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In Focus (Riren/Ereri) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

Capítulo 11:

Un Cielo Infinito

 

Ver un Mundo en un Grano de Arena

y un Cielo en una Flor Silvestre;

tener el Infinito en la palma de tu mano

y la Eternidad en una hora.

(William Blake; Augurios de Inocencia)

 

 

 

Al final, la cena de esa noche para ambos, acabó por convertirse en comida rápida para llevar.

Mientras recibía la bolsa con el contenido de la compra que acababa de pasarle Eren, antes de que este volviese a poner el coche en marcha; Levi tuvo el fugaz pensamiento de que aquella peculiar elección de alimentos, al igual que su comida congelada, tampoco sería aprobada del todo por Hange.

Tch, que se jodiera esa maldita cuatro ojos, se dijo con enfado. Todo ese desastre con el chico era gracias a su innecesaria intromisión.

—¿Vamos lejos? —preguntó a Eren una vez este volvió a integrarse a la autopista central. El chico, que parecía completamente concentrado en la conducción, movió la cabeza de forma negativa y desvió un instante la mirada hacia él, sonriéndole de aquella manera sugerente que siempre parecía reservar para cuando guardaba un gran secreto que se moría por revelar. Sintiéndose un poco divertido por ello, Levi no pudo menos que pensar en lo mucho que aquel mocoso seguía comportándose como un crío algunas veces.

—No tanto, como a treinta minutos en coche hacia el sur —le explicó—. De seguro será una noche bastante fría, por eso te dije que te abrigaras bien; pero valdrá la pena, ya verás. Estoy convencido de que te gustará —aseveró, guiñándole un ojo antes de volver a fijar estos en la casi desierta autopista que abandonaba la zona céntrica y se dirigía hacia la playa.

—Tch que seguridad tienes, Jaeger —masculló él desganadamente, a pesar de que una extraña emoción, similar a un cosquilleo de anticipación, pareció recorrerlo por dentro. Se sentía ansioso, y no solo porque fuera a un lugar desconocido, tuvo que reconocer Levi: iba a revelarle a Eren parte de su vida.

«Mierda». Realmente debía haber perdido la cabeza.

El inesperado desvío en la carretera lo pilló por sorpresa. A pesar de que llevaba más de dos meses residiendo en Shiganshina desde su regreso, Levi aun no tenía oportunidad de recorrer toda la ciudad para conocerla; además, al haberse marchado a los catorce años de allí, muchos de los cambios producidos durante su ausencia todavía lo desconcertaban un poco. La mayor parte del tiempo sentía como si hubiera llegado a un sitio completamente nuevo y desconocido, no a la pequeña ciudad donde había nacido y crecido. Shiganshina, a pesar de su ruralidad, acabó por convertirse a lo largo del tiempo en una gran urbe, lejos del sitio recóndito y poco poblado de sus recuerdos infantiles.

Un claro ejemplo de esos cambios era la carretera por la cual transitaban en ese instante y que bordeaba la costa. Esta fue una de las nuevas adquisiciones de la ciudad en el momento en que el puerto se puso en funcionamiento y los terrenos aledaños aumentaron su plusvalía. Cuando él era niño, todo allí eran kilómetros y kilómetros de dunas de arena y hierbajos litorales; terrales baldíos cuyos únicos caminos eran los que los propios pescadores artesanales acabaron por hacer de tanto ir y venir un día sí y el otro también. Por lo que Levi recordaba, las casas en esa zona eran casuchas muy similares a la vivienda en la que él mismo creció; construcciones fabricadas de cualquier modo por sus moradores y que parecían haber surgido directamente desde el suelo, caóticas y deformes, hablando a gritos de la miseria que imperaba en aquel lugar; nada bonito, en su opinión. Ahora en cambio, todo el borde costero lucía despejado e impecable, permitiendo que la blanca arena, orlada por el mar a la distancia, se mostrara como una pálida estela a su paso. Las desvencijas chozas acabaron siendo demolidas y en su lugar se construyeron bonitas y elegantes viviendas de precios exorbitantes así como altos edificios departamentales. La pobreza del pasado acabó siendo cambiada por un barrio de lujo; un sitio en verdad hermoso. Y por completo antinatural para él y sus recuerdos.

Demonios, sentía que se ahogaba…

El abandonar, finalmente, la zona urbana para seguir rumbo a las afueras de la ciudad, fue como una bocanada de aire fresco después de haber estado mucho tiempo sin ser capaz de respirar ni poder sentirse cómodo. La carretera seguía extendiéndose infinita frente a ellos, aunque ahora solo eran el mar y la arena los que acompañaban su marcha, así como alguna que otra pequeña granja emplazada en aquellos terrenos, que lucía solitaria e ínfima a la distancia.

A pesar de que ambos iban sumidos en un completo silencio, cada cual absorto en sus propios pensamientos, la situación no resultaba para nada incómoda. Con Eren siempre era así, pensó Levi mientras contemplaba el paisaje a través de la ventana y el débil reflejo de ambos sobre el cristal. Estando con el chico él nunca se sentía en la obligación de ser quien no era, no necesitaba intentar ser menos brusco o desagradable, presionado por encajar en un papel que no era el suyo. Cuando estaba con Eren, todo parecía ser siempre lo correcto.

El inquietante derrotero de sus pensamientos se vio interrumpido de pronto por el ligero sonido de la voz del chico al entonar suavemente la canción que sonaba en el equipo en ese momento, un tema de rock alternativo que hablaba sobre el hallar a la persona adecuada que sería capaz de salvarte de ti mismo. Tch, joder. Aun así, Levi se permitió oírlo, dejando que su mirada se perdiera en la interminable playa mientras la presencia y la voz de Eren parecían llenar el reducido espacio del jeep y envolverlo por completo. Era una sensación agradable.

—Realmente cantas como la mierda, mocoso —le soltó sin contemplación alguna cuando el tema finalizó, siendo remplazado por otro un poco más movido. Ante su comentario, Eren comenzó a reírse sin un ápice de vergüenza.

—Lo sé —reconoció este con jovialidad—, pero eso no me quita las ganas de hacerlo. Es de esas cosas en las que sabes que eres un desastre pero aun así resultan divertidas. Y tú, Levi, ¿qué tal? ¿Cantas bien? ¿Te gustaría hacerme una demostración de tus habilidades?

Si el chico no hubiera estado conduciendo, se dijo, lo más probable fuese que él se hubiera visto tentado en vengarse de alguna forma que conllevase dolor físico por su atrevimiento; pero, dadas las circunstancias, tuvo que conformarse con chasquear la lengua, disgustado, y enseñarle el dedo medio de la mano izquierda en respuesta, ante lo que el mocoso de ojos verdes ni se inmutó, si es que eso no lo hizo sonreír todavía más.

—Vamos, Levi; no seas aburrido. Además, tú ya has podido oír mi desastrosa interpretación, nada puede ser peor que eso —insistió Eren. Una sonrisa maliciosa curvó su boca y un brillo juguetón se asomó a sus ojos cuando lo miró—. ¿O sí? ¿Es que acaso cantas peor que yo? ¡Seguro debe ser eso! —continuó el chico, pinchándolo.

Él frunció los labios en una mueca de fastidio.

—Tch, no me compares contigo, mocoso de mierda. Y no lo hago mal —aclaró con una seguridad arrogante, ya que era verdad. A pesas de que no lo hacía demasiado seguido, tenía una buena voz—. Pero me jode darte el gusto, así que vas a tener que quedarte con las ganas.

Eren soltó un ahogado gritito de indignación, aunque en ese momento siguió con la vista clavada en la carretera porque algunos coches en dirección contraria a la suya venían acercándose hacia ellos. No obstante, Levi estaba seguro que, de haber podido, este lo hubiese fulminado con la mirada. Eso era divertido.

—¡Eso es injusto! —protestó el chico cuando pudo volver a mirarlo de reojo. Él, simplemente, se encogió de hombros.

—Yo no te pedí que cantaras para mí, ¿o sí? Lo hiciste por voluntad propia; por lo tanto no es cosa de justicia, es cosa de decisiones; lo que cada quien merece. Simple razonamiento lógico, mocoso.

—Creo que no me gusta demasiado tu razonamiento lógico —masculló él.

Durante los siguientes minutos el muchacho se quedó en total silenció, concentrado por completo en la conducción del coche, sin emitir protesta alguna. Por un momento Levi creyó, ingenuamente, que aquella absurda conversación había llegado a su fin; pero, cuando de pronto notó que este lo miraba de manera furtiva con los verdes ojos entornados, sospechó que el mocoso, testarudo como era, no se daría por vencido tan fácilmente y seguiría insistiendo un poco más.

¡Oh, demonios! Cuando a Eren se le metía algo en la cabeza era como un dolor en el culo.

—Oi, mocoso, ¿qué idea rara es la que está pasando ahora por esa jodida cabeza tuya?

—¡No es una idea rara! —se apresuró a defenderse él. Parecía un poco indignado, aunque de inmediato trató de mostrarse algo más conciliador, seguramente para intentar ablandarlo. Condenado crío—. Solo he pensado que, quizás, podríamos hacer, no sé… ¿algún tipo de trato? Ya sabes, como solemos hacer siempre con las fotografías que te tomo.

—Ni en sueños, Jaeger. Además, te recuerdo que esas fotografías son un jodido incordio que solo te las has arreglado para conseguir… de manera dudosa —replicó él. Una vocecita dentro de su cabeza le decía que el haberle permitido tantas libertades al chico le estaba pasando la cuenta. Que putada—. Esta vez no tendrás tanta suerte como para hacerme caer en tus jueguitos. Tch, como si cantara para cualquiera que me lo pidiera. No eres tan afortunado —musitó por lo bajo.

Eren dejó escapar un fingido suspiro de dolida resignación.

—¿Eso significa que todavía no soy lo suficientemente especial para ti, Levi?

A pesar de que una parte de él parecía desesperada por decirle al joven fotógrafo que sí lo era, la vergüenza se impuso sobre su habitual sinceridad. Levi clavó la vista en el cristal de su puerta y se concentró en seguir el inacabable recorrido de la luna, que parecía correr a la par del coche en su marcha. ¿Por qué Eren debía siempre desequilibrarlo de esa manera?, se preguntó. No le parecía justo.

—No, no lo eres —mintió él sin atreverse a mirarlo a los ojos por temor a que el otro lo descubriera. A Levi las palabras le supieron ásperas y amargas en la boca mientras intentaba, con todas sus fuerzas, no arrepentirse de ellas. Pero de alguna manera, dolía.

Eren, que justo en ese instante disminuyó la velocidad del coche para tomar una curva, giró el rostro para verlo en el mismo momento en que él también lo hizo. La mirada que el chico le dedicó fue extraña, un sinfín de emociones revueltas y complejas que Levi fue incapaz de descifrar en lo absoluto.

—Aun —fue la suave y vaga respuesta que le dio Eren, volviendo a fijar de inmediato sus ojos verdes en la pista.

