rezo interno por que el reloj diera vuelta hacia atrás, y no haber dicho o hecho ciertas cosas. Era una pesadilla sin necesidad de estar dormido, era la pregunta y la culpa, marcadas en el pecho con el más grueso y candente fierro: ¿Por qué?

Viktor se preguntaba eso día tras día al despertar. Se cuestionaba el por qué su Marco había tomado semejante decisión. Qué había sido eso tan horrible, tan pesado que no pudo, o no quiso compartir ni siquiera con él. Habían sido años, abriendo los ojos y viéndolo mecerse del techo. Pero las cosas empezaron a cambiar desde que empezó a vivir con Yuuri, porque al abrir los ojos lo primero que veía era el azabache de sus cabellos que le hacían cosquillas en el pecho, o que le rozaban la nariz haciendo que estornudara. Y eso, a pesar de todo, lo hacía sentir culpable. Viktor creía que no era correcto ser feliz, cuando Marco tampoco lo fue; pero era imposible no estar en dicha eterna, amando como amaba a su niño de ojos sesgados. Pensó mientras se servía el café, que quizás de no haber muerto Marco, seguro estaría igual junto a él y no habría conocido a Yuuri nunca. Y odió eso. Yuuri en ese momento y sin saberlo, era el tótem de Viktor,  y jamás, ningún ser humano, había logrado colarse tan profundo en su alma. Lo amaba, tan desesperadamente, que apartarse de él, significaría una muerte segura.

Pensaba en un escenario en el que terminaba con Marco, quedaban como buenos amigos y de repente un día, conocía a Yuuri en similares circunstancias a las actuales, así no habría por qué sentirse culpable por nada. Reía con sus imaginarios, pero eso era lo que hubiera deseado que pasara. Ya no podía imaginar una vida en la que no estuviera ese hombre que le iluminaba la vida con su sonrisa, y que le desesperaba el cuerpo de tal manera, que tenía la necesidad de atravesarle la piel, con las uñas o con los dientes. Qué peligroso era amar tanto a alguien.

Y del otro lado de aquel departamento de silencio y secretos, Yuuri abría los ojos, apenas con la voluntad necesaria para ello. Sentía el cuerpo como un bloque de cemento, y percibía un olor nada agradable, era claro que necesitaba una ducha con urgencia. Pesadamente se viró para quedar boca arriba y por poco llora ante el intento. Se llevó la mano a su cabello que estaba pegajoso, y entendía muy bien por qué. En ese momento sonrió como muy pocas veces en su vida, como nunca creyó soñar hacerlo en la cama de ese que amaba tanto. Hacer el amor con Viktor de esa manera tan salvaje, lo había elevado a las nubes y había flotado junto con estas, en el éxtasis de su cuerpo junto al de su hombre de ojos de océano. Así, así como estar nadando en el mar abierto era su relación con él. Hermoso, casi soñado, pero si no eras un experto nadador, te ahogarías en belleza y sal.

Tomó un poco de aire y se levantó como pudo a buscar la ropa interior. Escuchó ruidos fuera de la habitación y supuso que era su novio, intentando hacer algo en la cocina. Cuando salió, con cara de haber sobrevivido a un huracán, vio a Viktor tratando de servir el café en la taza con el mapamundi impreso, que Viktor le había regalado. Desde la puerta sonrió de nuevo, e intencionalmente, hizo sonar la puerta del cuarto.

 

—Buenos días Viktor, sí quiero café—. Viktor volteó algo asustado, y sonrió al verlo en ese estado. Yuuri se dirigió al sofá que también estaba un desastre, y recibió de manos de su amante el café, que olía delicioso. No se decían nada. Solo se veían como un par de idiotas, sonriendo. Yuuri desvió un poco la mirada al resto de la sala de estar e hizo un gesto de desagrado que tomó por sorpresa a Viktor.

—¿Qué pasa? ¿No está de buen sabor el café?

—No, el café está perfecto, pero, ¿no ves este desastre? —Respondió Yuuri mirando algo asqueado el lugar —Tengo que organizar cuanto antes, ¡mira las paredes llenas de eso!

—De semen, Yuuri, están salpicadas de tu semen y el mío por doquier. Igual que tú. —Yuuri miró sorprendido a su amante que hablaba muy tranquilo y sin borrar la sonrisa en su rostro —estás por todas partes de este departamento, y yo estoy por todas partes de ti. Hace mucho tiempo no me sentía así de tranquilo, y de feliz. Gracias...

