Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

In Focus (Riren/Ereri) por Tesschan

[Reviews - 32]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

Capítulo 15:

Espacio Sideral

 

Entre las estrellas y tú está el espacio sideral. Déjame que te susurre que, en esta ciudad, he visto el arcoíris en la noche.

(Esther Martín Rojas)

 

 

 

Si una cosa le gustaba a Levi de Shiganshina, eran sus tranquilas noches de invierno. A diferencia de las ciudades interiores como Stohess o Mitras, donde el clima solía ser más seco y extremo, Shiganshina, con su cercanía al mar, se mostraba por lo general bastante más templada y agradable, aunque muchas veces la humedad atmosférica era un puto asco. Aun así, si uno se quedaba en casa, leyendo un buen libro frente a la chimenea encendida y bebiendo una agradable taza de té, era lejos el mejor panorama que se podía desear, al menos en su opinión. Lástima que su estupendo plan de apacible noche solitaria se estuviese estropeando a causa de Erwin que, apoltronado en una de las butacas gemelas de la sala, no dejaba de mirarlo con insistencia de tanto en tanto, evidentemente ansioso por retomar la conversación que él ya había dado por concluida hacía una hora atrás.

Luego de la larga y franca plática que ambos mantuvieron sobre los sentimientos que estaba comenzando a experimentar por Eren, y su decisión de quedarse en aquella ciudad al fin del mundo, Levi, un poco avergonzado y cohibido a causa de aquel arrebato de sinceridad emocional, acabó refugiándose nuevamente en su habitual malhumor y mutismo; sin embargo, su paz no logró durar demasiado. Erwin, como el bastardo que era, cada pocos minutos rompía su tranquilidad, incordiándolo con preguntas absurdas e impertinentes sobre el chico y su relación, y él, conociéndolo como lo hacía, estaba convencido de que aquel estúpido juego era algún tipo de retorcida guerra de desgaste por parte del otro para hacerle bajar la guardia.

Odiaba ser manipulado de esa manera, joder. Pero más odiaba perder.

—Oye, Levi, desde hace un rato me he estado preguntando… ¿no te incomoda el hecho de que Eren sea mucho más joven que tú? —cuestionó repentinamente su rubio amigo mientras ojeaba con parsimonia uno de los libros que había sacado del estante minutos atrás. Sentado muy erguido frente al fuego de la chimenea, Erwin daba la impresión de ser una perfecta y dorada escultura a causa del tenue brillo de las danzantes llamas sobre él—. Tú única relación sentimental, que yo conociera al menos, fue con Farlan. Ambos tenían la misma edad y un montón de cosas en común, por lo que era comprensible que congeniaran; sin embargo con el muchacho…

—No, Erwin, no me incomoda —masculló con malhumor mientras intentaba volver a concentrarse en su libro y la línea que acababa de perder gracias a la interrupción del otro—. Además, te recuerdo que con Farlan nos la pasábamos discutiendo a pesar de tener «la misma edad» y «un montón de cosas en común» —soltó con sarcasmo, algo de lo que se arrepintió en el acto cuando ese par de sagaces ojos azules se posaron sobre él, especulativos.

—¿Eso quiere decir que con Eren no discutes?

—Tch, claro que discutimos, ¿con quién demonios no lo hago cuando creo que se comporta como un imbécil o me hace perder la paciencia? Pero… no siempre —reconoció de mala gana—. El mocoso es diferente.

La inminente réplica de Erwin se vio interrumpida por el potente timbre de su móvil anunciando una llamada telefónica. Durante un breve instante, Levi temió que esta fuese de Hange, anunciándole que estaba en camino a pesar de sus amenazas de hacérselo pagar caro si se presentaba allí antes del día siguiente. Sabía que su amiga se moría de ganas por reunirse con Erwin para que, entre ambos, lo convencieran de que aceptara tener una relación con Eren.

Tch, como si él necesitase que lo persuadieran sobre aquello, se dijo mientras miraba la pantalla. No obstante, su indignación se tornó rápidamente en sorpresa cuando fue otro nombre el que apareció frente a sus ojos.

—Dame un momento —le dijo a Erwin al tiempo que se ponía de pie para abandonar la sala y subir la escalera a toda prisa, encerrándose en su cuarto nada más llegar a la segunda planta. Su corazón traidor latía como un loco, por lo que no pudo más que maldecir a sus emociones desbocadas. ¿Cómo era posible que una simple llamada de Eren pudiese ponerle de esa manera?, se preguntó mientras oprimía la tecla de aceptar. Demonios, que jodido estaba—. Mocoso —soltó a modo de saludo como era habitual en ellos; sin embargo, a diferencia de otras veces, en esa ocasión no hubo risas ni comentario alguno sobre su falta de cortesía, sino un breve silencio que a él le resultó demasiado largo y agónico, demasiado cargado de una sensación de pesar que le oprimió el alma.

—¿Levi? —le oyó decir, por fin, pasados unos segundos. La voz del chico, llena de dudas y angustia, parecía tan desgarradoramente rota que él mismo temió acabar haciéndose añicos—. Yo… no quiero molestarte, de verdad que no. Sé que no debería haberte llamado, porque estás con tu amigo y… ¿Puedes hablar conmigo un momento? Solo será un minuto, ¿está bien? Solo será un minuto y luego te dejaré en paz, lo prometo.

Tal vez fuese un presentimiento, esa especie de alarma que a veces parecía encenderse dentro suyo advirtiéndole que las cosas no marchaban bien del todo, o quizá, simplemente, que al pasar tanto tiempo junto a Eren, él mismo acabó por conocerlo mejor de lo que pensaba, por lo que nada más oírlo al otro lado de la línea, supo que algo estaba mal con el muchacho; no mal de la forma en que le había visto a veces a causa de su padre o cuando algo lo disgustaba, ni siquiera el desánimo de esos pequeños momentos en que el chico bajaba la guardia y le revelaba algo de ese tormentoso pasado que guardaba con tanto celo, sino que roto de verdad. Levi no era capaz de imaginar que mierda había ocurrido para lograr que Eren se despedazara de ese modo, pero estaba seguro de que si no hacía algo pronto, lo que fuera, lo que encontrara de este la próxima vez que se vieran sería mucho menos de lo que el muchacho ya solía ser.

Y sintió terror.

—¿Dónde estás? —le preguntó a modo de respuesta. En un par de zancadas se dirigió hacia el armario y abrió la puerta de este, rebuscando dentro hasta hallar un abrigo negro que se puso como pudo sin soltar el móvil.

—¿Eh? —oyó exclamar a Eren, confundido.

—Que dónde te encuentras ahora. Hay demasiado ruido exterior, por lo que dudo que estés en tu casa en este momento —le explicó mientras recogía de la mesilla de noche las llaves de la casa y el coche, así como su billetera, y se las guardaba en el bolsillo del abrigo—. ¿Dónde estás, Eren? Voy para allá.

Escuchó al chico soltar un gemido estrangulado y algo que sonó como una maldición mascullada, aunque no estaba del todo seguro. Ya había bajado la mitad de la escalera, temiendo que le hubiese cortado la llamada, cuando este finalmente volvió a hablar.

—Levi, no, por favor. Realmente no es necesario que vengas —insistió, implorante—. Solo necesitaba hablar con alguien durante un momento, y pensé que tú… Dios, esto ha sido una mala idea.

—Oi, mocoso, deja de lloriquear, ¿quieres? Solo dime dónde estás de una puta vez. No me hagas recorrer toda la maldita ciudad buscándote de un lado para otro —le advirtió mientras llagaba a la primera planta.

Erwin, que seguía enfrascado en la lectura de su libro, levantó la cabeza de inmediato al oírlo. Su amigo lo miró con una insistente curiosidad que él ignoró a propósito, indicándole con un gesto de la mano que dejara de meterse en sus asuntos y regresara a su lectura.

