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Te acompaño a llorar por Mari-Sponge

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–Entonces es verdad –Yaku miraba fijamente a Kuroo, sin ninguna expresión, y los brazos cruzados sobre el pecho. El moreno seguía sin decir una palabra, mirando el suelo, con el ceño levemente fruncido. –Nunca creí que fueras tan estúpido y egoísta, Kuroo. Al menos pudiste haber terminado con él, antes de hacerle todo esto –el moreno permanecía en silencio, recibiendo el “regaño” de su amigo. –Kenma es mío –soltó con cierta molestia al castaño. –No es un objeto, cabeza de caballa. Es una persona, y tú estás jugando cruelmente con él –y a pesar de sus palabras, el castaño permanecía calmado, algo que crispaba más los nervios de Tetsuro. –Es la última vez que lo digo, Kuroo. Aléjate de él –soltó Morisuke, antes de alejarse de aquel moreno. Kuroo observó la espalda de su compañero, mientras él se quedaba de pie ahí.

 Yaku ingresó a la cafetería, y luego de tomar su bandeja, se dirigió a la mesa en la que Makki le hacía señas. Momentos después, la puerta se abrió, dejando entrar a Kenma con Hinata y Lev, y detrás de ellos, Kuroo. – ¿Hablaste con él? –Oikawa fue el primero en hablar, luego de ver la mirada que el líbero le dedicaba a sus compañeros de equipo. –No dijo nada para defenderse… ni siquiera mintió diciendo que fue un error de perspectiva o algo –murmuró con toda esa furia contenida. El sentimiento fue esparcido a todos en aquella mesa, haciendo de ese lugar, el más lúgubre de todos. –Nunca creí que Kuroo-chan fuera ese tipo de chico –soltó Tooru, antes de llevarse un poco de arroz a la boca. –Tampoco creí que Tsukki fuera ese tipo de persona –el sonido de la bandeja tocando la mesa, fue acompañada por la voz de un muy triste Yamaguchi. Los chicos le hicieron un espacio al pecoso, y para sorpresa del menor, Hanamaki le despeinó un poco, tratando de animarlo con esa sonrisa ladina. Por su parte, Matsukawa buscaba al inicio de todos esos problemas. –Ese cuatro ojos no está –soltó con un tono lleno de irritación, ignorando como el Cuervo se encogía en su lugar. Quería defender a su amigo… pero no había un argumento que le ayudara.

El día siguió su transcurso. Demasiado tranquilo para 7 chicos, que no le quitaban la mirada de encima a otros 3. Y es que para Yaku, los nervios se le crispaban al momento en que Kuroo se acercaba a Kenma. La mirada de Kei era la más atenta a esos efímeros encuentros; frunciendo el ceño cada vez que el capitán de los gatos, se mostraba “dulce” con aquel teñido. Y sonriendo cuando su actitud se mostraba tan fría como la cima de una montaña. Porque lo había decidido. Tsukishima Kei se había proclamado vencedor, y en silencio, marcó a Kuroo Tetsuro como suyo; no le había importado pisotear el corazón de un muchacho que pecaba de ser demasiado consciente de las palabras ajenas. No, si con eso conseguía lo que quería. Y como meros espectadores, Tadashi y Keiji observaban en silencio todo eso.

El campamento llegaba a su final; para muchos, aquellos días habían pasado más rápido de lo que les hubiera gustado. –Kenma –la voz autoritaria del moreno llamó la atención del aludido. –Quiero hablar contigo –y sin esperar una respuesta, comenzó a caminar, alejándose de todos. Kozume se disculpó con Shouyo, y siguió a su novio. Aunque sus pasos demostraran lo poco que quería acercarse; algo en su interior le advertía que de esa “charla” saldría más lastimado de lo que ya estaba. Al llegar a un lugar apartado, Kuroo se dio la vuelta para enfrentar a Kenma. El menor podía sentir como aquella mirada oscura perforaba su alma, centímetro a centímetro, mientras su corazón se encogía temeroso en lo más profundo de su ser. –Quiero terminar –dos palabras. Dos sencillas palabras, y aun así, no había conocido dolor tan fuerte como el de ese momento. – ¿Por qué? –ni él sabía de dónde logro sacar el coraje para exigir una razón. Tetsuro pasó una mano por su cabello, soltando un largo suspiro que denotaba cansancio y molestia. – ¿En verdad te lo tengo que explicar? –su mirada era fría, muerta; incluso el pequeño brillo que a veces lograba hallar en aquellos ojos, se había esfumado. Como pudo, se tragó su dolor y tristeza, y con lo poco de dignidad que ese par le habían dejado, volvió a hablar. –Ya no me amas, ¿eso es lo que no quieres decir? –el mayor chasqueó la lengua, huyendo de la mirada de quien una vez, consideró el amor de su vida. – ¿No será porque me interpongo entre Tsukishima y tú? –un balde de agua fría había caído sobre el moreno. –Él te dijo que me dejaras, ¿no? –su rostro permanecía impasible, mientras luchaba en silencio para que su voz no se quebrara. El mayor volteó a verlo con sorpresa, como si fuera la primera vez que veía ese lado de Kenma. –Di en el blanco, ¿cierto? –se encogió de hombros, como si todo eso fuera tan sencillo como tirar una servilleta a la basura. –Nunca creí que tardaras tanto. Quiero decir, ese beso en el gimnasio fue muy osado de su parte; en especial, considerando que alguien del equipo pudiera verlos –Tetsuro sentía como la vida se le iba, a cada palabra soltada por aquellos delgados labios.

