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In Focus (Riren/Ereri) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

Capítulo 19:

Lazos

 

Deseaba decirle que la quería, y no de la forma complicada en la que quería a nuestros padres, sino que de una forma simple, en la forma en la que se ama algo en lo que no se tiene que pensar. La quería como se quiere a la respiración.

(Brenna Yovanoff, El sustituto)

 

 

 

Durante sus veinte años, Eren había soportado muchas situaciones desagradables e incómodas en su vida, sin embargo jamás creyó posible que cuatro días pudiesen transcurrir tan lentamente; menos aun que estos parecieran arrastrarse ante él solo debido al horrible deseo que sentía por deshacerse de una persona, pero, demonios, así era. La presencia de Isabel Church en Shiganshina, particularmente en la casa de Levi, lo tenía agotado y a un paso del colapso mental.

Quizá su mayor desánimo y desilusión provenían del hecho de que, tras lo ocurrido con Levi en Navidad, él ilusamente había pensado que podría utilizar los días que le quedaban de vacaciones para pasar algo de tiempo a solas junto al otro, haciendo cosas que salieran un poco de su rutina habitual y que al mismo tiempo ayudasen a fortalecer su incipiente relación. Sí, aquel había sido su deseo y Eren estaba en verdad muy ilusionado con él; no obstante, la hermana pequeña de Farlan acabó apareciendo en su vida y complicando las cosas para ellos, cambiándolo todo totalmente.

Así que debido a ello, durante los últimos cuatro días, tanto Levi como él acabaron siendo sus acompañantes obligados, yendo de un sitio a otro según esta lo desease mientras recorrían la ciudad con la perspectiva de un turista.

Isabel, que desbordaba energía como una niña, realmente parecía ansiosa por conocer la ciudad y sus alrededores, entusiasmándose por cada cosa nueva que veía, hablando con todo el mundo y disfrutando muchísimo de aquel sitio que le era desconocido.

Lo cierto era que a Eren no le habría molestado hacer el papel de guía para entretener a la chica si esto en verdad hubiese servido de algo, pero a medida que los días transcurrían y su relación con Isabel comenzaba inevitablemente a estrecharse, él fue comprendiendo con mayor facilidad de que, más que amigos, ambos eran prácticamente dos bandos enfrentados en una especie de guerra silenciosa y psicológica, en la que cada uno de ellos movía ficha de forma táctica intentando ya fuese herir de forma muy sutil, como hacía Isabel con sus habituales comentarios, o esquivar y huir, como era su caso. Y estaba cansado. Solo deseaba que el plazo se cumpliera de una vez por todas y ella se marchara de regreso a Stohess, dejándolo regresar a su vida normal donde no existía una Isabel que exigía y exigía, y un Levi que acababa cediendo solo para que lo dejase en paz.

Sin ir más lejos, durante la cena de la noche anterior, la muchacha había suplicado hasta el hartazgo al otro para que pasasen un día completo en la playa antes de que tuviera que regresar a casa. Isabel, astuta como era, alegó que viviendo en Stohess sus posibilidades de disfrutar de la costa eran prácticamente nulas debido a las largas distancias que un viaje de ese tipo conllevaba y a sus responsabilidades, por lo que deseaba aprovechar esa oportunidad, ya que no tenía claro cuando pudiese volver a visitarlo.

Levi por supuesto se había negado, objetando que era una idea tan ridícula como riesgosa, ya que a pesar de que solían dar paseos casi diarios por la playa, el tiempo gélido y ventoso que el invierno había traído consigo no invitaba a quedarse más que un par de horas a la brutal intemperie antes de correr el riesgo de agriparse o algo peor. Pero, como no, Isabel se obstinó en su deseo, mucho, tanto que acabó volviendo la cena una situación incómoda y desagradable, hasta que finalmente el otro hombre, harto de aquello, terminó por acceder a su capricho.

Eren, siendo durante toda la vida dueño de un carácter que en ocasiones podía ser explosivo y difícil de manejar, sabía lo complejo que muchas veces resultaba aceptar las imposiciones de otros en desmedro de las suyas; él era consciente de que en más oportunidades de las que era oportuno se comportaba de forma terca y obstinada, pero si se comparaba con la otra chica, tenía completa seguridad de quien era el ganador absoluto en ese aspecto.

Lo peor: Isabel sabía sacarle total provecho.

Y era por ese motivo que aquella nublada y fría mañana de finales de diciembre se encontraban sentados en la playa desierta, contemplando como el rugiente mar levantaba enormes olas que iban a morir a la orilla como nubes blancas que bordeaban la oscura arena, mientras oían la potente cacofonía rasgada de las bandadas de gaviotas que sobrevolaban el pálido cielo y que se lanzaban directo hacia las gélidas aguas para capturar a sus presas.

—Tch, odio el puto invierno de Shiganshina —oyó mascullar malhumoradamente a Levi—. Esta condenada ciudad es un asco.

Sus ojos verdes, como si estuviesen condicionados, de inmediato se volvieron a mirarlo.

—¡Vamos, no seas tan dramático, Levi! Solo odias el invierno en Shiganshina cuando estás fuera y el tiempo es horrible; sin embargo, te gusta cuando te encuentras cómodo y tranquilo dentro de casa —se apresuró a corregirlo, ganándose a su vez una divertida y elocuente mirada por parte de aquel hombre, la cual fue acompañada por un atisbo de sonrisa que pareció encender algo dentro de su corazón como si fuese una pequeña hoguera. Eren, sin poder evitarlo, terminó sonrojándose un poco.

Este se hallaba sentado a su lado sobre la gruesa manta gris que compartían, con las piernas estiradas junto a las suyas y permitiendo que el calor que emanaba a través de la tela de sus vaqueros grises se traspasara a su propio cuerpo como una sutil caricia. Sus manos enguantadas sujetaban la taza con té que él acababa de servirle, mientras que sus pálidos y afilados ojos plateados observaban el desolado paisaje frente a ellos. En concesión al frío de ese día, y aceptando el consejo que Eren le había dado antes de salir, Levi acabó poniéndose un anorak negro sobre el grueso suéter del mismo color que llevaba debajo; sin embargo, al ver como la expuesta piel del cuello de este se erizaba a causa de la brisa fría que corría y le revolvía el cabello, supuso que no había servido de mucho.

De mala gana, pensó que si Isabel no estuviera presente en ese momento, él habría aprovechado esa oportunidad para abrazar a Levi, escudándose en aquella excusa para ocultar sus verdaderos deseos; sin embargo, podía sentir la mirada de la chica clavada en ellos como la de un ave depredadora que esperaba el menor descuido de su presa para atacar, por lo que simplemente dejó escapar un débil suspiro entre sus labios y se tragó su malestar.

Demonios, era tan malditamente incómodo…

Dando un pequeño sorbo a la taza de café que tenía consigo, Eren dejó que su mirada vagara por el desolado y casi tétrico paisaje invernal que se desplegaba ante sus ojos. Le gustaban los tonos sobrios que este reflejaba, como si todo estuviese pintado con las pinceladas difusas y diseminadas de un cuadro creado en base de acuarelas, pero al mismo tiempo manteniendo los fríos y sólidos colores del carboncillo. La luz de esa mañana era tenue, pero no del todo mala, y él estaba seguro de que si encontraba el ángulo adecuado, podría lograr capturar el momento exacto en el que el romper del oleaje levantaba ese millar de pequeñas gotitas de agua suspendida que formaban una especie de velo sobre el mar implacable.

Más como una necesidad que un pensamiento lógico, Eren le tendió a Levi la pequeña taza con café a medio beber y el termo metálico, poniéndose de pie para andar un poco por la playa y buscar la ubicación adecuada que le permitiese fotografiar lo que deseaba.

Tan cerca de la orilla de la playa como se encontraba, la humedad y el viento se intensificaban, haciendo que los largos cabellos que se le escapaban de la coleta le azotaran el rostro y el frío húmedo pareciera cortar la piel expuesta de sus pómulos y frente que la negra bufanda que llevaba no alcanzaba a proteger. A Eren aun le resultaba un poco extraño llevar guantes en vez de las manos desnudas como era su costumbre, pero se estaba habituando poco a poco. Si el día hubiese sido menos destemplado, tal vez habría optado por quitarse el anorak gris y descalzarse para caminar un rato así, hundiendo los pies en la suave arena mientras el frío le rozaba la piel expuesta y se colaba bajo su ropa hasta hacerlo estremecer, dejándose envolver completamente por todo aquello hasta volverse parte de aquel entorno. No obstante, y a pesar de ser tan impulsivo la mayor parte del tiempo, él sabía mejor que nadie que en esas condiciones ceder a su capricho sería casi como una invitación a caer enfermo durante toda la semana siguiente; algo que no podía permitirse.

Una vez encontró un sitio que le pareció perfecto, comenzó a tomar unas cuantas fotografías de la playa y el oleaje rompiente; una tras otra y tras otra, las suficientes para olvidarse durante unos cuantos minutos del desastre que habían sido los últimos días y lo mala persona que se sentía a causa de Isabel.

