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In Focus (Riren/Ereri) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

Capítulo 13:

Excepciones

 

Cuando nos conocimos, algo en el interior de ambos cambió, y, fuera lo que fuera, hacía que nos necesitáramos el uno al otro. Por razones que desconocía, yo era su excepción, y, por mucho que hubiera intentado luchar contra mis sentimientos, él era la mía.

(Jamie McGuire, Maravilloso Desastre)

 

 

 

Con algo de impaciencia, Levi se paseó por milésima vez alrededor de la sala en busca de algo que hacer; al ver que todo estaba en su sitio, soltó una frustrada imprecación y volvió a concentrar su rabia en el responsable de su malhumor. El maldito mocoso llevaba quince minutos de retraso, ¡quince! Y algo que él detestaba era la impuntualidad.

Había sido la noche anterior, mientras cenaban, que Eren le propuso cancelar su habitual paseo matutino de esa mañana, argumentando que deseaba llevarlo a otro sitio y que, por supuesto, este sería una sorpresa. Tras todo lo acontecido durante los últimos días, Levi no estaba demasiado seguro de sentirse con ánimo para más sorpresas, así que intentó indagar un poco sobre lo que el chico se traía entre manos, pero, como no, el mocoso se negó a decirle, aduciendo que entonces ya no sería divertido.

Divertido y una mierda, se dijo mientras revisaba nuevamente su móvil para cerciorarse de no haber pasado por alto algún mensaje, aunque obviamente no lo había hecho. Debería haberle exigido a Eren mayores explicaciones antes de acabar aceptando, pero él fue tan tonto que se dejó convencer por su maldita expresión de cachorro desvalido. Y allí estaba ahora, esperando desde hacía casi dos horas porque no sabía que más hacer una vez el sueño lo abandonó. Incluso su ansiedad llegó a tal punto que acabó llamando a Erwin para saber sobre sus planes de viaje, a lo que este le infirmó, con total alegría, que llegaría a primera hora del día siguiente y que tenía muchísimas ganas de verlo. Tch, como si él ya no tuviese suficientes problemas.

Después de descartar la idea de esperar al chico fuera de casa o el comenzar a enviarle mensajes como un loco para acusar su retraso, Levi volvió a sentarse en el sofá e intentó leer un poco, pero no logró concentrarse lo suficiente, sobre todo cuando empezó a temer que la demora de Eren pudiera deberse a algún problema más grave ya que este rara vez lo hacía esperar. Tal vez, pensó, no fuese tan mala idea llamarlo, solo por si acaso…

Finalmente harto de su paranoia, Levi se puso de pie una vez más y miró con ojo crítico a su alrededor, buscando de nuevo algo por hacer que llamase su atención y lo ayudase a redireccionar su preocupación; sin embargo, todo en la primera planta de la casa estaba ordenado e impecable a causa de su jodido TOC, que no lo dejaba en paz hasta que dejaba todo limpio y en su lugar, ¿por qué no podía tener un poco de desorden o polvo cuando más lo necesitaba?

Agotado de todo aquel desgaste mental, se sentó una vez más en el sofá, concentrándose en desatar y atar de forma perfecta los cordones de sus deportivas grises, pretendiendo que quedasen ambos lados del mismo largo y con un nudo simétrico. Una vez se sintió satisfecho con el resultado, dejó caer su cabeza sobre el respaldo del sofá e intentó relajarse. Al repasar mentalmente las indicaciones de Eren sobre que se vistiese con algo cómodo y abrigado, porque les tocaría caminar un buen trecho al aire libre, además de que llevase algo de comer porque sería una jornada larga, le hicieron preguntarse, no por primera vez en esas horas trascurridas, dónde demonios pensaría llevarlo el chico. Poco a poco Levi estaba comenzando a darse cuenta de que pasar tiempo con Eren era una constante sorpresa. Jamás sabías con lo que este te iba a salir.

Acababa de subir a buscar a su cuarto un anorak negro, que le pareció más adecuado para la ocasión, cuando le llegó un mensaje al móvil y sintió como el corazón se le aceleraba en el pecho. «Estoy fuera», era todo lo que decía, pero solo eso bastó para que él tomara a toda prisa el bolso con la comida, su billetera y las llaves de la casa; estaba desesperado por salir y encarar al jodido mocoso. Ya se iba a enterar Eren del lío en el que acababa de meterse.

Esa mañana el chico volvía a conducir el jeep 4x4 de Annie y, al verlo salir, le hizo señas con una mano a modo de saludo, regalándole una sonrisa de paso. Levi le devolvió el gesto con un ceño fruncido y enseñándole el dedo medio, ante lo que la sonrisa del otro se amplió aún más.

—Treintaicinco minutos tarde, Jaeger. Treintaicinco jodidos minutos, ¿es que deseas morir? —ladró él nada más subirse al coche. Eren a su lado, se mostró un poco contrito, pero no lo suficiente para su gusto.

—Lo siento mucho, Levi, pero me retrasé porque Annie debía ocupar el coche en la mañana y no me lo pudo dejar hasta ahora. Pensé en la posibilidad de que fuéramos en bicicleta, pero en esta fecha el camino es un poco duro y suelen haber unos cuantos accidentes si no estás acostumbrado al terreno.

—¿Es que acaso piensas llevarme a la puta montaña? —le preguntó con acidez, a modo de pulla mientras se colocaba el cinturón; sin embargo, al no obtener una respuesta inmediata, volvió el rostro y se encontró con que la expresión de culpabilidad de Eren parecía haberse tornado aun mayor, por lo que él dedujo de inmediato que había acertado de lleno—. Mierda, has perdido la cabeza, mocoso.

—No es precisamente a la montaña —se excusó este de inmediato, apresurándose a poner el coche en marcha para, seguramente, no darle oportunidad de bajarse y huir—, pero sí iremos al bosque que está al este, por lo que nos tocará caminar bastante en terreno agreste. Por eso te sugerí que te vistieras con algo cómodo.

Levi miró sus vaqueros grises y supo de inmediato que no sobrevivirían a esa jornada si llegaba a tener una caída; una probabilidad alta si se tenía en cuenta que la llovizna de la noche anterior acabó por convertirse en lluvia hacia la medianoche. Joder, iba a terminar con barro hasta las cejas. Lo único bueno, pensó, era que el anorak lo protegería del frío que seguro habría esa mañana y se alegró de haberlo escogido, ya que debajo solo llevaba puesta una camiseta negra de manga larga y nada más.

Por su parte Eren iba, bueno, casi igual que siempre. El chico llevaba el mismo suéter verde que le había visto usar el día que se conocieron, y que en ese entonces él pensó hacía resaltar sus ojos, además de unos vaqueros azules deslavados, aunque estos parecían un poco más gruesos de los que utilizaba habitualmente. Sus deportivas negras habían sido cambiadas por un par de botines fuertes del mismo color, de seguro para poder caminar mejor por el terreno dispar, mientras que su anorak gris descansaba en el asiento trasero junto a la cámara y el bolso en bandolera que este siempre cargaba. Entre tanto lo observaba conducir, Levi no pudo evitar pensar que si ese tipo de paseos con Eren se volvían algo habitual, quizás lo mejor sería comprarse un tipo de calzado más resistente. No estaba muy convencido de que sus pobres deportivas grises resistieran esa aventura.

Tras soltar un suspiro, mitad exasperación, mitad resignación, se apresuró a inclinarse hacia la radio y buscar una cadena de música que fuese de su agrado. Los verdes ojos del chico se llenaron de indignación cuando él optó por una que en ese momento tocaba una pieza de jazz, pero una mirada de advertencia de su parte bastó para que mantuviese la boca cerrada.

—Supongo que te has parado a pensar que, después de la lluvia de anoche, en la madrugada hizo un frío de los mil demonios, ¿no, mocoso? Porque de seguro tiene que haber escarchado allí arriba —le dijo, refiriéndose a la pequeña cadena montañosa que servían de barrera natural al bosque y como borde limítrofe de Shiganshina—. Joder, se nos van a congelar hasta los huevos en ese maldito sitio.

La carcajada de chico no se hizo esperar, llenando el reducido espacio del coche con aquel sonido que a él le gustaba tanto.

—¡Venga, Levi, no seas tan dramático! Coincido contigo en que seguramente hará un poco de frío, pero no lo pasaremos tan mal, te lo prometo. Además, eso es precisamente lo que vamos a buscar —le dijo Eren con su acostumbrado buen humor. Al contemplarlo unos cuantos segundos con detenimiento, él se dio cuenta de que este en verdad lucía muy contento ante la idea—. Ayer estuve pensando sobre el tipo de fotografías que quiero mostrar para la exposición de marzo, así que después de llegar a una conclusión, se me ocurrió probar suerte con algo distinto. Por eso cuando anoche se puso a llover, supe de inmediato que hoy sería el día adecuado para intentarlo y lo tomé como una señal del destino —admitió con absoluta convicción; aun así un leve sonrojo tiñó sus morenos pómulos debido a la vergüenza que revelar aquello le producía—. Te invité a acompañarme porque sé que es algo que te gustará. Confía en mí.

Para Levi, Shiganshina seguía siendo un lugar cargado de recuerdos dolorosos y negativos, recuerdos que la mayor parte del tiempo le exigían a gritos largarse de ese sitio que solo le trajo sufrimiento durante su infancia. Él en verdad odiaba esa ciudad, no obstante, desde su retorno hacía un par de meses atrás, poco a poco comenzó a notar como ya no le resultaba tan malo permanecer allí, sobre todo si intentaba no echar al olvido las cosas buenas que también vivió, como los años junto a su madre o sus escapadas infantiles en las que podía fingir que tenía una vida mucho mejor que aquella. Y Levi sabía que el principal responsable de ese cambio tan radical en sus emociones, era Eren y su particular forma de mirar el mundo. Ver Shiganshina a través de los ojos de este, redescubrir el lugar de sus recuerdos de niñez gracias a él, le estaba ayudando a superar su pasado.