Con el afilado y cincelado rostro sumido en aquel juego de luces y sombras que de alguna manera lo hacían lucir más misterioso y atrayente, durante una fracción de segundos, el joven fotógrafo se convirtió en una oscura tentación que le hizo a Levi desear acercarse lo suficiente a él para asegurarse de que era real y no solo un producto de su imaginación, para develar cada uno de sus secretos o perderse definitivamente en ellos.

En verdad, se dijo desesperado, estaba muy, muy jodido.

Sin embargo, y pesar de que él mismo era consciente de que lo mejor sería mantener la boca cerrada y dar esa conversación por acabada, algo dentro suyo, tan impulsivo como lo era siempre la esencia de aquel chico, lo instó a responderle con la sinceridad que se vio obligado a acallar minutos atrás.

—Tienes razón, Eren, aun no. Pero quizás, algún día.

Sus palabras se vieron absorbidas por la reinante oscuridad de la noche, débilmente rota por los faros del coche iluminando frente a ellos la carretera y la luna menguante que se vislumbraba en el azul y aterciopelado cielo invernal. Pero era mejor así, se dijo. Levi no quería que el chico, cuyos ojos sentía clavados en él con intensidad, percibiera su vergüenza que se evidenciaba en un débil sonrojo que calentaba sus mejillas y no deseaba, a su vez, poder mirarlo y tener la tentación de creer que aquello en verdad significaba algo. Aunque, en el fondo, sabía que sí lo hacía.

Era curioso como de un tiempo a esa parte su relación con Eren parecía estarse llenando de una promesa tras otra; una fina cadena que iba atándolo cada vez más al temperamental y obcecado dueño de aquellos impresionantes ojos verdes.

Pero lo que más aterrado lo tenía no era hecho en sí mismo, sino el no sentir deseos de salir huyendo a pesar de eso, no querer apartarlo de su vida a pesar del gran costo emocional que podría significarle el aferrarse tanto a ese chico. Por el contrario, Levi casi se sentía ansioso por que el día en que no pudiese escapar más de Eren finalmente llegara.

 

——o——

 

Tras subir hasta arriba la cremallera de su chaqueta de cuero para protegerse lo mejor posible del frío viento cortante que le azotaba el rostro y el negro cabello, Levi metió las manos dentro de los bolsillos de la misma para darles algo de calor y contempló el paisaje que se extendía frente a sus ojos. Debía reconocer que Eren tenía toda la razón: era verdaderamente alucinante.

Su pequeño e improvisado viaje de esa noche acabó en los altos acantilados al sur de Shiganshina. El camino hacía aquel sitio no era el mejor y la iluminación vial acababa por cortarse casi a mitad del recorrido, sumiéndolo todo en una oscuridad casi absoluta que volvía la conducción riesgosa si no conocías bien esa zona. Él supuso que fue ese el motivo por el que el chico insistió tanto en utilizar el jeep de la hija de Leonhart, más resiste para esos trayectos, que su compacto Ford, el cual, seguramente, hubiese acabado todo azotado durante el recorrido, haciéndoles pasar un muy mal rato a ambos.

De pie sobre la rocosa superficie de piedra caliza, Levi se acercó un poco más hacia el borde del precipicio para observar el mar que chocaba con fuerza bajo sus pies. Este rompía salvaje y rabioso contra las erosionadas rocas mientras, a la distancia, se apreciaba tranquilo y sosegado, extendiéndose interminable hasta donde la vista alcanzaba antes de fundirse con la noche. Al cerrar los ojos podía sentir la salobre humedad impregnada en el aire mojarle ligeramente el rostro y adherirse a su piel, mientras el roto graznido de las gaviotas llenaba sus oídos mezclándose con el rugido de las olas.

Levi jamás en su vida había sido un hombre de pararse a contemplar el mundo que lo rodeaba y apreciar detalles. Siempre estuvo tan ansioso por borrar lo malo de su pasado, por cumplir metas, que muchas veces se cegó tanto ante sus objetivos que dejó de notar todo lo demás, lo que en verdad importaba. Solo ahora, tras conocer a Eren, después de contemplar el mundo a través de los ojos de este, estaba comenzando a darse cuenta de todo lo que se había perdido.

—Te dije que valdría la pena —le señaló el chico acercándose a su lado y clavando su verde mirada en la distancia. Su tono era de completa satisfacción—. Siempre he pensado que esto es hermoso.

Levi lo miró y sintió como algo dentro de él se removía un poco. Eren seguía con la mirada fija en el indeterminado horizonte y, a la escasa luz de la luna, sus ojos verdes parecían mucho más claros, translucidos e irreales; el largo cabello castaño en algún momento acabó por soltársele un poco de la desmadejada coleta y ahora algunos mechones se agitaban con el viento, azotándole el rostro y enredándose en su cuello, entre la tela del anorak gris y su piel morena, dándole a este una apariencia más salvaje, más indómita; menos de chico bueno y más de fuerza de la naturaleza. Aquel era el Eren que sentía y vivía a través de lo que veía y catalizaba todo eso en su fotografía; en capturar momentos y hacerlos eternos.

Para él, eso era lo verdaderamente hermoso, se dijo; el poder contemplar a aquel chico haciendo su magia y siendo lo que en realidad debía ser: un artista.

—Lo es —reconoció pasados unos segundos de muda contemplación—. Es una vista que sobrecoge un poco. Nunca creí que pudiese ser tan magnifica.

Mientras sentía como el húmedo aire frío y salobre se le colaba en los pulmones, Levi volvió a concentrarse en aquel paisaje de fábula que se extendía a sus pies. Durante todo el tiempo que vivió en Shiganshina cuando era un crío, jamás se aventuró hasta ese sitio, no solo porque estaba demasiado lejos para ir andando, sino también porque era peligroso y todos los habitantes de la ciudad lo sabían; además, nadie estaba tan loco como para jugarse el cuello de esa forma aparte de unos cuantos suicidas que acabaron siendo tragados por las aguas de ese condenado lugar. Honestamente, no creía que esto último hubiese cambiado demasiado, pero de cierta forma aquella aura de prohibición, de estar traspasando límites, se sentía bien. Le gustaba estar allí creyendo que nadie llegaría a interrumpirlos y teniendo a Eren a su lado. Era casi como sentirse un poquito más vivo.

El batir despiadado de una enorme ola golpeando contra el muro de piedra natural lo hizo bajar repentinamente la vista hacia el mar de fondo y notó algo. Era una sensación extraña, se dijo; casi como la de un déjà vu. El saber que habías estado antes allí, de haber experimentado ya ese momento, esa emoción; el estar reviviendo algo ya vivido…

Como si se tratase de un fogonazo iluminando su mente, el recuerdo de una imagen y una distendida conversación vinieron a su cabeza de golpe. Fue durante uno de aquellos primeros encuentros, cuando el chico le enseñó por primera vez lo que hacía.

Sintiéndose ansioso, Levi levantó la vista para encarar a Eren; este, como si hubiese notado que algo lo inquietaba, volvió de inmediato el rostro para mirarle, lleno de curiosidad.

—Tú fotografía —soltó él nada más contar con su atención—. Aquella que me enseñaste del mar la primera vez que fuimos a la cafetería de Hannes. La que te dije que valía la pena —le recordó al chico atropelladamente. Levi sentía el corazón retumbar con desesperación dentro de su pecho—. Este es el sitio, estoy seguro. La tomaste desde aquí.

Un dejo de tímida sonrisa asomó a los labios de Eren al oírlo. Este estiró los brazos y juntó el pulgar y el índice de ambas para formar un encuadre por el que mirar aquel paisaje infinito. Desde que llegaron allí, y casi por primera vez desde que lo conocía, el chico no había hecho ni un mínimo esfuerzo por sacar su cámara del bolso y ponerse a fotografiar; de hecho, esta seguía guardada dentro del coche. Aquel era un comportamiento por completo extraño en Eren, anómalo por donde se le mirase, y Levi no pudo dejar de preguntarse el porqué de ese repentino cambio.

—Sí, la tomé aquí el verano pasado. Era un día bonito; el cielo estaba teñido de un azul precioso y el mar parecía reflejarse en él de manera perfecta, casi como si fuese un espejo; así que, mientras paseaba por la playa, pensé que sería una buena idea venir a este sitio y arriesgarme —le confesó. El joven dejo de enfocar al horizonte con su cámara imaginaria y aquel par de ojos verdeazulados volvieron a posarse en él, tan apreciativos como parecía ser su costumbre—. Fotografiar desde aquí es un poco difícil, ya sabes. El mar suele agitarse de manera considerable incluso en los días buenos y humedece en extremo el ambiente; además, también es demasiado ventoso, lo que no siempre es bueno a la hora de fotografiar porque suelen salir fotos demasiado movidas; y, por si eso fuera poco, un paso en falso y puedes acabar allí abajo con el cuello roto, como mínimo. Pero necesitaba hacer algo así —le explicó—. Quería romper el mundo.

Dando un pequeño salto sobre una roca saliente que se hallaba peligrosamente cerca del borde, Eren se plantó sobre ella y le sonrió, tendiendo una mano hacia él para invitarlo a seguirlo, incitándolo a tomar el riesgo.

Algo dudoso en un comienzo, Levi se mantuvo en su sitio sin saber qué hacer, debatiéndose internamente entre consentirle al mocoso aquel capricho suicida o dar media vuelta y regresar a la seguridad del coche. No obstante, en cuanto comprendió que el chico no lo dejaría en paz hasta que él accediera, Levi acabó por aceptar su muda invitación, permitiendo de mala gana que este le ayudase a subir al maldito peñasco, como si necesitase su ayuda, y resignándose a ceder ante Eren una vez más. Cuando finalmente se posicionó a su lado en aquel pequeño espacio y contempló lo que el otro observaba, no pudo dejar de emocionarse un poco ante el ángulo nocturno de aquella fotografía que terminó por cambiar para siempre su vida.

Magia.

—¿Y lo conseguiste? ¿Rompiste el mundo? —le preguntó Levi con curiosidad, en verdad deseoso de oír su respuesta.

Eren negó con un suave gesto y le sonrió compungidamente, bajando luego la castaña cabeza y clavando la mirada en sus deportivas negras.

—No, sigue tan intacto como hasta ese entonces —admitió; y aunque mantuvo en todo momento un todo desenfadado, como si deseara restarle importancia a ese hecho, a él le pareció que en verdad sonaba un poco triste por ello. Sin embargo, cuando los ojos de ambos volvieron a encontrarse, algo pareció encenderse en la verde mirada de este. Eren tragó con cierto nerviosismo, humedeciéndose los labios resecos por la brisa marina con aire ansioso—. Pero te conocí a ti, Levi; y la primera vez que viste esa fotografía dijiste que era hermosa —la emoción contenida en sus palabras. Tan profunda, tan real, acabó por desarmarlo un poco—. Y, tal vez por eso, una parte de mi quiso creer que a lo mejor tú eras ese cambio por el que había estado esperando.

