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In Focus (Riren/Ereri) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

CAPÍTULO 36:

A GOLPES DE MAREA

 

Siempre he intentado vivir en una torre de marfil, pero una marea de mierda no deja de golpear sus muros y amenaza con tirarla abajo.

(Gustave Flaubert)

 

 

 

Para cuando Eren acabó de tomar las últimas fotografías de la cafetería de Hannes, Paradiso, ya pasaban de las ocho y el cielo que se apreciaba a través de los enormes ventanales que daban hacia la playa no solo lucía oscuro como boca de lobo, sino que también tintado de un gris nuboso —y sin estrellas a la vista— que amenazaba con arrojar un aguacero sobre ellos a la menor oportunidad.

Contemplando la playa a través del lente de su cámara, observando como las olas se elevaban furiosamente, amenazantes a causa del pesado viento que corría, tuvo que reconocer que, tal como el abuelo de Armin había advertido, aquella última semana de febrero estaba resultando ser uno de los momentos más duros de aquel invierno. Era increíble como ese anciano hombre siempre, siempre tenía razón.

Una vez decidió abandonar la terraza y volver a ingresar al local, una agradable sensación de bienestar lo recorrió al sentirse protegido de la brisa marina y envuelto por el agradable aroma del café, aceptando con una silenciosa sonrisa la taza que Hannes le ofreció antes de regresar a su trabajo tras los acristalados exhibidores.

A pesar de ser ya tan tarde, tanto el amigo de su padre como Nanaba, su sobrina, se habían quedado tras el cierre y la marcha del resto del personal, dispuestos a ayudarlo en la sesión fotográfica de ese día para la remodelación del catálogo web de la cafetería. Que hubiesen tenido que sacrificar su tarde de jueves para eso era algo que a Eren le pesaba un poco, pero debido a todo el trabajo que tenía últimamente encima, no contaba con tanto tiempo libre como antes y le costaba ajustarse para cumplir con todos.

—¿De verdad no quieres venir a cenar con nosotros a casa, muchacho? Ya tenemos la cena lista y solo es cuestión de recalentarla —insistió Hannes, que en ese momento se encargaba de guardar y reordenar algunos de los productos que habían fotografiado, como tartas y sándwiches, dentro de las vitrinas.

Como casi siempre que los contemplaba, los motivos marinos y náuticos que decoraban estas y el resto de la tienda, hicieron que su mente viajara hacia los meses más cálidos del año, los cuales ya estaban casi a la vuelta de la esquina a pesar de seguir pareciendo tan lejanos gracias a noches destempladas como esa. Levi le había dicho, en más de una ocasión, que detestaba el verano; aun así, él no pudo evitar preguntarse si al menos podría convencerlo para que fuesen juntos a la playa al menos en una oportunidad. Era una idea que en verdad le agradaba mucho.

Nanaba, que ya había comenzado a subir todas las sillas sobre las recias mesas de madera oscura, intervino de inmediato al oír al otro hombre:

—Mi tío tiene razón, Eren; ven a cenar con nosotros hoy. Si te preocupas por Armin, puedes decirle que se venga también. No tenemos inconveniente en pasar a recogerlo de camino a casa.

—No es que no quiera, sino que realmente no puedo, por lo que lo siento muchísimo —se disculpó él con ambos tras dar un par de sorbos a su café antes de comenzar a desmontar y guardar parte de su equipo fotográfico—. Tengo que acabar algunas cosas para la universidad hoy. Como trabajo los fines de semana en ambas revistas, necesito avanzar mucho entre semana si deseo tener al menos algo de tiempo libre.

Hannes suspiró pesaroso antes su nuevo rechazo.

—¿Entonces cómo vamos a pagarte? —protestó este—. Jamás pones un precio justo por tu trabajo, muchacho.

—¿Cómo va a ser un precio justo si ni siquiera pone uno? —replicó la muchacha, soltando un resoplido.

—Lo haré más adelante —mintió Eren, sonriendo a modo de disculpa; sin embargo, en cuanto sintió que la altísima y rubia Nanaba pasaba un brazo por sobre sus hombros, volvió el rostro para mirarla, encontrándose con un brillo de diversión bailando en sus enormes ojos celestes.

—¿Qué, chico fotógrafo? ¿Intentas decirnos con eso que empezarás a cobrarnos cuando seas famoso? —lo provocó esta, sonriendo a su vez—. Apuesto a que para cuando ese momento llegue, ya ni siquiera tendrás tiempo o ánimos de andar fotografiando tiendecillas como la nuestra para publicidad de páginas web.

—¡Claro que no haría eso! —se defendió él, tan divertido como ofendido—. Además, ¿quién ha dicho algo de ser famoso?

—Pues tus amigas —intervino Hannes con jovialidad—. La pequeña Historia ha estado contando, a todos quienes deseen oírla, que participarás en un concurso de fotografía que se llevará a cabo este año en Trost. Todos creemos que te irá muy bien, Eren. Eres un fotógrafo excelente.

Un poco avergonzado, un poco enfadado por lo muy habladora que podía llegar a ser su amiga cuando se emocionaba, él dejó escapar una risita, la cual se convirtió en una mueca de dolor en cuanto Nanaba tiró de su coleta.

—Así que, muchacho guapo, pon un precio por el trabajo de hoy. Lo decimos en serio —le advirtió esta con total seriedad—. Con mi tío ya lo habíamos hablado antes de pedirte que vinieras a fotografiar para el catálogo de primavera, así que si no hay cobro, no subiremos las fotos a la página y será un trabajo en vano para los tres.

—Nanaba…

—Nanaba tiene razón, Eren. Una cosa es el que tomaras fotografías gratis y te conformases con un par de obsequios cuando eras un niño que soñaba con ser fotógrafo y andabas jugando con tu cámara por allí, y otra muy diferente es que tomes tu trabajo como un juego, así que las cosas han cambiado —añadió Hannes con calma, limpiando parsimoniosamente el exhibidor hasta dejarlo reluciente—. A mí me encanta mi trabajo; la cafetería es mi sueño, por lo que soy muy feliz estando aquí; sin embargo, no por ello puedo obsequiar todo lo que hago por nada, ¿comprendes? Que ames lo que haces es maravilloso, muchacho, realmente me siento feliz de que seas afortunado al poder trabajar dedicándote a tu pasión, pero debes aprender a valorarte más, Eren. Deja de quitarte méritos.