—Estoy en un parque cerca de la casa de mis padres —respondió resignadamente Eren al cabo de unos minutos. Levi sintió como el estómago se le anudaba a causa de la tensión al pensar en el famoso doctor Jaeger—. Te apuntaré la dirección en un mensaje, ¿está bien? Pero, Levi… de verdad no es necesario que vengas. Erwin…

—Erwin puede irse a la mierda —soltó sin pensar, ante lo que el aludido enarcó sus pobladas cejas rubias y lo miró indignado—. Perdón, quiero decir que Erwin puede cuidarse solo —aclaró con una sonrisa cargada de falsedad dirigida a su amigo. Este rodó los ojos y fingió volver a concentrarse en su libro mientras se arrellanaba en la butaca, aunque él estaba seguro de que se hallaba atento a toda su conversación con el chico—. No te muevas de allí, Eren, ¿entendido? Voy para allá.

La despedida de este sonó amortiguada, pero el sutil dejo de alivio reflejado en sus palabras le indicó a Levi que había tomado la decisión correcta. Una vez llegó a la puerta de entrada, se volvió para dirigirse al otro hombre.

—Tengo algo que hacer ahora, por lo que no podré hacerte de niñera; pero regresaré más tarde. Hay comida en la nevera por si deseas comer algo o simplemente llama a Hange para quedar con ella y Moblit —le sugirió a toda prisa—. Quedas como en tu casa, aunque ni sé por qué te lo digo, cabrón. Te has comportado como si fuera tuya desde que llegaste.

Erwin le dedicó una de sus deslumbrantes sonrisas condescendientes.

—Siempre me ha encantado tu hospitalidad, Levi.

Él le enseñó el dedo medio a modo de respuesta y abrió la puerta; sin embargo, antes de salir de la casa oyó que el otro lo llamaba, por lo que se detuvo, volviéndose un poco para poder mirarle.

—En verdad es curioso —dijo su amigo, observándolo con su intenso escrutinio azul—, pero esta es la primera vez que te veo esforzarte tanto por el amor de alguien, Levi.

Las palabras de su amigo fueron como un guantazo para él, probablemente porque no se las esperaba. Sus ojos grises se entrecerraron un poco, más a causa de la incertidumbre que sentía que por un enfado real. Erwin, que lo conocía demasiado bien, ni siquiera se inmutó.

—¿Y crees que eso es malo? —cuestionó. Su pregunta, por muy inocente que fuera, estaba cargada de una ansiedad difícil de pasar por alto. De cierto modo, se dijo Levi, era terrible percatarse del como Eren lo estaba cambiando sin que se diera cuenta siquiera.

Erwin negó con un firme gesto.

—Claro que no. Por el contrario, me parece estupendo —este apartó la mirada de su persona y volvió a posarla sobre las claras páginas del libro—. Es bueno saber que finalmente comienzas a comprender que querer a alguien significa que muchas veces debes dejar de pensar en ti mismo, de protegerte de tus sentimientos. Ser humano no es tan malo después de todo, ¿no crees, amigo mío? A pesar del dolor y el miedo que puedas experimentar, vale la pena correr el riesgo, te lo aseguro.

Tras oír aquello y comprender que este no diría nada más, él se despidió con un leve cabeceo y salió al jardín antes de que sus propias emociones lo desbordaran por completo. Necesitaba poner distancia entre ambos.

El frío aire marino de finales de diciembre lo azotó con violencia nada más poner un pie fuera de la casa. Ese día el cielo estaba despejado y no lloviznaba, a diferencia de la noche anterior, pero aun así la humedad salobre de la costa impregnaba el ambiente, golpeándole el rostro desnudo. A la distancia las olas se agitaban embravecidas debido al viento salvaje que jugaba con ellas, produciendo una curiosa cacofonía abismal. Era una imagen desapacible, sin duda, pero Levi se sintió secretamente aliviado al verla, porque estaba allí y seguía vivo…

Vivo.

Mientras abría la puerta del garaje para sacar el coche, por primera vez comprendió que, quizás, el haber permanecido con vida en vez de haber muerto aquel fatídico día junto a sus compañeros, junto a Farlan, fue en realidad un regalo y no un castigo del destino como él siempre creyó. Aquella, se dijo, era su segunda oportunidad. La posibilidad que le estaba otorgando la vida para comenzar de nuevo y hacer las cosas bien; para conocer a Eren y no volver a cometer los mismos errores del pasado.

Levi no era perfecto, demonios que no; de hecho, tenía tantos defectos que probablemente podría pasarse una noche entera enumerándolos y aun así no habría acabado al llegar el amanecer; pero, por primera vez en su vida, quería cambiar lo suficiente por el bien de alguien más. Por primera vez, tal como Erwin le había hecho ver minutos atrás, prefería ser él quien sufriera con tal de calmar el dolor de aquel otro.

Había amado a Farlan profundamente, más que a nadie en su vida excepto a su madre; y su pérdida, unida a la culpa, aún escocían dentro suyo de una manera espantosa. Si la mitad de su existencia hubiera bastado para que este regresara a su lado, Levi la hubiese dado sin dudarlo ni un segundo; sin embargo, el pasado no podía cambiarse por más que uno lo deseara, simplemente se tenía que aprender a vivir con los errores cometidos y seguir adelante.

No obstante, debido a eso mismo, con Eren ahora todo era diferente para él. Con el chico por primera vez no medía los riesgos de sus acciones ni temía ser el que más sufriera en una relación. El dolor y el horror de su pasado le habían enseñado que se podía seguir adelante a pesar de todo. Que un corazón no podía romperse con tanta facilidad por muy aterrador que pareciera correr ese riesgo. Y aunque Levi sabía que todavía no era el momento adecuado para dar un paso definitivo con el muchacho, también intuía que este llegaría cuando Eren por fin comenzara a avanzar; y él lo estaría esperando. Por una vez en la vida no dudaba de su decisión.

Ciertamente, estar enamorado daba mucho miedo.

 

——o——

 

Aunque Levi estaba muy poco acostumbrado a conducir dentro de la ciudad ya que no solía salir demasiado y cuando lo hacía prefería andar, no le costó casi nada llegar al lugar indicado por Eren con la ayuda del GPS del móvil.

Shiganshina, a pesar de tener una gran cantidad de vastos terrenos dedicados a la agricultura y la ganadería hacia las afueras, era en sí misma una ciudad relativamente pequeña, por lo que no fue una gran sorpresa para él descubrir que la distancia que separaba su casa, junto a la playa, del bonito y cuidado sector residencial donde estaba ubicada la casa de los padres del mocoso, no era más que de quince minutos en coche. No resultaba nada extraño que hubiera coincidido con Grisha Jaeger en la cafetería de Hannes unos días atrás.

Una vez aparcó y cerró el vehículo, Levi entró al parque que Eren le había señalado. Era un recinto bonito y bien cuidado, con largos e intrincados caminos de clara gravilla que iban hacia el estanque, que se apreciaba al centro de este, y oscuras bancas de madera desperdigadas aquí y allá bajo las ramas de algunos árboles perennes y otros cuantos que ya habían perdido por completo sus hojas. A la escasa luz proyectada por las elaboradas farolas de fierro forjado, podían apreciarse algunos macizos de flores esparcidos sobre el verde césped, pero a esa distancia le era difícil identificarlas. La zona infantil, que dotaba al lugar de un aire ciertamente familiar con sus coloridos juegos, se encontraba por completo vacía y silenciosa a esa hora, haciendo lucir todo ese lugar un poco triste e inquietante.

