-Mu, hijo, no sabía que vendrías- saludó Dohko llegando con un joven de cabello verdoso y hermosos ojos violetas bastante apuesto que colgaba de su brazo.
-Hola, papá. Dégel- dijo Kiki levantándose de su asiento para abrazar a su padre y besar la mejilla de su nuevo padrastro.
-Su padre está tan feliz con lo de tu boda, le manda textos a todo el mundo sobre ello- sonreía Dégel sentándose junto a su pareja mientras Mu y Kiki sonreían incómodos.
-Estoy impaciente porque todos conozcan a mi bello futuro esposo- sonrió Dohko besando los labios de su prometido haciendo que en los menores se dibujara una mueca de desagrado, aunque en Kiki era más bien una mueca de sorpresa.
-¿También irás a la boda? Genial. Maravilloso, Mu ¿No es maravilloso?- sonreía Kiki nervioso tomando su vaso de agua y dándole un gran trago.
-Lo es, lo es- susurró Mu torciendo el gesto. En ese momento sintió la vibración de su celular y en cuanto lo sacó una enorme sonrisa dibujo su rostro. Era Shaka Svarg devolviéndole la llamada.
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Después de la extraña comida con su padre, salió apresurado hasta su departamento para arreglarse. Esa noche saldría con Shaka.
Trenzó su pelo, exfolió su piel y rostro, eligió el conjunto que lo hiciera ver como un adulto y no como el tonto adolescente que Shaka alguna vez conoció, que consistía en un traje azul con mocasines café que hacían resaltar su pálida piel y sus lilas hebras. Esa noche volvería a conquistar a Shaka Svarg.
Lo había citado en uno de los restaurantes más sofisticados de la ciudad. Estaba seguro que ahora Shaka podía costearse cualquier cosa, después de todo, era el heredero de la fortuna Svarg.
No esperó demasiado, llegó al lugar bajo la reservación de Shaka y esperó en una de las mesas privadas. Cinco minutos después, el rubio aparecía frente a sus ojos con su cabello dorado peinado en una coleta alta, sus ojos azules tan penetrantes y esa sonrisa casi arrogante que alguna vez le molestó.
Porque sí, así había comenzado su extraña relación. No se soportaban en la escuela, eran los típicos enemigos por naturaleza que el destino les hizo una mala jugada uniéndolos, enamorándolos. O eso creía Mu.
Ahora se encontraba mirando fijamente a Shaka, quien le sonreía al caminar con ese traje ajustado a su trabajado cuerpo.
Shaka Svarg era un sueño.
-Mu.
-Shaka- sonrió el pelilila en cuanto el rubio estuvo frente a él, quien lo estrechó entre sus brazos para después besar su mejilla.
Se sentaron y en segundos ya estaban poniéndose al margen de sus vidas. Todos esos años separados y parecía que seguían siendo aquellos adolescentes descubriéndose.
-Mi hermano eligió ser chef y cuando mi papá me pidió que me encargara de la fundación fue algo más natural para mí. Siempre he sido mejor para dar dinero que para ganarlo- hablaba Shaka sonriendo deslumbrando a Mu, quien se sentía un tanto ofuscado con todos esos logros y él… bueno, mejor seguía escuchándolo.
-Es asombroso, Shaka, en serio.
-Pero ¿Qué hay de ti? Supe que trabajabas en una agencia de modelaje- justo donde no quería el dardo. Mu sonrió negando.
-Sí, pero por ahora estoy desempleado.
-Sólo dilo y tendrás una entrevista en la empresa mañana mismo- dijo sin ser pretencioso y Mu le sonrió.
-Gracias, Shaka, pero en realidad estoy pensando en un cambio.
-¿Un cambio? ¿Qué quieres hacer?
-Hago esculturas de arcilla y barro. Son extrañas escenas urbanas, pero es difícil de explicar, tendrías que verlas.
-Por supuesto que quiero ver esas esculturas, Mu- sonrió Shaka dejando al menor algo sonrojado.
-¿En serio quieres verlas? Están por toda mi casa, hasta en mi ducha.
-Entonces ya terminamos aquí- Mu sonrió negando, pero aceptando esa nueva etapa de su vida en la que alguien más viera esas extrañas cosas que hacía.
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-Aquí es donde se secan- dijo el pelilila llevando a Shaka hasta la bañera donde estaba la escultura de la boda de Kiki y Genbu.
-De verdad están en tu ducha- la voz de Shaka era divertida mientras su ojos brillaban mirando aquellas cosas que las manos de Mu creaban.
-Es un regalo para Kiki, pero hay más- musitó girándose, pero el rubio tomó su muñeca deteniéndolo y mirándolo con intensidad.
-Creo que ya vi suficiente- susurró tomando el rostro de Mu entre sus manos para unir sus labios en un beso apasionado y esperado.
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-¿Te conté que habla cuatro idiomas? Y no es nada pretencioso con ello, además de que huele delicioso. También me invitó a una cena de su fundación, es increíble que quiera llevarme- decía Mu a Kiki.
Esa mañana estaban de nuevo en la pastelería, por alguna razón Kiki quería cambiar el sabor del pastel.
-Sí, ya lo dijiste, Mu- el tono de Kiki era cansino, además de que parecía molesto.
-¿Por qué cambias el pastel? El otro era delicioso.
-Porque sí, porque este también es delicioso y bajo en azúcar y puedo comer todo lo que quiera antes de envejecer y… ¡No sé cómo convencer a papá de que vaya a mi boda! ¡Dohko llevará a nuestro nuevo padre a la boda!
-Bien, hermano, detente, iré contigo a hablar con papá ¿De acuerdo?- dijo colocando una mano en el hombro de su hermano menor- No cambies el pastel, es delicioso y no envejecerás.
-De acuerdo, de acuerdo- respiraba Kiki alejando el pastel de prueba y alzando las manos en señal de rendición.
Estaba estresado, exhausto y preocupado por otra razón que nadie sabía, excepto su prometido.