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In Focus (Riren/Ereri) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

Capítulo 33:

La Única Opción

 

Quizá si te lo digo así, al fin te quede claro.

Que tú no eres mi plan A, no eres mi primera opción,

no encabezas mi lista.

Porque no hay más planes, más números, ni siquiera hay lista.

Estás tú y nada más.

Y si quieres, yo a tu lado.

(Carlos Miguel Cortés, Intranerso)

 

 

 

Cuando Eren finalmente despertó, lo primero de lo que se percató fue de que el sol ya se había ido en su totalidad. El cielo, que se lograba apreciar a través del ventanal entreabierto de la sala, lucía ya el azul oscuro de las primeras horas de la noche, por lo que la estancia parecía algo oscura a pesar de encontrarse tenuemente iluminada por una de las blancas lámparas colgantes, a muy baja intensidad, y el fuego crepitante de la chimenea que ardía lentamente.

Todavía seguía recostado en el sofá donde Levi lo había dejado horas antes, pero ahora lo cubría una de las mantas de suave lanilla, que este siempre mantenía en el piso superior, y pudo ver su negro abrigo colgando pulcramente del perchero. Profundamente dormida, Morgana estaba hecho un tibio rollito de pelo roncante a su lado, por lo que Eren la abrazó con cuidado para no despertarla, y besó su negra cabecita, reconfortándose con su compañía y sonriendo al escucharla gemir bajito.

Al oír los ligeros ruidos provenientes desde la cocina, él de inmediato supuso que probablemente se debieran a que Levi se hallaba allí, de seguro ocupado con la cena.

Teniendo cuidado de no despertar a la dormida cachorra, Eren se sentó en el sofá y se calzó sus negras deportivas, las que probablemente su novio le había quitado en algún momento de aquella tarde sin que él siquiera se diese cuenta debido a lo muy cansado que se encontraba. Tomando su móvil de la mesilla de centro, lo encendió y comprobó que ya pasaban de las ocho, por lo que había dormido bastante, pero aun así no tanto como otras veces luego de alguna de su crisis, lo que de cierta forma lo hizo sentir aliviado, ya que significaba que el episodio de esa tarde no había sido tan malo como temía.

Luego de enviar un mensaje de Armin, informándole que llegaría tarde a casa, se puso de pie, estremeciéndose un poco al notar el frío del ambiente tras perder el abrigo que le ofrecían tanto la manta como el cálido cuerpecillo de Morgana junto al suyo; no obstante, casi al instante se sintió reconfortado por el agradable calor proveniente del hogar, el cual se encargaba de caldear la primera planta de la casa y alejaba el hielo gélido que de seguro había en el exterior.

Tal como supuso que sería, encontró a Levi afanado en la cocina. Este, de perfil a él y sin notar aun su presencia, cortaba con absoluta concentración unos cuantos tomates sobre la tabla de picar, contemplando a estos como si fuesen seres despreciables a los que debía enseñar una lección. Como era habitual cuando estaba en casa, ya no lucía la misma ropa de aquella mañana, por lo que sus vaqueros e impecable camisa gris habían sido cambiados por una holgada camiseta blanca de manga larga, que llevaba arremangada hasta los codos, y pantalones de chándal de un gris oscuro.

Sin poder evitarlo, y arrepintiéndose enormemente de haber dejado su cámara en casa ese día por llevar la de su abuelo, Eren sacó el móvil de su bolsillo y enfocó a su novio, tomando la fotografía justo en el momento en que este volvió a verlo, mirándolo con ligera sorpresa.

—Oi, mocoso, ¿qué he dicho de las fotografías? —lo regañó este frunciendo el ceño. Él, sin embargo, tan solo sonrió y removió uno de los taburetes de la isleta para tomar asiento.

—Lo siento, pero no pude evitarlo. Me encanta cuando vistes ropa de estar por casa. Luces siempre muy lindo. —Levi le enseñó el dedo medio nada más oírlo—. ¿Me dejas ponerla como mi fondo de pantalla?

—Claro, hazlo; pero te romperé ambas piernas a cambio. Decide que consideras más esencial para tu vida, Jaeger. La puta foto o mear de pie.

A modo de respuesta ante su amenaza, Eren realmente la puso como su fondo, sonriendo enormemente al ver la expresión de espanto del otro cuando se la enseñó, la cual con rapidez se tornó en un ceño fruncido de grises ojos afilados.

—Borra esa mierda. Ahora.

Él negó con obstinación.

—No, me la voy a quedar. Recuerda que he tenido un día difícil, Levi, así que debes ser bueno conmigo.

—Bueno y una mierda —protestó este. Aproximándose hacia donde él estaba sentado, se inclinó lo suficiente sobre la isleta para dejar un duro e intenso beso sobre sus sonrientes labios—. Que jodido mocoso malcriado te estás volviendo, Jaeger.

Eren solo dejó escapar una ricilla ante el regaño de su novio, pero al ver que este no insistía más con el asunto ni amenazaba con quitarle el teléfono, supo que había ganado.

—¿Me estás haciendo la cena para variar, Levi? —bromeó él, sin perder la sonrisa. Tomando una hojita de albaca descartada, jugueteó con ella entre sus dedos mientras observaba a su novio trabajar.

Tal como esperaba, la lengua de este chasqueó como un látigo, asintiendo con un gesto lánguido en su dirección.

—Algo así, pero no te ilusiones demasiado. Solo he descongelado una pizza, la cual acabo de meter al horno; sin embargo, estoy preparando un poco de ensalada como acompañamiento —señaló, mostrándole la fuente donde los destrozados tomates descansaban sobre una triturada cama de albaca y queso rallado.

—Eso suena bien para mí —lo animó Eren, ganándose un leve indicio de sonrisa por parte de este, lo cual, como siempre, agitó su corazón con emoción.

