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In Focus (Riren/Ereri) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

Capítulo 7:

Como Tres Otoños

 

Cuando nos invade la pena, un día dura tanto como tres otoños.

(Lê Thanh Tông)

 

 

 

—¿Por qué no nos haces un favor a ambos y le llamas de una vez? Creo que hasta a mí me está comenzando afectar la ausencia de Levi y eso que ni siquiera lo conozco aun.

Nada más oír la protesta de Armin cuando este entró a la sala recién duchado y cambiado de ropa, Eren, que estaba tumbado de espaldas en el desvencijado sofá de la sala, masculló un malhumorado «olvídalo, no puedo hacer eso», sin levantar siquiera la vista de la pantalla de su móvil desde donde Levi lo observaba con una mezcla de sorpresa e indignado enfado. Aquella fotografía fue la última que le tomó, hacía ya una semana atrás, el mismo día que intercambiaron números telefónicos y que el otro le informó que se marcharía por un corto periodo a Stohess para solventar algunos asuntos personales.

«Eres un mentiroso de lo peor, Levi Ackerman», pensó con infantil rencor mientras apagaba el aparato y lo dejaba reposar sobre su vientre. Esos supuesto pocos días se habían convertido ya en una semana completa y, de momento, Eren no tenía ni siquiera una idea de cuando este pensaba regresar a Shiganshina o si pensaba hacerlo siquiera, porque acaso, ¿no expresó Levi sus dudas sobre quedarse allí? ¿Y si su regreso a Stohess lo hacía darse cuenta de que aquella ciudad a la orilla del mar no era la indicada para él?

Si tan solo fuese un poco menos cobarde de lo que era siempre, Eren ya habría hecho aquella llamada que se moría por hacer y se lo podría haber preguntado a Levi directamente.

Dejó escapar un pesado suspiró de frustración entre los labios y levantó el rostro cuando Armin, sin mucha delicadeza, de un par de palmadas lo instó a apartar un poco las largas piernas del desgastado brazo del sofá donde las tenía apoyadas para que le dejase espacio y así poder sentarse.

—Llámalo, Eren —repitió su amigo. Sus ojos azules, siempre tan inteligentes, en aquel momento lo observaban con algo muy parecido a la conmiseración—. Si Levi te dejó su número, es porque esperaba que lo hicieras en algún momento, ¿no?

—Él también tiene el mío, y sin embargo no lo ha hecho —replicó con obstinación. El reconocer aquello en voz alta fue mucho más doloroso que el solo pensarlo. Llevaba un par de días dándole vuelta a esa situación, y dolía como el demonio. Eren detestaba esa clase de sufrimiento, nunca era capaz de llevarlo demasiado bien sin sufrir un ataque de ansiedad en el proceso. No quería tener que llegar a medicarse por culpa de Levi y sus constantes miedos.

Armin pareció asimilar con detenimiento lo que acababa de decirle y le lanzó una mirada retadora, de aquellas que le advertían a Eren cada vez que estaba cometiendo un error estúpido; pero, pasados unos pocos segundos, este negó con un delicado gesto, como si se diese por vencido con él y su terquedad.

Bajo la mortecina luz de la lámpara y la escasa iluminación nocturna que se colaba del exterior por la ventana abierta, las doradas hebras de su pálido cabello lucían más como plata que como oro. La seriedad dibujada en el rostro aniñado de Armin, sus ojos cargados de determinada seguridad en un mar azul oscuro, lo hacía lucir como un bello cuadro de contraste.

Y a Eren le hubiese gustado fotografiarlo.

Durante un breve instante pensó en hacerlo. Coger el móvil y capturar con él aquel momento, como hacía antes, hace tanto tiempo atrás que ya casi ni se acordaba bien; pero desechó la idea con la misma rapidez que esta había surgido antes. Él ya no fotografiaba personas, se recordó; no desde hacía mucho. Solo a Levi.

Solo a Levi…

¿Por qué pensar en él, reparar en su ausencia, se le estaba haciendo tan doloroso?

Aquella era una pregunta para la que Eren no tenía una respuesta real, por lo menos, no una a la que pudiese aferrarse y sentirse satisfecho con ella. Durante el poco tiempo que llevaban conociéndose, Levi y él acabaron siendo amigos de algún modo, incluso, siendo muy optimista, Eren podía creer que eran un tipo de amigos especiales. Armándose de valor tras su noche de confesiones, casi dos semanas atrás, fue capaz de decirle a este que comenzaba a creer que estaban destinados a encontrarse, a conocerse; que los hados habían confabulado de algún modo para que la vida de ambos colisionara, para que estuviesen juntos. Sin embargo, sentía que aquello era insuficiente para definir lo que la presencia de Levi significaba para él.

Quizás, pensó Eren, si se pudiesen fotografiar los sentimientos, las emociones, le sería mucho más fácil comprenderse a él mismo y así poder explicarse.

—Por lo que me has contado sobre él, creo que espera que seas tú quien dé el primer paso —dijo repentinamente Armin, sacándolo de sus deprimentes cavilaciones. Eren esperó detectar algún deje de burla en su semblante, pero su amigo parecía hablar muy en serio—. Me da la impresión de que Levi es un poco retraído y tímido.

Sin poder evitarlo, Eren se rio de aquel comentario. Las palabras de Armin no le calzaban con la imagen de hombre taciturno, gruñón y malhumorado que el otro hombre siempre intentaba mostrar a los demás, pero al tiempo que las carcajadas iban muriendo poco a poco en sus labios, la inquietante sensación de que probablemente su amigo tuviese razón se coló en su cabeza con la certeza de una flecha bien lanzada al blanco; demonios, él mismo sabía que Levi se ocultaba tras su mal carácter solo para evitar situaciones embarazosas o complicadas. El verdadero problema seguía siendo que era Eren quien estaba aterrado ante la idea de llamarlo; le aterrorizaba la posibilidad de descubrir que aquella especie de magia que parecía existir entre ellos hubiese desaparecido tras aquel distanciamiento.

—Levi es… complicado Armin. No puedo llegar y llamarlo así de la nada; no por una tontería al menos. Temo que se moleste —acabó de explicar él, con el resquicio de una sonrisa en los labios y con el corazón un poco más ligero que minutos antes—. Pero me lo pensaré, ¿está bien? —prometió, y aunque el ceño fruncido de su amigo le indicaba con claridad que este no estaba del todo de acuerdo con su respuesta, la aceptaría de momento.

—En verdad eres un tonto, Jaeger —le dijo Armin a modo de sutil regaño.

—No es justo que eso me lo diga alguien con un coeficiente intelectual como el tuyo, Arlert. Para ti, todos debemos parecer unos idiotas integrales, señor Cerebro Andante —se defendió Eren, intentando parecer ofendido y lanzándole a la cara su sudadera gris con capucha, la cual minutos antes tenía extendida sobre el regazo. Tal y como esperaba, el otro chico la agarró justo a tiempo ante de que callera al piso y rodó los ojos al oír su tonto comentario.

—Me preguntó qué pensará de ti Levi cuando vea ese lado tan infantil que tienes —le dijo, lanzándole la prenda de regreso y golpeándolo en el rostro a su vez—. Seguro que huye espantado.

Eren sonrió con suficiencia, sus ojos verdes brillando llenos de diversión.

—Ya lo ha visto, y no me ha mandado a la mierda todavía, ¿no? —soltó sin pensar, regodeándose en su victoria; sin embargo, al ver el leve brillo en los ojos de su amigo, comprendió de inmediato que aquel triunfo no era de él precisamente. Mierda, Armin lo había engañado.

—A eso me refería —respondió este, acomodándose un poco mejor en el estrecho espacio que dejaba el sitio en el que se sentaba—. Si Levi está al tanto de las tonterías que siempre haces, de cómo sueles perderte en tu propio mundo habitualmente, de tus ideas extrañas, a él no le importará que lo llames, Eren; aunque solo sea para decir hola o saber cómo está. Es tu amigo, ¿no? Nunca has tenido problemas en llamarme a mí o a Annie o a Historia cuando querías o necesitabas hacerlo; entonces, ¿por qué debe ser diferente con Levi? ¿Por qué es mayor que nosotros? ¿Porque lo conoces de hace mucho menos tiempo? ¿O se debe a que no es solo una amistad lo que quieres de él?

El rubor le cubrió el rostro no poco a poco como era lo habitual, sino de golpe, bruscamente; sus mejillas tan calientes a causa de la vergüenza que se sentían como si estas estuviesen ardiendo. La atenta mirada de Armin seguía clavada en él, esperando una respuesta de su parte quizás o, más probablemente, intentando descifrarlo a través de sus acciones como hacía casi siempre. Eren tragó saliva con dificultad y dureza, nervioso sin comprender muy bien el por qué, y sintiéndose culpable y descubierto…

Vulnerable.

