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Se dice que el hanahaki no es una enfermedad; se dice que es como una maldición, pero otros la denominan una bendición; todo dependerá de la persona que la interpreta, la sufre, la supera o se extingue.

Algunos médicos decían que es una condición psicológica inconsciente pues era asemejado a una forma extrema por llamar la atención de la persona amada, otros médicos decían que se trata de una anomalía genética que se desencadena en base al dolor psicológico que se origina por el desamor, unos pocos decían que era la evidencia más certera de que existía algo más allá de los vínculos sociales y eran los vínculos espirituales. Como fuere, en base al caso de Reborn se logró demostrar que muchas veces el hanahaki estallaba basado en las acciones del amor no correspondido, incluso si el afectado no estaba consciente de ellas.

 

—Reborn, por dios… —su voz quebrada resonó en medio de la habitación—. Estaba tan preocupada por ti.

—Haru —apenas pudo soltar un susurro cuando enfocó a la persona que lloraba a su lado.

—No, no hables… —sorbió su nariz, limpió sus lágrimas, intentó serenarse—. Llamaré al médico para avisarle.

—Es… pera.

—Sufriste de un ataque muy fuerte, no debes hablar, sólo… sólo cálmate, ¿sí? —intentaba sonar serena, cosa que le era casi imposible.

 

La máscara de respiración artificial le apretaba en la zona de los pómulos, su pecho dolía, sentía la aguja del suero en su brazo izquierdo, la garganta le picaba y sus ojos no querían enfocar bien, pero los forzó a hacerlo. Vio a Romario mientras lo revisaba, llegaron las preguntas que él respondía con un sí o un no, esperó a que le dieran una explicación, pero sólo le dijeron que se calmara. Como si pudiera. Pidió explicaciones, incluso se forzó a hablar para que le entendieran de una maldita vez pues no se iba a conformar con un «fue un ataque debido al hanahaki».

 

—Tranquilo o te dará otro ataque y tendré que colocarte un fuerte calmante.

—Tú y yo sabemos —Reborn respiró hondo y miró a Romario— que esto no es normal… Algo debió pasar.

—Reborn por favor —Haru lloraba, esa era la mala señal que Reborn no quería aceptar.

—Llama a Tsuna —exigió entre carraspeos.

—Reborn…

—¡Que lo llames!

—Nadie contesta —susurró Haru—, pero de seguro ya lo hará… Se-seguiré insistiendo.

—No me mientas… ¡carajo! —aun le dolía el pecho, pero iba a gritarles si era necesario.

—No puedes hacer nada ahora —Romario lo miró con seriedad—. Así que mejor cálmate y espera.

—¿Qué pasó?

—Un accidente —Romario sabía que no iba a sacar nada mintiéndole al terco de su amigo—. Tsuna fue traído al hospital poco después de que tú te desmayases por el ataque.

—¿Qué fue? —controló sus miedos como siempre hizo y siguió actuando como cualquier médico.

—Lo atropellaron —Haru empezó a sollozar más fuerte—. Fue… fue grave —confesó al fin mientras hipaba.

 

Reborn se quedó en silencio, sin exteriorizar el nudo en su garganta o el pesar de su alma. Escuchó los sollozos de Haru y el suspiro de Romario, cerró los ojos procesando la información. Esa mañana había visto a Tsuna sonreír ampliamente y ahora le decían que estaba en estado grave. El mundo debía odiarlo demasiado como para traerle tal desdicha después de esos meses llenos de calma.

O tal vez no era el mundo quien lo odiaba… tal vez ni siquiera lo odiaba a él.

«No sería la primera vez que intentan matarme» la voz de Tsuna entonando esas palabras resonó en la mente de Reborn quien abrió los ojos tras meditar un poco. El castaño era muy cuidadoso cuando iba a la calle, al extremo de ver a ambos lados al menos dos veces, respetaba las señales de tránsito e incluso evitaba las zonas con demasiado flujo de vehículos pues tenía un trauma desde que sufrió su último accidente de auto. Estaba claro entonces.

 

—Romario —tosió un poco para captar la atención del médico, su colega.

—No me digas que vas a tener otra crisis, Reborn… porque de ser así te llevaré de inmediato a cirugía.

—No —con seriedad lo miró y susurró—. Tsuna puede estar en peligro.

—¿De qué hablas?

—No lo dejes solo —gruñó por lo bajo mientras trataba de menguar sus ganas de matar a ese anciano inepto y a esa familia infame.