El retumbar de su propio corazón nunca le había parecido tan estruendoso. A pesar de que el viento marino le taponaba un poco los oídos y que el fragoroso mar parecía dispuesto a tragarse hasta el último sonido reinante, Levi podía percibir el desenfrenado palpitar de su pulso en las venas y los vitales latidos desacompasado dentro de su pecho. La respiración de Eren, suave y rítmica, escapaba de sus labios entreabiertos, cerca de él, demasiado cerca, pensó en un insignificante segundo; sin embargo, Levi no puso impedimento alguno cuando sintió que este pasaba un brazo entorno a su cintura y lo abrazaba, atrayéndolo hacia su pecho para luego permitirse esconder el rostro en el hueco libre que quedaba entre su hombro y cuello, mientras las rebeldes hebras castañas le provocaban cosquillas bajo la nariz a causa del viento que las agitaba y percibiendo como el calor de aquel otro cuerpo se fundía poco a poco con el suyo.

La eternidad en cada uno de sus latidos.

Mitad nervioso, mitad aterrado, él posó una de sus pálidas manos sobre el pecho del chico para apartarlo un poco y recuperar así su espacio, y el control de sus emociones. Aun a través de la gruesa tela del anorak y del suéter azul marino que este llevaba debajo, Levi pudo percibir como un débil aleteo el latir de aquel corazón bajo la palma de su mano, y se sintió extraño, frágil y poderoso al mismo tiempo. Aquella no era la primera vez que Eren lo abrazaba, pero sí era la primera en la que el mundo pareció fundirse en torno a ellos. Casi… como una hoguera, se dijo. Y él estaba seguro de que si no tenían cuidado, ambos podían quedar convertidos en nada más que cenizas.

Daba tanto miedo…

—Oi, Eren —le dijo finalmente para llamar su atención, aunque aparte de tensarse un poco, el mocoso no hizo intento alguno de soltarlo o separarse siquiera—, creo que deberíamos bajar de aquí. No soy un maldito cobarde ni nada de eso, pero tampoco soy un jodido suicida y reconozco que prefiero no partirme el puto cuello allí abajo. Debe ser una auténtica mierda.

La leve risa del chico sobre la piel expuesta de su cuello le provocó a Levi un poco de cosquillas y también una cálida sensación que pareció extenderse por su cuerpo desde ese punto. Lentamente, Eren volvió a levantar la cabeza para poder mirarlo de manera intensa desde la ventaja que le daba su altura, sin soltarlo aun de su agarre y con sus verdes ojos, de un tono tan pálido como el jade bajo la luz lunar, fijos en él. Cuando la mano libre de este acarició su mejilla, acunándola con suavidad sobre su palma, todas las alarmas dentro de Levi parecieron encenderse, sobre todo en el instante en que el chico comenzó a inclinarse poco a poco hacia él: aquello estaba mal, era un error por donde lo mirara y debía poner un alto, lo sabía; pero, ¿cómo hacerlo cuando una parte dentro suyo parecía tan deseosa de que eso sucediera?

Un leve sonido, similar a un gruñido, seguido de la risa avergonzada de Eren, terminó con aquel intimo momento de golpe. Finalmente soltándolo y dando un paso atrás para poner algo de distancia entre ellos, el joven fotógrafo, con una sonrisa compungida y el moreno rostro un poco arrebolado aun en la oscuridad nocturna, posó una mano sobre su estómago y compuso una expresión de circunstancias.

—Creo que deberíamos cenar, Levi. Mi estómago está comenzando a protestar, como te habrás dado cuenta —admitió el chico, sonriéndole, una vez más, con algo bastante parecido a al bochorno pintado en el rostro.

Tras chasquear la lengua, de un preciso salto él volvió a aterrizar en el suelo rocoso y de inmediato tendió una mano a Eren para ayudarlo a bajar. Este lo miró con una de sus expresivas cejas levemente arqueadas, como si le estuviese preguntando en silencio si aquello era una broma, pero al ver que Levi seguía allí, con la mano extendida hacia él y todo seriedad, no le quedó de otra que aceptarla y dejar que, para su vergüenza, lo ayudase a bajar, a pesar de ser completamente innecesario.

—Esto es solo para que te quede claro que no soy una condenada damisela en apuros, Jaeger. Que no se te vuelva a olvidar —le dijo y el chico lo miró indignado. Esa era su venganza.

—¡Pues yo tampoco soy una chica! —Protesto Eren mientras él se daba media vuelta y echaba a andar, con este siguiéndolo a paso rápido rumbo al coche. — ¡Oye, Levi, no me ignores!

—Cierra esa ruidosa boca que tienes de una vez, mocoso. Deja de protestar y vamos a comer, yo también me muero de hambre.

Aunque las protestas del chico acabaron de inmediato, él podía sentir como la penetrante mirada de este fulminaba su nuca y no pudo evitar sonreír un poco por eso. No entendía por qué ni como, pero hacer enfadar y reír a Eren, hacerlo arder en uno de su arrebatos o verlo perderse en su mundo de fantasía, poco a poco se estaba convirtiendo en una de sus actividades favoritas.

Eren, Eren, Eren; pareciera que ya nada más llenaba su mundo, joder.

Sí, definitivamente, se dijo Levi preocupado. Aquel mocoso le estaba haciendo perder la cabeza.

 

——o——

 

Ya bastante satisfecho y sintiéndose revivir, Eren acabó de tragarse el último trozo de su hamburguesa con queso y arrugó el envoltorio para echarlo en la bolsa de papel donde venía su compra. A su lado, sentado sobre el celeste capó del coche de Annie, Levi comía despacio, como la hacía habitualmente: dando mordiscos pequeños, masticando de forma lenta y pareciendo por completo concentrado en oír su plática interminable mientras observaba de tanto en tanto el mar indomable que se extendía ante ellos en la distancia.

Si él fuese un poco más valiente, pensó Eren contemplando fascinado el perfil de aquel hombre y sintiendo como el corazón se le aceleraba de inmediato, quizá sería capaz de acortar la escasa distancia entre ambos y finalmente posar sus labios sobre los de este para poder besarlo. Besarlo de la manera que estuvo tentado de hacer momentos antes cuando, por un momento, Levi pareció tan vulnerable entre sus brazos.

Pero, ¿qué demonios pasaba con su cabeza? Definitivamente, se dijo Eren, los consejos de Historia lo tenían descontrolado.

—Creo que la dieta saludable que Hange ideó para mí no dará resultado —comentó el otro hombre de manera impersonal y despreocupada, casi como si le estuviese hablando sobre el clima y no de las inquietudes de su amiga acerca de su salud. Dando un nuevo mordisco a lo que quedaba de su hamburguesa y dirigiendo sus tormentosos ojos grises hacia él, Levi continuó—: Lo más probable es que acabe por tirar a la basura toda esa mierda de verdura orgánica que compró para mí; no tengo ni una puta idea de qué hacer con ella. Tal vez deberías llevártelas a casa, mocoso. Además, temo que tus ideas de alimentación no me ayudan, mucho. ¿Sabes cuánto colesterol tiene esto? Según esa cuatro ojos, demasiado. Arruinarás tu salud, y de paso la mía.

—¡Hey, que yo no suelo comer esto siempre! Hoy fue una excepción —se defendió Eren. La mirada de incredulidad que le lanzó el otro le resultó hasta un poco divertida—. Lo digo de verdad, Levi. Una de las cosas que me hizo prometer mi madre cuando me marché a vivir por mi cuenta con Armin fue el que cuidaría mi alimentación.

—¿Y lo haces?

—En lo posible. Además, con trabajos de medio tiempo que no dejan demasiados ingresos y los gastos que debemos cubrir todos los meses, Armin y yo siempre intentamos ahorrar en lo que podamos; y cocinar en casa es una buena manera de hacerlo —le explicó. En ese instante Levi le tendió lo que le quedaba de su hamburguesa, poco menos de la mitad, ante lo que él lo miró dudoso, sin saber si aceptarla o no; sin embargo, cuando este negó con un gesto para indicarle que no quería más, Eren la aceptó y le dio un mordisco antes de proseguir después de terminar de tragar—. Por lo general nos turnamos para preparar las comidas y vamos juntos a hacer la compra de la semana; además, con lo meticuloso que suele ser Armin para todo, intenta que tengamos una dieta equilibrada. No soy tan mal cocinero, ¿sabes? Algún día te prepararé la cena.

Nada más oír aquello, las finas y oscuras cejas de Levi se arquearon de forma casi imperceptible ante la sorpresa de su inesperado ofrecimiento, pareciendo, sin embargo, un poco complacido por ello; pero de inmediato este volvió a refugiarse en su fingido temperamento huraño, frunciendo levemente el ceño y soltando un gruñido bajo que a él lo hizo sonreír.

—Pues a mí se me da como la mierda, ya lo has visto; además, odio hacerlo. ¿Para qué perder tiempo en algo que de todas maneras acabarás tragándote sepa bien o no? Mientras llene y te mantenga saludable, debería bastar.

—No estoy de acuerdo con eso —Eren dejó el desechado envoltorio de la hamburguesa en la bolsa y apoyó ambos brazos estirados tras él, inclinándose ligeramente hacia atrás para levantar el rostro hacia el cielo nocturno y poder contemplarlo. Aquella noche la luna menguaba y era apenas una fina línea que cruzaba el firmamento, volviendo aquella noche en una oscura y estrellada: infinita. Sus favoritas—. Mi madre siempre ha insistido en que cocinar es una manera de demostrar amor: hacia otros, hacia ti mismo, a la vida en general. Es hacer algo por el simple hecho de que es placentero y lo vas a disfrutar; el poder ser feliz durante uno momento con algo sencillo. Siempre he pensado que es un pensamiento bonito.

A pesar de que Eren creyó que Levi se burlaría de inmediato de sus sensibleras palabras, cuando lo observó de reojo lo encontró mirando a la nada muy pensativo, como si en verdad estuviese recapacitando sobre ello; como si sus palabras en verdad fueran algo importante.

Era una sensación agradable el sentirse considerado de ese modo, y no pudo evitar emocionarse un poco.

—Me gustaba la comida de mi madre —le dijo este de pronto. En esa ocasión sus ojos dejaron de mirar a la distancia y se posaron nuevamente sobre él, profundos y decididos, tan brillantes e inalcanzables como las estrellas en el firmamento—. Era increíble la manera en que siempre pareció arreglárselas para poner algo decente en la mesa a pesar de que ganaba una miseria, lo que seguramente no debió haber sido fácil; sin embargo, cuando ella murió y mi tío Kenny se hizo cargo de mí, tuve que aprender a tragar cualquier cosa. El muy maldito era incluso peor cocinero de lo que yo soy ahora, y jamás aceptaba un reclamo o un no por respuesta, créeme. Corrías el riesgo de que te volviera la cara del revés de una bofetada —añadió Levi con una sonrisa sardónica, que, sin embargo, él fue incapaz de devolverle—. Cuando entré a la escuela militar las cosas mejoraron un poco ya que siempre contabas con un plato caliente de comida y no era mala del todo, aunque allí tampoco te dejan muchas opciones; aprendes a comer lo que hay sin protestar mucho. No obstante, en cuanto pasé a formar parte del ejército, las cosas se volvieron un poco más jodidas. Si estaba en el cuartel no había problemas, era casi lo mismo que en la escuela; pero si teníamos trabajo de campo, era una verdadera mierda. En esas circunstancias muchas veces sobrevives a base de provisiones insípidas que son un asco pero te comes de todos modos porque sabes que eso es mejor que nada.