Las palabras de Hannes, directas a pesar de su amabilidad, lo remecieron inevitablemente, tal vez porque eran muy similares a las que Levi le repetía de forma habitual cada vez que él dudaba de sí mismo. Eren sabía que lo que hacía no era del todo malo, que tenía talento; incluso había días en los que se sentía muy orgulloso de sí mismo; no obstante, de igual modo existían otros momentos en los cuales las dudas lo volvían loco, porque sabía que habían miles, millones de otros que hacían las cosas mucho mejor que él, que tenían más seguridad en su trabajo y no le daban tantas vueltas estúpidas a todos.

Si tan solo pudiese dejar de dudar tanto de sus decisiones y habilidades… Si tan solo pudiese dejar de titubear cada vez que necesitaba dar un primer paso…

—¿Podrían darme al menos algunos días para poder pensar en un precio justo? —respondió al fin, sintiendo que aquello era quizás uno de los pasos más difíciles que había dado en su vida. Un paso que nunca pensó llegaría y que, aunque le doliese admitirlo, lo alejaba enormemente del chico que había sido para acercarlo un poco más a quien deseaba ser en el futuro—. Prometo hacérselos llegar antes de que entregue las fotografías.

—Puedes —aceptó Hannes con una sonrisa amable y ojos llenos de afecto.

—Y si subestimas nuevamente lo que tu trabajo vale, me las pagarás, Eren Jaeger —bromeó Nanaba, dándole una palmadita en la espalda—. Ya tengo un presupuesto tentativo por el trabajo que has realizado hoy, ¡así que no puedes engañarme!

Él la miró horrorizado.

—Es mentira… ¡No puedes haber hecho algo así, Nanaba!

—Claro que puedo, porque soy increíblemente lista y sabía que esto ocurría —declaró ella, satisfecha—. El fin de semana pasado Moblit trajo a Hange a almorzar, así que le pregunté si podría darme el valor aproximado de lo que debería cobrar un fotógrafo por este tipo de sesión, y él estuvo encantado de hacerlo, sobre todo cuando le dije que era para pagarte a ti. Así que ni intentes engañarme, Eren.

—Te cobraré el doble —protestó él en broma ante el descaro de esta, pero la sobrina de Hannes tan solo se encogió de hombros, muy satisfecha de sí misma.

—Entonces te pediremos una rebaja, aunque con todas las veces que no nos has cobrado nada, no sería tan mala idea. ¿Qué piensas de eso, tío?

Nada más oírla Eren se sintió espantado, pero antes de que pudiese seguir protestando, esta dejó escapar otra de sus carcajadas y finalmente lo soltó, volviendo a encaminarse a su trabajo de subir taburetes y ordenar la barra de la sección de cafetería, acomodando todo para el cierre.

—Así que, ¿cómo vas con el asunto de la exposición de Moblit, muchacho? —preguntó Hannes, quien se afanaba en empacar, dentro de las blancas cajitas con el logo de la cafetería, algunos de los pedidos que luego aprovecharía de entregar a domicilio en su camino de regreso a casa.

—Bastante bien, estoy muy entusiasmado —le dijo él con sinceridad, recordando lo mucho que su maestro lo había felicitado durante su último encuentro. Aun le faltaba una fotografía para la exposición, pero Eren tenía absoluta confianza de que la conseguiría durante el mes que aún le quedaba—. ¿Irán a la inauguración?

—No nos la perderíamos por nada. Hange ha sido tan amable de dejarnos un par de entradas.

—¿A quién le darás las tuyas, Eren? —le preguntó la chica, quien ahora había comenzado a barrer el piso de mosaico del local—. Aparte de Carla y Levi, claro.

Al oír el nombre de su novio en labios de esta, de manera inesperada él cayó en la cuenta de que nunca había invitado formalmente a Levi a la exposición, y no porque dudase de que este quisiera asistir, sino que simplemente había asumido que estaría allí, acompañándolo, del mismo modo que últimamente asumía muchas cosas con aquel hombre en torno a su vida. Aun así, se recordó Eren, aquello no era lo mismo que pedirle de manera directa que lo acompañase ese día, uno que sería tan importante para él. Se prometió que aquello sería lo primero que hiciese al día siguiente en cuanto se vieran.

—Armin y Annie —respondió finalmente, volviendo a beber de su taza—. Historia, Frieda e Ymir han decidido que irán al día siguiente, cuando ya no estén tan cansadas del trabajo y puedan disfrutar de todo más tranquilas y en calma. Ya saben la locura que suelen ser los sábados para ellas en la floristería.

—Como para nosotros. Los fines de semana no hay paz; pero aun así iremos a la exposición. ¡Incluso ese día cerraremos antes la cafetería! —le dijo Nanaba muy contenta.

Realmente sorprendido ante aquella noticia, Eren miró a ambos sin saber que decir debido a lo muy cohibido que se sentía. Fue Hannes quien —luego de haber salido detrás del mostrador— le revolvió con cariño el ya de por si desordenado cabello castaño y posó una mano sobre su mejilla.

—No creerías que íbamos a perdernos algo tan importante, ¿verdad? Tu madre no deja de hablar de ello. Está increíblemente contenta y orgullosa de ti.

Un rubor furioso invadió sus mejillas al oír al otro decir aquello, haciéndole experimentar una extraña mezcla de vergüenza, afecto y una enorme gratitud hacia todos quienes conformaban su vida y le daban su cariño.