 

Yuuri, quien no podía creer lo acababa de escuchar, lo veía muy sorprendido, apenas pudiendo cerrar su boca y sin parpadear. Aquello era su declaración de amor, de vida. Rió un poco, cuando ellos estaban solos, solían ser muy cursis. Siguieron hablando un rato más de la organización del departamento, de los artículos de aseo que Yuuri usaría para limpiar el desastre y le recordó, que para que él hiciera parte de todo aquello, no era necesario «eso» por doquier, con que lo dejara decorar sería suficiente. Llegaron a los temas del espacio, de los colores y el estilo, y Yuuri siempre dejó claro que el ambiente minimalista era lo mejor, bien aprendido de su educación japonesa. Viktor lo veía haciendo planes como una esposa y su corazón saltó de alegría. No le diría jamás lo que pensaba, quizás no le caería mucho en gracia lo de «esposa». Pero todo aquel momento, era lo que había soñado. Ahora tenía su portarretratos sobre su chimenea. Él, y su precioso amante de cabello de noche, de ojos sesgados y de olor a tierra fresca en verano.

 

—Viktor, tú me dijiste que has vivido acá desde hace mucho tiempo... —habló Yuuri sacándolo un poco de sus pensamientos —eso quiere decir, que fue acá donde sucedió lo de Marco...

Para Viktor aquello fue un balde de agua fría. No le gustaba que los pensamientos de ambos giraran en el amante muerto. Debían girar mejor en torno al estúpido ex amante vivo, que estaba moviendo sus fichas para intentar algo de nuevo con Yuuri. El hombre de cabello como la luna,  miró con nostalgia a Yuuri y le respondió negativamente con la cabeza. Yuuri se dio cuenta que la pregunta había sido imprudente y se disculpó.

 

—No tiene porqué pedir disculpas Katsuki —habló Viktor sonriendo— te contaré. Sí estuvimos acá un tiempo, no vivimos juntos, pero sí era nuestro sitio al inicio. Cuando ya creíamos que no nos queríamos separar, este lugar no fue opción para él, quería algo más espacioso y yo le concedí ese deseo. Compré un penthouse, en una zona muy exclusiva, enorme, lleno de color, y la luz entraba por doquier. Él amaba ver la ciudad desde el balcón y a mí me gustaba mirarlo mientras tomaba el café que Marco preparaba, que por cierto era espantoso. —Yuuri rió un poco cuando Viktor se refirió al café —. Él me sugirió que vendiera este sitio, pero no pude hacerlo. Este departamento fue el primero que pude comprar con mi trabajo, y aunque no es para nada lujoso como ese penthouse, siempre fue importante para mí, y lo es más ahora.

—¿Por qué? —preguntó algo intrigado Yuuri, sin dejar de verlo un segundo.

—Porque estás tú. 

 

La respuesta, conmovió hasta la más profunda fibra de la humanidad de Yuuri, que total y absolutamente atrapado en aquellas palabras se levantó de su sitio y se sentó en las piernas de Viktor, para abrazarlo y arrullar todo lo que pudo, la cabeza de cabellos cenizos, en su pecho. Ese momento era el que le confirmaba que se amaban. Que estaban en el doloroso camino del amor, que hasta hacía poco les había sido tan esquivo, tan lleno de espinas, de rocas filosas que le había marcado los pies, haciéndoles dudar si seguir andando y sangrar, o regresar. Sin embargo, para Yuuri, el dolor de Viktor era incomparable.

—Viktor... cuánto me hubiera gustado que jamás tuvieras que pasar por ese horrible dolor... lo siento tanto,  ojalá el tiempo pudiese volver y evitar que todo aquello sucediera. —Todo aquello lo dijo sin soltar un momento a su hombre.

—No Yuuri, creo que es cierto aquello que todo pasa por una razón. Si nada hubiera sucedido, yo seguiría con él, pero con la idea equivocada de lo que era estar enamorado. —Levantó la cabeza y lo miró fijamente, con los ojos destellantes de seguridad y algo de furia —si no hubiese pasado lo que pasó, seguramente yo creería que lo que sentía por él era amor, y ahora que estás tú conmigo, sé que no lo era. Ni siquiera en el más mínimo porcentaje, mi corazón quiso a Marco, como ahora te ama a ti. Ahora, estoy acá, viviendo en terror, cada segundo de mi vida, pensando en qué va a ser de mí si llego a perderte. Te amo, Yuuri Katsuki.

Por las mejillas pálidas de Yuuri, rodaron lágrimas de amor, de duda, de pánico. Solo por un segundo entendió las palabras que le decía Otabek muy a menudo «yo me hice responsable de ti, para siempre». Ahora Yuuri Katsuki, tenía en sus manos la vida de Viktor Nikiforov, casi por completo, y aquello le produjo un escalofrío. Pero tomaría la responsabilidad con gusto, por mucho miedo que tuviera. Y eso incluía saber a profundidad, todo lo que Manini pudiera ocultar, porque para Yuuri, ella no era todo eso que Viktor le describía.

