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Infierno por jotaceh

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Capítulo 16: Un poco de luz

 

No he podido sacarme de la cabeza la idea que Felipe esté con Alice, es como si me hubiera descompuesto y repito una y otra vez la misma melodía. Sé que me hace daño, que no debería martirizarme con una situación que yo mismo propicié.

Llego a mi puesto en el salón todos las mañanas y a la primera persona a quien veo es a ella, que siempre está sonriente, alegre por una nueva jornada como si fuese a tener tantos más. Si está a punto de morir, ¿por qué está tan tranquila?

-¿Qué se supone que tienes? - pregunté sin más un día.

La muchacha me quedó mirando extrañada, tal vez por mi falta de tacto o porque nadie se había atrevido antes a tocar ese tema. ¿Acaso su novio sabrá de qué está enferma?

-Me diagnosticaron cáncer al colón... Tenía un pólipo muy grande que extrajeron cuando tenía once... Tan solo que se ramificó y el cáncer se extendió a otros órganos... Estoy en tratamiento, pero es paliativo, de ningún modo me voy a curar y es que ya es demasiado tarde - comentó tras un silencio incómodo.

Está bien, esa es su enfermedad, supongo que es real y que se morirá, eso me ha dicho. ¿Qué razón tendría para mentirme? ¿Para quedarse con Felipe? No, no creo que sea tan estúpida y es que si todo es mentira, si ella vive, su mentira será revelada y él mismo la odiaría.

-¿Sabes qué he estado pensando?... Podríamos salir de compras uno de estos días. Siempre he querido tener un mejor amigo y hacer ese tipo de actividades... ¿Te parece bien? - cambió de pronto el tema de conversación.

La observé sin ánimos, aunque pude llegar a sentir algún afecto hacia ella, el hecho de tener que soportarla tan cerca mío cuando sé que está con el amor de mi vida, hace que sienta cierto rechazo.

-¿Sueles conseguir todo gracias al chantaje? ¿Debería decirte que sí para no afectar con tu enfermedad? - no me pude contener y la ataqué.

Ella solo respiró hondo antes de contestar.

-No suelo decirle a la gente que estoy enferma... Si te digo esto es porque en realidad siento afecto hacia ti... Mi papá siempre ha hablado de tu mamá y supongo que por eso, he idealizado el ser amigos, corregir lo triste que ha sido el pasado - me miraba con cariño.

Por favor, ¿corregir el pasado? ¿Acaso cree que puede arreglar todo lo que me sucedió? Que ingenua es.

-Me gustaría salir contigo, solo que si mi padre se entera, no me dejará juntarme nunca más con nadie y me pondrá guardaespaldas de nuevo - era verdad, es capaz de repetir lo que hacía cuando era más pequeño.

-Entonces... Yo puedo ir a tu casa, hacerme pasar por otra persona... - fue su gran idea.

-¿Quieres presentarte como la novia de Felipe? - me parecía que ésa era su razón.

-No, claro que no... Nuestra relación es secreta. Si voy, sería como tu amiga, nada más... - decía avergonzada.

-No sé... Me parece muy arriesgado. ¿Cuántas compañeras extranjeras tengo? Es posible que se de cuenta que eres hija de Christopher - era muy probable.

-Puedo ser tu amiga muda... - fue su gran solución.

Aquel momento fue extraño, como si de pronto mi vida hubiera mutado y algo que jamás pensé que ocurriría sucedió sin pensarlo, sin siquiera buscarlo.

La idea de la muchacha me causó mucha gracia y no pude evitar reír. Fue divertido ver su rostro tras decir aquella idiotez. Y ese pequeño gesto, aquel breve espacio de luz se sintió finalmente como una herida mortal. Fue como si de pronto un rayo de luz tocara la superficie del hielo. Como si tras vivir meses sin alimento, pudieras volver a comer. Como si no experimentaras la felicidad por mucho tiempo y de pronto te alegras sinceramente. Eso me había ocurrido, tras estar tanto tiempo en las tinieblas, el hecho de recibir un poco de felicidad se convirtió finalmente en un profundo dolor.

Me avergoncé por lo ocurrido y es que todos en el salón me quedaron viendo extrañados. No, ése no era mi usual yo, por lo que preferí ignorar a la extranjera.

-¿Qué te sucedió? Si te había gustado la idea... No seas miedoso, si es una estupidez... De vez en cuando es bueno hacer rarezas... ¿No quieres ver el rostro de tu familia al saber que tienes una amiga muda? Nos vamos a reír mucho - me insistió en el recreo.

-Es muy arriesgado... - comenté.

Don Diego me ha comprobado que es lo suficientemente sagaz como para descubrir cualquier mentira que le diga. Estoy seguro que si llevo a la chica hasta la casa, no tardará en darse cuenta de su verdadera identidad. ¿Y de qué sería capaz si sucediera aquello? Ni siquiera quiero imaginarlo.