—Y entonces, ¿cómo te sientes ahora, mocoso? —le preguntó Levi tras acabar de mezclar y aliñar la ensalada, aproximándose luego al fregadero para lavarse concienzudamente las manos bajo el chorro de agua.

—Bastante mejor. Un poco cansado, un poco aturdido; pero bastante mejor —respondió él, sonriendo cuando este se acercó a la isleta una vez más y notó sus fríos dedos rozando su frente.

—Por lo menos ya no estás como un puto cubo de hielo y has recuperado un poco de color —le dijo su novio, mirándolo con sus grises ojos llenos de preocupación—. ¿Tienes hambre o quieres beber algo? Aún falta un poco para que la pizza esté lista, pero puedes tener algo para comer mientras esperas la cena si gustas.

A pesar de que todavía notaba el estómago un poco revuelto y anudado, Eren descubrió que sí tenía hambre. Ya habían pasado bastantes horas desde que ambos almorzaron en el restaurante de los Blouse, por lo que él ya comenzaba a resentirlo.

—Sí, tengo un poco de hambre, pero prefiero esperar a que esté lista la cena; sin embargo, ¿podría beber algo de té? —le preguntó a su novio.

Este asintió de inmediato.

—¿Alguna petición especial, mocoso?

—Sorpréndeme —replicó Eren divertido, sonriendo un poco más al ver como Levi chasqueaba nuevamente la lengua, fingiendo un enfado que no sentía en absoluto.

Cruzando ambos brazos sobre la superficie de la isleta, Eren reposó su cabeza sobre ellos y observó, con fascinación, como su novio trabajaba, impresionado ante la eficiencia con que aquellas pálidas manos ponían el agua a calentar en la pequeña tetera enlozada, y seleccionaban uno de los innumerables frasquitos de vidrio donde Levi guardaba los diferentes tipos de tés.

Meses atrás, él ciertamente no habría podido diferenciar un tipo de infusión de otra; sin embargo, tras conocer a Levi, tras hablar durante horas y horas con él del tema y compartir un montón de momentos juntos bebiéndolo, Eren había logrado comprender parte la fascinación que este sentía hacia aquella bebida, aunque no la compartiera del todo.

Levi amaba el té del mismo modo que amaba los libros y las tranquilas tardes en casa, y así como para él el olor de la leña al quemarse y el chocolate caliente traían a su memoria las frías noches de invierno, o la madreselva humedecida y abrigada por el sol le hablaba de los largos días del verano, el intenso aroma del té siempre le recordaba a Levi. Sutil y cálido, ligeramente envolvente, para Eren era como una representación de todo lo que ese mismo hombre era. Su vida siempre había estado impregnada de sensaciones que le hicieran adentrarse en lo que sentía, en lo que quería mostrar al resto cuando fotografiaba; pero, aun así, nunca le había ocurrido una conexión tan profunda con otra persona, como si todo lo que Levi era, desde el primer momento en que lo vio, lo hubiese fascinado de manera irremediable.

Tras unos minutos de cómodo silencio entre los dos, solo roto por el concienzudo trabajo de su novio que seguía con los preparativos de la cena, Levi puso finalmente a infusionar el té. De inmediato el dulce aroma de la vainilla se elevó de la pequeña tetera de loza e inundó la cocina, envolviéndolo todo en una sensación relajante y confortable que hizo a Eren sentirse reanimado.

—Té negro con vainilla y, ¿canela? —preguntó él, cuando notó que la esencia dulcemente amaderada de la canela se unía a la mezcla de las anteriores.

—Vaya, Jaeger, me sorprendes. En verdad estás mejorando en esto —lo alabó Levi, extrayendo de la alacena superior dos blancas tazas, con sus respectivos platillos, para disponerlas sobre la isleta—. Sí, es canela; ayuda mucho a relajar. Pensé que hoy sería una buena idea.

Comprendiendo la velada implicación de lo que el otro deseaba decirle con aquel simple comentario, no pudo evitar sentirse infinitamente agradecido con él. Levi rara vez ponía en palabras lo que sentía, pues estaba lejos de ser el tipo de persona que proclamaba su amor a los cuatro vientos y ni siquiera era demasiado dado a las muestras de afecto extremadamente efusivas; no obstante, si algo tenía aquel hombre, eran sus detalles. Levi siempre pensaba en las cosas que Eren necesitaba o las que le harían feliz, aunque fuesen una tontería, como mantener chocolates en la nevera solo porque sabía que a él le gustaban, o sujetar su mano con la suya cada vez que la vida se ponía muy difícil.

Con alguien que había estado desde un comienzo a su lado de una forma tan constante e incondicional, ¿cómo podría él no haberse enamorado hasta acabar amándolo como lo hacía?

Luego de que Levi le acercara su taza ya servida, Eren rodeó esta con sus manos y suspiró quedo al sentir como el calor se propagaba desde estas hacia el resto de su cuerpo, así como también la agradable sensación de nostalgia que lo embargó ante el cálido y dulce aroma de la infusión. Levi ya había puesto algo de azúcar y leche para él, a diferencia de su propio té que siempre solía beber solo, por lo que nada más dar el primer sorbo, Eren se sintió confortado.

—Así que, ¿desde cuándo sufres de ansiedad, mocoso? —le preguntó este de manera calma, pero contundente, una vez se hubo sentado frente a él. No había recelo ni duda en sus ojos claros, solo una necesidad de saber, de conocerlo y entenderlo, la cual terminó por desarmarlo un poco y acabó con las últimas defensas que le quedaban.

Si ya había hecho el ridículo en la playa al sufrir una de sus crisis, ¿qué necesidad tenía ahora de esconder aquello de Levi?, se preguntó Eren. Por más que había intentado mantener su ansiedad en secreto, debido a la terrible vergüenza que le provocaba, igualmente todo acabó por ser descubierto, del mismo modo que lo habían hecho otras tantas cosas feas sobre él.