La conocida canción que servía de timbre para el móvil de su amigo, y que indicaba que era Annie quien llamaba, comenzó a resonar con fuerza desde el cuarto de este. Armin se puso de pie de inmediato para ir a contestar, pero no sin antes lanzarle a Eren una mirada que dejaba bastante claro que aquella conversación entre ambos no iba a quedar allí. Que aún le debía una respuesta.

Mientras oía los pasos del otro chico alejándose, Eren se llevó una mano a los ojos para cubrírselos durante un momento. A pesar de que esta le protegía la vista por completo, unos pequeños haces de claridad se colaban entre sus dedos, amortiguando la oscuridad, y eso lo tranquilizó. Una agridulce sonrisa se formó en sus labios al recordar que aquel pequeño truco se lo había enseñado Mikasa cuando eran niños y él se ponía demasiado inquieto porque algo lo asustaba.

Respiró profundamente, pero el aire que escapó de sus labios de vuelta lo hizo como un suspiro quedo y trémulo. Todavía notaba el rostro caliente, como si se hubiese expuesto demasiado tiempo al sol, y podía oír el enfebrecido latir de su propio pulso en los oídos.

«¿O se debe a que no es solo una amistad lo que quieres de él?»

Aquella absurda pregunta era la culpable de su desasosiego, Eren lo sabía, pero eso no ayudaba a acallar sus dudas. Esa pequeña inquietud que desde hacía unos cuantos días parecía haberse colado en sus sueños nocturnos y diurnos, en sus buenos y malos pensamientos. Una interrogante la que Armin había puesto voz, finalmente.

¿Qué era lo que realmente quería él de Levi?, se preguntó. ¿Amistad? ¿Afecto? ¿Confianza? ¿Amor? ¿Necesidad? ¿Deseo? Cada una de aquellas emociones parecían estar separadas por una línea muy fina que apenas y diferenciaba a una de la otra. Una elección equivocada, una pequeña confusión, y Eren sabía el desastre que podían provocar en la vida de una persona. Él era el mejor ejemplo de ello.

El rápido correteo por el pasillo central y el abrir y cerrar de la puerta de entrada le indicó a Eren que Annie ya estaba allí. Oyó de manera amortiguada las dulces palabras de saludo y las risitas de sus amigos y, menos de un minuto después, la muy rubia chica estaba parada a los pies del sofá marrón claro en el que él seguía tumbado; las manos posadas en las caderas y su hosco gesto de aburrido fastidio eran un claro indicio de que esta encontraba reprobable su actitud.

—¿Vagueando como siempre, Eren? ¡Mira la hora que es! ¡Vamos a llegar tarde por tu culpa! —le reprochó Annie, sus enormes ojos azules lo recorrieron de arriba abajo, evaluándolo y, evidentemente, encontrándolo falto—. ¿Vas a ir vestido así?

Eren observó su propia ropa sin comprender muy bien el punto, porque lo cierto es que no le encontraba ninguna pega a sus vaqueros negros rasgados en las rodillas y a la camiseta de manga larga gris oscuro con vivos en negro que llevaba; incluso había hecho una concesión a la ocasión peinándose con esmero y no atándose el cabello de cualquier forma como solía hacer; sin embargo, si observaba a sus dos amigos allí presente, era verdad que lucía un poco descuidado.

Armin llevaba aquel día un pantalón de vestir gris acero combinado con una bonita camisa azul oscuro que le había obsequiado su novia por su último cumpleaños; por supuesto, sus zapatos negros estaba impecablemente lustrados y la chaqueta de traje, un par de tonos más oscuro que su pantalón, reposa sobre el respaldo de una de las sillas del comedor en espera de que se marcharan a la fiesta. Por su parte, Annie, haciendo una completa concesión a su habitual manera de vestir que consistía principalmente en ropa deportiva, optó esa noche por un vaporoso vestido corto de etérea gaza azul marino, que dejaba sus tonificados brazos al descubierto y le llegaba hasta las rodillas. Sus sandalias azules a juego, de tacón muy bajo, dejaban al descubierto los dedos de sus pies enfundados en medias transparentes y sus uñas pintadas de un pálido rosa al igual que las de sus manos; incluso iba delicadamente maquillada, algo que sorprendió y divirtió un poco a Eren. A diferencia de su habitual recogido, esta llevaba el lacio cabello de un pálido rubio suelto y cayendo con gracia hasta casi rozar sus hombros, con su eterno flequillo por una vez apartado de su frente. Se veía guapa y femenina, un contraste total y engañoso de la típica chica huraña con mala leche que podía quebrarte un par de costillas de una patada si la cabreabas.

—Has pasado por las manos de Historia —le dijo él, enarcando una de sus castañas cejas con burla y obviando su pregunta a propósito, esperando que ella se olvidara del asunto de su atuendo.

Annie dejó escapar un suspiro de fastidio.

—Ni que lo digas. Se ha colado en mi casa tras acabar las clases y no me ha dejado salir hasta que ha quedado satisfecha con el resultado; me ha tenido encerrada tres horas, ¡tres malditas horas soportando sus tonterías! Me ha disfrazado como a una muñeca —protestó esta. Se dejó caer son poca delicadeza en el estrecho sitio sobre el brazo del sofá que minutos antes había ocupado Armin—. Además, este condenado vestido me hace morirme de frío, ni siquiera cubre lo suficiente —añadió, deseando bajar un poco más la delicada falda, pero dejó de intentarlo a los pocos segundos, seguramente temiendo romperla de un tirón—. Creo que yo también estoy considerando la posibilidad deponerme una sudadera encima —le dijo al tiempo que cogía la suya sin pedirle permiso y hacía pasar sus brazos dentro de ella. Le quedaba enorme, pero a esta no pareció importarle.

Eren se carcajeó.

—Si te hace sentir mejor, creo que luces como una muñeca muy bonita —le dijo, conciliador. Annie bufó con desprecio en respuesta.

Armin, acercándose hasta ella para poder rodear sus hombros con uno de sus brazos, sonrió un poco cohibido al mirarla. Para Eren era evidente que a su amigo le gustaba lo que veía, y no podía culparlo.

—Eren tiene razón, estás muy bella hoy. Pero yo creo que siempre eres hermosa —le dijo este con una sonrisa boba, ante lo que Annie se puso roja como un tomate maduro y le lanzó a Eren una mirada asesina, de aquellas que le advertían que se las pagaría; como si él fuese el culpable de aquel cumplido y su vergüenza.

¡¿No se suponía que las palabras de su novio deberían ponerla contenta en vez de enfadarla?! Dios, jamás iba a ser capaz de comprender a las mujeres. Quizás por ese motivo no se sentía atraído hacia ellas. Eran un caos.

—Antes que lo olvide, Historia te ha enviado algo para que te pongas; lo tengo en el coche —le soltó Annie, molesta aún, y recobrando nuevamente su maldad al recordarle, con una sonrisa socarrona, cuál era el motivo inicial de su crítica—. Tenía toda la razón al suponer que estarías hecho un desastre, Jaeger. Eres peor que un niño.

Eren resopló en señal de disgusto.

—Así estoy bien.

—Sí, perfecto para salir y perderte por allí con intenciones de tomar tus amadas fotografías, pero no para la fiesta de compromiso de Sasha —lo cortó ella, mordaz.

Al mirar a Armin en busca de apoyo, su amigo se encogió de hombros, lavándose las manos en aquel asunto; no obstante, al percibir su desesperación, este intentó ayudarlo un poco.

—No creo que a Sacha le importe demasiado como vaya vestido Eren —acotó, conciliador—. Ella no se fija mucho en esas cosas.

—Vamos, Annie, sabes que Armin tiene razón. Además, mientras tenga comida suficiente y a Nicolo a su lado, a Sacha el resto le dará lo mismo —una sonrisa se formó en sus labios, de aquellas que generalmente conseguían que sus amigos se ablandaran con él cuándo lo estaban regañando; pero, en esa ocasión, la chica lo miró ceñuda, sin caer en su trampa.

Durante un par de segundos ambos se observaron fijamente, los azules ojos de Annie, cargados de mudos reproches y dudas, contra los verdes de Eren que deseaban convencerla a toda costa. Soltando un resoplido nada femenino, esta los cerró durante un momento y se pinzó el puente de su curvada nariz aguileña. Cuando volvió a verle, su expresión era más de disculpa que de enfado, ante lo que él perdió sus esperanzas de persuadirla.

—Lo siento, Eren. Sé que ambos tienen razón, pero no quiero seguir riñendo con Historia. Ya estoy harta de ella y hemos discutido suficiente por un día; así que espérame aquí, bajaré y traeré las cosas en un momento —le dijo al tiempo que se ponía de pie y dejaba un corto beso en los labios de Armin antes de proseguir su camino hacia la salida.