Para Eren, aquella exposición significaba mucho, realmente lo hacía, y por ese motivo se sentía tan emocionado como asustado, tan nervioso como eufórico. Deseaba con todo su corazón que las cosas resultaran bien, porque, aunque fuese una tontería, sería como la confirmación que necesitaba de que su decisión de perseguir sus sueños y tirar por la borda todo lo que se esperaba de él, había sido la correcta. Levi siempre le decía que no debía importarle tanto lo que el resto pensara mientras estuviese bien con sus elecciones y fuera feliz; lamentablemente, Eren sabía que mucha de su felicidad seguía estando atada a la aceptación de quienes lo rodeaban.

—Yo… Muchas gracias, Hannes, Nanaba.

Al verlo tan avergonzado, el dueño de la cafetería le pegó una potente palmada en la espalda que lo hizo trastabillar, mientras que su sobrina solo rio antes de perderse, escoba en mano, dentro de las zonas interiores del local. Eren realmente se sentía muy, muy agradecido con ambos. Aquel tipo de sentimiento tan profundo y cálido que, de ser una fotografía, se vería reflejada en suaves tonos de rojos, rosas, anaranjados y amarillos, como una puesta de sol.

Sin embargo, la magia de aquel momento desapareció como una pompa de jabón en cuanto el otro hombre abrió la boca y le preguntó:

—¿No vendrá tu hermana a la exposición, muchacho?

Algo incómodo, y fingiendo que debía plegar los reflectores, se encogió de hombros con cierta indiferencia.

—Probablemente no. Finales de marzo no es una buena fecha para ella —mintió, sin desear tener que explicar que había sido él mismo quien le había pedido a Mikasa que esperara un poco más por su confirmación debido a que no acababa de decidirse si la quería allí ese día o no.

—Y a tu padre, ¿tampoco planeas invitarlo?

—No. —La rotundidad de su negación evidentemente sorprendió a Hannes, quien abrió con cierto asombro sus ojos ámbar al contemplarlo; aun así Eren se tragó el resquemor de culpa que sentía y siguió con su trabajo.

A pesar de que aquello no era algo en lo que hubiese pensado mucho durante los últimos meses, su decisión de poner algo de distancia con su padre, tras lo ocurrido en Navidad, seguía siendo algo complicado para él. Saber que su madre se había visto afectada por sus decisiones, sin merecérselo, llenaba a Eren de culpa, y ni siquiera el comprender que aquel distanciamiento con su progenitor era lo mejor para ambos, servía para aliviarlo del todo.

Aun así, le resultaba increíble que no se hubiesen visto para nada desde aquella desastrosa cena familiar, sobre todo porque en Shiganshina todo el mundo parecía encontrarse por lo menos una vez a la semana. Lo poco que había sabido de este era debido a su madre, quien siempre le contaba alguna que otra cosa de lo que estaba ocurriendo en casa, y como su hermana y él ya no vivían allí, de forma obvia su padre era la única compañía que a esta le quedaba para compartir su día a día. Por otro lado, tampoco era como si este hubiese hecho algún esfuerzo por contactar con él: ni mensajes, ni llamadas, ni visitas; aunque tampoco era que antes lo hiciese demasiado a menudo. Por ello, Eren había asumido que su padre tampoco deseaba verlo, y por él estaba bien. No dejaba de ser doloroso, pero estaba bien.

—Bueno, muchacho, no pretendo juzgar tu decisión de no invitar a Grisha a la exposición, porque es tu decisión después de todo y tú mejor que nadie sabes lo que necesitas y quieres; aun así, me da un poco de miedo el que, en un futuro no tan lejano, puedas arrepentirte de ello.

—A él ni siquiera le importa, ¿sabes? —replicó Eren, torciendo los labios con doloroso disgusto—. El día que llamé a casa para contarles sobre la invitación que Moblit acababa de hacerme, mamá se alegró genuinamente por mí, pero para mi padre fue como «un fallo más»; una posibilidad más de seguir avalando mis decisiones estúpidas —le dijo, contándole un poco de lo que había ocurrido aquel día y la enorme y nueva decepción que aquello había significado—. Yo no estoy diciendo que no quiera a mi padre, Hannes, ni siquiera que sea una mala persona, porque no lo es; pero… yo no puedo cumplir ya sus expectativas y no me parece justo que se sienta tan decepcionado cada vez que me ve. Si he puesto algo de distancia entre ambos no es solo por mí, sino que también por él.

—Eren, sé que muchas veces la actitud de Grisha contigo no ha sido la mejor, sobre todo estos últimos años, pero eso no quita el hecho de que sea tu padre y te quiera.

—¿Lo hace? —le preguntó él con genuina franqueza, dejando entrever en aquella simple interrogante las enormes dudas que muchas veces tenía al respecto y atormentaban su fragmentado corazón.

Hannes, con el rostro surcado de dolor, abrió la boca para replicar, aunque de esta no salió palabra alguna. Unos pocos segundos después, Nanaba —ya sin el blanco delantal de la tienda y vistiendo, al igual que su tío, solo los azules vaqueros celestes y la camiseta azul oscuro con el logo de la cafetería— le dijo con mordacidad tras su regreso:

—Yo no sé cómo no lo has mandado ya a la mierda, Eren. El doctor Jaeger podrá ser un muy buen médico y lo que se quiera, pero ha sido un padre desastroso, y no solo para ti.

—Nanaba —la regañó suavemente Hannes, pero esta lo encaró cruzando los brazos sobre el pecho.

—¿Acaso vas a decirme que no es verdad, tío? —inquirió molesta—. Yo sé de primera mano lo que es que tu padre sea una basura de ser humano, y siempre deseo que nadie más tenga que pasar por eso. Que el doctor Jaeger no haya golpeado ni maltratado abiertamente a sus hijos no significa que no les hiciese un terrible daño, y la mayoría de las veces, esas heridas emocionales son las más difíciles de cicatrizar, porque creemos que nos las merecemos. Por más suave que sea el golpear de la marea contra una roca, si esta no se detiene en algún punto, acabará erosionándola.

De un momento a otro, el agradable ambiente que reinaba en la cafetería se volvió tan pesado y agobiante como la bruma espesa, convirtiéndolo a él en el centro de aquel inesperado conflicto sin siquiera proponérselo.