—Desde poco después de matricularme en Fotografía y no en Medicina como mi padre esperaba —reconoció con cierta dificultad. Tras beber nuevamente de su taza, continuó—: La situación en mi casa se volvió un poco insoportable después de eso, aunque ya llevaba un tiempo siendo difícil luego de lo ocurrido con Mikasa y Jean. Apenas y me hablaba con mi hermana, por lo que mamá parecía tensa todo el tiempo intentando lidiar entre nosotros dos; y mi padre, bueno, mi padre aprovechaba cada oportunidad que tenía para atacarme directa o indirectamente, ya fuese por mi elección de carrera o mi homosexualidad, la cual se negaba a admitir.

»En un principio solo comencé a dormir mal, despertándome por las noches o teniendo episodios de insomnio que duraban días; también me sentía nervioso todo el tiempo y físicamente agotado, pero supuse que solo se debía al estrés y a la culpa que experimentaba cada vez que estaba en casa, por lo que pasado un tiempo esto pasaría y yo mejoraría. Sin embargo, eso no fue así, y una noche en que me desperté muy asustado, mientras observaba el techo de mi habitación y oía como mi corazón retumbaba tan fuerte dentro de mi pecho que era aterrador, lo sentí, Levi; sentí que iba a morir. Que no importaba lo que hiciera, iba a morir —le explicó a su novio, sujetando la cálida taza entre sus manos e inspirando profundo para sosegar un poco su respiración, la cual se había acelerado al recordar aquel horrible episodio—. Estaba aterrado y no sabía qué hacer, así que me levanté para ir a despertar a mamá y se lo dije. Solo recuerdo la expresión de terror que se dibujó en su rostro al oírme y luego yo comencé a hiperventilar, porque ya no podía respirar, por mucho que lo intentara. Tengo unas vagas imágenes de mi padre intentando tranquilizarme y hacerme preguntas, pero luego todo se convirtió en caos dentro de mi cabeza. Horas más tarde, supe que él tuvo que inyectarme un calmante y me llevaron a Urgencias para una revisión. Una semana después, ya estaba asistiendo a terapia.

Mirando atrás, hacia ese periodo de su vida, Eren solo podía vislumbrarlo como una etapa muy oscura y horrible. Cada día levantarse había sido difícil, sin saber cómo se sentiría o si siquiera sería capaz de enfrentar el día con normalidad, constantemente temeroso de que incluso lo más mínimo pudiese desmoronarlo y sumergirlo en aquella vorágine de angustia y dolor. Además, las noches no habían sido mucho mejores, se recordó. No solo le costaba conciliar el sueño, incluso tomando somníferos, sino que las veces que lo conseguía solía despertarse inquieto y aterrado, como si viviese envuelto en una pesadilla constante.

Aquellos habían sido meses terribles y desgastadores; meses de medicación constante, para sobrellevar el día a día, y visitas semanales con su terapeuta que nunca parecían solucionar nada. Durante aquel tiempo él había visto su vida cambiar por completo, desde los horarios para sus comidas hasta tener que habituarse a los ejercicios de relajación, así como a la preocupación que su madre y sus amigos siempre mostraban al verlo, mientras que Eren intentaba con todas sus fuerzas fingir ante el resto que iba mejorando, porque tan solo deseaba dejar de causarles dolor.

Sí, aquella ciertamente había sido una lucha muy dura para volver a sentirse un poco como él mismo, y por eso, cada episodio de recaída que tenía, lo sentía casi como una batalla perdida.

—¿Por cuánto tiempo fuiste? —inquirió Levi con renovada curiosidad, bebiendo parsimoniosamente de su té y sin apartarle la mirada.

—Durante casi un año y medio. El tiempo que pasé con medicación y terapia constante. —Estirando una mano en su dirección, Eren cubrió la de Levi con la suya, sintiendo su corazón tranquilizarse cuando los dedos de este se entrelazaron con los suyos—. Ahora solo me medico en caso de emergencia, aunque luego necesito mantenerlos durante unos cuantos días antes de poder volver a dejarlo; y también debo ir a una cita con mi psicóloga cada cuatro meses, para control, ya sabes.

Su novio asintió, bebiendo otro trago de su infusión.

—En mi caso, mi psiquiatra realmente me detestaba —le dijo este con su siempre fría tranquilidad, la cual no produjo el efecto esperado ya que sus ojos reflejaban una ligera sonrisa maliciosa, como si aquello le resultase en verdad muy divertido—; sin embargo, no puedo culparla en absoluto, ya que yo era un auténtico cabrón con ella, todo el tiempo. Había probado con tres más antes de llegar a su consulta, pero todos acabaron largándome con una patada en el culo; muy amablemente, por supuesto.

Sin poder evitarlo, Eren sonrió.

—No puedo imaginarme porque habrán hecho eso si siempre eres tan agradable, Levi. —Su novio sonrió apenas en respuesta—. Y, ¿sirvió? Ya sabes, ¿el tratamiento?

Tras pensárselo un rato, volviendo a posar la blanca taza en la mesa, Levi asintió.

—Durante la última cita que tuve con ella, me aconsejó que viniese aquí y decidiera que hacer con la casa. Me dijo que necesitaba cerrar ciclos si quería avanzar hacia alguna parte. Por mi lado, le aconsejé que se buscase una pareja, porque la notaba muy reprimida y frustrada, seguramente por la falta de sexo. Aun así, al final resultó que esta no estaba tan equivocada después de todo; espero que yo tampoco.

Eren estuvo a punto de atragantarse con el té que acababa de beber al oírlo.

—¡No puedes haberle dicho eso! —exclamó, mortificado a pesar de que ni siquiera conocía a aquella mujer.

