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In Focus (Riren/Ereri) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

Capítulo 17:

Que el Tiempo Decida

 

Deja que el tiempo pase y ya veremos lo que trae…

(Gabriel García Márquez, El amor en los tiempos del cólera)

 

 

 

—¿Podrías dejar de mirar la hora, por favor? ¿Tan deseoso estás por ser un año más viejo, Levi? —lo reprendió Erwin cuando lo vio revisando por quinta vez su móvil en menos de media hora.

Guardándose de mala gana el aparato en el bolsillo trasero de sus vaqueros grises, le dedicó al otro una mirada de disgusto que, como siempre, no lo intimidó en absoluto.

—Tch, te recuerdo que yo ni siquiera quería celebrar mi puto cumpleaños, cabrón. Fue cosa tuya y de esa cuatro ojos de mierda que siempre se meten donde no deben —respondió él con malhumor, observando desde su posición en la cocina como su impecable suelo de madera se llenaba de pequeños restos de comida caída que, posteriormente, acababan siendo pisados por la horda de engendros del desorden que eran sus invitados. Joder, ¿es que ninguno de ellos pensaba en lo que costaba limpiar esa mierda? Tendría que trabajar una mañana entera solo para quitarlos antes de volver a pulir el piso—. Nada más deseo que todo acabe de una buena vez para que mi casa regrese a la normalidad —masculló Levi, justo en el momento en que Erd, que ya estaba más que un poco arriba de copas, soltó una carcajada estruendosa y volcó sin querer el resto de su botella de cerveza sobre Auruo que de inmediato se puso de pie, salpicándolo todo y reclamando al otro con indignación mientras el resto de los presentes reían y Petra, su novia, intentaba calmarlo sin mucho éxito.

Frunciendo el ceño con desagrado, Levi contempló inquieto como el perfecto orden de la primera planta de la casa se había ido a la mierda en apenas un día gracias a sus invitados que no hacían ni el más mínimo esfuerzo por conservarlo, cambiando sus cosas de lugar sin su permiso y dejando botellas de cerveza, además de platos y vasos sucios, por cualquier sitio. Los grises cojines del sofá y las butacas acabaron sirviendo de improvisados asientos a quienes se quedaron sin sitio donde sentarse, e incluso la mesilla de centro lucía irreconocible bajo el peso del montón de platos con comida y aperitivos que habían dispuesto sobre ella. Por si fuera poco, Hange había insistido hasta el hartazgo en poner a todo volumen una colección de villancicos que ahora resonaba en el equipo de música como si no hubiera un mañana, mezclándose con las risas y conversaciones del resto de sus amigos, creando una cacofonía infernal.

Levi se sentía cansado y a punto de sufrir un ataque de rabia en cualquier momento. Si no estuviera tan contento de verlos a todos reunidos ni se sintiese tan agradecido porque hubieran ido hasta allí por él, ya los habría mandado a la mierda sin muchas contemplaciones.

De forma inconsciente, tras arremangarse hasta los codos el ajustado suéter negro que llevaba, volvió a sacar el móvil para mirarlo una vez más, logrando que Erwin resoplara con disgusto y rodara los ojos ante su comportamiento.

Ignorándolo, Levi lo dejó sobre la isleta de la cocina, donde pudiese verlo mientras bebía tranquilamente su taza de té negro. Ya solo faltaban unos pocos minutos para que fuese la medianoche, y por algún motivo se sentía intranquilo. Bueno, en realidad su motivo poseía unos ojos verdes fascinantes y una sonrisa que parecía volver su mundo del revés, pero no iba a decirle eso al pesado de su amigo. Si llegaba confesar aquello, Erwin no lo dejaría en paz el resto de su puta vida.

Aun así, no lograba librarse de la inquietante sensación que lo embargaba por dentro, una que le advertía que estaba a punto de ocurrir algo importante, algo que cambiaría su vida de forma irremediable; una premonición tal vez, o quizá, simplemente, su instinto hablándole e instándolo a prestar atención; él no estaba del todo seguro.

Por eso mismo, y a pesar de saber que era una tontería, Levi seguía esperando un poco impaciente por aquella llamada que llevaba ansiando todo el día. Era la primera vez en mucho tiempo que realmente deseaba la pronta llegada de su cumpleaños, y Eren era el maldito responsable de aquello.

Joder.

—¿Qué pasa, enano? ¿Te has cansado ya de los chicos? ¿Estás notando como te agobia el peso de tus treintaicinco años? —le preguntó repentinamente Hange que acababa de separarse del otro grupo para unirse a ellos. Esta, vestida con un traje de Santa que le quedaba terrible, cogió un taburete vacío para sentarse a su lado, pasando de inmediato uno de sus delgados y fuertes brazos por su cuello, tironeando de él sin cuidado alguno.

De mala gana Levi le dio un par de codazos hasta que logró quitársela de encima, ante lo que la mujer lo miró dolida durante unos segundos, para luego volver su enloquecida mirada hacia Erwin en busca de apoyo.

—Pasa que está esperando una llamada, por eso se encuentra tan nervioso —le informó el traidor de Smith a su amiga—. Seguramente de Eren.

Hange soltó un gritito emocionado, pero al notar su acerada mirada de advertencia, se apresuró a cubrirse la boca con una mano, de seguro para ocultar su sonrisa; una que sus castaños ojos traicionaban ya que estos parecían brillar entusiasmados tras las gafas.

—Tch, yo nunca he dicho que el mocoso fuese a llamar —masculló, pero un delator rubor le calentó el rostro. Erwin alzó ambas cejas pero no dijo nada, bebiendo en silencio de su copa de vino. Hange, por el contrario, se removió inquieta en su sitio, como si estuviera a punto de orinarse encima a causa de la emoción.