De cierta forma, Eren podía comprender a la perfección ambas posturas. Nanaba no solo había tenido que sufrir la disfuncionalidad de su hogar al ser criada solo por su padre tras la muerte de su madre, sino que también debió lidiar con los continuos maltratos de este, por lo que su indignación estaba más que justificada.

Él nunca había sabido la historia al completo, pero sí recordaba que cuando tenía más o menos unos siete años, de un día para otro Hannes apareció en su casa con una niña, que apenas acababa de cumplir los doce, y la cual resultó ser su sobrina. Este les había dicho que ella viviría en Shiganshina a partir de ese momento por lo que tanto Mikasa como él debían ser buenos niños para hacerla sentir bienvenida. Muchos años después, Eren acabó enterándose de que el que Nanaba llegase a vivir con el amigo de sus padres no había sido una situación aleatoria en absoluto, sino que este había demandado el padre de la niña a causa de sus continuos abusos hacia esta, determinado a hacerse con su custodia en nombre de su hermana, algo que le había tomado años debido a lo muy difícil que resultó.

Por otro lado, el que Hannes fuese tan amigo de sus padres era un hecho importante a tomar en cuenta, por lo que él comprendía que este no pudiese enfadarse del todo con Grisha, aunque se lo mereciera. Además, tampoco era que Eren esperase que el hombre se pusiera completamente de su lado, y tal vez por eso aquella situación estaba resultando tan complicada para todos.

—En verdad agradezco mucho la preocupación que ambos muestran por mí, pero las cosas con mi padre son algo que yo mismo debo solucionar —les dijo finalmente, rompiendo el silencio y capturando una vez más la atención de ambos sobre él—. Ya sea que logremos o no hacerlo en algún momento, no es necesario que se preocupen y mucho menos que se enfaden por ello, ¿está bien? De todos modos, no es que espere demasiado de mi padre.

La profunda mirada de conmiseración que Hannes le dedicó le resquemó un poco, tanto por aquel afecto paternal que no tenía como por saber que este se sentía mal debido a ello. Eren deseó decirle una vez más a aquel hombre que no se preocupara, que estaba acostumbrado a que las cosas con Grisha siempre fueran de ese modo; aun así, de forma tontamente ingenua, en lo más profundo de sí rogó porque en algún momento, tal vez muchos años en el futuro, aquella situación con su padre ya no lo hiciera sentir así de triste.

Una vez hubo guardado todos sus implementos de trabajo en el maletero del jeep de Annie, Eren regresó al local para buscar su anorak gris, la cámara y su bolso. Nanaba, que apoyada contra el mostrador esperaba a que su tío acabara de recaudar la caja del día, sonrió coquetamente cuando él enfocó su cámara en su dirección y disparó.

—¡Oh, déjame verla! —le pidió, corriendo a su encuentro para poder revisar el resultado de la toma en el monitor del aparato. Al verlo, las rubias cejas de esta se alzaron con asombro y lo miró feliz—. ¡Es preciosa, Eren! Parezco una chica sexi.

—Pero sí lo eres —señaló él, divertido.

—Lo sé, pero a veces me cuesta recordarlo vestida así —le dijo esta, enseñándole con un gesto pesaroso su atuendo de desgastados vaqueros azules y oscura camiseta que era el uniforme de la cafetería—. ¿Me la envías a mi correo?

—Claro, ¿para qué la quieres?

—¿Para qué va a ser? ¡Una página de citas por supuesto! —señaló esta con picardía—. Me encanta trabajar aquí, pero todos los clientes de mi tío me duplican o triplican la edad. Son tan ancianos como él.

—He oído eso —protestó Hannes que en ese momento apagaba el panel de control de las luces.

—Esa era la idea, anciano —respondió esta, riendo. Apoyándose sobre el mostrador, enseñó la cámara a Hannes—. ¿Quieres ver la foto que me hizo Eren? No vas a creerte que sea tan bonita, tío. Pronto vas a tener que estar planeando mi boda.

Divertido por todo aquel intercambio, Eren retardó un poco más su salida a pesar de lo mucho que antes había hablado sobre la enorme cantidad de cosas pendientes que tenía que hacer para sus clases.

Debido al trabajo de ese día, Levi y él no habían hecho planes para quedar, así que su motivación para darse prisa y llegar a casa no era demasiada; aun así, al recordar que al día siguiente iría hasta el hogar de este para quedarse durante todo el fin de semana, una emoción distinta lo embargó, un poco de ansiedad y anticipación, teñida de una secreta alegría y aquella inseguridad que siempre parecía enturbiar un poco sus momentos importantes; sin embargo, por una vez Eren decidió enterrar esta en lo más profundo de su cabeza por al menos un momento y disfrutar de las cosas como viniesen.

A pesar de sus protestas, Hannes le entregó una de las cajas de reparto con algunos productos de la tienda para él, diciéndole que no tenía derecho a replicar y que las compartiese con Armin cuando llegara a casa.

Tras despedirse de ambos, Eren se dirigió hasta el coche y acabó de guardar las últimas cosas en el maletero, estremeciéndose a causa del frío cuando el gélido viento marino se coló bajo la gruesa lana de su suéter negro y los vaqueros del mismo color que ese día llevaba, obligándolo a subir al completo la cremallera del anorak y envolverse mejor la bufanda en torno al cuello.

Acababa de quitar los seguros del coche cuando sintió el ligero sonido de otro vehículo al estacionarse en el solitario aparcamiento de la cafetería, lo que le resultó demasiado extraño debido a lo tarde que ya era y a que esta se encontraba cerrada.

Nada más volver el rostro para ver de quien se trataba, una mano se posó sobre su hombro; una mano demasiado conocida que hizo que el corazón se le detuviese y se trizara un poco más.

—Eren —oyó decir a este antes de que las miradas de ambos se encontraran—. Así que realmente eras tú.

—Papá —fue su única respuesta, sintiendo que era increíble que el decir aquella simple palabra pudiese dolerle tanto.