Tras un rápido vistazo a su alrededor, se apresuró a buscar en el bolsillo de su abrigo el móvil para llamar a Eren, pero no fue necesario. A esa hora de la noche, con el cielo sobre ellos ya ennegrecido y las luces de las farolas rompiendo la oscuridad reinante, el chico, sentado en una de las bancas bajo un arce completamente desprovisto de hojas, era el único en aquel lugar. Este mantenía la castaña cabeza gacha y se inclinaba un poco hacia adelante para así poder acodar los brazos sobre sus muslos enfundados en un par de vaqueros negros. Su verde mirada, por lo general tan atenta, se hallaba perdida en el suelo de gravilla a sus pies, mientras que una de sus piernas se movía en un indudable vaivén nervioso. A pesar de la distancia a la que se encontraban, Levi pudo percibir la fuerza con la que Eren apretaba sus manos unidas, lo que delataba lo tenso que estaba. Y, por si fuera poco, no vio la cámara fotográfica de este por ningún lado. Eso, más que ninguna otra cosa, le produjo un mal presentimiento.

Con paso calmo se acercó hasta él, dejándose caer sentado a su lado sobre la banca, aunque este no mostró indicio alguno de haberlo notado siquiera. Levi cruzó una pierna sobre la otra y pasó su brazo derecho sobre el respaldo, esperando en silencio, dándole tiempo al otro a que se decidiera a hablar o marcara el siguiente paso a seguir. A él toda esa mierda de consolar y motivar al resto se le daba fatal, pero tenía la seguridad de que el chico lo necesitaba en ese momento.

Demonios, sí tan solo pudiese ser más empático…

—Te dije que no era necesario que vinieras —murmuró Eren finalmente, dejando claro que sí era consciente de su presencia aunque todavía se negara a mirarle—. Que terco eres, Levi.

—Tch, mira quien lo dice, mocoso de mierda. ¿No eres tú quien siempre se obstina en las cosas más nimias y se enfada por tonterías? —contratacó en respuesta. Cuando los verdes ojos de este se posaron en él, ligeramente ofendidos, pero aun así demasiado muertos, supo que había hecho lo correcto al ir hasta allí—. ¿Qué demonios ha pasado, Eren? —le preguntó sin ninguna vacilación.

El chico se encogió de hombros, pero un destello de dolor enturbió su mirada y endureció su semblante.

—Un encuentro desagradable.

Levi torció el gesto con irritación, notando como el malestar que sentía se intensificaba aún más.

—¿Con tu viejo?

Este negó lentamente.

—Un… amigo. Un examigo, más bien —aclaró, pesaroso—. Solo ha sido una tontería. No quería preocuparte de ese modo, lo siento.

Inspirando profundamente el gélido aire invernal, echó la cabeza hacia atrás y observó el oscuro y aterciopelado cielo sobre sus cabezas. Apenas y pasaban de las siete, pero las primeras estrellas ya estaban haciendo su aparición en el cielo extrañamente despejado de esa noche sin luna.

Demonios, dolía.

Aunque él estaba lejos de ser precisamente un genio a la hora de tratar con el resto, algo en la manera en que Eren rehuyó su mirada tras decirle aquello, el dolor que percibió en esta, lo hizo darse cuenta de que allí existía mucho más que una simple amistad rota. Otro pequeño fragmento de aquel pasado que el chico se empeñaba en ocultar.

—Me preocupo por ti porque me importas, mocoso —murmuró Levi pasado unos instantes. Sin necesidad de bajar la vista para verle, tuvo la seguridad de que los verdes ojos de este habían vuelto a posarse sobre él con aquella intensidad aplastante—. Tal vez no debería hacerlo, no lo sé. Apenas nos conocemos y no tengo ni una puta idea de si debo o no inmiscuirme en tu vida, porque, demonios, yo siempre he odiado que se metan en la mía; sin embargo, cuando me llamaste hace un rato atrás, pensé que en verdad me necesitabas, Eren —reconoció con total sinceridad—. Por eso estoy aquí.

Aquel súbito ataque de franqueza hizo que las mejillas se le calentaran violentamente, por lo que agradeció, con fervor, que la noche estuviese tan oscura para que así su vergüenza no fuera evidente. Aunque solía decir lo que pensaba la mayor parte del tiempo, sobre todo si era algo que le molestara, Levi no era para nada dado a esa clase de sentimentalismos cursis, por lo que siempre intentaba evitarlos; pero cuando estaba junto Eren, parecía como si no pudiera contenerse, como si todos sus pensamientos, todas sus emociones, se desbordaran en presencia de este y acabaran escapando de su boca sin que lograra refrenarlas.

Tal vez, se dijo con resignación, era porque en el fondo él mismo no deseaba hacerlo.

El sonido estrangulado de un sollozo lo alertó, con espanto, de que el chico había roto a llorar. Al volverse a mirarlo, descubrió que este se cubría los ojos con una mano temblorosa mientras que sus hombros, cubiertos por un abrigo marrón oscuro, se agitaban al desacompasado ritmo de su llanto.

Contemplar esa descorazonadora escena como lo haría un simple espectador, por completo inútil e impotente, lo llenó rápidamente de rencor hacia alguien que él ni siquiera conocía. Un resentimiento amargo que le llenó la boca con el desagradable regusto del odio y le caldeó la sangre con la necesidad de cobrar venganza.

¡Joder!

Durante los siguientes minutos, que parecieron alargarse de manera interminable en el tiempo, Levi simplemente se quedó allí, sentado en silencio mientras el muchacho a su lado se desahogaba a través del llanto de toda la angustia contenida. Saber que nada de lo que él hiciera podría minimizar ese dolor, porque no era quien lo había causado en primera instancia, lo hizo sentir un poco muerto por dentro. Tragándose a duras penas la ira, se juró que si en algún momento llegaba a descubrir quién era el maldito responsable de todo el sufrimiento del chico, iba a hacérselo pagar caro.

Sin detenerse a pensar mucho en si era o no correcto, estiró su brazo derecho y comenzó a darle a Eren torpes palmaditas en la espalda a modo de consuelo. Pasado un rato, oyó como el llanto de este parecía detenerse un poco y mezclarse con algo más. Al darse cuenta de que era con risa, lo miró desconcertado.

—Gracias, Levi. Eso ha sido muy amable de tu parte, de verdad; pero… ha dolido un poco —confesó Eren, sonriendo quedamente. A pesar de que la anaranjada luz de las farolas producía una iluminación escasa, pudo notar con facilidad como los ojos del muchacho estaban ligeramente enrojecidos y de un verde tan claro que parecían irreales—. Creo que ni te imaginas la fuerza que tienes. Por un momento temí que me hicieras vomitar un pulmón —le dijo un poco burlón, ante lo que él frunció el ceño y le enseñó el dedo medio.

—Tch, y yo que estaba siendo considerado contigo, mocoso malagradecido —soltó en respuesta, pero igualmente permitió que un dejo de sonrisa asomara a sus delgados labios—. El verdadero problema es que eres un debilucho, Jaeger.

En esa ocasión Eren sí le sonrió como era su costumbre, incluso se permitió bromear y pegarle un débil puñetazo en la parte superior del brazo que Levi le devolvió con un golpe, no tan suave, a modo de advertencia por su atrevimiento. Este, quejándose suavemente a causa del dolor, le lanzó una mirada cargada de verde veneno mientras se sobaba.

A pesar de que el chico ya no lloraba y parecía algo más calmado, aun se podía notar la tensión y la angustia reinante entre ellos. Era casi como un peso físico que lo ahogaba un poco y, no por primera vez, se encontró pensando que haría Farlan en una situación así, que diría, cómo actuaría. Este siempre había sido el tipo de persona que lograba anteponerse en los peores momentos para animar al resto y ser un soporte, mientras que él carecía por completo del tacto adecuado para decir las cosas.

El repentino peso de la cabeza de Eren sobre su hombro lo sacó de sus sombrías cavilaciones. De reojo Levi pudo notar que el mocoso tenía los ojos cerrados y sus afiladas facciones estaban más relajadas, aunque su ceño seguía luciendo un poco fruncido. El frío de la noche estaba impregnado en sus desordenados cabellos castaños, y cuando algunos mechones rozaron su mejilla a causa del viento que los agitaba, un escalofrío de anticipación recorrió su columna.