—Y cuando estabas en casa, ¿qué? ¿Seguías alimentándote a base de comida congelada y sándwiches? —le preguntó él, juguetón.

Levi dejó escapar un pequeño sonido ahogado y Eren, esperanzado, deseó que fuera una risa. Le gustaba saber que el otro estaba cómodo a su lado, que se divertía. Deseaba, que Levi quisiera estar junto a él.

—Algo así. Aunque la mayor parte del tiempo comía en las instalaciones militares si podía —reconoció. Este jugueteó con su botella vacía de agua un momento, descartándola un par de segundos después—. No me gustaba mucho pasarme por mi casa, por lo que solía evitarlo y solo iba a dormir o a trabajar si tenía mucho papeleo acumulado; luego vino Farlan y… pasado un tiempo decidimos vivir juntos. A él sí le gustaba cocinar, y lo hacía bien.

Un impulso infantil, de aquellos que Eren aborrecía, lo instó a que cubriera sus oídos y se negara a oír nada más de aquel sujeto. No quería conocer del pasado de Levi con Farlan ni saber qué cosas ocurrieron entre ellos; no quería corroborar que este había amado alguien más ni que estaba sufriendo por haberlo perdido. Se sentía celoso y violento sin motivo alguno, y eso era horrible, lo sabía, pero no parecía ser capaz de evitarlo. Aun así, se tragó todo su dolor, su mal temperamento y sus despreciables sentimientos, guardando silencio. Si Levi estaba junto a él esa noche, dispuesto a contarle parte de su pasado, era solo por su petición egoísta, se recordó Eren; porque la parte más madura de él, la que era capaz de comprender la importancia real de las cosas, sabía que no podrían seguir avanzando en su extraña relación si no salvaban ese obstáculo en sus vidas.

Pero no era fácil.

—Eren, no sé qué es lo que has visto en mí o lo que crees que puedes encontrar en mí que sientes vale la pena y te ha hecho apegárteme tanto; pero quiero que conozcas de verdad el tipo de persona que soy. El horriblemente egoísta tipo de persona que soy —le dijo Levi. La seriedad con que lo miraba lo hizo sentirse inquieto, por lo que, abandonando su cómoda posición, se arrastró un poco hasta quedar sentado al borde del capó del coche junto a él, lo suficientemente cerca de este para que la tela de los vaqueros de ambos se rozaran y el calor del brazo del otro se traspasara al suyo—. No soy un héroe, mocoso; ni siquiera soy un tipo del todo decente. Tengo un pasado espantoso, un carácter de mierda y una boca aun peor. Me enfado rápido y no poseo mucha paciencia; además, la mayor parte del tiempo, me odio a mí mismo.

Aquella inesperada confesión llenó a Eren de absoluta sorpresa. Él siempre fue muy consciente de que Levi era complicado y que parecía no sentirse a gusto con muchas cosas, pero el oírlo reconocer que se odiaba, era algo bastante fuerte; y lo hizo llenarse de una impotencia que resultó terriblemente dolorosa.

—¿Por Farlan? —le preguntó pasado unos minutos. Levi se limitó a encogerse de hombros.

—Por muchas cosas, Farlan incluido —admitió.

Desde su plática con Historia y su marcha de la tienda de las Reiss, Eren venía planteándose seriamente la idea de obligarse a tener un poco más de valor, de atreverse a hacer las cosas que lo aterraban y arriesgarse. Fue por ese motivo que decidió ir a ver a Levi y llevarle flores para disculparse; por eso mismo se enfadó con él al oír sus absurdas excusas y decidió perdonarlo cuando este le hizo aquella promesa; fue por esa determinación que lo llevó hasta allí esa noche para enseñarle aquel lugar y que pudiese contarle su historia con Farlan, a pesar de que él no deseaba conocerla, claro que no, ¿quién en su sano juicio querría oír hablar a la persona de la que se estaba enamorando de otra a la que había amado de verdad en el pasado y por la que todavía sufría? Pero Eren comprendía que no era el momento adecuado de tener miedo. Nunca más volvería a ser el chico que fue hasta sus dieciocho años, lo sabía, pero quería ser un poco más parecido a él que al cobarde en el que acabó por convertirse.

—¿Podrías hablarme de Farlan? —Cada una de aquellas palabras se sintió punzante al salir de sus labios, pero, una vez pronunciadas, el doloroso hechizo pareció romperse y se sintió extrañamente liberado. Como si admitir que aquel otro hombre existió y aún existía en la vida de Levi, hiciese menos hiriente la realidad.

Eren lo oyó inspirar profundo, llenarse los pulmones del gélido aire marino y luego dejarlo escapar en un suave suspiro que se condensó frente a su pálido rostro. La mano de Levi, delgada y pequeña comparada con la suya, descansaba un par de centímetros alejada de la de él. Siguiendo un impulso, volviéndose valiente, Eren permitió que su propia mano avanzara lo suficiente para cubrir la de este. Durante unos instante contuvo el aliento, temiendo que Levi lo apartase, pero el otro simplemente lo miró fijamente, arqueando una de sus cejas, como interrogándolo por su repentino atrevimiento.

—La tienes jodidamente fría, mocoso. Deberías usar guantes.

Eren se rio de su absurdo comentario.

—No puedo hacerlo. Soy fotógrafo, ¿recuerdas? Me cuesta utilizar la cámara con los guantes puestos y nunca sé cuándo voy a necesitar realizar una toma. Gajes del oficio, lamentablemente —le dijo, no obstante, algo cálido se expandió dentro de su pecho cuando Levi volteó las posiciones y fue su mano la que cubrió la suya para darle calor.

—Conocí a Farlan cuando tenía quince años, nada más entrar a la escuela militar —comenzó este con voz monótona; tan fría y carente de emociones que él no pudo evitar sorprenderse un poco por aquel repentino cambio—. Éramos, por decirlo de alguna forma, completamente opuestos. Mientras yo venía de una ciudad rural situada en el último rincón del país donde crecí en torno a la pobreza, él provenía de la capital, Mitras y tenía una familia pudiente que lo respaldaba. Farlan era listo, educado y tan divertido que le agradaba a todo el mundo, mientras que yo era callado, huraño y con un carácter de mierda que me metía en problemas a cada momento. Tan diferentes como el día y la noche, ¿no te parece? —Le preguntó Levi con ironía, sin embargo para Eren era evidente que no esperaba una respuesta de su parte—. Tch, y lo odiaba. Detestaba al odioso chico que me seguía a todos lados y me hablaba como si fuésemos amigos cuando yo solo deseaba tenerlo lejos y que me dejara en paz. A pesar de que todo el mundo le advirtió a ese idiota que relacionarse conmigo solo le traería problemas, a este eso nunca pareció importarle; ni siquiera después que le di una paliza memorable y acabamos los dos en detención, ni cuando lo pillaron intentando escaparse de la escuela conmigo, aunque lo cierto es que él estaba tratando de detenerme —en esa ocasión este se rio: una risa baja y un poco desganada, pero que reflejaba que su máscara de indiferencia se estaba resquebrajando a causa de los recuerdos—. Y al final acabé cediendo por puro cansancio. Una mañana simplemente desperté y comprendí que nada de lo que hiciera iba a alejarlo, por más lo que intentara, por más mal que lo tratara; el idiota de Farlan no entendía un no por respuesta y, a pesar de conocer todo lo malo de mí, seguía allí, insistiendo en que quería estar a mi lado, ser mi amigo; entonces me pregunté, ¿por qué no? ¿Por qué no darme la oportunidad de confiar en alguien aunque fuera una vez? Fue entonces que me decidí y permití que él entrase a formar parte de mi vida.

Una sensación extraña atenazó el corazón de Eren al oír toda aquella historia. Mientras una parte de él seguía sintiéndose un poco celosa por la relación de Levi con aquel, la otra no podía evitar comprender a Farlan.

Para Eren, Levi Ackerman era como una fuerza de atracción ante la que uno no podía revelarse ni escapar. Desde el primer momento en que lo vio en la playa, aquel lejano día de noviembre, él acabó por obsesionarse ligeramente con aquel desconocido tras haber capturado su imagen en una fotografía. Durante días Eren se sintió deseoso por conocerlo, por obtener su atención y que lo notase; y aun ahora, a pesar de que ya se conocían y eran amigos, esa necesidad no parecía haber disminuido ni un poco. Ante esa verdad, Eren no pudo evitar preguntarse si Farlan habría sentido lo mismo que él y por ese motivo no fue capaz de mantener las distancias con Levi. El pensamiento de que se pareciesen tanto en ese aspecto no resultaba demasiado agradable.

—No quiero que te hagas una idea equivocada, mocoso. Mis años en la escuela no fueron malos, por el contrario. Allí conocí no solo a Farlan, sino también a Erwin y a Hange, que acabaron por convertirse de algún modo en mis amigos, y finalmente comencé a formar lazos con alguien más. Allí me enseñaron a tener disciplina, a respetar ordenes, a controlar mi mal carácter y a validar mis propias ideas sin tener que partirle la cara a alguien —los dedos de Levi se entrelazaron con los suyos y Eren lo miró, muy serio. Este parecía tan triste…—; Kenny no estuvo del todo equivocado al enviarme allí, parte de quien soy fue gracias a eso. Además, eso me dio la oportunidad de entrar al ejército y comenzar una vida mejor de la que tenía aquí. Tal vez el desgraciado de mi tío sabía que era lo único que podía hacer para intentar salvarme de mi mismo y del futuro delictivo al que probablemente me encaminaba.

Eren tragó con fuerza.

—Y supongo que al final Farlan te siguió, ¿no? Quiero decir, cuando decidiste unirte al ejercito él también lo hizo contigo, ¿verdad?

Levi asintió y él volvió a sentirse un poco mal ante ese acierto.

—Ye te había comentado que la familia Church tiene bastante dinero, ¿no? Poseen una empresa consultora para otras grandes empresas y unos cuantos centros médicos. Farlan era el hijo mayor y quien se haría cargo de todo una vez acabara sus estudios universitarios; tenía el futuro asegurado. No obstante, su padre lo pilló follándose un chico en casa y se puso frenético, por lo que creyó que la mejor manera de encarrilar a su hijo marica era metiéndolo en una escuela militar; pero tú y yo sabemos que eso no es algo que se pueda arreglar de esa manera o que se pueda arreglar siquiera —añadió con sorna—. En fin, la cosa es que el maldito viejo estuvo a punto de palmarla cuando Farlan, tras acabar la escuela, le dijo que no estudiaría en la universidad porque acababa de alistarse en el ejército y que podía meterse sus empresas por donde la cupiesen; además, que seguía siendo tan gay como al principio. Después de eso cortó lazos con su familia, menos con su hermana pequeña, Isabel. En verdad fue una cosa bastante jodida.

—Ya lo creo que sí —Eren suspiró y volvió a mirar al cielo, aunque en esa ocasión la belleza allí reflejada no sirvió para calmar los erráticos latidos de su corazón. Él mismo sabía muy bien lo que era enfrentar a la propia familia y cambiar el futuro que ellos habían dispuesto para ti; lo difícil que seguía resultando a pesar del paso de los años—. En verdad debe haber estado muy dispuesto a impresionarte, Levi —le dijo, convencido de que uno de los principales motivos por los que Farlan actuó de esa forma fue para llamar la atención de ese hombre que siempre parecía tan frío e indiferente y no solía mostrar demasiado aprecio por las normas y reglas establecidas.