—¡Oh, enano, eso es tan lindo! —le dijo está sin poder contenerse más, echándole una vez más los brazos al cuello e impidiéndole respirar con normalidad—. No tienes que estar asustado, tranquilo, tranquilo; estoy segura de que todos mañana estarán muy felices de conocerlo. ¡Eren te encantará, Erwin! —exclamó Hange entusiasmada, dirigiéndose al otro por sobre su hombro—. Es un chico estupendo, te lo prometo. Y que pueda soportar a Levi ya es casi como un milagro, porque tú sabes cómo se comporta casi todo el tiempo y el mal carácter que tien-

—¡Ya basta! —le dijo él con firmeza, librándose de sus brazos con determinación y cubriendo la ruidosa boca de Hange con una mano para obligarla a callar. Ella asintió obediente y con mirada arrepentida, por lo que la soltó, notando con asco como una fina película de saliva se le había quedado adherida a la palma, por lo que de inmediato se puso en pie para ir a lavarse al fregadero—. Eren solo es… Eren —les dijo mientras restregaba con fuerza sus manos bajo el chorro de agua para quitarse el jabón, odiando la idea de que por su culpa los demás idealizaran una imagen del chico sin conocerlo siquiera, sin darle a este la oportunidad de mostrarles la increíble persona que en verdad era—. Esto no tiene nada que ver conmigo, sino con quien es realmente el mocoso, ¿está bien?

Despacio, Erwin dejó su copa a medio beber sobre la isleta y se cruzó de brazos, haciendo que la entallada camisa blanca que llevaba se tensara sobre su amplio pecho y fuertes brazos. Sus ojos azules, del mismo color que sus vaqueros, lo miraron inquisidores durante unos segundos, aunque luego una sonrisa ladeada se dibujó en sus labios al comprender la verdadera complejidad de su petición y el por qué lo hacía. Su amigo era una de las personas que mejor lo conocía en el mundo, algo que a él lo alegraba y aterraba en partes iguales.

—Levi tiene razón, Hange; no es bueno predisponernos ante alguien sin darnos siquiera la oportunidad de conocerlo primero —reconoció Erwin con su habitual tono juicioso; aquel que no admitía réplicas—. Sin embargo, reconozco que mi curiosidad no hace más que ir en aumento —añadió a continuación, volviendo a coger su copa de vino para beber un trago y observarlo divertido sobre el borde de esta—. No hay duda de que Eren Jaeger se convierte a mis ojos en un joven más y más interesante a cada minuto que pasa.

El timbre de su móvil sonó en ese mismo momento, anunciando la entrada de un mensaje de texto y logrando al instante que las protestas muriesen en sus labios sin ser dichas. Nada más leer de reojo de quien se trataba, su traicionero corazón dio un vuelco a causa de los nervios y la anticipación. Hange, curiosa por naturaleza, estiró el cuello para intentar leer también, pero Levi fue más rápido que ella y cubrió la pantalla del aparato con su mano antes de ponerse de pie; aquella era la excusa perfecta para quitarse a esa maldita cuatro ojos de encima.

Tras lanzarle a su entrometida amiga una mirada de advertencia para que no lo siguiese, se apartó un par de pasos para guardar las distancias y finalmente volvió a encender el móvil. Deliberadamente, y con toda la práctica adquirida durante años, Levi ignoró la forma burlesca y cargada de superioridad con que lo estaba contemplando Erwin mientras desplegaba el mensaje.

Una extraña sensación de alegre anticipación se apoderó de él cuando leyó lo que el chico le había escrito, por lo que, sin poder evitarlo, el dejo de una traicionera sonrisa curvó sus labios y tuvo que hacer un esfuerzo enorme para no romper a reír a causa de la emoción.

Cuando apartó la vista del aparato, Levi se encontró de lleno con dos pares de divertidos ojos, castaños y azules, fijos en él. De inmediato se sintió como el mayor de los tontos y se maldijo internamente por bajar la guardia de ese modo, pero haciendo uso de su frialdad y desinterés característicos, chasqueó la lengua con reprobación y les dijo sin emoción alguna:

—Saldré fuera un momento. No sé cuánto vaya a tardar pero no creo que sea demasiado —explicó, sabedor de que a pesar de todo seguía siendo Navidad y Eren tendría que estar con su familia como habían acordado. Al advertir que Hange, suponiendo de quien se trataba el mensaje, estaba a punto de anunciarle llena de alegría que también iría a saludar al mocoso, Levi añadió con firmeza, deteniéndola—. No, cuatro ojos de mierda; tú no estás invitada a venir esta vez, lo digo en serio.

Erwin, alzando sus rubias cejas, le preguntó con perplejidad:

—¿Otra vez? —Levi se encogió de hombros y su amigo soltó un suspiro de resignación—. Creo que deberé comenzar a acostumbrarme a esto. Me siento como la esposa engañada y dejada de lado a causa de la amante.

—¿Cómo que otra vez? —Lo interrogó Hange intrigada, ya que Erwin, a pesar de su consejo, no la había llamado la noche anterior—. ¿Cuándo más este enano se ha marchado dejándote solo? ¿Ayer?

Esa vez él no se quedó a oír la respuesta, apurando el paso hacia la puerta de entrada mientras se bajaba las mangas del suéter. Una rápida mirada a la primera planta de su casa, donde el resto de sus amigos se reían a carcajadas de algo que Gunther, con un rojo gorro navideño calado en la cabeza, acababa de contarles, hizo sentir a Levi un poco culpable por abandonarlos de ese modo, sobre todo cuando Petra, percatándose de su escrutinio, le dedicó una amable sonrisa e hizo un gesto con la mano para que se acercara al grupo, ante lo que él negó con un movimiento de cabeza y una sonrisa de disculpa.

