Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

In Focus (Riren/Ereri) por Tesschan

[Reviews - 32]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

CAPÍTULO 40:

EL LADO OSCURO DE LA LUNA

 

Todo hombre es como la luna: tiene una cara oscura que a nadie enseña.

(Mark Twain).

 

 

 

A pesar de que ya llevaba meses de regreso en aquella ciudad, a pesar de que había nacido y crecido allí los primeros años de su vida, a Levi todavía el clima demasiado húmedo de Shiganshina seguía pareciéndole una auténtica mierda.

Esa mañana, por ejemplo, una neblina espesa y arrastrada se había levantado desde el mar tempestuoso a pesar de estar ya a comienzos de marzo. Nada más sacar fuera a Morgana para llevarla caminando a casa de Hange, la muy malcriada se había negado a dar ni dos pasos en medio de la calle humedecida, lloriqueando hasta que él se cansó y la tomó en brazos, sabedor de que no podía retrasarse para su cita de esa mañana con Nifa y que, debido a que le había dejado el coche a Eren para que se fuese a trabajar, andar era su único medio de transporte.

Al contemplar a la joven y pelirroja chica que en esos momentos revisaba y regateaba precios en una tienda de antigüedades del mercadillo, Levi no pudo evitar estremecerse un poco y arrebujarse aún más en su abrigo gris. Hacía un frío húmedo y gélido de los mil demonios, tanto que la tela de sus negros vaqueros estaba rígida como una tabla y sentía la piel helada a pesar del grueso suéter blanco de cuello alto que llevaba bajo el abrigo; aun así, la joven diseñadora de interiores iba solo ataviada con medias negras bajo las altas botas del mismo color y un verde vestido de lanilla hasta los muslos, sin parecer para nada afectada por la congelación exterior, como el resto de los mortales presentes en ese lugar. Joder con los jóvenes y la moda.

—Levi, ¿qué te parece esta taza? Bonita, ¿verdad? —le preguntó esta repentinamente, enseñándole una delicada pieza de blanca porcelana decorada en suave filigrana rosa y dorada—. Es un juego de seis y todas están en perfectas condiciones junto a sus platitos; son pintadas a mano. Si compramos algunas cosas más en la tienda, me han dicho que nos lo dejarían todo a buen precio.

—¿Y hay algo más que haya llamado tu atención?

La muchacha asintió con una sonrisa, ante lo que la brisa jugueteó con su corta melena pelirroja, desordenándola un poco.

—Hay unos frascos de vidrio labrado y otros de cerámica pintada que serían perfectos para guardar té y al mismo tiempo servir de decoración. También hay un par de viejas butacas de madera que creo te gustarán; necesitan algo de reparación, pero conozco a alguien que hace un excelente trabajo de ebanistería y no cobra demasiado caro.

Siguiendo a Nifa hasta el puesto de antigüedades para que esta pudiese indicarle las cosas que creía irían bien para su tienda, Levi no pudo dejar de sorprenderse ante lo visionaria y talentosa que la muchacha era.

En un principio, cuando Eren se la presentó, él no se había sentido del todo seguro ante la idea de contratarla para aquel trabajo a pesar de la recomendación de su novio. Nifa no solo era joven, sino que infinitamente parlanchina y hasta un poco atolondrada a veces; no obstante, en cuanto la decoración de un lugar entraba en juego, esta parecía transformarse. Nada más ver su tienda por primera vez, semanas atrás, la muchacha había comenzado a dibujar en su libreta ideas para reformar el sitio sin alterarlo en absoluto; ideas que a Levi le encantaron y por las cuales había decidido pasar horas sufriendo con las compras aquella destemplada mañana de sábado, a pesar de que lo odiase.

Mientras Nifa seguía en la tienda regateando precios y productos como toda una experta, él prefirió escabullirse fuera un instante, aprovechando que ya comenzaba a asomar tímidamente el sol entre las espesas nubes grises, desterrando finalmente el frío y la llovizna matinal.

A pesar de que aún no era ni mediodía, el mercadillo artesanal junto a la playa ya se hallaba bastante concurrido de visitantes. Familias al completo que recorrían el lugar intentando controlar sin mucho éxito a sus mocosos que correteaban por todos lados como una plaga, al mismo tiempo que las parejas o los compradores solitarios pasaban de puesto en puesto buscando lo que necesitaban o llamaba su atención.

Al pasar por un tenderete que vendía figurillas de animalitos hechos de conchas marinas, Levi terminó entusiasmándose también y comprando una pequeña lechuza para dársela a Eren cuando volviese a casa del trabajo aquella tarde, seguro de que a este le gustaría tan solo porque le parecería divertida.

Acababa de recibir y agradecer su compra, cuando al voltear se chocó de lleno con otro sujeto, quien se apresuró a disculparse por su descuido, sujetándolo del hombro para ayudarlo a estabilizarse.

Nada más alzar la cabeza, pasando de la marrón cazadora de cuero al rostro de aquel alto imbécil para encararlo y exigirle que fuese más cuidadoso, la sorpresa lo invadió de golpe al contemplar a este, sin dar crédito a su suerte, o mala suerte, no estaba seguro.

A pesar de lo mucho que había luchado consigo mismo durante los días pasados, a pesar de lo muy duramente que se había debatido el día anterior sobre qué hacer respecto a la dirección que Annie le entregó, lo cierto era que Levi jamás creyó que acabaría encontrando al bastardo de Kirstein en un lugar así, menos cuando tras su plática de la noche pasada con Eren, él simplemente había decidido dejar el agua correr.

Puto karma.

—En verdad lo lamento mucho —volvió a repetirle aquel otro, pareciendo auténticamente contrito y de seguro preocupado al ver su expresión de profundo disgusto—. No fue mi intención.

Durante unos segundos, contemplando a aquel mocoso que lo observaba con desconcertados y claros ojos castaños, Levi tuvo que hacer acopio de todo su autocontrol; aquel al que hacía bastante no recurría, ni siquiera a causa del bueno del doctor Jaeger.

Durante su plática de la noche anterior, Eren le había explicado que las cosas con ese idiota estaban en paz de una buena vez ya que todo había quedado saldado entre ambos; no obstante, ¿realmente aquel era un pago justo ante sus ojos?, se preguntó Levi. Lo cierto era que no lo sentía para nada así, pero también podía comprender que su balanza estaba demasiado inclinada a favor de su novio, porque saber que este había sufrido por culpa de aquel maldito cobarde, pesaba más que cualquier otra cosa.