—¿Estás delirando? —continuó Romario.

—Si está en cirugía… ve con él.

—No puedo, ya cerraron la sala.

—Por favor —suplicó como pocas veces y eso bastó para dejar a su colega con la boca abierta.

—Tranquilo —Haru se había acercado a escuchar y sonrió forzosamente para calmar a su amigo—. Colonello está con él.

—Bien —al fin pudo respirar tranquilo.

 

No fueron sólo suposiciones o delirios, fue una corazonada y el razonamiento dado después de saber sobre las cosas que aquejaron a su castaño. Lo certificó después de unas horas, demasiado largas y que no quiso saber con exactitud cuántas fueron, cuando Colonello ingresó a su cuarto con ese rostro cansado pero satisfecho.

Tsunayoshi estaba bien, una enfermera fue acusada por sabotaje en medio de la operación y un médico perdería su licencia pues Colonello certificó que estuvo a punto de dar un mal diagnóstico a propósito. Reborn agradeció que ese rubio idiota golpeara al médico y él tomara la responsabilidad del caso de Tsunayoshi. Pero no quedaría ahí, Reborn lo juraba.

En cuanto le dejaron salir de esa cama fue con el director a ponerle las cosas en claro, lo acusó directamente e incluso lo amenazó porque esto no podía ser una simple coincidencia, no cuando la cirugía para la que lo solicitaron en ese día era muy sencilla y Colonello pudo haberla hecho solo. Todo estuvo planeado para que Tsuna estuviera solo y desprotegido en ese preciso día. Estuvieron a punto de triunfar en su cometido y eso Reborn jamás lo perdonaría.

Con ayuda de Haru y Kyoko tramitó el traslado de Tsuna a otro hospital de calidad y sacó a su castaño de ahí en cuanto le fue posible. No lo dejó solo en ningún momento, incluso recibió ayuda de varias enfermeras para no dejar sin vigilancia al pediatra que muchos adoraban en el hospital. Cuidarlo fue sencillo, mucho más cuando le permitieron velar por él las 24 horas del día.

Cuando Reborn al fin tuvo la certeza de que Tsuna estaba en buenas manos pudo respirar en paz y centrarse entonces en lo que seguía: recolectar evidencia. Tsuna tal vez pudo resignarse a obedecer a esa gente, pero él no, y mientras su pequeño estuviera encerrado en la inconciencia, él haría todo para hundir a quien debiera hundir.

No paró en su casa por más de quince minutos, solo iba allá por una muda de ropa y una ducha, salía tan a prisa como le era posible con los ataques de tos que se volvieron frecuentes desde que Tsuna tuvo el accidente.

Poco le importaba su hanahaki, poco le interesaba el poco descanso que tuviera, lo único que quería era vengarse de aquellos que hicieron de la vida de Tsuna, un infierno.

 

—Tsuna está progresando —Haru lo acompañó en esos largos días—, así que cálmate tú también.

—Lo haré cuando Tsuna despierte —afirmó sin pensarlo siquiera.

—Tardará en despertar… Sabes que el daño fue considerable y que, a pesar de que ya no está en riesgo…, debe tener tiempo suficiente para recuperarse y despertar.

—Hasta entonces no me detendré.

—¿Qué quieres demostrar, Reborn?

—Que el accidente fue intencional.

—Pero estás enfermo y el estrés puede hacer que el hanahaki llegue a un nivel peligroso —la castaña estaba preocupada por Reborn, pero no podía detenerlo.

—Casi pierdo a Tsuna —bufó tras chasquear la lengua—, es por eso que mi enfermedad empeoró… Necesito que despierte y volveré a mejorar.

—Reborn… —le acarició los cabellos con ternura—, ve a casa y duerme un poco. Yo me quedo aquí y lo cuido.

—No.

—Por favor —suplicó—. Es necesario que estés bien si quieres estar aquí para cuando despierte.

—No me iré.

—No seas terco… además, necesitamos que busques el número de sus padres en Italia, debemos avisarles sobre el estado de Tsuna.

—Bien —suspiró.

—Nunca pensé que caerías así de enamorado, amigo —sonrió Haru—. Pero me alegro… y estoy segura de que, cuando Tsuna despierte, todo tomará su rumbo correcto.