Agarrando a toda prisa la chaqueta de cuero que tenía colgada en el perchero junto a la puerta de entrada, Levi se aventuró hacia el jardín. A esa hora de la noche la temperatura había bajado horriblemente y, aunque ya no lloviznaba como lo hizo horas antes, la humedad ambiental de la costa todavía podía percibirse impregnada en el ambiente, salobre y escurridiza, metiéndose bajo las capas de ropa por más que uno se abrigase para evitarla.

Un estremecimiento lo recorrió mientras cruzaba hacia el camino de gravilla, obligándolo a meter ambas manos en los bolsillos y a arrebujarse aún más en la chaqueta que acababa de ponerse, maldiciéndose mentalmente por su descuido al no haber tomado también una bufanda antes de salir de casa.

Sus ojos grises vagaron por los alrededores, ansiosos, pero no debió buscar mucho tiempo para encontrar al chico. Este, que se hallaba recostado sobre el costado del jeep celeste de Annie, tenía las manos enfundadas dentro de los bolsillos de su abrigo negro y medio rostro oculto bajo la gruesa bufanda del mismo color que llevaba entorno al cuello; sin embargo, lo que en verdad llamó su atención, fue el hecho de que por primera vez desde que lo conocía, Eren tenía el castaño y largo cabello suelto sin motivo alguno, permitiendo que este cayese libre sobre sus hombros mientras la leve brisa marina jugueteaba con él, volviéndolo un desastre. Un atractivo y fascinante desastre.

Un repentino sentimiento de incómoda inquietud embargó a Levi al darse cuenta de que, sin querer, se había quedado viendo al otro un poco embobado. Él no se comportaba nunca así, joder, pero con Eren parecía que siempre todas sus conductas habituales acababan por irse al carajo. El mocoso desequilibraba su mundo como jamás pensó podría ocurrirle con alguien.

Antes de que pudiese seguir reprendiéndose por su descuido, Eren le vio y levantó una mano a modo de saludo. Levi necesitó apenas de un par de zancadas para llegar frente a él que, tras bajarse la bufanda, le sonrió de forma enigmática.

—¿No se supone que deberías estar ahora mismo cenando con tu familia, mocoso? —lo interrogó con fingida seriedad en cuanto lo tuvo a su alcance. Aun así, secretamente, una bullente felicidad posesiva y egoísta pareció encenderse en su interior al verlo frente a él. Aquella inesperada visita, se dijo Levi, era un millón de veces mejor que la llamada telefónica por la que tanto esperaba.

—Bueno, lo cierto es que me he fugado de casa —reconoció el chico con una juguetona media sonrisa bailando en sus llenos labios y los verdes ojos brillando ligeramente en tonos dorados gracias a la anaranjada luz de las farolas—. Las cosas se volvieron un total desastre para todos, así que al final decidí que lo mejor era largarme antes de que se desatara la guerra —le dijo Eren con un tono alegremente despreocupado que no llegó a su mirada; uno que hablaba de un dolor mucho más profundo y que insistía en guardarse solo para sí—. Además —continuó este con tono juguetón, volviéndolo a la realidad—, tenía algo mucho más importante que hacer esta noche.

Levi no pudo evitar sentirse un poco preocupado por aquel comentario, por muy casual e indolente que este fuese. Conocía lo suficiente a Eren para saber que las cosas en verdad debían haber ido muy mal con su familia para que el chico tomara una decisión así de drástica; sin embargo, por esa noche al menos, él prefirió no hacer preguntas incómodas ni ahondar más en ese tema por mucho que le inquietara. No quería causarle más sufrimiento innecesario al mocoso. No hasta que él mismo deseara enfrentar aquello.

Decidido a seguirle el juego, Levi enarcó una de sus oscuras cejas de forma inquisitiva antes de preguntarle:

—¿Ah, sí? ¿Y qué demonios es eso?

Eren soltó una corta carcajada nerviosa y durante un par de segundos clavó los ojos en el suelo, donde una de las punteras de sus botines negros pateaba un par de piedrecillas de la gravilla. Cuando volvió a alzar el rostro para mirarle, tenía los pómulos un poco enrojecidos a causa de la vergüenza, pero su verde mirada era pura determinación.

—Verás, hace poco, por puro capricho del destino, he conocido a un sujeto —comenzó—. Resulta que este hombre es un adicto a la limpieza, tiene muy mal carácter algunas veces y es terriblemente malhablado, todo el tiempo; además, por más que se lo he pedido, no quiere posar para mí, ¿puedes creerlo? Pero también he descubierto que en el fondo es la mejor persona que he conocido en mi vida; alguien que tras toda su apariencia malhumorada y fría, es más comprensivo y sensible que nadie, por lo que, sin poder evitarlo, me he enamorado de él. Y bueno… hoy es su cumpleaños —explicó. Acortando la poca distancia que los separaba, Eren lo envolvió en sus brazos con sumo cuidado, inclinándose lo suficiente para susurrar en su oído cual si fuera un secreto—: Feliz cumpleaños, Levi. Muchas gracias por haber nacido y haberme permitido conocerte.

Las palabras del chico, tan sinceras como devastadoras, lo hicieron sentir por completo vulnerable. Por primera vez en sus recién cumplidos treintaicinco años, Levi consideró la posibilidad de que, a pesar de todo el sufrimiento que la vida le había dado, de todo el dolor, realmente valía la pena vivir en ese mundo. Si todo ese largo viaje había sido para llevarlo a ese momento, a ese instante junto a Eren, entonces, se dijo, cada maldito segundo había valido la pena.