-Ya me voy a morir, ¿qué peor me puede suceder? - fue su argumento y ante eso, no pude rebatir. 

Acepté su estúpido plan, se haría pasar por muda, diríamos que nos comunicamos por notas en papel y ella me aseguró que sabe un poco de lenguas de señas.

Quedamos en irnos juntos hasta mi casa, le hacía ilusión conocer mi cuarto, pasar la tarde juntos platicando y contándonos secretos. Tampoco me parecía mala idea, si ya había aceptado dejarle a mi amado en libertad, quizás debía aceptar una compensación a cambio.

-Pensé que te alejarías de ella después de su romance con Felipe - me comentó Esteban cuando nos juntamos en el almuerzo.

-Prefiero tenerla cerca - respondí.

Y es verdad, aunque es una de las pocas personas que me caen bien, debo reconocer que el tenerla de amiga, estar cerca de ella, me es conveniente, así puedo saber hasta qué punto se ha comprometido con mi hermanastro.

-¿Quieres que te confiese algo? Veo a Felipe muy débil, no es alguien que pueda controlar sus sentimientos... Y el hecho que ahora tenga que estar con una moribunda, que sienta pena por ella y pase todo el día a su lado... No sé, me da la impresión que se enamorará, y bueno... ¿Qué vas a hacer con él después que Alice fallezca? Porque es más fácil competir con alguien vivo, pero ¿cómo vas a lograr quitarle ese amor? - sus palabras venenosas me quitaron todo apetito.

Lo observé con rechazo, no podía creer que me dijera algo tan cruel. Dejé la comida en la mesa, me levanté de la silla y me marché.

-Solo era una broma... No te vayas... - insistía a mi espalda.

Lo peor es que tenía razón, nuevamente estaba frente a un motivo para pensar que mi decisión fue un error, un grave error. Tal vez después de todo esto, no pueda recuperar a mi amado, y todo ¿por qué? ¿Por ser buena persona? Que mierda, si nadie lo ha sido conmigo.

Terminaron las clases y Alice me apuraba para que saliéramos pronto.

-Vamos, que se nos va a hacer tarde - la muchacha estaba entusiasmada.

Las pocas ganas que tenía de compartir con ella habían desaparecido después de la conversación con Esteban. Preferí callar y seguir el plan, debía permanecer a su lado como un vigía, buscando que la profecía de mi amante no se hiciera realidad.

-Tu casa es muy grande... A veces se me olvida que tu familia ayudó a fundar este país... -comentó sonriente Alice al llegar frente a la mansión.

-Buenas tardes, vine con una amiga - le dije al mayordomo tras abrirnos la puerta.

El hombre me observó extrañado y es que era la primera vez que llevaba a alguien extraño a la casa.

-Buenas tardes señorita, ¿Cuál es su nombre? - el anciano intentó ser protocolar.

Como habíamos acordado, la chica no dijo palabra alguna y es que se suponía que era muda.

-Su nombre es Alicia... Alicia Moncada - inventé un nombre rápidamente.

-Ella es muda, no le va contestar - proseguí.

Subimos la escalera y nos encaminamos hasta la habitación.

-Eso fue muy divertido... - susurraba Alice y es que no queríamos que nos escucharan por error.

Ella sonreía como si se tratara de una niña haciendo una travesura. Algo en mi corazón me remeció, como si hubiera descubierto un poco de ternura en mi corazón aniquilado. Intenté apaciguar las ganas que me dieron de abrazar a la chica, de decirle que me hace feliz por una razón que desconozco, pedirle ayuda, que me sacara del abismo en el que me encontraba, pero no podía, nadie puede y es que ya no es posible escapar de mi destino.

-Tu cuarto es muy bello... Que lindo el balcón. ¿Qué flor es ésta? - murmuraba mientras recorría toda la habitación, cada rincón le llamaba la atención.

Me senté en mi cama mientras la miraba moverse como un ninja.

-¿No crees que Felipe se ve más guapo cuando se levanta el cabello? - me preguntó mientras miraba la foto familiar colgada en una de las paredes.

-Para mí siempre es guapo - le dije también murmurando.

Nunca antes me había atrevido a ser tan explícito con mis sentimientos hacia él.

Alice sonrió antes de caminar hasta la cama y sentarse a mi lado.

-Sé que para ti es difícil todo esto, pero te prometo que cuando muera, y si voy al cielo, voy a hacer todo lo posible para ayudarte a ser feliz... Ahora tendrás a dos ángeles que te cuiden. Tu mamá y yo... - decía tan natural, como si el amor fuera tan fácil.

¿Por qué ella podía ser tan libre? ¿Por qué se le había ocurrido querer a alguien tan espantoso como yo? ¿Acaso no puede ver mi horrendo interior?

-¿Acaso no tienes miedo de morir? - le pregunté asombrado.

