Siempre juntos
Capítulo 1: Lesionados
- Juego y partido, Atobe…
Había sido el mejor partido de su vida. Jamás había logrado emocionarse tanto como ahora. Y por fin entendía que sucedía en su cabeza. No quedaban dudas en su corazón, con esto ya estaba seguro.
Desde hacía un tiempo, Tezuka Kunimitsu rondaba sus pensamientos, sus sueños y sus fantasías. Al principio creyó que se debía a la inmensa rivalidad que tenía con él, pero ahora comprendía que esa no era la razón. Había mucho más en esta situación de lo que le gustaba admitir, y ahora que ya era consciente de sus sentimientos, no sabía cómo seguir adelante con su vida.
Fue durante este partido que su corazón explotó en conocimiento, pero ya era tarde… la angustia por haberlo lastimado no hacía más que torturarlo. No podía creer hasta qué punto Tezuka amaba al seigaku. Una lesión como la que ahora tenía, (por su culpa, además), no sería nada fácil de sanar.
Lo miró, ocultando su dolor tras su aura de superioridad y suspiró; su cabeza estaba hacia atrás, con los ojos cerrados y una sonrisa de satisfacción, pues lo había dejado todo en la cancha. Atobe no podía más que sentirse atraído por su rival, y también agradecido. Gracias a él ahora veía todo con claridad: lo amaba. Tanto que dolía ver lo lejos que se encontraban el uno del otro. Tezuka nunca seria suyo, él lo sabía, ya que los ojos del capitán del seigaku parecían estar puestos en aquel genio del tenis.
Se acercó a la red sin dar muestra alguna del conflicto emocional al que se estaba enfrentando, su arrogancia natural era capaz de cubrirlo todo, o eso creía. Alzo la mano para estrechar la suya, más al tocarlo, un temblor le recorrió todo el cuerpo, provocando que Tezuka lo mirara extrañado por una fracción de segundo, antes de que Atobe levantara su brazo aun sosteniendo su mano en un acto de triunfo mutuo y así no pudiese notar la reacción que había tenido por su tacto. Su corazón en cambio, fue algo difícil de controlar. Pareció decidido a partirle el pecho en dos y escapar a las manos de su dueño. Dió gracias al cielo porque nadie más que él podía sentir los furiosos golpeteos.
No quería soltarlo, se sentía en las nubes y quería continuar así, pero se obligó a caminar en la dirección contraria, alejarse de Tezuka, alejarse de todos e intentar bloquear a su obstinado corazón. Lo amaba. Lo quería a su lado. Debía estar con él o moriría de angustia.
Se dejó caer en una banca y se cubrió el rostro con la toalla, ignorándolo todo, el bullicio alrededor, sus compañeros felicitándolo por la victoria, la barra del Hyotei, a Wakashi dirigiéndose a la cancha para desempatar el resultado. Solo quería estar así, disfrutando del hormigueo que continuaba en su mano por el roce con la del otro capitán… aunque su alegría solo fuese momentánea.
- Atobe – la voz de su entrenador lo sacó de su burbuja.
- Lo sé, entrenador – respondió antes de que continuara – mañana a primera hora le enviaré los datos de un contacto en el extranjero.
- ¿No iras tú? – la voz de Sakaki sonaba curiosa
- Sera mejor que no – dijo quitándose la toalla y mirando hacia el equipo contrario – lo mejor es que vaya usted y hable con la entrenadora Ryuzaki… por favor.
Su entrenador no hizo más comentarios, todos sabían que el jamás pedía favores pues tenía a miles de persona a su servicio a quienes mandar, y si esta vez lo estaba haciendo, debía haber una importante razón.
“Demonios, Keigo, mira donde has caído sin darte cuenta. Si sabes que no puedes estar con él, lo mejor sería alejarte, ¿verdad?” Lo miró nuevamente, concentrado en el partido de su novato.“No tienes remedio, ¿cómo estas tan seguro si no lo has intentado?” Sonrió.
Le pidió su teléfono a Kabaji, tecleo un mensaje corto y se lo devolvió para que lo guardara. Sabía que si quería una respuesta, tendría que esperar hasta más tarde, no habría mensaje de vuelta, por lo que se relajó y puso atención al partido.
Horas después y luego de varias paradas, (la escuela, el hospital y su casa), Tezuka se encontraba sentado junto a la entrenadora Ryuzaki, quien hablaba animadamente con el padre de Takashi. Habían decidido ir al restaurante de Kawamura para celebrar la victoria en el torneo de Kantou. Y aunque sus compañeros se veían preocupados por su capitán, estaban intentando celebrar el triunfo de igual modo. Así lo había pedido el mismo Tezuka. Él por otro lado, tenía la cabeza ocupada en una pequeña frase que había leído nada más empezar el partido de Ryoma.