El paseo de aquella ocasión fue un recorrido de casi una hora con rumbo a la zona interior de la ciudad, atravesando las granjas y plantaciones agrícolas allí emplazadas y que se extendían hasta casi llegar al comienzo de la zona boscosa, que era donde ellos iban.

Los escasos recuerdos que Levi tenía de aquellos parajes eran un poco difusos en su mente, de seguro debido a la corta edad que tendría cuando visitó ese lugar por última vez. En sus casi dos décadas de ausencia, las granjas se habían modernizado y los caminos eran mucho mejores, lo que hacía que el transitar por allí fuese notablemente más fácil. Además, se veía en la obligación de reconocer que esa era una agradable mañana para dar un paseo. El débil sol matinal finalmente había hecho su aparición después de muchos días de ausencia, desterrando las nubes grises y tintando el cielo del límpido color celeste que solo podía apreciarse tras la lluvia. Al mirar hacia las granjas que los rodeaban, él pudo ver al ganado ya pastando y como algunos pobladores se afanaban en el duro trabajo de la tierra a pesar de que no eran ni las nueve de la mañana. Todo a su alrededor parecía muy animado, reflejando unos colores vibrantes y resplandecientes que no eran para nada habituales y lo hacían lucir todo como recién pintado. Hacia donde sus ojos se posaran, Levi no veía más que vida, y eso, de algún modo, le resultó reconfortante. El mocoso tenía razón, aquella era una mañana perfecta.

Finalmente, cuando llegaron a su destino, Eren dejó el coche estacionado justo en el linde del bosque, limitándose a sacar sus pertenecías para echárselas al hombro antes de ponerse en marcha. Levi protestó un poco de dejarlo allí, aduciendo que lo que más probable fuera que lo robasen antes de que ellos regresaran, pero este desestimó sus reparos diciendo que no sería así, ya que no era la primera vez que lo hacía y que además la vida en ese sitio no era como en las grandes ciudades, por lo que no existía necesidad de ser tan desconfiado. Levi, un poco a regañadientes, no tuvo más opción que tragarse sus reproches ya que sabía que en el fondo el chico tenía razón.

Siguiendo las indicaciones y los pasos de Eren, poco a poco ingresaron al bosque. Tal y como él temía, el terreno estaba blando y resbaladizo debido a la lluvia nocturna, pero al ser un camino relativamente plano, no les dio mayores inconvenientes. El débil sol de invierno seguía colándose entre las desnudas ramas de las altas hayas, cuyos grisáceos troncos se elevaban hacia el cielo, y los robustos robles sin hojas ya, que lucían oscuros y majestuosos en su austeridad invernal. El suelo estaba repleto de humedecidas hojas desechas que ya pronto se convertirían en el próximo abono, y en el silencio que allí reinaba, roto de vez en cuando por los comentarios de Eren o alguna que otra maldición de su parte, podían oírse el graznar de unas cuantas aves no migratorias y los ligeros chillidos de los pequeños animalillos que allí vivían.

A pesar de que una parte de sus primeros años de adiestramiento militar se llevó a cabo en zona montañosa, Levi, por aquel entonces, jamás se dio el tiempo suficiente para admirar realmente lo que lo rodeaba. Desde que decidió entrar en la milicia, se concentró en cumplir bien y destacar lo más posible, deseoso por demostrarles a todos los imbéciles que creían que por no ser tan alto o corpulento como el resto, acabaría abandonando. Una vez él se fijó aquella meta, no despegó los ojos de ella, olvidándose de todo lo demás por considerarlo irrelevante.

Demonios, cada vez que miraba su vida hacia atrás sentía que, a pesar de todo lo aprendido y ganado en esos años, no había vivido realmente. Y aquel no era un sentimiento demasiado agradable.

—Nuestra primera parada será un poco antes de llegar al primer claro que se encuentra como a medio kilómetro de aquí —le explicó Eren volviéndose momentáneamente a mirarlo. A pesar de que este respiraba con normalidad, Levi detectó que sus pausas entre palabras eran más largas de lo habitual, lo que evidenciaba que el aire gélido que allí imperaba también le estaba afectando a pesar de llevar puesto su sempiterno anorak gris y una gruesa bufanda negra de punto que, según le explicó el chico, le había tejido su madre—. Quiero tomar algunas fotografías de esa parte del bosque en particular. Cuando lo veas entenderás el por qué —una sonrisa enigmática curvó levemente sus labios e iluminó aquel par de bonitos ojos verdes. El maldito mocoso disfrutaba generándole expectación.

—¿Y cuantas paradas como esa pretendes hacer hoy? —le preguntó él con suspicacia. Mientras más se adentraban en el bosque, Levi comenzaba a darse cuenta de que su pequeño paseo de ese día sería mucho más largo que sus caminatas habituales; sin embargo, pensó, lo más terrible de todo era que la idea de pasarse buena parte del día en compañía de Eren no lo incomodaba en lo absoluto. Que jodido estaba, demonios.

—Tres. La segunda será en el claro y la última en la cascada que se encuentra un poco más lejos, aunque nos tocará caminar otro buen trecho para llegar hasta allí, pero estoy seguro que va a encantarte —el chico volvió a reír—. Ya tengo en mente lo que deseo fotografiar, pero puede que tarde un poco en conseguir el efecto que busco o que simplemente no resulte en lo absoluto. La fotografía es un poco compleja en ese sentido.

Levi no pudo más que admirarse, una vez más, de la tenacidad que el chico mostraba y del inmenso amor que parecía sentir por lo que hacía. Un mundo que para él seguía siendo tan misterioso como difícil de comprender pero que, para Eren, resultaba tan vital como el respirar. Y no por primera vez se preguntó que mierda tendría el maldito médico en la cabeza para no darse cuenta de lo que en verdad necesitaba su hijo.

El resto del trayecto fue igual de silencioso que antes, roto solo de vez en cuando por el ruido de los pasos de ambos sobre la hojarasca y el sonido de sus respiraciones, cada vez más pesadas. Una retahíla de imprecaciones escapó de sus labios cuando, por un descuido de su parte, casi acabó de culo en el embarrado suelo tras pisar un traicionero charco cubierto de hojas resbaladizas, solo salvándose de ello gracias a la rápida reacción del chico que alcanzó a sujetarlo de un brazo. Eren, después del susto inicial, comenzó a desternillarse de risa, y ni siquiera sus amenazas sobre darle una paliza si no dejaba de hacerlo, sirvieron para que se controlara.

Tch, que jodieran al mocoso.

Una vez retomaron su caminata, sus ojos grises de inmediato se clavaron en la ancha espalda del chico que en ese instante caminaba delante de él. Eren parecía especialmente contento esa mañana, de hecho, desde la noche de su confesión en el acantilado, este se mostraba de un increíble buen humor, como si haberse sincerado lo hubiera liberado de un peso invisible.

Debido a todo el tiempo que habían pasado juntos durante los últimos meses, a Levi se le estaba haciendo mucho más fácil leer y predecir los estados de ánimo del chico. Eren, por lo general, siempre se mostraba alegre y risueño cuando estaban juntos, solo complicándole la vida durante alguno de sus arranques de obstinación o subidas de temperamento que hacían acto de aparición de tanto en tanto; algo con lo que él ya estaba aprendiendo a lidiar. Pero a su vez, también existían otros momentos en los cuales el chico parecía caer dentro de una nube oscura, apocándose por cosas tontas y volviéndose terriblemente inseguro en cuanto a sus capacidades; sin embargo, cuando las cosas peor le iban a Levi, era en las extrañas ocasiones en que Eren se enfadaba o frustraba por algo y sufría ataques de mutismo que él no sabía cómo interpretar ni resolver, porque el mocoso se convertía en un mundo aparte de todo el resto, y aquella, en su opinión, era la parte más dañina de Eren; ese pedacito del chico que seguía siendo un completo secreto y que Levi no podría descubrir hasta que este mismo decidiera que quería compartirlo con él.

A medida que avanzaban, poco a poco la claridad que se colaba por las ramas desnudas de los árboles fue haciéndose cada vez más escasa y, antes de que se diesen cuenta, estaban atravesando bosque cerrado, quedando inmersos por completo dentro de él. Levi levantó la vista asombrado, sintiéndose un poco intimidado por la magnificencia de las altísimas secuoyas que lo conformaban. Estas se alzaban hacia el cielo, rectas e interminables, árboles tan imponentes como vetustos que resguardaban aquel pequeño rincón y veían pasar pacientes el tiempo; sus enramados brazos, cubiertos de verde follaje, formaban un impenetrable techo de hojas sobre sus cabezas a través del cual se colaban haces de luz solar que creaban un efecto caleidoscópico a causa del viento que mecía las frondosas copas. Aquello, se dijo él, era en verdad un espectáculo bonito.

—¿Te ha gustado? —le preguntó repentinamente Eren, sacándolo de sus cavilaciones.

Levi asintió e inspiró profundo para llenarse los pulmones del aire cargado de humedad y vida que allí se respiraba. A pesar de la ligera quemazón que el frío le provocó en un primer momento, fue una sensación agradable.

—Es impresionante. Cuando niño nunca llegue tan lejos en el bosque.

—Sí, yo tampoco lo hice en ese entonces. Cada vez que salía a explorar, mi madre me obligaba a prometerle que no sería un imprudente —le explicó divertido este; un ligero brillo de travesura infantil iluminando aquellos ojos tan verdes como el mismo bosque—; pero entonces cumplí los quince, y descubrí que mi madre no tenía por qué enterarse de todo lo que hacía.

Levi rodó los ojos ante esa confesión.

—Tch, creo que siento pena por tu madre, mocoso.

—Dices eso ahora porque no la conoces todavía, pero cuando lo hagas… —las palabras de Eren murieron abruptamente en sus labios al darse cuenta de lo que acababa de insinuar, de lo que aquello significaba.

Él tenía muy claro que el paso de llegar a conocer a la familia del otro entrañaba un tipo de intimidad y complicidad que ellos no compartían todavía, que quizás no llegasen a compartir nunca si su relación no se volvía algo más sólido en el tiempo y se decidían a formalizar lo que fuera que tuviesen; además, Levi no se sentía demasiado deseoso de presionar al chico en ese asunto para que lo dejase entrar en su vida, a menos, claro, que el puto destino confabulara para que esos encuentros ocurrieran… nuevamente.