Tener la certeza de que sería tan condenadamente fácil darle una paliza a Kirstein hasta sentirse medianamente resarcido fue tan duro para él, que sus puños apretados a los costados llegaron a dolerle; sin embargo, comprendiendo que aquello no iba a servir de nada, que no sería algo que haría feliz a Eren, finalmente se obligó a desistir, tragándose de forma amarga su rencor.

—Comprendo —masculló Levi con laconismo, inspirando profundo para mantener su temperamento a raya y ansioso por largarse de allí antes de que acabara arrepintiéndose de su decisión.

No obstante, como si la vida deseara reírse de él a carcajadas, la llamada de Nifa desde la tienda —pidiéndole que se acercase para ver algo que había encontrado—, mandó todo al carajo. Nada más oír su nombre, la expresión de Kirstein cambió por completo, haciendo que este abriese mucho los ojos antes de volver a contemplarlo con renovada atención, de seguro sumando dos más dos y comprendiendo que Levi no era solo un simple desconocido más, sino que la pareja de Eren.

Maldita ciudad enana donde no podías ir a ningún sitio sin toparte con alguien conocido, se dijo sin apartar la mirada de aquel otro, a pesar de las terribles ganas que le estaban dando de sufrir ceguera temporal.

Oyó a Nifa llamándolo con impaciencia una vez más, pero en ese instante él solo pudo pensar en Eren siendo poco más que un adolescente y aquel bastardo jugándosela hasta dejarlo completamente roto. Solo pudo pensar en lo que se suponía que debía hacer en su papel de novio respetuoso, y hasta qué punto era o no correcto que interviniese en ese asunto.

Tomando finalmente una decisión, Levi le dijo a este:

—Oi, mocoso, creo que tú y yo tenemos mucho, mucho de qué hablar.

 

——o——

 

Si aquella mañana, cuando se despidió de Eren luego de desayunar juntos, alguien le hubiese dicho que solo unas cuantas horas después estaría sentado en el paseo marítimo, contemplando hacia la playa con el ex de este y a punto de tener una conversación, Levi simplemente habría pensado que era la broma más estúpida del mundo, desternillándose de risa.

No obstante, allí estaba, se dijo; observando como el débil sol de marzo arrancaba débiles destellos dorados al mar calmo, mientras las gaviotas graznaban y planeaban sobrevolando las aguas en busca de su caza matutina. Contemplación que se vio interrumpida por la pregunta de aquel condenado crío, lleno de demasiada arrogancia para su gusto.

—Ackerman, ¿verdad?

A pesar de no desearlo, él sonrió irónica y veladamente al mirarlo, asintiendo.

—¿Has estado haciendo indagaciones, Kirstein?

—Por supuesto que no —replicó ácidamente este, pareciendo tan incómodo que Levi pudo leer con facilidad la mentira pintada en su alargado rostro barbado—, pero esta es una ciudad pequeña y todo el mundo habla.

—Ah, cierto —admitió, volviendo a clavar sus ojos en el resplandeciente horizonte marino—. El perfecto hijo del buen doctor Jaeger, que acabó siendo no tan perfecto al involucrarse con otro hombre en un tórrido romance a vista y paciencia de toda la condenada ciudad. Qué barbaridad.

—¿Te parece gracioso? —lo increpó Jean con molestia.

—La verdad es que sí —reconoció él, mirándolo una vez más—. La gente debería aprender a meterse en sus propios asuntos y dejar de preocuparse por la vida del resto. Personalmente, me importa una mierda lo que piensen de mí y lo que hago o dejo de hacer.

—Puede que a ti sí, pero a Eren…

—Oh —lo interrumpió Levi, cruzando una pierna sobre la otra y acodando su brazo en esta para poder sujetar su barbilla—, ¿realmente quieres que comencemos a hablar sobre Eren y lo que le importa o ha dejado de importarle en estos últimos años?

El rostro de Jean enrojeció unos cuantos tonos al oírlo, apretando tanto la mandíbula a causa del enfado que por un instante él deseó con fervor que se la fracturase.

—Supongo que el tema de Eren es inevitable después de todo —le dijo finalmente Kirstein, estirando sus largas piernas frente a él y pellizcando de forma nerviosa con sus dedos la celeste tela de sus vaqueros desgastados—. ¿Vas a pedirme que me mantenga alejado de él?

Dejando escapar un casi inaudible suspiro de agotamiento mental, Levi negó con un gesto.

—En absoluto —reconoció—. Lo cierto es que el que vinieses a la ciudad no me puso para nada feliz, Kirstein; ha sido una auténtica mierda tenerte rondando por aquí estos últimos días. Sin embargo, el mocoso necesitaba hablar contigo y yo lo respeto lo suficiente para aceptar sus decisiones, aunque no me gusten; además, creo que él se las arregló bastante bien por su cuenta para dejarte claro que te quiere lejos, ¿no?

El ligero rubor que inundó el rostro del chico cuando él miró con fijeza la zona feamente amoratada de su mejilla izquierda —donde Eren lo había golpeado la tarde anterior— le dijo a Levi todo lo que necesitaba saber sobre este. Había conocido a muchos chicos como aquel idiota en el pasado, que si bien no eran malos del todo, pecaban sobremanera de orgullosos. Estaba seguro de que si para Jean el que Eren lo golpease ya había sido un rasmillón a su vanidad, que él se lo estuviese restregando en la cara debía ser mil veces peor; y se alegraba enormemente.

—Entonces, si no es por eso, ¿de qué quieres hablar conmigo, Ackerman? —insistió este, ligeramente retador—. Dudo mucho que desees que compartamos experiencias sobre nuestra relación con Eren, ¿verdad?

—No tientes tu suerte conmigo, mocoso de mierda; no serías al primero al que le bajaría los humos con una paliza. Pasé más de diez años de mi vida entrenando a críos engreídos como tú, y te aseguro que nunca regresaron por más —replicó con perfecta y calculada frialdad, ante la cual los claros ojos de Jean se abrieron con cierto espanto, sin darle crédito

—¿Estás en el ejército?

Levi sonrió apenas, no sintiendo ni una pizca de humor en el cuerpo.

—Ya no, me he retirado hace un mes —señaló con sinceridad—, pero eso no quita que me sigues debiendo respeto, soldado. Aun así, olvidémonos de las formalidades, siempre me han parecido una auténtica putada; y tampoco es como que las necesite de ti cuando lo único que deseo es hacerte desaparecer como la escoria que pienso que eres. Por desgracia, las cosas no funcionan así.

—Tampoco pensaba hacerlo —bufó Jean, cínicamente; aun así, Levi notó como de forma involuntaria la actitud altanera de este había disminuido unos grados al mirarlo.