—Claro que sí. Incluso estoy seguro de que me habrías dado la razón de haberla conocido, mocoso. Era una auténtica tirana frígida —masculló su novio, volviendo a beber de su taza. Alzando una ceja en su dirección, este le preguntó divertido—: ¿Qué? ¿Vas a decirme que nunca quisiste enviar a tu terapeuta a la mierda, aunque fuese solo una vez?

Aunque lo primero que pasó por su cabeza fue negar aquello, tras pensárselo un poco mejor, Eren terminó asintiendo, dándole la razón.

A pesar de que su joven psiquiatra, Anka Rheinberger, le gustaba bastante debido a lo muy amable y comprensiva que siempre había sido con él, sobre todo en aquel momento tan difícil de su vida, aun así, Eren muchas veces acabó sintiendo que esta no lo entendía en absoluto. Cada vez que Anka le había aconsejado hacer cosas, abrirse a situaciones para las que él no se sentía nada listo, porque lo asustaban, Eren realmente llegó a odiarla; algo que luego desencadenaba una enorme sensación de culpa dentro suyo, porque él sabía, mejor que nadie, que aquella mujer poco y nada tenía que ver en sus verdaderos problemas.

—Lo hice, unas cuantas veces —reconoció, tamborileando los dedos de su mano libre sobre la marmolada superficie de la isleta—. Lo cierto es que en mi caso creo que la terapia no sirvió de mucho. Por supuesto que sí ayudó para controlar mis episodios de ansiedad y comprender por qué me sentía así, pero a pesar de lo mucho que mi psiquiatra siempre intentó hacerme ver que nada en realidad fue culpa mía, yo nunca logré creérmelo del todo. Me sentía demasiado inseguro, sobre todo de mí mismo y mis decisiones, así que, ¿cómo podía apreciarme y perdonarme? ¿Cómo podía confiar en mí? Fue entonces que sentí que todo lo que me quedaba era la fotografía. Mientras fotografiara, todo estaría bien y no habría razones para tener miedo, porque lo que veía a través del lente era mucho mejor que mi propia realidad. De cierta manera, funcionó.

Aunque Eren no se enorgullecía de su actuar por aquel entonces, debía reconocer que el mundo filtrado que captaba a través de su cámara se había convertido en una tabla de salvación para él. Si había amado fotografiar casi desde un comienzo, una vez entró a estudiar, y a medida que su terapia continuaba, lo volvió la razón de su vida. Tenía el corazón demasiado lastimado para confiar en nadie más, y sentía demasiada culpa y vergüenza para cargar a quienes quería con sus inseguridades; entonces, él tan solo había comenzado a fingir y a ocultarse tras su cámara, como si esta fuese un escudo, y antes de que se diera cuenta siquiera, ya no podía recordar con exactitud quien era en realidad; algo que solo cambió cuando Levi apareció en su vida, haciendo que muchas cosas y deseos olvidados salieran a flote y lo golpearan de lleno.

—¿Y es por eso que nunca le has dicho la verdad a tu hermana, mocoso? —volvió a preguntarle su novio—. ¿Es por cómo te sientes respecto a ti mismo que nunca has intentado hacerle ver que la culpa no es realmente tuya sino del otro bastardo?

Durante un instante, Eren se quedó de piedra, incapaz de responder a Levi porque aquello era una dolorosa verdad que le había costado muchísimo asumir; una que no podía negar por mucho que lo deseara.

En un comienzo, tras descubrir lo que había hecho Jean con ellos dos, como los había engañado, Eren se había sentido tan dolido y decepcionado de todo, tan avergonzado de sí mismo por ser ingenuo y estúpido, que no había tenido cabeza para pensar en nada más, menos aun cuando Mikasa habló con sus padre sobre su homosexualidad.

Habían sido semanas de no hablar con ella y semanas de ver cómo tanto su familia y su grupo de amigos parecían haberse quebrado de una forma horrible; sin embargo, nunca pudo culpar a su hermana de ello, porque ella era tan víctima como él y estaba sufriendo, doblemente; y aunque una parte suya se sentía furiosa con Jean por ser un maldito cobarde mentiroso, tampoco lograba culparlo del todo, porque Eren sabía muy bien lo difícil que podía ser el asumir que eras diferente al resto.

Tanto su madre como Armin, al ser el amigo más cercano de ambos, habían intentado interceder entre él y Mikasa para que arreglasen las cosas, pero cada vez que Eren había oído sus súplicas e intentado hablar con ella para explicarse, el recuerdo de lo muy dolida y decepcionada que parecía Mikasa con él cuando lo descubrió junto Jean volvía a golpearlo, llenándolo de culpa e inseguridad. Se suponía que era el hermano mayor, por lo que debería haberla cuidado y protegido; sin embargo, Eren sentía que solo le había traído sufrimiento e infelicidad a esta, por lo que no se merecía ser perdonado.

Y así, a medida que los días transcurrían sin que ninguno de ellos se decidiese a dar un paso hacia el otro, salvar la brecha que se había producido entre los dos resultaba cada vez más difícil; y, cuando tras semanas de autoaislamiento de todo el grupo tanto Mikasa como Jean reaparecieron, siendo formalmente una pareja, por mucho que a Eren le dolió aquello, no tuvo corazón para intentar intervenir.

Aun así, aquel hecho sí resultó ser el quiebre total para ellos como grupo, ya que acabaron dividiéndose de forma irremediable.