¿Cómo podía llegar a importarte tanto una persona en tan poco tiempo?, se preguntó con consternación. No hacía ni dos putos meses que se conocían, y allí estaba él, desesperado por borrar todo el dolor de la vida de aquel chico.

Patético.

—Gracias por haber venido, Levi —dijo Eren en un suave susurro que sonó extrañamente íntimo en la silenciosa soledad que reinaba en el parque—. En verdad deseaba verte… Realmente te necesitaba.

Aunque mil cosas pujaban dentro de su cabeza por salir, a pesar de que era tanto lo que deseaba decirle a Eren, explicarle, él simplemente no pudo hacerlo. Levi era un completo desastre con las palabras, por lo que temiendo arruinar el momento, solo dejó que su mano buscara la del otro, entrelazándola con la suya como tantas otras veces, permitiendo que aquel pequeño contacto entre ellos expresara lo que él era incapaz de decir directamente.

Como siempre, la mano del chico estaba helada en comparación con la suya, pero por una vez no se quejó, como tampoco lo hizo cuándo sintió la suave caricia del pulgar de Eren sobre su dorso. Por ese día, se dijo, estaba bien.

—Estoy siendo tan injusto contigo, Levi… —soltó el muchacho repentinamente. Parecía un poco triste—. Te he preocupado sin razón alguna e hice que vinieras hasta aquí a pesar de saber que tu amigo está visitándote. Nada de esto es tu culpa, pero gracias a mis tonterías has pasado un mal rato que no merecías. En verdad soy un idiota.

—Lo de que eres idiota no es algo que vaya a rebatirte, mocoso tonto —respondió él con fingida seriedad, pero entrelazó sus manos con más fuerza aun, como si con ese gesto quisiera demostrarle que no pensaba dejarlo ir—; pero está bien, Eren, de verdad. No me importa estar para ti siempre que lo necesites.

Este levantó la cabeza para mirarlo, sorprendido. La intensidad de sus emociones hacía relucir el verde de sus ojos y dotaba a su bonito rostro de una extraña mezcla de vulnerabilidad y dolor, tiñéndolo al mismo tiempo de una sutil esperanza que parecía tan frágil como un delicado cristal. Por un momento, Levi tuvo la loca tentación de atraerlo nuevamente hacia sí para poder abrazarlo y darle consuelo, pero se contuvo. Estaba seguro de que ambos estaban a punto de cruzar un límite peligroso y sin retorno, uno para el que todavía no estaban listos. Si no tenían cuidado, iban a terminar cayendo.

—¿Por qué? —fue todo lo que el chico preguntó, pero él entendió con facilidad todo lo que este deseaba saber. Aquella simple pregunta era la misma que él llevaba haciéndose durante días, semanas incluso. Casi desde que Eren apareció en su vida y comenzó a darse cuenta de que el joven fotógrafo estaba cambiándolo por completo.

—Ya te lo dije, ¿no? Me importas —reafirmó, notando como los ojos del otro volvían a llenarse de lágrimas. Cuando una de estas escapó, rodando por su morena mejilla, Levi chasqueó la lengua reprobatoriamente y se la secó con el pulgar de su mano libre—. Un puto océano, joder —le soltó resignado, recordándole a este su pasada conversación del día anterior—. Además, fuiste tú mismo el que dijo que, aunque solo fuéramos amigos, compartiríamos cosas y momentos juntos. Suponía que te referías a esto.

Eren torció la boca en un gesto de fastidio.

—Hubiera preferido que fuesen momentos bonitos o divertidos.

—Pues te jodes, mocoso. Lamento ser yo quien rompa tu burbuja de ingenuidad, pero te comunico que la vida suele ser una cabrona y, por lo general, le encanta jugárnosla para que la pasemos mal una buena parte de las veces —le dijo con suavidad, acariciando su mejilla—. ¿Pero sabes algo? Todo eso ya me importa una mierda, Eren; porque, a pesar de eso, he encontrado cosas buenas que valen la pena. Tú eres una de ellas.

Aunque más o menos se lo esperaba, de todas maneras las lágrimas que escaparon de ese par de ojos verdes le dolieron a Levi tanto como si hubieran sido suyas. Todavía seguía sin tener ni una mínima idea de lo que en verdad había ocurrido entre el chico y su «examigo» para haberlo fracturado emocionalmente de esa forma, pero él suponía que era lo bastante importante y difícil para que Eren se encontrara tan mal. No podía negar que una parte suya deseaba saber cuál era la verdadera causa de todo ese dolor; sin embargo otra, mucho más cobarde, prefería seguir vagando y refugiándose en la ignorancia, pues sospechaba que no le gustaría del todo la respuesta.

—A veces —comenzó Eren, su voz cargada de un sufrimiento tan profundo que desgarraba el alma— me gustaría desaparecer del todo. Desearía simplemente cerrar los ojos y extinguirme. Dejar que todo el dolor, la rabia y la vergüenza que siento, se vayan de una vez por todas. No quiero sufrir más, Levi —confesó. La angustia que vio en el chico le recordó peligrosamente a la suya propia; un doloroso reflejo de sí mismo—. Hay días en los que al despertar, solo puedo pensar en que estoy harto de mi vida, cansado de fingir ser algo que no soy, con mi familia, con mis amigos, conmigo mismo. Agotado de creer que algo está mal conmigo, que soy un maldito error. Tan solo quiero dejar de sentir esto, de ser el que tiene que cambiar para que el resto pueda ser feliz. Solo… deseo destruirme.

Durante un instante, una pequeña fracción de segundos, Levi sintió que las palabras de Eren eran una copia exacta de las suyas tan solo unos meses atrás, antes de regresar a Shiganshina y conocerlo. En más de una ocasión, durante sus peores días tras el incidente, él mismo pensó seriamente en la posibilidad de quitarse la vida y acabar con todo de una maldita vez; sin embargo, la constante vigilancia de Erwin y Hange, más su propia cobardía, le impidieron hacer tal estupidez. Durante muchísimo tiempo Levi se había odiado por la pérdida de Farlan, todavía lo hacía en más ocasiones de las que le gustaba admitir, por lo que sabía cómo era convivir con ese tipo de dolor; aun así, sentía que para Eren todo eso era mucho peor. El alma del chico era un puñado de desgastados jirones. Pequeños retazos destrozados a causa de todo el dolor que seguramente había tenido que soportar a manos de las personas que amaba.

Por primera vez en su vida temió que, si cerraba los ojos durante un momento y apartaba la vista del muchacho, cuando volviera a abrirlos este habría desaparecido para siempre, perdiéndolo.

Secando las últimas lágrimas que humedecían las mejillas de Eren, él tomó finalmente una decisión.

Con un lánguido movimiento, Levi se puso de pie. Su mano aún tenía entrelazada la del muchacho, por lo que tiró un poco de ella, instándolo a que lo imitase e hiciera lo mismo, algo que el chico hizo de inmediato.

—Tch, la idea de que desaparezcas de aquí me parece una auténtica mierda, mocoso. No creo que esta condenada ciudad me gustase ni un poco si no estás incordiando por aquí, así que no puedo ayudarte con eso; pero a cambio puedo ofrecerte algo que, pienso, te gustará más —le dijo lleno de seguridad.

Los ojos de Eren se abrieron enormes al oírlo, y una de sus castañas cejas se arqueó en forma interrogativa.

—¿Y… que sería eso? —preguntó dudoso.

Levi sonrió abiertamente.

—Tengamos una cita.