“En seigaku a las diez. Te espero”
Sabía muy bien de quien venía ese mensaje, tenía su número registrado hacía meses sin saber realmente como lo había conseguido. Seguramente Syusuke tenía la culpa de esto. Frunció el ceño al vaso en su mano.
No lograba imaginar para qué lo quería Atobe. Estaba claro que no era alguien que pidiera disculpas, y si ese fuese el caso, el mismo había continuado el partido conociendo de sobra las consecuencias para su cuerpo. No tenía de qué disculparse. Al contrario, pocas veces se había sentido de ese modo… satisfecho de sí mismo. Lo había intentado con todas sus fuerzas, había sacrificado su hombro en el camino, pero no se arrepentía. Nunca había querido ser un mártir, aunque estaba seguro de que sus compañeros estaban aún más motivados ahora, y si eso servía para que todos mejoraran como tenistas, entonces era un precio justo.
Miró su reloj. Faltaban veinte minutos para las diez y se demoraban unos quince minutos desde el restaurante hasta la escuela, por lo que decidió retirarse.
- Profesora – le habló a su entrenadora en voz baja pero clara – me disculpo, pero debo irme.
- ¿Estás bien? – La preocupación de Ryuzaki era palpable mientras lo miraba - ¿Quieres que te lleve hasta tu casa?
- Gracias, pero estoy bien – respondió tranquilo – es solo que hay un asunto que debo atender ahora. Nada por lo que preocuparse – añadió tomando su bolso y mirando al resto del equipo.
- Chicos – todos lo miraron atentos y en silencio – Lamento no poder quedarme más esta noche, pero tengo cosas que hacer. Han hecho un gran campeonato. Los felicito.
Dicho esto, se giró hacia la puerta y comenzó a caminar antes de que tuvieran tiempo de decir nada, pues los conocía bien y sabía que no lo dejarían marcharse así como así. Escuchó los reclamos de todos hacia la entrenadora y sonrió, pero se detuvo en seco a unos pasos de la puerta cuando esta dijo:
- Si Tezuka tiene una cita, es asunto de él. Déjenlo tranquilo, que está bastante grande para cuidarse solo.
- ¡¡¡¿¿CITA??!!! – Gritaron todos a coro, pero antes de oír mas, apresuro el paso y se fue hacia seigaku.
Lo curioso, fue la reacción de su corazón ante las palabras de su entrenadora. Si bien era cierto que se encontraría con alguien, su definición de cita estaba lejos de lo que se imaginaba pasaría esta noche. Aunque no era que tuviese mucha experiencia en el campo; lo habían intentado con Syusuke hace un año atrás y claramente no había funcionado. Solo les había servido para darse cuenta de que eran excelentes amigos y que habían confundido sus sentimientos un poco. Bien sabían los dos que sus corazones apuntaban en otra dirección, con otras personas. Una de ellas era a quien vería en unos minutos más.
Aun no tenía idea del motivo de Atobe para su encuentro. Difícilmente habría notado algo de su parte, pues siempre se había encargado de ocultar muy bien sus emociones, y hacía tiempo ya lo había tachado de platónico. Entonces, ¿por qué estaba tan nervioso?
Pensando en esto llego hasta su escuela casi sin notarlo, y ahí, apoyado contra el muro de la entrada, estaba él. Creyó que llegaría primero, pero grande fue su sorpresa al verlo con las manos en los bolsillos, los hombros hacia adelante y la mirada en el suelo. Movía su pie de forma inquieta; parecía… nervioso.
“¿Nervioso? Vamos, Kunimitsu, ¿por qué razón estaría nervioso Atobe? Siempre ha sido muy seguro en todo lo que hace, no como tú, que dudas por cada paso que das cuando de tus sentimientos se trata.”
Gruñó por lo bajo al notar el acelerado ritmo de su corazón, justo cuando el otro alzaba el rostro y sus miradas se encontraron.
- Estas aquí – dijo enderezándose de inmediato con un toque de alivio en la voz.
- Atobe – Se mantuvo a unos pasos de distancia amparándose en la oscuridad de la calle, pues su temperatura había aumentado y sentía sus mejillas enrojecer.
- No estaba seguro de si vendrías – se pasó una mano por el cabello con una sonrisa bailando en su rostro. Una sonrisa… ¿nerviosa?
- ¿Hay algo que necesites? ¿Va todo bien? – preguntó con las manos en los bolsillos
- Tan directo como siempre – suspiró Atobe bajando la mirada.