Eren apartó la mirada de inmediato, algo incómodo por aquella sencilla muestra de genuino afecto.

—No voy a ponerme un pantalón de traje —le advirtió a su amiga, levantando la voz lo suficiente para que esta lo oyera antes de que cruzara la puerta de calle—. Ni siquiera por Sasha.

Annie, que apenas acababa de marcharse, se devolvió hasta la sala con un gesto amenazador en el rostro. Cruzó los brazos sobre el pecho y lo miró ceñuda.

—Vas a vestirte con lo que Historia haya mandado, Jaeger. Deja de dar problemas, ya no eres un crío. Y has algo con tu cabello —ladró—, parece un nido de pájaros.

Eren le devolvió la mirada de enfado, desafiante, sin importarle la evidente alarma que comenzaba a dibujarse en el rostro de Armin al darse cuenta de que estaba a punto de estallar una inminente tormenta entre ellos; de esas que siempre acababan con resultados desastrosos.

—Solo me quieres obligar porque Historia lo hizo contigo —soltó, despechado.

Una sonrisa cargada de dulce maldad adornó los labios de Annie, pintados con un suave brillo rosa en aquel momento. Era muy raro verla sonreír, y cuando lo hacía, casi siempre daba miedo.

—Exacto. Si yo me tengo que sacrificar, no lo haré sola, Eren Jaeger. Tú caes conmigo —le espetó, muy contenta—. Historia e Ymir llegaran en menos de una hora con la camioneta, así que vas a tener que darte prisa —le advirtió mientras daba media vuelta y salía con rapidez del pequeño departamento, dejado tras ella el repiqueteo de sus tacones y su suave perfume florar.

Le lanzó una lánguida mirada cargada de desesperación a su amigo, que lo observaba con gesto culpable.

—¿Por qué no pudiste elegir una chica más dulce y fácil, Armin? ¿Por qué entre tantas, justo Annie?

Este se encogió de hombros, con una compungida sonrisa en los labios, como restándole importancia al asunto. Sin embargo, cuando respondió a su pregunta, su tono estaba cargado de una seguridad abrumadora.

—No elegimos de quien nos enamoramos, Eren, solo ocurre y ya. Aunque sea una mala elección, aunque no sea la persona ni el momento adecuado. Nuestro corazón tiene motivos que nuestra mente no siempre comprende; tú deberías saberlo mejor que nadie.

Ambos se observaron durante unos cuantos segundos, compartiendo aquel pequeño pedacito del pasado y aquellos recuerdos dolorosos. Eren asintió despacio, para dejarle claro a su amigo que comprendía lo que este deseaba hacerle entender; no obstante, algo en la actitud de Armin lo puso en alerta, como si a pesar de todos sus esfuerzos, de todos modos se le escapara algo importante.

Repentinamente, como si se colara a través de un sueño, otro recuerdo se infiltró en su cabeza, desterrando el amargo pasado de golpe y transformándolo en aquel presente tan incierto; en aquel ahora que parecía obsesionar e intrigar a Eren porque todavía no tenía respuestas para lo que sentía.

Desde el primer momento en que Levi apareció en su mundo filtrado e inmutable, pareció cambiarlo completamente todo; tal vez incluso a él.

Si algo en su actitud delató el rumbo que tomaron sus pensamientos, Armin no dijo nada al respecto; su amigo simplemente le palmeó una pantorrilla y se volvió para dirigirse hacia el pasillo, de seguro deseoso por salir del departamento para ir a alcanzar a Annie y así tener unos cuantos minutos a solas con ella.

Mientras esperaba a que estos regresaran, Eren volvió a tomar su móvil y lo encendió, buscando el número de contacto de Levi y observando con atención la malísima fotografía que había tomado de él. Como tantas otras veces tras esa larga ausencia, su corazón dolió un poco y añoró que regresara pronto. Quería poder platicar con él, hacerlo enfadar con sus bromas absurdas, oírlo refunfuñar por sus constantes intentos de fotografiarlo y perderse en su plateada mirada sincera cuando este le decía que le gustaban sus fotografías y su forma de mirar el mundo.

Sí, deseaba verlo, necesitaba oírlo y, no por primera vez, se encontró cavilando la posibilidad de discar aquel número y dejar que fuera el destino el que nuevamente decidiera, ¿no eran siempre las cosas de esa forma entre ellos?

Pero Eren no lo hizo, porque tuvo miedo, no de lo que pudiese ocurrir, sino de él y lo que en verdad ansiaba decirle: «Te extraño. Me gustas. Regresa».

Armin tenía razón como siempre, por supuesto; Levi y él jamás iban a poder compartir el tipo de amistad simple y cómoda que tenía con sus otros amigos; no cuando lo que Eren en verdad deseada de él era algo muy diferente. Y ya no podía cegarse más ante la evidente verdad.

Aunque no fuese la persona adecuada ni mucho menos el momento adecuado, estaba peligrosamente encaminado a enamorarse de Levi Ackerman, si es que no lo estaba ya.

Tal vez debería salir corriendo, ocultarse hasta que la amenaza pasara, pero Eren, mejor que nadie, sabía que no iba a hacerlo; no cuando con cada una de sus respiraciones, con cada latido de su corazón, ansiaba verlo. No cuando la larga ausencia y la distancia impuestas parecían haberlo desangrado gota a gota.

Levantó su mano izquierda y observó a contraluz la delgada cicatriz que cruzaba su palma. Un hilo de unión, quizás. Sus esperanzas sin fin.

Cerrándola en un puño la llevó hasta su pecho, apretándola contra su corazón, mientras se ahogaba en un silencioso ruego:

«Extráñame. Regresa a mí. Piensa en mí, como yo no dejo de pensar en ti. Por favor, piensa en mí».

Después de mucho, mucho tiempo, esa fue la primera vez que Eren deseó algo con tanta necesidad egoísta. Con el desesperado anhelo que era impulsado por los sentimientos que no daban tregua.

Por primera vez en mucho tiempo, rogó porque su deseo se hiciese realidad. Estaba cansado de vivir a base de sueños rotos.

 

——0——

 

—Ya estoy listo. Podemos marcharnos —dijo Eren a sus amigos mientras entraba a la sala luego de haberse cambiado su anterior atuendo por el que le había enviado Historia, aunque ninguno de ellos pareció notar su llegada.

Con lo mucho que esta lo conocía y siendo consciente de que él moriría antes de ponerse un traje formal, su amiga optó por mandarle un par de impecables vaqueros negros y una simple camisa blanca entallada. La chaqueta, también negro, era de estilo informal y le daba un aspecto más presentable sin parecer extremadamente serio y, aunque los mocasines del mismo color no eran mucho de su agrado, acabó por aceptar ponérselos, más que nada por la nota que iba pegada junto a las prendas y que decía que aquello era un regalo adelantado de Navidad de parte de Historia y su hermana Frieda. Luchar contra una de las hermanas Reiss y su obstinación era ya una cosa difícil, pero no imposible. Pero contra las dos, era un caso totalmente perdido.

Tal y como suponía, Ymir e Historia ya habían llegado y se hallaban sentadas sobre el sofá junto a Annie. Las tres, enfrascadas en su propio mundo, tenían las cabezas muy juntas, mirando algo que tenía por completo absorta su atención mientras cuchicheaban con entusiasmado ímpetu.

Armin, sentado en una de las sillas del comedor, las vigilaba; pero, nada más verlo entrar, le lanzó una mirada llena de culpa y arrepentimiento. Parecía un poco desesperado.

—¡Eren, lo siento mucho! De verdad, de verdad quise detenerlas, pero…

Aterrado ante el evidente nerviosismo de su amigo, se volvió a mirar a las tres chicas que esta vez sí se dignaron a notar su presencia. Historia lo observó medio horrorizada, medio avergonzada, mientras que Ymir, la novia de esta, entrecerró sus pequeños ojos castaño claro y le sonrió mordaz, con aquel gesto tan característico suyo que siempre hacia sentir a Eren como un idiota. Annie, sin el menor rastro de culpa o arrepentimiento en el rostro, le enseñó su móvil, aun con la fotografía de Levi en él; aquella situación se sentía casi como si ellas fueran un trio de detectives y esa la prueba condenatoria de que él era el verdadero culpable en aquel caso.

—Lo lamentamos mucho, Eren. Sé que hicimos mal, pero… —Historia, mordiéndose el labio inferior, lo miró apenada, con aquellos enormes ojos aguamarina llenos de pesadumbre. Acababa de abrir la boca para, seguramente, seguir disculpando su falta, cuando Annie la cortó de golpe.

—¿Estás saliendo con Levi Ackerman? —fue la pregunta que le soltó esta, ignorando el reclamo colectivo de Historia y Armin por su poco tacto.