 

——o——

 

Eren no podía creer que aquello estuviera sucediendo de verdad. Estaba convencido de que en algún momento, tras salir de la casa de sus padres y su horrible conversación con Jean, acabó por perder la cabeza mientras iba rumbo a ninguna parte, por lo que todo era producto de su imaginación; sin embargo, una sola mirada al hombre que caminaba a su lado bastó para corroborar que todo eso no era una simple alucinación de su caótico cerebro, sino que él, realmente, debido a la desesperación que lo embargaba, acabó llamando a Levi y este acudió a su encuentro sin dudarlo.

¿Qué demonios había hecho?, se preguntó desesperado. ¿Por qué aceptó aquella cita a pesar de saber que no debía ni la merecía? Dios, en verdad era un maldito mocoso egoísta.

No obstante, nada más llegar hasta el sitio cerca del puerto donde el mercadillo de Navidad estaba emplazado, la culpa que experimentaba se mitigó un poco, sintiéndose revivir nuevamente ante la vista que se desplegaba frente a él. Ese lugar siempre lograba levantarle el ánimo y hacerlo feliz, por muy deprimido que estuviese.

Como si presintiera que su humor estaba mejorando, Levi tiró suavemente de la manga de su abrigo para llamar su atención, señalándole con un gesto los diversos puestos que ya se divisaban a la distancia. Eren notó que este parecía un poco divertido a causa de su extraña elección para tener una cita, y no podía culparlo. Cansado como estaba emocionalmente, solo fue capaz de pensar en aquel sitio cuando Levi le preguntó dónde deseaba ir. El mercadillo Navideño, con todos sus colores, sus risas constantes y la alta música que llenaba el ambiente, le recordaba su infancia y lo feliz que había sido en ese entonces; por eso mismo, al estar tan necesitado de algo que despejara su cabeza y alejara las pesadillas, tan desesperado por algo que ayudase a normalizar su corazón y lo reconfortara, acabó sugiriendo ese lugar. Un pequeño refugio seguro donde poder volver a ser él mismo.

A pesar de que el frío de comienzos del invierno ya se estaba haciendo notar, los puestos de comida y venta de productos artesanales, dispuestos en tres largas corridas circulares en torno al enorme árbol de Navidad central, se hallaban abarrotados de posibles compradores. Casi todo el mundo estaba ya disfrutando de las tan ansiadas vacaciones, por lo que el ánimo era evidentemente festivo; además, los pegajosos villancicos que sonaban por los altoparlantes, así como la bonita decoración llena de luces brillantes que iluminaban la plazoleta y los locales, eran una buena atracción para los viandantes.

El persistente olor a comida de uno de los puestos cercanos hizo que el estómago le rugiera en señal de protesta, recordándole que aún no había cenado. Eren no estaba seguro de que Levi lo hubiese oído, confiaba en que no fuera así, pero en ese mismo instante este se volvió para mirarlo y señalarle uno de los locales que no estaban tan llenos, donde al parecer vendían diversos tipos de bollería, dulces y pastas.

—Oi, mocoso, creo que deberíamos comer algo primero antes de recorrer los puestos. Salí de casa a toda prisa, por lo que no me dio tiempo de cenar. Me muero de hambre —le dijo este con su calma habitual, ante lo que él, sintiendo un leve ramalazo de culpa al ser el responsable de ese hecho, asintió con un gesto y lo siguió obedientemente.

Eren aún se encontraba bastante aturdido después de todo lo ocurrido esa tarde. Todavía podía notar la rabia bullendo por sus venas tras su última discusión con Jean y como el dolor lo arañaba por dentro, desgarrándolo un poco. Por lo menos, se dijo, el terror había desaparecido y podía pensar con relativa coherencia nuevamente. Antes de llamar a Levi, luego que el otro chico lo dejara allí plantado, por unos instantes temió estar a punto de sufrir un ataque de ansiedad en plena calle. El solo recordar aquello hizo que su estómago se contrajese a causa de los nervios.

Mientras observaba al otro hombre hacer el pedido de ambos, no pudo dejar de pensar en lo sorprendente que le parecía que su noche hubiese acabado de esa manera. Era como si después de todo lo malo que le tocó vivir unas horas atrás, el destino hubiera decidido compensarlo otorgándole un deseo cumplido, un pequeño capricho. Él sabía que aquello no cerraría la herida, demasiado abierta aun, pero la compañía de Levi ayudaba a mitigar el dolor.

Aunque llevaba ya un rato pensándolo, Eren todavía no estaba del todo seguro de porqué motivo acabó llamando al otro hombre en vez de a Armin, Annie o Historia como solía hacer siempre que las cosas se descontrolaban un poco para él; tal vez, se dijo, se debiera a que hablar con este era su intención antes encontrarse con Jean, o quizá, simplemente, porque en el fondo sabía que podría contar con Levi pasara lo que pasase.

Realmente odiaba que este hubiera tenido que verlo en ese estado tan lamentable; que hubiese presenciado uno de sus lados más patéticos y destructivos. No quería que la opinión que aquel hombre tenía sobre él cambiara por culpa de su tonto arrebato.

Una vez les entregaron su compra, ambos se dirigieron a sentarse en una de las bancas que rodeaban el perímetro del mercado. Un silencio cómodo se instauró entre ellos mientras observaban a los niños corretear y gritar como locos en la zona destinada a las atracciones infantiles, al tiempo que los adultos intentaban contenerlos o recorrían los puestos haciendo compras de última hora.

Eren envolvió sus frías manos en torno al vaso térmico que contenía su ponche caliente, intentando que estas entrasen en calor y se le desentumecieran un poco. El reconfortante aroma de la naranja junto con el clavo, el anís y la canela, lo animó bastante; así como también la cercanía del hombre sentado a su lado. Ambos estaban tan juntos que el brazo de Levi rozaba directamente contra el suyo, produciendo que el calor que emanaba de sus cuerpos se mezclara hasta convertirse en solo uno. Era una sensación agradable.

—¿Sabes? Esta es mi primera vez viniendo a uno de estos —le confesó el otro de pronto. Los afilados ojos grises de Levi, inesperadamente serios, observaban con detenimiento a los transeúntes que reían y parecían divertirse bastante con toda aquella algarabía—. Cuando era niño quise asistir un par de veces, por curiosidad, supongo; pero en aquel entonces mi madre se mataba trabajando y aun así apenas contaba con el dinero suficiente para mantenernos día a día; ya hacerme un regalo de Navidad suponía un enorme esfuerzo para ella, por lo que venir aquí era un imposible. Además, caminar desde la playa hasta aquí, en pleno invierno, no era poca cosa, sobre todo porque en ese tiempo no existían los bonitos caminos que han construido ahora. Tch, realmente era una auténtica mierda tener que recorrer todo aquello andando —este dio un trago a su propio vaso de ponche y lo miró con una gravedad aplastante—. Una vez llegué a vivir a Stohess, estas cosas dejaron de interesarme, por lo que tampoco asistí a ninguno a pesar de que Farlan lo sugirió en un par de ocasiones. De todas formas, siempre por estas fechas solía estar demasiado ocupado trabajando; rara vez tenía tiempo libre.

Para Eren siempre era difícil, así como doloroso, imaginar el pasado tan lleno de carencias que Levi vivió en Shiganshina cuando era un niño. Él, a pesar de todos los problemas que ahora tenía con su familia, jamás experimentó nada de aquello durante sus primeros años de vida, por el contrario. Su padre, siendo médico, siempre contó con un trabajo bien remunerado y le dio a su familia un buen pasar. Durante su niñez, cada año Navidad fue una festividad que Eren esperó con ansias y entusiasmo desmedido, y aunque ahora aquello hubiese cambiado, eso no borraba los dulces recuerdos de su infancia. Si estuviese en sus manos hacerlo, le hubiera gustado poder borrar parte del dolor de la vida de aquel hombre.

