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In Focus (Riren/Ereri) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

Capítulo 5:

Magia

 

La magia es caos, arte y ciencia. Es maldición, bendición y progreso. Todo depende de quién se sirve de la magia y para qué fines. La magia está en todas partes. Alrededor de nosotros.

(Andrzej Sapkowski, La Sangre de los Elfos)

 

 

 

El retumbar de los truenos lo despertó de golpe, con el corazón saltando de forma salvaje dentro de su pecho y pulso acelerado a causa del miedo. Durante unos pocos segundos, sumido todavía en el duermevela del sueño, Levi creyó que aquellos ruidos provenían de una explosión y el terror lo inundó por dentro como una corriente fría y, para cuando finalmente fue capaz de comprender cuál era la auténtica fuente de su miedo, fue la vergüenza y el enfado quienes lo envolvieron en su pesado manto.

Hange tenía razón, en verdad estaba jodido.

Una vez que ya estuvo lo suficientemente calmado, Levi manoteó a su lado, en el sillón, hasta dar con su móvil para mirar la hora. Eran poco más de las tres de la madrugada, lo que indicaba que había dormido cerca de cinco horas continuas, lo que en su caso era casi un verdadero logro ya que solía descansar muy poco y los malos sueños eran sus visitantes más asiduos.

Aquella noche, nada más llegar de lavar y poner a secar la ropa de Eren, encontró que este ya estaba profundamente dormido, tumbado de semicostado sobre el sofá con Ludwig a su lado robándole espacio. El chico parecía un poco incómodo, con las largas piernas sobrándole por varios centímetros sobre el brazo del mueble y la cabeza apoyada en una de sus manos en un ángulo muy malo. Levi, un poco preocupado porque se hiciese daño, pensó en despertarlo para que se fuera a dormir al cuarto de invitados pero, a pesar de saber qué era lo correcto, no fue capaz de hacerlo. Después de todo lo que habló esa noche, de todas las cosas que terminó por confiarle al joven fotógrafo, se sentía demasiado avergonzado y enfadado consigo mismo, y quizás un poco con Eren, por volverlo tan vulnerable. Necesitaba un poco más de tiempo para recomponer su máscara de fría indiferencia y poder a mirarlo a los ojo como si nada de eso hubiese ocurrido jamás.

Fue así que finalmente él mismo terminó por sentarse en uno de los sillones y, mientras contemplaba el continuo caer de las cristalinas gotas tras la ventana rememorando su pasado y todos los recuerdos que aquella charla parecía haber removido, acabó por quedarse dormido. Hasta que los malditos truenos lo hicieron salir de la inconciencia del sueño.

Joder, que pésima manera de despertar, pensó molesto.

Intentando hacer el menor ruido posible para no despertar el chico ni al perro, Levi se levantó para ir al cuarto de baño de su habitación un momento. Estaba tan acostumbrado a dormir poco y mal que la incómoda posición del sillón no logró hacer mella en su cuerpo aunque sí notaba el cuello y los hombros un poco rígidos. Por otro lado, sentía la cabeza un algo embotada aún, tal vez por el sueño excesivo; necesitaba con urgencia despabilarse un poco.

Cuando estuvo ya de regreso en la sala, Levi se acercó a la pequeña cocina para prepararse un té, seguro de que por esa noche no podría volverse a dormir; no obstante, luego de pensarlo un poco y dejando de lado su sentido común, fue hasta la modesta cava de vinos que tenía y eligió uno para servirse una copa.

Necesitaba algo más fuerte que un té para apaciguar su mente.

El nuevo restallido en el exterior esta vez fue mucho más potente y se repitió tres veces andes de volver a calmarse, aunque lo hizo de una forma tan brusca que pareció dejar la amenaza latente de que el caos podría volver a desatarse en cualquier momento. Al parecer, se dijo, un poco divertido, el cielo estaba tan cabreado como él se sentía esa noche.

Lentamente se acercó hasta el ventanal central para observar desde allí la inmensidad del mar a la distancia mientras deba un sorbo a su copa y dejaba que la leve acidez del vino se impregnara en su boca. La lluvia que caía en el exterior ahora era una suave y constante cortina de agua, con gotas finitas y delicadas que parecían deslizarse una sobre la otra hasta perderse en la oscuridad nocturna. De cierta manera, observar aquello era casi relajante, casi hipnótico. Era como permitirse dejar la mente en blanco para no pensar ni sentir nada. Un vacío absoluto.

—¿No has dormido nada?

Abriendo los ojos que ni siquiera recordaba haber cerrado, Levi se volteó a mirar a Eren estaba sentándose en el sofá. Una mueca de dolor se dibujó en su atractivo rostro moreno cuando este estiró los músculos y notó lo contracturados que seguramente estaban luego de dormir en aquella posición tan lamentable. Que chico más idiota.

—Unas cuantas horas. Más de lo normal en mí, de hecho. No suelo descansar demasiado —reconoció. Una leve sonrisa asomó a sus labios cuando el otro se levantó y tuvo que ahogar un gemido de dolor al apoyar las piernas en el suelo, mirándolo un poco avergonzado por ello—. Veo que no has tenido un descanso reparador.

Eren se pasó una mano por el lacio cabello suelto, nervioso, y soltó una corta carcajada. Ludwig, también acabando de despertar de su sueño, los miró a ambos y bostezó aparatosamente.

—No es tan malo como parece, solo me siento algo… incómodo. Después de que me mueva un poco se me pasará, ya verás.

—Tch, es tu maldita culpa por ser tan jodidamente alto —soltó Levi. Los ojos verdes del chico, un poco velados todavía a causa del sueño, lo miraron divertidos—. Desde aquí oigo crujir tus articulaciones, mocoso.

El atronador sonido de un nuevo trueno se tragó el silencio y el resplandor azulado y purpura de un relámpago, con aquel leve toque espectral, iluminó la sala en semipenumbra como si la hubiese cargado del mismo tipo de energía que este poseía.

Y Levi pensó que aquello era hermoso.

El observar a Eren contemplando con embelesado asombro la fuerza de la naturaleza desatada en el exterior, la fascinación que este parecía experimentar por lo que capturaban sus ojos, casi como si fuese un milagro, era uno de aquellos momento especiales que él supo iba a atesorar toda su vida.

Él no era un fotógrafo como el chico ni entendía nada sobre cómo funcionaba todo eso, pero estaba seguro de que aquella imagen se quedaría grabada en su memoria para siempre. Una fotografía mental perpetua que no se borraría con los años ni el tiempo transcurrido.

Tomando una profunda respiración para volver a la realidad y escapar de aquella especie de hechizo que el otro parecía provocar en él, Levi, intentando que su vergüenza no se notara, le dijo de pronto al chico para volver a llamar su atención:

—He dejado tu cámara allí —y con un gesto de la barbilla le indicó el otro sillón donde descansaba el bolso del joven.

Todavía algo confundido tras salir de su propio mundo de fantasía, Eren lo miró pestañeando un par de veces.

—¿Cómo?

—Que subí tus malditas cosas luego de encargarme de tus ropas, idiota —Levi negó con un gesto de fastidio y volvió a llevarse la copa a los labios—. Cuando subí ya te habías quedado dormido como un jodido muerto.

—Lo siento —se disculpó Eren, pero en realidad no parecía nada compungido—. Hoy tuve un día terrible en el trabajo y luego cuando decidí irme a casa de mis padres, para dejar solos a Armin y Annie en el departamento, noté que se estaba comenzando a formar la tormenta y cambié de opinión, por lo que baje hasta la playa para fotografiar y bueno… supongo que el resto ya lo sabes.

—Tch, eres un auténtico fastidio, Eren Jaeger.

Él chico se encogió de hombros y le guiñó un ojo con coquetería.

—Viniendo de ti, creo que eso suena casi como un cumplido. Ten cuidado, Levi, no vaya a ser que me acostumbre.

Él solo puso los ojos en blanco ante sus estúpidos comentarios y se dirigió a sentarse en el sillón que ocupaba minutos antes. Trotando, Ludwig se sentó frente suyo y apoyó los negros belfos sobre su muslo para que lo acariciara, cosa que hizo de manera casi mecánica.

Pidiendo que lo disculpara un momento, Levi observó a Eren tomar su bolso y perderse en la habitación de invitados que le asignó con anterioridad. Debería haber sido normal, él estaba acostumbrado a no contar con su presencia, hacía una semana ni siquiera lo conocía; pero, sorpresivamente, se dio cuenta de algo que no le gustó demasiado: sin el chico allí se sentía solo.

Horas antes, después de aquel extraño estallido de confesiones que pareció dominarlo por completo, una vez regresó la luz y con ella el final de la intimidad, Levi, amparándose en excusas, huyó a toda prisa a la planta baja para poder poner algo de distancia entre ellos y así poder serenarse. Para poder volver a ser el dueño absoluto de sí mismo.

