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Te acompaño a llorar por Mari-Sponge

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Notas del capitulo:

Pongan está canción antes de leer UuU

A la mañana siguiente, era más que obvio para todos, que algo iba mal con Kenma. Sus ojos estaban rojos, y ligeramente hinchados; algo no tan alarmante, gracias a las managers de Fukurodani y Karasuno. Kuroo le había restado importancia, argumentando a que se debía, porque el chico se la pasó toda la noche jugando en su consola portátil; algo en lo que el resto de su equipo no concordaba, pero evitaron decir algo, para no entrar en una pelea con su capitán. Solo había cuatro personas ajenas a los problemas del Nekoma, que se preocupaban por el teñido. Hinata se sentía un poco culpable. ¿Acaso su amigo había hablado con su novio, y las cosas quedaron peor? Definitivamente tendría que disculparse con él, al haberle dado un consejo tan tonto. Akaashi no le apartaba la mirada de encima a la pareja, notando como el malestar de su compañero de posición aumentaba, cuando Tsukishima se acercaba; pero como lo había pensado, no era de su incumbencia, al menos, hasta que Kenma decidiera hablarlo con él. Kyoutani observaba molesto a todo el equipo del Nekoma, intentando descifrar lo que tenía en semejante condición al Gatito. Pero el más atento, era Matsukawa.

Él conocía el origen de la angustia de aquel callado muchacho. Y no sabía por qué, pero lo odiaba. Detestaba a Tetsuro por causarle tantas penas a un chico tan lindo como Kenma. Lo odiaba por… el moreno se quedó petrificado por el camino que sus pensamientos tomaban. Es decir, apenas le conocía de unos días, ¿por qué reaccionaba así? Se dio unos cuantos golpes en el rostro, tratando de ignorar aquello. Luego le preguntaría a Kenma lo que sucedía, esperando a que el chico se sincerara con él. Los partidos comenzaron, con un notorio cambio en el desempeño del Nekoma. A pesar de que Kuroo seguía comportándose como un capitán comprensivo y alentador; los errores de Kenma comenzaban a irritarlo, haciendo que le gritara más de una vez por “andar en las nubes”. –Creo que es buen momento para empezar a jugar con Shibayama –se escuchó la voz de Tetsuro resonar por el gimnasio, luego de que perdieran el quinto partido del día. Yaku trató de abogar por el teñido, siendo detenido por Kenma, alegando de qué tarde o temprano, el de primer año, tendría que acostumbrarse a jugar con el equipo. Incluso los miembros de las otras escuelas, observaron petrificados la escena; todos, menos uno, cuya sonrisa burlona no pasó desapercibida por Kozume. Una vez reanudados los partidos, el teñido salió del lugar, yendo a ocultarse de todos, dejando fluir las lágrimas.

***

Al caer la tarde, Kenma regresó al gimnasio para ayudar a recoger. Tal vez, con algo de suerte, pudiera entrenar un poco con Hinata o alguien más, solo para despejar su mente. –Ese tal Oikawa, podría ser una buena opción –iba murmurando, luego de que Hinata le disculpara, pues quería practicar un poco con Bokuto. Al llegar al gimnasio, sintió como la sangre se le helaba, y el corazón dejaba de latir. En esos momentos, se alegraba de no llevar nada en las manos. O lo haría, si pudiera pensar en algo más. En medio de la cancha, Kuroo besaba a Kei, como alguna vez lo hizo con él. O no. Ese beso se veía más… más… apasionado, como si fueran dos amantes que han sido separados a la fuerza, y luego de varios años, han sido capaces de reencontrarse. Un amor tan fuerte y puro, que ni la distancia pudo disolver. Un amor, que nunca le perteneció a él. Sus ojos eran arrasados por las lágrimas, y creyendo que podrían descubrirle, se escondió tras la pared, tratando de mantener silencio. Minutos después, salió corriendo de ahí; ignorante de aquel par de ojos dorados que le habían visto.

