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Hasta El oscuro puede amar por lizergchan

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Disclaimer: Los personajes de Marvel no me pertenecen, sino a Marver Estudios, Disney y a Stan Lee. Este fic lo hice sólo y únicamente como diversión. Créditos a los autores de las imágenes de portada en turno.

Personajes: Dr. Strange/Tony Stark.

Aclaraciones y advertencia: Romance, angustia, muerte de personaje, pactos demoníacos y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.

 

 

Resumen: Todos sueñan con la eternidad, pero pocos conocen la maldición que conlleva.

Beta Reader:

 

—c

 

 OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

Hasta El oscuro puede amar

 

 

Capítulo 11.-El ángel de los tres dones

 

 

Natasha nunca creyó en dioses o seres divinos. Entonces conoció a Thor. Luchó contra Loki y después con Thanos, pero, aun así, ella siguió sin creer en deidades creadoras y personajes bíblicos.

Ahora estaba frente a dos demonios. Leviatán, esa serpiente (o dragón), que fue referenciada en algunos pasajes de las “Sagradas escrituras”, y el antiguo rey del infierno, del que los humanos normales no habían escuchado antes.

 

Stephen Strange era un reencarnado. Hechicero Supremo. Vengador y un maldecido que a sufrir muertes horribles solo por la libertad de un demonio. Destinado a vivir por la eternidad, padeciendo aquello que muchos anhelan sin saber lo que implica. Natasha no podía imaginar lo qué era recordar todo el sufrimiento de vidas pasadas, no solo suyas, también de aquellos que en algún momento compartieron su mismo destino.

La Viuda no comprendía qué era lo que motivaba al antiguo doctor. Cualquier persona ya habría renunciado o se hubiese vuelto malvado… siendo en parte demonio, ¿cómo es que él no sucumbió a la oscuridad?

 

—Entonces… —dijo Carol sin saber cómo actuar ante todo lo que se acababa de revelar. A lo largo de su vida combatió con seres poderosos que venían de diferentes mundos, ¡peleó contra Thanos!, pero jamás conoció a nadie como ese par —Son demonios —Levi asintió con la cabeza —¿Tú también lo eres? —le preguntó a Wong quien solo puso los ojos en blanco.

—Él es un humano. Un mortal. Como todos ustedes —respondió Strange. Había vuelto a la ¿normalidad? Al menos a la apariencia que ellos conocían; lo que todos agradecían.

—Sí, bueno, Levi y Stephen son demonios, el cadáver de Steve está poseído por el alma de un ser ancestral. Nosotros somos superhéroes. Nadie es perfecto —dijo Tony. Pudo ver la tristeza en los ojos de Strange al contestar. Debía ser muy difícil para él toda esa situación. —Tenemos cosas más importantes de las que hablar.

 

Todos quedaron de acuerdo. Era momento de concentrarse en el problema de tipo bíblico que tenían entre manos.

 

—Deberíamos hablar con Luci —opinó la niña —, tal vez él tenga una idea de porqué la loca que tiene por hermana se le ocurrió la brillante idea de atacar a unos humanos. Lo que, por cierto, está prohibido por las leyes de su padre.

 

Wong sugirió que uno de ellos fuese al infierno, por supuesto que Levi se ofreció encantada; muchos meses habían pasado desde la última vez que pudo estar en el lugar que alguna vez fue su hogar.

Extrañaba el Báratro. Leviatán no tenía nada en contra del mundo humano (salvo por el hecho de estar confinada a la forma de una capa), le divertía, pero extrañaba tanto los oscuros bosques de árboles que se lamentaba, los hermosos ríos y mar de sangre, aunque debía admitir que Lucifer tenía un buen gusto para redecorar.

 

—Si atacó a Steve… err… ¿Arthur? Quizás solo esté buscando el cofre que estaba en su tumba —dijo Wanda. Stephen negó con la cabeza y les contó lo que aquel objeto guardaba: vestigios de una vida que jamás volvería a tener. Un recordatorio cruel de quién quiera que estuviera orquestando tan terrible plan.

—Ya va siendo hora de que lo regreses a su legítimo dueño —Levi miró a la joven “bruja” con el ceño fruncido. Detestaba tener que estar rodeada de humanos, en específico esa humana que había lastimado en repetidas ocasiones a Tony, el único mortal que le agradaba.

Stephen habló en un idioma extraño, ante esto Levi hizo un puchero, se cruzó de brazos en un aparente berrinche.

 

—Aun así, debería regresarlo. Contiene el juguete de Henry —protestó Levi. Ella por supuesto que no conoció al niño, ni siquiera se había encontrado con Stephen en ese entonces. En aquel tiempo permanecía confinada a una vitrina en el Santuario de New York, bueno antes de que fuese llamado así.

 

Strange frunció el ceño. Levi había dicho más de lo que quería que supieran. La amonestó diciéndole que no iría al infierno.