 

Reborn regresó a su casa sin demasiadas ganas de hacerlo y al llegar recordó el por qué no paraba ahí por demasiado tiempo. Recuerdos. Todo estaba lleno de recuerdos, incluso la señora del aseo dejó de ir porque él no quería que algo cambiara mientras Tsuna no estuviese. Suspiró profundamente cuando caminó por el pequeño pasillo y vio una de las bufandas del castaño reposar en el mueble de la sala. Dio una rápida revisada a todo y reconoció qué detalles cambiaron, como los cuadros ahí añadidos, dos para ser exactos, uno en donde él estaba de traje usado una fedora y sonreía de lado hacia Tsuna quien fue el que tomó la foto, y otra en donde estaban los dos, sonriendo después de pasear un rato por el centro comercial.

Se dirigió entonces a la cocina pues necesitaba un poco de agua porque sentía su garganta seca y no quería tener otro ataque de tos infernal. Con paso calmo, observando el libro de cocina sobre el mesón, los platos aun posando en una repisa, un bol dejado a su suerte y un papel colorido que no debería estar en la mesa del comedor. Con extrañeza se acercó y tomó aquella nota fijándose primero en los conejos en la parte superior e inferior. Sonrió por lo infantil del detalle y suspiró antes de leer lo que había escrito.

 

Te correspondo

 

Reborn detalló cada curva, cada trazo, el color y la caligrafía. Eso lo había escrito Tsuna sin duda alguna. Dos segundos después releyó la nota y le dio sentido a aquella pequeña frase. Su aire se fue y sus dedos temblaron, incluso tuvo que sentarse para no caer. Releyó el mensaje dos veces más antes de que le diera vuelta al papel y viera una frase más que completaría la mezcla de emociones que tenía.

 

Me he enamorado de ti, Reborn.

 

Amargura y felicidad se combinaron en ese instante. Reborn se dio el lujo de releer aquellas palabras una y otra vez, una más, otra, repitió aquello sin detenerse porque en ese punto era lo más valioso que podía tener. Respiró profundamente al sentir su garganta doler y sus ojos arder.

No había vuelto a su hogar en días, no había vuelto a esa cocina ni siquiera una vez desde el accidente, no había podido regresar a esa casa porque odiaba no poder admirar como Tsuna lo recibía, y en ese instante supo que no pudo presenciar el cómo su castaño se sonrojaba al confesar aquello que se reflejaba en una nota. No hubiese deseado enterarse de esa forma.

 

—Tsuna —susurró al vacío mientras acomodaba la nota en el lugar que la encontró—. Al fin lo admites —sonrió de lado.

 

Esa fue la tarde y noche donde se dio el lujo de llorar en silencio y rendirse al agotamiento de esos días. No había derramado una sola lágrima hasta ese instante, siempre manteniéndose firme ante las adversidades, seguro de que su pequeño castaño saldría de ese problema, pero en ese punto… al leer aquellas pocas palabras, sintió que todo estalló. Estaba feliz, era verdad, pero era amargo no tener a Tsuna a su lado para que fuera perfecto.

 

 

Susurros…

 

 

Miraba al castaño que fue puesto por fin en una habitación normal, privada, bastante bonita pues tenía vista hacia un parque lleno de árboles y flores. El azabache esperaba con paciencia por algún signo que delatara el despertar de su castaño, leía un libro para matar el tiempo, escuchaba la música de aquella radio puesta en la habitación.

Cumplía con la rutina de semanas, seguía siendo paciente y se regocijaba con cosas vanas como que demostró que el accidente no lo fue, que metió presa a la hija mayor del director del hospital debido a que fue la autora del crimen, que denigró el prestigio de esa gente, que conoció a la madre del castaño —misma que ahora estaba hospedad en su casa—, y que habló por teléfono con el padre al cual le echó en cara que se quedaría con su hijo. Sí, fueron días buenos, pero aun podían mejorar.

 

—El médico dijo que ya es hora de que despiertes —Reborn observaba el suave movimiento del pecho ajeno debido a la respiración—. No me gusta esperar y lo sabes, Tsunayoshi.

—Por eso sueles ir muy temprano al banco —Haru reía al entrar— para evitar hacer fila.

—Sólo uso tarjetas para que lo sepas.

—También me alegra verte —la castaña sonrió antes de mostrar la canasta de frutas que llevó como regalo—. ¿Quieres que te reemplace un rato?

—No.

—¿Y si mejor intentamos despertar a Tsuna?

—Inténtalo —suspiró pues él llevaba varios días en lo mismo, pero no había tenido resultado alguno.