—Que mocoso más tonto eres —respondió él, devolviendo el abrazo con torpeza y oyéndolo reír contra su pecho. Levi podía notar la humedad de la llovizna nocturna impregnada en el largo cabello del chico al rozar su mejilla, y percibir el olor a leña quemada y brisa nocturna impregnado en la tela de su abrigo. Podía oír el ligero latir de aquel otro corazón contra el suyo, y como sus dudas e inseguridades lo llenaban por dentro una vez más, pero le importó una mierda. Era agradable estar así con Eren, sin miedo, sin vacilación, sin tener que restringirse. Por esa noche al menos, podía permitírselo; después de todo, era su puto cumpleaños.

Lamentablemente fue el chico quien, pasados unos pocos minutos, terminó el abrazo, soltándolo de mala gana con un pesaroso suspiro y retrocediendo un par de pasos para poner distancia. A pesar de la oscuridad del exterior, sutilmente rota por las farolas que bordeaban el borde marítimo y la tintineante decoración navideña de las viviendas, él pudo notar como un ligero rubor teñía el moreno rostro de Eren, haciéndolo lucir por completo abochornado y adorable.

—Te prometí que sería el primero en felicitarte, ¿no? —le dijo este finalmente, rompiendo el incómodo silencio que los rodeaba y pareciendo más nervioso que de costumbre—. Y… también te he traído un obsequio. Dos en realidad, ya que uno de ellos es por Navidad —soltó atolondradamente a toda prisa, casi atragantándose con las palabras y sin darle a Levi tiempo suficiente para protestar por aquello.

Rápidamente, Eren se dirigió a la parte trasera del jeep y abrió el maletero para registrar en él. Cuando se volvió a verlo, sostenía entre sus manos dos paquetes de gran tamaño, de unos setenta centímetros aproximadamente, y lo miró totalmente cohibido.

A pesar de lo impresionado y emocionado que se sentía por aquel gesto, Levi también deseó morirse de la vergüenza.

—Oi, mocoso, no era neces-

—Lo sé, lo sé —lo interrumpió el muchacho, mordiéndose el labio inferior con tanta fuerza que él temió acabara haciéndose sangre—, pero bueno… yo… solo deseaba darte algo y pensé que tal vez… No estaba seguro del todo, y lo pensé mucho, de verdad, pero creí que… podrían gustarte, y espero que te gusten, ya sabes. Dios… lo estoy liando todo —masculló Eren con una risilla nerviosa que intentaba ocultar su miedo. Este inspiró profundo para calmarse un poco y dejó que el aire escapara suavemente entre sus labios. Cuando volvió a hablarle, mirándolo directamente a los ojos, ya no había vacilación alguna en sus palabras—: Feliz cumpleaños y feliz Navidad, Levi.

En cuanto tuvo entre sus manos ambos obsequios, sintiendo su peso y contemplando su forma plana y alargada, él de inmediato presintió de que se trataba, ante lo que su corazón se contrajo a causa de una emoción extraña que fue incapaz de definir.

Tragando saliva con algo de dificultad, Levi, con un cuidado extremo, entregó a Eren uno de los paquetes para que se lo sujetara un momento, mientras desprendía poco a poco el lazo azul claro que decoraba el papel de estraza blanco del otro. No pudo más que contener el aliento ante lo que contemplaron sus ojos y las memorias que aquello trajo consigo, la conmoción que sintió al ver esa fotografía una vez más.

Tal y como él recordaba, todo en ella seguía siendo igual que la primera vez que la contempló: un completo caos de fuego salvaje y verdeazulado, lleno de aquella pasión desmedida y una ansiada libertad que parecía inundarlo por completo, casi con violencia. Aquella fotografía que Eren había tomado del mar desde los altos acantilados del sur un luminoso día de verano del año anterior y la cual, nada más verla por primera vez, le recordó a Levi los ojos del chico a pesar de que acababan de conocerse. Aquella fotografía que él le dijo era hermosa y valía la pena, porque le había robado el aliento como nada más lo había hecho antes, sin saber siquiera que esta pertenecía a un lugar especial; uno que, tiempo después, Eren determinaría que les pertenecía a ambos.

Indómito —murmuró él mientras recorría con sus pálidos dedos la suave superficie del vidrio donde estaba grabado el título de la fotografía—. Creo —le dijo sin atreverse a mirarlo— que es perfecto.

Eren no dijo nada, guardando un profundo silencio que solo era roto por el rugido del mar a la distancia y las lejanas risas y voces provenientes de las viviendas cercanas. Pasados unos segundos, Levi, intentando calmar sus emociones desbocadas lo mejor posible, levantó el rostro para mirarlo justo en el mismo instante en que el chico también lo hizo, por lo que sus ojos se encontraron una vez más, haciendo que el pálido gris de su mirada se perdiera totalmente en aquel verde que lo fascinaba, embrujándolo hasta el punto de hacerle olvidar por completo al resto del mundo.

Fue el salvaje romper del oleaje en la orilla de la playa lo que finalmente los volvió a la realidad. Eren, sonriendo un poco avergonzado, hizo un exagerado gesto de cortesía con el brazo que tenía libre, indicándole el portamaletas abierto donde él se apresuró a dejar con cuidado la enmarcada fotografía.

Chasqueando la lengua para ocultar su bochorno, Levi tomó el otro paquete que el mocoso le tendía. Este, a diferencia del primero, estaba adornado con un lazo de un verde vibrante que él procedió a desprender con cuidado a pesar de sus manos temblorosas.

La imagen de aquel oscuro cielo nocturno siendo rasgado de forma perfecta por dos relámpagos gemelos, lo llevó de regreso a aquella noche de tormenta que ambos compartieron entre confesiones y secretos; el primer paso real que dieron para la profunda intimidad emocional que compartían ahora. El nombre que Eren había dado a esta era Magia, ante lo que Levi no pudo estar más de acuerdo, no solo por lo extraordinario que había sido aquel suceso que el chico logró plasmar en una fotografía casi como si fuese un milagro, sino porque, cada pequeño instante que compartieron esa noche, fue como parte de un sutil encantamiento que pareció atar sus destrozadas vidas de tal forma que los hizo encajar a la perfección.