Él jamás había sido bueno abriéndose con nadie, ni siquiera con sus seres más cercanos. No era que Levi no confiase en ellos, claro que no, solo era que no se sentía cómodo con eso; quizás se debiera al hecho de que no era bueno usando las palabras y siempre temía que estas acabaran siendo tergiversadas de una u otra forma; o tal vez, simplemente, era cobardía. No estaba del todo seguro; pero, sin embargo, con Eren parecía que siempre bajaba la guardia. Era como si con aquella bonita sonrisa y aquellos ojos que lo desarmaban, el chico tuviese la habilidad de colarse de forma alarmante bajo sus defensas y, el mejor ejemplo de ello, era que esa noche Levi terminó por contarle buena parte de su pasado, de las cosas más dolorosas que vivió y que siempre intentaba guardar para sí.

¿Por qué aquel condenado chico debía ser tan peligroso?, se preguntó frustrado.

Mierda, si solo hubiese mantenido su puta boca cerrada…

—¿Quieres que eche un poco más de leña al fuego para avivarlo? Está comenzando a morir.

Sorprendido, Levi levantó la vista y se encontró con que Eren ya estaba de regreso, observándolo con aquella verde mirada tan suya clavada sobre él, expectante y curiosa, como cada vez que este contemplaba algo que quería retener y grabar en su memoria.

—Claro —murmuró, asintiendo con un gesto vacío.

Si el joven notó algo raro en su actitud, no lo hizo notar y se dirigió con rapidez hacia el hogar, acuclillándose ante él mientras echaba algunos de los maderos cortados que estaban apilados ordenadamente a un lado y los removía un poco.

Decidido a no dejarse abatir más por aquel ánimo deprimente y sombrío, Levi se sacudió la melancolía y las dudas para ponerse de pie y dirigirse otra vez hacia la pequeña cocina que tenía la planta superior.

Mientras preparaba un par de platos con las cosas que les sobraron de la cena, de soslayó observó cuando Eren, ya de regreso en el sofá con el perro echado a su lado, comenzaba a revisar con seria concentración las fotografías que seguramente habría tomado esa tarde. Por primera vez no pudo evitar sentir un poco de curiosidad por ello, deseando también poder verlas y compartir aquello con él.

¿Qué pasaría si le dijera a Eren que se las enseñase?, se preguntó. Hasta el momento, jamás había visto un trabajo en bruto del chico, solo fotografías que este ya tenía pulidas y consideraba aceptables para que las viese. Aunque Eren cargaba con la cámara para todos lados y siempre encontraba algo que llamase su atención, fotografiándolo, Levi nunca sintió la necesidad ni la curiosidad suficiente para pedirle verlas y el otro tampoco se lo ofreció. Entonces, ¿qué era lo que estaba cambiando dentro de él, lo que Eren parecía estar removiendo? ¿Por qué esa necesidad acuciante de llegar a conocerlo más, de comprender lo que pasaba por su cabeza?

Oh, demonios…

Desterrando sus dudas al fondo de su mente, decidido a que por esa noche no lo incordiaran más, Levi se dirigió hacia la sala nuevamente. Dejando con suavidad la bandeja sobre la mesilla de centro, acomodó los platos con comida y la botella de vino que abrió con anterioridad.

De inmediato el chico levantó la vista para verlo; parecía contento.

—¿Quieres un poco? —le preguntó a Eren, señalando el vino. Durante unos pocos segundos lo vio dudar, debatirse entre aceptar su oferta o rechazarla, pero este finalmente aceptó con un asentimiento—. Es un Chianti Clássico de una reserva bastante buena. Fue un obsequio de Erwin —explicó mientras llenaba ambas copas—. No pensaba abrirlo hoy pero… qué más da. Creo que va a gustarte.

Al ver como el chico se llevaba la copa a los labios con algo de recelo, una idea un poco absurda llegó a su cabeza, pero la desterró de inmediato descartándola por imposible. No obstante, cuando este bebió un poco del rojo líquido y arrugó la nariz con evidente desagrado, Levi no pudo evitar reírse al corroborar que sus sospechas eran ciertas.

—Tch, que mocoso —soltó él, divertido—. ¿En verdad nunca has probado vino? ¿De ningún tipo?

—¡No suelo beber! —se justificó Eren con infantil indignación, dejando la copa a un lado junto a la lámpara encendida. Un sonrojo furioso invadió su rostro hasta las orejas—. A lo más suelo tomar un par de cervezas con mis amigos.

—Lo dicho, un mocoso —repitió Levi, dedicándole una mirada de burlona superioridad.

Una tímida sonrisa cargada de azoradas disculpas se dibujó en sus labios. Sus ojos verdes velados ligeramente por sus tupidas pestañas.

Touché, supongo que tienes razón, soy un mocoso —reconoció—. ¿Tú sueles beber mucho, Levi?

Él se apresuró a negar.

—Casi nunca, a menos se esté con amigos o en alguna reunión de trabajo, claro. Pero hoy… supongo que era el día propicio.

Eren no preguntó nada más sobre sus motivos y él lo agradeció. Lo cierto es que le sorprendía lo bien que el chico fotógrafo parecía haber asimilado toda su historia: nada de preguntas incómodas o miradas cargadas de lástima que era lo que Levi más detestaba. Su pasado era su pasado y punto, no podía cambiarlo y en general tampoco deseaba hacerlo, porque este mismo lo llevó a tomar decisiones y no todas resultaron ser tan malas.

Sin embargo, lo único que hubiese deseado borrar con todas sus fuerzas de su memoria seguía allí, atormentándolo, filtrándose en su debilidad. Cargándolo de culpa y remordimientos cual pesadas cadenas…

Clic.

Sorprendido, levantó la vista y se encontró con Eren enfocando su condenada cámara hacia él. ¡¿Qué demonios?! ¡¿En qué momento el mocoso de mierda se puso a fotografiarlo?!

Antes de que Levi fuese capaz de reaccionar para echársele encima y arrebatarle el aparato de las manos, este ya había logrado tomar unas cuantas fotografías más de él. Eren se reía como un desquiciado, divertidísimo de su reacción, intentando poner resistencia a su embate aunque rápidamente quedó claro que Levi era mucho más hábil y fuerte que él cuando por fin se la quitó, logrando inmovilizarlo boca abajo en el sofá y con las manos tras la espalda en unos cuantos movimientos.

—Me rindo. Me rindo —soltó Eren en una especie de gemido entrecortado con risa—. Ya, Levi, me ha quedado claro quién manda.

—Jodido crío. Te dije que nada de fotografías sin mi permiso, ¿no? —le dijo mientras lo liberaba del agarre. Eren volvió a sentarse bien y se sobó un poco las muñecas donde él lo sujetó con fuerza—. Quiero que las borres —le exigió pasándole nuevamente la cámara.

Ante su reclamación, este solo frunció un poco el ceño y apretó los labios en una mueca de obstinado disgusto. Durante el poco tiempo que Levi lo conocía, en muy raras ocasiones el chico dejó entrever ese lado de su carácter, el cual en su opinión, era un jodido fastidio porque Eren podía llegar a ser muy terco cuando deseaba algo. Y en ese momento, lo estaba demostrando.

—Negociemos —le dijo este pasados unos pocos minutos. Una de aquellas sonrisas manipuladoras asomó a sus labios e iluminó sus expresivos ojos verdes con una pátina dorada a causa de la poca iluminación de la habitación.

Levi no pudo evitar preguntarse si Eren sabría el efecto que tenía ese gesto y si lo estaba empleando para conseguir que él se ablandara con ello.

Sentado ahora a su lado en el sofá de cuero negro, Levi enarcó una de sus delgadas cejas y cruzó los brazos sobre el pecho.

—Negociar y una mierda. Bórralas, Jaeger. Ya mismo —repitió con rotundidad—. No tienes nada con lo que convencerme.

—Una fotografía impresionante —le dijo el chico repentinamente. Levi lo miró con curiosidad—. Me dijiste que te gustaría ver como todo esto se ve para mí, ¿no? Si es una fotografía impresionante, me quedo tus fotos. ¿Trato?

Un pesado suspiro de hartazgo escapó de sus delgados labios.

—Bien, bien, lo que sea. Maldito mocoso —masculló entre dientes. Al ver que Eren sonreía como un idiota, le dieron ganas de pegarle un puñetazo y borrarle la alegría de la cara, pero se contuvo—. Pero ten claro que no me convencerás con cualquier mierda. Te lo voy a poner difícil.

—Lo sé, lo sé —poniéndose de pie, Eren volvió a guiñarle un ojo y levantó los brazos sobre su cabeza para desperezarse, estirándose con la misma gracia lánguida de un gato y enfatizando lo condenadamente alto y delgado que era—. Confía en mí.

El chico tomó su cámara y sin decirle nada más se acomodó frente al ventanal central sentándose en el suelo de tarima con las piernas cruzadas, mirando detenidamente al horizonte. Sin poder evitarlo, y aunque le daba un poco de vergüenza hacerlo, Levi terminó por levantarse del sofá y acomodarse en uno de los sillones para así quedar un poco más cerca del joven fotógrafo y verlo hacer su magia.