 

——o——

 

La manera en como acontecieron los hechos realmente seguía siendo una completa locura para Eren. En un instante estaba saliendo de la cafetería de Hannes, pensando en su trabajo, la próxima exposición y lo que haría al día siguiente para cenar en casa de Levi, y quince minutos después se encontraba sentado en el coche de su padre, frente a la playa.

Decir que aquel inesperado encuentro entre ambos había resultado emocionalmente violento, era quedarse corto, y quizá por eso mismo, él fue incapaz de reaccionar a tiempo y acabó accediendo a la petición que este le hizo para que hablasen un momento, a pesar de que todas sus alarmas le gritaban desesperadas que mandase todo al demonio y saliera corriendo de allí.

Tenía miedo, tuvo que reconocer Eren mientras sentía sus manos temblar ligeramente; tenía demasiado miedo. No de que su padre fuese a hacerle algo que lo dañara de manera física, sino que temía que mucha de su recién descubierta determinación, sus esperanzas, acabaran haciéndose añicos solo a causa de un par de palabras de aquel hombre, el cual durante muchos años había sido el mayor ejemplo a seguir en su vida.

Con dedos torpes a causa de los nervios, tecleó un rápido mensaje para Annie, pidiéndole que fuese a recoger el jeep a la cafetería y que por favor guardase sus implementos de trabajo hasta que él fuera a buscarlos al día siguiente. El mensaje en respuesta llegó casi de inmediato con un escueto «¿por qué?», el cual curiosamente Eren pudo sentir lleno de la preocupación de su amiga.

Durante unos segundos se debatió internamente entre si debía decirle a esta la verdad, que aquella petición se debía a que se encontraba junto a su padre, o solo inventarse una mentira más para dejarla tranquila. Al final, un simple «te lo explicaré luego» fue todo lo que escribió, a pesar de saber que no dejaría a Annie satisfecha con aquella respuesta.

Tras volver a guardarse el móvil en el bolsillo del anorak, observó a través del espejo lateral a su padre. Este, como siempre, impecablemente vestido con una blanca camisa y traje gris a juego con su abrigo negro, seguía con las manos firmemente apoyadas sobre el volante del coche detenido, mientras que su oscura mirada verde tras las gafas permanecía clavada en la desierta playa nocturna, haciendo que él se preguntara una vez más si sería demasiado tarde para huir de allí.

Lentamente Eren contó de uno a cien, convirtiendo cada inspiración y exhalación en un nuevo dígito, al tiempo que rogaba porque su corazón se tranquilizara lo suficiente para no sufrir uno de sus ataques de ansiedad que lo hicieran comenzar a hiperventilar. Lo único positivo de aquello, se dijo divertido, sería que su padre sabría qué hacer con él, lo desease o no.

Sintiéndose un completo estúpido por el tren de pensamientos que estaba teniendo en esos momentos debido a la tensión, observó a través del parabrisas lo lejos que se apreciaba el puerto. Si hubiesen aparcado más cerca de este, tal vez podría haberse bajado del coche e ir a casa de Levi para… lo que fuese, ocultarse probablemente; sin embargo, a la distancia que se encontraban, sería un paseo bastante largo a pie; además, conociendo el clima de Shiganshina, era fácil pronosticar que las pequeñas gotitas que en ese momento empañaban el cristal frente a sus ojos en forma de pequeña llovizna, pronto se convertiría en algo más considerable.

—Entonces, ¿qué era lo que deseabas hablar conmigo, papá? —preguntó a este sin mirarlo, concentrado en dibujar formas retorcidas sobre el cristal de su puerta y maldiciéndose mentalmente por haberse dejado la cámara en el coche de Annie, no teniendo así nada a lo que aferrarse para tranquilizarse.

—¿Hasta cuándo planeas seguir haciendo sufrir a tu madre, Eren?

Desconcertado, él volvió el rostro para ver a su padre y pestañeó un par de veces. Este seguía con la vista clavada enfrente, obviamente decidido a no mirarlo, pero Eren pudo distinguir con facilidad la tensión en sus facciones, entre las cuales destacaba el severo rictus de su boca; un gesto que él había visto innumerables veces en el pasado y el cual, al igual que en ese momento, lo llenó de un desagradable dolor sordo.

—Perdón, ¿a qué te refieres exactamente con lo de que estoy haciendo sufrir a mamá?

—Dejaste de venir a casa los domingos, y cualquier otro día. No llamas y apenas das señales de vida. Ni siquiera tu hermana-

—Llamo a mamá todos los días, y voy a verla por lo menos tres veces a la semana —interrumpió a su padre, sintiéndose indignado—. Cada vez que ella desea o necesita hablar conmigo, me llama o me envía un mensaje, y yo siempre, siempre le respondo. Que tú no lo sepas, no es mi problema, papá, así que no me cargues con una culpa que no me corresponde. Y ni se te ocurra comparar mi situación con la de mi hermana cuando sabes perfectamente bien el motivo por el que no deseo ir a casa.

Sus palabras fueron como un gatillante instantáneo para la furia de su progenitor, provocando que Eren dejase de respirar y deseara encogerse a causa del pánico que sintió cuando aquellos verdes ojos se volvieron a verlo llenos de molestia, haciéndole olvidar por unos segundos que no tenía quince años, sino que era adulto, y que por lo tanto sus decisiones, sus elecciones, solo le pertenecían a él mismo.

Era curioso, se dijo, como a pesar de no desear estar allí bajo ningún motivo, al mismo tiempo apreciaba la posibilidad que aquel encuentro le otorgaba de poder expresarle a aquel hombre el cómo se sentía en realidad, aunque no supiese bien cómo hacerlo. Durante los últimos años, Eren se había guardado prácticamente todo para sí mismo: pena, culpa, dolor y, sobre todo, arrepentimientos, un montón de horribles arrepentimientos. Se había odiado durante años por no poder ser lo que su padre esperaba de él, por no poder cumplir sus expectativas, y se había detestado hasta lo imposible por no haber sido capaz de conseguir la aprobación y el amor que tanto había ansiado, sabiendo que siempre estaba en falta y nunca era suficiente.