Este chasqueó la lengua en señal de disconformidad como era su costumbre.

—Quien sabe… Pero para ese entonces ya lo había rechazado dos veces; por lo que su arrebato solo me pareció algo jodidamente divertido —le explicó.

Eren bajó la vista para mirarlo, con los verdes ojos muy abiertos y llenos de incredulidad.

—¿Lo rechazaste dos veces? ¡¿Por qué?! —le preguntó un poco frenético, ansioso por oír la respuesta. Si Farlan, que para ese entonces llevaba con Levi un montón de años y de seguro lo conocía a la perfección recibió dos rechazos, ¿qué le quedaba a él? Dios, si le decía a Levi como se sentía este de seguro lo mandaba a la mierda sin contemplaciones.

El otro hombre lo miró como si fuese idiota.

—Porque coqueteaba con todo el mundo, el muy bastardo; ¡por supuesto que creí que me estaba tomando el pelo! Además, no me gustan las relaciones —Eren pensó que se iba a morir allí mismo y algo de su desasosiego debió reflejarse en su rostro porque Levi, suspirando, ablandó un poco su mirada—. Deja de poner esa cara de sufrimiento, Jaeger. ¿O es que te has puesto malo del estómago y necesitas ir a cagar? Porque si es as-

—¡Levi, esto no es para bromas! —exclamó él, indignado y muy abochornado por las salidas tan desubicadas que el otro tenía a veces y a las cuales aún no sabía cómo enfrentarse.

—Yo tampoco lo decía en broma, mocoso —le dijo, toda seriedad. No obstante, Eren, que ya lo conocía mejor, pudo percibir el ligero brillo en sus ojos plateados que delataban su mentira—. ¿Entonces qué? ¿Necesitas ir? —volvió a insistir este.

—No, gracias. Estoy bien —respondió él, tajante—. Además, creo que solo estas buscando una excusa para escaquearte de esto, Levi Ackerman; no voy a caer en tu juego.

Este enarcó una ceja y le sonrió con cierta ironía.

—Oi, mocoso, quizás te estás volviendo más listo.

—Ya verás cuanto —le soltó, todo seriedad, devolviéndole la puya. Eren se sintió un poco orgulloso de sí mismo—. Vamos, vamos, sigue hablando. ¿O es que quieres quedarte a ver el amanecer aquí conmigo? Te aseguro que no es tan bonito como suena.

—¿Hablas por propia experiencia, Jaeger? —le preguntó, divertido.

Él asintió.

—Ajá, y casi morí de hipotermia. Me pasé dos semanas en cama después de eso con una gripe horrorosa.

Levi rodó los ojos y chasqueó la lengua una vez más.

—Que mocoso más idiota.

—No te lo voy a negar; pero venga, no nos desviemos más. ¿Cómo es que iba la historia?

La mirada envenenada que el otro le lanzó no amedrentó en lo absoluto a Eren; por el contrario, le devolvió el gesto sonriéndole dulcemente.

—Bueno, como te decía, rechacé a Farlan, él cortó con su familia y entramos a la instrucción militar. Luego de eso pasaron un poco más de dos años; en un comienzo fuimos asignados a un mismo pelotón pero luego nos separaron, por lo que existieron largos periodos en los que casi no podíamos vernos y solo contábamos con los días de permiso, y si es que estábamos lo suficientemente cerca para poder reunirnos. Fue luego de una de esas extensas separaciones que él volvió a pedirme una oportunidad… Y yo le dije que sí.

—¿Qué fue lo que cambió esa vez? ¿Por qué lo aceptaste, Levi? —lo interrogó él, un poco resentido. Sin embargo, al percatarse de lo recriminatorias que resultaban sus palabras cuando no tenía ningún derecho a ello, Eren respiró profundo un par de veces e intento relajarse antes de proseguir—. Es decir, si ya lo habías rechazado anteriormente…

—Porque me di cuenta de que no quería estar sin él —reconoció Levi de manera brusca y él, a pesar de estar preparado para esa respuesta, no pudo evitar sentirse un poco herido por un pasado que no podía cambiar—. Después de compartir juntos tantas cosas, de verlo cada día y estar con él constantemente, comprendí, tras esas ausencias, que tal vez un día nos ocurriera algo a alguno de los dos y todo se jodiera. Tuve miedo de no poder demostrarle nunca a Farlan como en verdad me sentía y no quise que las cosas acabaran sin haberlo intentado al menos. Por eso le dije que sí.

Dios, como dolía…

—Entonces, Levi, si crees haber hecho lo correcto, ¿por qué luces tan arrepentido? —le preguntó Eren, y esta vez pudo ver como algo pareció derrumbarse finalmente dentro del otro. Fue casi como si uno de aquellos impenetrables muros que siempre rodeaban a Levi cayera de golpe, brutal y dolorosamente, dejando a aquel hombre tan vulnerable, tan indefenso ante sus ojos, que, durante unos segundos, sintió la tentación de envolverlo entre sus brazos y protegerlo, de decirle que no debía preocuparse, que todo estaba bien; que él permanecería a su lado pasara lo que pasase.

Pero tan rápido como la máscara cayó esta volvió a alzarse. Cuando Levi clavó nuevamente sus ojos grises sobre él, la angustia había vuelto a ser remplazada por su habitual impasibilidad.

—¿Has estado en alguna relación, Eren? ¿Has tenido pareja alguna vez?

La pregunta lo pilló por completo desprevenido. Su profunda preocupación por Levi le hizo bajar la guardia de manera vergonzosa; por eso cuando este inquirió en aquello, él, un poco aturdido, solo atinó a mover la cabeza afirmativamente.

—¿Y las cosas resultaron como esperabas en un comienzo?

Un ramalazo de dolor y vergüenza, de sus peores miedos entremezclados, lo azotó de golpe, haciéndole difícil el respirar. Habitualmente, Eren intentaba jamás rememorar esa etapa de su vida; prefería pensar en ella como un recuerdo lejano y bochornoso; uno que guardaba en los cajones de la memoria donde no hiciera tanto daño, aunque este parecía continuamente luchar por regresar a su presente, como ahora. Él siempre creyó que dos años serían un tiempo prudente para sanar viejas heridas, pero al parecer no era así.

—No —fue lo único capaz de decir, ante lo que Levi solo asintió.

—Con Farlan fue lo mismo; no en un comienzo, pero sí a medida que los años fueron pasando. Ser amigo de él y ser su amante, se convirtieron en dos cosas completamente diferentes. Mientras que como amigo podía decirle casi cualquier cosa, actuar de cualquier manera, al convertirnos en una pareja eso dejó de ser posible. Mi mal carácter y desinterés por algunas cosas ya no eran simples inconvenientes que él podía dejar pasar excusándome en que solo tenía un mal día, sino que se convirtieron en los causantes de discusiones enormes; y su cobardía e inseguridad sobre lo que teníamos ya no solo era algo que me molestara un poco, sino que me sacaba de quicio —Levi dejó escapar una bocanada de aire que pareció condensarse en la humedad del ambiente. Llevando su mano libre hacia sus ojos, los cerró un momento y presionó con dos dedos sus párpados durante unos cuantos segundos antes de volver a abrirlos y fijarlos en él—. Fue por ese entonces que le vendí la casa y decidimos irnos a vivir juntos. Teníamos poco tiempo para vernos gracias al trabajo y pensamos que eso era lo que nos estaba distanciando; queríamos arreglarlo, necesitábamos hacerlo… Creo que durante los primeros seis años funcionó.

Eren contuvo el aliento. Seis años… Dios.

Tras un cálculo rápido pudo concluir que para ese entonces Levi y Farlan llevarían ya unos nueve años juntos, sin contar todo el tiempo que se conocían desde antes. Para él, que recién tenía veinte años, eso era casi la mitad de su vida; y por un momento sintió que la desventaja que tenía respecto al ex de aquel hombre era enorme e insalvable. Un recordatorio constante de que él jamás sería suficiente. Y dolía.

—Sin embargo, por cosas del destino, Farlan acabó trabajando conmigo. Mi superior lo asignó en un escuadrón directamente bajo mi mando y todo volvió a convertirse en un puto desastre para nosotros —prosiguió Levi, captando una vez más su atención—. Ya te lo había dicho, mocoso; nosotros éramos demasiado opuestos, jodidamente diferentes, y eso comenzó a jugarnos en contra. Una vez comencé a subir en rango gracias a mis capacidades, el trabajo se convirtió en mi obsesión —reconoció con dolor—; yo, que nunca tuve nada y sabía lo difícil que era la vida, vi en ello la oportunidad de salir adelante, de asegurar mi futuro y no tener que caer nunca más en la miseria de la que me costó tanto salir. Era bueno en lo que hacía, Eren, uno de los mejores, y conseguí escalar rápido en posiciones. Los hombres a mi cargo estaban bien instruidos y cumplían de manera efectiva mis órdenes, por lo que nuestro porcentaje de éxito era siempre muy alto y eso nos gana la consideración de los superiores. Y yo, por una vez en la vida, sentí que estaba haciendo las cosas bien.

—Pero Farlan no compartía esa visión contigo, ¿cierto? —lo interrumpió Eren, bastante seguro de la respuesta. Sabía que en el fondo, si hubiera sido él quien fuese la pareja de Levi por aquel entonces, habría pensado lo mismo.

Cuando este asintió, fue como una puñalada más.

—Tch, claro que no. Él creció en una familia que siempre le dio todo, jamás le falto nada, por lo que era incapaz de comprender mi necesidad de sentirme seguro en ese aspecto —le explicó—. Farlan reclamaba constantemente que me exigía demasiado y que trabaja en exceso, y tenía razón; pero aun así a mí no me importaba. Me decía una y otra vez que el equivocado era él por tomarse las cosas tan a la ligera mientras que yo en verdad valoraba la responsabilidad que tenía. Siempre supe que este vio su ingreso al ejército como una manera de revelarse contra su familia, el medio para cabrear a su padre de una forma rápida y simple y que solo por eso permaneció en él. Farlan era listo, sí, y trabajaba bien, por lo que también escaló algunos puestos en pocos años, pero no tenía ambición en lo absoluto; y yo lo detestaba por ello, Eren. Incluso hubo muchos días en los que después de una misión preferí no regresar a casa solo para no tener que verlo y discutir con él.

Desde el momento en que Eren descubrió sobre la existencia de Farlan y lo asoció con el regalo de aquella casa, jamás imaginó que la historia de este y Levi fuese tan enrevesada. A través de lo que el otro le había ido contando, de percibir sus emociones tan evidentes, de la nostalgia con la que claramente le hablaba del pasado, él pudo hacerse una idea de lo mucho que este amó a Farlan, Eren no tenía dudas sobre ello, pero también comprendió que muchas veces ese amor acabó por convertirse en dolor, rechazo y mucha rabia; y quizás fueran esos sentimientos los responsables de que Levi pareciera tan deseoso de hallarse culpable. Y no pudo evitar preguntarse si Farlan también se habría sentido de ese modo respecto al hombre con el que eligió pasar su vida. Por una vez no creyó conocer la respuesta.