—Lo cierto es que me encanta este sitio —admitió, lleno de nostalgia. Al observar detenidamente las titilantes luces doradas que decoraban los puestos, estas parecieron danzar ante sus ojos cual si fuesen pequeñas estrellas. Eren deseó fotografiarlas, pero no lo hizo; esa noche no se sentía demasiado capaz de hacer nada bonito—. Cuando era pequeño solía venir cada año con mis padres y Mikasa un par de días antes de Navidad. Nos permitían jugar en las atracciones y atiborrarnos de golosinas, aunque mi madre siempre intentaba controlarnos con aquello y regañaba a mi padre por ser tan blando con nosotros. Odiaba que me vigilara tanto, así que a veces solía escaparme por allí para recorrer todo a mis anchas —una maliciosa sonrisa se dibujó en sus labios al confesarle aquello—. La volvía loca a causa de la preocupación, por lo que mamá siempre acababa amenazándome con no volver a traerme y dándome algún castigo en cuanto llegábamos a casa.

Levi sonrió.

—No sé porque eso no me extraña, mocoso. Con lo obstinado e impulsivo que eres, estoy seguro de que tu pobre madre debió de pasarlo bastante mal contigo. Pienso que unos cuantos azotes te hubiesen disciplinado de maravilla.

Eren rodó los ojos.

—Insisto en que opinas así porque no conoces a mi madre. De pobre no tiene nada, te lo aseguro. Mis orejas pueden dar fe de ello —le dijo con buen humor; sin embargo, el recuerdo de su progenitora le trajo de golpe a la cabeza la petición que esta le hizo aquella misma tarde y eso lo puso repentinamente nervioso.

Levi, que ahora masticaba distraído un kolache relleno de queso, observaba con gesto aburrido a un grupo de personas que parecían discutir en uno de los locales de artesanía orfebre; no obstante, como si presintiera que algo lo inquietaba, volvió el rostro hacia él, examinándolo con sus pálidos ojos de tormenta.

—¿Qué pasa ahora, mocoso?

Eren, tomando una profunda bocanada de aire para darse valor, soltó de golpe aquello antes de arrepentirse.

—Esta tarde estuve con mi madre… y le hablé de ti —farfulló, sintiendo que estaba a punto de atragantarse con sus propias palabras. La intensa mirada gris de Levi sobre él lo hizo estremecer ligeramente—. Ella ha dicho que le gustaría conocerte.

Una de las delgadas y oscuras cejas de este se arqueó un poco debido a la sorpresa, pero su expresión no varió demasiado. Levi, con toda calma, volvió a dar un pequeño sorbo de su caliente bebida antes de sonreír con cierta socarronería.

—Vaya, mocoso, me sorprendes. No me esperaba que tuvieras el valor para hablarle sobre mí

Él se encogió de hombros, intentando restarle importancia a su puya a pesar de que sentía el corazón a mil por hora a causa de la ansiedad.

—Realmente fue mi padre quien lo hizo —explicó—. Tenías razón sobre eso. Nada más conocerte, él asumió de inmediato que éramos algo más que «amigos» y se lo dijo a ella. Estaba bastante curiosa al respecto.

El ceño de Levi se frunció un poco, pero no pareció del todo molesto. Este dio otro largo trago a su ponche y chasqueó la lengua en señal de fastidio.

—Joder con tu viejo. Es un completo entrometido —masculló malhumorado, ante lo que Eren no pudo evitar reírse quedamente. Levi, relajando el gesto aunque sin llegar a sonreír del todo, le preguntó curioso—: ¿Y qué le has dicho tú?

Se humedeció los labios, nervioso, antes de responder:

—Que no somos novios, pero que sí me gustas —admitió a toda prisa, dando un mordisco a su pan de jengibre e intentando ignorar el furioso rubor que inundó sus mejillas tras su confesión.

La penetrante mirada de Levi sobre él no ayudó en lo más mínimo a calmar sus emociones, ya de por sí bastante machacadas ese día. Durante un breve instante, Eren tuvo la tentación de pedirle a este que dejase de verlo de ese modo, pero el miedo a parecer más cobarde y débil de lo que seguramente ya era ante sus ojos, lo disuadió de no apartar la mirada, obligándose a masticar y tragar fingiendo una tranquilidad que no sentía en absoluto.

Dios, lo único que en realidad deseaba era salir huyendo de allí para esconderse en algún sitio hasta poder deshacerse de su vergüenza.

—Mmmm, me pregunto si se parecerá tanto a ti como dices, mocoso —le dijo el otro pasado un rato; parecía pensativo. Sin pedirle permiso, sacó un trozo del pan que Eren estaba comiendo y se lo llevó a la boca—. Creo que será interesante averiguarlo.

Él inspiró bruscamente a causa de la sorpresa.

—Entonces… ¿eso significa que no te importa conocerla? —preguntó dubitativo—. ¿Quieres que te presente a mi madre?

Levi se encogió de hombros.

—No me molesta del todo la idea. Podré soportarlo si es lo que quieres —añadió. Una de las pálidas manos de este se dirigió hacia su rostro y tiró con suavidad de uno de los cortos mechones de cabello que siempre escapaban de la coleta y caían sobre su frente. Un deje de burlona sonrisa asomó a sus labios—. Además, me resulta atrayente la idea de conocer a la mujer a la que has vuelto loca todos estos años. Quien sabe, puede que termine enterándome de algún secreto vergonzoso con el que pueda amenazarte con revelar cuando colmes mi paciencia.

Nada más oírlo, Eren sintió el impulso de echarle los brazos al cuello y abrazarlo. La emoción que lo embargaba en ese momento era tan intensa que amenazaba con hacerlo estallar por dentro; no obstante, se contuvo debido a que estaban en un lugar público y no creía que a Levi le gustara demasiado que él comenzara con sus muestras de afecto. Aun así, le sonrió, no pudo evitarlo. Que este, a pesar de todo quisiera conocer a su progenitora, era algo muy importante para él. Levi le estaba diciendo, sin necesidad de palabras directas, que deseaba formar parte de su vida.

—Mi padre estará fuera a mediados de enero por asuntos del trabajo, por lo que mamá piensa que es un buen momento para que vayas a comer a casa —añadió, aprovechando la oportunidad y el valor que el evidente buen humor del otro hombre le daba.

Este asintió.

—Me parece bien, no quiero tener que rendir cuentas ante el bueno del doctor. Estoy seguro de que sería un encuentro bastante incómodo para ambos y, si las cosas se pusiesen desagradables, probablemente acabaría con un par de costillas rotas. Él, no yo —aclaró esto último Levi soltando un pesado suspiro de fastidio. Eren, con un poco de pánico, se percató de que este no bromeaba—. Solo no se lo cuentes a Hange, ¿está bien, mocoso? Si ella llega a enterarse, la tendremos jodiéndonos la vida hasta que tu madre se vea en la obligación de invitarla a cenar, te lo aseguro —le advirtió. Levi sacó de la bolsa de papel otro kolache y lo cortó por la mitad, ofreciendo una de las partes a él, que la aceptó sin dudar—. A esa maldita cuatro ojos le encanta meter las narices donde no debe, más aun si puede conseguir comida gratis de por medio.

Eren, por primera vez esa noche, se rio abierta y despreocupadamente, como solía ser su costumbre. No era que el malestar por lo ocurrido con Jean esa tarde hubiera desaparecido del todo, por supuesto que no, pero ya no estaba sumido en aquella espesa nube negra que amenazaba con hacerlo desaparecer bajo el peso de la melancolía en cualquier momento. Estando junto a Levi se sentía seguro y aceptado, por lo que podía ser él mismo. A lado de ese hombre, Eren creía estar más cerca del chico que debería haber sido si el dolor dejado por las heridas de su pasado no lo hubiesen arruinado tanto.