En verdad, se dijo, el respeto por los rangos durante la instrucción militar era una mierda que acababa grabándose a fuego, quisieras o no. Lástima que con él no hubiese dado tanto resultado, como bien solía recordarle Erwin cada vez que tenía oportunidad.

—Tch, que mierda. Realmente no tengo ganas ni tiempo de pasarme horas aquí contigo, así que vayamos al grano. Eren me dijo ayer que ibas a hablar con su hermana para explicarle lo sucedido entre ustedes y que confiaba en que lo harías, porque él suele ser así de crédulo y confiado; sin embargo, yo soy un cabrón por completo receloso —admitió Levi con seriedad—. Te doy un mes, Kirstein. Un mes para que demuestres que tienes algo de huevos y hables con tu novia; si en ese tiempo el mocoso no me ha dicho nada sobre ello, date por muerto, bastardo, porque te juro que en lo que te reste de vida no vas a poder volver a mear de pie, y lo que Annie te hizo hace dos años, va a parecerte un juego de niños.

—No puedo creerlo, ¿me estás amenazando? —le preguntó Jean frunciendo el ceño y poniéndose de pie, dejando así muy clara la diferencia de altura y constitución entre ambos, como si de ese modo quisiese atemorizarlo; algo que obviamente no consiguió.

—No, te estoy advirtiendo —suspiró pesadamente Levi—. Espero que sepas captar la diferencia.

Nada más oírlo, el chico dejó escapar una irritante carcajada.

—¡Es que realmente no puedo creerlo! ¡Todo esto es absurdo! Tú y yo ni siquiera nos conocemos, y ahora llegas a amenazarme aquí, por Eren.

—¿Qué, Kirstein? ¿Te sorprende que te diga la verdad o que el mocoso haya elegido a alguien como yo después de ti?

—Como si me importase con quien decida estar o no ese idiota —replicó Jean frunciendo aún más el ceño; aun así, el violento rubor que subió al rostro del chico le dejó claro a Levi que su suposición no había estado del todo equivocada.

—Pues me alegro, porque desde hace mucho tiempo Eren dejó de ser tu problema. Harías bien en no olvidarlo. —Poniéndose de pie con un movimiento fluido, Levi sacó el móvil del bolsillo de su abrigo y miró la hora, leyendo de paso los mensajes de Nifa, quien le «exigía» fuese de inmediato a recogerla a la tienda donde la había dejado esperando—. Diría que fue una gusto conocerte, Kirstein, pero ha sido una verdadera mierda; aun así, gracias por el tiempo. No olvides lo que te he dicho. Un mes.

—Eres un completo malnacido —soltó este cuando vio que él ya se disponía a marcharse.

Levi asintió.

—Totalmente, pero tal cual me ves, tal cual soy, y eso es algo que Eren ha sabido desde un comienzo. No hay engaños ni mentiras en nada de lo que le he dicho ni como me he mostrado ante él, y creo que no me equivoco al suponer que la honestidad no es tu punto más fuerte, ¿verdad?

La expresión del chico ante sus palabras fue como una amalgama de complejas emociones: enfado, vergüenza e indignación, principalmente; pero bajo todo aquello, Levi pudo vislumbrar cierta culpa teñida de un arrepentimiento que él conocía muy bien. El dolor de lo que se ha perdido por no tener el valor suficiente para lograr retenerlo, quedando grabado en el alma como un terrible peso.

Un poco molesto ante aquel descubrimiento, apuró el paso para volver a reencontrarse con Nifa, quien de seguro estaría cabreadísima porque la dejase plantada en medio de sus compras.

Aun así, y aunque odiase admitirlo, en lo único que pudo pensar durante su marcha, fue que quizás en el fondo Jean y él sí se parecían un poco; al fin y al cabo, en el pasado ambos habían cometido errores terribles de los que, quisiesen o no, se arrepentían profundamente; la diferencia radicaba en que Levi sí había aprendido de ellos aunque fuese al coste de sangrar hasta casi destruirse, decidido a nunca más volvería a cometerlos, menos tratándose de Eren y el lazo que con este había construido.

 

——o——

 

Tras acabar de escribir una nota para Armin, que dejó pegada en la nevera, Eren abrió la puerta de esta para sacar un yogurt de fresa y se apresuró a comerlo mientras enumeraba mentalmente todas las cosas que no debía olvidar hacer antes de salir de casa.

Esa mañana durante el desayuno, Levi había sugerido, casi al descuido, que él tal vez podría quedarse un par de días más en su casa. Ambos estaban tan ocupados con la inminente exposición fotográfica y la pronta inauguración de la tienda, que en verdad contaban con poco tiempo libre para compartir juntos, por lo que esa convivencia esporádica era algo que valoraban y agradecían enormemente.

Aun así, la petición de su novio había pillado a Eren completamente desprevenido, sin que lograse responder de manera adecuada en aquel momento. Comprendía bien que Levi no lo estaba presionando en absoluto con aquel asunto, pero de todas formas él se sentía un poco culpable ante su reticencia a aceptar, tanto que había sido incapaz de sacarse aquella idea de la cabeza durante todo el día, volviendo a ella una y otra vez mientras trabaja y enfadando así a Rico, quien acabó quejándose de su poca concentración durante toda esa jornada.

Y era por eso que a pesar del miedo que le generaba ese alto grado de intimidad compartida, que Eren había decidido sí darse aquella oportunidad con el hombre que amaba. Él estaba sanando, estaba avanzando, y si el compartir su vida con alguien más era algo que deseaba para su futuro, sabía que el primer paso debía comenzar por alguna parte, y aquel momento le parecía tan bueno como cualquier otro.

Luego de decidir que el miércoles en la mañana sería su fecha límite, guardó unas cuantas prendas de ropa limpia en su bolsa de viaje y las cosas que necesitaría para sus clases. Levi le había asegurado que podía reacondicionar la habitación de invitados para trabajar en sus fotografías sin que nadie lo molestase, por lo que Eren desmontó su computadora y la guardó con cuidado, pensando que tenía que estar realmente muy loco para cometer semejante disparate.

Regó su orquídea y la reacomodó junto a la ventana para que tuviese la luz necesaria durante su ausencia, sonriendo al acariciar sus blancos pétalos y sentir brotar dentro de su pecho la misma emoción cálida que experimentó el primer día de recibirla. Aquella promesa hecha por Levi de que pasara lo que pasase entre ellos, sus sentimientos por él nunca cambiarían, aunque Eren decidiera explorar nuevos rumbos en un futuro.