—Conocí a tu padre ayer en la tarde —soltó él de golpe, casi del mismo modo brusco en que dejó salir todo el aire de sus pulmones tras esa confesión. Los ojos de Eren se abrieron enormes, dándole un aire confuso y aterrado al mismo tiempo.

—¿Mi… padre? —inquirió nervioso. Levi asintió—. Pero, ¿dónde? ¿Cómo?

—En la cafetería de Hannes. Estaba allí junto a Hange cuando este llegó a retirar un pedido y bueno, fue cosa de oírlos hablar un poco y sumar dos más dos. No llegamos a intercambiar confidencias si es lo que te está preocupando, mocoso idiota, pero creo que tu viejo sospecha que te traes algo conmigo —levantó nuevamente la mirada hacia el cielo cubierto de hojas y respiró profundo. Cuando sus ojos volvieron a posarse en el rostro del chico, detestó la expresión de angustia que vio en él—. Ustedes dos no se parecen en casi nada, ¿sabes? La complexión física, quizás, el cabello… pero en lo demás…

Un dejo de sonrisa, leve y no muy animada, se dibujó en los labios de Eren. No era su sonrisa habitual, aquel bonito gesto que Levi siempre asociaba con el chico, pero de momento le bastó con haber logrado que parte del angustiante dolor desapareciera de aquellos ojos.

—Porque me parezco a mi madre. O eso dicen quienes nos conocen —admitió este. En esa oportunidad, Eren se sentó en un tocón lleno de musgo sin importarle en lo más mínimo el estado en que quedarían sus pantalones y agarró el bolso de su cámara para poder sacarla. Su típico desahogo para calmar la ansiedad—. No tengo ninguna fotografía de ella aquí, pero es en verdad una mujer muy guapa —nada más decir aquello, un sonrojo furioso le coloreó las mejillas y lo miró con infinita vergüenza—. N-no quiero decir con eso que yo… No intentaba decir…

—Tch, que mocoso tan presumido —lo cortó él de golpe. El chico lo miró con sus enormes ojos de lechuza aterrada y Levi, siguiendo un impulso, se acercó lo suficiente para poder posar la mano sobre su mejilla, acunándola durante unos cuantos segundos. Una caricia inocente ante la que sin embargo Eren pareció a punto de sufrir un infarto, hasta que él le dio un suave pellizco—. Pero no estás nada mal. Me alegra que te parezcas a tu madre.

—Ah… gracias, supongo. Yo… también pienso que tú tampoco estás mal —farfulló el chico y clavó de inmediato la vista en el suelo cubierto de hojas y ramitas secas, aferrando la cámara como si su vida dependiera de ello.

La intención de Levi al decirle aquello no era avergonzarlo, por supuesto, pero de igual modo le resultó un poco adorable el notar lo rojas que este tenía las orejas, que le quedaban al descubierto al llevar el castaño cabello sujeto, y la parte posterior del cuello. Le gustaba ese lado de Eren, el que se abochornaba por tonterías, como también lo alegre y entusiasta que era la mayor parte del tiempo o el hecho de que le obligase a abrir los ojos al mundo. Si tuviese que poner en una balanza las cosas que le molestaban del chico y cuales no desearía que este perdiese jamás, tenía muy claro hacia que lado esta acabaría inclinada, y de una manera muy evidente.

Que putada. Hange tenía razón y la edad lo estaba ablandando.

—Oi, ¿no ibas a tomar unas fotografías, mocoso? —le preguntó a Eren después de un par de minutos de silencio. De inmediato este levantó la cabeza y lo miró como si acabara de recordar algo de vital importancia, volviendo a animarse nuevamente.

—Sí, tengo unas ideas interesantes para este lugar que espero me resulten. No hay mucha luz natural, pero creo que podré encontrar un buen ángulo para algunas fotografías —le dijo el chico mientras rebuscaba en su bolso. Cuando halló lo que buscaba, se apresuró a tomar su cámara para cambiar el objetivo de esta con dedos hábiles y seguros. Al dirigir su verde mirada hacia él y notar que Levi lo observaba, una suave sonrisa asomó a su labios—. Necesito otro tipo de lente para fotografiar en terreno, sobre todo si puede que haya movimiento, como seguro ocurrirá una vez lleguemos al río. Este es un teleobjetivo, y es el más adecuado para el tipo de trabajo que tengo hoy en mente.

Levi asintió por educación, a pesar de no entender demasiado de lo que el chico le estaba explicando. Él estaba seguro de que Eren siempre intentaba simplificarle mucho las cosas, pero al serle la fotografía un mundo completamente desconocido, se sentía perdido la mayor parte de las veces; y, no por primera vez se preguntó, si no sería una buena idea intentar aprender un poco más sobre el tema. No deseaba que Eren le enseñase a fotografiar como este ofreció hacer con anterioridad, pero Levi se dijo que quizás podría comprar un par de libros e instruirse un poco más. Algo que detestaba era sentirse como un imbécil ignorante.

Una vez hubo acabado de armar la cámara, el chico se puso de pie y comenzó a dar vueltas por allí, tomando algunas fotografías al bosque de secuoyas y enfocando de tanto en tanto el complejo enramado que tenían encima y desde donde se colaba la poca luz que entraba a ese lugar. En tanto este trabajaba, Levi no le quitó los ojos de encima, fascinado por ese cambio que siempre notaba en él cuando se metía en su propio mundo y, aunque no le gustara reconocerlo del todo, sintiéndose también un poco ansioso por la marea de emociones que parecían nacer dentro suyo cada vez que Eren estaba cerca.

Demonios, Levi sabía que sería tan fácil ceder y acercarse… mandar todas sus precauciones a la mierda y decirle al chico que se arriesgaría con él, pedirle que comenzaran una relación de pareja, pero… ¿sería en verdad justo para alguno de los dos? Levi se sentía todavía demasiado a medias, demasiado dañado; demasiado consciente de que, mientras una parte suya estaba allí con Eren y sabía que deseaba darse esa oportunidad, su otra mitad seguía revolcándose en la culpa por los errores cometidos en el pasado, y era esta misma la que le repetía una y otra vez que no se merecía comenzar nuevamente. Tenía días mejores que otros, por supuesto, pero también estaban los malos, y no quería cargar al chico con eso. Si en algún momento decidía estar con Eren, sería cuando ya no hubiesen dudas de ningún tipo dentro de él, cuando pudiera ser lo que este en verdad necesitaba.

Pero el otro gran problema, y el que más reticencias le daba de aceptar dar ese salto, no eran sus propias dudas, sino las del chico. Así como Levi se sentía dividido en dos partes tan opuestas, al mismo tiempo creía que Eren estaba fragmentado más allá de lo posible y, aunque el mocoso le había dicho que él le gustaba, Levi podía reconocer el miedo tras esa confesión, y no era precisamente temor al rechazo, sino a que él le dijese que sí. Era curioso cómo pudo percatarse de ese hecho, pero sentía que mientras más tiempo pasaba con el chico, más fácil se le hacía comprenderlo, ya que poco a poco las piezas del puzle que era Eren Jaeger comenzaban a encajar, aunque todavía parecían quedar demasiados espacios en blanco.

Joder, ¿por qué todo tenía que ser tan difícil? Quería estar con Eren, sentía que lo necesitaba en su vida como nunca pensó que podría llegar a necesitar a alguien, pero temía no ser suficiente. Él era una mierda como persona cuando se trataba de dar apoyo y confortar a los demás, y no se creía capaz de poder hacerlo bien con el chico, por más que lo quisiera, por más que se esforzase. Levi sabía que Eren se merecía algo mejor, a alguien que pudiese ayudarlo a sanar de verdad todas sus heridas, no un maldito bastardo insensible como él. ¡Mierda, si minutos atrás ni siquiera tuvo el valor de preguntarle al mocoso cual era el verdadero problema que tenía con su padre!, se recordó, molesto por su cobardía. Y eso que él mismo parecía ser incapaz de quitarse de la cabeza al maldito doctor después de ese encuentro.

El sonido de la cámara al dispararse, seguido de la queda risa de Eren, lo volvió a la realidad justo a tiempo de ver como este lo fotografiaba. Levi soltó un gruñido de protesta y se acercó al chico en un par de zancadas, pero Eren, aprovechándose de su alta estatura, levantó el aparato lejos de su alcance, donde él no podría cogerlo a menos que pusiese en juego su dignidad pegando brincos como un maldito mono, y eso no lo haría bajo ningún concepto. Durante una fracción de segundo, por su cabeza pasó la idea de patear al otro en la espinilla y obligarlo a ponerse de rodillas, y la tentación fue enorme, sobre todo al ver la sonrisilla de suficiencia del mocoso; pero, luego de pesarlo un poco, Levi temió que la cámara también cayera al suelo y se estropease, y solo por consideración a eso se contuvo.

—Voy a matarte, Jaeger. Ya habíamos hablado sobre que detesto que me fotografíen y no haces más que saltarte esa puta norma —le soltó indignado—. Bórrala.

—¡Hey, no seas así! ¡Negociemos! —le soltó Eren como tantas otras veces, intentando persuadirlo con su encantadora sonrisa y sus palabras amables, pero en esa ocasión él no se dejó convencer y lo miró con seriedad.

—Tch, negociar y una mierda. Además, tus tratos siempre me parecen en extremo dudosos.

—No te propondré nada complicado, lo prometo —le dijo el otro inocentemente, pero el ansioso brillo que se reflejaba en aquellos ojos verdes le advirtió que este se traía algo entre manos. Condenado mocoso manipulador.

Soltando un suspiro cargado de fastidio, Levi se cruzó de brazos y le lanzó una mirada severa ante la que el chico ni se inmutó.

—Está bien, mocoso de mierda, suelta ya cuál es tu jodida negociación. Y si me vuelves a salir con alguna de tus ideas imposibles, te patearé hasta sentirme satisfecho antes de borrar esa puta foto —le advirtió él con tono fatalista.