Por mucho que reclamara y protestara cuando el otro le robaba alguna que otra fotografía, no podía negar que de cierta forma se estaba adaptando a esa rutina entre ellos. En algunas ocasiones, Levi fingía que no se daba cuanta cuando Eren, disimuladamente, tomaba alguna foto de él y solo lo dejaba hacer, ¿para qué discutir si no iba a cambiar nada? Pero en otras como aquella, donde este era abiertamente descarado, peleaba con el chico para conseguir que las eliminara a lo que el otro le ofrecía algún tipo de tonta apuesta o trato. De momento, Levi nunca ganó ninguna de aquellas pequeñas escaramuzas.

Porque no quería ganarlas. Ese era su vergonzoso secreto.

Eren detrás de una cámara, enfocado en lo que solo él veía, en ese mundo que parecía estar en su cabeza y que solo era capaz de reflejar en aquellas imágenes, era una de las facetas de aquel misterioso chico que más le gustaba e intrigaba a Levi; pero, una que al mismo tiempo lo asustada un poco.

Por ese motivo y a pesar de que este le ofreció en un par de ocasiones ver las fotografías que le había tomado y que ya tenía trabajadas, siempre terminó rechazándolo. No quería saber lo que Eren veía en él cuando lo observaba; como lucía ante sus ojos. La sola idea de que este pudiese capturar sus miedos y debilidades, su autoimpuesta culpa, lo aterraba. Prefería mil veces refugiarse en su ignorancia y seguir con ese juego idiota hasta que alguno de los dos se cansara. Hasta que Eren decidiera finalmente que no valía la pena rogarle casi cada día para que fuese su modelo.

Porque Levi estaba seguro de que no tenía nada bueno que ofrecerle. Nada bueno que valiera la pena que el otro reflejara a través de su especial forma de ver el mundo.

—Oi, Eren —le dijo para llamar su atención, con una suavidad inusitada en él, pasados unos cuantos minutos de silencio entre ambos. Sintiéndose algo cansado, Levi permitió que su cabeza resbalara un poco por el respaldar hasta quedar ligeramente inclinado sobre el sillón. Apenas moviéndose del sitio donde se encontraba, el chico se giró para verle mejor—. Realmente, ¿porque estás tan obsesionado con fotografiarme? Lo he pensado detenidamente algunas veces pero, por más que lo intento, no logro comprenderlo. ¿Por qué yo? ¿Por qué no puede ser alguien más?

Los delgados dedos de Eren, inquietos y hábiles, tamborilearon en el negro cuerpo de la cámara. Una danza nerviosa que él le había visto hacer en bastantes ocasiones cada vez que este estaba un poco ansioso. Sus ojos verdes se clavaron en el suelo, ensombrecidos por sus largas y espesas pestañas oscuras.

¿Tan compleja era aquella pregunta?, se cuestionó Levi. Se suponía que el mocoso debía tener claro el motivo por el cual lo deseaba a él de modelo y no a otro. Estaba seguro de que Eren podría haber convencido con aquella maldita sonrisa a cualquiera; entonces, nuevamente, ¿por qué él? ¿Por qué Levi Ackerman entre los miles de personas que vivían en esa condenada ciudad? No lo entendía.

Pillándolo por sorpresa, en un rápido e inesperado movimiento, el chico se arrastró un poco sin cambiar de postura hacia donde estaba él sentado, quedando casi a su altura. Eren apoyó ambos brazos en el lateral del sillón, permitiendo que su cabeza, con el rostro inclinado hacia él, reposara allí.

Un ramalazo de vergüenza lo invadió cuando aquel par de ojos verdes, fijos en él a esa corta distancia, comenzaron a observarlo con aquella extraña e intensa fascinación que el joven parecía mostrar en algunas ocasiones. Sin que comprendiera del todo el motivo, su corazón pareció decidir traicionarlo en ese momento y acelerarse un par de latidos.

—Durante casi dos años fui incapaz de fotografiar a otra persona —le dijo Eren. Las palabras escaparon de sus labios, suaves y cadenciosas, como un murmullo—. Lo cierto es que creo que ni siquiera deseaba hacerlo o más bien, estaba determinado a no hacerlo —explicó con absoluta seriedad—; pero, la primera vez que te vi en la playa, no cuando Ludwig se me tiró encima y te acercaste a hablarme, sino que dos días antes, algo pareció despertarse dentro de mí. Estabas allí de pie, observando el mar con las manos enfundadas en los bolsillos y el viento agitándote el cabello. Parecías tan frío y distante; sin embargo… algo en ti me atrapó nada más verte. Sin pensar en ello, en si estaba bien o mal, terminé fotografiándote y, entonces, me quedé impresionado contigo; con lo que veía cada vez que te observaba, Levi Ackerman —confesó. Una débil sonrisa perfiló sus labios y cierta culpabilidad se pintó en su rostro al ver su sorpresa—. Eres hermoso. Me gustas. Por eso quiero fotografiarte. Por eso no puede ser nadie más que no seas tú.

Conteniendo el aliento, Levi observó aquellos ojos verdes y la verdad escrita en ellos; pura y desnuda, sin artificios de ningún tipo, tal cual era Eren. Él hizo una pregunta y el chico le dio una respuesta, ¿no?

Cuánta razón tenía cuando se inclinó por la ignorancia, pensó con remordimiento. El conocimiento, sin lugar a dudas, podía ser aterrador.

Pero tal vez, lo que más miedo daba fuera el hecho de que las palabras de Eren no lo hicieran querer alejarse y huir de su cercanía. Por el contrario, por primera vez en mucho tiempo, estaba deseando quedarse junto a alguien.

Quizás después de todo, las heridas estaban comenzando a sanarse.

 

——0——

 

No era una mentira.

Nada de lo que acababa de salir de sus labios lo era y, por eso mismo, Eren deseaba con desesperación que alguno de los relámpagos que restallaban fuera de la casa lo golpeara de una buena vez y acabara con su avergonzado sufrimiento.

¿Qué lo había poseído para soltarle una confesión así a Levi?

Dios, realmente quería que se lo tragase la tierra, sobre todo porque la incrédula sorpresa reflejada en ese par de ojos grises le gritaba que acababa de cometer un error. Un error de esos tan enormes que no existía modo alguno de zafarse de él.

Tenía que disculparse. Tenía que explicarse para que él no malinterpretara las cosas, porque sus intenciones al decirle aquello no eran otras más que sacar fuera lo que llevaba dentro desde que lo conoció. Las mil emociones distintas que el conocerlo parecía haber hecho estallar dentro de su pecho y que lo obsesionaban con desear ver más, con conocer más de ese hombre que sin proponérselo siquiera logró que rompiese su promesa autoimpuesta.

Eren por nada del mundo quería que este volviera a poner aquella pared de distancia entre ellos y perder su reciente amistad solo por un descuido de su parte.

Respiró profundo y se mordió el labio inferior con fuerza mientras dejaba escapar el aire muy despacio, intentando relajarse. Cuando estuvo seguro de que tenía las ideas más o menos claras y no soltaría ninguna otra barbaridad, finalmente se decidió a hablar.

—Levi, yo… —comenzó a decir, pero fue interrumpido por este antes de que pudiese acotar algo más.

—Eso no me hará cambiar de idea, mocoso.

Eren levantó el rostro sin comprender nada y lo miró confundido.

—¿Eh…?

—Tch, que sigo diciéndote que no, Jaeger. No voy a posar para ti por más tonterías cursis que me sueltes —le aclaró Levi. Una afilada y peligrosa sonrisa asomó a sus labios. Una provocación silenciosa—. Y te recuerdo que las fotografías que me robaste siguen condicionadas de aquí a que amanezca y saques tu trasero de mi casa. Si no me gusta tu trabajo, las borras y punto.

Una vía de escape, pensó Eren tras oír lo que el otro acababa de decirle. Levi, como si hubiese percibido su vergüenza e inseguridad, su desesperado intento de encontrar la manera de salir de ese embrollo, estaba fingiendo que su atolondrada confesión no lo afectó en lo más mínimo; como si esta no hubiese ocurrido jamás. Regañándolo con su poco tacto habitual, le estaba dando la oportunidad de retomar su relación desde el mismo punto donde estaba antes de que él respondiese a su pregunta; puede que incluso a antes de que esa noche comenzara y al parecer ambos fuesen incapaces de mantener la boca cerrada.

Un reinicio, se dijo enormemente aliviado. La oportunidad de comenzar otra vez sin errores estúpidos, sin malos entendidos; sin embargo, al percatarse de la forma en que el otro lo miraba, en la inesperada calidez que suavizaba ligeramente el tormentoso gris de aquellos ojos por lo general tan fríos, Eren comprendió que por mucho que lo deseara no podría ser así. Su declaración, mezcla de candorosa amistad con fascinada admiración y quizás un poco, solo un poco, de atracción insipiente, fue tomada en serio por este y, aunque Levi no le dio de inmediato una aceptación por respuesta, tampoco le estaba rechazando. Y eso… era algo bueno, ¿no?