Como si él tuviese alguna oportunidad de dejar de amarlo, pensó con divertida ironía.

Tras un último vistazo a su cuarto, recordó las invitaciones para la exposición y las guardó en el bolsillo de su anorak, prometiéndose darle la suya a su novio en cuando llegase a casa, volviendo así aquella pedida de acompañarlo en algo completamente formal.

A pesar de que aquel día el trabajo no había sido especialmente pesado, todavía así Eren se sentía un poco cansado y adormilado. Su encuentro con Jean el día anterior lo había dejado emocionalmente agotado, y aunque estaba satisfecho con el resultado de este, todavía un resquicio de ansiedad seguía anidando dentro de él, sobre todo ante la perspectiva de lo que podría ocurrir con Mikasa en un futuro no tan lejano.

Aprovechando la espera en una luz roja, escribió un rápido mensaje a Levi preguntándole si le importaría cenar comida china ese día, ya que realmente no tenía ganas de llegar a cocinar. Acababa de recibir la respuesta de este asegurándole que no había problemas, cuando algo llamó inconscientemente su atención, haciéndolo desviar la mirada desde la vía hacía los edificios que la flanqueaban.

Al ser ya las siete de la tarde de un sábado todavía por completo invernal, las calles ya estaban comenzando a vaciarse de transeúntes, quienes regresaban a sus casas a toda prisa para resguardarse del gélido y húmedo frío de aquella ciudad costera; aun así, la consulta de su padre seguía manteniendo las luces encendidas y la puerta abierta, una señal inequívoca de que este seguía dando consultas a pesar de ser tan tarde.

Sin saber muy bien por qué demonios estaba haciendo aquello, Eren se desvió del camino y aparcó fuera de la blanca casa de una planta que su padre había acondicionado como su lugar de trabajo, tantos años atrás. El césped que bordeaba el camino como siempre estaba impecablemente recortado, aunque el invierno lo había pintado del oscuro verde del letargo, lo mismo con los rosales que ahora lucían tristes y por completo deshojados, pero los cuales repletarían de amarillo y rosa el pequeño jardín una vez la estación cálida diese comienzo, en unas semanas más.

Los amplios ventanales de la entrada reflejaban la luz del interior, y a través de uno de ellos Eren pudo ver la pequeña figura de Anka Rheinberger, la actual secretaria de su padre y quien había ocupado el lugar dejado por Frieda, cuando esta puso la floristería.

Al entrar en la consulta, se encontró con que la joven mujer —que aún no alcanzaba los treinta— se hallaba ocupada tecleando en la computadora con la cabeza ladeada hacia un lado, dejando caer su lisa y castaña melena sobre su hombro izquierdo y frunciendo el ceño en señal de evidente concentración.

—¿No es muy tarde para que sigas aquí un sábado, chica guapa? —dijo Eren a modo de risueño saludo y regaño, en cuanto entró a la recepción y se acodó sobre el mostrador para poder ver a esta.

Tal y como esperaba, los oscuramente castaños ojos de Anka se alzaron para mirarlo, llenos de sorpresa al reconocerlo, ya que desde hacía mucho él no ponía un pie en ese lugar.

—¡Eren, pero mira cómo has crecido! —respondió esta con una sonrisa cálida que iluminó su rostro—. Bueno, ¿qué quieres que te diga? Tu padre sigue trabajando, así que aún no puedo marcharme, ya sabes cómo es esto: temporada de invierno, y una que lamentablemente ha sido bastante dura. Jamás parecen haber manos suficientes para atender pacientes.

—Aun así, espero que el viejo tirano al menos te pague las horas extra —bromeó, inclinándose hacia adelante para abrazarla a modo de saludo.

—¡Claro que lo hace! ¿Crees que estaría perdiendo mi tarde libre del sábado solo a causa de mi buen corazón? —Esta pellizcó su mejilla izquierda, como cuando él era mucho más joven, sonriéndole con dulzura al decirle—: No soy tan altruista, niño.

Estar de regreso allí, en aquella amplia y blanca estancia de paredes semirrevestidas con clara madera a juego con el mostrador en ele y las alargadas estanterías colgantes donde se apilaban innumerables documentos, con sus mullidos sofás y butacas de cuero marrón que ahora lucían vacías de pacientes, fue para él como un retroceso a la infancia y su adolescencia, una sensación que no le resultó del todo agradable.

Cuando era mucho más joven, Eren solía pasar buena parte de su tiempo libre allí, a veces visitando a su padre o ayudándolo en la consulta, ya que este siempre había dado por hecho de que una vez él acabase sus estudios de Medicina, ambos trabajarían juntos, por lo que consideraba que era necesario que aprendiese lo antes posible.

Lo que Eren jamás imaginó por aquel entonces, ya tan lejano en su memoria, fue que años más tardes, incluso estar allí a la espera de ver a su progenitor, le resultaría tan angustiante como invadir un territorio enemigo.

—¿Me equivoco al suponer que esta es una visita sorpresa? —inquirió Anka con cautelosa amabilidad, sacándolo una vez más de sus elucubraciones.

—No lo haces. Realmente solo andaba por la zona y decidí pasar a saludar. ¿Crees que mi padre tardará mucho?

—Para nada; esta es su última consulta por hoy —le informó—. ¿Quieres un café mientras lo esperas? Hoy hace un frío horrible a pesar de que ya estamos en marzo.

Eren aceptó la oferta de Anka solo por tener algo que hacer. Notaba las manos ligeramente temblorosas debido a lo nervioso que se sentía, incapaz de concentrarse del todo en el parloteo de esta y respondiendo casi de manera automática a sus preguntas mientras esbozaba sonrisas que sentía nada sinceras.

Al observar como los minutos parecían no avanzar en el cuadrado reloj de pared que colgaba frente a sus ojos, se preguntó por qué demonios se estaba haciendo aquello.

No había un motivo acuciante o urgente que lo llevase a ver a su padre ese día, de hecho, podía enumerar miles de razones por las que sería mucho mejor darse la media vuelta y olvidarse de aquella estúpida visita; sin embargo, una vez más sus impulsos se habían impuesto a su sentido común, y antes de comprender lo que hacía, ya se estaba encaminando dentro de la consulta con la mente en blanco, el corazón latiéndole a mil y la necesidad imperiosa de reafirmarse en lo que fuera, tal vez solo el comprender que nada entre ellos dos tendría arreglo y era mejor darse por vencido con su padre de una buena vez; quizás el saber que Levi tenía razón al decirle que la decisión de continuar intentándolo con su progenitor solo estaba en sus manos, y podía esperar el tiempo que fuese necesario.

