Algo que no le gustaba al castaño, era ser derrotado, en especial, si sus compañeros ayudaban a esa derrota. – ¡¿Pero qué diablos les pasó?! ¡Ahora ese gato roñoso no deja de alardear! –se quejaba el capitán del Seijo, mientras el cuarteto comía en silencio, con el ceño fruncido. – ¡¿Me van a decir que sucedió?! –exigió enfurecido el castaño, luego de que Kuroo pasara burlándose de ellos. Al no obtener respuesta, comenzó con su rabieta. Y para colmo, fue ignorado. Los partidos de la tarde, siguieron su curso con los castigos designados. Al final del día, Oikawa Tooru estaba más insoportable que otros días. – ¡¿Pero qué mierda les pasa?! –explotó en la habitación, agarrando a almohadazos al cuarteto; acto que fue detenido por un certero golpe de parte de Iwaizumi.
Luego de calmar al castaño, Matsukawa procedió a contarle todo a Oikawa; desde la noche donde Kenma le confesó todo, hasta el ridículo plan de tratar de destrozar a Kuroo en los partidos de práctica. –Pobre Pudin-chan –fue lo primero que salió de los labios del capitán, luego de escuchar la “triste historia de amor”. – ¿Es en serio? –preguntó un tanto irritado Issei. –Ya, ya. Encontraremos una solución para salvar a tu amorcito –soltó Tooru, antes de tirarse en los futones, mirando el techo, pensativo.
– ¿Mi qué?
–Tu amorcito.
– ¿Por qué dices eso?
–Pffff, no me van a decir que no lo notaron.
–Oh jojojo
– ¿Qué?
–De ti lo esperaba Kyo-chan, pero de Iwa-chan… creo que es más músculo que cerebro.
– ¡¿Qué dijiste, Basurakawa?!
La pelea entre aquellos cinco, hizo enfadar a varios, siendo Daichi, el encargado de ir a callarlos, antes de que algún profesor fuera a ver que causaba semejante alboroto. Una vez con la calma de vuelta, Tooru miró a Issei, con esa fastidiosa sonrisita. –Vamos, es más que obvio que te gusta Pudin-chan –sentenció el castaño, con una mirada insistente en su amigo, el cual solo atinó a sonrojarse. Hajime y Kyoutani miraron sorprendidos al moreno, mientras Hanamaki se unía a Oikawa, en esas sonrisas burlonas. Issei soltó un bufido molesto, debido a las reacciones que aquello había provocado, lanzándole una almohada a Tooru y Takahiro.
–Ya, ya… hablando en serio. Debemos hacer algo por Ken-chan
***
El turno de los de primero para bañarse, había llegado. Y aun así, Yamaguchi se paseaba por los pasillos. – ¿En dónde estará Tsukki? –murmuraba, asomándose a los salones, esperando ver a su amigo con los audífonos puestos. Sin embargo, nunca esperó encontrarse con esa escena al abrir la última puerta del piso. Kei, recargado en una de las bancas, mientras las manos de Tetsuro le sostenían de la cadera, apegándolo lo más posible; los labios de ambos, moviéndose lentamente, en una anhelada danza. En silencio, el pecoso cerró la puerta, huyendo de regreso con los demás, aún sin creer lo que había visto. Al llegar con sus compañeros, solo atinó a decir que no había encontrado al rubio.
Mientras se bañaban, se había puesto a platicar con Hinata, que no dejaba de hablar de lo genial que se la pasaba en los entrenamientos extra. –Deberías unirte una tarde –soltaba de vez en cuando. –Nunca lo había imaginado. ¿Y tú Yamaguchi? –aquella pregunta le sacó de sus pensamientos. – ¿Q-qué? –sacudió un poco la cabeza, para ver a Hinata agitando sus manos. – ¡Que Kuro-san y Kenma fueran novios! –aquella revelación le cayó como un balde de agua fría. – ¿Q-qué? –soltó desorientado, recordando la escena de antes. – ¡¿Verdad que es increíble?! ¡No parecen novios! –el color abandonó un momento el rostro del pecoso, pues en ese momento, Tsukishima entraba en el baño, como si nada hubiera ocurrido.
Una vez todos terminaron, Yamaguchi esperó a su amigo, rezagándolo lo más posible. No quería que se llevara una decepción amorosa. –Oye, Tsukki –comenzó, con la voz temblorosa por los nervios. – ¿Qué? –el rubio caminaba lo más lento posible, tratando de dejar de oír los gritos de Hinata. –Quería hablar de algo contigo –el mayor miró de soslayo al nervioso pecoso a su lado. – ¿De qué?
–Bueno… ammmm –el chico no dejaba de mirar a todos lados. –Hace rato te encontré… besándote con Kuroo-san.
– ¿Y?
–Bueno, verás… no sé si ya te lo había dicho él, pero… está saliendo con Kenma.
–Lo sé.
–A pues… –sus ojos se abrieron al procesar la respuesta de su amigo. – ¿L-lo sabes?
–Sí.
– ¿Entonces por qué-?
– ¿Por qué me besé con él? –una sonrisa ladina apareció en el rostro del mayor. –Sencillo. Alguien como Kuroo-san no podría estar con alguien como Kenma. Entre él y yo, la opción correcta es más que obvia.
Y sin más, el rubio siguió su camino, dejando a un confundido y anonadado Yamaguchi.