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Infierno por jotaceh

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Capítulo 29: Camuflaje

 

 

Le prometí a mi madre que sería feliz, y eso lo lograría estando al lado de Felipe. Por eso es que al saber que él sería padre con Valentina, la rabia me invadió por completo. Aquella era una situación que iba en contra de todos mis planes, no podía permitir que fuera atado a una mujer a través de una criatura. Me desesperé, ya había manchado mis manos y no me costaría hacerlo una vez más.

 

-¿Estás seguro? No es que me importe, pero ella está embarazada. Creo que asesinarla es un crimen aún mayor, porque vas a acabar con la vida de un inocente que ni siquiera ha nacido –

 

-¿Acaso te importa? El solo hecho de convertirse en un estorbo para mis planes, le convierte en culpable. No voy a permitir que nazca, y lo haré con tu ayuda o sin ella-

 

Le conté a Esteban sobre mi plan, que quería acabar con aquella muchacha insolente, tan solo que no recibí una aprobación de su parte. ¿Acaso ahora tenía moral y no quería terminar con la vida de una preñada?

 

-Lo haces porque quieres estar con ese desgraciado, no porque eso te hará más feliz o porque vas a vengar a tu madre. No, solo lo haces por el capricho que tienes de estar a su lado. Por eso es que no te voy a ayudar, si quieres terminar con su vida, muy bien, hazlo, pero solo-

 

Ha sido la única vez en que el chico me negó algo, y es que lo hizo desde los celos. Su deseo es estar conmigo, que yo corresponda a sus sentimientos, pero eso es algo que siempre lo vi muy difícil. Acepté sus favores porque estaba dispuesto a hacerlo, jamás le prometí nada, nunca le ofrecí corresponderle y todo lo que hizo fue por su propia voluntad. ¿Acaso tenía una deuda con él?

 

Valentina se fue a vivir a mi casa, y eso facilitó todo. Durante el día, usualmente no hay nadie en la mansión, los únicos que se quedan son los sirvientes, que hacen lentamente sus deberes, si es que lo hacen cuando no tienen supervisión. Una tarde después de clases, luego de bajarme del carro y sabiendo que nadie de la familia estaría en casa, me escabullí entre los matorrales del patio para ingresar por la puerta de servicios. Nadie estaba en los múltiples pasillos que unen bodegas, la cocina y los cuartos de empleados, por lo que se me hizo muy fácil llegar hasta ella. 

 

-¿Qué haces aquí? –

 

Preguntó arrogante la muchacha que por años me torturó. Estaba saliendo del baño, con una toalla cubriendo su desnudez. Lamentablemente, no contaba con mucho tiempo y tenía que ser rápido, no podía gozar al acabar con su vida, no sería de la misma forma que con Elia. 

 

No dije palabra alguna, solo saqué el abrigo de plástico que tenía en mi mochila, me lo coloqué antes de sacar los guantes y el cuchillo que usaría para acabar con su vida.

 

-¿Qué mierda estás haciendo? ¿Acaso quieres asustarme? –

 

No le respondí, solo la tomé del cuello con mis manos cubiertas y la comencé a estrangular mientras intentaba escapar. Al llegar a la cama, su toalla cayó, dejándola completamente desnuda. Jamás había visto un cuerpo tan horrendo, tanto que decidí abrir su abdomen desde el vientre, donde había concebido a aquel bastardo, hasta sus prominentes senos. Lo hice con fuerza y rapidez, mientras Valentina chillaba como un animal.

 

Tras cortarla y llenarme con su sangre, me di cuenta que debía huir, pronto llegaría alguien que quizás escuchó los gritos. Mientras Valentina agonizaba, me quité los guantes y el abrigo de plástico, los enrollé en el arma y me lo llevé conmigo intentando no derramar sangre en el pasillo. Ingresé a la habitación de mi padre, porque si con el apuro dejaba caer una evidencia, prefería que fuera enjuiciado aquel malnacido.

 

Abrí el pasadizo y en la habitación donde había asesinado a Elia, dejé los utensilios con los cuales acabé con la vida de aquella zorra. Salí por mi cuarto y de la misma forma en que entré a la mansión, salí intentando no toparme con nadie.