Armin, a pesar de lo muy amigo que era de Mikasa, no lograba comprender que esta siguiera con Jean luego de todo lo ocurrido, por lo que acabó peleándose con esta cuando su hermana se negó a darle explicaciones; algo muy similar a lo ocurrido con Historia, quien, a pesar de haberse mostrado reacia a intervenir en el asunto del engaño de Jean, sí confrontó a Mikasa en cuanto se enteró, por medio de Frieda, de que esta había decidido delatarlo frente a sus padres debido a su orientación sexual. Luego de eso, Annie, que al igual que Armin estaba enterada de todo el asunto, harta de ver a Jean pavoneándose junto a Mikasa en la escuela, terminó por ir a casa de este para darle una paliza en su nombre, dislocándole un hombro, lo que provocó un enorme problema debido a que Jean acababa de postular para ingresar a formar parte del ejército, por lo que su madre se presentó en la escuela para reclamar por el mal comportamiento de su amiga, quien estuvo a punto de ser expulsada.

En cosa de un mes, Eren había visto como el mundo que creía tan bien estructurado se caía a pedazos, dejándolo sin un sitio real a donde ir. Su casa era como un campo minado donde la unión familiar ya prácticamente no existía, y su grupo de amigos, que se había mantenido junto por tantos años, había comenzado a fragmentarse de la noche a la mañana. Sin saber cómo, repentinamente él se había quedado muy solo, y en lo único que podía pensar era en que era el gran responsable de aquello, porque, si su orientación sexual hubiese sido la correcta, no habría provocado el desprecio de su padre y el sufrimiento de su madre; si no se hubiese enamorado de Jean, las cosas con su hermana no se habrían estropeado y sus amigos seguirían estando juntos y felices.

Culpa, culpa y más culpa, aquello era lo único que llenó su cabeza durante los días, las semanas y los meses que siguieron, hasta que las clases en la escuela acabaron y finalmente pudo graduarse. Culpa cada vez que se sentaba a comer junto a su familia y notaba los silencios incómodos que se producían, y cada vez que estaba con sus amigos y Mikasa o Jean salían en la conversación, enturbiando los ánimos.

No era que Eren no hubiese querido aclarar las cosas con su hermana o con su familia, sino que simplemente no pudo hacerlo. Cada día que pasaba se detestaba más y se sentía menos él mismo, por lo que al final, fue esa enorme culpa que cargaba, por tantas cosas, a lo único que pudo sujetarse. Si sufría, era porque se lo merecía; si lo odiaban, él mismo se lo había ganado. No debía ni quería ser perdonado, porque si lo era, significaría que nada de lo que él hizo y era estaba mal, que no había motivos para odiarse, y eso era algo que Eren no podía aceptar.

—Levi, una vez me dijiste que tras la muerte de Farlan te sentiste culpable y que te odiaste un poco por ello, porque si tal vez hubieses hecho las cosas de manera distinta, nada de aquello habría ocurrido —le dijo a este, inspirando profundo al ver la intensidad de su gris mirada sobre él—. Pues bueno, lo cierto es que en mi caso esa culpa y ese odio fueron más que un poco —reconoció—. Mi familia, mis amigos, acabé perdiendo todo demasiado repentinamente, y solo podía pensar en que el gran responsable de ello era yo. Por primera vez en mi vida me sentía infeliz, por muchas cosas, tanto que en un par de ocasiones bastante difíciles con mi padre, me planteé seriamente la posibilidad de suicidarme; pero al final no tuve el valor suficiente para hacerlo. Por ese entonces era un desastre, incluso más de lo que soy ahora, y acabé aferrándome a la fotografía como si mi vida dependiese de ello, y tal vez lo hizo. —Una sonrisa quebrada asomó a sus labios cuando la mano del otro sujetó con más fuerza la suya, aportándole algo de valor.

»Tienes razón al suponer que si no hablé con mi hermana para contarle la verdad fue por culpa, pero también se debió a lo mucho que me odiaba por ese entonces. Yo no me gusto demasiado, Levi, muchos días me es difícil mirarme al espejo y sentirme satisfecho conmigo mismo; de hecho, antes de conocerte era incluso peor; sin embargo, la primera vez que viste una de mis fotografías dijiste que era hermosa, y llevaba tanto tiempo sin que alguien me alabara desinteresadamente, que pensara que lo que yo hacía estaba bien, que no pude más que emocionarme, tanto que acabé por aferrarme a ti.

Debido a lo muy inmerso que estaba en el caos que eran sus emociones en ese momento, Eren no se percató de que había comenzado a llorar una vez más, solo dándose cuenta de ello cuando Levi acercó la mano a su rostro y secó con el pulgar una de las solitarias lágrimas que escapaban de sus ojos para correr por sus mejillas.

—Lo siento, Levi. Realmente lamento todo lo que ha ocurrido hoy —se disculpó él en lo que parecía ser la milésima vez en ese día, el cual terminó convirtiéndose en una absoluta catástrofe por su culpa—; pero, ya te lo había advertido, ¿recuerdas? Estoy demasiado roto y dañado, por lo que por más que me decida a avanzar y ponga mis ganas en ello, no siempre va a ser fácil.

Una vez más aquella enorme culpa y desprecio que muchas veces sentía sobre sí mismo lo invadió, pero antes de que pudiese ahogarse en ella, contuvo la respiración cuando Levi se inclinó sobre la isleta hacia él, juntando su frente con la suya y mirándolo directamente a los ojos.

—No me importa el desastre que creas que eres ni lo roto que estés, Eren, lo único que me importa es que la vida te ha puesto aquí, frente a mí, y ante mis ojos eres perfecto, con todas las imperfecciones que puedas tener.

Una nueva ronda de lágrimas brotaron de sus ojos al oírlo, pero en aquella ocasión un cálido sentimiento se instauró también en su corazón, desterrando un poquito de aquellas nubes oscuras que parecían envolverlo y permitiendo con ello que el sol volviese a asomar, aunque fuese débilmente.

Sin apartar sus propios ojos de aquella mirada tan clara y pálida como la luz lunar, Eren tragó con fuerza e inspiró profundo, alegrándose al comprobar que la frágil sonrisa que se dibujó en sus labios era por completo verdadera, y no un falso gesto adquirido para complacer al resto.