Eren asintió, obediente.

—Esta vez en verdad es algo fácil —repitió—. Te la cambiaré por un beso. Si me besas, te prometo que la borro.

En el primer momento en que escuchó aquella propuesta, Levi pensó que había oído mal, que algo en el silencio del bosque o en su deteriorado cerebro acabó por mezclar las palabras y eso no era lo que el chico en realidad deseaba decir. Sí, tenía que ser así, se dijo; pero, cuando su mirada se encontró con aquella otra que asemejaba los colores del bosque que los rodeaba, tan ansiosa y anhelante, tan llena de una anticipación que hizo que su propio corazón se acelerara, comprendió que no había error alguno: Eren en verdad le estaba proponiendo ese trato demencial.

Al incrédulo asombro que sintió primeramente lo siguió la vergüenza. Levi notó el calor subirle al rostro y posarse en su mejillas sin que hubiese forma de evitarlo, menos aun cuando el chico lo observaba con una intensidad que no le daba tregua.

Él sabía que un «no» en respuesta, seguido de un comentario mordaz, bastarían para poner al mocoso en su lugar, pero, por una vez, su boca pareció incapaz de abrirse para expresar lo que en verdad deseaba decir; o quizás, le dijo una traicionera vocecilla dentro de su cabeza, ese era el verdadero problema, que su respuesta era otra muy distinta. Intentando tranquilizarse un poco, Levi respiró profundo y trató ordenar sus ideas lo suficiente para poder centrarse, para descubrir que era lo que realmente deseaba hacer, y un sentimiento muy similar al pánico lo embargó al darse cuenta de que ansiaba aceptar al maldito reto de Eren, a pesar de saber que el borrar aquella fotografía solo sería una absurda excusa para ambos.

Oh, demonios, que jodido estaba.

—Tch, puedes quedarte la condenada foto —masculló a regañadientes un par de minutos después, odiándose un poco por haber dejado pasar esa oportunidad, pero también siendo muy consciente de que ese no era el momento adecuado para dar ese paso—; sin embargo, vuelve a tomarme otra fotografía sin mi consentimiento, mocoso, y te juro que haré que te tragues la puta cámara.

Eren asintió y sonrió, aunque cierto aire de decepción pareció anidar en sus ojos. De inmediato un aguijonazo de culpabilidad golpeó a Levi con certera precisión a causa de su cobardía.

—Lo sé, lo sé, pero simplemente no pude dejar pasar la oportunidad. Todo esto sería mucho más fácil para los dos si solo aceptaras posar para mí y me permitieras fotografiarte, Levi —contraatacó el otro—. Odio el tener que estar poniendo mi integridad física en riesgo cada vez que te robo alguna toma. Eso no es sano.

Levi le enseñó el dedo medio para indicarle lo que le importaban sus reclamos, pero de todos modos sonrió un poco. Eren, ya seguro de que su «integridad» y la de su cámara no estaban en riesgo, volvió a posarla colgada sobre su pecho, tamborileando sus largos y morenos dedos en el cuerpo de esta, como solía hacer cuando estaba nervioso.

Por un instante él tuvo la tentación de posar sus manos sobre las del chico y detener así aquella ansiosa danza, como si con aquel simple gesto pudiese también calmar las emociones y dudas que, seguramente, llenaban aquella cabeza inquieta. Levi estaba seguro de que Eren las tendría tan frías como siempre y que estas se acoplarían a la perfección bajo las suyas, como si estuviesen hechas para eso. Y asimismo sabía que, de permitirse aquello, ya no podría dar marcha atrás. Cada vez que estaba con este y llegaba a conocer más de su vida o aprendía algo nuevo sobre quien era en realidad, Levi se hallaba más y más cerca de caer por él de manera irremediable, de cerrar los ojos y arriesgarse en una maldita caída libre. Se hallaba tan cerca del borde de aquel precipicio que sabía, solo bastaría un pequeño empujón para caer del todo y así acabar de enamorarse de Eren; sin embargo, lo verdaderamente aterrador de ese tipo de caídas no era está en sí misma, sino el terrible impacto que la mayoría de las veces esperaba debajo a quien se arriesgara; y él no se sentía tan valiente como para correr ese riesgo. Todavía.

Y fue por esa cobardía que guardó silencio y solo asintió cuando el chico le dijo que se pusiesen nuevamente en marcha para alcanzar a hacer todo lo que tenía planeado para ese día. No obstante, mientras lo observaba andar frente suyo, con la seguridad que le daba el estar en un sitio que conocía bien y donde se sentía cómodo, Levi no pudo más que desear el poder enterrar de una maldita vez todos sus miedos e inseguridades, y así decidirse a tomar finalmente la mano de Eren para poder caminar a su lado.

Ese chico no era ni sería jamás su opción más segura, por el contrario, era quizás su mayor excepción, alguien que él jamás imaginó podría llegar a gustarle siquiera; pero la misma vida le estaba enseñando, a base de golpes, que muchas veces lo que en verdad necesitaba era romper el molde y, ciertamente, aquel condenado mocoso estaba fuera de todos los cánones que Levi tuvo alguna vez.

Eren Jaeger era terriblemente imperfecto y, por eso mismo, él parecía ser incapaz de apartar los ojos de este. Sin duda alguna ese caótico chico de ojos verdes y sonrisas fáciles era la perfecta excepción que necesitaba en su vida, y también la única que en realidad quería.

 

——o——

 

Mientras buscaba la velocidad de obturación adecuada para las fotografías que deseaba realizar, Eren miró de forma disimulada a Levi que se paseaba de un lado a otro por la ribera del río, curioseando por los alrededores y observándolo todo con abierta curiosidad, casi como un niño pequeño descubriendo un montón de cosas por primera vez. Y le pareció adorable.

La idea de aquella alocada escapada al bosque fue algo que se le ocurrió la tarde anterior mientras ponía un poco de orden en sus carpetas de trabajo. Eren todavía no era capaz de decidirse por las fotografías que enseñaría en la exposición, así que la perspectiva de perderse un día por allí y ver si obtenía algún buen resultado le pareció tentadora. En un comienzo él había planeado ir solo, pero luego de haber recibido aquella extraña petición de Levi para que fuese a verlo la noche anterior, después de haberle preparado la cena y de que comieran juntos, comenzó a preguntarse por qué no darle esa oportunidad, por qué no permitirle a este formar parte de ese trocito de su vida que generalmente no solía compartir con nadie; y acabó invitándolo. Ahora, mientras lo observaba a escondidas y se fascinaba con su presencia, supo con certeza de que había tomado la decisión correcta.

Eren buscó una roca lo suficientemente seca y se sentó cerca de la orilla del rio, haciendo una foto de prueba a la pequeña cascada que deseaba fotografiar. Esta era una delgada cinta de agua plateada que caía desde un muro natural de piedra oscura de unos siete metros de altura y se precipitaba hacia el rio de forma suave y ramificada al golpear contras las rocas, dejando miles de gotitas suspendidas en el aire que le daban al bosque que la rodeaba un aire etéreo y mágico, sobre todo porque parte de los hierbajos y flores silvestres que allí crecían aún estaban un poco escarchados por la helada de aquella madrugada. En verano el caudal de agua que caía de esta aumentaba considerablemente, y contemplarla ya no era un espectáculo tan tranquilo y pacífico como en ese momento, pero sí igual de hermoso a pesar de su violencia. Él estaba seguro de que a Levi le encantaría verlo, ya que resultaba algo muy vivo con todo el bosque en su esplendor. Tal vez cuando la estación estival llegara…

Apartando aquellos pensamientos de un futuro que no tenía para nada seguro, Eren apoyó la cámara sobre sus rodillas y revisó la fotografía de prueba que acababa de tomar; sintiéndose satisfecho con el resultado, comenzó a ajustar los otros parámetros que iba a necesitar antes de ponerse a trabajar. Al notar una ligera sombra caer sobre él, volvió la cabeza para mirar sobre su hombro izquierdo y se encontró con que Levi estaba de pie tras suyo, observando atentamente lo que hacía. Un repentino ramalazo de exacerbada anticipación lo embargó por dentro, haciendo que su corazón se acelerara un poco y su estómago se contrajese, notando el suave bullir de los nervios por sus venas.

Desde su repentina confesión, un par de noches atrás, las cosas entre ambos parecían ser ahora de ese modo, se dijo Eren: con él siempre ansioso y esperando por alguna reacción por parte del otro, y con Levi acortando las distancias entre ellos. No era que aquello le molestara, ¿cómo iba a hacerlo si lo que más deseaba era que el otro hombre le diese una oportunidad? Pero tampoco podía actuar como lo hacía antes de decirle lo que sentía por él. Aquella confesión, definitivamente, había marcado un antes y un después en su relación.

Ya que Eren no tenía demasiada experiencia con todo ese asunto de las relaciones sentimentales, la mayor parte del tiempo temía estar actuando de forma equivocada; no obstante, cuando dos noches atrás tuvo la oportunidad de sincerarse con Levi, lo hizo sin pensar demasiado ni cuestionarse, simplemente porque estaba harto de guardarse las cosas, porque deseaba avanzar y darse una oportunidad. Que aquel hombre siguiera allí junto a él, que pareciera en verdad sentirse cómodo a su lado y deseara verlo, tenía que significar algo bueno, ¿no? Historia de seguro le diría que sí, pero una parte suya, la que siempre era más negativa, le gritaban que este jamás iba a poder corresponderle porque Eren no sería suficiente, nunca lo era: demasiado joven, demasiado inmaduro, demasiado dañado. Si había días en lo que ni siquiera se gustaba mucho a sí mismo, entonces, ¿cómo iba a esperar a gustarle a alguien más, sobre todo a alguien como Levi?

Además, ¿qué demonios tenía en la cabeza para haberle propuesto aquel alocado trato por la fotografía que le tomó a escondidas? Dios, en verdad debía ser un mocoso idiota, como no se cansaba de repetirle constantemente el otro. Desde que conoció a Levi su cerebro era un caso perdido.