En un par de zancadas Eren estuvo a su lado y le arrancó el móvil de las manos sin muchos miramientos. Era en verdad un completo idiota por habérselo dejado olvidado en el salón, y más tonto aun por jamás ponerle contraseña a ese condenado aparato, a pesar de todas las veces que se había prometido hacerlo tras pasar por ese tipo de episodios con sus amigas desde los quince años. Eran unas entrometidas insufribles.

—Es un amigo —le espetó, mientras apagaba el móvil y se lo guardaba en el bolsillo de la chaqueta—. ¿Y cómo es que lo conoces? —le preguntó extrañado a Annie, aunque de inmediato tuvo una sospecha y lanzó una mirada acusadora a Armin, ante lo cual su amigo levantó ambas manos frente al pecho en señal de defensa.

—A mí no me culpes, yo no he soltado nada por mucho que me han presionado y amenazado. Y ya sabes cómo es tener que lidiar con estas tres.

 Y claro que Eren lo sabía. Llevaba años sufriendo con aquello.

—Armin te está diciendo la verdad, Eren. Ha mantenido la boca cerrada por más que hemos intentado sonsacarle algo —confirmó Annie, ya fuese por sinceridad o simple solidaridad hacia su novio—. Conozco a Ackerman del gimnasio. Se apuntó la semana pasada y comenzará a tomar clases de Kick Boxing conmigo tres veces por semana; aunque ya hemos tenido un par de prácticas de prueba antes de que se marchara.

Disminuido un poco su enfado y con los desenfrenados latidos de su corazón ya casi bajo control, Eren se recriminó mentalmente el ser tan tonto y no haber recordado antes aquel detalle. La última semana que Levi pasó en Shiganshina, en uno de sus paseos matutinos por la playa, este le pidió recomendación sobre algunos de los gimnasios de la ciudad ya que deseaba inscribirse en uno, aludiendo que no estaba acostumbrado a no entrenar casi diariamente y que la falta de ejercicio lo estaba disgustando. Deseoso de ayudarle, Eren le recomendó sin dudar el establecimiento de los Leonhart, ya que el padre de Annie llevaba uno de los mejores gimnasios no solo de la ciudad, sino que del distrito; y Levi le dijo que lo tomaría en cuenta.

Lo que nunca se imaginó fue que tendría tan mala suerte como para que fuese justamente Annie quien le diese entrenamiento a este, sobre todo porque el gimnasio era grande y contaba con un buen número de profesionales en sus distintas áreas. Además, su amiga solo solía tomar bajo su tutela miembros que estuviesen muy bien capacitados.

—Sí, recuerdo que me comentó algo —masculló Eren de mala gana—. No pensé que tomaría Kick Boxing ni mucho menos que terminaría entrenando contigo.

—Fue mi padre quien lo decidió, no yo. Ya sabes que esos asuntos los administra él —admitió la chica. Lo miró con seriedad, pero un brillo de diversión en sus ojos azules le advirtió que estaba a punto de soltarle una tontería—. Por cierto, yo que tú, tendría mucho cuidado en no hacerlo enfadar, Eren; el tipo pega unas patadas tremendas. Hasta a mí me ha costado manejarlo —le dijo, y a pesar de que la broma implícita en sus palabras era evidente, él supo de inmediato que lo que ella decía era verdad, algo que lo sorprendió bastante; Annie era una de las mejores en esa disciplina y no halagaba a nadie sin merecerlo—. Además, te llevo ventaja, Jaeger. Yo ya lo he visto semidesnudo; te puedo asegurar que Ackerman tiene un físico impresionante. Vas a querer morirte cuando lo veas; seguro que con lo delicado que eres, hasta comienzas a hiperventilar.

—¡Annie! —soltó Armin horrorizado, mirando a su chica como si de pronto a esta le acabaran de salir dos cabezas; su novia le devolvió la mirada y se encogió de hombros, al parecer sin comprender del todo que era lo que había hecho mal esa vez. Ymir, que abrazaba a Historia en ese momento, soltó una carcajada tan alta que pareció reverberar por toda la habitación, mientras que su novia se cubría la boca con una mano, seguramente para no echarse a reír también de los desatinados disparates de su amiga, aunque el brillo de diversión que bailaba en sus ojos celestes, la delataba por completo.

¿Cómo fue que acabaron así?, se preguntó Eren con incrédula desesperación mientras observaba la escena tan absurda que se desarrollaba en su diminuto departamento. Sus amigos riéndose y reclamándose entre ellos, opinando sobre su inexistente vida amorosa como si él no estuviese allí presente; una locura total. No obstante, acababa de darse cuenta de que la tristeza y el desánimo que lo embargaban horas antes, terminaron por esfumarse como por arte de magia. Fuesen conscientes de ello o no, aquel irritante grupo siempre eran la mejor medicina para sanar sus dañadas emociones. Eren no los cambiaría por nada del mundo.

—Ya lo he dicho antes, pero por si no ha quedado claro, Levi y yo solo somos amigos —dijo en voz suficientemente alta para hacerse notar sobre la cacofonía de pláticas entrecruzadas, logrando que esta vez todos lo miraran y le prestaran atención—. Amigos —repitió, recalcando el calificativo—. Nada más.

—Pues tu amigo tiene cara de mantón —comentó Ymir que acababa de ponerse de pie y le tendía una mano a Historia para ayudarla a levantarse del sofá. Le sonrió con socarronería—. ¿A sí que ahora te van los chicos de aspecto rudo y peligroso, Eren?

A pesar de que al igual que Annie ella no solía ser demasiado femenina y que debido al hecho de ser estudiante de agronomía se pasaba la mayor parte del tiempo con ropas de trabajo, esa tarde Ymir también se había esmerado en su aspecto. La chica llevaba un estilizado vestido blanco que le llegaba sobre las rodillas y de escote asimétrico que deja uno de sus hombros al descubierto. Tenía el cabello castaño oscuro recogido sobre la nuca en una especie de desmadejado rodete que seguro era trabajo de su novia al igual que su maquillaje, aunque a diferencia del de Annie y el de la misma Historia, este era mínimo, lo que permitía vislumbrar sin problemas el sinfín de pecas que salpicaban la piel trigueña de sus pómulos y mejillas. Los altos zapatos blancos de tacón le hacían ganar unos cuantos centímetros más, lo que sumado al hecho de que ya de por sí era alta, la dejaba casi a la altura de Eren, superando con facilidad el metro sesenta y ocho de Armin y por supuesto que a Annie e Historia, que ni siquiera llegaban al metro cincuenta y cinco.

—El problema no es el modelo, es el fotógrafo —intervino Annie, haciendo caso omiso a su jadeo de indignación—. En persona Ackerman no está tan mal, aunque si tiene un carácter de los mil demonios. Es amargo como el café negro.

—Yo creo que es guapo —acotó Historia, mientras quitaba con sus manos unas diminutas arruguitas de su vestido dorado, un bonito modelo sin tirantes y con una vaporosa falda de tul llena de pequeños brillitos que le llegaba sobre las rodillas. Ella le sonrió suavemente, dulcemente, con aquel gesto de niña buena que ocultaba el temperamento tan obstinado que tenía en el fondo—. Es bueno que comiences a interesarte en alguien otra vez, Eren. Me alegro mucho por ti.

—No estoy interesado en él —mintió, rogando porque las orejas no se le hubiesen enrojecido como ocurría siempre que decía algo que faltaba a la verdad—. ¿Podemos olvidarnos un poco de mí y mi vida sentimental y marcharnos ya? Son casi las ocho y no podemos llegar tarde a la fiesta de Sasha, ¿verdad? —les recordó.

Tal y como esperaba, sus amigos, soltando exclamaciones sobre lo atrasados que estaban, comenzaron a ponerse en movimiento, recogiendo a toda prisa bolsos, abrigos, bufandas, móviles y documentos antes de salir del departamento rumbo al estacionamiento donde Historia había aparcado la impecable camioneta Ford de color azul oscuro que ella e Ymir ocupan habitualmente para ir a recoger las flores que vendía Frieda en su tienda y que ocasionalmente servía para trasladarlos a todos ellos cuando tenían algún sitio al que ir en grupo, ya que era el vehículo más espacioso de todos con los que contaban.

Eren quedó sentado en la parte trasera, junto con Armin y Annie que estaba en medio de ambos. Historia era quien conducía, viéndose diminuta tras el volante de aquel vehículo tan voluminoso, mientras que Ymir, a su lado, le hacía de copiloto y buscaba una emisora de radio que se adaptara a su gusto.

Apoyando la cabeza sobre el cristal del coche, observó el rápido desplazamiento de las luces de la ciudad que parecían parpadear a causa de la velocidad y se mezclaban con los colores verdes y rojos de la decoración navideña que ya ornamentaba los escaparates y entradas de las tiendas, así como la mayor parte de las casas de las zonas residenciales.