Al abrirse la clara puerta de cedro que daba a la sala de consulta, Eren sintió su corazón saltarse un par de latidos y encogerse a causa de los nervios. Oyó a su padre despedirse de su paciente, un hombre mayor al que reconoció como uno de los clientes frecuentes de Frieda y a quien despidió con una sonrisa cuando este inclinó levemente la cabeza al verlo.

—Anka, se ha hecho demasiado tarde, así que puedes marcharte a casa; ya me encargaré yo de cerrar todo —dijo su padre a la joven secretaria, asomándose desde la otra estancia para verla; sin embargo, cuando sus verdes ojos tras las gafas se encontraron con él, decir que se mostró asombrado era quedarse corto—. Eren.

—Hola, papá. ¿Crees poder darme un momento?

La tensión creciente que se produjo entre ambos ante su petición fue tan evidente, que incluso Anka los contempló desconcertada, de seguro sin saber qué hacer en medio de aquel silencioso fuego cruzado.

Dejando la taza de café casi intacta sobre el mostrador, Eren frotó sus manos contra la tela de sus negros vaqueros, intentando que no se notase el ligero temblor que las dominaba, contando mentalmente del uno al cien mientras esperaba por una respuesta que ni siquiera sabía si en verdad deseaba; no cuando la posibilidad de salir huyendo de allí resultaba tan tentadora.

Silenciosa y práctica como siempre, la respuesta de su progenitor fue regresar a su despacho, dejando la puerta abierta tras de sí en una muda invitación para que él lo siguiese.

Tras despedirse de la joven secretaria con una sonrisa nerviosa y palabras cortésmente ensayadas, siguió a su padre como este esperaba que hiciera, sintiéndose del mismo modo que si se dirigiese hacia la cueva de un peligroso dragón, solo con su atrevimiento como arma.

El despacho de su padre estaba tal cual Eren lo recordaba, siendo todo de un blanco inmaculado desde el techo hasta el reluciente piso de baldosas. Era un sitio sencillo y funcional, con la camilla médica tras un biombo para dar algo de privacidad a los pacientes, e instrumental médico como la balanza y el medidor de altura para los controles básicos. Un gran estante de cedro se ubicaba tras el pesado escritorio del mismo material, guardando tanto las fichas médicas como las muestras de medicamentos que habitualmente se entregaban en cada consulta.

A pesar de no desearlo, apartó la silla frente al escritorio y tomó asiento, viendo a su padre directamente a los ojos. Este —aun vestido con la blanca bata sobre el oscuro traje que llevaba ese día— se hallaba rectamente sentado con los brazos acodados sobre el escritorio y las manos entrelazadas entre sí, guardando silencio y simplemente esperando a que fuera él quien hablase primero, aunque no sabía cómo ni donde comenzar.

Años atrás, Eren solía hacer aquello bastante a menudo, pasándose por allí luego de la escuela para ser interrogado por Grisha sobre las clases y su desempeño académico, y siempre fingiendo que todo lo que este le recordaba una y otra vez debía ser, en quien debía convertirse, era lo que él realmente deseaba para su vida.

—Bueno, viendo que no vas a decir nada, supongo que tendré que hacerlo yo. ¿Qué es lo que te ha traído por aquí, Eren? —preguntó su padre, rompiendo finalmente el pesado silencio—. Creí que no tenías intención de volver a verme.

—Nunca dije que fuese así, papá, solo mencioné que era mejor que no nos viéramos por un tiempo. Hoy, sin embargo… realmente no lo pensé mucho —admitió, dejando escapar un quedo suspiro tembloroso, tirando sin piedad de un mechón de su cabello—. Dios, en verdad es horrible que llegásemos a este punto, ¿no crees?

La mirada que su padre le dio fue complicada, como casi todo lo que tenía que ver con este, en realidad. Grisha Jaeger era un buen médico, siempre agradable, preocupado y atento con sus pacientes; aun así, muchas veces Eren sentía que como persona, como padre, este dejaba mucho que desear.

—Supongo que era inevitable después de todo lo que ha ocurrido entre nosotros. Lo que has… Tus decisiones. Y las mías.

Eren sonrió quedamente y sin humor alguno al oírlo, pero agradeció el hecho de que al menos este se hubiese contenido y no lo culpara directamente por el deterioro de su relación. No creía que eso pudiese considerarse ningún avance importante entre ellos, pero al menos era un golpe menos a su ya muy dañada autoestima.

—¿Sabes, papá? Llevo muchos días pensando en lo que pasó entre nosotros la última vez que hablamos, y aunque una parte de mí solo desea olvidarse de que existes, porque me haces daño, la otra me recuerda que no es tan sencillo —admitió con sinceridad—. Mamá me visitó hace unos días atrás, y estuvo hablándome de ti y tu infancia; el motivo por los que eres de esta forma y por qué actúas como los haces a veces, sobre todo con nosotros.

—Tú madre no debería haberte dicho nada de eso.

—Tal vez no, pero supongo que ella aún espera que puedas redimirte a mis ojos y, no sé, tal vez arreglar un poco el desastre que es nuestra relación de padre e hijo.

—Sin embargo, todavía así crees que nada de eso me justifica del todo —señaló acertadamente su padre, ante lo que Eren solo pudo asentir.

—Digamos que sigo creyendo que eres sumamente injusto en muchos aspectos, pero puede que ahora te entienda un poco mejor —admitió—. ¿Por qué nunca me contaste nada de eso?

Sin dejar de observarlo, su progenitor guardó silencio por un largo, larguísimo momento; aquel tipo de contemplación silenciosa que en el pasado siempre había hecho sentir a Eren tan tenso como la cuerda de un violín. Aquel tipo de estudio meditativo que hablaba de él siendo puesto sobre la balanza para ser pesado y tasado frente a sus acciones, hallándose o no apto ante las altísimas exigencias de su padre.

En ese momento, sin embargo, no tenía nada que perder, se recordó. Para aquel hombre él solo era un error tras otro, una decepción tras otra, y de forma curiosa saber aquello, no esperar cumplir nada, lo hizo sentir tan infinitamente aliviado…

—Orgullo y vergüenza, supongo —reconoció su padre pasado unos instantes, pareciendo más incómodo de lo que Eren lo había visto jamás—. Todos tenemos algo de nosotros mismos que intentamos ocultar del resto, por el motivo que sea; después de todo, nadie quiere parecer débil, incorrecto o vulnerable frente a quienes le importan. ¿No es lo que tú mismo has hecho durante todo este tiempo, hijo?