 

Respiré profundo antes de llegar a la puerta principal de la casona y tocar el timbre. Necesitaba que la ama de llaves me viera llegar justo en ese momento, que creyera que apenas había llegado del colegio y que me hubiera sido imposible matar a Valentina. Al saludarla y mientras subía las escaleras, me recriminaba por no haberle hecho sufrir más y es que se lo merecía.

 

El grito de la sirvienta llamó mi atención, habían descubierto el cadáver, todo iba de maravillas. Mientras corría hasta el lugar nuevamente, imaginaba que solo estaría una mujer de la servidumbre, jamás había pensado que Camilo se atrevería a ingresar y mucho menos que tocaría a la difunta. Si es que me ayudó mucho más de lo que nadie podría haberlo hecho. De pronto, por la estupidez de mi primo, nadie sospechó de mí, era él quien parecía tener más motivos e incluso sus huellas estaban en la piel de la chica. Fue perfecto, había matado dos pájaros de un tiro, me había deshecho de la prostituta que quería arrebatarme a Felipe y también al muchacho que había estado con él.

 

 

 

 

 

 

En todos esos años no había conocido a nadie más que pudiera enternecerme, solo Felipe había podido llegar a mi corazón. Sin embargo, Alice logró lo que parecía imposible. Se preocupó por mí como no había hecho alguien hace mucho tiempo, me entregó un poco de luz cuando todo parecía oscuridad. Intenté no sentir nada por ella, tan solo que me fue imposible. Sabía que, si creaba afecto por otra persona, solo generaría un lazo que inevitablemente sería roto, y es que ya no podía dar un paso hacia atrás, me había convertido en un monstruo y todos quienes me rodeaban terminarían sufriendo.

 

Cuando por fin había conseguido lo que deseaba, cuando me había enterado que Felipe estaba enamorado de mí, se interpuso la hija de Campbell, quien deseaba como su última petición vivir el amor que había crecido en su corazón. Se había fijado en el chico a quien tanto adoro y, aun así, preferí hacerme a un lado y dejar que la chica a quien quería fuera finalmente feliz.

 

Su cariño, o quizás su estupidez, la guiaron a intentar resarcir lo que supuestamente me había hecho. Al igual que su padre, decidieron que debían ayudarme, que me sacarían del infierno en el que estaba metido. 

 

-Lucas ¿qué sucede? Alice está muy mal... Había prometido ayudarte, pero ahora no quiere ni siquiera hablar de ti... ¿Crees que Diego tenga algo que ver? ¿La habrá amenazado?... Sé que estaba investigando con su papá... Nunca me contó qué, pero de pronto un día, todo cambió... Ella suele ser muy dulce y gentil, y ahora, está siempre malhumorada... Cualquier cosa que haya descubierto, tuvo que ser muy difícil como para hacerla cambiar tanto... ¿Estás seguro que no sabes nada?  –

 

Felipe se había preocupado de la misma manera que lo había hecho yo. De la nada, la muchacha se distanció. De quererme como una hermana, pasó a mirarme con recelo e incluso, con temor. ¿Qué había sucedido? ¿Por qué ese cambio tan grande?

 

-Había estado investigando sobre los últimos asesinatos, ¿y si se enteró que tú eres el culpable? No se me ocurre ninguna otra explicación –

 

Esteban dijo lo que había intentado obviar. Existía la posibilidad que supiera todo, que dejara de quererme al descubrir lo horrendo que era. ¿Acaso significa que se había convertido en mi enemiga ahora?

 

-Si es así, debemos tomar medidas pronto, no podemos dejar que vaya a la policía a denunciarnos-

 

-¿Qué estás diciendo? Acaso.... ¿quieres matarla? –

 

-Si no eres capaz de hacerlo tú, tendré que encargarme yo –

 

Así fue como, un día después de haber conversado con Felipe, decidimos que teníamos que reunirnos con la muchacha. Le dejamos un papel en su puesto, la invitábamos a encontrarnos a escondidas, porque se suponía que mi padre no podía vernos juntos. Nos juntaríamos después de clases en el baño escondido donde solía juntarme esconderme.

 

Estaba en ese lugar tan oscuro y frío, junto con Esteban, deseando que la chica no apareciera, decidiera no ser tan estúpida de caer en nuestra trampa. Sin embargo, era demasiado valiente como para no aceptar y a los minutos, apareció en el baño.

 

-¿De qué quieren hablar? –

 

Alice estaba seria, nos miraba con desprecio como si supiera toda la verdad.