Por Dios, Eren estaba tan confundido con todo lo que estaba pasando que sentía que la cabeza le iba a explotar de un momento a otro. Tenía tan poca experiencia en aquel terreno que no sabía cómo interpretar las cosas o, si por el contrario, estaba comenzando a imaginar cosas que no eran y…

—¡Auch! ¡Levi! —Protestó cuando sintió que uno de largos mechones de su cabello era jalado con bastante poca delicadeza—. ¿Por qué has hecho eso? —le preguntó indignado mientras observaba como las castañas hebras se desenrollaban suavemente de aquellos pálidos dedos. Al percatarse del gesto de enfado en el rostro del otro, Eren puso un poco más de distancia entre ambos por si Levi volvía a sentir la tentación de lastimarlo.

—Porque tenías tal cara de sufrimiento que quise ayudarte para que te lamentaras con verdadero motivo, mocoso.

Eren resopló fingiendo molestia, pero la verdad era que se sentía hasta un poco divertido por su actitud tan malhumorada.

—Gracias por tu ayuda, pero preferiría que me avisaras la próxima vez. No eres precisamente lo que llaman suave. Estuviste a punto de arrancármelo de raíz, ¿sabes?

—Tch, que mocoso tan delicado —soltó el otro justo en el momento en que comenzó a llover con mayor fuerza y una nueva baja en el voltaje de la iluminación los alertó de lo que probablemente se avecinaba—. Demonios, parece que volverá a irse la luz. Bajaré un momento para buscar gas de repuesto para las lamparillas.

Poniéndose de pie en un fluido y sutil movimiento, con aquella gracia que lo caracterizaba, antes de seguir su rumbo Levi se detuvo junto a Eren que seguía sentado en el suelo junto al sofá. Entrecerrando los ojos al bajar la plateada mirada hacia él, este lo observó detenidamente, apreciativamente, como si fuese la primera y la última vez que lo veía. Como si fuese a la vez un todo y un nada. Un sentimiento al mismo tiempo atemporal y nuevo. Era tan extraño…

El suave roce de aquellos dedos sobre su cabello, tan diferente de la rudeza utilizada minutos antes, hizo que el corazón de Eren pareciera detenerse en un tembloroso anhelo. Contuvo el aliento un instante, temeroso de arruinar el momento, esperando algo, sin saber muy bien el qué. Hubiese dado lo que fuera por haber sido capaz de capturar ese momento en una fotografía. Hacerlo eterno, perfecto, a través de una imagen que permanecería para siempre inmutable; pero, ¿cómo puedes capturar un sentimiento al que no puedes dar nombre, uno que no se puede comprender ni identificar?

Era… simplemente imposible.

Entonces, rompiendo aquella pequeña burbuja de intimidad, Levi le dijo:

—Tú también me gustas, Eren Jaeger. No sé muy bien de qué modo ni porque demonios lo haces, pero me gustas. Como ves —continuó con una débil sonrisa—, no somos muy diferentes en eso.

La primera emoción que lo embargó mientras veía a Levi bajar las escaleras después de decirle aquello, fue una inocente alegría al saberse también apreciado por el otro que provocó que su corazón latiese tan rápido dentro de su pecho que, en la silenciosa habitación, parecía casi como un ruido ensordecedor.

No había arruinado las cosas, se dijo Eren. Levi todavía deseaba seguir siendo su amigo y, contrariamente a lo que esperaba, su relación en vez de verse mermada por todo lo ocurrido aquella noche, parecía haberse fortalecido. Estaba tan contento…

Pero, tras un par de minutos de absurda felicidad, todo empezó a romperse dentro de él. Un derrumbe emocional que lo fue hundiendo no poco a poco, sino de golpe.

Con pánico, Eren comenzó a sentir como el rostro se le enrojecía y la presión en el pecho que siempre precedía a su dificultad para respirar y a las lágrimas. Casi desesperado, casi como si su vida dependiese de ello, se puso de pie para situarse frente al ventanal y observar la torrencial caída de las gotas de lluvia frente a sus ojos con el oscuro mar a la distancia como fondo. Como siempre que sus propias emociones amenazaban con superarlo y consumirlo, levantó la cámara que colgaba de su cuello hasta llevar el visor hacia su ojo y enfocó y disparó; y esperó que, como tantas otras veces, sus sentimientos se apaciguaran, que el mundo asustara menos, que todo pareciera más fácil… Pero no fue así.

Y mientras continuaba en aquella interminable cadena de sacar una fotografía tras otras, de intentar poner su alma en aquellas imágenes que por una vez no significaban nada, notó el regusto salado de sus propias lágrimas en los labios y el temblor incontrolable de sus propias manos mientras en su cabeza seguían repitiéndose las palabras de Levi una y otra vez.

“Tú también me gustas”.

Dios, como odiaba esa frase… no por lo que significaba, sino por los terribles recuerdos que esta traía consigo y el desastre en el que solía convertirlo por dentro.

Lo peor de todo aquello, pensó Eren, era lo dividido que se sentía al respecto. Mientras una parte de él deseaba aferrarse a las posibilidades que conllevaban las palabras de Levi, a lo feliz que estuvo en un primer momento al oírlo y saber que no era el único que se sentía así, su otra mitad, la más dañada, la que parecía enferma de todo, del mundo, de él mismo, lo rechazaba con aterrada desesperación.

¿Por qué demonios no podía ser normal?, se preguntó muerto de furiosa frustración. ¿Por qué tenía que reaccionar así cuando ya había transcurrido tanto tiempo de aquello?

Instinto de preservación, de supervivencia, le dijo una vocecilla dentro de su cabeza. Él mismo estaba intentando protegerse de manera inconsciente del sufrimiento.

Eren sabía que ambos no eran el mismo tipo de personas, de hecho, no podían ser más diferentes el uno del otro, pero eso no evitaba que comenzara a compararlos aunque no fuese justo para ninguno de los dos. Él comprendía que la historia no tenía por qué volver a repetirse, que las circunstancias eran distintas, pero eso no detenía el miedo.

El verdadero problema, pensó, no era que tuviese el corazón roto, sino que este estaba destrozado. Y existían fragmentos que quedaron tan pulverizados en el pasado que ahora era incapaz de cubrir los huecos.

Por primera vez en mucho tiempo, Eren deseo con todas sus fuerzas poder haber sido la persona que era antes de lo ocurrido dos años atrás. Aquella que hubiese oído las palabras de Levi y que, a pesar de la vergüenza, se hubiese sentido dichoso por ellas y querría retribuírselo de igual manera; la que no hubiese tenido miedo y habría confiado ciegamente en él. Sí, le hubiera gustado ser ese chico y no aquel ser que luchaba inútilmente por tragarse las lágrimas y solo quería huir muy, muy lejos de allí. El que deseaba destruirse y perderse hasta que su dolorosa existencia ni siquiera fuera un recuerdo.

 

——0——

 

La incomodidad de estar durmiendo sentado y con la cabeza casi colgando fue lo que acabó por despertar a Eren en esa ocasión. Nuevamente sentía los músculos rígidos y adoloridos protestando a cada pequeño movimiento que hacía y notó como un estremecimiento producido por el aire frío del cuarto le recorría la columna al intentar buscar una posición más adecuada en el sillón mientras se arrebujaba en la manta de franela y cerraba los ojos intentando volver a dormirse aunque pasados un par de minutos decidió que no tenía caso. Se había despabilado del todo.

Tal y como predijo Levi que ocurriría, la luz acabó por irse en otro bajón eléctrico casi media hora después.

En aquel instante ya eran cerca de las seis de la madrugada pero, con el invierno casi encima y la tormenta en su apogeo, las primeras luces del amanecer de momento eran algo inexistente, sumiendo todo aun en una larga y oscura noche de nubes negras y grises sin luna ni estrellas que la hiciesen más apacible.

Luego del regreso de su anfitrión y de haberse preparado para lo que viniese, ambos acabaron por quedarse dormidos en la sala, envueltos en un par de abrigadas mantas mientras platicaban de todo y de nada como en tantas otras ocasiones. Si el hombre notó lo desanimado que Eren se sentía, no se lo hizo notar y él lo agradeció infinitamente. Quizás solo fuese un maldito mocoso egoísta, como este solía decirle, pero no quería compartir su historia con Levi, no aún, ni siquiera sabía si en algún momento. ¿Cómo iba a extirpar una parte de su vida si no paraba de recordarse que estaba allí, que existía? Eren estaba decidido a intentar que su pasado dejara de importar. De alguna forma.