—Tsuna, si no despiertas me quedaré con Reborn —Haru habló en voz alta y seria cerca del castaño.

—Dices tonterías —reclamó Reborn.

—Tsuna… el hanahaki de Reborn ya no está —sonrió satisfecha—. Apuesto que no te lo ha dicho.

—Sigue sin respuesta.

—Tu madre está encantada con Reborn.

—Ni un solo pestañeo.

—Reborn te ama demasiado —habló enternecida con esa frase.

—Haru, basta.

—Si mueves tus deditos… te daré un chocolate.

 

Haru rió cuando los dedos de Tsuna empezaron a moverse, gritó cuando colocó el chocolate entre estos y Tsuna lo apretó, casi se desmaya cuando una leve sonrisa se formó en aquel rostro, y hubiese seguido así de no ser porque cierto azabache la echó del cuarto debido al escándalo. Sí, su intención fue darle una sorpresa a Reborn pues ella ya sabía que el castaño había estado respondiendo a estímulos desde hace dos días y su despertar era cuestión de tiempo. Con su trabajo terminado, se alejó despacio y les cedió privacidad a esos dos.

 

—Has estado engañándome entonces

—No —fue el susurro quedito de quien pestañeaba mientras intentaba abrir los ojos por completo.

—¿Desde cuándo estas despierto…, Tsunayoshi? —Reborn frunció su ceño y esperó una respuesta— Y por qué Haru lo sabía antes que yo.

—Hola —fue la respuesta calma antes de forjar una sonrisa sutil.

—Más te vale darme una buena excusa —fingía enfado y menguaba sus ganas de abrazar a su pequeño castaño.

—Esperaba —con dificultad enfocó al azabache y sonrió más ampliamente— a… verte.

—¿Soy el primero al que miras?

—Sí.

—¿Aun sientes algún tipo de dolor? —suspirando, Reborn dejó de lado todo para poder servir un vaso de agua.

—No.

—Bebe despacio.

 

En silencio, apreciando como después de una larga espera, Tsuna se movía con torpeza y dejaba que lo ayudasen en la simple tarea de beber agua, aliviado al tener respuesta. Reborn acarició los cabellos del castaño, suspiró al verlo pestañear sin control en muestra de que la luz le afectaba y que era la primera vez que abría los ojos, apretó y besó la mano delgada de su pequeño, y agradeció en susurros porque al fin respondiera a su llamado.

Nunca se había sentido tan dichoso como cuando escuchó la leve risita del castaño en respuesta al roce de los cabellos azabaches con sus manos, o al ver la sonrisa brillante que ni siquiera el parche en la mejilla ensombrecía.

 

—No vuelvas a asustarme así —reprendió antes de besar la mano izquierda de Tsuna.

—Lo siento —le ardía la garganta al hablar, pero no le importaba mucho.

—Ahora… llamaré al médico —besó la frente del castaño y sonrió de lado—, no quiero que estés aquí por más tiempo.

—Reborn… espera —Tsuna sujetó con delicadeza y sin mucha fuerza la mano del mayor antes de que esta se alejara de la suya.

—No te fuerces a hablar demasiado, acabas de despertar por completo.

—Te correspondo —sonrió—. Yo… te… —arrugó su nariz debido al ardor de su garganta y tosió levemente.

—También te amo, doctor ositos —se burló.

—Tonto —rió por lo bajo.

—Nunca más dejaré que te hagan daño —Reborn besó la mejilla del castaño, pero sintió un pequeño jalón en su chaqueta y sonrió.

—Labios —exigió.

—Qué osado.

—Entonces ya no —reclamó arrugando su ceño.

—No tienes fuerzas para impedírmelo —Reborn sonrió antes de unir sus labios con los del castaño—, por ahora… estás a mi merced, Tsuna —repitió el contacto que duró segundos.

 

 

Todo estaba bien…

 

 

Las voces a veces inentendibles resonaban por los parlantes. Reborn buscaba en la pantalla el vuelo que les correspondía para verificar la puerta de entrada. Escuchaba la plática del par de castaños que lo seguían y sonrió porque ahora verificaba que eran idénticos en ciertas cosas, ya hasta le había agradecido a Nana por heredarle los encantos a Tsuna. Los guio al lugar correcto para la revisión de sus papeles y ya listos se sentaron en unas sillas disponibles hasta que su vuelo permitiera el ingreso. Miraba sus pasajes sólo de ida y no podía estar más satisfecho.