—¿Estás replanteándote mi oferta sobre enseñarte a fotografiar? —le preguntó Eren con falsa despreocupación, evitando mirarlo nuevamente. Terminó de ajustar los parámetros y se puso de pie con cuidado de no resbalar en la húmeda superficie de la orilla del rio. La idea de acabar esa jornada calado hasta los huesos no era demasiado tentadora.

—Tch, por supuesto que no; ya te he dicho que esto no va conmigo. Además, seguro y no entiendo ni una mierda.

Él se rio de aquel comentario y, al volverse, se encontró con que este lo miraba con expresión de fastidio, sus claros ojos grises refulgiendo como la plata pulida a causa de la luz invernal. Ver a Levi de pie en aquel claro del bosque, rodeado de las tristes hayas desnudas, completamente limpias tras la lluvia, y bañado con la pálida claridad del invierno, era una imagen muy hermosa, tan bella como lo fue su primer encuentro; aquella vez que lo fotografió mirando hacia el mar en una gris mañana de otoño.

Sin pensarlo siquiera, Eren acercó la cámara a su rostro y solo fue consciente de lo que estaba a punto de hacer cuando Levi acortó la distancia entre ambos y posó una mano sobre la suya, haciendo que se sonrojara ligeramente, tanto por la cercanía como por aquel gesto que denotaba demasiada intimidad.

—No más fotografías mías por hoy, mocoso; recuerda lo que te advertí —le dijo este con total seriedad—. Ya tienes una, así que confórmate y no tientes tu jodida suerte.

Eren pensó que aquella petición de Levi era en verdad injusta; por muchas fotografías que le tomase, aunque fuesen sin su cooperación directa, claro, nunca le parecían suficientes. Era como si algo dentro de él le pidiera más y más, como si necesitase recuperar de alguna manera esos dos años perdidos en los que fue incapaz de fotografiar a otra persona; sin embargo, Levi parecía ser el único capaz de ayudarle, su única excepción. De seguro, se dijo Eren, a ojos de este debía parecer ya como algún tipo de loco acosador.

—Lo haré, pero tu poca cooperación sigue pareciéndome algo muy cruel y mezquino, Levi —admitió con caprichoso disgusto. Iba a soltar una vez más su propuesta para que este fuera su modelo, pero, al ver aquellos afilados ojos entornarse de forma ligeramente amenazante, como si ese hombre esperara que dijese algo así para regañarlo, prefirió callarse aquello de momento. En cambio le preguntó por otro asunto que también llevaba preocupándolo desde la noche anterior, y que no se había atrevido a plantearle porque le aterraba la posibilidad de que este le dijese que no—: ¿Ya tienes planes para Año Nuevo?

La expresión ceñuda de Levi dio paso a una sorprendida, de seguro por el abrupto cambio de tema. Durante unos cuanto segundos no dijo nada pero luego negó con un movimiento de cabeza y se metió las manos dentro de los bolsillos de los vaqueros.

—No en realidad. Puede que Hange y Moblit quieran hacer algo, pero no me van mucho esas mierdas, ya sabes. ¿Por qué?

Eren sintió que la boca se le quedaba seca de repente y que el nudo en su estómago se estrechaba más y más a causa de la ansiedad.

—Ah… verás, las hermanas Reiss, ya sabes, las de la floristería, ellas… bueno… suelen hacer una fiesta de Año Nuevo en su casa cada año e invitan a muchas personas —soltó casi atragantándose con las palabras. La atenta e insondable mirada de Levi sobre él solo sirvió para empeorar sus nervios y notó sus manos temblar, por lo que aferró la cámara con fuerza—. Esas reuniones siempre son divertidas y la mayoría de mis amigos suelen ir, por eso Historia me sugirió que te preguntase si deseabas venir también. Yo sé que no te gustan mucho ese tipo de cosas, pero pensé que quizás tú… no sé, si a lo mejor no tenías nada mejor que hacer… tal vez…

—¿Quieres que vaya? —le preguntó el otro con seria rotundidad, ante lo cual Eren, nervioso como estaba, deseó morir; deshacerse en un charco a sus propios pies y desaparecer de allí sin dejar rastros, de ser posible.

—Yo… bueno… —empezó a farfullar, pero al ver que Levi estaba comenzado a perder un poco la paciencia a causa de sus titubeos, se tragó el miedo y asintió—. Sí, me gustaría que fueses.

Durante unos cuanto minutos el hombre frente suyo guardó completo silencio, sus delgados labios fruncidos en una fina línea y su intensa mirada gris clavada en él. Aunque una parte de Eren se alegraba de que este no le hubiese soltado una negativa destemplada, tanta espera lo estaba poniendo ansioso, por lo que no sabía qué más hacer aparte de dar golpecitos con los dedos a su cámara y sentirse incómodo en su propio cuerpo. Odiaba ese tipo de situaciones.

—Claro, ¿por qué no? —soltó finalmente Levi, y él sintió como si pudiese volver a respirar—. Sí tú aguantarás a los idiotas de mis amigos durante la comida de Navidad, es justo que yo soporte a los tuyos para Año Nuevo.

Tras asimilar que este acaba de aceptar su invitación, una enorme sonrisa se dibujó en su rostro. Eren hubiera querido soltar un grito de alegría y alivio, pero creyó que eso solo incomodaría más a Levi, así que simplemente dejó escapar una risita queda que pronto se convirtió en un sinfín de ellas, logrando que la expresión del otro también se suavizara y sonriera un poco a su vez.

—Tch, que mocoso más extraño y tonto eres —le dijo Levi, divertido. Este se acercó hasta donde él estaba para darle un pequeño pellizco en el costado y su risa se cortó de inmediato, no porque doliera, sino porque aquella cercanía y familiaridad a la que Eren no se sentía tan acostumbrado disparaban su corazón a mil por hora—. Oi, ¿no se supone que tienes fotografías que tomar? —Él asintió de inmediato—. Entonces ponte a trabajar, no quiero pasarme todo el jodido día aquí. Te aseguro que en la tarde hará un frío de los mil demonios; aun puedo ver trozos de hielo desparramados por el lecho del rio y eso que ya es pasado el mediodía.

Luego de un último asentimiento, Eren, mucho más contento, volvió a centrarse en su trabajo, permitiendo que el mundo dejara de existir a su alrededor y concentrándose solo en tomar una fotografía tras otra de lo que llamase su atención.

En algún momento, y a pesar de los regaños de Levi, acabó por quitarse el anorak y la bufanda para quedarse solo con el suéter verde que llevaba debajo, sin importarle demasiado que la gélida brisa de diciembre se le colara debajo de la ropa con la misma facilidad que mecía las desnudas ramas de los árboles. Para él siempre era mejor así, el poder sentir, el compenetrarse con lo que sus ojos veían a través de un lente hasta que la imagen se convertía en una realidad, su realidad; aquella que estaba tan viva como lo estaba él mismo.

Cuando estuvo ya completamente satisfecho, Eren por fin soltó la cámara y estiró un poco sus agarrotados músculos, levantando los brazos sobre su cabeza y soltando un largo suspiró de cansancio. Un estremecimiento lo recorrió por completo al notar el frío mortal que hacía, el cual azotó sin piedad el trocito de piel desnuda que había quedado al descubierto al subírsele el suéter sobre el vientre. Levi, que se hallaba sentado sobre un tronco caído, se puso inmediatamente de pie para acercarle su ropa de abrigo.

—Estoy comenzando a darme cuenta de que eres un mocoso de mierda suicida. Vas acabar pillando una pulmonía —lo regañó mientras le tendía el anorak que él se apresuró a recibir. Cuando la mano de este rozó la suya, el ceño de Levi se frunció aún más—. ¡Joder, estás congelado!

Tal vez porque se sentía contento con ese día compartido o simplemente porque estaba harto de su propia inseguridad, Eren dejó a un lado sus reservas y lo abrazó, estremeciéndose un poco al notar la diferencia de calor entre los cuerpos de ambos.

De inmediato sintió la rigidez de este al estar entre sus brazos, pero también como poco a poco Levi comenzó a relajarse lo suficiente para poder devolverle el gesto. Él sabía perfectamente bien que, a diferencia suya, aquel hombre era en verdad reacio al contacto físico; este mismo se lo había dejado muy claro casi nada más conocerse y hablarle de su TOC y los problemas que este le generaba; sin embargo, a pesar de conocer aquello, Eren no pudo dejar de preguntarse si con Farlan habría sido de la misma manera, si también con este Levi había mantenido las distancias, aquellas que él intentaba romper cada vez que tenía una oportunidad, y, su parte más egoísta, aquella que estaba un poco celosa de aquel fantasma del pasado, deseó que hubiera sido así.

—Anda, compárteme un poco de calor. No seas egoísta —murmuró apenas, con el rostro enterrado en la suave tela negra del anorak del otro, percibiendo el calor que este desprendía y sintiéndose reconfortado por su cercanía. Si por él fuese, se dijo Eren, permanecería así por el resto de su vida—. Ya sabes, trasmisión de calor por conducción y todo eso. Eres una fuente de calor mucho más rápida y efectiva que ponerme el anorak.

El leve vibrar de la risa de Levi sobre su pecho le gustó y lo hizo sentirse cálido, aunque de una manera diferente, como si algo brotase desde su interior. Era agradable estar así con alguien después de tanto tiempo.

—¿Estás intentando parecer listo conmigo, mocoso?

—Soy listo, no lo olvides. Me aceptaron quinto en la carrera de Medicina, ¿recuerdas? —replicó él. Un ligero estremecimiento viajó por su columna al sentir que esta vez era la mano del otro la que recorría con lenta suavidad su espalda, como si deseara reconfórtalo. Eren, no por primera vez ese día, deseó ser capaz de reunir el coraje suficiente para acortar la ínfima distancia que los separaba y así poder finalmente besarlo, pero sabía muy bien que eso estaba demasiado fuera de sus posibilidades a causa de él y su maldita cobardía. Aun así, le dijo a Levi—: ¿De verdad no tienes ningún interés en replantearte la posibilidad de recuperar tu fotografía? Aún no he pasado las tomas de hoy al ordenador, así que mi propuesta podría… ¡auch! ¡Eso ha dolido! —se quejó Eren cuando la mano libre de aquel hombre tiró con fuerza de uno de los cortos mechones de cabello que descansaban alborotados sobre su nuca. De inmediato su propia mano viajó hasta aquella zona para comprobar que no se los hubiese arrancado de raíz.