—Cuando estás en el ejército, mocoso, una de las primeras cosas que te enseñan es a aceptar órdenes de manera absoluta —le explicó—. Los mandatos de tu superior son ley y jamás se cuestionan a menos que tengas libertad de decisión, como ocurre en algunas operaciones. Esto se hace para preservar la unidad de un escuadrón y para facilitar la ejecución de maniobras; dejas de pensar en ti como un ser individual y te conviertes en una pieza de ensamble dentro de un todo, confiando ciegamente en quien da las ordenes, porque esa puede ser la diferencia entre que regreses vivo o muerto de una operación. Eso algo con lo que todo militar está familiarizado; se nos entrenó para eso y nadie osa cuestionarlo —sus delgados labios se fruncieron en una mueca de fastidio y negó con pesar—. Pero Farlan, una vez comenzó a trabajar bajo mi mando, incumplió esa regla y comenzó a cuestionar casi todos mis razonamientos. Eso es considerado una insubordinación directa, Eren, y se sanciona de manera severa. Algunas veces me he cuestionado el si en aquel entonces debí habérselo informado a mi superior y pedirle que lo quitaran de mi cargo; habría sido lo correcto, lo sé, pero no quise que él fuera castigado; además creí, egoístamente, que mientras estuviese conmigo se mantendría más seguro, correría menos riesgos de morir por un arrebato estúpido. Que mierda —Levi dejo escapar un risa rota, cargada de ironía que a él le puso los vellos de punta—. Igualmente, muy pocos estaban al tanto de nuestra relación y no me pareció adecuado que eso cambiara, porque no quería mezclar el trabajo con mis asuntos personales. Fue por todo eso que cada vez que esto ocurrió, yo simplemente preferí pasar por alto su mal comportamiento y hablarlo con él en casa, pedirle una y otra vez que dejara de actuar así, que no entorpeciera el trabajo de grupo y creer en sus eternas promesas de que no volvería a repetirse; obviamente, el muy cabrón nunca lo cumplió.

En esa ocasión Levi soltó su mano y él se sintió extrañamente desprotegido. Este se bajó del capó del coche y se puso de pie, recorriendo unos cuantos pasos de un lado a otro, nervioso. A Eren le hubiese gustado contenerlo, servirle de apoyo, porque sabía que todo eso a Levi le estaba costando demasiado, pero temía arruinar las cosas. A pesar de que en aquel recóndito lugar solo estaban ellos dos, él tenía la desagradable sensación de que existía un tercero entre ellos. Farlan estaba muerto, sí; llevaba dos años estándolo, pero para Levi, esa noche al menos, seguía tan vivo como lo estuvo tiempo atrás.

—Mi escuadrón se encargaba principalmente de operaciones especiales —prosiguió este, parándose en frente suyo y con los brazos cruzados sobre pecho. Una inconsciente barrera defensiva, se dijo Eren—. Trabajábamos de forma excelente, sobre todo cuando se trataba de reducir grupos terroristas o subversivos donde se necesitara rescatar civiles. En esos casos comúnmente suelen haber bajas, tanto de tus propios hombres como de inocentes que se han visto involucrados, y te acostumbras a ello, créeme; pero, en mi caso, siempre fueron muy pocas, porque actuaba de forma eficaz y los hombres a mi cargo también lo hacían bajo mi dirección; y fue por ese motivo que nos asignaron una fea situación en una escuela privada en Mitras. Un grupo subversivo se levantó en contra de la última legislación del gobierno y capturó a cincuenta niños de primaria, amenazando con matarlos uno a uno si no cumplían sus demandas. Cuando nosotros llegamos allí para infiltrarnos, dos niños ya habían sido asesinados.

Eren se acordaba de forma muy vaga del suceso que Levi le estaba relatando en ese momento. Lo habían pasado una y otra vez en todos los noticieros del país y él recordaba haber pensado, al oír sobre lo ocurrido, que era un hecho terriblemente cruel e injusto. Ahora que era Levi quien le contaba esa historia, sintió ganas de vomitar.

—Esa mañana Farlan y yo tuvimos una pelea. No fue una discusión como las otras que solíamos tener, esas en las que nos decíamos un par de cosas hirientes, dejábamos de hablarnos durante unos cuantos días y luego hacíamos las paces; no, esa vez fue… un ultimátum —admitió este con dureza—. Para ese entonces todo iba mal entre nosotros, terriblemente mal en verdad; incluso llegamos a plantearnos la posibilidad de romper. Pero aquella mañana él me dijo que creía que, si nos dábamos una última oportunidad de intentarlo, podríamos volver a ser lo que éramos antes; sin embargo, para que eso funcionara, era necesario que nos alejáramos del ejército y nos marcharnos de Stohess. Teníamos que comenzar nuevamente en otro lugar, con otra vida; necesitábamos volver a conocernos y reencontrarnos —Levi se apartó del rostro el negro cabello que el viento le había desordenado, aunque este volvió enseguida a convertirse en el mismo estropicio. Al percibir las turbulentas emociones ocultas tras esos ojos grises, Eren sintió como su propio corazón dolía por aquel otro—. Por supuesto que a mí su propuesta me pareció por completo absurda, y la rechacé de inmediato. ¿Cómo iba a dejar todo por lo que me esforcé durante años para arriesgarme en una aventura que no me aseguraba nada? Intenté explicárselo a Farlan, pero este se obcecó y no quiso oír mis excusas, solo insistió en que me lo pensara un poco más antes de darle una respuesta, la que fuera. Yo sabía que él me quería, del mismo modo que yo lo hacía con él; y también comprendía que este tenía razón y que si deseábamos arreglar las cosas entre nosotros era necesario un cambio; pero en ese momento solo pude pensar en que teníamos el tiempo en contra y que debíamos marcharnos cuanto antes, no perder el tiempo con sus inseguridades ridículas; así que simplemente le prometí pensármelo, solo para aplacar sus miedos y que me dejase en paz. Lo que nunca anticipe fue que él me amenazara; Farlan me dijo que una vez acabase esa misión, tendría que darle una respuesta, y que si esta era negativa, él se rendiría conmigo de manera definitiva. Abandonaría el ejército y se desaparecería de mi vida; que no volvería a saber nada más de él, jamás —Levi soltó el aire de sus pulmones lentamente. Parecía agotado—. Todas las decisiones que tomé ese día fueron equivocadas. A pesar de que prioricé mi trabajo sobre la persona que amaba, cometí un error tras otro a causa de no ser capaz de mantener la cabeza fría y separar mis emociones de lo que debía hacer. Mi escuadrón contaba de catorce hombres, Farlan entre ellos, y cargábamos con la misión de rescatar a los cuarenta y ocho niños que seguían con vida. Al acabar ese día, yo fui el único sobreviviente. Vaya manera que tuvo el muy cabrón de cumplir su jodida amenaza.

A pesar de sus terribles palabras, de lo duras que se oían, Eren pudo percibir con facilidad todo el sufrimiento que el otro soportaba, ya fuese en la tensión antinatural de sus facciones o el peso invisible que parecía cargar sobre sus hombros. No era solo dolor, era una agonía desgarradora. Era toda la culpa que llevaba encima, no solo por haber cometido un error o unos cuantos, sino porque esos errores terminaron acarreando un montón de muertes, incluyendo la de la persona que amaba. Él, a pesar de todo lo que había sufrido, de lo acostumbrado que ya estaba a eso, era incapaz de imaginar siguiera todo el daño emocional que aquel hombre debía acarrear consigo.

«Farlan. Está muerto. Yo soy el responsable de su muerte. Fui el que lo mató».

Ahora, se dijo Eren al recordar aquello, todo tenía sentido. No había sido la propia mano de Levi la que quitó la vida de aquel otro hombre, pero sí lo fueron sus decisiones y él de seguro cargaba con ese pecado. Era curioso como el conocer la verdad en vez de producirle alivio, solo sirvió para acrecentar la impotencia dentro suyo al saber que, por más que lo deseara, no podía hacer nada por Levi.

—Hange… —comenzó él, un poco dubitativo, sin saber muy bien el cómo abordar aquello—. Veras, ella me contó que tenías pesadillas habitualmente. Pesadillas terribles, y que por eso solías descansar tan poco, ¿es debido a lo que ocurrió ese día?

Tras un par de silenciosos segundos en lo que pareció meditar su pregunta, Levi asintió. Abandonando su posición frente a él, volvió a acercarse al coche y se recargó sobre este, a su lado. Al estar aún sentado sobre el capó, Eren pudo observarlo desde arriba, siendo capaz de percibir los inconfundibles signos de agotamiento emocional que se dibujaban en aquel rostro; las pronunciadas ojeras que destacaban de forma alarmante en su blanca piel, el ceño ligeramente fruncido, el amargo rictus en la comisura de su boca, y la palidez de sus ojos grises; una mirada cargada de pena y angustia; de culpa y autoflagelación. Levi estaba cansado de la vida y de los fantasmas se cargaba con ella, por eso se odiaba; y para Eren fue doloroso descubrirlo y no saber que más podía hacer al respecto para ayudarlo.

—Tch, esa maldita cuatro ojos es una lengua suelta —farfulló este molesto, pero no en verdad irritado. Levi levantó ligeramente el rostro hacia él y asintió con un débil gesto—. Sí, son debido a eso; estrés postraumático o alguna mierda así, según mi psiquiatra. Pero desde que regresé a Shiganshina parecen haber remitido un poco; esa una de las cosas buenas que he sacado de volver a esta puta ciudad… Y el conocerte a ti.

Quizá fuera porque Levi todavía lo estaba mirando directamente, pero al oír su declaración, Eren no pudo evitar sonrojarse de forma violenta. Sabía que este no estaba coqueteando con él ni mucho menos, Levi no era de ese tipo, pero por eso mismo sus palabras le calaron mucho más hondo; no existían artificios en ellas, solo una verdad pura y desnuda.

—Yo… bueno, también suelo tenerlas —masculló de forma torpe, un poco entrecortadamente, casi como si hubiese corrido mucho y le faltara el aire. Aquel par de tormentosos ojos lo observaron interrogantes—. Pesadillas, ya sabes; algunas veces.

Nada más soltar aquello Eren se sintió como un total y completo idiota, ¡por supuesto que tenía pesadillas! ¡Todo el mundo las tenía! Eso era tan… obvio. Sin embargo, no era eso lo que deseaba explicar a Levi, simplemente quería reconfortarlo y hacerlo comprender que él no era el único con un pasado que deseaba borrar y cuyos sueños no permitían que pudiese hacerlo. Eren quería contarle que, al igual que parecía ocurrirle a este, sus malas noches también mejoraron tras conocerle.

—¿Y me hablaras de los fantasmas que te atormentan, Eren? ¿Aquello que te quita el sueño?