Cuando el mundo real volvió a golpearlo de lleno, revisó rápidamente en el visor las tomas que acababa de realizar. Sintiéndose satisfecho con los resultados obtenidos, se decidió por fin a volver junto a los otros dos que seguían sentados en el mismo sitio.

Levi, como tantas otras veces, lo observaba de aquel modo extraño que solía adoptar cuando él se perdía un rato en su extraño mundo filtrado. Era como si este pensara mucho y especulara mucho, tal vez intentando imaginar donde estarían sus ojos y su mente en ese momento. Eren tenía la leve sospecha de que el otro creía que no se percataba de ello, y lo cierto era que él no había sido capaz de romper aquella fantasía. De cierta manera egoísta le gustaba que aquel hombre le prestara ese tipo de atención que no le había visto tener hacia nadie más.

Sin embargo, por otro lado, al notar que Isabel tampoco le quitaba los verdes ojos de encima, observándolo con una quietud y suspicacia que pocas veces mostraba, Eren se sintió nervioso y su estómago se oprimió en protesta. Era como si ella siempre estuviese evaluándolo y encontrándolo falto. Odiaba ese sentimiento porque le recordaba demasiado a lo que experimentaba cada vez que estaba en presencia de su padre.

Intentando ignorar aquello, volvió a ocupar su lugar junto a Levi, aceptando con un suave agradecimiento la nueva taza de café que este le ofreció para que entrase en calor. Acercándola a sus labios, sopló un poco para enfriarla, notando como el vaho se dispersaba con el viento marino dejando una estela cálida que cosquilleó sobre su rostro, haciéndolo sonreír.

—Mmm… a pesar de que siempre te veo con tu cámara, nunca me has permitido ver una de tus fotografías, Eren —protestó Isabel con vocecilla infantil, logrando que su atención volviese a recaer sobre ella. Esta se encontraba sentada frente a ellos, ocupando una blanca y peluda manta que Hange le había obsequiado por Navidad y la cual de seguro quedaría perdida de arena. En ese momento, la mirada de la muchacha sobre él era intensamente peligrosa, lo cual le hizo cuestionarse sus verdaderas intenciones—. Mi hermano, Hange e incluso Moblit no dejan de hablar de lo talentoso que eres, de alabar el gran trabajo que haces como fotógrafo, pero jamás he visto una foto tuya, ¿por qué? ¿Te avergüenzas? ¿Eres tímido?

Sorprendido, abrió inmediatamente la boca para dar una explicación, sin embargo con cierta consternación se dio cuenta de que no sabía que decir, cómo defenderse; pero, ¿debía defenderse? La actitud de la hermana pequeña de Farlan lo hacía sentir así, como si hubiese cometido una falta, pero todo dentro suyo le gritaba que estaba equivocado, que no le debía nada. Eren, a pesar de que amaba fotografiar, no se sentía demasiado cómodo con la atención desmedida de los demás sobre él y quizá debido a eso era un poco egoísta con lo que hacía. No era lo mismo presentar un trabajo para sus clases que mostrarle una fotografía a su madre o a sus amigos. Isabel, a pesar de llevar ya unos días junto a ellos, seguía siendo una total y completa desconocida. Una que, por cierto, lo detestaba.

—Puedes verlas si gustas. A sí podrás juzgar por ti misma —le dijo tendiendo la cámara en su dirección, intentando tragarse lo mejor posible la angustia e inspirando profundamente para calmar los nervios. Lo que menos necesitaba en ese momento era sufrir un ataque de ansiedad por su culpa.

No obstante, antes de que la chica pudiese cogerla, la mano de Levi se interpuso en su camino, requisándola con semblante serio y el ceño ligeramente fruncido. Sin muchos miramientos, volvió a poner con cuidado el aparato entre sus manos enguantadas con expresión de advertencia, como un mudo regaño que lo hizo sentir un tonto.

—Oi, mocosa, ya deja de molestar a Eren de una puta vez. Ambos sabemos que esto en realidad no te interesa y solo lo haces por disgustarlo. —Inclinándose un poco hacia adelante, este estiró un brazo y jaló con suavidad una de las rojizas coletas de la muchacha, logrando que aquel infantil semblante se relajara un poco—. Solo quieres verlas para poder decirle algo que lo incomode y te haga sentir satisfecha. No creas que no te conozco, Izzi.

—Solo tenía curiosidad, por eso le pregunté. —Isabel infló las mejillas en un contrariado gesto infantil que la hizo parecer mucho menor de los veinticinco años que tenía. Frunciendo el ceño, esta bufó enfadada—. Eres un amargado, hermano. Un amargado sobreprotector.

Él quiso intervenir y decir algo, lo que fuese para calmar los ánimos, pero una mirada de advertencia por parte de Levi lo hizo mantener la boca cerrada. Desde que el resto del grupo se había marchado después de Navidad, las cosas entre esos dos eran así: turbulentas. Eren estaba seguro de que ambos se querían, pero la mayor parte del tiempo sentía que tenerlos juntos era como frotar dos trozos de pedernal, temiendo que en cualquier momento las chispas se convirtiesen en hoguera; una que acabara produciendo un incendio incontrolable.

Tamborileando sus dedos sobre el cuerpo de la cámara, observó a Isabel que en ese momento contemplaba pensativa al horizonte.

Ese día ella iba ataviada con vaqueros negros y unas botas celestes que le llegaban casi hasta las rodillas, las cuales abrazaba con sus delgados brazos al tenerlas recogidas. La capucha de borde peludo del anorak turquesa que había elegido para esa ocasión le cubría por completo la pelirroja cabellera, dejando solo sus coletas libres y permitiendo así que su bonito rostro, de grandes ojos verde oscuro, destacara. Cuando las miradas de ambos se encontraron, esta le sonrió dulcemente, falsamente, y Eren quiso maldecir a causa de la impotencia que sentía.

—Tch, no sé porque mierda accedí a esta estúpida idea —soltó Levi de pronto con molestia, haciendo que ambos dejasen de mirarse para prestarle nuevamente atención a él—. Por culpa de esta condenada humedad atmosférica se me ha congelado el culo, ya no lo siento. Creo que a estas alturas puede que ya hasta haya perdido los hue-

—Ya, comprendemos lo que deseas decir. Gracias, Levi —lo cortó Eren, intentando detener aquella diatriba de barbaridades en pos de que Isabel estaba allí, y bueno, aunque ella no le gustase demasiado, seguía siendo una chica.

—Mmm, lo cierto es que sí hace un poco de frío —admitió esta. Apoyó la barbilla sobre sus rodillas unidas y dejó escapar un pesaroso suspiro—. Pensé que podría ser un paseo bonito, pero por lo visto ha resultado un desastre.

—Te lo advertí —añadió Levi, rotundo. Con algo de dificultad debido a la irregularidad del terreno, se puso de pie y tendió una mano hacia la chica para que ella la tomara y lo imitara—. Ahora que ya te has dado cuenta de tu error, ayuda a recoger estas cosas y volvamos a casa. Si seguimos media hora más congelándonos aquí fuera, volverás a Stohess con una pulmonía.

En aquella ocasión Isabel no protestó y se apresuró a obedecer, aunque Eren pudo percibir cierto deje de tristeza en su rostro cuando el otro hizo mención de su pronta partida.

Solo tardaron un par de minutos en alistar todo, ya que aparte de las mantas y un par de bolsos con comida casi intacta, no habían llevado nada más, presintiendo que esa excursión sería mucho más corta de lo que la muchacha esperaba.

Como afortunadamente habían decidido instalarse cerca de la casa de Levi, el camino de regreso no les tomó más de media hora y resultó bastante agradable gracias a la plática incesante de Isabel que no paraba de reír y contar anécdotas divertidas de su infancia, hablándoles sobre su época en la escuela y posteriormente la universidad, donde recibió un montón de regaños por parte de sus maestros y debió cumplir un sinfín de castigos. La chica era una narradora hábil y entretenida, por lo que a pesar de no sentirse todavía muy a gusto en su presencia, Eren no pudo evitar reírse y participar de su entusiasmo. Tal vez, su único «pero» era la constancia con que Farlan aparecía en la conversación, prácticamente convirtiéndose en un invitado más entre ellos, recordándole cada tanto que la vida de Levi, el pasado de Levi, era mucho más de lo que él conocía y podría llegar a conocer.

No obstante, lo peor, eran las suspicaces miradas que Isabel le dedicaba de tanto en tanto, como si esta pudiese leer dentro suyo y supiera a la perfección lo que él estaba experimentando, lo que estaba sintiendo; y, por mucho que Eren intentara ignorar aquel malestar, sus tontos celos, lo único en lo que lograba pensar era en su enorme desventaja frente al ex de Levi, porque, ¿cómo se lucha contra un fantasma?

 

——o——

 

Una vez llegaron a la casa, donde el crepitante fuego de la chimenea mantenía el ambiente caldeado y el frío viento del exterior no podía aguijonearles la piel, Eren soltó un suspiro de alivio y se sintió revivir.