—Son hermosas —reconoció pasados unos minutos de muda contemplación, sintiendo que aun así sus palabras no hacían justicia suficiente a lo que en verdad sentía y ambas fotografías representaban. Su plateada mirada volvió a buscar la del chico, que lo observaba con los ojos bajos y velados por sus oscuras pestañas, llenos de aquella inquietud ansiosa que siempre lo embargaba cuando se sentía inseguro y no tenía su cámara a mano—, más incluso de lo que, estoy seguro, tú mismo imaginas, Eren.

—Entonces —comenzó este, dubitativo—, ¿te han gustado?

Levi se acercó un poco más hacia donde él estaba, dejando la fotografía junto a la otra dentro del maletero del coche antes de volverse para encararlo. Lentamente levantó una mano y enredó en su dedo índice uno de los largos mechones de aquel desordenado cabello castaño, tirando de este sin mucha delicadeza y logrando que el mocoso soltara un pequeño gemido de dolor al tiempo que lo miraba con cierto reproche. Cuando unos segundos después la misma mano que lo había lastimado acabó posándose en la morena mejilla como una suave caricia, Eren contuvo el aliento producto de la sorpresa, sin comprender lo que él se proponía.

—Lo han hecho, por supuesto. ¿Cómo puedes dudarlo siquiera? —respondió Levi con suavidad, sin oponer ninguna resistencia ni regañar al mocoso cuando fue su propia mano, eternamente fría, la que subió para cubrir la suya y mantenerla allí, junto a su rostro—; sin embargo, siento que no debería aceptarlas, Eren —continuó, ante lo que este lo miró con sorprendida incredulidad, y también, en el fondo, con un poco de dolor—; porque, si lo hago, si decido ser egoísta y quedármelas, perderás la oportunidad de poder utilizarlas en la exposición, ¿estoy en lo cierto? —inquirió, rememorando una casual conversación que ambos habían mantenido un par de semanas atrás, donde el joven fotógrafo le explicó que uno de los requisitos impuestos para los trabajos presentados era que ninguno de ellos debía contar con una copia impresa antes de la muestra pública.

Eren, un poco de mala gana, asintió.

—Lo estás —admitió en un quedo murmullo. Dejó caer su mano y Levi hizo lo mismo, sintiéndose extrañamente vulnerable al perder su contacto. Cerrando el maletero, el mocoso volvió a apoyarse de espaldas contra el coche, metiendo luego ambas manos dentro de los bolsillos de su abrigo y bajando la mirada para verlo—, pero todavía así quiero que las tengas tú. No siempre estoy orgulloso de mi trabajo, ¿sabes? —reconoció con cierta vergüenza Eren—. Muchas veces lo detesto o me avergüenzo de él; pero, de alguna manera, siempre he sentido que ambas fotografías son especiales por sobre el resto, y tú, que también lo eres para mí, de ambas dijiste que eran hermosas. Si alguien merece tenerlas, ese eres tú, Levi. No puedo imaginar a nadie mejor.

Una emoción cálida se extendió dentro de él al oírlo decir aquello, un sentimiento hasta ahora desconocido. Ansiedad, anhelo y una profunda necesidad de protección hacia ese chico de luminosas sonrisas que a veces parecía demasiado quebrado. Levi había tenido muy pocas cosas que amar en su vida, pero sin duda Eren era una de ellas.

—Entonces, las atesoraré —le dijo con total honestidad, ante lo que el chico sonrió cohibido y estiró una de sus frías manos para aprisionar la de él—. Muchas gracias, Eren.

Este bajó una vez más la mirada, clavándola en sus manos fuertemente unidas y volvió a sonreír con un sutil deje de tristeza. Cuando la castaña cabeza de Eren se inclinó lo suficiente para apoyarse sobre su hombro, Levi ni siquiera se extrañó, quizá porque poco a poco el contacto físico entre ellos se estaba volviendo costumbre, porque cada día que pasaba los trozos dañados y restantes de uno iban reparando los del otro. Las cicatrices que ambos tenían jamás desaparecerían, lo sabía, pero de una forma misteriosa y caprichosa se complementaban. Tal vez, del mismo modo que las cicatrices de sus manos se asemejaban de un modo alarmante, sus almas también lo hicieran y por eso fueron capaces de reconocerse entre millones.

—Oi, mocoso, y solo para que quede claro, no tengo tan mal carácter, aún sigo aguantándote a pesar de todas tus tonterías y no te he mandado a la mierda, ¿verdad? Y tampoco soy tan mal hablado —prosiguió con seriedad, ante lo que Eren comenzó a reír sin ningún reparo, ganándose un pellizco en el costado de su parte—. Y no tengo una obsesión con la limpieza, sino un puto TOC, que no es lo mismo; no es algo que pueda controlar a mi jodido antojo, idiota. ¿Pero sabes una cosa? Si en estos momentos soy mejor persona de lo que era meses atrás, es solo gracias a ti. Si puedo verme cada día al espejo sin odiarme por estar vivo, es solo por haberte conocido. Así que, gracias por estar en este mundo y haberme permitido conocerte, Eren. Yo también estoy enamorado de ti —reconoció sin vergüenza alguna, logrando que el chico levantara el rostro y lo mirara pasmado—. Te quiero.

Como si acabase de recibir una descarga eléctrica, Eren se tensó a causa de la impresión y sus ojos se abrieron enormes y sorprendidos, cual si fuesen dos pequeños posos verdeazulados. Su labio inferior tembló un poco, por lo que este lo mordió con fuerza, delatando que estaba a punto de ponerse a llorar, pero se contuvo.