—Si en algún momento se te ocurre cambiar de opinión, Levi, voy a golpearte —le advirtió a este, a pesar de saber bien que jamás podría cumplir aquella amenaza, por mucho que aquel hombre llegase a lastimarlo—. Ya has dicho que te gusto tal cual soy, con todos mis problemas, así que no hay derecho a devolución.

Acortando todavía más la escasa distancia entre ellos, su novio lo besó en los labios suave y castamente, pero lo suficientemente adecuado para provocar que su corazón se acelerase y el frío que allí residía acabara por derretirse.

—Tienes mi permiso, mocoso. Si en algún momento me vuelvo tan idiota como para hacerte daño, puedes golpearme hasta hacerme entrar en razón y que recuerde que es lo que en verdad importa.

Sin dudas, sin vacilaciones, sin miedos; todo lo que Levi acababa de decirle estaba teñido de una brutal verdad, y Eren, que se había refugiado durante los últimos dos años en una falsa vida demasiado vacía, se quebró un poco por dentro.

Echándole los brazos al cuello, enterró el rostro entre la curva de este y el hombro, sintiéndose por completo protegido y aceptado cuando los brazos de Levi lo rodearon sin vacilación alguna.

—Gracias —murmuró contra su cuello, sabiendo que este comprendería perfectamente lo mucho que aquella palabra significaba para él, debido a lo poco que había tenido para agradecer en los últimos años.

Por eso, conocer a Levi era una de las cosas por las que Eren estaba más agradecido, y si haber pasado tanto tiempo sumido en la oscuridad era el precio que tenía que pagar para tenerlo ahora en su vida, siendo su luz, entonces no podía estar más que agradecido.

Ya no había más dudas, se dijo. Aquel hombre, ciertamente, era su elección correcta. Aquel por quien siempre había estado esperando.

 

——o——

 

—Oi, mocoso, ¿podrías explicarme porque mierda esta cosa no calza cuando evidentemente tiene que ir aquí? ¡Si es idéntica, joder! —preguntó Levi a su novio cuando, por milésima vez esa noche, la maldita pieza que había escogido no entraba en el lugar que él pensaba era el indicado.

Tomándola de entre sus dedos, Eren miró muy serio esta, frunciendo sus dramáticas cejas para examinarla bien.

—¿De verdad piensas que va allí, Levi? ¡Pero sí es completamente diferente! ¡Ni siquiera el color es el mismo! —soltó el chico con evidente diversión y rompió a reír a su costa.

Tomando su montón de diminutas piezas para volverles a meter en la caja, él chasqueó la lengua, frustrado.

—Creo que esta porquería me ha fundido el cerebro y los ojos. Ya para mí todos esos condenados trozos de cartón lucen iguales —masculló, poniéndose de pie para dejarse caer pesadamente sobre el sofá, mirando con odio el puzle de dos mil piezas que Eren seguía armando sobre la mesilla de centro de la sala y en el cual llevaban trabajando durante las dos últimas horas—. ¿Y de dónde demonios sacaste esta cosa endemoniada?

—Me lo prestó Annie. Dijo que podíamos quedárnoslo si lo queríamos —respondió este acomodando con una rapidez sorprendente piezas en un sitio y otro, las cuales a pesar de lucir todas iguales a ojos de Levi, para su novio parecían casi como si estuviesen numeradas.

—Que generosa —masculló él con ironía, acariciando la negra cabecita de Morgana que, tumbada en el sofá, intentaba descabezar un ratoncillo de trapo que Hange le había obsequiado.

Observándolo hacer, Levi no pudo evitar preguntarse si en parte el hecho de estar siempre observándolo todo, ya fuese directamente o a través de un lente, le habría dado a Eren una habilidad especial en ese tipo de cosas.

Al oír reír nuevamente a este, sus ojos se alzaron y volvieron a buscarle, en el mismo momento en que el chico también giraba el rostro sobre su hombro para poder verle, por lo que sus miradas se encontraron. Una pequeña sonrisa se dibujaba en los labios de Eren como una promesa, y el brillo que volvía el tono verdeazulado de sus iris en un verde mucho más claro, le recordó a Levi la primavera.

—Lo cierto es que la acción de Annie tiene poco de generosidad y mucho de necesidad —le dijo el mocoso, divertido—. El puzle se lo obsequió una tía por su cumpleaños el año pasado, una tía que, según ella, la detesta, así que solo deseaba deshacerse de él porque cada vez que esta va de visita a su casa, le pregunta si ya ha acabado de armarlo.

—Tch, yo creo que más que detestarla la debe odiar. Tiene que gustarte muy poco alguien para darle algo así como regalo. Es un puto castigo —le dijo al chico mientras tomaba entre sus manos la cubierta de la caja y observaba el millar de coloridas flores que allí habían, imposibles de diferenciar unas de las otras—. Me pregunto si debería enviarle uno de estos a Erwin y pedirle que me enseñe una foto cuando lo termine. Aunque de seguro el muy cabrón hasta se emociona.

Eren volvió a reír.

—Seguramente, y lo atesoraría. —Acabando de acomodar unas cuantas piezas más, este miró con ojo crítico su trabajo y asintió conforme—. Lo cierto es que a mí desde pequeño me han gustado los puzles, ya que suelen relajarme bastante; sin embargo, creo que esto ha sido suficiente por hoy. Me siento terriblemente agotado —masculló, ahogando apenas un bostezo y alzando los brazos sobre la cabeza para estirarse.