En el exterior, la tormenta nuevamente estaba comenzando a volverse eléctrica. A lo lejos podía distinguir los sutiles juegos de luces que se apreciaban cada vez que uno de los relámpagos decidía azotar el cielo para hacer notar su presencia: rosa muy tenue en un cielo violeta y purpura o el blanco iridiscente en la noche negro azulada; pero, los preferidos de Eren, eran los de un tono celeste luminoso que parecían ir fraccionando el cielo en una especie de degradé, desde el celeste que casi rozaba el blanco hasta el negro más profundo. Aquella escalada de colores arañados por la electricidad le parecía un espectáculo hermoso.

Tras haber dormitado un poco se sentía mucho más repuesto, aunque todavía notaba la cabeza un poco abotargada, los ojos irritados de llorar y el cuerpo adolorido por aquel principio de ataque de ansiedad. Hacía mucho que no acusaba síntomas tan malos, ni siquiera tras las últimas discusiones con su padre o las pláticas con Mikasa. Había tardado unos cuantos minutos en serenarse, y fue casi un milagro que al regreso de Levi a la planta superior no lo hubiese hallado hecho un ovillo en el suelo mientras lloraba e hiperventilaba. Eren jamás se hubiera podido reponer de un bochorno así.

Dios, cuanto deseaba no tener que volver a pasar por eso nunca más.

Intentando acomodarse mejor en el sillón para quedar bien sentado, Eren no pudo evitar sonreír cuando se encontró a Levi tumbado de lado en el sofá, con los brazos cruzados sobre el pecho. Este tenía los ojos cerrados y respiraba acompasadamente; los labios levemente entreabiertos y el ceño libre de aquel gesto de infinito fastidio que solía acompañarlo lo hacían parecer casi otra persona diferente. Menos estricta, no tan rígida, mucho más joven. Simplemente un chico cualquiera sin muchas preocupaciones en el mundo.

¿Qué es lo que está pasando ahora por su cabeza? ¿Qué es lo que sueña? ¿Sería su mundo onírico más amable que el real?

Aquella preguntas comenzaron a tomar forma dentro de Eren al tiempo que enfocaba a Levi con su cámara y tomaba un par de fotografías de él, por completo fascinado con aquello que veían sus ojos. Le había dicho que le gustaba que, para él, era hermoso, pero ¿bastaban esas palabras para describir lo que sentía cada vez que lo observaba? Eren no lo creía. Se sentía por completo incapaz de expresar verbalmente aquello que parecía explotar en su interior cuando era aquel hombre a quien retrataba.

Nunca le había ocurrido nada igual con nadie. Ni siquiera co-

—Oi, mocoso, toma una puta foto más y te haré tragarte la cámara.

Eren dio un respingo al oír la profunda voz de Levi, un poco enronquecida aun a causa del sueño. Este abrió uno de sus ojos, de un gris brillante y pulido en la oscuridad nocturna pobremente iluminada por las danzantes llamas de la chimenea.

—No estaba fotografiándote —mintió con descaro de inmediato, pero el otro chasqueó la lengua en señal de incrédulo fastidio mientras se incorporaba poco a poco hasta quedar sentado frente a él.

Con el azabache cabello un poco desordenado y el holgado suéter negro mal acomodado, Levi volvió el rostro para mirarle con los ojos aun pesados por el sueño y Eren contuvo el aliento, tragando con dificultad y mordiéndose la lengua para no decirle lo adorable que le parecía. Dios, quería fotografiarlo. ¡Necesitaba hacerlo! Pero estaba seguro de que una sola sugerencia de ello y el otro lo castraría sin el menor arrepentimiento.

—Mentiroso —fue su débil respuesta al tiempo que se ponía de pie—. Mierda, necesito un té. ¿Quieres un poco, Eren?

—Sí, gracias —logró articular apenas, sin poder despegar aun sus ojos verdes de la figura de Levi mientras ente se movía como una pequeña sombra oscura por la diminuta cocina-bar—. He tomado algunas fotografías de la tormenta mientras dormías —reveló—, pero… nada que sea en verdad memorable —reconoció frustrado, mirando hacia el ventanal donde la lluvia parecía cada vez más débil.

—El trato lo pusiste tú, mocoso idiota. No voy a cambiar de opinión así que no intentes darme lástima —le dijo llamando su atención mientras ponía a calentar agua en la jarra eléctrica—. La quieres para la exposición, ¿verdad?

Eren asintió, un poco sorprendido por lo perspicaz que era Levi. Solo hablaron de la exposición en una ocasión, cuando le pidió que lo dejase fotografiar el amanecer desde su mirador y Levi se negó en rotundo. Esa vez él ni siquiera entró en tantos detalles, ya que todavía se sentía un poco avergonzado por aquella invitación, pero no podía evitar alegrarse porque este lo recordara; porque pareciera importarle a pesar de que lo conocía desde hacía tan poco.

—Todavía no he seleccionado las fotografías y estoy un poco ansioso —le confesó y sonrió de medio lado, nervioso—. Es mi primera vez, por lo que no deseo fallar de ningún modo, pero temo equivocarme con todo.

—No le restes merito a tu maestro, mocoso. Si él cree que eres bueno y que merece la pena arriesgarse contigo, es porque es así. Joder, ningún tipo en su lugar sería tan irresponsable —gruñó Levi malhumorado; sin embargo, cuando sus bonitos ojos grises se encontraron con los suyos, la suavidad que vio en ellos contrastaba por completo con sus duras palabras—. Si te sirve de algo, yo también creo que eres bueno en esto, Eren.

Un poco avergonzado por el cumplido, bajó la mirada y la clavó en sus manos entrelazadas. Podía sentir los ojos del otro aun fijos en él, de aquel modo directo y penetrante que en algunas ocasiones lo ponía nervioso porque sentía que si lo desease, Levi podría leer sin problemas todo lo que estaba en su cabeza. Aun así, la cálida emoción que provocaron sus palabras, lo inundó por dentro, desterrando sus fantasmas, suavizando las heridas. Haciéndole olvidar que solo unas horas antes el dolor y la desesperación fueron tan horribles que solo deseaba dejar de existir.

—Gracias, Levi —murmuró despacio. Intentando recuperar parte de su compostura, Eren levantó el rostro y le sonrió con amabilidad—. Importa más de lo que crees.

Este simplemente lo fulminó con aquella afilada mirada y negó moviendo la cabeza, como si estuviese harto de todo eso; no obstante, Eren comenzaba a reconocer esos pequeños detalles, a darse cuenta cuando eran emociones como la vergüenza o los nervios las que provocaban que aquel hombre serio y frío se refugiara en el mal humor para esconderlas. Justo como hacía en aquel momento.

Unos pocos minutos después ambos estaban sentados sobre algunos cojines frente al ventanal, bebiendo té y observando la noche infinita que se extendía ante ellos. No habían hablado durante un rato, pero el silencio entre ellos no era desagradable. Eren no sentía la acuciante necesidad de llenar los espacio en blanco como le pasaba la mayoría del tiempo con su padre o con desconocidos cuando estaba nervioso y tampoco tenía la necesidad acuciante de excusarse y huir a esconderse en algún sitio para matar el tiempo. No, estar con Levi así, simplemente sin hacer nada, era agradable. Era una mezcla de la ciega complicidad y camarería que compartía con Armin y la cómoda aceptación que sentía por parte de Mikasa o Historia. Y tranquilidad. Algo en aquel sujeto parecía calmar sus demonios, como se este les ordenase con aquel firme tono de mando que se mantuviesen a raya y ellos gustosos le obedecieran, dejando a Eren en paz.

No pudo evitar reírse ante esa absurda comparación y de inmediato los ojos de Levi lo buscaron, intrigados por su comportamiento. Negando con un gesto, Eren le restó importancia al asunto y enfocó su atención en el visor de la cámara intentando ocultar el rubor que ya le bañaba el rostro.

Como si quisiera recordarles que aún no pensaba detenerse, la débil tormenta eléctrica comenzó a ganar fuerza otra vez. Poco a poco los relámpagos, lejanos e imprecisos, comenzaron a acercarse nuevamente, creciendo y tornándose salvajes una vez más. El cielo volvió a retumbar con el estruendo de algunos truenos haciendo eco en las altitudes y Eren, maravillado, se olvidó de todo lo que tenía dando vueltas dentro de su cabeza y comenzó a fotografiar. A perderse en su mundo seguro, aquel donde no existía temor que lo amedrentara ni corazones rotos ni inseguridades. Su mundo pequeño y frágil, donde no podía habitar nadie más que no fuese él mismo.

El peso de una mirada lo hizo apartar finalmente los ojos de la cámara y el paisaje que tenía ante sus ojos. Levi, sentado a su lado sobre el cojín, con una pierna estirada hacia el frente y la otra doblaba, rodeándola con sus brazos, lo contemplaba con aquellos ojos grises de una forma tan intensa que lo hizo inquietar un poco.

—¿Levi…? —preguntó Eren de forma dubitativa, sin estar muy seguro de que era lo que estaba pasando por la cabeza del otro; sin embargo, este solo entrecerró los ojos y frunció un poco más el ceño pero no con enfado, sino como si lo estuviese evaluando.