—Tal vez —le dijo de pronto a este, una vez acabó de reír— deberíamos convertir esto en nuestra propia tradición. Venir aquí cada año, beber ponche caliente y comer kolaches y pan de jengibre mientras observamos el árbol de Navidad, fingiendo por un rato que la vida no es una auténtica porquería la mayoría de las veces —lanzó una avergonzada mirada a Levi, quien lo contemplaban muy atento—. Bueno, solo si tú quieres, claro…

Aquel par de ojos grises volvieron a apartarse de él para observar el animado mercadillo. Eren, sintiéndose morir de vergüenza por su atrevimiento, estaba a punto de decirle que lo olvidara, pero este lo interrumpió antes de que llegase a abrir la boca nuevamente.

—Me parece bien, mocoso. No suena del todo mal —Levi levantó el rostro y miró el vasto cielo oscuro, donde las estrellas eran más visibles esa noche—. Lo estaré esperando con ganas.

Abochornados como estaban, no volvieron a tocar el tema y simplemente trasladaron su atención a la invitación de su madre y al cuándo esta fijaría una fecha propicia para ese primer encuentro con Levi. Durante los minutos siguientes, mientras observaban el alegre y colorido revuelo a su alrededor cómodamente sentados en la banca que ocupaban, ambos se acabaron su improvisada cena, compartiendo lo que les quedaba de comida y platicando sobre los terribles sufrimientos que el día siguiente parecía deparar para ellos: él teniendo que soportar el malhumor de su padre en la cena familiar, mientras que el otro hombre debía prepararse para la inminente visita de sus amigos y el que estos, irremediablemente, intentaran inmiscuirse en su vida.

De manera mecánica e inconsciente, Eren sacó la cámara del bolso que la resguardaba y la posó sobre sus rodillas, comenzando a juguetear con ella.

Al contemplar todo lo que los rodeaba, lo mágica que parecía esa noche llena de luces y risas, de sueños que podían hacerse realidad, la acuciante necesidad de enfocar y disparar se apoderó de él como tantas otras veces; pero no se atrevió a hacerlo. El mercadillo estaba demasiado lleno de gente, de personas que no conocía, y aunque ya había hecho una excepción con Levi e Historia, Eren sabía que no estaba lo suficientemente preparado para dar un paso tan importante, todavía no.

Aun así, tener el aparato entre las manos le daba tranquilidad. La certeza de que todo estaba de regreso en su sitio y él volvía a ser el mismo Eren de los últimos años; aquel que se escondía tras su mundo filtrado y su falsa seguridad porque no hallaba otra manera de sobrevivir.

—Era más que un simple amigo —le dijo de improviso a Levi, rompiendo la cómoda camaradería que compartían en ese instante. Se llevó el visor de la cámara hasta el rostro para poder mirar por él, pero no accionó el disparador; simplemente enfocó a su desconcertado acompañante y aclaró—: El chico con el que me encontré esta tarde. Era más que un simple amigo.

Levi, finalmente comprendiendo a que se refería, asintió en silencio.

—Entonces, ¿era tu ex?

Eren se encogió de hombros y volvió a dejar la cámara sobre su regazo, tamborileando sus dedos sobre el cuerpo de esta.

—No lo sé. Durante un tiempo creí que sí… Ahora, no estoy tan seguro.

Si su ambigua respuesta desconcertó al otro, este no lo demostró, aceptando sin más sus palabras y no haciendo ninguna otra pregunta incómoda. Levi, simplemente, acabó de beberse lo que quedaba de su ponche y se puso de pie, lanzando el vaso vacío a una papelera cercana con una precisión asombrosa.

Una fría ventisca los azotó de golpe, como si el invierno deseara recordarles que era él quien predominaba en esos días. Ambos se estremecieron al notar la potente corriente de aire gélido y apretaron los dientes para que estos no les castañearan ruidosamente, arrebujándose más en sus ropas de abrigo mientras esperaban que esta amainase. Levi, aun de pie frente a él, tenía el negro y lacio cabello completamente revuelto a causa del viento, por lo que algunos desordenados mechones le caían sobre el pálido rostro haciéndolo lucir incluso más joven de lo que ya parecía.

Al observarlo con mayor detenimiento, Eren cayó en cuenta de que este vestía de una forma muy similar a la de su segundo encuentro en la playa, con unos ajustados vaqueros negros y botines del mismo color, y aquel suéter blanco de cuello alto que él manchó con su sangre al cortarse. Por aquel entonces, el telón de su fotografía había sido una nubosa mañana de noviembre en blancos y grises con el embravecido mar de fondo. En ese momento en cambio, era el oscuro cielo nocturno de diciembre el que enmarcaba al otro hombre, con las pequeñas y titilantes luces que adornaban el perímetro simulando ser estrellas sobre ellos mientras eran mecidas por el viento.

Dos imágenes tan diferentes y al mismo tiempo tan iguales, tan contrarias como similares, pero que, de algún modo inexplicable, despertaban en él la misma necesidad de perderse en aquel mundo perfecto e irreal. Su reino de magia.

Eren, sin detenerse a pensarlo siquiera, volvió a llevar la cámara hacia su rostro, enfocó y disparó.

—Sigo creyendo que eres una de las cosas más hermosas que he fotografiado en mi vida —le dijo a Levi con total sinceridad.

Este, como casi siempre que lo pillaba desprevenido, frunció el ceño hasta que sus delgadas cejas oscuras se volvieron una línea amenazante y sus afilados ojos grises se oscurecieron como un cielo de tormenta; aun así, no intentó quitarle la cámara de las manos como tantas otras veces y eso lo desconcertó un poco.

—Tch, jodido mocoso malcriado. No intentes ablandarme con tus estúpidos halagos porque no te servirán de nada conmigo.

Eren pestañeó lentamente, por completo confundido.

—¿Qué? ¿De verdad eso es todo? ¿Y las amenazas? ¿Y mi sentencia de muerte? —le preguntó al otro, extrañado por ese repentino cambio de actitud. Que Levi se mostrara tan tranquilo después de que él le tomase una fotografía de ese tipo era, ciertamente, preocupante; a menos que…—. ¿El que ahora te muestres tan cooperador quiere decir que finalmente has aceptado posar para mí, Levi? —inquirió, esperanzado.

Este rodó los ojos y chasqueó la lengua en señal de fastidio.

—Claro que no voy a posar para ti, Jaeger. Métetelo bien en esa dura cabeza que tienes, a ver si se te graba de una puta vez —masculló de malos modos, dándole una suave patada en la espinilla que lo hizo respingar. Levi metió ambas manos en los bolsillos de su negro abrigo y fijó su gris mirada en un indefinido punto a la distancia—. Pero, por hoy al menos, seré generoso contigo. Puedes quedarte con la condenada foto.

Eren abrió la boca sorprendido.

—¿De verdad? ¿Sin pago? ¿Sin apuesta?

—Sin pago y sin apuesta —corroboró este, volviendo a posar sus ojos en él—. Y deja de poner esa estúpida cara de incredulidad, mocoso. Sigue cabreándome y me olvidaré de todo lo que acabo de decir.

—¡No puedes, ya lo has prometido! —se defendió Eren, apresurándose a guardar la cámara en su bolso por si acaso.

—Tch, prometido y una mierda. Además te recuerdo que, si me lo propongo, en menos de dos minutos te dejo tumbado en el suelo pidiendo clemencia —contratacó Levi, burlón. En respuesta a su provocación, él le sacó la lengua, ante lo que el otro se rio, divertido—. Venga, levanta el culo y pongámonos en marcha. ¿No dijiste que querías ver la feria?

Eren, aun sorprendido por su buena suerte, asintió con un gesto; sin embargo, antes de ponerse en pie tiró de uno de los bordes del abrigo de Levi, acercándolo hacia sí. La mirada de este bajó de inmediato para encontrarse con la suya; gris y verde contemplándose en silenciosa expectación.