Estaba tan cansado de sufrir por cosas que ya no podían cambiarse…

—Entonces, estás intentando decirme que tu ausencia es porque simplemente deseas evitarme, ¿no? —Más que una pregunta, las palabras de su padre fueron una completa afirmación, la cual él no se vio en la necesidad de negar—. Es increíble lo mucho que has cambiado desde que comenzaste a relacionarte con ese sujeto. Ya ni siquiera te reconozco, Eren.

—¿Realmente me has conocido alguna vez, papá? —A pesar de su fuerte determinación de no permitir que su dolor fuese evidente, sus propias palabras sonaron tan rotas a causa del sufrimiento que él no pudo evitar sentirse algo molesto consigo mismo—. La verdad es que quien está aquí, contigo, no es muy distinto de quien era antes, ¿sabes? Tal vez la única diferencia es que ya no siento la necesidad constante de fingir ser otra persona que agrade al resto, sobre todo a ti.

El ceño fruncido de su padre al oírlo y una pesada respiración nasal le dejaron claro su disgusto, uno que fue corroborado por la dureza de las palabras que salieron a continuación de su boca:

—No hagas parecer que mis exigencias fueron solo una medida de presión y represión en tu vida, Eren. Eres mi hijo, por lo que obviamente siempre he deseado lo mejor para ti y tu futuro. ¿Qué padre va a querer ver a su hijo desperdiciando sus oportunidades?

—¡¿Y que sea infeliz el resto de mi vida es una opción mientras pueda conseguir ese «bienestar» del que hablas?! —preguntó a este, casi con desesperación—. ¡No me hagas reír!

—¡Demonios, Eren, tienes apenas veinte años! ¡¿Qué sabes de la vida, en realidad?! —explotó su padre, golpeando con la palma de la mano el volante del coche y perdiendo finalmente un poco los papeles—. Comprendo que cuando estabas en la escuela pensaras que todo era fácil, que ser fotógrafo podría ser una excelente opción para tu futuro y que lograrías ganarte la vida con ello, pero-

—¡Lo hago! —replicó él en respuesta, más enojado de lo que había estado en mucho tiempo—. ¡¿Qué piensas que llevo haciendo desde hace más de un año papá?! Trabajo para pagarme un lugar donde vivir, comida y mis estudios.

—¿Un departamento compartido a medias en un barrio terrible? ¿Pasando con lo justo mes a mes? ¡¿Es que eso te basta para sentirte satisfecho, Eren?!

—¡Pues sí! ¡De momento sí, porque es lo que he conseguido gracias a mi esfuerzo! Desde que me fui de casa, jamás te he pedido dinero, ¿verdad, papá? ¡Nunca te he pedido que me ayudes!

La forma en que su padre lo miró en aquella oportunidad fue complicada, demasiado; confusión e incredulidad mezcladas con un sinfín de emociones que Eren se sintió incapaz de comprender o siquiera comenzar a descifrar. A pesar de que durante toda su vida había estado ligado a ese hombre, no lo conocía en absoluto, y descubrir aquello dolía más que un poco.

—Tu madre sabía que…

—¿… debía darme dinero si se lo pedía? —acabó él por su padre y, de alguna manera, aquella confirmación de sus sospechas no solo le molestó, sino que le resultó algo tan ahogante como doloroso—. Si me conocieras al menos un poco, papá, sabrías que por más desesperado que estuviese, jamás lo hubiese hecho.

El silencio que reinó entre ambos tras su respuesta fue tan pesado que Eren se sintió ensordecido. Si hubiese sido cualquier otra persona con quien estuviese discutiendo, si hubiese sido Levi, probablemente habría encendido el equipo de música y este se lo hubiese permitido; sin embargo, tenía demasiado claro que de hacer aquello con su padre solo sería para provocar aún más su enfado. Cada vez que Grisha Jaeger hablaba, él solo debía callar, oír y obedecer, algo que dada su naturaleza rebelde, ya de por si era complicado.

¿En qué momento se había vuelto tan dócil y obediente?, se preguntó Eren. Siendo todavía un niño, muchas veces acabó haciendo lo que deseaba a pesar de los regaños y los castigos. No había sido malo ni desobediente del todo, por supuesto, aceptando y comprendiendo las cosas cuando se las explicaban, pero, de cierta manera, había sido más él mismo; sin embargo, de un momento a otro había comenzado a cambiar para convertirse en lo que su padre deseaba que fuera, ansioso por complacerlo; tan desesperado porque lo amase…

Como si aquel vagar en sus memorias fuese el paso necesario para una revelación, Eren comprendió de golpe cual había sido el punto de no retorno para él; aquel momento exacto en que comenzó a cambiar tanto que se convirtió en alguien irreconocible a sus propios ojos, y no pudo sentirse más infeliz por ello: la enorme culpa que sintió al descubrir su orientación sexual y el hecho de saber que no podría hacer nada por cambiarlo.

—No quiero que vuelvas a hablar con Levi —le dijo a su padre tras aquellos minutos de torturante silencio, nuevamente dibujando con un dedo formas sobre el vidrio empañado de la ventanilla—. No tienes derecho.

—¿A sí que él te lo dijo? —le preguntó este con cierta sorna, la cual hizo que los nervios de Eren se crisparan.

—Es mi pareja, ¿por qué tendría que ocultarme algo así?

Al volver el rostro y ver como los verdes ojos de su progenitor se entrecerraban con total molestia tras las redondeadas gafas, si bien él no se sintió triunfante, al menos se alegró de no haberse amilanado. Meses atrás, Eren ni siquiera hubiese podido decir aquello sin haberse sentido horriblemente avergonzado de sí mismo y sus elecciones, y el que pudiera hacerlo en ese momento, representaba un enorme avance en su vida.