A pesar de ir ataviado con unos resistentes vaqueros negros y el anorak sobre su grueso suéter azul, a pesar de llevar guantes y medio rostro oculto bajo la bufanda, sentía como el hielo húmedo de la playa se le había colado bajo la ropa hasta impregnarse en su piel, o sus huesos, no estaba seguro. Amaba pasar tiempo al aire libre, pero debía reconocer que la idea de Isabel había sido una auténtica locura.

Dejando el par de bolsos con comida que cargaba en el piso, se apresuró a quitarse los guantes para guardarlos en el bolso, así como también la bufanda y el anorak, dejándolos colgados en el perchero junto a la puerta antes de dirigirse a la cocina para ordenar las cosas mientras que Izzi corría a posicionarse frente a la chimenea, casi apagada, y daba saltitos intentando entrar en calor.

Levi, que fue el último en entrar ya que se había entretenido un momento afuera para buscar leña del cobertizo, llegó cargado con unos cuantos trozos que, sin miramiento alguno, le puso a Isabel en los brazos. Esta lo miró sin comprender que ocurría, con los verdes ojos abiertos hasta lo imposible y pestañeando repetidamente.

—Aviva el fuego de la chimenea, mocosa. Lo dejé apenas encendido antes de salir, por lo que de seguro no aguantará mucho más. No quiero que la casa se convierta en un maldito congelador —le dijo con total seriedad.

Isabel se repuso de la sorpresa inmediatamente, dirigiendo la mirada en su dirección y entrecerrando los ojos de manera especulativa como si él fuese el auténtico culpable de que aquello estuviese ocurriendo. Sin embargo, cuando volvió a mirar a Levi, nuevamente se mostró toda fuego y terquedad.

—Podría hacerlo Eren. Sabes que a mí estas cosas se me dan fatal, hermano.

—Pues es un buen momento para que aprendas, te lo aseguro. No es tan difícil y además necesito que el mocoso me ayude con algo —añadió este con firmeza, sin darle oportunidad alguna a replicar—. Un poco de trabajo duro no va a matarte, Isabel. ¿No era lo que Farlan te decía siempre?

La mención de su hermano fue para esta como si Levi acabara de abofetearla. Frunciendo los labios y fulminándolo con la mirada, Isabel se dirigió con paso pesado y sonoro hacia la chimenea colgante de la sala. De mala gana comenzó a meter trozos de leña en el portaleña mientras mascullaba por lo bajo, de seguro maldiciendo al otro por obligarla a hacer aquello.

—Podría hacerlo yo, ¿sabes? No tardaría más que un par de minutos —le susurró a Levi mientras sacaba potes de comida de los bolsos para dejarlos sobre la isleta antes de meterlos a la nevera para guardarlos. Isabel, acuclillada frente a la chimenea, echaba sin ningún cuidado los troncos dentro del hogar.

Este, que también la estaba observando, negó con un gesto.

—No ahogues el fuego ni provoques un jodido incendio, ¿me has oído? —le advirtió a la muchacha con una maliciosa sonrisa que ella le devolvió con una mirada furiosa—. Te aseguro que ambas cosas me cabrearían muchísimo.

Isabel le enseñó la lengua, pero luego volvió a concentrarse en su trabajo con mayor atención en esa oportunidad, metiendo trozos de leña con más cuidado y acomodándolos con el atizador para asegurarse de que ardieran bien.

Al sentir que la manga de su suéter era jalada, Eren observó como el otro le señalaba con un sutil gesto de la cabeza y una mirada significativa la segunda planta de la casa, obviamente pidiéndole que subiera.

Una parte de él se sintió un poco culpable por abandonar así a la chica, pero otra, la que ya estaba harta de Isabel y solo deseaba verla desaparecer, lo agradeció. Además si Levi, que se había mostrado tan condescendiente con ella los últimos días se estaba tomando la molestia de encontrar una excusa para entretenerla, debía ser por un motivo importante.

Ignorando la culpa, Eren asintió en silencio y se encaminó tras el otro sin importarle si Isabel se percataba o no de su huida. Sin embargo, solo cuando estuvo en el piso superior, seguro de que se encontraban finalmente solos, él se permitió respirar tranquilo por primera vez en esa mañana, sintiéndose al fin libre de aquella mirada evaluadora que siempre lo hacía sentir menos. Ciertamente esa chica era como un veneno lento y doloroso para sus problemas de autoestima.

A diferencia de la última noche que estuvo allí, donde la oscuridad y las sombras predominaban y animaban a compartir confesiones y secretos, aquella enorme estancia ahora se mostraba hermosamente iluminada por la claridad del día invernal y el tenue sol que luchaba por salir entre las persistentes nubes. El puerto a la distancia, visible a través de los ventanales, parecía casi un ser vivo. Los barcos y botes pesqueros, con apariencia de frágiles juguetes vistos desde allí, entraban y salían en una especie de extraña y conocida danza, mientras que gentecilla diminuta transitaba de un lado a otro como si igualmente fueran parte de esa curiosa coreografía.

—Ven aquí. Necesito hablar contigo —le dijo Levi, sacándolo de su ensimismamiento y abriendo la puerta de su habitación en una clara invitación a que entrara.

Eren, sintiéndose inmediatamente cohibido e inseguro, dudó en obedecer a la petición de este. A pesar de que aquella era su tercera vez en esa planta junto a Levi, jamás había entrado a su cuarto. De cierta forma aquello le parecía más íntimo que nada. Una invasión directa a su privacidad.

—¿No prefieres que nos sentemos en la sala? Si gustas puedo encender la chimenea o prepararte un té…

—No quiero un puto té, gracias. He bebido tanto durante la última hora para no congelarme allí fuera que seguramente comenzará a salirme por las orejas si bebo una taza más. Entra —le dijo con rotundidad al tiempo que lo empujaba sin delicadeza alguna dentro de la habitación. Al notar de seguro como él se tensaba, lo oyó chasquear la lengua con fastidio antes de decir—: ¿Qué demonios eres, Jaeger, una chica virgen? ¡No voy a hacerte nada, joder! Solo quiero que hablemos. Este es el único lugar de toda la maldita casa que Isabel respeta por norma. No puede entrar aquí bajo ningún concepto si no desea verme enfadado de verdad.

Sintiéndose abochornado a más no poder, Eren se volvió a ver a Levi con gesto combativo. Este lucía tan imperturbable como siempre, aunque en el fondo parecía un poco ansioso porque él obedeciese sin rechistar sus órdenes, algo que entre ellos no solía ser demasiado común.

—No soy una chica virgen —masculló malhumorado, ante lo que el otro arqueó una de sus delgadas y oscuras cejas, sonriendo de medio lado.

—Bien por ti, mocoso; yo tampoco. Ahora, sienta tu culo en la cama. Tenemos que hablar.

Mordiéndose la lengua para no soltar alguna otra réplica absurda que lo hiciera parecer más tonto de lo que ya se sentía, Eren obedeció y se sentó en la impecable cama de dos plazas de Levi, notando como un ramalazo de culpa lo embargaba por estar arrugando el negro edredón que cubría esta con precisión casi milimétrica.

Durante un segundo permitió que sus ojos vagaran por aquel espacio desconocido, asombrándose de lo impersonal y sobrio que lucía. Él siempre había sido la clase de persona que solía abarrotar los sitios con cosas que le gustaban y lo hacían sentir feliz, pequeños detalles importantes y personales que le decían nada más entrar a ese lugar que aquel pedacito del mundo le pertenecía; Levi, sin embargo, parecía ser todo lo contrario. A pesar de que la habitación en si misma era bonita, con sus enormes paredes acristaladas que daban hacia la playa cubiertas de etéreas cortinas blancas que permitían entrar la luz a raudales y todo el elegante inmobiliario lacado en negro y blanco, como una fotografía monocroma, la sensación que le provocaba el verla era de distante y fría soledad; el mismo tipo de emoción que había experimentado la primera vez que vio a este en la playa junto a Ludwig y acabó fotografiándolo. Era curioso el cómo solo en un par de meses su percepción de Levi había cambiado tanto.

—Nunca me he sentido del todo cómodo llenando espacios. Temo que ni siquiera sabría cómo empezar a hacerlo —reconoció este con voz extrañamente apagada mientras tomaba asiento a su lado en la cama. Como siempre que se encontraban a solas, estaban tan cerca el uno del otro que el suave suéter gris claro de Levi rozaba contra su antebrazo y las telas de los vaqueros negros de ambos se confundían un poco. Cuando una de las pálidas manos de este buscó la suya para entrelazarlas, él por fin sintió como todo, absolutamente todo, volvía a estar bien—. De pequeño no tenía casi nada. De adulto ya no deseaba nada. Me basta con que un espacio sea funcional y con eso ya tengo suficiente; pero para ti no es así, ¿verdad, Eren?