—No sigas poniendo mi paciencia a prueba, Jaeger. Continúa tocándome los huevos y, antes de que te des cuenta, estarás tirado en el suelo pidiéndome perdón y esa puta fotografía habrá dejado de existir, aunque puede que de paso tu cámara también —sin su brusquedad habitual, Levi se desenredó de su abrazo y le estampó su bufanda contra el pecho—. Abrígate, ¿o quieres pasar las fiestas en cama? Te recuerdo que solo faltan tres jodidos días para Navidad.

En esa ocasión Eren no protestó y acabó de vestirse obedientemente. Levi volvió a sentarse en el tronco caído, tomando el bolso negro que llevaba consigo y comenzando a sacar de este algunos sándwiches, perfectamente envueltos, y un estilizado termo metálico. Tras servir un poco de la caliente infusión en una de las pequeñas tazas, se la tendió solícito en cuando él se sentó a su lado. El reconfortante calor y aroma del té en aquel momento le pareció a Eren un verdadero regalo.

—Es una mezcla de té negro de Ceilán y de Assam —le explicó luego de dar el mismo un sorbo a su propia aza—. Te ayudará a entrar en calor.

Eren asintió y durante unos minutos se concentró en beber y comer, mientras disfrutaba de ese paisaje tan hermoso y de la silenciosa compañía de Levi. El tiempo había pasado demasiado deprisa, en su opinión, y ya eran casi las dos de la tarde; en esa parte del bosque la luminosidad era bastante buena, pero al ser invierno todo seguía pareciendo muy tranquilo y un poco lúgubre, así que era difícil predecir el paso exacto del tiempo. La imagen que se reflejaba ante sus ojos era en verdad muy bella, con la cascada cayendo suavemente en los cuencos naturales de roca oscura mientras, de fondo, el viento mecía las hayas desprovistas de hojas, haciéndolas lucir como pálidos esqueletos bañados por la mortecina luz dorada del sol, la cual parecía difuminarse en los montones de hojas caídas a sus pies: una perfecta fotografía en sepia.

Tragando a toda prisa lo que quedaba de su sándwich de jamón y queso, Eren volvió a buscar su cámara y tomó unas cuantas fotografías más desde aquella posición. Al revisar estás en el monitor, vio que gracias a la luz mostraban un efecto extraño, pero bonito; de seguro con un poco de trabajo serían impresionantes. Realmente tenía muchas ganas de llegar a casa para ponerse a trabajar en las tomas que había hecho ese día. Estaba seguro de que más de alguna le serviría para la exposición, sobre todo porque ya no podría contar con las otras dos.

—¿Ha ido bien tu trabajo de hoy, mocoso? ¿Conseguiste lo que buscabas?

Sorprendido, él levantó la mirada y se encontró con los grises ojos de Levi que lo observaban con atención, al tiempo que sus pálidos dedos se encargaban de hacer una bolita con la servilleta de papel usada. Ese día definitivamente, se dijo Eren, se estaba convirtiendo en un sinnúmero de sucesos extraños, de infinitas excepciones. Aquella era la primera vez que se arriesgaba a llevar a alguien a una de sus escapadas de trabajo y también, por primera vez, sentía que ese alguien se interesaba de verdad por este mismo, por sus logros. La pregunta de Levi no era aquella que se hacía solo por cortesía y educación, sino que ocultaba un interés genuino y el cual nacía del simple hecho que para él la fotografía era algo importante y, asimismo, Eren era alguien importante para aquel hombre.

Conteniendo las tontas ganas que tuvo de ponerse a llorar, asintió e intentó sonreír un poco a Levi, que seguía observándolo con aquellos ojos grises cargados de seriedad y mudas preguntas. El penetrante aroma del té aun flotaba entre ellos y, a la escasa distancia que se encontraban al estar sentados uno al lado del otro, él pudo contemplarlo a su gusto, percibiendo como las pálidas mejillas y la afilada nariz se le habían teñido ligeramente de un suave rosa a causa del frío y notar como algunas pequeñas ramitas acabaron prendiéndose a aquel oscuro cabello negro tras su larga caminata.

La primera vez que Eren vio a Levi así de cerca, el día que este curó su herida, en lo primero que él pudo pensar fue en lo hermoso que este le parecía y lo mucho que deseaba fotografiarlo; ahora, sin embargo, tras conocerlo un poco mejor, Eren sentía que las cosas eran algo diferentes. Por supuesto que aquel hombre seguía pareciéndole atractivo y ¡claro que deseaba fotografiarlo!, constantemente de hecho; pero, sin duda alguna, era todo el cúmulo se emociones que sentía cuando estaba a su lado el que primaba sobre todo lo demás. Levi le gustaba por cómo era, con todas sus cosas malas y por el millón de cosas buenas que él había ido descubriendo tras comenzar a conocerle mejor. Y aunque Eren no había mentido al ofrecerle a este su desinteresada amistad si era lo único que le interesaba de él, en el fondo realmente esperaba que llegara el día en que ese hombre pudiese darle una oportunidad para ser algo más en su vida.

Tomando finalmente una decisión, Eren intentó acallar sus dudas y miedos lo mejor posible antes de decirle a Levi:

—¿Quieres verlas?

Este asintió lentamente, y él sintió como el mundo comenzó a rotar al revés, tal vez incluso a perder la gravedad. No sería la primera vez que Levi viera una de sus fotografías sin trabajar, pero a Eren seguía pareciéndole algo demasiado íntimo. Para él, por lo menos, era casi como mostrarse desnudo de una manera que lo dejaba muy vulnerable, y eso lo asustaba un poco; aun así, tomó su cámara y la encendió para poder buscar en la memoria las tomas realizadas durante esa mañana. Una vez las localizó, le tendió su equipo a Levi para que este pudiera revisarlas a su gusto.

Y su corazón comenzó a latir desbocado.

Poco a poco el otro fue pasando aquellas fotografías, deteniéndose un par de minutos en cada una y dejando que él le explicase alguna que otra cosa sobre esta, como lo que le gustaba o disgustaba de ella o simplemente lo que pensaba arreglar cuando llegara a casa y pudiera pasarlas al ordenador para trabajarla. Sin darse cuenta ni como había sucedido, Eren se encontró hablando cada vez más animado de ello, dejando que tanto la inseguridad como el miedo que lo embargaban minutos antes, quedaran relegados a un rincón muy apartado de su mente. Levi era un buen oyente, siempre mostrándose interesado y preguntando de vez en cuando, sin mostrar síntomas de aburrimiento o cansancio con aquel tema que a él lo apasionaba y que, a la mayor parte de quienes lo rodeaban, parecía sumir en el hartazgo. Fue sin embargo cuando llegaron a la última fotografía que tomó esa mañana en el bosque de secuoyas, que Eren posó con suavidad la mano sobre el visor para cubrirlo. Por supuesto Levi lo miró confundido, alzando una de sus delgadas cejas azabaches y exigiendo así una respuesta a su muda interrogante.

—La siguiente toma es la fotografía que te hice hace algunas de horas atrás —le explicó, y por el ligero brillo de entendimiento que percibió en aquel par de ojos grises, supo que el otro también acababa de comprender lo que aquello significaba: un paso más en esa extraña relación que tenían si Levi decidía seguir adelante—. ¿Quieres verla o prefieres que la pase?

La duda reflejada en el rostro de aquel hombre fue tan evidente que por un instante se sintió un poco dolido por eso. Sabía que era un sentimiento tonto, Eren mejor que nadie comprendía lo incómodos que muchos podían llegar a sentirse respecto a dejarse fotografiar y verse posteriormente reflejados en una imagen, él mismo era un claro ejemplo de ello, pero una parte suya parecía gritar desesperada porque Levi quisiera ver aquella foto, porque deseara saber cómo lucia a través de sus ojos, ya que quizás, de esa forma, Eren sería capaz de hacerle comprender todos esos sentimientos que no se atrevía a de decirle, porque ni él mismo lograba entenderlos del todo.

—Quita —fue la seca respuesta de este, apartando su mano con poca delicadeza de la cámara para poder seguir manipulándola.

Antes de que Eren pudiera reaccionar siquiera, se encontró viendo la imagen de Levi a través del monitor, aunque de inmediato sus ojos se fueron al hombre real que estaba sentado a su lado. El semblante de este era imperturbable, como siempre, sin dar muestra alguna de lo que pasaba en realidad por su cabeza. Y él se sintió asustado.

—¿Por qué dejaste de fotografiar personas, Eren?

La pregunta había salido de los labios de Levi unos cuantos minutos después de la muda contemplación de su imagen, mientras él se encontraba tan sumido en sus nerviosas cavilaciones e intentando descifrar las expresiones del otro que jamás la vio venir.

Su primer impulso, como ocurría siempre con las cosas que no le gustaban o lo inquietaban, fue salir huyendo de allí. Eren tenía muy claro que había sido él mismo quien decidió confiarle ese secreto a Levi aquella noche de tormenta, semanas atrás. Un comentario al azar dentro de otra confesión, su manera de hacerle entender a este que era especial de una forma que ni se imaginaba y, secretamente, él se alegró que esa noche Levi no le hiciera preguntas incómodas sobre ello, que se limitara a aceptar sus palabras sin cuestionar o querer indagar en su pasado… de momento.

Pero al parecer ese temido instante al fin había llegado, y con este todo el dolor del pasado y sus inseguridades, todas las malas noches llenas de pesadillas y el miedo constante de no desear ver, de cegarse ante las cosas que podrían generarle más sufrimiento. Estaba tan cansado de resultar siempre herido…

Eren clavó la vista en sus botines y dibujó con ellos un par de líneas paralelas sobre la tierra todavía húmeda, desperdigando ramitas y hojas secas a su paso que se vieron desplazadas por su estropicio. Así era como se sentía él la mayor parte del tiempo, pensó; como algo arrastrado por una enorme marea de malas decisiones, errores y miedos, sin poder hacer nada más que aceptarlo todo y adaptarse para sobrevivir.