—Tu pareja… un hombre —masculló su padre con evidente desagrado—. Dios, Eren... si supieras todo lo que vas a perder por ser tan condenadamente terco. Tal vez si solo fuese la fotografía, podría aceptarlo; sin embargo, el ver como arruinarás tu vida de ese modo solo por un capricho, es más de lo que puedo soportar. Si tan solo ese hombre no hubiese decidido venirse a vivir aquí…

Al oír aquella sarta de estupideces saliendo de boca de este, sus cejas se fruncieron con enfado. Para ser alguien tan altamente inteligente, su padre a veces era un completo imbécil.

—¿Arruinar mi vida, papá? ¿Por qué el elegirlo a él, el escoger ser feliz, debería arruinar mi vida? ¡Demonios, comprende de una maldita vez que no soy gay porque desee molestarte, sino porque no puedo evitarlo! ¡Lo era antes de conocer a Levi, siempre, desde el principio! ¡Jamás hubo posibilidades de una chica para mí, ni siquiera por intentar complacerte, y créeme que lo intenté!

—¡Complacerme, complacerme, no hablas de otra cosa, Eren, haciendo parecer siempre como si tu vida hubiese sido por completo infeliz! Pero, ¿te has puesto alguna vez en mi lugar? ¿Crees que es fácil ser padre? Todo es fallo y error con los hijos, creme. Deseas una vida para ellos, sueñas una vida para ellos, y no siempre la consigues —le recriminó su padre con tanta dureza, tanto enfado, que su corazón, ya dañado y adolorido, acabó por agrietarse un poco más—. Eres un chico inteligente, demasiado; un chico con una cantidad enorme de habilidades que podría haber sido lo que deseara en la vida, ni siquiera tenía que ser el convertirte en médico, pero escogiste fotografía y con ello tirar toda tu inteligencia y capacidades por la borda. Esperaba que pudieras encontrar a una persona que te quisiera y con quien desearas casarte, formar una familia y tener hijos, Eren; pero al final has acabado eligiendo a un hombre, ¡demonios! Perdiendo todo aquello que deseaba para ti.

—Sí, he elegido a un hombre, y no me arrepiento de ello, por más que tú creas que es el peor error de mi vida. Tener una familia no lo va a determinar el que me case con una mujer y tenga hijos con ella o no. Aparte de mamá, Armin, Annie, Frieda e Historia han sido mi familia en los últimos dos años; no me une sangre a ellos, y aun así han estado más para mí que tú, papá. Levi, desde el poco tiempo que lo conozco, se ha convertido más en mi familia que tú, y no por las cosas que puedan darme, sino porque siempre, a pesar de todo, han estado para mí cada vez que los he necesitado sin esperar nada a cambio, sin esperar a que sea alguien diferente a quien soy en realidad —le soltó con las emociones quebradas por todo aquello que llevaba demasiado tiempo guardándose, y que, una vez abiertas las compuertas de su corazón, él simplemente ya no pudo contener—: Hablas de hijos, pero, ¿realmente piensas que deseo tenerlos si sé que corro el riesgo de convertirme en un padre tan malo como tú? Nadie se merece pasar por lo que yo he pasado.

Si las palabras fuesen golpes, Eren tuvo la seguridad de que las suyas habrían sido un puñetazo directo para su progenitor. A pesar de que el rostro de este seguía mostrando la misma expresión de muda desaprobación que él tan bien conocía, aun pudo notar cierto deje de profundo dolor en su mirada, y eso acabó hiriéndolo todavía más.

—Entonces, ¿el malo en esta historia soy yo mientras que tú eres la pobre víctima, Eren?

—No —admitió él con absoluto pesar—. En esta historia no hay malos ni víctimas, papá, solo demasiadas decepciones. Yo estoy lejos de ser el hijo que tú deseabas, y tú estás lejos de ser el padre que yo necesitaba.

Sin decir nada más, sin desear oír una respuesta a aquello, abrió la puerta del coche y se bajó. Escuchó a su padre llamarlo, pero Eren tan solo apuró el paso y echó a andar por la acera que bordeaba la playa, notando la persistente llovizna golpearle el rostro y aquel angustiante dolor sordo que lo embargaba por dentro, amenazando con derrumbarlo una vez más.

En menos de un mes había tenido que asumir demasiadas cosas de golpe en su vida, demasiados cambios. Había tenido que tomar demasiadas decisiones para avanzar, como el sincerarse completamente con Levi y abrirle la parte más horrible de su vida —donde habitaba su dañado corazón—, y el decidirse a hablar con Jean y pedirle que se reuniesen para poder aclarar todo finalmente. En menos de un mes él había tenido que tomar más decisiones importantes de las que había asumido durante los últimos dos años de su vida, y estaba feliz por ello; aun así, y a pesar de comprender que aquella horrible discusión con su padre solo había sido un paso más dentro de aquello, dolía; como dolía…

Más o menos unos diez minutos después de haberse puesto en camino, Eren notó con desagrado como la fina llovizna se hacía más intensa, empapando sin piedad su cabello y llenando de pequeñas gotitas sus pestañas, las cuales luego caían como lágrimas sobre sus mejillas.

Intentando que el enfado que enturbiaba su cabeza disminuyera un poco para poder pensar con claridad, inspiró profundo, llenándose los pulmones del húmedo aire salobre mientras sopesaba todas sus opciones; sin embargo, en apenas un parpadeo, las pequeñas gotitas se convirtieron en enormes goterones y, antes de que pudiese decidir qué hacer, el cielo se abrió sobre su cabeza y se largó a llover a cántaros, como si este desease que él se sintiera aún más desgraciado.

Todavía en extremo furioso y herido por lo acontecido con su padre, Eren simplemente caminó bajo el aguacero, con la cabeza demasiado caliente como para que le importase realmente el si acababa enfermando a causa de aquello. Las luces del puerto parecían más cercanas cada vez, pestañeando como pequeñas luciérnagas a la distancia que se perdían en medio de la cortina de agua que caía sin piedad, la cual golpeaba tan fuerte contra el pavimento que incluso se tragaba el sonido del mar rugiente de olas encrespadas.