Aquella pregunta, la confesión, lo sorprendieron un poco, más que nada por el hecho de que Levi pudiese leerlo tan bien como para darle respuestas sin que él le hubiese hecho siquiera las preguntas. Sin duda era un sentimiento aterrador, se dijo Eren; ese saber que alguien podía ver tan profundo dentro de él, de su cabeza, de su corazón, que no podría ocultarle jamás un secreto. Sin embargo, al mismo tiempo resultaba reconfortante. Era como abrir los ojos de un largo sueño y descubrir que alguien estaba allí esperándolo, viéndolo, oyéndolo; diciéndole que su misma existencia tenía más importancia de la que él mismo creía que tenía. Era una emoción cálida que pocas veces había experimentado, y que por lo mismo no sabía cómo interpretar.

—No es que este lugar me desagrade del todo. Por ejemplo, me gustan los colores y el efecto que la luz tiene en ellos; pienso que de fotografiarlo obtendría un resultado bonito —respondió observando una vez más lo que lo rodeaba, desde el negro armario que ocupaba buena parte de la acristalada pared enfrentada a la cama, hasta el igualmente negro par de mesillas de noche en las que no había nada más que un par de blancas lámparas de sal. Aparte de la cama donde estaban sentados, el resto del mobiliario se reducía a un mueble esquinero forjado en oscuro hierro con algunos libros empastados y la puerta lacada en negro que daba hacia el cuarto de baño—. Y también me agrada lo ordenado y pulcro que luce todo; de seguro a Riko le encantaría poder publicar un cuarto así en la revista. Sin embargo… siento que esto no eres tú, Levi. O bueno, no tú del todo. No la parte que al menos yo conozco de ti —explicó él, trazando imaginarios patrones con sus deportivas sobre la moqueta negra—. No hay nada aquí que me hable de ti. Al observar este sitio, ni siquiera puedo saber en qué lado de la cama duermes o si te gusta leer de noche —le dijo soltando una risita nerviosa y sintiéndose el ser más tonto del mundo—. Creo que a una parte de mí, la más práctica, le gusta; pero otra simplemente lo odia.

Para su sorpresa, en esa oportunidad fue la cabeza de Levi la que acabó apoyándose en su hombro, como si necesitase desesperadamente de consuelo. Eran pocas las ocasiones en las que lo había visto así de vulnerable, quizá solo la noche de tormenta que compartieron, y donde este le habló por primera vez de su pasado en esa ciudad, y, posteriormente, cuando fueron a los acantilados y Levi le contó sobre su relación con Farlan y lo mal que esta había acabado.

Sintiéndose un poco preocupado por aquel repentino cambio, Eren no pudo evitar preguntarse si la visita de Isabel tendría algo que ver con el extraño comportamiento que el otro mostraba.

—El lado izquierdo —soltó este repentinamente, cerrando los ojos y dejando escapar un quedo suspiro entre sus labios entreabiertos—. Suelo utilizar el lado izquierdo de la cama; pero tampoco es que ocupe mucho la habitación. Por lo general duermo en la sala, ya sabes, por mi insomnio y el hecho de que Shiganshina… sigue siendo Shiganshina —le explicó con un tono bajo y totalmente carente de emoción—. Sin embargo estos días he hecho una excepción y me he quedado aquí durante las noches.

—¿Porque está Isabel de visita? —inquirió él, dubitativo.

—Sí, porque está Isabel —reconoció Levi—. Y ha sido horrible, porque no dejo de pensar en tonterías y llenarme de culpa. Desde que ha llegado he sido incapaz de dormir más de dos horas seguidas.

Aquella simple respuesta bastó para que todas sus interrogantes de esos días comenzaran a cobrar sentido dentro de su cabeza: el malhumor de Levi, el que pareciera más cansado y ojeroso de lo habitual o el que en ocasiones se mostrase huraño y taciturno. A pesar de que este había decidido quedarse allí, por él, eso no cambiaba que esa ciudad seguía estando cargada de recuerdos dolorosos en su vida; no cambiaba que aquella casa se la había obsequiado Farlan confiando en que vivirían juntos allí algún día que ya nunca llegaría a ser; mucho menos que su hermana pequeña estaba de paso, como un recordatorio constante de ese pasado que a veces Levi parecía empeñado en olvidar, pero que Eren sabía seguía estando presente y muy vivo entre ambos, así como el suyo también lo hacía.

Mierda.

Comprendiendo de que aquel era su momento de ser fuerte por los dos, oprimió un poco más la mano que seguía entrelazada con la suya, observando como aquellas tenues venillas azules se perdían bajo la tela gris del suéter que cubría la blanca muñeca del otro hombre.

—Vaya, ¿entonces me has traído hasta aquí para pedirme que te haga compañía en tus terribles noches solitarias? —le preguntó traviesamente a este—. ¿Ni siquiera me has permitido besarte como corresponde y ya quieres que demos un paso tan importante, Levi?

Cuando aquellos pálidos ojos lo fulminaron sin piedad, él se sintió secretamente feliz de haber conseguido su cometido. Levi volvía a ser el de siempre.

—Sigue soñando, mocoso. Aun no tienes tanta suerte como para que ya piense en invitarte a mi cama —respondió este mordaz, dándole un doloroso puntapié en la pierna que tenía a su alcance. No obstante, bajo aquel semblante ceñudo, un atisbo de débil sonrisa asomó a esos labios; un gesto tan sutil que si Eren no lo hubiese estado mirando le habría pasado desapercibido—. Pero quien sabe —continuó Levi con tono desinteresado—, puede que me lo piense en un futuro.

En aquella ocasión fue su turno de mostrarse sorprendido y un poco avergonzado, notando como un ligero calor le subía a las mejillas tras aquella respuesta, pero aun así continuó sosteniéndole la mirada antes de adoptar una expresión risueña y desenfadada.

—Esa negativa de tu parte ha roto mi corazón, Levi; pero la aceptaré, de momento. —Este chasqueó la lengua y rodó los ojos, ante lo que él sonrió—. Sin embargo, ¿a qué se debe todo esto? ¿Por qué me has traído realmente aquí?

Como pocas veces hacía, Levi apartó la vista y, tras soltar su mano, se puso de pie quedando frente a él, obligándolo a tener que levantar el rostro para poder mirarle directamente. Todo en este, desde su gris mirada cargada de incomodidad hasta su postura demasiado rígida y el que hubiese cruzado los brazos sobre el pecho en una inconsciente actitud defensiva, le decían a gritos a Eren de que algo lo tenía demasiado inquieto; algo que había hecho que Levi bajase la guardia y probablemente no supiera como actuar a continuación.

—El motivo por el cual te pedí que me acompañaras, mocoso, es porque necesito disculparme contigo. Estos días he sido un auténtico cabrón y lo has tenido que pasar muy mal por mi culpa —le dijo este finalmente. Sus labios tan apretados que solo eran una tensa y pálida línea que se perdía en su ceñudo rostro—. Lo siento mucho, Eren.

Bastante confundido tras esa confesión, de inmediato él intentó encontrar desesperadamente en su cerebro algo que le dijese que había hecho el otro durante los últimos días para necesitar que lo perdonase, pero aparte de haber estado un poco más callado y filoso de lo habitual, Levi seguía siendo el mismo en su opinión. Eren en verdad no tenía ni la más mínima idea de cuál era ese error del que este le hablaba.

—Ah, comprendo. No hay problema —respondió sin mucha convicción un par de minutos después—. Ahora… ¿podrías explicarme realmente por qué me estás pidiendo disculpas?

La fría y afilada mirada que Levi le lanzó tras oírlo, le dejó muy claro que a su parecer él era el mayor de los tontos.

—Por Isabel, tch. ¿Por qué otra mierda va a ser? —masculló de mala gana—. Soy consciente de que tener que soportarla estos días ha sido para ti como un grano en el culo, mocoso; no creas que no me he dado cuenta de lo mal que lo pasas y que muchas de las cosas que Izzi hace son con ese propósito. Sé que ella no te gusta.

¿Tan evidente era o tan evidentes eran sus emociones para Levi?, se preguntó con consternación. No podía negar que lo que este decía era cierto, en parte por lo menos; ese pedacito de él que encontraba la actitud de la chica detestable y que odiaba que esta lo mirase como un intruso que no debería estar allí para luego dirigirle palabras amables y sonrisas falsas. No obstante, de igual modo una parte suya era capaz de comprender a Isabel, o por lo menos el dolor de esta: el sufrimiento por la pérdida de su hermano, el tener que vivir fingiendo ser alguien que no era. Eren sentía que los sentimientos que la muchacha le generaba eran tan complejos y confusos como los que tenía por Mikasa.

—No es que ella no me guste —comenzó, a lo que el otro le lanzó una mirada cargada de incredulidad que él encontró odiosa—. Lo digo en serio, Levi —recalcó—. No es que Isabel no me guste, simplemente que me parece… dañina.

Soltando un suspiro lleno de infeliz cansancio, el otro asintió.