Las palabras de este resultaron como un golpe para él, no solo porque no esperaba aquella confesión de su parte, sino porque inesperadamente comprendió que su padre tenía razón.

Durante años, Eren había intentado ocultar quien realmente era por temor a lo que el resto pudiese pensar de él, a que lo despreciaran, a que no lo amaran. Durante años fingió ser lo que se suponía esperaban que fuera, tanto que incluso a veces hasta llegó a creerse que aquella farsa realmente lo hacía feliz; por lo menos hasta que las cosas en su endeble castillo de arena se desmoronaron tanto que le fue imposible repararlas, y luego llegó Levi a su vida, mostrándole que sin importar quien fuera Eren en verdad, tendría a alguien que estaría a su lado, apoyándolo incondicionalmente.

—Yo no puedo cambiar quien soy, papá, tampoco quiero hacerlo y vivir una mentira —reconoció, alegrándose de que la voz no le temblase—. Soy fotógrafo, soy la pareja de Levi, soy el hermano mayor de Mikasa, el hijo de mamá y también el tuyo, aunque no siempre queramos aceptarlo; sin embargo, y sobre todo aquello, soy simplemente yo mismo, y por primera vez en mi vida me siento feliz de serlo.

»Nada de esto lo digo para hacerte cambiar de opinión, ni siquiera te pido que aceptes mis decisiones, tan solo quiero dejarte claro que por mi parte no hay rencor alguno, ni ahora ni a futuro. —Tras pensárselo un momento, Eren rebuscó en el bolsillo de su anorak y sacó el sobre con las invitaciones. Extrayendo una de estas, la puso sobre el escritorio, acercándola hacia su padre—. El veintiocho de este mes será la inauguración de exposición fotográfica en la que participaré, y en verdad eso es algo muy importante para mí, porque significa que lo estoy haciendo bien y sigo avanzando. Si pudieras, realmente me gustaría que fueses.

A pesar de no esperarla, la inexistente respuesta por parte de su padre sí le dolió un poco; no el dolor quemante y agudo que meses atrás generaba cada uno de aquellos rechazos, pero sí aquel que se teñía con la añoranza del niño que aun deseaba ser amado y aceptado, sabiendo que sería un sueño imposible.

Ponerse de pie de cierta forma le resultó a Eren antinatural, un acto casi mecánico que le pareció ajeno, como si su propio cuerpo no le perteneciera del todo.

Al volver el rostro hacia la ventana que daba al jardín, notó que fuera ya prácticamente era noche cerrada, por lo que de seguro Levi estaría enfadado con él por no dar señales de vida en tanto tiempo cuando ya debería haber estado de regreso en casa.

Ansioso por escapar de allí, Eren abrió la boca para despedirse, pero al darse cuenta de que no sabía que decir en realidad, le dieron ganas de reír ante lo absolutamente ridículo que aquello resultaba.

De pequeño, cuando aquel hombre enfrente suyo era a quien más admiraba en el mundo, las palabras jamás parecieron tener freno o fin para él, siempre ansioso por captar la atención de este como el héroe que ante sus ojos era; de adolescente, en cambio, Eren tan solo había sido cauto y mucho más comedido, sabedor de que un paso en falso podría haber vuelto su vida un completo caos; más del que ya era.

Ahora, no obstante, quizá cuando estaban un poco más igualados, su padre y él parecían encontrarse a años luz de distancia; tan alejados que Eren incluso dudaba que sus palabras, sus sentimientos, fuesen capaces de alcanzar a este algún día.

—¿Piensas que de haber hablado en algún momento contigo sobre mi vida, mi pasado antes de tenerlos a ustedes, algo habría cambiado para nosotros?

La pregunta de su padre desconcertó un poco a Eren, porque aquello no era algo propio de este. Grisha Jaeger jamás dudaba de sus decisiones; sus acciones eran un hecho incuestionable, y ese pequeño resquicio de debilidad tan humana, fue como un pequeño bálsamo para su corazón agrietado.

—No lo sé, papá. Tal vez sí; probablemente no —admitió toqueteando el pomo de la puerta con dedos temblorosamente ansiosos—. Sin embargo, creo que lo único que importa ahora mismo es lo que decidamos hacer a partir de este momento. No podemos deshacer el pasado, pero el futuro es algo que aún no está escrito, ¿verdad?

Una vez más no hubo respuesta por parte de su progenitor, pero, honestamente, Eren tampoco deseaba oírla; no en ese momento al menos; no con las emociones tan revueltas y la cabeza llena de cosas en las que pensar.

Asintió en dirección a este antes de abrir la puerta y escapar rumbo a la recepción ya solitaria, y aunque la tristeza y el dolor seguían resonando como una canción demasiado conocida dentro de su corazón, supo sin duda alguna que su decisión, aquel nuevo paso, había sido el correcto para seguir en su camino a superarse.

 

——o——

 

Debido a que ya pasaban por mucho de las ocho, el parque se encontraba agradablemente vacío y silencioso a esas horas de la noche; un silencio solo roto por la fría brisa nocturna colándose entre las hojas de los árboles, haciéndolos susurrar quedamente, así como también el poco tráfico vehicular que todavía circulaba a esas horas por las calles casi desiertas.

Inspirando profundo, Eren cerró los ojos un instante y se dejó caer sobre el respaldo de la banca de oscura madera donde se hallaba sentado, obligando a su cabeza a liberarse de todos aquellos pensamientos innecesarios que lo hacían sobrepensar las cosas dándole mil vueltas, como si con ello pudiese solucionar algo a pesar de saber que no sería así.

No obstante, al recordar que aquella tarde había sido capaz de hablar con su padre sin ser un desastre de emociones exacerbadas y demasiado susceptibles, no pudo evitar sentirse un poco orgulloso de sí mismo. Aquella, se dijo, era definitivamente su salida a la superficie luego de haber estado durante mucho tiempo ahogándose bajo el agua.

El conocido paso apresurado de Levi, alertó a Eren de su llegada antes de verlo siquiera aparecer por el camino de gravilla. Este, con las manos dentro de los bolsillos de su gris abrigo y el cabello ligeramente revuelto por el viento, caminaba por el sendero bordeado de arces en plena floración. Al mirar en su dirección, sus ojos grises fueron todo tormenta violenta; evidentemente luchando contra su enfado desmedido y la creciente preocupación que sentía por él.

—Antes de que comiences a regañarme, porque ya sé que lo harás, ¿podrías besarme al menos? —pidió a Levi cuando lo tuvo frente a él, posando ambas manos en su cintura para no permitirle escapar y, del mismo modo, sentir que finalmente estaba donde y con quien pertenecía.