 

 

 

 

 

Ramiel estaba muy activa en el mundo humano, algo que por supuesto levantaba las sospechas de Lucifer y también su preocupación.

 

En el principio de los tiempos. Durante la guerra por el dominio del infierno e incluso los siglos que le siguieron; jamás se imaginó que su antiguo rival se convirtiera en uno de sus más cercanos amigos, sin mencionar un amante increíble, mucho mejor que sus pequeños traviesos íncubos y súcubos.

Del Señor Oscuro ya no quedaba nada más que su poder, ahora era solo Stephen Strange. Habitaba el mundo humano sin transgredir las reglas del Cielo, muy por el contrario, como Hechicero Supremo se encargaba de proteger a los inocentes.

 

¿Entonces por qué Ramiel estaba cazando a los conocidos de Stephen?, ¿Qué buscaba?

Lucifer se tensó. La sensación de corriente eléctrica atravesó su cuerpo. Sonrió. Hablando del Diablo, Stephen lo estaba invocando. Quizás era por la inusual presencia de Ramiel en la tierra, pero esperaba que al menos tuvieran oportunidad de… jugar un rato antes de ponerse serios.

 

Apareció fuera del Santuario favorito de su amigo. Tocó la puerta que se abrió sola, ni bien había ingresado al edificio cuando Levi lo recibió entusiasmada y lo condujo a la estancia donde se encontraba Stephen junto a un grupo de humanos, muy atractivos en verdad.

 

—Vaya, querido no me esperaba que me recibieras así —dijo sonriendo —, pero si querías que jugáramos podrías haber ido a visitarme. Lilith estaría encantada de organizar una fiesta divertida, aunque no me quejo. Estos humanos son realmente… —Stephen se aclaró la garganta interrumpiendo su monologo. El portador de la luz levantó una ceja al notar que uno de los mortales tomaba a su amigo del brazo en un gesto que denotaba celos.

 

Sonrió para sus adentros. Esto era realmente interesante y por supuesto que lo iba a usar para divertirse a costa de su buen amigo.

 

—Lucifer, ellos son los Vengadores —Stephen lucia un tanto ¿avergonzado?, era hasta gracioso ver a un demonio en tal estado en especial uno de su categoría. En verdad que se iba a divertir.

—Y supongo que el pequeño es tu novio —Tony frunció el ceño, no por ser considerado la pareja del hechicero, pero si por que ese idiota se estaba metiendo con su estatura.

 

El resto de los héroes permanecía en silencio. Estaban tratando de procesar toda la información, pero estaba resultando ser muy complicado con la presencia del mismísimo Príncipe de las Mentiras.

La mayoría de ellos no se consideraban personas de fe, pero era difícil no querer persignarse y rezar cuanta oración se le viniera a la cabeza para salvar su alma del Señor del Infierno.

 

—…Estrella de la Mañana, ¿enserio? —de acuerdo, quizás se habían perdido gran parte de la conversación y por lo visto Tony y Lucifer habían comenzado una especie de batalla. Ni siquiera iban a preguntar. —Suena como el nombre falso del dueño de un antro de mala muerte.

 

El ángel caído sonrió mostrando todos los dientes. Comenzaba a agradarle el enano. Veía porqué su amigo se sentía atraído por él; no se sentía intimidado (o al menos no lo demostraba), ni siquiera por estar en presencia del soberano del Báratro.

 

—¿Para qué me llamaste Stephen? —cuestionó Lucifer ignorando deliberadamente a Tony y disfrutando de la reacción que provocó. Necesitaba más —. Ya has roto mis ilusiones de una de nuestras acostumbradas sesiones de sexo salvaje.

—Ramiel atacó a los Vengadores —dijo el Hechicero ara que ya no siguiera metiéndolo en problemas en su reciente relación con Tony. El Portador de la Luz suspiró. Sin pedir autorización tomó asiento, adoptando una expresión seria.

 

Lucifer les contó que tenía conocimiento de la presencia de su hermana en el mundo humano, aunque no de sus actividades, pero ella tal vez era el menor de los males.

 

En los últimos días había sido informado de actividad extraña por parte de los subordinados de Belcebú, Asmodeo y Purson habían estado haciendo de las suyas en el mundo humano —algo que Stephen sabía gracias a Lilith—, el problema era que estaban tratando de replicar el ritual que los “Monjes de la sangre” usaron en su momento para liberar al Oscuro de su prisión.

 

—Creo que esto va más allá de un simple intento de derrocarme como soberano del infierno —dijo Lucifer.

—¿A qué te refieres? —cuestionó Steve preocupado. No le gustaba a donde iba todo el asunto; no quería volver a pasar por el mismo infierno de los últimos siglos, pero tampoco quería que otros lo padecieran.

—¿Les suena el nombre de Velkorck Lafarc?

 

Oh, por supuesto que Stephen lo recordaba; mientras él era conocido como el ser de los mil nombres, el antiguo ángel era llamado “el de las mil formas”.

Velkorck y él tuvieron un encuentro en los primeros años de la creación de Dios.