—Mierda, tienes razón, lo es; por lo menos ahora. —Levi se pasó una mano por el pálido rostro que lucía todavía más falto de color debido a la evidente escasez de descanso de los últimos días—. Además, tú también te has visto envuelto en ello aunque no deberías. Me he dicho una y otra vez que lo mejor habría sido mantenerte alejado de aquí hasta que ella se marchara; pedirte que no nos viéramos por unos cuantos días. Cada vez que notaba lo afectado que parecías por sus tonterías me repetía que debía hacerlo, que tenía que hablar contigo y explicarte; pero acababa acobardándome y pidiéndote igualmente que vinieses al día siguiente, mocoso. De cierta forma, tenerte aquí ha sido una excusa para pasar el menor tiempo posible a solas con Isabel; para hacer esto más llevadero. Por eso quería pedirte perdón, Eren. No he sido justo contigo.

A pesar de comprender que debería haberse sentido un poco molesto u herido tras aquella revelación, lo cierto era que no fue así. Conociéndose como lo hacía, él sabía que le hubiese dolido mucho más que el otro lo apartara de su lado a causa de la llegada de la chica que tener que soportarla durante unos cuantos días para ayudarlo a sobrellevar su compañía. En el fondo, Eren era un completo egoísta, sobre todo cuando de la atención de Levi se trataba.

—Por favor, no te sientas culpable por eso. En realidad no ha sido tan malo —mintió, intentando parecer convincente—. Lo que no comprendo es porqué lo has hecho. Creía que Isabel y tú tenían una buena relación. Ella parece estar muy apegada a ti.

Algo en la expresión de Levi, en el débil fruncir de su ceño, el brillo apagado en sus ojos o el leve dejo de dolor que captó en ellos, le dejó claro que aquello en verdad era mucho más complejo de lo que él pensaba en un comienzo.

Como si necesitara tranquilizarse, este volvió a sentarse a su lado en la cama, tumbándose luego de espaldas sobre esta con el negro cabello desparramado mimetizándose con el edredón y las manos sobre el vientre. Dando un par de palmaditas a su lado, Levi lo invitó a hacer lo mismo, por lo cual Eren se encontró unos segundos después mirando el blanco techo del cuarto y percatándose, por primera vez, de que este tenía dibujados unos delicados trazos plateados que se arremolinaban unos con otros, asemejando constelaciones. Era en verdad algo bonito de contemplar.

—Conocí a Isabel cuando ella tenía unos siete años. Por ese entonces yo acababa de cumplir los diecisiete y no tenía ni una puta idea de lo que deseaba hacer con mi vida a futuro; mientras no tuviese que regresar con Kenny, todo me daba absolutamente igual. Sin embargo, sí tenía muy claro que detestaba a los mocosos, sobre todo a los desastrosos y habladores. Esos que son tan malditamente obstinados que vuelven loco a todo el mundo. —Volviendo el rostro para verle, este arqueó una de sus delgadas cejas de forma significativa al tiempo que una leve sonrisa sarcástica se dibujaba en sus labios, la cual él le devolvió al captar la indirecta—. Ese día ella había ido con su madre a visitar a Farlan y no paraba quieta ni un segundo, exigiendo su atención, por lo que él me la presentó para que la entretuviese unos pocos minutos mientras discutía en paz con su querida madre —añadió con ironía—. No podrías imaginarte el suplicio que fue aquello, mocoso. Durante las tres horas que duraba la puta visita la tuve pegada a mí, haciéndome preguntas, contándome historias de sus amigos en la escuela, de sus juegos absurdos, de sus clases de danza, de lo que fuera. Isabel hablaba y hablaba y el idiota de su hermano simplemente pensaba que aquello era muy divertido, mientras yo solo quería asesinarla y desaparecer de allí. —Levi guardó silencio un instante, mirando a la nada, probablemente perdido en sus lejanos recuerdos. Cuando volvió a hablar, un tinte de añoranza, de una emoción cálida que Eren no le había oído nunca, se hizo patente en su voz—. Cuando finalmente llegó la hora de marcharse y ella se despidió de mí, me dijo que había sido un día muy divertido y que yo le gustaba. Que regresaría a la visita siguiente para que pudiésemos jugar de nuevo y, joder, me dio un abrazo —le dijo lleno de dolor—. Yo odiaba a los niños y ella me resultaba insoportable, pero en aquel momento Isabel me dio un abrazo y me dijo que le gustaba, no como lo hacía el resto, tanteando el terreno y esperando una reacción negativa de mi parte, siempre preparados a que yo actuara de la peor manera posible. No, esa condenada mocosa lo dijo siendo toda sinceridad y sin esperar nada a cambio; y para mí, que llevaba tres años resintiendo la pérdida de la única persona que me había amado de verdad, que sentía que lo había perdido todo tras la muerte de mi madre, fue un golpe directo a mis defensas. Por aquel entonces yo quería a Farlan, era mi mejor amigo y la persona en quien más confiaba; pero Isabel… Demonios, amaba a Isabel. Ella, sin saberlo siquiera, acabó convirtiéndose en lo más cercano que tenía a la familia que había perdido.

A pesar de que Eren tenía una idea más o menos clara del fuerte lazo que unía a ambos, al oír aquella historia un nudo de emociones entremezcladas pareció oprimirlo por dentro, hasta un punto casi doloroso que amenazó con hacerlo llorar. No se había equivocado al suponer que Levi quería a Isabel y que por ello soportaba tanto, pero quizá lo que más dolía era saber que ese cariño era mutuo, por lo que como esta siempre intentaba hacerle ver, en esa historia él no tenía relevancia alguna. Por más que lastimase admitirlo, Eren no era parte de aquel pasado que compartían.

—No creo que eso haya cambiado —le dijo él tras un par de minutos de silencio, tragándose lo mejor posible su tristeza y alargando una mano para acariciar la mejilla de Levi—. Para ella, sigues siendo su familia.

Una mueca torció los labios de este al oírlo, pero luego suavizó el gesto, como si deseara darle en el gusto. Posando una mano sobre la suya, Levi la aprisionó contra su rostro como si no quisiera que se apartase de allí. Eren se lo permitió.

—Si lo ha hecho, mocoso, más de lo que siquiera puedes imaginar. Mi relación actual con ella es solo un pálido reflejo de lo que una vez fue; uno muy dañino —añadió apesadumbrado—. Para Isabel, Farlan era lo más importante de su vida; realmente todo lo que tenía. Perderlo fue… el fin de su mundo. Y el responsable de destruirlo fui yo.

—Levi, sabes que eso no fue así.

—Intento pensarlo, te prometo que lo hago; pero… no siempre es fácil, Eren. Con Izzi aquí no es nada fácil.

Él frunció el ceño con obstinación, odiando aquel horrible sentimiento de culpa y pesar que veía en aquellos ojos plateados. Hubiese dado lo que fuera por borrar parte del dolor que cargaba Levi; por hacer que sus pesadillas fuesen menos horribles, así como este había mitigado las suyas.

—No creo que ella te culpe. Te quiere, Levi; solo basta con verla cuando estás a su lado para darse cuenta.

—Y eso es lo que lo hace peor, ¿sabes? Que ella me quiera y que yo la quiera, porque, a pesar de nuestros sentimientos, cada vez que veo a Isabel recuerdo mi dolor y mi culpa, y cada vez que ella me mira, solo siente su pérdida y su rencor. —Sorprendido, Eren de inmediato abrió la boca para decir algo en respuesta a aquello, para contradecirlo, pero los dedos de este se posaron sobre sus labios pidiéndole callar un momento—. Esta vez no servirá de nada lo que me digas, mocoso. Es un tema que ambos hemos hablado y lo tenemos muy claro. Isabel, a pesar de quererme, me considera responsable por la pérdida de su hermano, y aunque lo acepta, no me puede perdonar por ello aun. Estoy en deuda con ella, por eso le permito sus caprichos infantiles y su mal comportamiento. Por ello siempre he dejado que, desde la muerte de Farlan, se salga con la suya aunque me lastime y me duela.

—Entonces, ¿qué ha cambiado? —le preguntó—. ¿Por qué luces tan triste cuando hablas de ella, como si fueses a perderla?

Sorprendiéndolo nuevamente, Levi, mirándolo muy serio y sin dejar ir su mano, se inclinó un poco en su dirección, acortando la distancia entre ellos. Al tenerlo así de cerca, al sentir el ligero cosquilleo de su cálida respiración golpeando sobre su rostro, por una fracción de segundo Eren pensó en que este iba a besarlo, deseó que lo hiciera; pero en cambio, Levi solo apoyó su frente contra la suya y cerró los ojos como si necesitase de ese contacto, de su cercanía. Imitándolo, él también bajó a su vez los párpados, dejando que el acompasado fluir de su respiración guiara a la suya y que su corazón acelerado aminorara sus latidos.

El etéreo roce de otros labios sobre los suyos le hizo abrir los ojos, asombrado y expectante; sin embargo, cuando miró a Levi, este seguía guardando la misma distancia y mirándolo como si nada hubiese pasado, haciéndolo dudar si ese breve beso era fruto de su exacerbada imaginación o realmente había ocurrido.