—Siempre me sorprende lo mucho que cambias cuando tienes tu cámara en las manos —le explicó—. Es extraño.

Eren pensaba que era mucho más extraño su comentario, pero prefirió no decirle aquello por temor a terminar enfadándolo.

—Eso… ¿debería tomármelo como un cumplido o una crítica? —volvió a interrogarlo, inseguro.

—Como una puta verdad —le soltó este sin más, con tan poco tacto como de costumbre—. Cuando estas enfrascado en tus fotografías pasas de ser el mocoso idiota de siempre a, bueno… un mocoso menos idiota, supongo. A veces me da la impresión de que ni siquiera estás aquí. Tu cabeza parece perderse en otros lugares; ni siquiera te das cuenta de lo que sucede a tu alrededor.

—¿Y eso te molesta? —una mirada cautelosa asomó a sus ojos verdes, pendientes de Levi y todas sus expresiones. Más de una vez Eren realizó esa misma pregunta y más de una vez también recibió una respuesta; de momento, la balanza siempre se ladeaba alarmantemente hacia el lado más negativo y eso lo dejaba destrozado.

—No —le dijo este con tal seguridad que el aliento que Eren estaba conteniendo, sin darse cuenta, escapó lentamente de sus labios—. Me gusta esa parte de ti, mocoso. Ya te lo dije, ¿no? Me intriga la manera en como ves el mundo.

El impulso de echarle los brazos al cuello y abrazarlo fue tan enorme que Eren se sorprendió de poder haberse detenido a tiempo para no hacer el ridículo. Estaba emocionado, muchísimo; se sentía tan aliviado como si le hubieran dado una absolución. Sin saberlo, solo por aceptarlo de esa manera tan natural y desinteresada, Levi acababa de otorgarle un obsequio maravilloso. Uno que ni siquiera algunas de las personas que más amaba fueron capaces de darle.

—Bueno, si te quedas a mi lado te seguiré mostrando ese mundo entonces —respondió casi sin pensar, pero, al darse cuenta de cómo sonó aquello, de la sugerencia implícita en sus palabras, le dieron ganas de golpearse contra el pulido piso de tarima por su idiotez—. Lo que yo quería decir… Yo… Ya sabes…

—Pues no lo sé, Eren; tu cabeza por lo general es un jodido caos y nunca logro entenderte del todo, pero está bien así. No me molesta —llevándose la taza de té a los labios para beber un poco, Levi le restó importancia al asunto; aun así, la mirada de este se posó sobre la cámara que él sujetaba con fuerza entre sus manos—. ¿Por qué fotografía? ¿Por qué no otra cosa?

Poniéndose muy serio, Eren le preguntó en respuesta:

—¿Y por qué no?

De inmediato notó como los ojos del otro hombre se abrían un poco de la sorpresa ante la dureza se sus palabras y como entreabría los labios, seguramente para decir algo a modo de disculpa o para mandarlo a la mierda, con Levi nunca se sabía. Sin darle oportunidad de hacer lo uno ni lo otro, él comenzó a reír con ganas logrando que este lo observara entrecerrado los ojos y frunciendo sus delgados labios hasta que fueron una línea pálida y casi inexistente en su atractivo rostro.

—Lo siento, lo siento —se disculpó Eren cuando sus carcajadas remitieron un poco y le permitieron respirar una vez más—. Solo es que parecías… tan consternado —se justificó él.

—¡Y tú parecías furioso, jodido mocoso! ¡Pensé que te dije algo horrible y la había cagado contigo!

Aquella evidente preocupación que mostraba el otro por no hacerle daño lo enterneció un poco.

—Solo era una broma, Levi; además, eso es algo que me preguntan mucho, créeme —reconoció—. Ya estoy acostumbrado.

El otro bufó en señal de disgusto y sin darle tiempo a defenderse le pegó un puñetazo en el brazo que lo hizo soltar un gemido de dolor, pero en esa ocasión no se quejó. Si eso era un gesto amistoso de su parte, Eren no quería ni imaginar cómo sería un golpe de este si llegaba a estar enfadado de verdad. De seguro lo mataría.

—Y bueno, ¿entonces por qué? —volvió a insistirle Levi. A pesar de la poca luz otorgada por las dos lamparillas a gas que iluminaban la habitación, sus ojos seguían dejando entrever los leves matices de tonos azules en aquellos grises iris—. ¿Cómo pasa esto de ser un hobby a convertirse en una profesión?

—¿En verdad quieres saberlo? —Le preguntó con sinceridad, a lo que este asintió con un gesto—. Porque te advierto que es una larga y aburrida historia.

—Tú oíste mi larga y aburrida historia sin quejarte, así que me parece justo —replicó el otro aparentando indiferencia, pero la curiosidad en sus ojos lo delataba—. ¿Y bien, mocoso?

Eren soltó una risita y lo miró divertido.

—La historia es más o menos así. Cuando cursaba la secundaria era miembro del club de futbol de mi escuela; me encantaba y, aunque no quiero jactarme de ello, lo cierto es que era bastante bueno, por lo que formaba parte del plantel titular —señaló con alegría—. Por supuesto, mi plan al ingresar en la preparatoria era seguir con ello; pero, unas semanas antes del inicio de clases, sufrí un desgarro en el talón derecho mientras hacía excursionismo con mis amigos y me tuvieron que inmovilizar la pierna para ponerme en tratamiento y así evitar la cirugía. Comprenderás que mis padres me prohibieron unirme al equipo durante mi primer año, al menos; y, por supuesto, estaba furioso con todo el mundo: con mis padres por no entenderme, con los maestros por apoyarlos, con mis amigos por decirme que era lo mejor y solo tenía que tener un poco de paciencia y conmigo por ser tan idiota; lo típico en un adolescente de quince años demasiado hipersensible y dado al drama —reconoció con un poco de vergüenza al recordar aquella patética parte de su yo pasado—. Pero, para mí desgracia, tenía que ingresar por obligación a algún club como actividad extracurricular y, como no podía ser futbol y nada más me interesaba, permití que Armin me convenciera e ingresé con él al de Ciencias y Biología.

Al oír aquello, Levi comenzó a reír aunque intentó disimilarlo tras un ataque de tos. Fingiendo sentirse ofendido, Eren lo miró muy serio.

—Lo siento, mi error —se disculpó este—. Pero se me hizo raro imaginarte metido en eso… ya sabes.

—Pues no te sorprendas tanto, Levi Ackerman. Durante mi postulación a la universidad fui aceptado en el puesto número cinco en la Facultad de Medicina de la Universidad Maria, y es una de las seis universidades más difíciles del país —le dijo con superioridad, sintiéndose enormemente satisfecho cuando vio la incredulidad reflejada en aquellos iris plateados—. Creo que debería sentirme ofendido por tu reacción —acotó Eren, bromeando, ante lo que el otro pareció un poquito avergonzado; su mirada tormentosa era toda seriedad—. Y seguramente ahora te preguntas por qué, si podría estarme preparando para ser un médico y asegurarme la vida, elegí ser un fotógrafo y arriesgarme a un futuro incierto.

Levi se apresuró a negar con un movimiento de cabeza, como si deseara dejar claro que esa no era su opinión.

—No tan así, mocoso. Solo me ha sorprendido. Simplemente no me pareces del tipo de chico que se mata estudiando.

—¡Pero lo era! —Eren volvió a reírse con ganas. Era la primera vez que al contar todo aquello le parecía divertido y no algo por lo que sentirse infinitamente culpable. De cierto modo resultaba… liberador. Como si se estuviese librando de una pesada carga después de haberla llevado durante mucho, mucho tiempo—. Desde los quince a los dieciocho años me maté estudiando. Yo no soy tan listo como Armin que lo entiende todo a la primera, ya te he contado de él y que es un genio, así que debía esforzarme mucho para cumplir con las expectativas de mi padre. Nada más llegar a casa hacía mis deberes y repasaba los apuntes de clases y, los fines de semana, tenía horarios de estudio. Además, durante tres años tomé clases complementarias durante cuatro días a la semana, vacaciones incluidas.

En esa ocasión, la manera en que Levi lo observaba ya no era incrédula ni evaluativa; por el contrario, este lo contemplaba de un modo que lo hacía pensar que algo dentro de él se había endurecido, casi como si estuviera molesto o quizás un poco indignado pero, no con Eren, sino por él y por lo que tuvo que vivir durante su adolescencia.

El fuerte deseo de echarle lo brazos al cuello y aferrarse a Levi nuevamente lo golpeó; pero, con la misma determinación de antes, lo mantuvo sujeto a buen resguardo hasta que se convirtió solo en un débil eco dentro de él.

—¿Y fue así que decidiste rebelarte, mocoso? —como si quisiera disipar su malestar y la tensión que había generado, una de las delgadas y oscuras cejas del otro hombre se alzó con ironía ante lo Eren no pudo evitar sonreír un poco.