—¿Qué es lo que has visto al mirar la fotografía que te tomé hoy, Levi? —le preguntó finalmente. Eren notaba la boca seca y el corazón latiéndole de forma errática, como si este hubiese olvidado por completo su ritmo. Sus manos, sin tener nada que sujetar entre ellas, se sentían extrañas y ajenas, lo que lo hizo sentir todavía más vulnerable. Durante un momento él tuvo el infantil impulso de arrebatar su cámara al otro hombre para así darse la seguridad que le faltaba, pero se contuvo; en cambio, entrelazó sus dedos con fuerza y dejó que estos descansaran sobre su regazo.

—A ti.

La respuesta de Levi lo desconcertó tanto como lo hizo con anterioridad su pregunta. Eren levantó la mirada para encontrarse con ese par de claros ojos que lo miraban tantos. Una ligera sonrisa curvó sus labios y de inmediato el ceño del otro comenzó a fruncirse, pero él se apresuró a negar con un gesto.

—No me estoy riendo porque piense que es una mala respuesta, Levi, todo lo contrario —le explicó a toda prisa; y aquella era una verdad que incluso lo sorprendía hasta a él mismo—. Es que simplemente creí que responderías como suele hacer todo el mundo, diciendo que te veías a ti mismo reflejado desde mi perspectiva y que eso dejaba ver demasiado de lo que eres o de lo que sientes, lo que para muchos suele ser algo incómodo. Por eso me impresionó un poco tu respuesta, no era para nada lo que esperaba —reconoció.

El otro hombre se limitó a encogerse de hombros.

—Tch, tú fuiste el que preguntaste, mocoso, yo solo te dije lo que me parecía —adujo este—. Creo que esa fotografía es como todas las que tomas, muestra demasiado de ti mismo, de tu forma de mirar el mundo; de lo que realmente sientes por lo que ves.

Eren tragó con fuerza, nervioso al comprender lo que verdaderamente implicaban esas palabras. Y, aunque una parte de él prefería no saberlo, la otra no podía dejar de preguntarse qué tantos de sus sentimientos habrían sido visibles para Levi en aquella simple foto; que tanto de su corazón habría quedado expuesto.

—Entonces —le dijo pasado un instante—, ahí tienes parte de tu respuesta —Eren echó la cabeza hacia atrás y se concentró en el pálido cielo invernal; una imagen tan melancólica como sus propios sentimientos—. No me gusta demasiado lo que se refleja de mí cuando fotografío a alguien o, mejor dicho, me asusta lo que permito que se vea de mí; y es doloroso. Creo que aquel descubrimiento también fue una revelación —admitió él, sonriendo sin muchas ganas—. Un día simplemente tomé una fotografía de alguien a quien consideraba especial e importante, pero al verla comprendí que no podría seguir haciendo eso; no deseaba volver a sentirme así de miserable jamás. A nadie le gusta ser vulnerable, ¿verdad?

Contarle aquello a Levi fue espantoso, fue terrible, pero de un modo extraño también fue liberador. Eren odiaba esa parte de su pasado porque sabía que sus demonios seguían allí, aletargados, pero no extintos, y temía el momento en que despertaran y echaran nuevamente todo abajo.

Tras respirar profundo para tomar un poco de valor, bajó la mirada y se encontró con que Levi observaba fijamente un punto a la nada. Las níveas manos de este aún sostenían su cámara, y aunque en esa ocasión él no tuvo el impulso de arrebatársela, sí deseó poder alargar la suya lo suficiente para entrelazar los dedos de ambos.

—Tch, sentirte débil ante los demás una auténtica mierda —soltó de repente Levi. Sus ojos volvieron a buscar los suyos y enarcó una de sus delgadas cejas oscuras—. Y si quieres enfadarte con el mundo por eso, está bien; si no deseas volver a fotografiar a una persona en tú puta vida, también me parece perfecto, porque es tu decisión, tu derecho; sin embargo, te recuerdo que conmigo hiciste una excepción, mocoso, pero no logro entender el por qué —le dijo este, mirándolo escrutadoramente, profundamente, como si deseara leer la respuesta en su alma

Eren, sintiéndose un poco desarmado, no pudo más que asentir ante aquella verdad.

—Yo tampoco lo tengo demasiado claro —le confesó él con total honestidad. Al oír como Levi chasqueaba la lengua en señal reprobatoria, sonrió de forma juguetona, ganándose un ceño fruncido en respuesta—. Fue casi nada más conocerte, aunque fuese a la distancia, y magia. Todo aquello que intenté evitar durante dos años ya no me importó y solo quería poder fotografiarte. En un comienzo porque necesitaba comprobar si solo fue cuestión de suerte o un instante de locura, pero luego de poder hablar contigo, de llegar a conocerte un poco mejor, supe que no era así. Me gusta fotografiarte, Levi, y sé que es solo por mi deseo egoísta; por eso estoy tan obsesionado en que poses para mí. Me gusta como luces a través del lente de mi cámara, porque eres lo más real que he visto en toda mi vida y siento que, cuando puedo reflejar eso, también lo hace la mejor parte de mí. Tú me haces mejor persona.

La mirada de Levi volvió a posarse en su propia imagen grabada en el monitor y luego tendió la cámara en su dirección. Eren la recibió de inmediato, apagándola antes de colgársela al cuello y ponerse nuevamente de pie. Durante un instante pensó en tender una mano al otro para ayudarlo a levantarse, pero una mirada de advertencia por parte de este, al adivinar sus intenciones, bastó para que se guardara su comportamiento caballeroso.

—Tch, jodido mocoso; lo haces sonar todo como si yo fuera algo especial —masculló Levi de malhumor, pareciendo un poco avergonzado y rehuyendo su mirada de él, clavándola en el bosque frente suyo.

—Porque para mí lo eres —le dijo prontamente, con la seguridad creciente de no tener ni la más mínima duda sobre ello—. Te has convertido en la excepción que ha roto todas mis reglas autoimpuestas, Levi. La excepción que me ha obligado a replantearme un montón de cosas, por mucho que estas asustaran o prefiriera negar que existían dentro de mí. Así que por supuesto que eres especial, lo supe desde el primer momento en que te vi y tomé una fotografía tuya sin siquiera pensarlo ni conocerte —al oír aquello, este volvió a mirarlo con atención, bebiéndose sus palabras y desarmándolo por dentro una vez más. Eren creía que aquello era tan injusto... y aun así no podía apartar sus ojos ni su corazón de él. Sintiéndose un poco tonto por lo embarazoso de aquel momento, le sonrió traviesamente, intentando deshacerse de la tensión reinante entre ambos—. Podría decirse que has sido algo así como la princesa que ha venido al rescate del príncipe.

Poniéndose también de pie, Levi acabó de guardar las cosas en el bolso y luego se sacudió con cuidado los vaqueros, quitando de ellos el polvo que pudiera haberse quedado adherido a la tela. En el instante que la mirada del hombre volvió a clavarse en la suya, Eren supo que estaba metido en serios problemas por aquella broma. Durante una pequeña fracción de segundos, mientras veía a Levi acercarse a paso lento hacia él, pensó en huir, pero fue demasiado tarde.

Aunque la patada que este le dio en el muslo izquierdo no fue tan fuerte como para causarle demasiado dolor, sí bastó para desestabilizarlo, por lo que Eren acabó azotando su trasero contra el piso y teniendo que levantar el rostro para poder ver al otro que lo contemplaba muy serio desde arriba, con ambos brazos cruzados sobre el pecho y una expresión de impasible superioridad.

—Una princesa y una mierda, Jaeger. Creo que hoy realmente tienes ganas de que te acabe dando una paliza.

—¡No lo decía en serio! —Exclamó ofendido, sintiendo más dañado su orgullo que su cuerpo—. ¡Solo era una broma!

—Mira lo que me divierten tus putas bromas —soltó el otro a regañadientes, pero de todos modos tendió una mano hacia él para ayudarlo a ponerse de pie. Eren dudó un instante, sin saber si aquel ofrecimiento era real u otro modo de venganza, pero al ver que Levi parecía estar perdiendo la paciencia, acabó por aceptar—. Además, ¿no suele ser al revés, mocoso?

Captando el tono malicioso de este y compendió que acababa de devolverle la pulla, él no pudo más que reír, asintiendo con un ligero gesto de cabeza.

Touché, pero en mi defensa diré que entre nosotros siempre han existido excepciones; esta podría ser perfectamente una de esas, ¿no lo crees?

Levi rodó los ojos y chasqueó la lengua en señal de fastidio, pero no volvió a regañarlo.

Una vez recogieron sus cosas, reanudaron el largo camino de regreso, aunque en aquella ocasión fue un poco más animado gracias a la plática entre ambos, hablando de todo un poco y dejando relegadas al olvido, de momento, todas aquellas confesiones espinosas. Fue así que Eren se enteró de que al día siguiente llegaría el tal Erwin a casa de Levi, por lo que ya no podrían verse hasta la comida del veinticinco, donde también estarían presentes los otros amigos de este.

Aunque Levi llevaba días protestando sobre ello, él no pudo evitar notar que en el fondo parecía bastante contento por aquella visita, y supuso que era lógico. A pesar de que ese hombre había nacido y pasado su infancia en Shiganshina, su proyecto de vida había estado muy lejos de allí. Hange y Moblit de seguro eran las únicas personas cercanas que tenía en aquella ciudad, ya que todos sus amigos y personas importantes estaban lejos. Aquella visita realmente significaba mucho para Levi, y aunque Eren se sentiría un poco solitario al no poder contar con su compañía durante los próximos dos días, se conformaría pensando que este estaría bien. Además, se dijo contento, ahora podría llamarlo por teléfono sin necesidad de una excusa, y esa perspectiva no sonaba tan mal después de todo.