Escudándose en su habitual cobardía y vergüenza, Eren no tuvo el valor de preguntar y guardó silencio. No deseaba romper aquella fantasía, aunque fuese una mentira.

—Te conocí a ti, mocoso, y no me parece justo que tengas que cargar con toda esta mierda que no te corresponde. Joder, no sabes cómo he odiado que sufrieras a causa de mis problemas con Isabel. —Soltando finalmente su mano y apartando su rostro, este le dijo con total determinación—: Hoy hablaré con ella y le pediré que se marche. Ya es tiempo de que regrese a casa.

Una extraña emoción se apoderó de él al oír aquello: culpa mezclada con alivio, y el dolor de Levi teñido con su angustia. Quería a Isabel lejos, sí, pero no de esa forma, no por su causa. No porque Levi se hubiera visto en la obligación de elegir entre los dos.

—No lo hagas. Permítele quedarse un poco más —le pidió, sin poder creerse del todo las palabras que estaban saliendo de su boca. ¿Es que había perdido el juicio? Seguramente. Dios, que Isabel se quedase en Shiganshina significaba alargar su tortura, pero lo que Eren menos deseaba era ver a ese hombre, que ya había perdido tanto, sufriendo por sus decisiones.

No obstante, Levi negó con un gesto seco y firme que no daba lugar a un cambio de opinión.

—No, mocoso, no esta vez. Tomé esta decisión anoche después de pensarlo mucho y no en el calor del momento. Lo hice tomando en cuenta lo mejor para Isabel y para mí, aunque también es por ti —admitió—. Aun conociendo todo sobre mi horrible pasado, a pesar de saber los problemas que este podía traerte, me elegiste, Eren, y fue por eso mismo que yo elegí amarte, a pesar de todo lo que seas o no seas en este momento. Te quiero, y necesito que Isabel comprenda eso; que acepte que si nuestra relación seguirá siendo la misma que hasta ahora, tú formarás parte de ello, de mi vida. La única manera de cerrar heridas es seguir avanzando hacia el futuro, aunque duela. Yo lo he hecho. Izzi debe hacer lo mismo.

Sintiendo como los ojos se le humedecían a causa de las lágrimas, él comenzó a parpadear repetidamente para no dejarlas escapar. Levi, chasqueando la lengua y sonriendo ligeramente con diversión, metió la mano en el bolsillo de sus vaqueros y le tendió un pañuelo que Eren aceptó agradecido con un gesto.

—Para ella será difícil, Levi. —Ansioso, él retorció el pañuelo sin piedad entre sus dedos—. Estás desbaratando lo que queda de su mundo.

—No, lo estoy destruyendo —le dijo este sin duda alguna. Eren lo miró anonadado—. Isabel no necesita seguir viviendo a la sombra de Farlan, bajo la protección que él siempre le dio. Lo que ella necesita es dejar todo atrás y comenzar una nueva vida, un nuevo mundo que le pertenezca solo a ella; rescatando todo lo que ha aprendido hasta ahora y arriesgándose a creer de nuevo.

Inspirando profundo, sintiéndose extrañamente esperanzado por las palabras de Levi aunque no fuesen para él, Eren dejó caer la cabeza sobre el hombro de este, oportunidad que el otro aprovechó para enlazar un brazo en torno a su cintura a modo de abrazo. Era extraño que Levi se mostrase tan afectuoso físicamente con él, pero supuso que era su forma de compensarlo por los últimos días; o quizá solo que también lo extrañaba. Aquella era la primera oportunidad real que tenían de estar a solas desde que Isabel llegó a Shiganshina, de poder ser solo ellos dos. Permitirse ese momento, aunque solo fuesen unos pocos minutos, a Eren le bastaba. No pedía más.

—Vaya, eso realmente suena muy profundo, señor Ackerman. Me sorprendes —añadió burlón.

Este le dio un pellizco en el costado que lo hizo soltar un gemido de protesta, el cual acalló depositando un suave beso en el desastre que era su largo cabello eternamente desordenado.

—Tch, claro que lo es, mocoso —le dijo Levi con total seriedad—. Me lo has enseñado tú.

Cuando su verde mirada buscó nuevamente la suya, no vio ni burla ni mentira en aquellos ojos grises, solo una total convicción; la completa seguridad de que cada una de sus palabras eran ciertas y las creía totalmente.

Eren no se sentía sabio, para nada, de hecho, su propia vida era un desastre de proporciones; pero allí estaba Levi, diciéndole que si había decidido avanzar era gracias a él, que si estaba dándole a Isabel el empujón necesario para hacer lo mismo era por haberlo conocido.

Bajando la mirada una vez más, embargado por un sinfín de emociones distintas y complejas, posó una mano sobre el corazón del otro y cerró los ojos. Quizá ya era tiempo de comenzar a seguir sus propios consejos y dejar su antigua vida atrás, se dijo. Destruir finalmente su mundo desquebrajado para comenzar a construir uno nuevo desde las cenizas; uno donde solo permanecieran las cosas que realmente importaban.

 

——o——

 

Una vez acabó de poner todo en su sitio y limpiar la cocina hasta hacerla relucir, Levi puso a infusionar un poco de malasa chai en la tetera, buscó dos tazas que dejó sobre la isleta y sacó de la alacena un paquete de las galletas azucaradas favoritas de Izzi, depositándolas en un platito. La perspectiva de lo que le esperaba aquella noche no era agradable, pero él sabía que ambos tenían que hablar seriamente y que esa conversación no sería para nada fácil.

Nada más marcharse Eren después de la cena, una hora atrás, Isabel había huido como alma perseguida por el demonio a la segunda planta para encerrarse en el cuarto que ocupaba en ese momento. Levi, que la conocía bien, estaba seguro de que a pesar de su prohibición, esta se las había ingeniado para espiar su conversación con el otro mocoso, por lo que probablemente ya estaba al tanto sobre sus planes de pedirle que se marchara, lo que de seguro la tendría contrariada y furiosa, deseosa de hacerle pagar por aquello.

Joder, que mocosa más malcriada y problemática era.

Los últimos días realmente habían sido algo difíciles de llevar para ellos tres. Cada vez que estaban juntos, todo se convertía en un constante tira y afloja que muchas veces volvía sus encuentros en reuniones tensas e incómodas, con la chica provocando a Eren a base de comentarios mordaces que el mocoso intentaba ignorar de la mejor manera posible, pero los cuales al mismo tiempo hacían que su propia sangre bullese de indignación a causa de aquel horrible comportamiento por parte de esta, produciendo una especie de batalla campal no verbal entre ambos que parecía no tener final; no mientras Eren fuera el punto de conflicto.

Al pensar en el muchacho, Levi no pudo evitar que su cabeza se llenase de los recuerdos de todo lo acontecido esa mañana entre ellos.

No había mentido a este cuando le confesó que tener a Isabel allí era un recordatorio constante de su dolor, de su culpa y sus errores; que su presencia y su compañía eran una fuente incesante de dolor y arrepentimiento, y aun así le dolía la idea de dejarla marchar. Antes de la muerte de Farlan amar a Izzi era sencillo; era como cerrar los ojos y caer en un mar de sentimientos cálidos. Ahora, no obstante, todo entre ellos era espinoso y turbulento. No podían separarse, pero quererse resultaba tan difícil y doloroso como intentar respirar bajo el agua.

Tras acomodar todo en la isleta de la cocina, Levi inspiró hondo un par de veces para mantener su enfado a raya y al mismo tiempo armarse de valor antes de subir a pedirle a la chica que bajara para que pudiesen platicar.

Demasiado acostumbrado a las rabietas de Isabel desde que esta era una niña, él estaba seguro de que la encontraría encerrada en el cuarto y cubierta con la colcha hasta la pelirroja coronilla fingiendo que el odioso mundo no existía; sin embargo, nada más poner un pie en la planta superior, la luz que se apreciaba desde su propia habitación lo puso inmediatamente en alerta, haciendo que el miedo y la rabia lo atenazaran a partes iguales.

¡Mocosa del demonio! ¡¿Por qué siempre debía poner su paciencia a prueba?!

Apurando el paso, Levi llegó hasta su cuarto en unas cuantas zancadas, conteniendo el aliento con cierto terror cuando abrió la puerta.

Isabel, sentada sobre la moqueta negra con las piernas cruzadas bajo ella y dándole la espalda, observaba detenidamente las dos fotografías enmarcadas que Eren le había obsequiado días atrás y que él se había encargado de poner a buen resguardo para que nadie las encontrara hasta que decidiese que hacer con ellas.

Ambos cuadros descansaban apoyados contra el acolchado costado de la cama cual si estuviesen en una exposición, mientras que el papel que anteriormente los cubría se encontraba desgarrado en pequeños trozos alrededor de la chica, como si esta los hubiese deshecho con los dedos en un inconsciente ademán nervioso.