Chasqueando la lengua con fastidio, él posó sus manos sobre los antebrazos del chico y comenzó a frotarlos lentamente sobre la tela del abrigo; una caricia bastante torpe de su parte con la que intentaba tranquilizarlo un poco y darle algo de confort.

—Levi, yo… —comenzó a decir Eren con la voz trémula, pero él negó con un gesto, acallando sus palabras.

—Si me das las gracias, mocoso, juro que voy a golpearte —le advirtió con controlada molestia—. Que haya dicho que te quiero no te librará de mi poca paciencia, así que mejor abstente de soltar mierda.

—Eres injusto —protestó Eren, pero una pequeña sonrisa asomó a sus labios, la cual él correspondió.

—Probablemente. Erwin suele afirmar que soy una mierda de persona como el noventa por ciento del tiempo, y, aunque me duela reconocerlo, es un cabrón muy listo, así que supongo que tendrá algo de razón; por lo que mejor acostúmbrate. No me gustan demasiado los reclamos posteriores.

El mocoso asintió, acortando en un par de pasos la poca distancia que los separaba y dejándolos prácticamente frente a frente, por lo que Levi se vio en la obligación de levantar aún más el rostro para poder mirarle. Joder, como detestaba que este fuese tan condenadamente alto.

—Lo cierto es que hoy ha sido un día horrible. Hasta que te he visto —le confesó Eren finalmente, corroborando así sus sospechas de que algo había ocurrido en casa de sus padres—. La cena fue un desastre…. Qué demonios, mi familia al completo es un desastre —acabó diciéndole con divertido pesar, restándole, como siempre, importancia al asunto; sin embargo, el dolor oculto tras sus ojos, pesado y oscuro, hablaba de una historia muy distinta. Una sin duda mucho más triste y dura.

—¿Problemas con tu viejo nuevamente? —le preguntó.

El otro asintió.

—Mi padre, mi hermana, su novio… Dios, creo que hasta mi madre estaba a punto de colapsar a causa de tanta tensión.

—Y por eso te largaste. Para que ella dejara de pasarlo mal por culpa tuya —aventuró él, y aquella no era una pregunta de su parte, sino una certeza. Eren solía ser así de idiota cuando no quería lastimar a los demás.

Tras pensárselo un momento, este volvió a asentir.

—En parte, también lo hice por mí —admitió—; estaba harto de todo y de todos. Pienso que en estos momentos mi familia necesita un respiro de mí y yo de ellos, así que mantendré las distancias durante un tiempo, menos con mamá, claro. —Buscó su otra mano y la sujetó con suavidad entre la suya. Como siempre, esta estaba fría como el hielo—. ¿Sabes?, hace un año ni siquiera se me habría pasado por la cabeza hacer algo así. Hubiese estado tan asustado de mi padre y sus críticas que no podría haberlo intentado siquiera, pero hoy fue como «al demonio todo», y simplemente me largué. Creo que me estás pegando tus malos modos, Levi. Tendrás que hacerte responsable.

El peso real de lo que el muchacho acababa de decirle lo impactó de lleno, porque a pesar del tono desenfadado de su plática, aquel no era simplemente un comentario casual y bromista por parte de Eren, sino que este le estaba afirmando que, gracias a haberlo conocido, finalmente había sido capaz de descubrir un valor que no sabía existía dentro de él.

A lo largo de sus treintaicinco años de vida, Levi siempre se había considerado alguien más osado que valiente, pues existían muchas cosas en el diario vivir que lo aterraban considerablemente; fantasmas disfrazados de realidad que acababan por convertirse en sus peores pesadillas. No obstante, descubrir que aunque fuera una pequeña parte de su autoimpuesto valor acabó llegando al chico, ayudándolo a sobrellevar sus problemas, le hizo pensar que todo lo vivido y todo lo sufrido hasta ese momento, tenía en verdad un propósito.

—Tch, si es así, tu madre me matará nada más conocerme —masculló él, malhumorado, logrando que una débil sonrisa se dibujara en los labios del otro y sus ojos brillaran, divertidos por su comentario. Volviendo a adoptar un aire más serio y acorde con la situación, le preguntó a Eren con cierta preocupación—. ¿Quieres hablar de lo ocurrido?

Este movió la cabeza negativamente, pero tiró de sus manos unidas para atraerlo un poco más hacia sí, aunque sin llegar a abrazarlo del todo. La distancia entre sus cuerpos era tan nimia que prácticamente se rozaban, por lo que él podía percibir como el calor natural que ambos desprendían se mezclaba de un modo íntimo y agradable.

—No. No hoy, al menos. Necesitaré un par de días para tranquilizarme un poco antes de poder afrontarlo todo con más calma —reconoció Eren, sorprendiéndolo bastante.

Por primera vez en esa noche Levi se dio cuenta de la forma tan madura en que el chico estaba afrontando aquello. Eren, a diferencia de otras oportunidades, estaba asumiendo los problemas con su familia como algo a superar, sin intentar ocultarlo tras su fingido desinterés ni desmoronándose ante el dolor que seguramente sentía. Y no pudo más que sentirse inmensamente orgulloso de él.

Aquella noche, ciertamente, estaba resultando por completo inusual, se dijo. Podía notar el húmedo y frío viento nocturno agitando su cabello y golpeando su rostro, así como distinguir las tenues estrellas dibujadas en el firmamento nocturno. El murmullo de risas y música proveniente de las casas cercana se confundía en sus oídos con el salvaje oleaje del mar de fondo, sin embargo, seguían siendo las frías manos de Eren entre las suyas lo único que percibía como algo real y tangible, y el suave sonido de la lenta respiración condensada de este lo único que oía con la intensidad suficiente para acompasarse al latir de su corazón. Y sus ojos, sus ojos del verdeazulado del mar de verano, del indomable mar que dio nombre a su fotografía y le mostraban siempre un mundo fascinante, eran lo único que su mente podía ver.