Ya casi estaban a mitad de diciembre y la Navidad llegaría en nada, con toda la algarabía de las fiestas, el esperado intercambio de obsequios y el ineludible compromiso de tener que compartir con la familia. Eren en verdad detestaba aquella fecha; de solo saber que tendría que lidiar con su padre y su mal humor, con la visita de Mikasa y Jean que siempre resultaba un poco incómoda y con su madre, eternamente preocupada porque en cualquier momento la tensión entre él y su progenitor pudiese estallar y arruinarlo todo, le daban ganas de encerrarse en su cuarto a dormir y solo despertar cuando el comienzo del nuevo año ya fuese un hecho.

El calor de una pequeña mano entrelazándose con la suya lo sacó de sus sombríos pensamientos. Los pálidos y delicados dedos de Annie estaban enredados con los suyos, más morenos, mientras que su otra mano descansaba entre la de Armin que, perdido en sus reflexiones, observaba atentamente por la ventana; el rostro del chico surcado por un complejo entrañado de luces y sombras provenientes del exterior.

—Paz —le dijo esta, apoyando su rubia cabeza sobre el hombro de Eren, en un gesto que él correspondió, inclinando un poco la suya y entrechocándola con la de ella.

—Paz —acotó en respuesta, sabiendo que aquellas simples palabras bastarían para aclarar todos los malos entendidos entre ellos. No importaba lo mucho que discutieran y las cosas que se dijesen, al final, Eren siempre acababa perdonando a Annie y ella lo perdonaba a él; su relación había sido así desde un comenzó y seguramente lo sería hasta el final, porque ambos poseían un temperamento terrible cuando se enfadaban y acababan chocando, pero tenían a Armin y a todo el resto para amortiguar sus diferencias y compartían aquella relación inquebrantable que los unía. Por sobre todas las cosas y problemas, los dos eran buenos amigos, y cuando en el pasado las cosas se pusieron realmente mal para él, cuando todo pareció irse al demonio, Annie, junto a Armin, fue una de las primeras en ponerse de su lado y salir a defenderlo. Eren nunca podría agradecérselo lo suficiente.

—No es muy conversador, ¿sabes? Pero, inesperadamente, habla mucho de ti —le dijo ella con voz queda. No había necesidad de preguntarle sobre quien estaba hablando, él ya sabía la respuesta: Levi—. Creo que tú también le gustas un poco, y te tiene aprecio, Eren. No lo conozco lo suficiente para discernir si lo que él siente por ti es solo amistad o una especie de cariño de hermano mayor o interés romántico, pero sí pude notar que le interesas; así que solo no te cierres ante las posibilidades antes de intentarlo siquiera, por favor; por mucho miedo que te de enfrentarte a ellas. A veces, la perseverancia obra milagros, ¿no lo crees?

Bajó la vista lo suficiente para encontrarse con los celestes ojos de su amiga, ante lo que ella le sonrió suavemente. Cuando Annie giró el rostro para mirar a Armin, el profundo amor que sentía por este pareció desbordarse; sin duda su amigo era el mejor ejemplo de que no darse por vencido, por mucho que las cosas se pusiesen mal o difíciles, podía traer una hermosa recompensa.

Eren apretó un poco más la mano de la chica para decirle que aceptaba su consejo y ella, tras darle otro suave cabezazo, cambio su posición, soltó sus dedos entrelazados y fue a buscar refugio al lado de su novio, que se volvió a verla y le sonrió con afecto.

Observando como Historia e Ymir platicaban sin parar, metidas de lleno en su propio mundo y riendo de lo que una decía a la otra, y a Armin junto a Annie, perdidos en su complicidad, Eren se sintió inesperadamente muy solo. Y la añoranza volvió a invadirlo.

Recordando la conversación que él y Armin mantuvieron horas antes y las palabras de Annie acababa de decirle, Eren se preguntó si algo cambiaría en su vida si decidía arriesgarse. Si reconocía abiertamente aquellos sentimientos florecientes, los aceptaba y hacía algo con ellos.

«Todo puede comenzar con una llamada», le dijo una vocecilla dentro de su cabeza. Parecía tan fácil… tan simple como apretar una tecla y esperar por una respuesta… Pero daba mucho miedo. Demasiado.

Mientras contemplaba a través de la ventanilla el oscuro cielo de invierno sobre Shiganshina, Eren pensó en Levi una vez más y deseó que estuviese allí, con él.

Rebuscando en el bolsillo de su abrigo negro, tanteó hasta dar con su móvil y lo apretó entre sus dedos.

«Te extraño. Me gustas. Regresa».

Aquel era el mensaje que Eren deseaba escribirle, sin embargo aún no reunía el valor suficiente para hacerlo; no aun, quizás nunca. Pero ferviente y egoístamente deseaba que Levi lo oyera. Que de la misma forma extraña que el destino los había unido, este pudiese recibir aquella palabras que no podían ser escritas.

 

——o——

 

—¡Que frío hace, demonios! —Se quejó Ymir, arrebujándose lo más posible en su largo abrigo beige y hundiendo la mitad del rostro en la gruesa bufanda marrón oscuro que llevaba; tiritaba tanto que el castañeo de sus dientes era audible a pesar del enfebrecido rugido del mar a la distancia—. ¿Alguien me puede explicar porque hemos acabado viniendo a la playa una noche de diciembre cuando la temperatura está a punto de congelación? ¡Son las dos de la madrugada, chicos! ¡Vamos a agarrar una pulmonía!

Historia se abrazó a ella y le sonrió, consoladora.

—Porque ha sido una noche bonita, y queríamos celebrar la buena suerte de Sacha y Nicolo.

—Eso es maravilloso, pero yo no veo a ninguno de los dos por aquí. De seguro ellos se la están pasando muy bien en casa, calentitos y abrigados, mientras nosotros nos congelamos hasta el culo —protestó esta vez Annie. Tenía la punta de su prominente nariz enrojecida y se frotaba las manos con desesperación. Armin, solicito, las tomó entre las suyas y comenzó a friccionarlas para hacerlas entrar en calor—. Además, Connie se ha escaqueado.

—Connie tenía que cubrir un turno de guardia —le recordó su novio a esta, mostrando una amable solidaridad hacia el tercer chico que formaba parte de su pequeño grupo de amigos y que en ese momento debía estar trabajando en la consulta veterinaria que su familia poseía—. Su padre solo accedió a dejarle libres un par de horas para que pudiese estar junto a Sacha en este día. Ya sabes que los dos son muy unidos.

—Pues que le den a Connie; también lo odio –insistió esta con rencor.

Eren se rio.

—A mí me gusta la playa de noche —les dijo, envolviéndose bien la bufanda negra al cuello para evitar que se le colara el frío y acercándose hasta el borde de la zona pavimentada. Rebuscó el móvil dentro del bolsillo de su abrigo, levantándolo un poco para apuntar y tomar una fotografía del brillante rastro que la luna dejaba sobre el oscuro mar otoñal. Esa noche, a petición de las chicas, había dejado la cámara en el departamento, y la verdad era que se sentía casi desnudo sin ella—. Además, ninguno protestó cuando Historia dio la idea, así que ya es tarde para quejas.

—Porque somos idiotas —aportó Annie, nuevamente. Dejó caer su cabeza sobre el hombro de Armin, abrazando su cintura y enredando sus manos en la tela del abrigo gris oscuro que este llevaba. Sin míralo siquiera, le dijo lastimeramente a su novio—. Creo que tanto alcohol se me ha subido a la cabeza. Quiero irme a casa.

—Ya, ya. Nos iremos pronto —le respondió su amigo, alentador, dándole unas palmaditas en la espalda y cubriéndola mejor con la bonita capa blanca de lanilla que esta llevaba—. Además, no podemos quedarnos hasta muy tarde —advirtió—. Todos tenemos que trabajar mañana.

El gemido colectivo del grupo completo no se hizo esperar ante la mención de sus respectivas jornadas laborales. Tener celebraciones un viernes por la noche era siempre un problema, pero con el restaurante de la familia Blouse copado a reservaciones para el fin de semana, era imposible elegir otro día para la fiesta de compromiso de la hija mayor de estos. Además, ni Sasha ni Nicolo hubiesen aceptado hacer la recepción en otro recinto ya que, para ambos, ese era un lugar muy importante debido a que se habían conocido allí, cinco años atrás, cuando el, ahora prometido de su amiga, llegó a trabajar como ayudante de cocina.