 

—¿Quién es él? —cuestionó Wanda. Se sentía cohibida de estar ante la presencia de Lucifer, después de todo ella era una pecadora que seguro se iría al infierno.

 

 

Velkorc Lafarc, el ángel preferido por Dios, un ejemplo de rectitud para sus hermanos en el cielo. El Altísimo le concedió tres dones: la dominación, la retención y el ingenio, también podía adoptar la forma física que quisiera, por eso algunos le llamaban "el cambia formas".

El ángel era una especie de sabio y sus hermanos lo consultaban y respetaban. Un día Dios le encomendó una tarea: conducir a un grupo de almas por el desierto, era una misión de suma importancia que sólo a él se lo podían confiar.

Adoptó la forma de un caminante, guío a las almas, pero cuando iban por las dunas, una serpiente roja apareció, atacó y Velkorc fue derrotado.

Humillado se presentó ante Dios quién perdonó su fallo, pero eso no hizo sentir mejor al ángel. Enfurecido por creer que su padre lo perdonó de manera injusta, se arrancó las alas en presencia de sus hermanos. Escapó del cielo y desde entonces vagó por la tierra como el primer caído.

 

¿Una serpiente roja?, ¿acaso sería?...

 

Los Vengadores miraron a Levi, quien columpiaba sus piernas desde su posición en el sofá jugando con el celular que Tony le regaló.

 

—¿Qué? —preguntó ella. Se veía tan inocente como su apariencia. —¿Creen que yo ataqué a ese idiota? —La mayoría de los Vengadores asintió con la cabeza. Leviatán sonrió complacida —Me alagan, pero no fui yo quién se lo agarró a putazos. Fue mi señor.

—Lenguaje —la amonestó Steve. Aquello fue en cierta forma doloroso para Bucky. Su amigo había muerto, pero tal parece que una parte de él se negaba a desaparecer.

 

Stephen se encogió de hombros cuando las miradas se centraron en él. Siendo justos técnicamente no fue responsable de la desgracia de Velkorc, quien lo había engañado no era otro que El Oscuro.

Aunque no podía culparle, Dios y Él siempre tuvieron disputas, incluso antes de “la creación”, eran fuerzas opuestas nacidas en el “Gran Abismo”, niños caprichosos que competían por mostrar quien era el mejor.

 

—Eso ya es pasado —dijo Strange zanjando el tema. —¿Qué tiene que ver tu dramático hermano en todo esto? Según recuerdo él te odia, incluso más que a mí.

 

Lucifer sonrió, tan cínico como solía ser. No iba a negar que disfrutaba la reacción que su persona ocasionaba en su “pomposo” hermano mayor ‹‹incluso Amenadiel era más agradable››.

 

—No estoy del todo seguro, pero recibí reportes de sus actividades en el mundo humano, además parece que sostuvo contacto con Belcebú.

—Una trampa —por supuesto que sí. Velkorc Lafarc era todo menos estúpido. Vengativo sí pero no estúpido. Un maestro del disfraz que se había ocultado durante siglos aun del mismo Dios no se dejaría ver a menos que él lo deseara.

 

Stephen se acercó a Lucifer. Estaban a las puertas de una guerra que bien podría desatar el Apocalipsis, de ser así, no podía seguir poniendo en peligro a la humanidad, sobre todo a Tony.

 

—La sutileza terminó —dijo Strange con seriedad. —Vamos al infierno, es hora de hacer hablar a ese trio de traidores.

 

 

 

 

En algún lugar oculto de la mano de Dios. Una figura encapuchada se preparaba para cumplir su destino.

 

¿Cuánto tiempo había aguardado para ese momento? Ya no lo recordaba, perdió la cuenta al mismo tiempo que su humanidad. Quizás cuando todo termine podría recuperar un poco de aquello que le fue arrebatado.

 

Extrañaba tanto el tacto cálido, las palabras gentiles y dulces besos de la misma forma que un famélico desea un mendrugo de pan.

 

 

Encendió el quinqué que se encontraba sobre una mesa, el único mueble en esa habitación de piedra que parecía haberse congelado en el tiempo de caballeros y dragones. Los ojos del hombre se posaron en una figurilla de madera descolorida, había, además una vieja tela preservada con esmero; estaba bordada toscamente.

 

—Siempre fuiste muy torpe para esto —su voz era dulce. Rememoraba sueños de antaño. Un ser se hizo presente junto a él; era una criatura de aspecto horrendo. Su vipera lengua rozó su mejilla —. No te preocupes. Cumpliré mi promesa.

 

El monstruo gruñó, quizás advirtiendo al encapuchado que debía cumplir o atenerse a las consecuencias.

 

—Guide tenebras meas et vestigia ejus voluntatem —dijo antes de abandonar la habitación. Era momento de iniciar su plan.

 

 

Continuará…

 

 

 

 

¡Hola! Espero les gustara el capítulo. Ya nos estamos acercando al final de la historia.


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