Eren, Eren, Eren.

Como si fuese un conjuro, un hechizo, el chico se había colado bajo su piel nada más conocerlo, haciendo que su vida pareciera totalmente incompleta cuando no podía verlo ni tenerlo a su lado.

En verdad estaba jodido…

Los labios de Eren, cuando los suyos los rozaron en un breve beso, estaban tan fríos como siempre se encontraban aquellas manos de largos dedos y movimientos sutiles. Fríos y secos a causa del salado viento marino que chocaba contra ellos y, aun así, Levi pudo sentir como nada más tocarse algo dentro de él pareció explotar y arder en algún tipo de retorcida combustión espontánea. Un simple beso que no fue más que el ligero roce de su boca contra la otra; un beso que no duró más que un par de segundos y que, sin embargo, pareció desestabilizar las bases del mundo de ambos, dejándolos sin aliento y con el corazón acelerado a causa de sus emociones descontroladas.

El chico, por completo desconcertado, lo miró sin poder dar crédito a lo que acababa de suceder entre ellos. Y lo cierto era que él tampoco lo tenía demasiado claro, simplemente actuó por impulso y, antes de darse cuenta, su mano derecha había soltado la del chico para enredarse en la solapa de aquel abrigo negro y así obligarlo a inclinarse un poco hasta tenerlo a su alcance.

Demonios, realmente estaba perdiendo la cabeza por culpa de ese condenado mocoso. Esa era la primera vez en su vida que él mismo tomaba la iniciativa para besar a alguien, aunque hubiese sido un beso de mierda.

—Yo pensé… Pero dijiste qué… —farfulló Eren atolondrado, por lo que su mano volvió a buscar la de este, mirándolo con total seriedad. El muchacho se mordió nuevamente el labio inferior como si deseara contener todas las preguntas que de seguro se moría por hacer y para las cuales, probablemente, ninguno de los dos tendría respuestas. No esa noche por lo menos.

—Esto es solo el principio —le dijo Levi—. No tengo ni una puta idea de cuánto tiempo nos llevará llegar al sitio y al momento correcto, si un par de días, meses o mucho más que eso. Pero mientras tengamos esto —añadió, señalando sus manos unidas—, creo que estaremos bien. Podemos esperar, mocoso. Esperar hasta que tu pasado no duela tanto y el mío no pueda lastimarte. Si fue el jodido destino quien nos trajo hasta aquí, entonces no hay prisas. Por esta vez, dejemos que sea el tiempo quien decida.

Tras aquello, Eren no dijo nada más, simplemente se inclinó hacia él, esta vez por voluntad propia, besándolo suavemente en la mejilla y haciéndolo morir de la vergüenza como pocas veces en su vida le había ocurrido a Levi.

Condenado mocoso.

—Entonces, hasta que el momento correcto para nosotros llegue —señaló este con solemnidad; sin dudas ni reproches ante su decisión, sin recriminaciones, aceptando completamente que tenían todo el tiempo del mundo para conocerse un poco mejor y dejar que las cosas fluyesen naturalmente entre ambos.

A pesar de que ya era bastante tarde, de que él tenía invitados en casa y hacía un frío de los mil demonios allí fuera, ninguno de los dos tenía demasiadas ganas de separarse todavía, por lo que acabaron entrando al jeep para platicar un poco más de mil cosas intrascendentes, mientras la calefacción y la suave música del equipo los envolvían y reconfortaban, del mismo modo que lo hacía su mutua compañía y el sinfín de sentimientos que cada uno albergaba hacia el otro.

Levi, tal como le había dicho a Eren, no tenía prisa alguna en apurar las cosas, podía esperar todo lo que el tiempo decidiese por aquel chico que se había convertido en el motor de su mundo; pero, igualmente, se negaba a desaprovechar un segundo más con este. La vida le había enseñado de la peor forma posible que nada era tan eterno y duradero como los arrepentimientos, y solo un tonto cometía los mismos errores dos veces.

 

——o——

 

Casi dos horas después, cuando finalmente el mocoso reconoció que ya era bastante tarde y era tiempo de irse, Levi regresó a su casa tras acordar verse al día siguiente y verlo marchar.

Había sido un día extraño, se dijo pensativo. Un día lleno de amigos que seguían apreciándolo a pesar de no haberlos visto desde hacía mucho tiempo y a quienes alejó de su lado debido a la culpa y dolor que cargaba por los errores de su pasado. Y, por supuesto, también había sido una noche extraña, compartiendo un cumpleaños que hacía mucho que consideraba algo intrascendente con aquel chico roto que agradecía el que él hubiese nacido y haber tenido así la oportunidad de conocerle.

Después de su madre, que siempre le hizo saber que a pesar de todo tenerle había sido su mayor regalo, Eren era la segunda persona en su vida que le decía que se alegraba de que estuviese en ese mundo, de que hubiese nacido; y Levi no sabía cómo sentirse al respecto. Aquella emoción era tan compleja, mezcla de tantos sentimientos encontrados y confusos, que le era imposible describirla.

Antes de entrar en casa para enfrentar las preguntas insinuativas de sus amigos, decidió darse un momento más a solas, por lo que se apoyó de espaldas contra una de las paredes de madera de la vivienda, inspirando el frío y salobre aire nocturno.