Una vez en su escondite, dejó salir todo su dolor. Se quedó ahí, envuelto en el manto oscuro de la noche, como un perfecto refugio para su tristeza. Ni siquiera notó cuando la hora de la cena había llegado. Nadie preguntó por él esa noche. A nadie le importó, que Kozume Kenma estuviera sufriendo en la soledad de un tejado, sintiendo el peor dolor del mundo, uno que no podía ser curado con medicinas o algún vendaje. Nadie creyó relevante, aquella ausencia, que de por si pasaban por alto. Se ha deber ido a dormir. ¿Se habrá enfermado? Tal vez esté entre algún grupo de gignates de las cuatro escuelas. Nunca estuvieron tan equivocados. Solo uno notó la ausencia. Solo un par de ojos miraba insistentes la puerta de la cafetería, esperando ver entrar aquella delicada silueta, caminando sin apartar la vista de algún juego. –Mattsun, ¿sucede algo? –preguntó Oikawa al notar a su compañero. Sin responder, el aludido se puso de pie, saliendo de la cafetería, dejando a sus amigos, confundidos.

***

–No es bueno que te encierres, Kenma.

El chico se mantuvo en silencio, abrazado a sus piernas, y el rostro escondido entre sus rodillas. Issei se sentó a su lado, sin atreverse a tocarlo. ¿Acaso se dejaría consolar? ¿Se desahogaría con él? Todos sus pensamientos se fueron, al momento de sentir un pequeño peso contra él. Al bajar la mirada, se encontró con Kenma abrazándolo, encogido contra su cuerpo. Realmente parecía un pequeño gato perdido, sin un lugar al cual llamar hogar. Sus manos no dudaron en abrazar ese frágil cuerpo, estrechándolo contra sí. –Ten, te traje un poco de comida. No es bueno que te saltes las comidas –habló, colocando la bandeja frente al chico. Sin embargo, este no se movió para nada. Acarició un momento la cabellera bicolor, tratando de llamar su atención. –Vamos, casi me golpean las chicas por llevarme más de lo permitido –trató de bromear, sonriendo al escuchar un leve sonido por parte del menor. –Una pequeña risa… valió la pena el golpe –añadió.

Lentamente, Kenma fue alzando el rostro, mostrándole la sonrisa más triste y destruida que Matsukawa pudo ver en su vida. –Gracias –su voz sonaba temblorosa y quebrada, como si en cualquier momento fuera a romper en llanto nuevamente. –Vamos, come un poco. Te hará bien –insistió el pelinegro, sonriendo al ver como el menor aceptaba de buena manera lo que le habían llevado. Una vez terminó de cenar, Kozume volvió a abrazarse al cuerpo de Matsukawa. El silencio reinaba el lugar, acompañado de la fría brisa que soplaba esa noche. Parecía que ambos estaban en sintonía con el pequeño armador del Nekoma.

–Los vi –soltó de repente. Cuando Issei creyó que el chico entre sus brazos finalmente se había calmado, escuchó nuevamente su voz. – ¿Qué?

–Los vi… en el gimnasio.

– ¿A quiénes?

–A  Kuro y Tsukishima –el simple hecho de escuchar aquellos nombres, hizo que el moreno dejara de respirar. –Se estaban besando –añadió con la voz quebradiza, fingiendo que estaba bien. Matsukawa no sabía que decir; y mucho menos, cuando sintió algo cálido y húmedo contra su ropa, seguido del sonido de alguien sorbiendo la nariz. – ¿Por qué? –preguntó Kenma, levantándose para poder ver a su compañero de escondite. – ¿Por qué debe doler tanto? ¿Por qué simplemente no me lo dice? ¿A caso tanto me odia, que prefiere hacerme sufrir? –y una vez más, se derrumbó. Matsukawa solo pudo reunir los restos de ese dulce corazón, y mantenerlos a resguardo contra su pecho; y no pudo sentirse más miserable. ¿Qué más podía hacer? Nunca fue bueno con las lágrimas, menos con algún corazón roto. Y se odiaba. Quería ver la radiante sonrisa de aquel chico, deseaba verlo feliz, como nunca lo fue. Y no podía. Él no era quien para darle la luz necesaria a la vida de ese muchacho. Ambos corazones desgarrados, se quedaron juntos hasta entrada la noche; uno, resguardando del dolor al otro, ocultando su pesar, con tal de que ese maravilloso corazón, lograra recuperar un poco de su fuerza.


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