A Historia e Ymir, que trabajaban a medio tiempo en la floristería de Frieda, los sábados les tocaba viajar a las zonas rurales de la cuidad para reunirse con sus proveedores y recolectar los pedidos de flores que se necesitarían para la semana. Generalmente este era un trabajo duro que les ocupaba casi todo el día desde el alba, conduciendo de un sitio a otro, negociando con los vendedores y cargando y descargando la camioneta cada tanto. Por su parte, Annie, que trabajaba en el gimnasio de su padre, era una de las que se llevaba la parte más pesada; ella no solo cubría turnos de fin de semana, sino que también en los días laborales durante las horas que tenía libre de la universidad, pero los sábados eran siempre un día terrible, ya que pasaba de un alumno a otro desde las nueve hasta las seis o siete de la tarde. En muchas de las ocasiones que fue a quedarse al departamento de ellos para cenar y ver una película, esta acabó por quedarse dormida a los cinco minutos de haber llegado. En el caso de Armin, a pesar de que el trabajo en la cafetería de Hannes no era especialmente agotador, sí resultaba ser uno de los que entraba a trabajar más temprano, ya que hacía turno completo desde la apertura, a las siete de la mañana, hasta las siete de la tarde que era la hora de cierre. Por el contrario, Eren, era quien tenía los horarios más caóticos de todos, dependiendo siempre del tipo de sesión fotográfica que se necesitase para esa semana y de las locaciones a las cuales debía ir. Afortunadamente, al día siguiente tendría una jornada más tranquila. Riko había citado a todo el equipo de trabajo sobre el mediodía, ya que solo debían acabar la sesión sobre decoración minimalista en departamentos que había quedado inconclusa la semana anterior. Nada más que un par de horas de trabajo y quedaría libre por el resto del fin de semana, se dijo Eren con alivio.

—Iré por algo de café para todos o moriremos congelados aquí —se ofreció Ymir—. Además, creo que yo también bebí un poco más de la cuenta y necesito algo que me despabile —depositó un beso en la rubia coronilla de Historia y trotando con algo de dificultad a causa de los tacones, cruzó hacia la acera de en frente donde, unos cuantos metros más allá, una máquina expendedora estaba emplazada fuera de una tienda de libros que a esa hora de la noche obviamente estaba cerrada.

—¿No vas a ir a ayudarle? —le preguntó Eren a Historia, un poco sorprendido. Su amiga siempre corría, más que dispuesta, detrás de su novia para ser de ayuda si esta la necesitaba.

Ella negó con un suave gesto, haciendo que su lacio cabello dorado se agitara un poco con el viento, enredándose en el alto cuello de su peludo abrigo rosa. Historia levantó levemente el pie derecho y se lo enseñó. Tres de sus dedos estaban llenos de benditas bajo las medias transparentes y las delicadas tiras de las sandalias doradas. Parecía doloroso.

—Los zapatos me han hecho daño mientras bailaba. Ymir se hubiese enfadado conmigo si la seguía —le dijo esta, con la seguridad absoluta que brindaba el conocer tan bien a alguien. Haciendo un esfuerzo, la chica se sentó sobre el capó de la camioneta y dio una palmadita a su lado—. Ven, siéntate aquí un momento —le ordenó con el mismo tono suave e imperioso que Eren estaba seguro utilizaba para controlar a los niños durante sus clases prácticas en el jardín de infantes. En un futuro no tan lejano, Historia sería una maestra de guardería de temer.

A pesar de que no tenía muchas ganas de hacerlo porque más o menos intuía lo que la chica se proponía con esa invitación, obedeció a su pedido y se sentó a su lado. Observó el mar a la distancia, oscuro y siniestro, terriblemente salvaje gracias al gélido viento otoñal. La luna esa noche estaba alta y llena, perfecta en aquel manto aterciopelado de cielo azul marino; sus pálidos haces se reflejaban en las altas olas y en la suave arena blanca, haciéndola brillar casi con un reflejo espectral.

Necesitaba fotografiar…

Como si intuyera su ansiedad, su necesidad bullente, Historia comenzó a dar acompasadas y lentas palmaditas sobre su muslo izquierdo, como si intentara tranquilizarlo. Eren inspiró hondamente, tragándose el frío aire salobre hasta que le ardieron los pulmones. Cuando se volvió para sonreírle, pudo hacerlo de verdad, porque lo sentía en realidad y no como un gesto para enmascarar otras emociones.

Y tuvo que ahogar un quejido cuando sintió la fuerte palmada sobre la parte posterior de su cabeza.

—Deja de coquetearle a mi chica, Jaeger. No soy buena compartiendo y me obligarás a darte una paliza —le dijo Ymir mientras le lanzaba al regazo una lata de café caliente. Pasó otra a Historia, con mucha más delicadeza, y le guiño un ojo a esta, logrando que su amiga sonriera—. No hagas caso de nada de lo que te diga este embaucador, princesa. Ya tiene alguien que le gusta, así que solo serán mentiras para jugar contigo. Este sujeto es de lo peor, créeme. Además es idiota, y ni siquiera es guapo.

Eren le sacó la lengua a Ymir, y esta, tan delicada como siempre, le enseñó el dedo medio en respuesta.

—No me tientes, Ymir. Perfectamente podría robártela en un par de minutos si me lo propongo. Historia y yo siempre hemos parecido como hechos el uno para el otro, ¿no es lo que dice todo el mundo? —le dijo a la chica de forma retadora, recordándole los habituales comentarios de sus conocidos cuando los veían juntos. Eren enarcó ambas cejas y pasó un brazo por los delicados hombros de su amiga que se rio quedito cuando él la miró, divertido—. ¿Qué dices, Historia? ¿Quieres dejar a esta mala mujer y comenzar a salir conmigo?

Ymir bufó con burla.

—Sigue soñando, idiota; total, es gratis —le soltó esta con su habitual acidez al tiempo que se inclinaba hacia su novia y dejaba un duro beso sobre sus labios, acto que logró que Historia se pusiese colorada hasta la raíz del cabello. Ymir tiró sin mucha delicadeza uno de los cortos mechones de cabello que a Eren le caía sobre la frente, logrando que este soltara un quejido de dolor en señal de protesta—. Es una lástima que ella prefiera a las chicas y que a ti te guste que te la metan, Jaeger, sino, puede que entonces sí hubiesen podido ser esa pareja perfecta de la que hablas.

Sin darle tiempo a replicar, la chica se alejó de su lado, dirigiéndose hacia donde Armin y Annie estaban sentados sobre el muro bajo que bordeaba el límite de la playa, mirando hacia el extenso mar mientras platicaban animadamente. En cuanto Ymir llegó a su lado, comenzó a molestar a su otra amiga con su típica mordacidad, a lo que Annie se apresuró a replicar airadamente, mientras Armin intentaba contenerla.

Eren abrió su lata de café y le dio un trago. El líquido, dulce y caliente le llenó la boca y lo reconfortó por completo, haciéndolo sentir contento y disipando un poco el cansancio. Apenas y había bebido un poco de champaña en la fiesta a la hora del brindis por la pareja, pero las clases de ese viernes resultaron ser bastante agotadoras y su mal humor por la ausencia de Levi no ayudó a mejorar su ánimo; hasta ese momento, por lo menos. Estar con sus amigos siempre le sentaba bien.

—Lamento haber revisado las cosas en tu móvil sin tu consentimiento —comenzó a decir Historia repentinamente, jugueteando entre sus pequeños dedos con la lata caliente—, e Ymir también. De hecho, si te sirve para disculparla, ella insistió mucho para que no lo hiciéramos y se enfadó un poco con Annie cuando esta dijo que era necesario porque estaba convencida de que nos estabas ocultado algo importante. Y como Armin se negó a decirnos nada al respecto, ella decidió actuar por su cuenta. Ya la conoces —le dijo, mientras intentaba abrir la lata con dedos torpes, hasta que lo consiguió—. Creo que Annie está un poco preocupada por ti, Eren. Y lo cierto es que yo también.

—¿Por qué he hecho un nuevo amigo? —le preguntó, divertido.

—No, porque ambas tememos que se repita lo de la última vez —respondió Historia con rotundidad, sin intención de minimizar el daño como por lo general hacían todos, temerosos de lastimarlo. Eren, mentalmente, le agradeció su honestidad—. Pero no hablemos de eso esta noche. No estropeemos una velada tan bonita y tan llena de felicidad… ¿Por qué no me cuentas un poco sobre él? Háblame de Levi —le pidió su amiga y, para su sorpresa, acabó cediendo a su caprichosa petición.

Unos cuantos minutos después, tras haberse acabado ambos el café y explicado a la chica toda su historia con Levi hasta el momento y alguna que otra cosa sin importancia de las que este le confió de su vida, Eren se sintió mucho más ligero, casi liberado. De entre todos sus amigos, Historia siempre había sido una de las mejores escuchando, tanto como lo era Armin; pero, a diferencia de este que siempre parecía buscarle una razón lógica a todo, su amiga lo explicaba todo desde el corazón. Fue Historia quien le habló primeramente del destino y las casualidades, de las señales que este ponía en el camino para guiarnos en el rumbo correcto; y, como no, fue ella quien se puso en ese momento como loca cuando él le enseñó su cicatriz y le dijo que Levi tenía una casi idéntica. Mientras más cosas le contaba Eren de aquel extraño encuentro y amistad que había surgido entre ambos, los ojos aguamarina de esta más brillaban. La conocía lo suficiente para saber que ella ya estaba pensando en una historia de amor que probablemente jamás llegara a existir.