La respuesta de su novio fue atraerlo por la nuca, sujetándolo con fuerza para besarlo con toda la violencia de la desesperación y la angustia contenida; y a pesar de que Eren sabía debería haberse sentido culpable al ser el absoluto causante de tal desasosiego, de cierta forma que Levi se preocupara de ese modo por él le dio paz. La certeza de que para alguien en el mundo era importante.

—¡Auch! ¡Levi, ¿pero qué…?! —protestó con alarma al sentir un pinchazo de dolor recorrerlo. Al llevarse una mano a los labios, en medio de la tenue luz dorada de las farolas vio sus dedos manchados con rojo, lo que lo indignó—. ¡Me has hecho sangrar!

—Te lo mereces por joderme de esa forma, mocoso. ¡¿Qué demonios era ese puto mensaje en clave?!

—¡No era un mensaje en clave, era una pista!

—¡La misma mierda! ¡¿Sabes cómo me preocupé cuando solo me enviaste una condenada foto luego de no dar señales de vida en más de una puta hora y no responder mis mensajes ni llamadas?! —soltó su novio furioso, contemplándolo con grises ojos afilados y fulgurantes—. ¡Y luego un montón de esas cosas inentendibles! ¡Pensé que te había pasado algo malo!

—Eran emoticones de felicidad, para demostrar mi amor por ti —se defendió Eren, aceptando el blanco pañuelo que el otro le tendió, llevándoselo a los labios.

Levi gruñó por lo bajo ante su respuesta.

—¡Un puto jeroglífico habría sido más fácil que descifrar que esas ridiculeces!

—Pero aun así descubriste donde estaba y pudiste llegar hasta aquí —le dijo, abrazándolo por la cintura y alzando el rostro para sonreírle, intentando de ese modo apaciguar su malhumor—. Entendiste lo que quería decirte.

—Tch, entender y una mierda, mocoso malcriado. Solo agradece que tengo una memoria excelente y tras pensarlo un poco recordé este lugar, por lo que supuse estarías aquí —replicó con seriedad; aun así, cuando este enredó los dedos en su cabello para sujetar su cabeza, ya no parecía tan enfadado—. Y bien, Jaeger, ¿qué ha pasado ahora para que hicieras todo este numerito de desaparición?

—Ha pasado que tras acabar de trabajar me pasé por la consulta de mi padre y hablé con él sobre lo que me había dicho mamá —explicó, apoyando la cabeza contra el vientre de Levi, suspirando cuando este le acarició el cabello con ternura—. Le dejé una de las invitaciones para le exposición fotográfica y le pedí que asistiera, explicándole que de verdad era algo muy importante para mí; por supuesto, no me dijo nada. Dios, realmente debo ser muy estúpido por seguir creyendo que conseguiré algo con él.

—¿No te dije acaso que dejaras de mortificarte por seguir intentándolo con tu viejo? Joder, el bueno del doctor me cae como una patada al hígado, pero sigue siendo tu padre, y si algo positivo ha hecho en su vida, fue tenerte a ti.

—Eso ha sido realmente muy cursi de tu parte, Levi, pero me ha hecho increíblemente feliz oírlo. —Divertido, Eren alzó el rostro para verle con una juguetona sonrisa curvando sus labios—. Necesito mi cámara para fotografiarte ahora mismo.

—Lo que necesitas es un buen par de patadas en el culo y disciplina, mocoso rebelde —replicó su novio, pellizcando sus mejillas—. Pero lo has hecho bien, Eren —susurró, besando su frente—. Estoy orgulloso de ti.

El beso en aquella ocasión no tuvo la urgencia enfadada y desesperada del primero, sino que fue toda la suave calma de un lugar amado y seguro, del saber que ambos se pertenecían porque siempre habían estado destinados encontrarse en medio de la vorágine que eran sus despedazados mundos.

Eren rio un poco más ante los regaños de Levi por haberlo asustado de ese modo al no responder antes a sus llamadas, prometiendo no volver a hacer aquella tontería nuevamente y disculpándose por aquella infantil necesidad de atención.

—La cena ha tenido un cambio de planes también —le informó a su novio unos instantes después, pasándole una bolsa de papel cuando este tomó asiento a su lado en la banca—. Kolaches rellenos de queso y té, porque no había ponche en ningún lado.

—Tch, cena y una mierda. ¡Esto es una merienda!

—Totalmente, pero, ¿no crees que es un buen cambio?

Los ojos de Levi, tan pálidos como la débil luna que ya decoraba el cielo, lo contemplaron atentos durante unos instantes. Ojos de escarchado y reluciente invierno que tiempo atrás habían fascinado a Eren por todos los secretos que vislumbraba tras estos, y que ahora, sin embargo, representaban una de las cosas que más amaba en el mundo.

—Lo es —admitió este, aceptando su vaso térmico con té y destapándolo para darle un sorbo—. ¿Nuevamente vas a pedirme que tengamos una cita, mocoso?

Él sonrió ampliamente al oírlo.

—Así que sí lo has recordado —le dijo, contento—. Temía que no lo hicieras; no como yo al menos. Que ese día no significara para ti, tanto como para mí.

—Tch, como si esa vez no me hubieras dado también un susto de mierda, Jaeger. Realmente eres un mocoso problemático, desde el primer día; un auténtico dolor en el culo, pero joder si no significó lo mismo para mí. Después de todo, para ese entonces ya estaba enamorado de ti.

Abochornado e inmensamente feliz ante la inesperada confesión de Levi, Eren —sintiendo su rostro arder a causa de la vergüenza— sacó un kolache de la bolsa y cortó un trocito, llevándoselo a la boca para masticarlo. Tumbándose en la incómoda banca cuan largo era, apoyó la cabeza sobre el regazo de Levi, suspirando cuando este le acarició el cabello.

—Aquel día, tras encontrarme con Jean, solo deseaba morirme, ¿sabes? Desde que te había conocido, desde que comencé a frecuentarte y nos hicimos amigos, por primera vez en mucho tiempo me sentía bien y feliz conmigo mismo; no obstante, Jean vino y mi mundo volvió a colapsar por completo debido a la culpa y la vergüenza; me sentía horrible y a la única persona que deseé acudir en ese momento fue a ti, y lo hiciste. No eras nada más que un amigo al que acababa de conocer, pero viniste por mí y eso significó tanto, Levi… Y luego tuvimos una cita por primera vez y me dijiste que debía importarme una mierda lo que el resto pensara de mí, y me lo pude creer. Pude creer que quien yo era, que todo lo que sentía y quería, no era un error.