—No fue que me rebelara, sino que tuve una revelación —le aclaró—. Pero venga, Levi, deja de interrumpirme o no podré acabar la historia —lo regañó intentando demostrar indignación—. Bueno, como te iba diciendo, me uní junto a Armin al club de Ciencias. A mi amigo le tocó hacer algunas investigaciones sobre especies de flora o fauna de la zona rocosa marítima para que redactara artículos que se pudiesen aportar al periódico de la escuela y, como a mi nada de eso me ilusionaba demasiado, me iba con él y tomaba las fotos. Al principio lo hacía con el móvil, así que simplemente las pasaba al ordenador y las imprimía sin más; pero, al poco tiempo comencé a darme cuenta de que si le arreglaba los filtros o la luz, podía hacer que lucieran mejor. En el club comenzaron a alabar mi trabajo y eso me animó porque sentía que estaba haciendo las cosas bien. Ya sabes lo influenciables que son los chicos a esa edad.

Levi chasqueo la lengua.

—Te recuerdo que a esa edad me tenían metido en una escuela militar con una disciplina rigurosa, mocoso. No nos iban a estar alabando cuando solo querían meternos el concepto de respeto a la fuerza si era necesario; así que no me compares con tus dramas adolescentes.

—Es verdad, olvidaba esa parte, señor Disciplina y Respeto —Levi entrecerró los ojos y le enseñó el dedo medio a modo de respuesta, ante lo que él se rio con más ganas—. Y bueno, así pasaron unos cinco meses, si mal no recuerdo. Pero todo cambió cuando encontré por casualidad una antigua cámara que perteneció a mi abuelo, de esas que usaban carretes de fotos y debías revelarlas. Le pedí a mi madre si me la podía quedar y me dijo que sí, por lo que comencé a trabajar con ella, a estudiar cómo funcionaba, que debía hacer para que las fotografías saliesen bien, que necesitaba para crear un cuarto oscuro y todo eso. Al comienzo todo fue un auténtico desastre: velaba las fotografías, no podía corregirlas como en el ordenador cuando tenían algún fallo y era mucho, mucho más trabajo; en más de una ocasión pensé en dejar de intentarlo y volver al móvil, pero, como soy un poco obstinado —Eren oyó resoplar al otro ante ese comentario, seguramente porque estaba de acuerdo con él—, lo seguí intentando hasta que lo conseguí. Al final todo aquello me gustó tanto que, dos meses después, abandoné el club de Ciencias y me uní al de Fotografía. Permanecí en él hasta que dejé la escuela. Ni siquiera intenté ingresar al equipo de futbol —reconoció un poco apenado—. Durante mi primer verano me conseguí un trabajo a medio tiempo de camarero y me compré mi primera cámara digital y fue como, ¡Dios! Descubrir que podía fotografiar una imagen y hacer magia con ella —Le explicó a Levi que parecía oír interesado todo aquella absurda historia—. Aunque ahora veo esas fotografías y me doy cuenta de que no son ni un poco buenas —una nueva carcajada escapó de sus labios y, un nudo de emoción contenida al recordar el pasado, le atenazó la garganta—. Oye, Levi, ¿cómo te sentiste cuando tu tío te obligó a asistir a esa escuela militar? —le preguntó de pronto.

Cambiando de posición y estirando ambas piernas hacia adelante mientras llevaba sus brazos atrás para sostener el peso de su cuerpo ligeramente inclinado, la atención de este se concentró en el ventanal central frente a ellos y la inmensidad en el horizonte.

—Estaba furioso con el cabrón de mi tío —reconoció—. Durante el primer año solo pensaba en fugarme a la primera oportunidad que tuviese; de hecho, lo intenté en tres ocasiones, pero me pescaron y los castigos fueron peores, créeme. Luego me resigné y me convencí de que una vez cumpliera los dieciocho y acabara mis estudios, me largaría y lo mandaría todo a la mierda, pero… no pude hacerlo. Ya no estaba mi madre y el futuro que me ofrecía el ejército era mucho mejor que ir tanteando suerte en busca de un trabajo. Así que me alisté y ya; además… estaba ese amigo, ya sabes, el que me obsequió esta casa.

Aquella extraña sensación de molestia que Eren experimento antes al oír esa historia volvió a encenderse dentro de él. No quería preguntarle a Levi sobre eso pero al mismo tiempo deseaba saber, comprender qué tipo de amistad tenía con aquel misterioso sujeto que tanto parecía haber marcado su vida; si seguía siendo importante. Aunque por la reacción que este tuvo cuando le preguntó por él era bastante obvio que sí.

El pasado era muchas veces una cosa tan complicada y fea…

Desterrando aquellos sombríos pensamientos a lo más profundo de su conciencia, Eren tomó la cámara entre sus manos y enfocó hacia el puerto, donde algunos truenos estaban restallando sobre él y lo iluminaban de un modo hermoso.

—Desde que tengo memoria, mi padre me dijo que yo sería un médico como lo era él —le confesó de pronto a Levi. Aunque su atención seguía enfocada en sus fotografías, Eren estaba seguro de que este tendría sus grises ojos posados con aquella expectante intensidad sobre él—. Lo supe durante la primaria, lo comprendí en la secundaria y lo acepté en la preparatoria; nunca aspiré a nada más, nunca soñé otro futuro para mí. Estudié y me preparé para eso a consciencia. Sacrifiqué el pasar tiempo con mis amigos, el ir a fiestas y el perder el tiempo con tonterías como los videojuegos, las idas al cine, al centro comercial o las citas —un ramalazo de oscura nostalgia lo recorrió al recordar aquellos tristes días—. Cuando fui aceptado en la universidad, no fue un logró por el que alegrarme, simplemente la confirmación de una certeza —Eren bajó la cámara y se volvió para mirar al otro, frente a frente—. Y lo odié, Levi. En ese momento supe que si aceptaba ese destino, si hacía lo que mi padre quería y esperaba de mí, iba a ser infeliz el resto de mi vida. Por eso te dije que fue una revelación. Luego de matricularme y comprender lo que serían los próximos años de mi vida, lo que seguiría perdiendo, supe que no podría. Así que me armé de valor, retiré mi matricula y me inscribí en Fotografía. Por primera vez en mi vida decidí priorizar lo que yo deseaba por lo que se suponía debía hacer y era lo correcto —un pesado suspiro escapó de sus labios y comenzó a dar acompasado golpecitos con los dedos a la cámara—. Cuando se lo conté a mis padres y le expliqué mis motivos, el por qué finalmente tomé aquella decisión, mi madre pareció comprenderlo, pero mi padre… bueno, este estuvo a punto de matarme. Lo cierto es que se puso bastante furioso. Durante seis meses no me dirigió la palabra y solo cambió de parecer cuando mamá lo amenazó con el divorcio —a pesar de que recordar eso aun dolía mucho, él se encogió de hombros, restándole importancia al asunto, y continuó—. Al día de hoy nos hablamos nuevamente, pero es más que nada por cortesía; ya sabes, por mi madre y todo eso.

De manera intencional, Eren omitió algunos detalles de esa historia. Levi no tenía por qué saber que aquella fue la primera vez en su vida que su padre lo golpeó y que solo se detuvo porque Carla intervino. No era necesario que se enterara de las horribles cosas que este le dijo, menospreciándolo por sus capacidades, por sus preferencias y sus elecciones, terminado de quebrantar la poca autoestima que él tenía. No necesitaba conocer que, tras aquello, Eren pasó muchas noches sin dormir a causada de las pesadillas, vomitando prácticamente todo lo que comía y aterrándose por cualquier cosa insignificante, hasta que su madre decidió que tenía que ir a terapia donde, aparte de las sesiones semanales, lo obligaron a medicarse por más de nueve meses.

No, no quería que Levi conociera esa parte de su vida, por muchos motivos y todos ellos egoístas. Quizás algún día, pensó. Tal vez en algún momento, pero no hoy ni en un futuro próximo.

—¿Te arrepientes?

Eren lo miró, un poco sorprendido. Le hubiese gustado estirar la mano y entrelazar sus dedos con los pálidos y delicados de Levi, un gesto de proximidad y consuelo para reconfortarse, pero no tenía la suficiente confianza ni cercanía y temía que este volviera a malinterpretar sus intenciones. Así que simplemente, se limitó a negar con un gesto y a sujetar fuertemente su cámara entre sus manos como si ella pudiese otorgarle la seguridad que anhelaba.

—Nunca —contestó con firmeza. La misma profunda certeza que experimentó en el momento que tomó aquella decisión que cambiaría su futuro para siempre—. Es la mejor decisión que he tomado en mi vida.

—Yo también lo creo, Eren —le dijo Levi

Y, para su sorpresa, fue este quien tendió su mano hacia él.

Dubitativo y avergonzado, muerto de nervios por dentro, Eren entrelazó su temblorosa mano con la de este. Solo fue un breve instante, unos pocos segundos de cálido contacto entre ambos; pero, para él, se sintió casi como la explosión del universo.