—Tienes que presentárnoslo —le dijo ella con esa especie de autoridad que se daba a veces y que resultaba un poco graciosa al provenir de alguien que sobrepasaba apenar el metro cincuenta de altura y que tenía el rostro de una bonita muñequita—. Podemos preparar una reunión para cuando él regrese. ¿Año Nuevo? —le preguntó esta, esperanzada—. ¡Invítalo para Año Nuevo, Eren! ¡Las fiestas en mi casa siempre son divertidas y sabes Frieda ama que vaya mucha gente!

—Ni siquiera sé si Levi estará aquí para esa fecha, Historia —le explicó con paciencia. Su amiga infló las mejillas, molesta, y él no pudo evitar pensar que parecía un pequeño hámster, por lo que se rio—. Pero me lo pensaré. Si ha regresado antes de las fiestas y no tiene planes, lo invitaré.

—Eso es una promesa —le dijo la chica, entrelazando su meñique con el suyo—. ¡Ya quiero que sea Año Nuevo!

Una nueva carcajada escapó de sus labios al oír su entusiasmo y desvió la mirada hacia donde Ymir, junto a Annie y Armin, platicaban cerca de la playa. A pesar de que Eren no se percató en un inicio de lo que la pequeña rubia pretendía, a medida que el tiempo fue transcurriendo comprendió que el plan de Historia fue llevarlo allí para obligarlo a hablar. Esta había optado por uno de los sitios en los que él se sentía siempre más a gusto y cómodo para lograr que bajase la guardia lo suficiente y confesara. Aquella diablilla era en verdad muy lista, aunque todos siempre la subestimaban un poco a consecuencia de su apariencia tranquila y su trato amable, y eso era un terrible error. Ahora eran sus amigos quienes pagaban las consecuencias de ese descuido, congelándose hasta el tuétano y perdiendo importantes horas de descanso solo por dejarse enredar en sus planes.

—Me hubiese gustado traer mi cámara hoy —comentó Eren en voz alta. Cerró los ojos y levantó la cabeza para permitir que el viento cortante la rozara la piel del rostro.

—Si te hubiésemos permitido hacerlo, ¿habrías fotografiado a Sasha y Nicolo en su día especial? —le preguntó su amiga.

Tras pensarlo detenidamente un instante, él negó con pesar.

—No. No me siento capaz de hacerlo. Todavía no, por lo menos.

Historia le sonrió en respuesta y palmeó su brazo.

—Entonces será para su matrimonio —le dijo con optimismo. Un optimismo que a Eren le hubiese gustado compartir pero no podía llegar a convencerlo del todo—. Y me debes también una fotografía junto a Ymir. Siempre he pensado que es muy injusto que solo Armin y Annie puedan presumir de tener una tomada por ti. Cuando seas un fotógrafo famoso no podré vanagloriarme de ello —explicó, pareciendo sentirse muy ofendida por ese detalle.

Eren tiró con suavidad de uno de sus rubios mechones de dorado cabello, juguetón.

—Dudo que eso pase, así que no te preocupes.

—Ocurrirá, ya verás —respondió ella—. Eres bueno en lo que haces, Eren, y no soy solo yo quien lo dice, ¿verdad? —un brillo cargado de diversión bailó en sus celestes iris, como si supiera su secreto. Bajo aquella atenta mirada, él se sonrojó un poco al recordar que eso era algo que Levi le repetía siempre—. Solo hace falta que seas tú mismo quien se lo crea.

Durante los siguientes minutos se sumieron en un agradable silencio. Los brazos de ambos rozándose y trasmitiéndose calor a través de las capas de ropa y la reconfortante sensación de sentirse en buena compañía.

En cosa de un año, Sasha iba a casarse, se dijo Eren mientras volvía a fijar su mirada en el lejano mar. Probablemente, para ese momento, esta ya habría obtenido su título en gastronomía internacional y ella y Nicolo intentarían abrir su propio restaurante como venían planeando hacer desde hacía un tiempo. ¿Tendrían hijos pronto?, se preguntó. ¿Querrían migrar de Shiganshina y buscar nuevos horizontes?

Cada vez que observaba a sus amigos crecer, avanzar hacia el futuro, Eren no podía evitar pensar en si él era el único que se había quedado atascado en aquel pasado. Estaba convencido que de acabados sus estudios, Armin y Annie serían los siguientes en casarse y formar su propio hogar, y tal vez Historia e Ymir querrían lo mismo para su futuro, de hecho, su pequeña amiga siempre había asegurado que deseaba tener por lo menos un par de niños propios y su novia no parecía estar en desacuerdo con la idea. Por otro lado, Mikasa y Jean ya ni siquiera vivían allí y visitaban la ciudad de forma muy esporádica, centrados por completo en su carrera en el ejército y en fortalecer su relación lejos de ese lugar y de los malos recuerdos.

Eren era el único que seguía solo, esperando… Confiando en que llegase algo que lo obligara a salir de su letargo autoimpuesto pero demasiado asustado para aceptar las oportunidades que se le presentaban. Odiaba tener miedo, sí, pero aquel desagradable sentimiento le era familiar y, por lo mismo, sabía lidiar con él mucho mejor que con el dolor o la incertidumbre.

Estaba tan cansado…

—Se siente como tres otoños, ¿no es así?

Eren volvió el rostro para mirar a Historia y la encontró con su azul mirada clavada en la brillante luna. Esta en verdad era una chica muy hermosa, tuvo que admitir; no solo físicamente, sino que como persona. Si él hubiese podido elegir de quien enamorarse, le hubiera gustado poder hacerlo de Historia; pero la vida jamás era así de sencilla y los deseos y los hechos raramente iban de la mano.

Al volverse a mirarlo, ella seguramente se percató de toda la confusión que debía reflejarse en sus ojos verdes tras su comentario, y se rio.

—La ausencia. La distancia —le explicó—. Hay un proverbio chino que dice que cuando extrañas demasiado a alguien, un día de ausencia dura tanto como tres otoños. Siempre que estoy lejos de Ymir me siento así, como si el tiempo se arrastrara muy despacio y doliera —dijo esta—. Es normal que estés triste, Eren, no tienes que avergonzarte de ello ni tratar de ocultarlo; es una parte normal de querer a alguien.

En aquella ocasión, él ni siquiera intentó negarlo o justificarse, porque acaso, ¿serviría de algo? Historia, la que idealizaba todo y era solo corazón y emociones, había visto bajo las capas de su impuesto autoengaño y echado un vistazo a sus enmarañados y confusos sentimientos. Ella, más que nadie, tenía claro lo que él sentía por Levi y el terror que le daba reconocerlo.

—¿Y qué haces entonces cuando la extrañas? —le preguntó, en verdad deseoso por oír su respuesta.

Esta sonrió, soñadora.

—La llamo por teléfono o le escribo una carta bonita y llena de detalles que luego le entrego o le horneo un pastel que después compartimos —le confesó, un poquito avergonzada. Un leve tono rosa coloreando sus pálidas mejillas—. Solo busco alguna manera de demostrarle que la amo; que no importa la distancia entre nosotras, yo siempre estoy pensando en ella. El amor no es el complicado, Eren; somos nosotros los que nos complicamos con él.

Antes de que ninguno de ellos pudiese añadir algo más a aquella plática, Ymir se apareció allí para interrumpirlos.

—Ya, suficiente charla por hoy, ya es tiempo de marcharnos a casa —les dijo, ahogando un bostezo con una de sus manos y regalándole a él una de aquellas miradas que le decían que lo consideraba un insecto despreciable por haberle robado tanto tiempo a su chica.

—Mañana Nanaba va a asesinarme, ni siquiera podré mantenerme en pie —aseguró Armin, caminando hacia ellos mientras arrastraba de la mano a una muy agotada Annie. Los ojos de su amigo lucían un poco enrojecidos por el cansancio.

—Y yo seguramente acabe asesinando a alguien en el gimnasio y cabreando a mi viejo. Lo más probable es que deba pasar la noche en su departamento, chicos. Quizás me tenga que quedar hasta el lunes si amenaza con echarme de casa otra vez —masculló la chica mientras volvía a apoyar la mejilla sobre el hombro de su novio. El maquillaje de sus ojos comenzaba a correrse, resaltando el azul de estos; parecía una de aquellas muchachas góticas con expresión aburrida y eternamente deprimida.