Tras aquellas confesiones, se abrazaron largo rato sin decir nada. Miraban a la TV que estaba apagada, como si ahí estuvieran transmitiendo el mejor programa de sus vidas. Y quizás así era, cada uno veía en esa pantalla gigante y negra, como había sido su vida, y lo mucho que ahora habían cambiado. Los dos. Cada uno cambió al otro de maneras que jamás imaginaron. Cuando por el camino se encontraron derrotados y resignados, cuando el miedo primó en sus vidas, cuando estuvieron juntos por primera vez, ahora que parecía que lo estarían para siempre. Eso era lo que pensaban. Ya era hora de largarse, y hacer su vida como deseaban que fuera.

El móvil de Yuuri empezó a vibrar muy escandaloso y los sacó de su meditación. El muchacho del Japón lo tomó lo más rápido que pudo, y no era otro que Beka que llamaba a reprocharlo por haberlo dejado solo como un idiota. Yuuri solo escuchaba y asentía como si Otabek lo pudiera ver. Más que nada, el profesor de Matemáticas estaba preocupado, porque todo estuviera bien con ese par. Yuuri lo tranquilizó, y le dijo que se vieran el día siguiente, que lo invitaba a almorzar. Beka pareció feliz con la invitación y lo dejó en paz. Cuando Yuuri colgó, revisó el resto de sus mensajes y hubo uno que lo dejó un tanto molesto.

—¿Qué pasa? —preguntó Viktor al notarlo contrariado —¿Problemas?

—No, la verdad no. Recibí un correo de la Universidad en Estados Unidos, dice que debo ir en octubre para rendir un informe de mi gestión hasta ahora, de mis avances acá en Rusia. El año pasado no lo hice, y como estoy pronto a terminar este proceso, seguro quieren saber si las cosas van bien para seguir dándome trabajo.

—Pero octubre es apenas en unas semanas ¿por qué en esas fechas?

—La Universidad sabe que acá en Rusia se hace una semana de receso, así que me citaron aprovechando aquello.

—¿Y debes irte toda la semana? —Preguntó Viktor, algo preocupado.

—No, haré todo lo posible porque sea solo un par de días, iré con Otabek.

—¿Cómo? —Preguntó Viktor ya no preocupado si no molesto. A Yuuri le hizo mucha gracia esta situación.

—Beka me dijo que quería conocer dónde estudiaba yo, así que le prometí que cuando fuera lo llevaría. Por favor, no te pongas celoso yo...

Pero Viktor en ese momento había dejado de escuchar. Todo el Universo en ese momento le estaba alineando la vida, para que pudiera llevar a adelante su plan, su decisión. Yuuri hablaba y hablaba, y el hombre perfecto de piel de nieve, sentía por primera vez, cómo el poder de una determinación le pegaba en su alma. Ya no daría marcha atrás con su plan. Ahora solo esperaba respuesta de aquella que él creía era una mujer, para ganar ese tiempo que había rogado.

—Yo también iré. —Dijo interrumpiendo abruptamente a su amante.

—Viktor, ¿en serio? Por favor, espero que tus celos no estén hablando por ti...

—¡Oh no!, No. Yo iré con ustedes. Es ahora.

Yuuri estaba algo asustado con aquella determinación de Viktor en sus ojos, pero aceptó encantado que fuera a USA con él. Había tanto que quería visitar junto a su amante, allá probablemente, podrían ser un poco más una pareja. Tal vez solo un poco más.

 

Yuuri le dijo que se daría una ducha y así empezar a limpiar el desastre. Con el celular en la mano, recordó que tenía otro donde atendía a sus alumnos, y a él. Lo buscó solo por instinto, solo por que de nuevo Satanás le murmuraba al oído que debía revisarlo. Y ahí estaba. La notificación entre muchas otras, de que tenía un mensaje de aquella página, que había comenzado toda esta locura de Sora.

 

Lo leyó, e intentó asimilarlo. No imaginaba por nada del mundo qué podría tener Viktor entre manos. No imaginaba porqué la citaba a ella, ¿a casa de sus padres? Ella tendría el privilegio de ir a la mansión, donde él jamás, podría poner un pie. Ella sí era la de mostrar, ella era la privilegiada, la que cenaría en la mesa con sus padres. En ese momento la odió. Su propio monstruo, se lo estaba tragando.

El celular de Viktor vibró, y vio con sorpresa y algo de alegría la respuesta de ella. Claro que estaría ahí, claro que lo acompañaría, con todos sus atavíos.

—Gracias... —dijo en voz muy baja, presionando el celular en su pecho. Del otro lado de la puerta, un amante lleno de dudas, le escuchaba. 





********

Con amor: Yukino.

(*)Fragmento de la canción Nine Crimes de Damien Rice


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).