Como si quisieran representar de manera literal el cómo se sentía por dentro, el tronar de los truenos se hizo presente en el cielo y nuevamente una partida de relámpagos iluminó la noche. Ambos se separaron, un poco azorados por esa tonta escena tan sentimental y, sin pensarlo demasiado, Eren volvió a refugiarse en su cámara y disparó justo en el momento en que el negro firmamento era desgarrado por partida doble y supo lo que había conseguido: magia.

Su grito de júbilo fue tal que Ludwig, quien estaba durmiendo tan profundamente que ni siquiera los truenos lo despertaron, abrió los ojos asustado y comenzó a gemir bajito, levantándose a toda prisa y corriendo a refugiarse al lado de Levi, tumbándolo en el piso a causa de la fuerza del impacto cuando colisionó con él; ocasión que este aprovechó para comenzar a lengüetearlo.

Al ver la escena, Eren tuvo un ataque de risa, sobre todo al percatarse de los fútiles intentos que este hacía por ponerse de pie y quitarse de encima al can que, al creer que estaban jugando, no le daba tregua a Levi.

Cuando finalmente pudo refrenar sus carcajadas, se acercó hasta donde se encontraban hombre y perro enfrascados en esa absurda lucha y, aparatando a Ludwig, lo ayudó a ponerse de pie y a salir de allí.

—¡Puaj, mierda, que asco! ¡Qué asco! ¡Qué asco! ¡Voy a matarte, maldita bestezuela! ¡Te juro que voy a despellejarte vivo y te entregaré así a Hange para que pueda hacerse un abrigo con tu piel! —le dijo este enfadado al perro que lo seguía observando con adoración, moviendo la cola alegremente. Los grises ojos de Levi se posaron en él, una muda advertencia de castigo y muerte—. ¿Y a ti que te parece tan gracioso, mocoso de mierda?

Eren levantó ambas manos frente a su pecho en señal de rendición y defensa.

—Un momento de locura temporal —le dijo a modo de excusa. Levi frunció los labios en aquel típico gesto de desagrado que usaba para demostrar su disgusto—. Es que… ¡Obtuve la fotografía perfecta, Levi! ¡Es fantástica!

Olvidándose del enfado, incluso del hecho que seguía teniendo el rostro y el cuello llenos de babas del perro, Levi se aproximó a él para que Eren le enseñara la fotografía. La localizó en el monitor y a pesar de que fácilmente podría haberle entregado la cámara a este para que la viera por sí mismo, la mantuvo entre sus manos obligando así a Levi a que tuviese que acercarse un poco más a él.

La imagen tomada reflejaba dos relámpagos gemelos, tan iguales el uno del otro que parecía casi imposible. El brillante tono celeste proveniente de ambos tornó el cielo en aquel maravilloso degradé del celeste al negro y de fondo estaba el mar y el puerto, iluminados en el centro de ambos con aquella luminiscencia artificial que lo difuminaba todo entre lo real y lo fantasioso. Sin ninguna duda, una imagen mágica para un momento mágico.

—Es… maravillosa —reconoció este. La emoción en su voz era tan evidente que ni todo su sarcasmo ni sus malas palabras hubiesen podido camuflarla—. Parece sacada de un sueño.

Eren apartó la vista de la imagen apenas un momento y observó a Levi que seguía inclinado hacia él; estaba tan cerca que notaba sin dificultad el tibio calor que desprendía su cuerpo al apoyarse contra el suyo donde sus brazos se tocaban; tanto que a pesar de la poco luminosidad reinante en el cuarto podía notar el intrincado enramado de delicadas venitas azules que surcaban el blanco cuello de este, agitándose con el acompasado ritmo de la sangre corriendo bajo ellas. Tan cerca que su característico aroma a cítricos y limpio parecía haberlo embargado todo, impidiéndole pensar en nada más. Tan cerca que Eren solo necesitaba inclinarse un poco, unos cuantos centímetros y podría rozar aquellos pálidos y delgados labios con los suyos…

Entonces, Levi levantó el rostro hacia él; sus ojos grises mirándolo con total atención y, de inmediato, Eren despertó de su embelesamiento, enrojeciendo hasta las orejas; avergonzado de él mismo y sus absurdos pensamientos.

¿En qué tipo de idiota se estaba convirtiendo? Se suponía que Levi era un amigo. ¡Su amigo! Dios, aquel tipo de pensamientos estaban tan fuera de contexto…

—Tch, supongo que has ganado la apuesta, mocoso —le dijo este con su habitual ceño fruncido y gesto de fastidio. Soltando un pesado suspiro reconoció—: Puedes quedarte las putas fotos.

Eren simplemente asintió, temeroso de abrir la boca y soltar alguna tontería de las suyas; sin embargo, cuando notó que Levi comenzaba a alejarse para poner algo de distancia entre ellos, lo sujetó con rapidez posando una mano en su hombro izquierdo, logrando que este lo mirara desconcertado y confundido antes de que su otro brazo lo rodera por el cuello para atraerlo hacia sí y poder abrazarlo contra su pecho.

Nada más apresarlo contra su cuerpo, Eren notó a Levi rígido como un cadáver por el desconcierto. Durante un par de segundos temió que este fuese a indignarse por su atrevimiento o apartarlo de forma brusca; pero, para su sorpresa, no fue así, y aunque el otro hombre no le devolvió el gesto, pudo sentir como poco a poco Levi se iba relajando entre sus brazos sin oponer resistencia.

—Gracias, gracias, gracias —le dijo Eren, escondiendo en su eterna cobardía todo lo que en verdad deseaba decirle: “Gracias por ser la tormenta; gracias por convertirla en calma; gracias por haber tomado mi mano y decirme que no estoy equivocado. Gracias por ser Magia”.

El terrible pellizco en su costado lo hizo dar un respingo y soltar un quedo gritito de dolor, pero antes de que pudiese protestar siquiera por la falta de delicadeza del otro, sintió como Levi posaba sus brazos en su espalda y le daba un par de torpes palmaditas antes de soltarlo y retroceder un par de pasos para poner algo de distancia entre ambos y así poder mirarlo al rostro.

—Tch, que mocoso tan tonto —le dijo este con resignación.

Eren, con los ojos nuevamente llenos de lágrimas que luchaba por no dejar caer, asintió en aceptación.

—Levi —lo llamó entonces para captar su atención. Cuando su afilada mirada gris se posó sobre él, tragándose la vergüenza, Eren se atrevió a decirle—: gracias por haberme permitido conocerte.

Los ojos de aquel hombre de abrieron un poco por la sorpresa y, como cada vez que se sentía incómodo con algo, rehuyó su mirada y la posó en un punto indefinido en la distancia.

¿En qué momento aquel gesto comenzó a parecerle adorable?, se preguntó.

—Yo… también me alegro, Eren —le soltó Levi casi mascullando las palabras y antes de que él pudiese decir nada más, lo vio darse media vuelta y apresurarse a refugiarse en la diminuta cocina. Lejos suyo y seguramente de todas esas cursilerías que lo ponían tan incómodo.

Pero estaba feliz, se dijo Eren. Feliz de una manera en la que no lo había estado durante mucho tiempo. Aquel tipo de alegría bonita y tranquila que parecía volverlo todo más cálido. El tipo de júbilo que lograba que las cosas brillaran con hermosos y nítidos colores y que los sucesos malos, las penas y el dolor, parecieran más lejanos y de cierto modo no asustaran tanto.

Sí, definitivamente Levi era magia. Y así como este deseaba seguir viendo el mundo que Eren podía mostrarle a través de lo que sus ojos veían, él deseaba poder seguir siendo parte del sueño que podía imaginar cuando estaba a su lado.

Notas finales:

¡Lo conseguí! Esta vez no sé ni cómo, pero he logrado acabar el capítulo justo a tiempo. Ya mañana muy tempranito me marcho a Londres así que si no era hoy, no podría actualizar esta historia hasta mi regreso.

Como siempre, gracias a todos quienes leen. Espero que el capítulo les haya gustado (un capítulo muy largo, por cierto, 26 páginas) y que por lo menos compense la espera que vendrá.

Esta vez pediré disculpas de antemano, por lo general reviso el capítulo unas dos o tres veces antes de publicarlo, intentando que tenga lo menos de fallos posibles, pero esta vez ha sido una corrección y ya. Así que si alguien lee algo que quedó muy raro o algún horror ortográfico o de redacción, me lo pueden indicar y a mi regreso haré las correcciones pertinentes. Hoy ya voy corriendo contra el tiempo.

Les recuerdo que el 10/10 estaré regresando así que más o menos a partir del 14 de ese mes creo que iré retomando las actualizaciones. Lamento la espera, pero los estudios no me dejan más opción esta vez.

Como siempre mil gracias a todos los que leen, ponen en sus favoritos, en sus alertas, votan y dejan sus comentarios. Anima un montón.

Nos leemos a mi regreso de Londres.


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