Al estar esperando algún tipo de sarcástica respuesta por su parte, la pregunta de Levi lo pilló por completo desprevenido, más de lo que le gustaría reconocer. La intensidad con que este lo miraba, profunda e inquisitiva, lo hizo estremecer por dentro, haciéndolo sentir frágil y desnudo, indefenso; tanto que por un momento se planteó aquella posibilidad, ¿qué podía perder al hablarle a Levi de esa parte de su vida? Sería tan fácil como cerrar los ojos, abrir la boca y dejar que las palabras fluyesen, pero… no. No quería que este juzgase sus decisiones ni supiera de sus errores. Por aquel momento, al menos, él deseaba seguir siendo egoísta.

—No —respondió y bajó un poco la mirada para no tener que enfrentarse a los escrutadores ojos grises de aquel hombre—. No puedo hacerlo aun. Ni siquiera sé si podré hacerlo en algún momento —admitió, esperando que tras su confesión Levi le recriminase su falta de confianza. No obstante, las acusaciones no llegaron, y al levantar el rostro para verlo, se encontró con que este observaba el mar a la distancia. Parecía tranquilo.

—Todos tenemos una historia que no queremos o no podemos compartir, mocoso; y es decisión nuestra el si somos capaces de permitir que alguien más la conozca en algún momento de nuestras vidas —Levi se metió las manos en los bolsillos de la chaqueta cuando una gélida brisa comenzó a arreciar sobre ellos. Eren se estremeció un poco y se arrebujó más en su anorak—. Si hoy te conté sobre Farlan y lo ocurrido entre nosotros, no es porque espere que me devuelvas confianza por confianza; eso siempre me ha parecido una autentica putada. Si te hablé de ello, es porque necesito que entiendas quien soy en realidad. Si decides quedarte a mi lado, si crees que podemos seguir siendo amigos o lo que sea que seamos, quiero que lo hagas con los ojos bien abiertos, sin ilusionarte pensando en que soy algún tipo de jodido héroe que estoy lejos de ser, porque estoy lleno de defectos, de fantasmas y errores, demasiados incluso; soy la peor elección que podrías hacer —le dijo este con total honestidad, desarmándolo un poco por ello—. Pero si aun así quieres quedarte, no pondré más impedimentos ni más excusas para mantenerte lejos. Será finalmente tu decisión y yo la aceptaré, Eren.

Las palabras de Levi, el dolor de Levi, lo hicieron finalmente consciente de la real importancia de lo que acababan de compartir esa noche. Este le habló de su pasado, mostrándole lo peor de él, y permitiéndole elegir si aun así podía aceptarlo. Eren estaba seguro de que existían muchas más cosas en aquella historia que aquel hombre no le había contado, tal vez porque no podía o quizás porque simplemente no lo deseaba; pero, lo que sí comprendía, era que Farlan, a pesar de haber dejado de ser una sombra amenazante para él, adoptando finalmente la forma de un recuerdo del pasado, seguía siendo una presencia muy real para Levi, aunque ya no estuviese a su lado; y, lo más probable, se dijo, es que lo fuera durante el resto de su vida.

Ninguno de ellos podía cambiar su pasado, se recodó Eren, y del mismo modo que él intentaba luchar con el suyo día tras día, estaba seguro de que aquel hombre hacía lo mismo. Lo mejor, tal vez, sería simplemente dejarlo allí, en el cajón de los recuerdos donde pertenecía, hasta el día en que ambos pudiesen lidiar con ello sin reabrir heridas y desangrarse en el proceso.

Tomando al fin una decisión, Eren bajó del coche y se puso de pie, estirando los brazos sobre su cabeza pasa desperezarse un poco mientras Levi, todavía apoyado contra el vehículo, lo observaba atentamente. Un indicio de sonrisa curvando de manera sutil sus delgados labios.

—Ven, quiero enseñarte algo —le dijo al tiempo que echaba andar y se dirigía una vez más hacia el borde del precipicio.

La primera vez que fue allí, recordaba Eren, tenía quince años y la valentía despreocupada e irreverente que solo un chico de esa edad suele tener. Su madre le había prohibido, bajo la amenaza de un castigo severo, el acercarse a esa zona cuando él les habló de sus deseos de ir allí. Ella respaldó su negativa en la cantidad de accidentes ocurridos y su padre la apoyó en su decisión a pesar de sus protestas, que no fueron pocas; pero Eren tenía curiosidad, como siempre, y acabó escapándose con su bicicleta una mañana de sábado en que ella tuvo que ir a al poblado vecino para visitar a una amiga y su padre trabajo en la consulta.

Y aquel día él sintió que la vida le cambió por completo.

En cuanto Levi llegó a su lado, este dejó escapar entre los dientes un suave siseo al notar la brutalidad del viento y las gotitas saladas azotar sobre su rostro. Eren miró a la distancia, al mar tan oscuro como el cielo que reflejaba, con aquella luna rota y el graznar desacompasado de las gaviotas siendo tragado por el salvajismo fragoroso de las olas al romper sobre las rocas.

Indómito, se dijo. Así era como se sentía cada vez que estaba allí. Aquel era su refugio para darse valor.

—¿Podrías cerrar los ojos un momento? —le preguntó a Levi. Este giró el rostro para verlo, pareciendo completamente desconcertado, mirándolo con la incredulidad que habría adoptado si él hubiera perdido la cabeza.

—Oi, mocoso, ¿es que quieres matarme? Estamos en un puto precipicio, Eren.

Sin poder evitarlo él rompió a reír al tiempo que el otro hombre lo fulminaba con sus tormentosos y acerados ojos grises.

—¡Venga! Confía en mí —insistió y esta vez, reuniendo un poco más de coraje y tragándose la vergüenza, se posicionó tras este y él mismo le cubrió los ojos con sus manos. Al estar tan cerca el uno del otro, de inmediato sintió a Levi tensarse por su osadía, pero este no lo apartó. Además, Eren no podía culparlo, su propio corazón acelerado era un claro indicio de lo nervioso que estaba—. Confía en mí —volvió a repetir, en esa ocasión susurrando sus palabras con suavidad cerca de su oído, como si intentara calmar sus miedos o quizás los propios, no estaba del todo seguro—. Relájate, Levi. Por favor, confía en mi —le dijo una última vez, y en esa ocasión, él también cerró los ojos.

Durante unos cuantos minutos ambos permanecieron así, por completo inmóviles y solo oyendo y sintiendo lo que los rodeaba. Poco a poco la suave respiración de Levi se fue acompasando con la suya, o tal vez fuera a la inversa, pero tras un tiempo indeterminado, Eren finalmente notó que este se relajaba en sus brazos lo suficiente para poder sentir reverberar contra su pecho el débil latido de otro corazón sobre el suyo; un suave aleteo que hablaba de vida y confianza, de seguir adelante a pesar de todo.

—Ahora, mira —le susurró a Levi mientras apartaba las manos de sus ojos y él abría los propios. Lo oyó inspirar sorprendido y contener el aliento; de inmediato Eren comprendió que ambos eran capaces de ver lo mismo, de sentir lo mismo. Llevarlo allí no fue un error, se dijo; los dos estaban conectados de una forma extraña y profunda que era difícil de entender, pero que no la hacía menos mágica—. ¿Qué es lo que ves… Levi?

Este, sin apartar los ojos del paisaje que se presentaba antes sus ojos, le dijo casi de forma reverencial:

—El mar… parece cielo.

Eren, contemplando aquella misma vista, sonrió. El mar y el cielo parecían haberse fusionado y era imposible distinguir uno del otro, casi como si fuesen un todo. Las estrellas ya habían comenzado a hacerse presentes y estas brillaban plateadas y resplandecientes, tanto en el alto y oscuro cielo que las sostenía como en el mar que las reflejaba. Era, de cierta forma según él, como poder mirar el universo en su esplendor. Un espectáculo maravilloso.

—Un cielo infinito —le dijo a Levi. Él se volvió un poco para verlo y, por tercera vez en esa noche, Eren tuvo la loca tentación de besarlo. Metiendo las manos en los bolsillos de su anorak para evitar hacer alguna tontería, se removió un poco para quedar a su lado y volvió a fijar su vista en el oscuro horizonte—. Desde aquí pareciera que el mar dejara de existir y fuese solo el cielo que ha bajado a la tierra, ¿no crees? —le comentó, un poco cohibido—. Este paisaje nocturno es una de las cosas más bellas que he visto en mi vida. Y una que jamás voy a fotografíar.

De inmediato sintió los ojos de Levi posarse sobre él y no le extrañó para nada el ceño ligeramente fruncido y la mirada de incredulidad que este le dirigió. Una parte de Eren incluso lo esperaba, tal vez fue por eso que le contó aquello, se dijo. Si era con Levi, creía que podía compartirlo.

—¿Por qué? —La pregunta, a pesar de su simpleza, estaba cargada de un sinnúmero de interrogantes que de seguro aquel hombre era incapaz de comprender.

Él se encogió ligeramente de hombros.

—Porque, egoístamente, no quiero que alguien más lo vea —reconoció—. Este fue mi pequeño descubrimiento y este es mi pequeño lugar secreto. Un pedacito del mundo que me pertenece solo a mí, y no deseo compartirlo.

Las oscuras cejas de Levi se fruncieron aún más y una mueca de oscura ironía curvó sus labios.

—Oi, mocoso, ¿te das cuenta de que acabas de enseñármelo? Tú razonamiento no tiene lógica.

—La tiene, solo que significa que ahora es nuestro lugar secreto.

A pesar de que Levi era un experto en ocultar sus emociones, casi por primera vez Eren lo vio sonrojarse de manera evidente y, tras abrir desmesuradamente los grises ojos por la sorpresa, apartar la mirada avergonzado en cuanto él lo miró. Era como si por una vez se hubiesen invertido los papeles, se dijo. Por lo general siempre era él quien se sentía vulnerable y en desventaja frente al otro pero parecía que, por ese instante al menos, podía ser tan osado y valiente como lo fue en el pasado; por el contrario, Levi acabó por bajar la guardia y mostrarse más vulnerable.

Eren ya no tenía ninguna duda al respecto; realmente estaba total y absolutamente enamorado de él.

—«Ver un mundo en un grano de arena y un cielo en una flor silvestre; tener el infinito en la palma de tu mano y la eternidad en una hora» —murmuró Levi de repente, volviendo a clavar su penetrante mirada en él—. Es el fragmento de un poema de William Blake —le explicó—. Desde que vi tu fotografía por primera vez, Eren, siempre he creído que tu manera de ver el mundo es algo como eso. Ves más que los demás; te maravillas con lo que para el resto es algo tan cotidiano que ni siquiera lo notamos. Tus ojos son especiales, y el mundo que ellos ven es asombroso; así que no dejes que nunca nadie te diga lo contrario, mocoso.

Tragó con fuerza y pestañeó un par de veces para contener las ganas de llorar; y supo de inmediato que las tornas habían vuelto a voltearse y era nuevamente Levi quien parecía tener el poder de desequilibrar su mundo. Aun así, Eren tomó una última decisión y una última bocanada de valor. Aquella noche, se dijo, pareciera que muchas cosas eran posibles.

—Levi, me gustas. Por eso no puede ser nadie más que no seas tú —le dijo, repitiendo las mismas palabras que le soltó repentinamente a este tiempo atrás, en aquella otra noche de tormenta, confesiones y emociones descontroladas.