¿Acaso hablaba el despecho? ¿La ira? ¿La tristeza?... ¿la decepción? –Pero tienes suerte. Yo los vi –soltó con una ligera sonrisa. –Tranquilo, nunca le conté a Yaku, sé que pudo ir y golpearte, y aún tengo algo de cariño hacia ti, como para querer evitarlo –idiota. Solo se le venía una palabra a la cabeza, al pensar en su situación en ese preciso momento. Y las lágrimas comenzaron a rodar. –Aunque, ¿sabes? Nunca creí que te tomara demasiado tiempo llegar a este momento. ¿Lo hiciste para que mi rendimiento no bajara en las prácticas? –calló de golpe, las palabras se atoraban en la garganta, negándose a salir, rehusándose a darle más satisfacción a aquel chico que le miraba inmóvil. – ¿O solo es divertido verme desmoronarme lentamente y en silencio? ¿Acaso solo fui un juego para ti, Kuro? ¿Algún tipo de retorcida diversión para ti y tu amante? –la voz comenzaba a traicionarlo, quebrándose sin que pudiera hacer algo al respecto.  

–Yo no…

– ¿Tu no qué? “¿No era tu intención?” –lentamente, la ira iba ganando terreno en la mente del gato. – ¿Cuál era entonces? ¿Satisfacer tus dudas, y aclarar tus sentimientos hacia mí? ¿Deshacerte de mí?

Con la mano, limpió las lágrimas que habían empapado silenciosamente sus mejillas. Quería huir de ahí. Olvidarlo a él, deshacerse de lo que sentía por él. Y por dentro, deseaba no haberlo conocido nunca; no haberse enamorado de él. Rogaba, a cualquier Dios que se dignara a escucharle, que le permitiera odiarlo. –Bien… pues felicidades. Lograste que te detestara. Y no te preocupes por mí, saldré del equipo una vez regresemos a Tokio. Así no tendrás problemas con tu amado –pero, ¿por qué dolía? ¿Por qué separarse de la persona que en tan pocos días le había provocado tanta angustia y dolor, le desgarraba hasta el último gajo de su alma? ¿Por qué en lugar de odiar a Kuroo Tetsuro, se odiaba a si mismo?

Y una vez más, intentó huir. Quería ocultarse de la mirada de todos, mantener en secreto su más patética forma. Pero la mano de Tetsuro se lo impedía. – ¡Déjame! ¡Suéltame! ¡No me toques! –comenzó a forcejear contra el moreno, mientras el llanto cubría su rostro. – ¡Tú eres mío! ¡Siempre debes permanecer a mi lado! –de un segundo a otro, Kenma sintió el suelo bajo su cuerpo, y un par de manos que rodeaban sus hombros. Al enfocar la mirada, pudo notar a Kuroo tirado en el suelo, con la mano sobre su rostro; sus ojos subieron lentamente, para observar el rostro de Matsukawa, oscurecido por la ira, mientras le abrazaba de forma protectora. –No te vuelvas a acercar a él, ¿entendiste? Porque no solo será un golpe lo que recibas –y sin más, se fue de ahí, llevándose a Kenma con él. Unos metros más adelante, Kenma observó las siluetas de Yaku e Iwaizumi, quienes miraban con cierto desprecio al capitán del Nekoma. –Vamos, Kenma –llamó Morisuke, extendiendo una mano al pequeño armador.

Kuroo Tetsuro se encontraba tirado en el suelo, con el orgullo destrozado, observando a Kenma siendo alejado de su lado, por aquel trío. Aún con la rabia carcomiendo su cabeza, comenzó a lanzar puñetazos contra el suelo, ignorando la presencia frente a él. Creyó que podía darle un final distinto a aquella fábula; y descubrió de la peor forma, que el perro codicioso, siempre se queda sin nada.

Notas finales:

La fábula a la que hice alusión, es "El perro de las dos tortas" de Esopo... o algo así, no recuerdo el verdadero nombre de la fábula. Pero eso...


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