Al mirar la hora en el móvil, Levi comprobó que ya pasaba por mucho de las once de la noche, lo que era en verdad bastante tarde si se tenía en cuenta que Eren solía marcharse a casa sobre las diez cuando tenía clases al día siguiente; sin embargo, tras la angustiosa charla y la posterior cena, este había insistido en que hicieran algo diferente, y sin cabeza ni ánimos para ver una película, ambos acabaron armando el condenado puzle que este había llevado a la casa semanas atrás. Además, si era honesto consigo mismo, Levi debía admitir que tampoco tenía demasiadas ganas de permitir que este se marchase, por lo que de forma egoísta se había quedado callado esperando que fuese el propio mocoso quien le pidiera que lo llevase a casa.

Al ver como este se ponía de pie una vez acabó de guardar las piezas sobrantes, temió que el momento de dejarlo marchar finalmente hubiese llegado; no obstante, terminó por sorprenderse enormemente cuando Eren se sentó a horcajadas sobre él y le echó los brazos al cuello para abrazarlo, escondiendo allí su rostro como le gustaba hacer.

—Joder, como pesas, Jaeger —se apresuró a protestar, pero aun así rodeó la cintura de este con sus brazos y lo apegó más a él, haciendo que el chico riera contra su cuello y lo abrazara más fuerte.

—¿No se supone que eres un tipo fuerte, Ackerman? O por lo menos eso es lo que Annie dice, así que no deberías quejarte. Ella siempre presume de que se la pones bastante difícil en las clases, y para que Annie diga algo así, en verdad debes tenerla muy impresionada —le dijo este levantando el rostro para verlo directamente, con sus castañas cejas arqueadas y sus enormes ojos muy abiertos—. En la escuela le pateó el trasero a todos los chicos que tuvieron la absurda idea de desafiarla, incluso a Reiner, el hijo de la señora Braun, ya sabes. Y eso que él no es alguien precisamente bajo ni de complexión pequeña.

—Te recuerdo que tú también fuiste uno de los afortunados a los que ella le pateó el culo, mocoso, ¿o es que lo estás olvidando?

Eren sonrió de medio lado.

—Lo hizo, pero mi situación fue completamente distinta a la del resto: yo protegía a Armin. Además, al final aquello sirvió para que nos hiciéramos amigos —explicó este, intentando sonar muy formal con ello, aunque el ligero brillo de diversión en sus ojos verdes lo delató al instante. Tras dejar un corto beso sobre sus labios, murmuró con desánimo—: Realmente no tengo muchas ganas de irme hoy a casa, a pesar de saber que sí debo hacerlo. De seguro Armin se dará cuenta enseguida de que algo me ha ocurrido y me llenará de preguntas que no tengo cabeza para responder; además, siempre detesto el tener que despedirme de ti, Levi.

—Entonces, ¿por qué no te quedas hoy? —le preguntó él, intentando no parecer demasiado ansioso por conseguir que se quedase allí, porque lo que menos quería era presionarlo. Desde un principio Levi había comprendido lo complicado que era para Eren dar pasos en su relación, y ahora que sabía más sobre el pasado de este con el otro bastardo, entendía el porqué de sus vacilaciones. De seguro el mocoso estaba constantemente preguntándose qué era lo correcto o incorrecto dentro de lo que tenían; cuanto tendría realmente permitido hacer sin que alguien más lo terminase dejando de lado.

—Pero… mañana tengo clases —murmuró finalmente Eren en respuesta, aunque esta resultó una justificación tan vaga que Levi no estaba seguro de si era para convencerlo a él o a sí mismo.

—Y yo tengo que trabajar en asuntos de la tienda, así que eso no es un impedimento real, mocoso de mierda. Si no quieres quedarte, solo dilo claramente, o comienza a buscar una mejor excusa —le dijo pellizcando su cintura bajo el suéter negro que llevaba puesto, haciendo que este se retorciera e intentara apartarse de su agarre, soltando una risa—. ¿O es que acaso estás otra vez con tus temores de doncella virginal de que te pueda hacer algo?

—¡Claro que no es eso! Por Dios, Levi, deja de decir tonterías —protestó Eren, pero acabó riendo nuevamente cuando él volvió a hacerle cosquillas—. ¡Me quedaré, me quedaré! ¡Así que ya déjalo! —le pidió, intentando asir su mano; sin embargo Morgana, que al parecer también deseaba unirse al juego, saltó sobre la espalda de este, ladrando como una desquiciada y haciendo que los dos acabaran dándose un fuerte cabezazo que hizo a Levi soltar una retahíla de maldiciones.

—Joder, mocoso, tu cabeza —protestó, sobándose con el talón de la mano la zona lastimada.

Eren, que se había quitado de su regazo para sentarse a su lado en el sofá y aprisionar a la inquieta Morgana entre sus brazos, lo miró un poco indignado.

—Y la tuya. No creas que a mí no me ha dolido —replicó malhumorado; no obstante, repentinamente abrió los ojos con espanto al mirarlo—. Oh, demonios, ¡lo olvidé por completo! ¡¿Qué hora es, Levi?!

—Las once con veinte —respondió él, comprobando su móvil y sintiéndose desconcertado por el actuar del mocoso—. ¿Qué ocurre?

—¡Que tenía que ir a dejarle a mamá el obsequio para Mikasa esta tarde! Ella ya me había advertido ayer que no podía esperar más, por lo que me comprometí a hacerlo —le dijo Eren con voz lastimera—. Dios, estoy perdido. Va a matarme.

Pasando un brazo en torno a los hombros de este para atraerlo hacia sí y abrazarlo, él suspiró.

—Joder, mocoso, deja ya de poner esa cara de cachorro apaleado. Supuse que esto ocurriría, así que mientras dormías llamé a tu madre y le prometí que pasaría a dejarle el puto obsequio para tu hermana a primera hora de mañana. He quedado de reunirme con Frieda por el asunto de los permisos que debo sacar para la tienda, así que le dije a Carla que aprovecharía el viaje y me pasaría por su casa.

Eren lo miró sorprendido.