A pesar de que Levi estaba seguro de que ella estaba al tanto de su llegada, no se volvió a verlo ni le dio excusa alguna por su descarada intromisión, permaneciendo en un absoluto silencio durante un par de minutos hasta que él, finalmente, perdió un poco la paciencia.

—Isabel —le dijo con fría calma, pero en el silencio sepulcral sus palabras parecieron resonar como un grito.

Ella, apenas volviendo el rostro, lo observó con gesto velado y dolido, como si mil emociones estuvieran arremolinándose dentro suyo y no supiera como comenzar a explicarlas.

—¿Sabes, hermano?, siempre he odiado la fotografía —le dijo ella repentinamente; su voz tan carente de emoción que parecía ajena—. Nunca he llegado a comprenderla del todo, tal vez porque no hay nada en ella que la haga especial a mis ojos. No me parece arte como la pintura o la escultura, la música o la danza. Fotografiar es simplemente capturar un momento y ya; cualquiera puede hacerlo. Sin embargo… —musitó mientras observaba aquellas imágenes que parecían destacar por encima de todo— Eren realmente es algo especial, ¿no? Cada vez que te observaba mirándolo casi con fascinación, pendiente suyo cuando estaba con su cámara, me preguntaba que veías en él; que lo hacía diferente del resto. No dejaba de preguntarme que había ocurrido para que precisamente tú acabaras eligiendo no solo a un chico demasiado joven, sino que también tan diferente a ti, tan diferente a Farlan. Ahora, creo que lo comprendo un poco. Lo que Eren ve es, sin duda, impresionante.

Dando un par de pasos titubeantes, Levi se acercó hasta donde ella estaba. Isabel no lo miró, pero tampoco hizo intento de apartarse, por lo que tomando una decisión, acabó sentándose a su lado imitando su postura.

—Me gusta la forma en que Eren ve el mundo —reconoció con sinceridad—. La primera vez que vi una fotografía suya me impactó bastante. Hicimos una apuesta absurda y me enseñó aquella —le dijo señalando con un gesto de la barbilla el mar embravecido que estaba frente a ellos—, y nada más verla, sentí que existían muchas cosas que me había perdido en la vida. Y luego, mientras más hablaba con él, mientras más lo conocía, comencé a pensar que el mundo quizá no era un lugar tan cruel y horrible como siempre había pensado, Isabel. Realmente me gusta lo que descubro de mí mismo cuando estoy a su lado.

Sin apartar los ojos de Indómito, Levi oyó a la chica suspirar pesadamente a su lado. Una parte de él deseaba abrazarla, decirle que no sufriera más, que todo seguiría como siempre entre ellos; pero otra, tal como le había dicho a Eren, comprendía que era necesario provocar un quiebre si deseaba obtener un cambio. Para él, este había sido conocer al mocoso. Solo tras eso había comenzado a avanzar, a vivir una vez más, a tener nuevas esperanzas y sueños. Levi quería que Isabel tuviese lo mismo, pero sabía que si ella seguía aferrándose al doloroso pasado, eso no sería posible.

—Me pregunto cómo vería Farlan el trabajo de Eren; si le impresionaría. Seguro que sí, ya que él era más listo y más culto que nosotros dos juntos. Es probable que el chico hasta le agradara —dijo Izzi con una risita baja que acabó convertida en un sollozo—. ¿Realmente estás enamorado de él?

—Sí —respondió Levi sin dudar de su respuesta.

En el silencio de la noche, roto solo por el leve crepitar del fuego de la chimenea y el rugiente mar de fondo, los sollozos desacompasados y amortiguados de Isabel se convirtieron en una triste melodía que hablaba del profundo dolor que ambos compartían. A pesar de ser siempre tan efusiva en cuanto a sus emociones, aquella chica apenas lloraba. Gritaba si estaba enfadada y reía a carcajadas si algo la alegraba, pero toda la pena, toda la angustia, se la guardaba dentro y la disfrazaba; su medio de escape para sobrevivir a una familia que era todo menos eso.

—Temo… que acabemos olvidándolo —dijo Izzi pasados unos cuantos minutos, cuando los sollozos finalmente habían remitido dando paso a una respiración pesada y pausada junto a lágrimas silenciosas—. Lo que más me aterra es despertar un día y darme cuenta de que ya no recuerdo con exactitud el tono de su voz ni como brillaban sus ojos al contarme algo divertido. Me da miedo que mi hermano simplemente se convierta en un recuerdo y acabe por dejarme, porque si lo pierdo, ya no me quedará nada; menos ahora que tú ya tienes a alguien más.

—Isabel, sabes que eso no es así. Que Eren esté aquí no significa que vaya a dejar de quererte.

—¡Lo sé, lo sé! O por lo menos mi cabeza lo comprende, sin embargo aquí —explicó, posando una mano sobre su corazón—, me aterra aceptarlo. ¿Sabes que mis padres ni siquiera hablan de él? Es como si Farlan jamás hubiese existido en nuestras vidas, nunca. Y para el resto de los chicos del grupo, mi hermano se está convirtiendo en lo mismo, un simple recuerdo que cada vez duele menos. Pero yo… lo extraño tanto. —Una nueva ronda de sollozos escapó de sus labios, haciendo temblar su menudo cuerpo como si fuese una hoja agitada por el viento—. Perderlo ha sido como perder la mitad de mí; quizá la única que valía la pena.

Sin poder contenerse más, Levi pasó un brazo sobre sus delgados hombros y la atrajo hacia sí para abrazarla. El llanto de Isabel era doloroso y profundo, afilado y tortuoso. A pesar de que el tiempo había transcurrido y las heridas estaban comenzando a cicatrizar, él comprendía su pena, porque la sentía como propia. Poco a poco el dolor y la culpa por la muerte de Farlan se habían ido mitigando, pero, al igual que la muchacha, sabía que una parte suya había muerto con este y no iba a poder recuperarla jamás.

—Yo también lo extraño, cada día —admitió, y, por primera vez desde que aquello había sucedido, reconocerlo no resultó pesado ni doloroso—; pero debemos continuar, Izzi, aunque sea difícil, porque se lo debemos. —Besó suavemente su pelirroja cabeza y la oyó sollozar bajito—. Y descuida, la parte que ha quedado aquí vale tanto la pena como la que se ha ido.

Isabel rompió a llorar nuevamente con más intensidad, aferrando con fuerza entre sus puños la suave tela de su suéter mientras él, con la barbilla apoyada sobre su coronilla y sus brazos rodeándola, murmuraba palabras de consuelo ininteligibles, tanto para tranquilizarla a ella como así mismo del dolor que sentía lo embargaba.

—No te odio —la oyó decir con voz amortiguada contra su pecho—. Estoy enfadada contigo porque me fallaste. No cumpliste tu promesa y dejaste que mi hermano muriera; pero no te odio. También estoy enojada con Farlan, porque fue un idiota y dejó que lo mataran, a pesar de que prometió que iba a cuidarme siempre. —Soltando un bufido nada femenino, ella aflojó un poco su agarre y se removió entre sus brazos lo suficiente para poder levantar el rostro y verle a la cara con aquellos intensos y acusadores ojos verdes—. Los hombres de mi vida son un fiasco, no hacen más que fallarme. Tal vez debería plantearme seriamente si lo mejor para mí sería el conseguirme una chica. Petra es bonita y amable, pero está con el idiota de Auruo. Hange, por otro lado, no solo tiene a Moblit, sino que también está muy loca; las cosas no podrían funcionar entre nosotras, sería peligroso. ¿Crees que Eren tenga una amiga bonita y cuerda que pueda presentarme? A lo mejor debería preguntárselo mañana cuando venga.

—Sí, tal vez deberías —le dijo él, siguiéndole el juego y acariciando aquella cabeza que había vuelto a reposar contra su pecho, sobre su corazón.

—Mis padres se han divorciado —murmuró Isabel repentinamente unos minutos después, ya toda calma y tranquilidad, aunque sin separarse de su abrazo—. Mi padre engañó a mi madre con una chica que tiene casi mi edad, ¿puedes creerlo? Va a casarse con ella dentro de dos meses.

Aquello sí sorprendió un poco a Levi, no porque creyese que los padres de Izzi se amaran realmente, sino porque los Church eran en extremo cuidadosos con las apariencias y el qué dirán. Un asunto así debía haber generado cierta controversia entre sus conocidos. De seguro tanta como cuando Farlan perdió sus beneficios como heredero y fue repudiado por su familia debido a que era gay.

—¿Estás triste por ello? —inquirió, a pesar de ya conocer la respuesta; la cual fue confirmada cuando esta negó con un gesto.

—No creo que haya una real diferencia entre el antes y el ahora. Puede que incluso se lleven hasta mejor —añadió Izzi con una risilla—. ¿Sabes?, momentos antes de que llegaras tuve una conversación muy seria con mi padre. —Sin atreverse a mirarlo todavía, esta jugueteó nerviosamente con la manga del suéter de Levi—. Acordamos que en cuanto regrese a Stohess asumiré activamente el control de una parte de los negocios. Me convertiré en la directora ejecutiva de los centros médicos.