Cuando la casa de Levi estuvo a la vista, una sensación de absoluta necesidad lo embargó, por lo que echó a correr hacia ella sin detenerse a pensar en nada más. A pesar de que su sentido común le gritaba que debería hacer al menos una llamada o enviar siquiera un mensaje a este para avisar de su llegada, no lo hizo, tan solo ingresando el código de acceso cuando estuvo frente a la puerta para abrirla, y quedándose de pie bajo el umbral sin comprender qué demonios estaba haciendo, porque mientras una parte suya solo deseaba entrar, ver a su novio y olvidarse de su padre y todo su dolor, otra le recordaba que estaba completamente mojado y que dejaría todo hecho un desastre de lodo y agua a causa de sus tonterías.

Morgana, que al parecer había estado profundamente dormida en su camita junto a la chimenea, llegó corriendo al verlo entrar y comenzó a ladrar como loca para que le prestara atención, mientras que la figura de Levi —ataviada con vaqueros grises y un amplio suéter negro—, salió de la cocina y se lo quedó viendo con enormes ojos grises llenos de desconcertado asombro.

—¿Eren? ¿Qué mierda te ha ocurrido? ¡¿Por qué estás todo mojado?!

La voz de este, completamente confundida, un poco asustada, reverberó a través del silencio de la estancia y lo hizo quebrarse por dentro, remplazando de golpe la furia por dolor, mucho dolor, y una sensación de pérdida que lo desestabilizó por completo.

Él nunca había esperado que cortar de esa manera con su padre le doliera tanto. A pesar de saber lo muy unido que estaba a este debido a la forma en que intentó moldearlo para convertirlo en lo que deseaba, Eren nunca pensó que decirle finalmente a su padre lo que pensaba y sentía para dejarlo ir de su vida, dolería tanto.

—Yo… yo… discutí con mi padre hace unos instantes atrás. Me bajé del coche y no pensé… Tan solo…

Los brazos de Levi rodeándolo, abrazándolo a pesar de que estaba chorreando agua y esta le estaba dejando el piso hecho un desastre, fue más de lo que él pudo soportar, porque aunque ya no tenía quince años, porque a pesar de ser ya un adulto que tenía su propia vida y tomaba sus propias decisiones, una parte suya seguía siendo el niño que necesitaba con desesperación que su padre le dijese que todo estaba bien, que pudiera amarlo a pesar de no ser perfecto ni lograra cumplir con sus expectativas; y aquel sueño, por tonto que pareciese, acababa de desmoronarse por completo y estaba sufriendo por ello.

Y mientras se abrazaba a Levi como si la vida se le fuese en ello, dejando que sus lágrimas se mezclaran con el agua que le empapaba el cabello y el rostro, Eren pensó en cuan ciertas habían sido las palabras de Nanaba. Por más resistente que una roca fuera, el golpear incesante de las mareas contra ella acababa por moldearla y erosionarla de manera irremediable, cambiándola para siempre.

Notas finales:

Lo primero, como siempre, es agradecer a todos quienes hayan llegado hasta aquí. Espero de corazón que el capítulo fuese de su agrado y valiera la pena el tiempo invertido en él.

Lo siguiente, es disculparme por el pequeño atraso en la publicación, pero debido a que la semana pasada estuve con exámenes para cerrar el semestre en la universidad, aun no logro ponerme del todo al día con las fechas de actualizaciones, así que In Focus vuelve a actualizarse con un pequeño retraso que espero poder ir reajustando en estas semanas de vacaciones.

Por otro lado, lamento muchísimo si el capítulo no fue lo que esperaban. Aparte de que resultó más corto que los anteriores (solo casi ocho mil palabras), también sé que para muchos/muchas el encuentro de Eren con Jean era algo que tenía en mente, pero este capítulo ha resultado algo por completo diferente.

Soy consciente de que mi manera de llevar la historia es a veces un poco extraña en ese sentido, pero créanme que en mi cabeza todo tiene sentido y funciona. Ese encuentro se producirá, por supuesto, es un paso para Eren, pero lo hará en el momento adecuado porque debe dar paso a otras situaciones, del mismo modo que esta discusión del muchacho con su padre será la responsable de otros acontecimientos. De alguna manera todo esto es un hilo que entrelaza un hecho con otro, como el que los sucesos de este capítulo son muy similares a los ocurridos en el capítulo dos y tres, específicamente, y los cuales marcaron algo muy importante para Eren y Levi, que ahora vuelven al mismo punto bajo otras circunstancias y cerrarán un ciclo.

Pasando a mis comentarios bobos, jaja, por lo general casi siempre yo escribo/creo con música, porque es lo que me mueve y hace que mi imaginación fluya, así que mucho de este capítulo fue formándose hace ya mucho tiempo atrás tomando como base la canción de Amaral, «Salir Corriendo». Creo que esta refleja muy bien la situación a la que se ha enfrentado Eren durante buena parte de su vida frente a Grisha, ya que representa el enorme dolor, la angustia y desesperación que muchas veces se soporta al ser maltratados y oprimidos por otra persona que se supone nos quiere, y que aun así acaba haciendo tanto daño de manera permanente hasta llegar a la necesidad de cortar con todo.

Otro pequeño aviso es sobre la respuesta a mensajes y comentarios. Por lo general yo siempre intento responder todo, pero debido a lo mucho que he debido estudiar las últimas semanas, y a que he intentado mantener un ritmo constante con las actualizaciones, me ha sido imposible ponerme al día con todo; aun así, intentaré ir respondiendo la mayor parte durante esta semana, así que mil disculpas por ello.

Para quienes siguen el resto de mis historias, aviso que la siguiente actualización será de Cantarella, en la línea de Inocencia, así que para quienes esperen a Jean por allí, bueno, será hasta la siguiente, cuando retomemos Pecado (jaja, lo siento). Luego de eso ya retornamos a In Focus que sigue en su camino hacia la recta final.

Una vez más muchas gracias a todos quienes leen, comentan, envían mp’s, votan y añaden a sus listas, marcadores, favoritos y alertas. Siempre son la llamita que mantiene encendida la hoguera.

Un abrazo a la distancia y mis mejores deseos para ustedes en estos tiempos complicados.

 

Tessa.


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