—Levi, ¿puedo hacerte una pregunta? —inquirió en un susurro tan bajo que por un momento temió que el otro no lo hubiese oído. No obstante, cuando este asintió con un débil cabeceo, supo que sí lo había hecho—. ¿Qué es lo que somos realmente? ¿Amigos? ¿Algo más que eso? ¿Una pareja? —Nervioso, tragó con fuerza y se mordió el labio inferior lleno de dudas, pero no apartó sus ojos de él—. Por más que lo pienso, por más vueltas que le doy, no logro comprender que es lo que somos en realidad.

Para su sorpresa, Levi acortó la escasa distancia entre ellos, enterrando aquellos pálidos dedos entre las desordenadas hebras de su cabello castaño y dejando que sus pulgares rozaran sus pómulos, acariciándolos con suavidad. Durante un pequeño instante, al verlo inclinarse hacia él, Eren creyó que este iba a besarlo, por lo que su corazón se desbocó en anticipación; sin embargo, Levi simplemente junto su frente con la suya y lo miró muy serio.

—Una total ruina. Eso es lo que somos, mocoso. Un montón de fragmentos rotos y dañados que, a pesar de todo, parecen encajar muy bien entre sí. Solo somos tú y yo, Eren; y esta extraña conexión que ha nacido entre nosotros —le dijo con una sinceridad tan absoluta que resultaba devastadora—. No puedo darle un nombre a nuestra relación, porque ni siquiera yo mismo la entiendo, y es una mierda, lo sé; pero, aun así, egoístamente te quiero en mi vida, y saber eso me basta. Si tú me quieres igualmente en la tuya, y crees que puedes estar bien con eso de momento, entonces, por favor, arriésgate conmigo.

A pesar de lo emocionado y conmovido que estaba tras oír aquella franca petición por parte del otro, el miedo y la duda lo asaltaron de improviso, haciéndolo sentir culpable.

Había sido él mismo quien le dijo a Levi, días atrás, que podría conformarse con ser solo su amigo si eso era lo único que este podía ofrecerle, pero Eren ahora deseaba mucho más, por lo que temía que aquella ambigua relación no llegara a bastarle. ¿Y si cometía los mismos errores del pasado?, se preguntó angustiado. Por aquel entonces no midió los riesgos, simplemente se aventuró a ciegas en aquel terreno por completo desconocido para él y tomó lo poco que podían darle, deseoso por acallar los desesperados ruegos de su corazón anhelante e inexperto. Fue demasiado ingenuo y pagó un alto precio por ello: Jean le rompió el corazón.

¿Sería capaz de soportar que Levi le hiciera lo mismo? Eren lo dudaba, y de allí nacía su miedo. No quería sufrir más, menos de aquella forma.

Demasiado pronto para su gusto, la cercanía de Levi se convirtió en distancia y aquel pequeño espacio entre ellos le pareció enorme e insalvable, excesivamente lejano. Y fue allí que él lo supo.

Por muy asustado que aun estuviese de su pasado, de sus demonios y sus errores, quería arriesgarse. Si era aquel hombre frío y hermético, con sus malos modos y sus ojos del color de la tormenta, quien lo esperaba al otro lado de ese aterrador abismo, Eren reuniría el valor necesario para dar aquel salto de fe y confiar en que este no lo dejase caer.

—Te quiero en mi vida —le dijo casi sin respirar—, del modo que sea —aclaró, sintiendo como poco a poco un avergonzado rubor le calentaba hasta las orejas a pesar del frío reinante.

Levi, enarcando una ceja, lo miró inquisitivamente, pero tendió una de sus manos hacia él.

—Entonces, mocoso, veamos hacia donde nos lleva esto. Venga, vamos a dar una vuelta, ¿no era lo que querías?

Eren asintió, pero antes de aceptar su invitación, lanzó una nerviosa mirada a su alrededor. Había tanta gente…

—¿No te lo he dicho ya? Que te importe una mierda la opinión del resto. Tú vida, tus elecciones, son tuyas, Eren —señaló Levi con rotundidad—. El único que puede elegir el camino que quiere recorrer y cómo hacerlo, eres tú mismo; no te pongas límites. Y si el mundo no te alcanza, el espacio sideral es infinito.

Tragándose el miedo y las ganas de llorar que sentía, acabó aceptando la mano que el otro le tendía. Estaba asustado y temblaba un poco cuando se encaminó junto a Levi hacia el mercadillo, pero dejó que sus dedos entrelazados le dieran la fuerza y el valor necesarios para afrentar esa nueva parte de su vida.

Shiganshina era una ciudad pequeña donde casi todo el mundo se conocía, por lo que estaba seguro de que acabaría encontrándose allí con más de alguien que lo conociera a él o a su familia. Si su amistad con Levi ya había levantado rumores sobre la relación que ambos mantenían, Eren estaba seguro de que, después de esa noche, estos serían una certeza; pero, ¡qué demonios, le daba igual! Acababa de aceptarse tal cual era, y con aquello le diría a todo el resto que le daba lo mismo si ellos lo hacían o no. Esa vez, se prometió, no habría ni secretos ni vergüenza, no pensaría que sus sentimientos y elecciones eran un error que necesitaba esconder.

Esta vez solo serían Levi y él, y la ilusión de un amor que estaba comenzando a nacer de los terribles despojos que ambos eran.

Quizá, se dijo Eren, su relación no necesitara de un nombre que la definiera y delimitara, porque, para él al menos, era imposible de expresar con palabras todo lo que sentía por aquel hombre. Tal vez, simplemente, deberían seguir así, conociéndose, aprendiendo el uno del otro y dejando que sus nacientes sentimientos los llevaran hasta más allá del mundo, donde no hubiera un límite que señalara lo que era correcto y lo que no.

Ciertamente Levi tenía razón, el espacio sideral sonaba como un buen plan después de todo. Si él era parte de su incierto futuro, Eren creía que podían tener un infinito.

Notas finales:

Lo primero, como siempre, es agradecer a todos quienes hayan llegado hasta aquí. Espero la lectura fuese de su agrado y valiera la pena el tiempo invertido en ella.

Por supuesto también agradezco a la amabilísima Akira Kousei por el beteo en tiempo exprés. Si este capítulo llega más bonito y cuidado a ustedes, es gracias a ella y su gran trabajo corrigiendo mis horrores. Así que, ¡gracias Akira!

Por lo demás, siento que este capítulo se haya atrasado más de lo previsto. Debería haber sido publicado la semana pasada, pero hace unas semanas estuve agripada y en cama, por lo que todas las actualizaciones se retrasaron; así que recién estoy volviendo a retomar mi ritmo constante de escritura. No obstante, espero que el siguiente capítulo de esta historia esté actualizándose en unas dos semanas más, si no hay nada que me demore más de lo previsto.

También confío en que el capítulo les gustase y valiera la pena la larga espera. Ya se vislumbra un poquito más sobre el pasado de Eren y en la siguiente entrega se le verá interactuando con su familia al completo, que es algo que no he podido mostrar aun y me tiene muy entusiasmada.

Para quienes siguen el resto de mis historias, aviso que la siguiente actualización de Ese algo llamado Amor quedará relegada para mañana y no será hoy como había anunciado. Esta tarde preferí priorizar la corrección de In Focus, pero he quedado algo cansada con la misma, por lo que no me da la concentración para ponerme a corregir la siguiente viñeta de esa historia esta noche, así que se atrasa en un día. Lo siento por eso. Sobre los demás fanfictions, descontento Ese algo llamado Amor que seguirá con su ritmo habitual, no publicaré nada del fandom de SnK durante la semana entrante, ya que el turno le corresponder al fandom de KnB con Hilo Rojo que está llegando a su final. La siguiente actualización que toque por aquí será nuevamente con In Focus.

Vuelvo a agradecer de corazón a todos quienes leen, dejan comentarios, envían mp’s, votan, añaden a sus listas, alertas y favoritos. Son siempre mi mayor incentivo para continuar con esto los días que las ganas fallan un poco.

Un abrazo a la distancia y mis mejores deseos para ustedes. Hasta la siguiente.

 

Tessa


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).