»Hoy mi padre me dijo que todos ocultamos una parte de nosotros mismos a las personas que queremos o no deseamos decepcionar; aquellas cosas que menos nos gustan o nos avergüenzan. Él lo hizo con Mikasa y conmigo, y yo lo hice con todo el mundo, incluso contigo cuando te conocí. La cara oculta de la luna —dijo con una queda sonrisa en su dirección—. Desde que comprendí que no podría ser lo que el resto esperaba que yo fuese, siempre intenté ocultar lo que sentía estaba mal en mí; sin embargo, cuando te conocí, Levi, cuando me contaste tu historia y te vi levantarte a pesar de ella, deseé que vieras todo de mí, lo bueno y lo malo, mis miedos y las fortalezas que había olvidado que tenía. Conocerte me hizo darme cuenta que yo también podía hacerlo, porque los corazones rotos pueden sanarse, aunque falten piezas para cubrir los espacios destrozados. En esa ocasión, en nuestra primera cita, me dijiste que si el mundo no me bastaba, el espacio sideral era infinito. Pues bien, mi mundo aún sigue limitándome un poco a veces, pero no tanto como antes, y lo que veo cuando miro hacia adelante, me gusta. Gracias por ser parte de este viaje.

La respuesta de Levi fue el silencio, pero tras unos instantes de meditabunda concentración, este metió la mano en el bolsillo de su abrigo y sacó una abultada bolsita de papel, la cual dejó sobre su pecho.

—Toma, para ti.

Sorprendido, Eren pestañeó un par de veces, dividido entre sentirse culpable por estar recibiendo un presente de su novio cuando se había portado tan mal aquella tarde, o alegrarse porque este nunca dejase de pensar en él.

Al sacar el contenido de esta y ver que era una blanca lechuza hecha a base de conchillas, no pudo evitar romper a reír.

—¡Me encanta! —le dijo con sinceridad, tomando la fría mano de Levi para dejar un beso sobre esta—. Muchas gracias.

—De nada. Sabía que lo haría. —Apartando un par de castaños mechones de su frente, este lo miró muy serio—. ¿Sabes, mocoso? Las lechuzas son animales complicados para muchos; no son ni malas ni buenas, por lo que dependen de la percepción de cada cual sobre ellas. Aun así, estas ven lo que para el resto pasa desapercibido, lo que todos los demás ignoramos porque está oculto; del mismo modo que lo haces tú con la fotografía, Eren. Lo que ven tus ojos, es realmente tu corazón hablando, y para mí no hay nada en este mundo que sea más hermoso.

A pesar de no querer que sucediera, sus ojos acabaron llenándose de lágrimas tontamente sentimentales ante las palabras de su novio; sin embargo, decidido a no arruinar aquel momento con un ataque de llanto, Eren sonrió a este, diciéndole juguetonamente provocador:

—Entonces, deberías posar para mí, Levi.

—Sí, tal vez debería hacerlo.

Su boca, sonriente hasta ese entonces, se abrió con incredulidad al oír aquello, sobre todo al ver que no había burla ni duda alguna en la expresión del otro hombre, sino que absoluta sinceridad.

No obstante, antes de que Eren pudiese decir nada, su novio se inclinó en su dirección para rozar su nariz con la suya, sus labios contra los suyos, besándolo sin que importase nada más que ese instante en el tiempo donde ambos eran todo y se pertenecían. Ese momento donde el cielo parecía infinito e inabarcable, lleno de estrellas por una vez no tan lejanas y donde la luna, radiante en su pálido esplendor y sin oscuridad alguna, brillaba por y para ellos.

Finalmente ya no había secretos que ocultar.

Notas finales:

Lo primero, como siempre, es agradecer a todos quienes hayan llegado hasta aquí. Espero de corazón que este capítulo fuese de su agrado y valiera la pena el tiempo invertido en él.

Lo segundo, es disculparme por esta horrible tardanza en actualizar la historia. Tengo muchas excusas, pero supongo que la principal es que esta escritora es un poco enfermiza en general, y no acaba de salir de una para caer en otra; aun así, ya llegamos al capítulo 40 y comenzamos la recta final de In Focus. Quince capítulos más y nos despedimos por aquí.

Y bueno, solo espero que al menos el capítulo de hoy les gustase y compensara la larga espera, con todo lo que trajo en él; y que al menos sorprendiera un poquito, jaja.

En esta oportunidad, volvimos a un hecho importante ocurrido en el capítulo 15, Espacio Sideral. Una vez más Eren y Levi se encuentran en el mismo parque y una vez más Levi va en busca de Eren y tienen una extraña cita; este pequeño paralelismo estuvo planeado desde el comienzo para mostrar lo mucho que Eren ha avanzado desde ese punto de la historia hasta este; cuanto ha crecido respecto a su sanación, así que espero les gustase.

Otro dato bobo, es respecto a las lechuzas, y por qué Levi le obsequia una a Eren. Honestamente (y como algunos ya sabrán) yo siempre juego mucho asociando a Eren con este animal, en parte por sus ojos, y en segundo lugar, por lo ambivalente que él es como personaje, estando siempre un poquito en la cuerda floja del bien y el mal, como las mismas lechuzas, ya que estas para algunas culturas son el mal personificado, pero para otras, solo representan cosas buenas. Esa ambigüedad es algo que siento encaja muy bien con Eren, así como el hecho de que él sea capaz de ver más que el resto (y no solo en esta historia). Así que de allí mi caprichosa y egoísta elección, que espero puedan perdonar.

Un datito más, es que buena parte de este capítulo fue inspirado por el tema The Upside de Lindsey Stirling en conjunto con Elle King. Es un tema hermoso, de mucha superación personal, y que creo que a todos nos viene bien en los momentos emocionalmente más bajitos que a veces tocan en la vida.

Para quienes leen el resto de mis historias, aviso que de momento solo estaré actualizando los domingos, pero lo haré con todo lo que pueda, por lo que a lo largo de la tarde subiré el capítulo 7 de Tú + Yo = Allegro y el 3 de Love in Four Seasons. Para el siguiente domingo, estará el 14 de La Joya de la Corona, el 4 de Love in Four Seasons y el 2 de Pide un Deseo. Una vez más espero disculpen por este nuevo método, pero al menos así voy avanzando.

Una vez más, gracias a todos quienes leen, comentan, envían mp´s, votan y añaden a sus listas, marcadores, favoritos y alertas. Siempre son la llamita que mantiene encendida la hoguera de la imaginación de esta escritora.

Un abrazo a la distancia y mis mejores deseos para ustedes.

 

Tessa.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).