Una vez más, Levi observó las dos fotografías que sostenía entre sus manos. Ambas habían vuelto a quedar resguardadas por el blanco papel de estraza que las cubría pero todavía así él podía verlas con claridad en su mente, como si las tuviese grabadas a fuego dentro de su cerebro. Aquella noche Eren no solo le había dado un presente, sino que a través de este acabó por obsequiarle una parte de sí mismo, quizá la más real y vulnerable que el chico aún conservaba, la que no necesitaba de máscaras ni farsas porque era todo corazón y sentimientos reflejados a través de sus impresionantes ojos.

Un pedacito de que Eren que, egoístamente, él se alegraba de que nadie más tuviera.

Decidido a dejar de pensar en tonterías y solo disfrutar las cosas como viniesen, Levi su dirigió a la casa y abrió con cuidado la puerta de entrada para no estropear las fotografías, encontrándose de lleno con sus amigos que seguían hablando y riendo a carcajadas. Estos se hallaban desparramados de cualquier modo en el salón que, en ese momento, asemejaba un desastroso mar multicolor a causa de los papeles y las cintas de los obsequios que ya habían sido abiertos y quedaron dispersos por cualquier sitio. Nada más verlo, estos rompieron de inmediato en burlonas quejas y bromas por aquella demora, siendo su incipiente interés por cierto chico de ojos verdes el principal motivo de ellas.

Erwin, sentado a horcajadas en una silla del comedor, le sonrió socarronamente con aquella expresión de suficiencia que él conocía tan bien, cuando lo vio cargar con ambos presentes entre sus brazos, mientras que Hange, todavía ataviada con su rojo traje de Santa e intentando ponerle a Moblit una cincha con astas de reno sobre la cabeza, cejó en su empeño y levantó ambos pulgares en señal de aprobación, riendo felizmente como la demente que era, ante lo que Levi solo rodó los ojos y chasqueó la lengua de forma reprobatoria, aunque igualmente no pudo evitar sonreír cuando esta dejó de mirarlo.

Aquel, sin ninguna duda, era el cumpleaños más extraño de su vida, pero al mismo tiempo sería uno de los pocos que él desearía guardar en su memoria hasta el final de los tiempos, junto con la sonrisa de Eren y aquellos impresionantes ojos verdes que observaban más allá del mundo.

«Pronto», se dijo Levi minutos después mientras aceptaba un poco a regañadientes las entusiastas felicitaciones de Navidad y cumpleaños por parte de todos sus amigos, así como otros tantos obsequios que se unieron a los que ya había recibido por parte del mocoso.

«Pronto», volvió a repetirse. Ya solo restaba esperar pacientemente a que el tiempo decidiese que era el momento correcto para ellos dos, uno que comenzó a correr en cuenta regresiva una fría mañana de noviembre junto a la playa, cuando el destino los puso frente a frente y les dijo «esta es tu persona correcta».

Notas finales:

Lo primero, como siempre, es agradecer a todos quienes hayan llegado hasta aquí. Espero que la lectura fuese de su agrado y valiera la pena el tiempo invertido en ella.

Por lo demás, hoy he caído en cuenta de que hace un par de días he cumplido un año ya publicando para este fandom. Ha sido extraño, pero bonito, porque cuando comencé con mi primera historia por aquí, jamás imaginé que al pasar de los meses serían cinco en total para SnK y me lo estaría pasando tan bien creándolas. Así que, muchas gracias a todos ustedes, los que me dieron una oportunidad desde un principio y a quienes se han ido añadiendo en el camino. Me siento honrada y agradecida, infinitamente en deuda. Solo espero que el resultado y el tiempo que han decidido invertir en mis alocadas historias por lo menos haya y siga valiendo la pena. ¡Vamos por un año más!

Y dejando de lado la parte sentimental, enfoquémonos en el capítulo.

Quiero aclarar que si alguien lo sintió corto, no es debido a la emoción del mismo ni nada, sino que realmente lo es. De hecho, este ha resultado ser el capítulo más corto para In Focus en lo que va de publicación, solo dieciséis páginas. El motivo de ello, es que no quería estropear este momento con nada más, así que corté todo lo que hubiera antes (el desastre de la familia de Eren) y lo que viene después para poder enfocarme en esta escena, así que de allí que fuese más breve de lo que suelen ser habitualmente mis actualizaciones.

Otra cosa que quiero aclarar, es sobre las fotografías que Eren le obsequió a Levi. Lo cierto es que desde que comencé a planear la historia, hay fotografías específicas que ya tenía en mente y la función que cumplirán dentro de esta. Estas dos, por ejemplo, desde el primer momento en que aparecieron siempre fueron pensadas para Levi, incluso los nombres que tendrían y porqué. Una de mis lectoras me preguntó en una ocasión, capítulos atrás, por qué Eren estaba contando con dos fotografías menos para la exposición a la que está invitado, lo que lo impulsaba a buscar cosas nuevas que fotografiar, y bueno, el motivo es este: dos de sus mejores fotos eran para Levi y no podría utilizarlas para nada más.

Aclarados estos puntos, solo me queda esperar que el capítulo les gustase al leerlo así como, por lo menos a mí, lo hizo el escribirlo, ya que este fue uno de los primeros en bosquejarse. También, por si alguien se pregunta si este es el capítulo del beso, pues no. Aún falta un poquito, poquito más, pero no mucho, lo prometo.

Para quienes siguen el resto de mis historias, aviso que la siguiente actualización es el próximo domingo, 30 de este mes, y corresponde a La Joya de la Corona, para todas aquellas almas inquietas que quedaron con dudas sobre lo que pasó tras ese final.

Nuevamente agradezco a todos quienes leen, comentan, envían mp´s, votan y añaden a sus listas, marcadores, alertas y favoritos. Siempre son mi mayor incentivo para continuar con esto.

Un abrazo a la distancia y, junto a mis mejores deseos, mi más sincero y enorme agradecimiento por este hermoso año.

 

Tessa


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