Una vez llegaron al coche, que por supuesto no había sido robado, él se apresuró a guardar en el asiento trasero los bolsos de ambos y su cámara, asegurándola para que no fuese a golpearse en el trayecto de regreso. Cuando acabó, Levi ya estaba sentado dentro; su cabeza reposando tranquila contra el cabezal del asiento y sus ojos permaneciendo cerrados, incluso cuando Eren se acomodó y su lado y cerró la puerta con suavidad.

Durante un par de minutos guardó completo silencio y se permitió contemplarlo así, admirando el notable contraste de sus cejas y pestañas tan negras contra el blanco casi traslúcido de sus párpados y el cómo su ceño sin fruncir lo hacía lucir joven en extremo. La respiración, suave y acompasada que escapaba de aquellos delgados labios entreabiertos, se asemejaba a la del dueño profundo y, por un pequeño instante, él se planteó la alocada posibilidad de rozar esa otra boca con la suya; era tan poca la distancia que los separaba… No obstante, antes de que pudiese decidirse a hacer nada, Levi abrió los ojos y giró un poco el rostro para verlo. Su mirada, tormentosa como el mar de invierno, parecía cargada de una ansiedad que minutos antes no estaba allí.

—Eren —le dijo este con un tono suave que contrastaba un poco con las formas más duras y bruscas que solía utilizar habitualmente. El oír pronunciar a Levi de ese modo su nombre lo hizo sentir especial, sentimiento que se acrecentó cuando aquellos pálidos dedos recorrieron su mejilla izquierda en una suave caricia—, ¿qué fue lo que viste en esa fotografía, la que acabó por romperte?

El dolor lo golpeó con la misma brutalidad de un latigazo y dejó el mismo tipo de laceración quemante. Quiso retroceder, huir como siempre, pero simplemente no pudo, porque ese hombre no se lo estaba permitiendo. Levi lo estaba obligando a enfrentarse a su propio sufrimiento. Y era tan terrible…

—Eren —volvió a insistirle este, y nunca su nombre le había parecido tan doloroso como en ese momento. Y ya no pudo más.

—Que mis sentimientos jamás fueron correspondidos —susurró, las palabras brotando espesas de sus labios cual si fuesen sangre—. Esa mentira… destrozó mi corazón.

El gemido que amenazaba con escapar de su garganta pareció quedarse atrapado allí, pulsante y doloroso, lleno de veneno. Eren deseó gritar, deseó despedazarse hasta dejar de existir, pero la vida no era tan fácil. Al notar que sus manos temblorosas comenzaban en entumecerse y como el frío amenazaba con embargarlo por dentro, temió estar al borde de un ataque y acabar por desmoronarse frente a Levi. Tenía la medicación de emergencia en el bolso, si tan solo pudiera…

La oscuridad vino de forma sorpresiva, tanto que durante unos segundos él se vio incapaz de pensar en nada más. La mano de Levi, cálida sobre sus ojos todavía abiertos e incapaces de ver, se sentía como la única cosa real en ese mundo desequilibrado que habitaba. Su último vestigio de cordura.

—Tú también eres mi mayor excepción, en muchos aspectos, Eren —oyó que este le decía con voz calmada y profunda, cargada de tanta emoción contenida que rayaba en lo doloroso—. Jamás en mi vida creí que podría acabar enamorándome de alguien como tú, un chico al que casi doblo en edad y que es demasiado amable e intenso para su propio bien; un condenado mocoso que no hace más que complicarme la vida ya que es un puto caos andante —Levi dejó escapar un profundo suspiro cargado de agotamiento—. Eres por lejos la peor elección que podría haber hecho en mi vida, pero… joder, eres mi excepción, Eren. Y me alegra que sea así, porque nada de lo que te he dicho es una mentira.

Sumido en su completa oscuridad, contuvo la respiración al sentir el repentino peso de otro cuerpo al apoyarse ligeramente sobre el suyo, así como el suave cosquilleo producido por el cabello del otro cuando este rozó su mandíbula y cuello al esconder allí su rostro. Nervioso, sintió que su corazón repentinamente amenazaba con detenerse por aquella cercanía, pero pensó que si se moría en ese momento, podría hacerlo feliz.

Eren abrió y cerró la boca un par de veces, deseando decir mucho pero siendo incapaz de pronunciar ni una sola palabra, ya que estas parecían enredársele por dentro. Finalmente, fueron las lágrimas las que ganaron aquella batalla, y él no pudo más que dejar que estas resbalaran libres por su rostro mientras rogaba por no parecer tan patético frente a Levi.

Cuando este se percató de que estaba llorando, se apartó de su lado y volvió a descubrir sus ojos para permitirle ver. Pestañeando un par de veces para reacostumbrarse a la luz, Eren enfocó su mirada sobre Levi justo cuando el otro le tendía su pañuelo, observándolo con un dejo de divertida exasperación.

—Oi, mocoso, ¿es que no se terminarán nunca? ¿Qué tienes adentro, un puto océano o algo así?

Él se rio y negó con un gesto, secándose el rostro lo mejor posible.

—Intento contenerme, pero la culpa es tuya por decir ese tipo de cosas —le explicó. La mirada de Levi se volvió torva y amenazante de inmediato, alarmándolo—. ¡Me emociono fácil, no es mi culpa!

—Pues yo también me enfado fácil y tampoco es culpa mía —masculló este en respuesta, pero dejó de parecer molesto. Repentinamente Levi quitó las llaves del coche y le soltó sin miramientos—: Salte, voy a conducir yo.

Eren se indignó de inmediato con esa orden.

—¡Hey, el coche me lo dejaron a mí!

—Como si me importará una mierda eso. Vamos, Jaeger, mueve tu culo. No tengo todo el día para tus berrinches; debo llegar pronto a casa para limpiar —lo apremió el hombre y él, a pesar de lo indignado que se sentía, acabó por hacerle caso.

Una vez cambiaron de lugares, Levi se apresuró a poner el coche en marcha y le lanzó una mirada de superioridad que le crispó los nervios a Eren.

—Esto me sigue pareciendo injusto. Además, ni siquiera conoces bien el camino; de seguro nos vas a perder —hizo un mohín de enfado y se cruzó de brazos, mirando al frente con obstinación—. Y no pienso ayudarte.

—Tch, como si necesitara tu ayuda, mocoso. Tengo una memoria excelente y un muy buen sentido de la orientación. Te apuesto una cena a que lo logro a la primera —le dijo este lleno de seguridad. Sus ojos grises parecieron brillar de anticipación cuando él lo miró con sospecha—. Pero seré bueno contigo y te dejaré elegir la música esta vez.

Y aunque aquello seguía pareciéndole la mayor injusticia del mundo, Eren acabó aceptando. Deseoso de venganza, eligió una emisora de potente música rock que hizo que el otro se enervara a su lado y lo mirara molesto, pero él no se amilanó y le sonrió dulcemente en respuesta.

Aquel día había sido ciertamente intenso y extraño, se dijo Eren mientras observaba el paisaje de las granjas y cultivos desfilar rápidamente ante sus ojos. Al parecer su padre ya estaba al tanto de su relación con Levi, lo que de seguro le traería bastantes problemas la próxima vez que se vieran, pero, en esa ocasión, le daba igual que se enfadara con él, eso no haría que cambiara de opinión ni que dejara de querer al otro hombre, mucho menos después de haber compartido con Levi un pedacito de su espacio personal y de enseñarle la fotografía que le había tomado; no cuando Eren le había revelado uno de sus más dolorosos secretos y este calmó su sufrimiento con oscuridad y una confesión sincera.

Su relación con Levi no siempre era fácil, de hecho, buena parte del tiempo ni siquiera él sabía lo que eran realmente, si amigos o más que eso, ya que ambos parecían oscilar en una extraña línea entre la amistad y un romance incipiente; pero a Eren le parecía bien de momento, no tenían prisa, mucho menos ahora que aquel parco y frío hombre prácticamente había reconocido que estaba enamorado de él, casi del mismo modo que, un par de noches atrás, Eren acabó confesándole que le gustaba.

Y ahora estaban a la par, ya que al parecer ninguno de los dos era capaz de decir las cosas correctamente; en verdad eran un completo fiasco en todo ese asunto de las relaciones amorosas. Pero todavía así, se recordó Eren, eran la excepción del otro, y, solo por una vez, deseó que las cosas les resultasen bien. Que, por sobre todo, Levi fuera su elección correcta.

Notas finales:

Lo primero, como siempre, muchas gracias a todos quienes hayan llegado hasta aquí. Espero que el capítulo fuera de su agrado y valiese la pena el tiempo invertido.

Lo siguiente es disculparme por este enorme retraso. Durante la última actualización comenté que esteba con un poco de malestar en el hombro, pues lo cierto es que eso derivó en una contractura un poco fea, la cual me tuvo semanas con reposo y medicación, por lo que he ido escribiendo a un ritmo muy lento; pero ya voy mejorando y espero poder ir retomando con normalidad las actualizaciones. Además, les recuerdo que la siempre amabilísima Akira Kousei me hace el enorme favor de betear los capítulos, lo que a veces retrasa un poquito más su publicación que ya que ella también tiene sus propias obligaciones; aun así, si este capítulo llega más bonito y cuidado para que ustedes puedan leerlo, es gracias a ella y su gran trabajo; así que, ¡muchas gracias, Akira!

Por lo demás, creo que este capítulo ha sido tranquilo y un poco lento, más que nada un paso adelante para lo que se viene, sobre todo para Eren. A pesar de eso, confío en que haya sido de su agrado y compensara la espera; que por lo menos disfrutasen el poder leerlo.

La próxima actualización corresponde para La Joya de la Corona, que espero esté para la semana siguiente; y, si todo va bien y logro cumplir con los plazos, In Focus sería la próxima.

Nuevamente mis agradecimientos a todos quienes leen, dejan sus comentarios, envían mp’s, votan y añaden a sus listas, alertar y favoritos. Siempre, siempre anima mucho.

Un abrazo a la distancia y mis mejores deseos para ustedes. Hasta la siguiente.

 

Tess


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