—Entonces, en marcha —les dijo Historia muy animada y dando una palmada para llamar su atención, como si fuesen niños de jardín a los que debía poner en orden. Eren no pudo evitar preguntarse si aquello se debería porque en verdad los veía como un grupo de chiquillos revoltosos o era un reflejo condicionado por sus estudios universitarios. Prefirió declinarse por esto último.

Uno a uno fueron subiendo al vehículo, platicando ya casi a penas a causa del agotamiento. Mientras se dirigía hacia la parte posterior de la camioneta para subirse en ella, Eren miró una vez más hacia la playa, la cual estaba iluminada por la luna en una perfecta postal nocturna. Nuevamente sacó su móvil del bolsillo de su abrigo y tomó la fotografía. Por supuesto, esta no era demasiado buena; estaba un poco saturada y la iluminación no era la adecuada, además, necesitaba algunos filtros que no podría obtener con una cámara tan básica. También el encuadre era algo defectuoso, pero aun así aquella foto le gustó. Le recordó a Eren los viejos tiempos, esos en los que no estaba tan roto y dañado y solo fotografiaba todo lo que llamaba su atención por el simple placer de hacerlo, no porque el mundo expuesto a través de un lente se hubiese convertido en su escudo ante el sufrimiento.

Tras pensarlo un momento y armándose de un valor que no sentía, seleccionó la fotografía y tecleó un rápido mensaje antes de enviarla, sin darse tiempo para arrepentirse. Aquel simple «¿Qué es lo que estás viendo ahora?» no se acercaba ni un poco a todas las cosas que deseaba decirle a Levi, pero era algo. Un pequeño paso. Un comienzo.

Para su sorpresa, la respuesta llegó unos pocos segundos después. Su corazón pareció saltarse un lar de latidos antes de comenzar a bombear como un loco contra su pecho mientras desplegada la aplicación para poder leerlo.

«Sí que has tardado, mocoso. ¿Qué te ha tenido tan ocupado? »

Sin poder evitarlo, Eren comenzó a sonreír como un tonto. Armin, que esperaba con la puerta del coche abierta a que él entrase de una vez, enarcó una de sus rubias cejas de forma interrogativa; no obstante, al percatarse de que Eren estaba con su móvil, sonrió de medio lado y le hizo un gesto con la mano, echándolo, mientras le pedía a Historia que por favor esperara un poco más antes de ponerse en marcha.

Su respuesta a la pregunta de Levi no fue algo genial ni mucho menos. Eren ocultó su cobardía y miedo tras la excusa de su trabajo y los estudios, contándole también a este sobre la cena de compromiso de Sasha y la absurda salida nocturna que aun los mantenía medio congelados a la orilla de la playa.

Cuando Levi le escribió que regresaría el domingo por la mañana a Shiganshina y sugirió que quedaran en verse para desayunar, Eren pensó que podría morir allí mismo de alivio y felicidad; y fue quizás ese arrebato de alegría el que gatilló que, tras su respuesta afirmativa, escribiera aquello que llevaba días quemándole dentro del pecho, apenas dejándolo respirar con normalidad. Ese sentimiento que parecía haberse robado una parte de él y que al parecer no regresaría del todo hasta que Levi también lo hiciera.

«Te extraño».

Esa vez la respuesta no llego enseguida y mientras un minuto pasaba y luego el siguiente, Eren temió haber cometido un error irreparable. Y se aterró ante la idea de que haber perdido a Levi para siempre por su tonto arrebato.

Estaba pensando en la mejor forma de disculparse con él cuando el anuncio de una respuesta brilló en su pantalla; desplegó el mensaje con dedos temblorosos y la boca seca, sin embargo cuando observó lo que este era, no pudo evitar que los ojos se le llenaran de lágrimas.

Aquella simple fotografía del cielo nocturno era pésima. Estaba sumamente saturada y el encuadre era de pena, además, ¿eso era un dedo? Eren no pudo evitar reírse, mientras notaba el tibio calor húmedo que le mojaba las mejillas, pero no hizo intento de secárselas. Releyó aquel mensaje y tecleó su respuesta, sin dudar, sabiendo que acababa de tomar una decisión.

«Así no parece que estuviésemos tan lejos», le había escrito Levi, demostrándole con aquella simple foto que no importaba la distancia que los separara, no sería jamás demasiado lejos mientras compartiesen el mismo cielo.

«Tienes razón».

Eren no necesitaba decir más, sabía que el otro lo entendería; comprendería todo aquello que él no era capaz de decir como siempre lo hacía.

Los consiguientes «Buenas noches» y un «Nos veremos pronto», dio por concluido aquel breve interludio.

No había sido capaz de llamar a Levi directamente para escuchar su voz, pero estaba bien así, se dijo. Eren sabía que no podía obligarse a cambiar de la noche a la mañana, no podía convertirse en alguien diferente tan rápido. Era un cobarde, sí, y probablemente lo seguiría siendo durante un tiempo, pero aquella noche acababa de tomar una decisión y esta le daba valor.

Quería a Levi e iba a arriesgarse. No iba a permitir que su temor a que sus sentimientos no fuesen correspondidos lo acobardara ni se escudaría en sus dudas y temores para no hacer nada al respecto para llamar su atención. Esa vez, se prometió, sería valiente, lucharía. No se conformaría con dar un paso atrás y decir que todo estaba bien, que las cosas eran mejor de ese modo. Y si aun así Levi no se enamoraba de él, si este no podía llegar a quererlo y corresponderle, Eren no tendría nada de lo que avergonzarse ni arrepentirse, porque lo habría intentado, y un fracaso era mil veces mejor que una duda.

Historia le había dicho hacia poco que en una sentida ausencia un día era tan largo como tres otoños; para él, estar ese tiempo separado de Levi, se sintió como un eterno siglo. Aunque no lo supiese hasta ese momento, Eren comprendió que le había estado esperando durante mucho tiempo, demasiado.

Quizás, desde mucho antes de conocerse realmente.

Notas finales:

Como siempre, lo primero, a todos quienes hayan llegado hasta aquí, muchas gracias por haber leído; espero valiera la pena y lo disfrutaran.

Este capítulo fue uno de los primeros que bosquejé cuando comencé a armar esta historia dentro de mi cabeza hace unos meses atrás, así que verlo hoy finalmente escrito, me ha hecho muy feliz, aunque no niego que el hecho de tener cinco personajes en escena estuvo a punto de matarme en el proceso de redacción, pero ha sido una experiencia divertida. Además, tenía muchísimas ganas de mostrar a Eren con su grupo de amigos, por una vez sin Levi rondando por allí para distraer su atención. Así que solo espero les haya gustado al leerlo tanto como a mí me gustó escribirlo.

Por si alguien se lo llegase a preguntar, mucho de este capítulo nació a consecuencia del tema All of the Stars  de Ed Sheeran. Es una de mis canciones favoritas, y cuando la escuchaba un día, me dije, “quiero hacer un capítulo sobre algo así”, y bueno, aquí está, jaja.

Lo siguiente, es algo que espero sea una buena noticia para quienes lean esta historia, y es que desde este momento, comenzaré a actualizar In Focus sin falta miércoles por medio. Esta decisión la he tomado después de darme cuenta de que de todas las historias que llevo de momento, tres serán bastante largas, de más de veinticinco capítulos cada una (In Focus incluida).

En un principio pensé en enfocarme en una sola de ellas para poder sacar una actualización semanal hasta acabarla y que no se alargara tanto en el tiempo, pero, tras pensarlo un poco, me di cuenta de que sería un poco injusto para quienes siguen mis otras historias. Fue así como llegué a la decisión de priorizar uno de mis fanfictions largos sobre los otros, pero sin dejar los otros de lado por completo; así que mientras In Focus se actualizará semana por medio, los demás lo irán haciendo entre medio de estas actualizaciones como hasta el momento, o sea, un capítulo para cada uno en el orden que yo les he dado (La Joya de la Corona, Amar en Tres Tiempos, Cantarella e Hilo Rojo, respectivamente). La elección de esta historia sobre las otras se debió principalmente a un motivo que para mí pareció importante y es que, de todos mis fanfictions largos, este es el que parece gustar más, así que debido a ello, se ha ganado la prioridad. Una vez acabe con ella, otro de estos pasará a ocupar su lugar.

Así que de momento la cosa queda así, la próxima actualización de In Focus será para el miércoles 05 de diciembre (puede que jueves si actualizo pasada mis 00hrs, eso depende un poco de mis clases y mis prácticas), mientras que la semana que viene, entre miércoles o jueves, será el turno para Amar en Tres Tiempos.

Por supuesto, antes de despedirme, quiero agradecer a todos quienes se dan el tiempo de dejar sus comentarios, votar, apuntar a sus favoritos, sus bibliotecas o a sus alertas. En verdad me anima mucho saber que la historia les gusta.

Gracias, un abrazo y nos leemos en la próxima.


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