 

-¿Qué es lo que sabes? –Mi compañero fue al grano.

 

-Con mi papá habíamos investigado a todos quienes rodean a Lucas, pensando que ahí encontraríamos la respuesta, pero un día me di cuenta que tal vez, si me enfocaba en el mismo Lucas, podía hallar la respuesta. Y así fue, porque los escuché a ambos hablar sobre lo que han hecho... Sobre lo que le hicieron a Elia y a Valentina...-

 

Lo que más me temía se había vuelto realidad, no había vuelta atrás, tenía que seguir los consejos de Esteban.

 

-Y supongo que, si me han llamado hasta aquí, es porque quieren deshacerse de mí ¿o me equivoco? –

 

-Tienes toda la razón, pero si lo sabías, ¿por qué quisiste venir? –

 

-Porque quería darle una última oportunidad a Lucas... Todavía estás a tiempo de redimirte. Prometí que te ayudaría y eso estoy haciendo. Entrégate a la justicia, paga por tus pecados. Es la única forma para que puedas ser feliz –

 

Se dirigía a mí decidida, creía en las palabras que decía como si tuviera una visión de un futuro mejor. Algo en mi interior quiso creerle, pero ya era demasiado tarde, no podía rendirme ese momento, había sacrificado demasiado de mi humanidad como para no recibir lo que me había propuesto.

 

-¿Qué dices? ¿Le harás caso a esta chalada? –

 

Esteban detestaba cada segundo de esa escena.

 

-No... Lo siento, Alice, pero he llegado a un punto en el cual no puedo volver atrás –

 

-¿Eres tan cruel que acabarás con la vida de una desahuciada? –

 

-De todos modos, morirás, ¿qué relevancia tiene si será antes o después? –

 

Intenté justificarme, aunque no podía hacerlo mirándola a los ojos. Era demasiado cruel lo que estaba a punto de hacer. Nunca me había dolido antes hacerle eso a las otras mujeres, sin embargo, con ella era todo totalmente distinto. Siempre quiso protegerme, quería mi bien, y se encontró con el demonio en el cual me he convertido. 

 

Sabía que no podía hacerlo con mis propias manos, así es que decidí que debía ser Esteban quien lo hiciera. Sin decir nada más, caminé hasta la puerta de salida.

 

-Estás tomando el camino equivocado, Lucas. Algún día te darás cuenta –

 

Fue lo último que me dijo la extranjera antes de marcharme, y lo último que escuché de su voz. Esteban le cortó la cabeza y acabó con los pocos sueños que le quedaban a la pobre muchacha. Y aunque ella haya muerto, sus palabras siguen rondando mi cabeza. ¿Qué sería de mí ahora si le hubiera escuchado? Tal vez mi final no sería tan miserable.

 

Tuve millares de pesadillas tras la muerte de Alice, pero me daba alientos el saber que estaba cada vez más cerca de lograr mi objetivo. Estaba al lado de Felipe, parecía que por fin podía ser realmente feliz a su lado. Y como ya había ocurrido en mi infancia, don Diego se encargó de destruir todas mis esperanzas.

 

Camilo nos delató, y mi padre al enterarse que le había sido infiel, decidió castigarnos y no solo físicamente. Desterró a mi amado a Lo Aromo, a un pueblo perdido en las montañas, donde había nacido mi madre. 

 

La impotencia me abrió los ojos, me hizo entender que mientras viviera aquel hombre, no podría soñar en ser feliz. Era hora de deshacerme de Diego, ya no podía seguir esperando. Aquel fue el golpe más fuerte que di y es que no era fácil eliminar a la segunda persona más importante de la nación, por lo que necesitaba ser astuto y conseguir un chivo expiatorio.

 

Asesiné a su hija, me arrepentía de eso, pero tenía que seguir adelante, por lo que me propuse engañar a Christopher. Estaba en un estado deplorable luego de lo sucedido con Alice, por lo que no me costó convencerlo que había sido Diego el asesino y que era el momento de vengarse. Colérico fue en su búsqueda mientras yo conversaba en un mirador con el detective Díaz. Él fue mi principal coartada, porque todos imaginaron que Campbell había desaparecido tras acabar con mi padre.