 

—Reborn —la castaña sonreía mientras arreglaba la amplia y larga falda rosa pastel que usaba—, naciste en Italia, ¿verdad? —el azabache asintió— ¿Tus padres también eran de allá?

—Sí, pero se mudaron aquí por trabajo.

—En nuestro caso fue al contrario, más o menos… —Nana sonreía con nostalgia—. Pero espero que ustedes no hagan eso cuando tengan ya sus hijos, no quiero separarme de mis nietos.

—Mamá —suspiraba Tsuna—, te estás adelantando a las cosas.

—No sería capaz de hacer tal barbaridad —Reborn solía seguirle el juego a su futura suegra, a la misma que consideraba como su cómplice en algunos ámbitos— pues quiero que mis hijos hereden su encanto también.

—Reborn, por favor —Tsuna avergonzado y ya con las mejillas rojas, intentaba detenerlos—. Apenas nos vamos a mudar.

—Ya quiero conocer su casa —sonreía la castaña— debe ser linda y grande para que los niños puedan crecer cómodos.

—¡Mamá! Reborn y yo ni siquiera estamos casados y tú ya piensas en nietos.

—Es verdad —sonrió la castaña— ¿y cuando se casarán?

—En cuanto encuentre una casa adecuada —Reborn ni se inmutaba por la mirada llena de reproche que le dirigía Tsuna.

—Iemitsu puede ayudar con eso —ofreció Nana mientras juntaba sus manos con emoción.

—Primero tiene que conocer a Reborn, mamá, ¡y ni siquiera les he dicho si quiero casarme tan pronto!

—Te convenceré —sonrió Reborn.

—Ya basta —Tsuna golpeó a su actual novio en el hombro.

—Estoy tan feliz de que mi pequeño se vaya a casar —Nana seguía en su pequeño mundo de ensueño, planeando, anhelando, planificando todo tipo de cosas.

—Aun no acepto —suspiró Tsuna.

—Al llegar le pediré tu mano a tu padre —afirmó el azabache sin dudar.

—Y eso será terrible —se quejó el castaño mientras jugaba con sus dedos—. No creo conveniente que papá sepa que eres mi novio.

—Yo ya se lo dije —sonrió Nana mientras movía sus piernas ligeramente—. Lo tomó bastante bien, ¡hasta gritó de felicidad!

—Oh no —Tsuna se sobaba las sienes—, será un desastre.

—Yo también se lo dije cuando hablé por teléfono con él —aclaró Reborn.

—Ay no… —Tsuna tenía un mal presentimiento sobre eso— Reborn, ¿qué le dijiste?

—Que me robé tu pureza —susurró en el oído del castaño logrando un instantáneo y bonito sonrojo en aquellas mejillas.

—¡E-estás de broma! ¿Verdad?

—No —sonrió de lado, divertido por lo ocurrido hace varios días.

—¡Sabes que eso no es verdad! —se quejó Tsuna, tirando de la chaqueta del azabache— Y fue lo peor que pudiste decir.

—Espero que al menos uno de mis nietos sea rubio —Nana se entretenía mirando una revista—. Sería encantador —suspiraba.

—Hay que intentar —Reborn miró a Tsuna con diversión—, ¿tú qué opinas?

—¡Reborn!

—¿Sí?

—Eres un idiota a veces.

—Pero así me amas —afirmó con seguridad.

—Creo que ya no estoy muy seguro de eso.

—Ya no sufro de hanahaki… eso comprueba que te mueres por mí.

—Idiota —y aun así no pudo evitar sonreír.

 

Un beso terminaba con eso justo antes de que dieran el aviso de que podían subir al avión. Un beso más detenía el enfado del castaño y servía de memoria para Nana que los fotografiaba con emoción para su nuevo álbum. Todo sería así desde ese instante, pero eso lo hacía más divertido.

Tomados de la mano, mirándose de refilón, sonriendo por la emoción de dejar atrás todo su pasado, encantados al subir al avión que los llevaría hacia su futuro. Así terminó su pequeña historia iniciada simplemente por un conflicto en la caja preferencial.

 

FIN

 

 

Notas finales:

 

La temática del hanahaki fue muy interesante, especial y divertido de hacer. Krat lo disfrutó mucho y espero que ustedes también.

No tengo nada que decir en este punto. Sólo agradecerles por haber llegado hasta aquí.

Con mucho amor~

Por siempre suya

Krat~

7v7


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