-No, ya no... Lo que sí me da terror es pensar que a mi partida puedan sufrir, que la gente que amo se vea dañada. Eso es lo que realmente me aterra - me miraba a los ojos directamente, como si quisiera aseverar que estoy dentro de ese grupo de seres queridos.

-¿Te gustaría casarte con Feli? - siguió con su interrogación.

-Claro que no -respondí por inercia y es que nunca me he atrevido siquiera a fantasear con nuestro amor.

-¿Por qué no? Si ambos se aman... ¿Qué les impediría hacerlo realidad? Sería hermoso verlos caminar directamente al altar. Tú de blanco y él de negro, como si fueran el yin y el yang - parecía emocionada, aún cuando estuviera hablando del mismo chico a quien ella ama.

Nuestra conversación fue amena lo que quedaba de tarde, ambos recostados en la cama, murmurando para que nadie nos escuchara y pudieran descubrirnos.

Platicamos de Felipe, de lo que nos gustaba de él, de la música que escuchábamos, de qué actor de Hollywood nos parecía atractivo, cuál era nuestra película favorita, y un sinfín de temas entre profundos e insulsos también.

-Ya me tengo que ir - comentó cuando acababa de anochecer.

-Ha sido una tarde muy divertida, espero podamos repetirla otra vez - aclaró antes que saliéramos de la habitación.

Solo atiné a sonreír y es que tenía razón, había sido una tarde muy agradable y me sorprendía el hecho que podía sentirme tan a gusto con otra persona, que tal vez podía tener por primera vez un amigo.

Bajamos en silencio las escaleras, no quedaba nada para llegar al primer piso cuando vimos cómo la puerta principal se abría de par en par: había llegado don Diego.

Sé formó un nudo en mi garganta, me había colocado nervioso y es que era muy peligroso que mi padre se enterara que me reunía con la hija de su mayor enemigo. Sin embargo, traté de relajarme y es que no existía forma que él nos descubriera.

-Buenas noches padre... Te presento a Alicia Moncada, ella es una compañera del colegio... - la presenté normalmente, no quería demostrar mi miedo.

Él la observó sin ganas antes de acercarse a mí para luego abofetearme con tal rudeza que de inmediato brotaron lágrimas de mis ojos y sangre de mis labios.

Alice quedó impactada ante tanta violencia. ¿Qué había ocurrido?

-No puedo creer que te encierres en tu pieza con una zorra... ¿Qué hicieron? ¿La follaste?.... ¡Contéstame! - gritaba colérico, con la mirada nublada y la respiración profunda.

-Solo somos amigos... Nada más... ¿Cómo puede tratar así a su hijo? - habló la muchacha, cometiendo el peor de los errores.

Su acento bastó para que mi padre entendiera que se trataba en realidad de la hija de Christopher Campbell y es que ¿qué otra compañera extranjera tengo?

-¿Ella es la hija de aquel hombre? ¿Trajiste al enemigo a casa? - su furia se intensificó de tal manera que me tomó por la camisa para levantarme, ahorcando mi cuello e impidiendo que respirara.

-Usted es un animal... Primero mata a su esposa y ahora quiere hacer lo mismo con su hijo - Alice fue valiente y lo encaró, le gritó como nunca nadie antes se había atrevido, y por eso, don Diego se ensañó con ella.

Me dejó a un lado, para dirigirse ante la chica. La miró con desprecio para luego agarrarla del cabello y lanzarla contra el suelo. No puedo sacarme de la cabeza aquel sonido, aquel estruendo que se produjo cuando su cuerpo endeble se estrelló. Y no le bastó con eso, porque luego puso su zapato sobre la cabeza de Alice para pisotearla.

-Nunca olvides el lugar de donde vienes, hija de puta... Agradece que no te mato en este momento... - la amenazaba como un demente, como hace mucho no le veía.

El mayordomo no se inmutó y ayudó a que Alice se retirara de la mansión.

-Te prometo que te voy a sacar de este infierno... Solo sé paciente - fue lo último que dijo la chica antes que la echaran.

Sus palabras me emocionaron a tal punto que comencé a llorar. Nunca nadie se había interpuesto a mi padre para poder protegerme, nadie se había preocupado tanto por mí y eso, caló hondo en mi corazón.

Lamentablemente, la ira de don Diego no acabaría en ese momento, porque tras saber que la chica se había retirado, decidió darme una lección.

-No quiero que vuelvas a ver a esa perra... Tú eres mío y eso lo tienes que tener muy claro... Eres mío y de nadie más. Esto lo hago por tu bien, porque no hay persona en este mundo que te ame tanto como yo - repetía una y otra vez mientras me arrastraba hasta el sótano, hasta aquella bodega oscura y húmeda en la cual solía encerrarme cuando era pequeño. 

-¡Sáquenme de aquí! - grité una y mil veces pero nadie fue en mi auxilio.

Me quedé solo en el más profundo de los abismos, había logrado ser feliz por primera vez en mucho tiempo y como siempre en mi vida, tuve que pagar con creces la osadía. 

 


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