 

 

 

 

 

-Papi, mañana podríamos estar juntitos todo el día ¿no te parece? –

 

Convencí a Grimaldi para que no fuera a la oficina, deshiciera todas sus reuniones y se quedara en casa. Como un imbécil cayó en mi trampa y cuando ingresé a su habitación para que estuviéramos juntos, como un niño servil y obediente, tal como le gustaba, jamás imaginó que esa noche le revelaría mi verdadero rostro.

 

La habitación estaba a oscuras, él estaba tumbado boca arriba sobre las sábanas de seda blanca que decoraban su cama. Su falo se erigía imponente, mientras que sus ojos me quemaban con su lujuria. Me quité la ropa lentamente. Era la primera vez que accedía a intimar por propia voluntad. Supongo que el hombre imaginó que había recapacitado, que había decidido no seguir con mi enamoramiento. La verdad, era todo lo contrario.

 

Quedé desnudo frente a aquel asesino, y sin decir palabra alguna, me monté sobre su carne ardiente para introducirla en mis entrañas. Podía ver la satisfacción en sus pupilas, se sentía victorioso. Me valí de ello para atacar, para dañarle cuando más feliz estuviera. Siempre se fijó en mis muslos, nunca les dio importancia a mis manos, por lo que no pudo divisar la daga que guardaba a la derecha.

 

Sentí sus gemidos incesantes y en ese instante me levanté, me desprendí de su penetración y de un solo movimiento, corté el pene de mi violador. Gritó despavorido, pero ahora era él quien se convertía en la víctima de aquellas gruesas paredes de piedra. Nadie en la mansión se enteró de lo sucedido.

 

-He vivido todos estos años en tu infierno... Ahora es tiempo que conozcas el mío...-

 

Le susurré al oído antes de lanzarlo al suelo y arrastrarlo hasta la habitación secreta donde todavía estaba la daga con la cual maté a Valentina. Diego sabía qué es lo que estaba haciendo, que no descansaría hasta acabar con su vida y supongo que, por eso, guardó silencio. Ahora, teniendo la edad que tengo, me he puesto a pensar que tal vez estaba orgulloso de mi maldad. Finalmente, terminé siendo igual a mi padre.

 

Tras aquella noche en que capturé a mi verdugo, seguí con mi plan y fui a convencer a Christopher, sin saber que yo ya había atrapado a su enemigo. Lo único que necesitaba de él era su grabación, y tras ello, que desapareciera. Cuando iba camino a la mansión Grimaldi, Esteban y sus secuaces lo interceptaron, los redujeron y asesinaron. Me dijo que los habían enterrado en un monte lejano, nadie hasta hoy en día los ha descubierto. 

 

Así fue como secuestré a don Diego, mientras todos pensaban que había sido Christopher Campbell. Todos, incluso Miguel, el ingenuo detective que pensó que yo era la víctima. Supongo que el amor enceguece a las personas y no le permitió al hombre comprender que la mayor amenaza estaba frente a él.

 

Debo reconocer que me hizo sentir de una forma diferente, nada parecido a la ternura que emana Felipe, ni a la obsesión de Esteban. Tal vez, si hubiera sido una persona normal, me hubiera enamorado perdidamente de él. Sin embargo, uno no elige su destino y al convertirse en un obstáculo, al estar tan cerca de descubrir la verdad, tuve que eliminarlo. 

 

Tal como Diego me había implantado un chip, Esteban también poseía uno, por lo que lo pude rastrear. Así llegué hasta la cabaña donde lo tenía cautivo y sin pensarlo dos veces, le disparé en la cabeza. No quería volver a ser tan débil como lo fui con Alice, no quería pensarlo tanto y por eso, simplemente lo hice.

 

-Cada vez estamos más expuestos. La policía no descansará hasta descubrir quién mató a uno de sus detectives –

 

-Nadie sabrá que murió, porque no encontrarán su cuerpo. Estamos en medio de la nada, lo enterraremos aquí, limpiaremos la cabaña y nos desharemos del auto. Quizás se demoren meses en encontrarlo, el tiempo suficiente para terminar con todo esto. Estarán muy ocupados buscando a Diego, a Christopher y ahora a Miguel, eso los mantendrá ocupados. No te preocupes –

 

Era mi plan, y de la misma manera en que lo dije, sucedió. Nadie pensó jamás que el pobre huérfano tenía algo que ver, que el hijo torturaba al padre en una habitación secreta. Mi imagen y mi historia, sirvieron siempre como el mejor camuflaje.

 

 


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