“Ok. Aquí pasa algo. No es normal verlo así. Definitivamente esta nervioso.” Pensó sorprendido “Aunque dudo que sea por lo mismo que yo lo estoy”- añadió para sí mismo con un deje de tristeza.
- ¿En qué piensas? – Atobe lo miraba curioso esta vez
- Intento adivinar qué es lo tan importante como para hacerte venir hasta aquí y aun así no decir nada.
- ¿Estabas ocupado?
- El equipo está celebrando la victoria en el restaurante de Kawamura – respondió sin darle demasiada importancia.
- Ya veo. Lamento haberte interrumpido entonces – El aire común de arrogancia que no había visto desde que llegara volvió de golpe a cubrir todo rastro de emociones.
- Pierde cuidado – le dijo dando un paso más cerca – de todos modos me iría temprano, estoy agotado y necesito descansar un poco.
- ¿Te duele? – preguntó tras una pausa, señalando su hombro con la barbilla. No se había percatado que al decir lo anterior se lo había tocado con la mano derecha.
- Estoy bien. No te preocupes.
Notó que estaba por decir algo pero no emitió sonido alguno, solo desvió la mirada y frunció el ceño. La tensión de sus brazos se notaba a través de su fina camisa. Una que llevaba con el cuello abierto dejando ver su clavícula…
- ¿Te puedo acompañar a casa?- dijo sin mirarlo, casi avergonzado de sus palabras.
- Cla...Claro – respondió sorprendido.
Se dispuso a dar la vuelta para caminar hacia su casa pero se detuvo al ver que Atobe no se había movido. Estaba con el teléfono en las manos tecleando un mensaje.
- ¿Tenias algo que hacer?- preguntó algo receloso
- Nada – dijo mostrando la pantalla de su teléfono. “Es todo. Pueden irse”- Solo daba la orden a mi chofer para que se fuera a casa.
- ¿Estaba cerca? – preguntó mientras comenzaban a caminar
- Como te dije, no estaba seguro de que vendrías, y ahora que estas aquí, no quiero ir a ningún otro sitio – soltó con una sonrisa tímida mirando al cielo.
No pudo decir nada. En ocasiones, cuando se encontraban por casualidad, Atobe hacia ese tipo de comentarios, sin saber que eran como oxígeno para sus pulmones. Ahora, la situación le daba un pequeño brillo de esperanza a lo que él tenía como imposible.
- ¿Por qué me hiciste venir? – preguntó luego de un momento en silencio.
- Necesitaba verte –
- ¿Para qué?
- Para saber que estabas bien – contestó en un susurro
- Si de algún modo te sientes culpable por lo que pasó en el partido, no es necesario que te preocupes. No fue tu culpa – sentía que debía dejar eso muy claro.
En ese momento pasaban junto a un pequeño parque. Atobe se detuvo a mirar la entrada y se dirigió hacia un árbol sin pararse a mirar si Tezuka lo seguía. Al llegar, apoyo la espalda contra el tronco y miró al cielo de nuevo.
- Quería superarte. Necesitaba demostrar que era mejor que tú. Tenía que eliminar ese aire de perfección que te rodea siempre y que me vuelve loco. Tenía que hacerlo… pero jamás quise lastimarte – dijo lo último mirándolo con tristeza.
- Atobe – Se acercó más a él y lo miro fijamente – Siempre has sido mejor que yo. En una infinidad de cosas. El tenis es lo único en lo que podría igualarte. El partido de hoy fue el mejor que haya jugado en mi vida. Me sentí pleno y feliz, pero… porque estaba jugando contra ti.
Atobe lo miro con un pequeño rubor en las mejillas, sorprendido y avergonzado a la vez, y luego desvió la mirada. Tezuka no sabía de qué inspiración divina se había aprovechado para decir aquello tan fácilmente, como si del tiempo se tratase, pero había sido sincero. Total y completamente sincero. Y al notar su reacción, más impulsos comenzaban a amenazar con salir. Dando otro paso, levantó su mano y tomo la barbilla del chico frente a él, obligándolo a mirarle.
- No te culpo – cada palabra dicha con decisión pero en susurros
- Arruine tu futuro, claro que es mi culpa –
Podía sentir el temblor que recorría su cuerpo, igual al que había percibido al finalizar el partido de esa tarde. Aquella corriente eléctrica que pasaba a su mano, ahí, donde su piel tocaba la del otro y lo soltó. Su corazón latía como caballo desbocado.
- ¿Me acompañas a casa?- preguntó con una pequeña y triste sonrisa
Atobe solo lo miraba, no había dicho nada, pero asintiendo con la cabeza se puso en marcha, alejándose del parque.