—¿Llamaste a mamá para justificarme? Pero… ¿por qué?

—Porque dudaba mucho que tuvieras ánimo para verla luego de todo lo que habías pasado hoy. Le expliqué que habías tenido mucho trabajo ayer, y que hoy, luego de nuestra salida de la mañana, te sentías un poco enfermo, así que no creía que pudieses pasarte a verla —le dijo Levi. Al ver que este seguía terriblemente callado, por un momento temió él haberlo molestado a causa de sus arbitrarias decisiones—. ¿Acaso te ha parecido mal, mocoso?

En respuesta, Eren se cobijó más en su abrazo y apretó a Morgana contra su pecho, escondiendo parte del rostro en su oscuro pelaje. Durante unos minutos que a Levi le parecieron interminables, el chico se quedó en completo silencio, tanto que en algún punto él temió que este hubiera acabado por quedarse dormido, sobre todo cuando lo oyó respirar tan pausada y quedamente.

—Por supuesto que no estoy molesto, Levi, ¿cómo podría estarlo? —le preguntó Eren de repente, rompiendo así aquella tranquilidad aparente—. Tan solo… es extraño.

—¿Qué cosa? —le preguntó él, preocupado.

—Que alguien me cuide —murmuró el chico negándose a mirarlo aun—. Que alguien piense en lo que podría ser mejor para mí, aunque ni yo mismo lo sepa, y tan solo porque me quiere. Con eso no intento decir que mis padres no lo hayan hecho, porque no es así; pero, bueno, supongo que de alguna manera siempre lo he sentido como si aquello fuese también su obligación debido a que soy su hijo y me dieron la vida. Y mis amigos, sé que se preocupan por mí e intentan cuidarme, pero no es lo mismo, porque jamás podré ser su primera opción; por eso digo que es extraño, ¿sabes? El que alguien piense en mí antes que en cualquier otra cosa.

La confusión que Levi sintió al oír aquello rápidamente dio paso a la comprensión, y luego a un sentimiento cálido al entender porque para Eren eso era tan importante.

Descontando a Carla, que aun así habría tenido que verse dividida entre sus dos hijos, el chico realmente nunca había sido la primera opción de nadie, porque siempre todos habían acabado eligiendo a alguien más que no era él.

Rabia, pena y una terrible sensación de injusticia, se alojaron dentro de su pecho de manera casi dolorosa, como si de una riada salvaje se tratase. Durante aquel día, aquel largo y difícil día, tras ver por primera vez lo muy destrozado que estaba Eren por cosas en las que no tenía culpa alguna, Levi había experimentado un gran dolor. Durante mucho años, él había sido una mierda de persona, y sin embargo aun así había tenido siempre gente a su lado dispuestas a darle una oportunidad; en cambio Eren, que siempre parecía dispuesto a aceptarlo todo, a perdonarlo todo por las personas que quería, solo había tenido que soportar una decepción tras otra, sin que se las mereciese en absoluto.

Sujetando con suavidad la barbilla de este para obligarlo a que lo mirase y no apartara los ojos de él, Levi se sumergió en aquel verde oceánico como lo había hecho con pocas cosas en su vida.

—Desde que te conocí, tú nunca has sido mi primera opción, Eren, eres la única. Si no te tengo a ti en mi vida, no deseo a nadie más. Yo te elijo por sobre todo y sobre todos, y solo espero que eso te baste, aunque sea muy poco.

Tras mirarlo con una enorme emoción albergada en sus ojos verdes, Eren lo besó, lo besó como si la vida se le fuese en ello y estuviera decidido a perderlos a ambos para siempre en aquel momento.

Cuando finalmente se separaron, porque desgraciadamente tenían que volver a respirar, la expresión reflejada en aquel rostro tan amado le dijo a Levi que aquello, su elección, ciertamente había sido la correcta; algo que se vio corroborado cuando una ligera sonrisa asomó a los labios del chico y este le dijo:

—Es más que suficiente, Levi. Más, mucho más que suficiente.

Notas finales:

Lo primero, como siempre, es agradecer a todos quienes hayan llegado hasta aquí. Espero de corazón que el capítulo fuese de su agrado y valiera la pena el tiempo invertido en él.

Y bueno, con esto ya acabamos todo lo que correspondía al capítulo pasado que, como podrán darse cuenta ahora, sí era bastante largo. En esta oportunidad las cosas han sido un poco mejor para Eren, sin tanto dolor encima y el cual poco a poco irá mejorando a medida que él avance, algo en lo que Levi lo está ayudando mucho.

Uno de mis datos/observaciones extrañas de esta vez, es sobre el té negro con vainilla y canela. La verdad es que yo soy una fanática del té, me encanta, así que siempre estoy buscando nuevas variedades y atesorando mis favoritas, por eso, una que creo que es fabulosa para curar los corazones rotos, es esta infusión en particular, no solo porque la canela es un relajante y antidepresivo natural, al igual que la vainilla, sino porque su mezcla con el té negro llevan de lleno a sumergirnos en un lugar seguro y querido, como estar en casa o releer un libro que amamos. Es una esencia confortable y que da la sensación de abrigo, un sentimiento cálido, y por eso fue la elegida en esta oportunidad, para ayudar a contentar un poquito a Eren.

Para quienes leen el resto de mis historias, aviso que ahora sí la siguiente actualización será para La Joya de la Corona, que se vio desplazada una semana por este capítulo; y ya en la siguiente volveremos una vez más con In Focus, que sigue en su camino para intentar finalizar este año.

Una vez más agradezco a todos quienes leen, comentan, envían mp’s, votan y añaden a sus listas, marcadores, favoritos y alertas. Siempre son el mayor incentivo para continuar con esto.

Un abrazo a la distancia y mis mejores deseos para ustedes en estos tiempos complicados.

 

Tessa.


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