Más que el hecho de que la familia de Isabel estuviese desmembrándose, fue el real significado de aquella pequeña confesión lo que lo llenó de asombro. A pesar de que ella había aceptado ocupar el lugar de Farlan en la línea de sucesión, Levi jamás creyó que Isabel en verdad acabara quedando al mando de los negocios familiares y toda la responsabilidad que ello conllevaba. No alguien como Izzi que siempre, por sobre todas las cosas, había deseado ser libre.

—¿Por qué? —fue la única pregunta que escapó de sus labios y esta, como si comprendiese lo que él era incapaz de decir, se apartó de su lado para quedar sentada frente suyo, tomando sus manos y sonriéndole pesarosa.

—Porque la nueva mujer de mi padre está embarazada, Levi. Dentro de cinco meses voy a tener un hermano pequeño —respondió, con nuevas lágrimas cayendo por sus mejillas y una sonrisa que se dividía entre la tristeza y una tímida alegría—. He decidido que ahora es mi turno de ser valiente y convertirme en una hermana mayor. ¿Es… muy difícil?

Sin soltar sus manos unidas, él se inclinó hacia ella, acortando la poca distancia que quedaba entre ambos y besó su frente.

—Sí, mucho. Pero, sobre todo, es maravilloso —le dijo, y la sonrisa que Isabel le regaló en ese momento fue como un pequeño rayo de sol en medio de la tormenta.

—Entonces, no hay más que decir. ¡Me convertiré en la mejor hermana mayor del mundo! —exclamó esta con su acostumbrada convicción, limpiándose las lágrimas del rostro con ademán decidido—. Después de todo, he tenido el mejor ejemplo que podría desear… Y no lo digo solo por Farlan. —Los brazos de la muchacha rodeándolo le pillaron totalmente desprevenido, pero tras sus palabras, aquel gesto de gratitud y consuelo resultó extrañamente conmovedor porque de cierta forma él también lo necesitaba. Permitiéndose bajar la guardia durante un momento, Levi aceptó el abrazo de Isabel, devolviéndolo a su vez—. Gracias por todo, hermano. Me alegra saber que vuelves a ser feliz.

—También quiero que lo seas tú —le dijo en respuesta. Ella, acunando su rostro entre sus pequeñas manos, asintió con solemnidad.

—Lo seré, te lo prometo. Voy a avanzar y voy a sanar. Me haré fuerte. Me convertiré en lo mejor que pueda pasarle a ese niño, ya lo verás. Y, como me dijiste una vez, haré con la empresa de mis padres lo que yo desee que sea. Le patearé el trasero a todas sus normas estiradas.

Él no pudo evitar reírse al oír aquello, algo que le había dicho a esta cuando era apenas una cría que estaba acabando la escuela y se había decidido a estudiar lo que su padre deseaba. Farlan, por supuesto, se había opuesto con insistencia; pero Levi en cambio apoyó la decisión de Isabel, aconsejándole solamente que cuando ya estuviese al mando, convirtiera aquel jodido negocio familiar en algo que a ella le gustase, importándole una mierda lo que pensara el resto. Le alegraba saber que bajo todo el dolor, aquella chica seguía estando allí, más fuerte y más sabia, porque comprendía lo que era perder algo que se amaba y lo duro que resultaba volver a intentar construir sobre las cenizas.

—Esperaré ansioso por ver eso, mocosa. No vayas a defraudarme.

Isabel rio con infantil alegría y con un ágil brinquito se puso de pie.

—¡Claro que no lo haré! ¿Con quién crees que hablas? Además, esta tarde pensé mucho sobre lo que dijiste de que debo superar mi tristeza y avanzar para reconstruir mi vida. Creo que tienes razón, así que me marcharé pasado mañana a casa. Qué alivio para ti no tener que echarme, ¿verdad, querido hermano? —le dijo Izzi con tono reprobatorio y mirada divertida. Cuando Levi abrió la boca para argumentar en su defensa, ella levantó un dedo y lo hizo callar con un gesto—. No inventes excusas, te oí decírselo a Eren.

—Tch, en primer lugar no tendrías que habérmelo oído decir. Espiar conversaciones ajenas es de muy mala educación, Isabel. ¿No te lo enseñaron tus padres?

—La verdad es que no; ellos rara vez me prestaban atención. Además, te recuerdo que Farlan tenía esa mala costumbre y casi nunca le decías nada; de hecho te parecía hasta divertido. Así que podría decirse que técnicamente la culpa por mi mal comportamiento es de ustedes.

—Tienes razón —admitió él con una débil sonrisa—. El muy bastardo era un maldito entrometido.

Ese pequeño recuerdo compartido los hizo sonreír a ambos. Aquel pedacito de pasado que les pertenecía y que nada ni nadie podría arrebatarles, porque era un lazo que los uniría de por vida.

—Gracias por estar siempre allí para mí —le dijo esta con sinceridad, tendiendo una mano en su dirección, la cual Levi sujetó un par de segundos antes de dejarla ir.

—Gracias por dejarme ser parte de tu familia.

Isabel sonrió una vez más y posó una mano sobre su cabeza, desordenando su negro cabello antes de dar media vuelta y abandonar la habitación con paso ligero, dejándolo solo.

Durante los siguientes minutos, Levi siguió sentado allí; contemplando los cuadros de Eren y repasando toda aquella conversación en su cabeza.

Isabel y él no compartían ni una sola gota de sangre, y sin embargo los lazos que los unían eran tan profundos como si hubiesen nacido del mismo vientre. Ella era su hermana y lo sería siempre, no porque la vida lo hubiese impuesto de ese modo, sino porque el destino lo quiso así, como también que Farlan formara parte de ambos y se hubiera convertido en un hilo irrompible entre ellos; así como esta ahora tenía un nuevo lazo que la unía a un pequeño hermano que aún no conocía, y, en su caso, fue la llegada de Eren a su vida la que lo ató de forma voluntaria a su pasado, a unas raíces que creía olvidadas.

La vida, pensó Levi, era solo eso: lazos que unían, se estiraban y se enredaban algunas veces, mientras que otras se tensaban tanto que temías fuesen a romperse de manera irremediable. Sin embargo, pasara lo que pasase, siempre estaban allí, junto a ti, recordándote que a pesar de todo jamás estabas solo; que simplemente necesitabas seguir su senda para llegar a quien te esperaba desde el otro lado.

Notas finales:

Lo primero, como siempre, es agradecer a todos quienes hayan llegado hasta aquí. Realmente espero que la lectura, tan larga esta vez, fuese de su agrado y compensara el tiempo invertido en ella.

De segundo, pido disculpas por esta semana de retraso, pero como avisé hace unos días, recién vengo regresando de vacaciones y el tiempo no me dio para corregir y revisar el capítulo y tenerlo a tiempo; además de que este contaba con una extensión considerable. Lo bueno, es que ya tengo escrito el capítulo veinte, que está relacionado directamente con este, por lo que sin falta lo tendrán para el domingo 18 de este mes.

Por lo demás, espero que la actualización fuese de su agrado. Este capítulo en particular fue un poco de complejo de escribir a nivel emocional y personal, por lo que soy muy consciente de que ha sido bastante pesado en algunos aspectos, un poco triste en realidad y lleno de cosas no demasiado bonitas, pero que sí son parte de un proceso importante para los protagonistas. Durante la siguiente actualización seguiremos teniendo a Isabel como personaje central de toda esta situación (ya en plan más relajado, descuiden) y prometo que después de eso habrá una temporada más divertida, ya que se viene la fiesta de Año Nuevo, el encuentro de Levi con Carla, una pequeña sorpresa de Eren para Levi y también Grisha, aunque no sé si él sea muy divertido, pero será interesante de leer. O por lo menos eso espero.

Como dato curioso, una pieza musical que desde el principio dio forma a este capítulo, sobre todo la parte final es Nuvole Bianche, de Ludovico Einaudi. Es realmente un tema muy hermoso que habla sobre lo que es perder a alguien que se ama a través de la muerte. Lo realmente difícil que es perder a alguien que se ama de esa forma tan definitiva e intentar superarlo.

Pasando a otro tema, para quienes siguen el resto de mis historias aviso que la actualización de la próxima semana será para Cantarella, en la parte de Inocencia (sí, al fin para todos quienes han tenido que esperar tanto); luego regresaremos a In Focus y, para acabar el mes, La Joya de la Corona. Igualmente, para aquellos que siguen Ese algo llamado Amor, comunico que lo estaré retomando el 17 de este mes, una vez salga de algunos pequeños compromisos que tengo y me han quitado algo de tiempo.

Nuevamente agradezco a todos quienes leen, dejan comentarios, envían mp’s, votan y añaden a sus listas, favoritos, alertas o marcadores. Son siempre, siempre mi mayor incentivo para seguir intentándolo por aquí.

Un abrazo a la distancia y mis mejores deseos para ustedes. Hasta la siguiente.

 

Tessa


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