Levi sonrió apenas y chasqueo la lengua de forma reprobatoria, lanzándole una de aquellas lánguidas miradas que solía reservar para él y en las que le dejaba claro lo tonto que le parecía.

—Creo recordar que eso ya me lo habías dicho, mocoso. Y, solo para que quede claro, no voy a dejar que me fotografíes.

Eren se rio al darse cuenta de que este le estaba siguiendo el juego, utilizando una respuesta similar a la que le dio aquella vez. Una que logró que él se relajara y la tensión entre ambos se disipara; una que le dio la oportunidad de salvar su error. Pero en ese momento, esa incomodidad ya no estaba presente, porque tenía claro cuáles eran sus sentimientos; lo que en verdad deseaba. Y eso era a Levi.

—Lo sé, lo sé; y por esta noche me portaré bien, lo prometo. Además tienes razón, ya te había dicho que me gustabas —admitió con una avergonzada sonrisa dibujada en los labios; —pero esta vez lo digo de la manera correcta —al ver como un deje de asombro asomaba al rostro de aquel hombre, supo que su confesión había sido entendida—. Me gustas, Levi Ackerman. Y a pesar de todo, a pesar de quien eres, decido quedarme.

El asombro de Levi dio paso a la confusión y luego a algo muy similar a la vergüenza extrema. Por un momento Eren temió que este, sin saber cómo reaccionar, saliese huyendo de allí en el coche y lo dejase tirado o, pero aun, le pegase un puñetazo y lo lanzase acantilado abajo. Eran en verdad pensamientos perturbadores.

—Eren, yo…

—¡No! —lo atajó él de inmediato, posando una mano sobre sus labios para no permitirle hablar. Levi le lanzó una mirada feroz y asesina por lo que él lo soltó de inmediato, levantando ambas manos frente a este a modo de defensa—. No, no quiero que me respondas ahora, de hecho te lo prohíbo.

—¿Qué me lo prohíbes, mocoso? —le preguntó con lentitud glacial—. ¡Vas y me sueltas toda esa mierda y luego no me permites decir nada!

Nervioso, Eren negó con un gesto. Si no tenía cuidado con lo que decía, Levi iba a matarlo.

—Quiero que lo hagas cuando tengas realmente una respuesta; cuando puedas pensarlo y nada de esto importe. Quiero que me digas cómo te sientes cuando en verdad sientas algo por mí y no como una obligación o porque creas que me debes algo o lo que sea —admitió. Su corazón latía tan deprisa que por un instante temió fuese a darle un infarto. Dios, eso era difícil; sobre todo con la mirada de aquel hombre clavada en él como si fuese una indefensa presa y este el depredador a punto de zámpasela—. Si en algún momento deseas darme una respuesta, Levi, quiero que lo hagas porque creas que vale la pena arriesgarse por esto; porque sientas que puedes corresponderme. Yo no tengo prisa y no te he dicho nada de esto para que te sientas presionado ni obligado, claro que no; simplemente, quería que conocieras mis sentimientos y que supieras que, si algún día decides que deseas correr el riesgo y aceptarme, yo seguiré aquí, pase lo que pase.

—¿Y si ese momento nunca llega? —lo cuestionó él. Sus ojos grises, serios y taciturnos, estudiaban cada una de sus expresiones con minuciosidad.

Eren, que ya había anticipado que aquello pudiese ocurrir, sonrió sentidamente. No iba a desalentarse, se recordó.

—Pues entonces, seguiremos como hasta ahora. Compartiendo confesiones de nuestras vidas de vez en cuando y teniendo un lugar secreto que solo nos pertenece a los dos; mientras tú seguramente intentarás meter algo de sentido común en mi cabeza y yo te enseñaré que el mundo es mucho menos aburrido y más hermoso de lo que piensas, ¿qué dices a eso, Levi? A mí por lo menos me parece un trato justo.

Este negó con un gesto.

—Tch, te conformas con demasiado poco, mocoso.

—Te equivocas, soy terriblemente codicioso —replicó él. Tendió su mano extendida y aunque este pareció dudar un poco, acabó por aceptarla con expresión de fastidio. Eren sonrió—. Esto —le dijo, enseñándole sus manos unidas— es el infinito del que hablabas hace unos minutos atrás, Levi: un momento especial, un lugar especial, una persona especial. Cabe en la palma de mi mano, pero el sentimiento que provoca en mí, no tiene límites; el que ansíe que estos instantes se repitan, me convierte en alguien muy ambicioso. En realidad, no se necesita de mucho más para ser feliz, para sentirse extremadamente poderoso; el problema es que solemos olvidarlo

Durante unos segundos Levi lo miró con absoluto asombro, casi con admiración, aunque luego este soltó un bajo gruñido en señal de protesta y murmuró algo sobre lo sensiblero que Eren era. De un fuerte jalón tiró de él para llevarlo rumbo al coche. Eren se dejó guiar dócilmente, sin ninguna protesta de su parte, porque el otro aún no había soltado su mano y seguían compartiendo aquel instante robado bajo un cielo infinito de mar y firmamento repleto de estrellas.

Por unos breves minutos antes de subir al coche, Levi volvió a fijar su vista en el bello paisaje que se apreciaba a la distancia. No obstante, antes de que Eren pudiese hacer algún comentario al respecto, este le dijo:

—Oi, mocoso; también me gustas. Aunque quizás, todavía, no de la forma correcta; pero puede que vayas camino a eso —masculló Levi de mala gana. Se mostraba tan avergonzado que él no pudo evitar pensar en lo adorable que parecía—. Solo… intenta que no se te suba demasiado a la cabeza; eso sería un jodido problema.

Mientras observaba como el otro se metía a toda prisa dentro del coche para refugiarse de su mirada sorprendida y su propia vergüenza, Eren no pudo dejar de sentir que en aquel raro día muchas cosas parecieron haber cambiado: fotografió a Historia después de dos años sin atreverse a hacerlo y decidió arreglar las cosas con Levi. Este le contó sobre su pasado con Farlan y él le enseño un secreto. Y se había confesado, se dijo Eren con absoluta incredulidad; se armó de un coraje que no sentía y le lanzó a este sus sentimientos prácticamente a la cara, Dios, él y su imprudente boca… Sin embargo, se recordó, Levi no le dio una negativa inmediata por respuesta.

Además, el oír aquel fatídico «también me gustas» por una vez no desencadenó el tormentoso desastre en su interior; por el contrario, incluso se sintió esperanzado y contento; tal vez, porque lo había dicho la persona correcta.

No estaba mintiendo cuando le dijo a este que podía conformarse con el aquí y el ahora. Mientras Levi le permitiera seguir estando a su lado, Eren no necesitaba nada más. Podía esperar el tiempo que fuese necesario.

Notas finales:

Como siempre, lo primero; a todos quienes hayan llegado hasta aquí, muchas gracias por leer. Espero el capítulo fuera de su agrado y que la larga extensión de este no fuera un inconveniente (porque sí, lo es, destronó al capítulo diez).

Lo siguiente es disculparme por el atraso de estos días en publicar, pero esta vez tengo un buen motivo, un motivo que me pone muy, muy feliz. ¡He conseguido un beta para In Focus! Finalmente y después de mucho, se ha cumplido mi pequeño deseo. Así que un agradecimiento muy especial a la maravillosa Akira Kusei que me ha hecho este enorme favor y a quien he hecho sufrir estos días con mis errores. Si esté capítulo llega más bonito y con menos fallas para que ustedes puedan leerlo, es gracias a ella y su gran trabajo.

Otra cosa que me gustaría añadir, es que este capítulo de cierta forma acabó plagado de cosas que me gustan, así que por lo menos para mí fue un capítulo especial de escribir.

En un principio, cuando vi que esta entrega se estaba haciendo un poco larga, pensé seriamente en quitar toda la primera parte de la historia, cuando Eren y Levi van en el coche. Analizándolo a consciencia sabía que era un poco innecesaria, que podía ajustar las emociones de ese momento en el resto de capítulo pero no lo hice por capricho. Me gustan los viajes en coche con amigos, sobre todo por la playa hasta donde lleve la carretera y me hacía un poco de ilusión que Eren y Levi pudiesen compartir un momento así, motivo por el que lo dejé tal cual. Así que si a alguien esto le resultó una completa tontería, perdón por eso.

También, por si alguien se preguntó que canción era la que cantaba Eren en ese momento, la respuesta es Wonderwall del grupo Oasis. Llevo desde la semana pasada trabajando con ella a modo de deberes para mis clases y la oigo hasta en sueños, así que cuando escribía esa parte decidí incluirla a modo de broma irónica para mí misma. Sin embargo luego, al realizar la corrección, me di cuenta de que la misma canción si va un poco con la idea de lo que es esta historia, así que creo que ese detalle hasta quedó bien.

Y finalmente, esta es una explicación tanto del fragmento del poema que sirve de encabezado al capítulo como el que cita Levi en el mismo.

Cuando comencé a crear In Focus y decidí que dejaría de ser un one-shot para convertirse en una historia tomando como referencia el sentido de la vista, en lo primero que pensé fue en “fotografía”. Esto se debió en gran medida a lo siguiente: a principios del año pasado me obsequiaron un libro de fotografía, “A Grain of Sand” del doctor Gary Greenberg. Uno de los hobbies de este hombre es la nanofotografía y este libro muestra como cada pequeño granito de arena es único y maravilloso; y en cuanto lo vi, me enamoré perdidamente de esto. Además, ese mismo contexto me llevó a rememorar este fragmento del poema “Augurios de Inocencia” de William Blake, que me gusta mucho (a pesar de lo largo, largo que es) y sentí que este tipo de fotografía encajaba muy bien con lo que el autor decía. Por eso, cuando meses después In Focus comenzó a tomar forma en mi cabeza y decidí que Eren fuese un fotógrafo, quise que fuera uno así; alguien capaz de ver cosas maravillosas donde los demás vemos solo lo común y que fuera capaz de enseñárnoslo; espero, de momento, haberlo logrado en parte. Estas dos pequeñas cosas fueron mi inspiración para Eren y buena parte de lo que esta historia es, así que solo quería compartirlo con ustedes; que supieran de donde nacía la historia y he aprovechado que pude incluir esta pequeña cita en el capítulo para contárselos.

También como ya es costumbre aprovecho de avisar que las próximas actualizaciones deberían ser para La Joya de la Corona y el último capítulo de Amar en Tres Tiempos, respectivamente. Me he demorado un poco más por In Focus y el beteo de esta entrega, pero confío en tener ambas para esta semana. Entre mañana martes y el miércoles la de La Joya y entre viernes o lunes de la Amar en Tres tiempos para darla por concluida.

Y ahora sí, ya sin más que comentar, me despido. Como siempre mil gracias a todos quienes leen, comentan o mandan mp’s, votan, añaden a sus favoritos, a sus alertas y sus listas; siempre me anima saber que la historia sigue gustando a pesar de todo. Y espero de corazón que hayan disfrutado de este capítulo.

Un abrazo enorme para todos y hasta dos semanas más.

Tess


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