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Dentro de las sombras por Eriel

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No podía ver nada, la oscuridad reinaba plena y por más que forzara mis ojos todo seguía oscuro. Podía sentir a alguien junto a mi, pero no podía verlo, sólo lo sentía observando. El silencio ocupaba todo excepto el latido frenético de mi corazón que me atormentaba los odios. Sentía sus pasos, pero no se escuchaban, podía sentir en su rostro una sarcástica sonrisa aún en la oscuridad. Me sentía perdido, extraviado en esa masa oscura, dentro de la nada y ahogándome en ella. Cuando el negro comenzaba a trepar en mi sin poder luchar contra ello sentí un roce frío y suave sobre mi brazo desprendiendo de mi garganta un grito que quebró todo a su paso. 

 

Asustado me senté en la cama y observé todo, estaba en mi cuarto. Sólo había sido una pesadilla. Me recoste intentando calmarme, ya estaba cansado de las pesadillas. Tomé el celular, ya pasaban las cuatro de la tarde. Y como quería ir a buscar a los niños al colegio, tuve que levantarme así, con el cuerpo cansado y un poco aturdido.

 

Cuando salí de casa seguía pensando en el sueño y mi corazón aún latía con velocidad. Siempre eran así, una sensación sofocante y a la vez cautivadora. Todavía perdido dentro de mi cabeza vi a Fran sentado sobre su auto. Había pasado un tiempo desde la última vez que nos habíamos juntado. Corrí hasta él y la sonrisa en sus rostro me demostró que me había extrañado. 

 

-¡Eren!- Dijo al alzarme a la vez que compartimos una carcajada. Me pegue a su cuerpo, enrolle mis piernas a su cadera, y no pude evitar los miles de recuerdos que me bombardearon. Nos quedamos unos segundos así hasta que rompió el silencio dulce que habíamos creado -Estas muy flaco ¿Estás comiendo bien?- Preguntó mientras me sentaba sobre el capó de su auto. Se había parado entre mis piernas, su rostro brillaba bajo la luz del sol, sus ojos me miraban fijo y su cabello bailaba suelto, él era la imagen más linda del mundo. No sabía que lo extrañaba tanto. No lo recordaba tan hermoso.

 

-Eso no importa, lo importante es que te extrañe muchísimo- Dije mientras me aferraba nuevamente a su cuerpo en un fuerte abrazo. Pude sentir como se quejaba de mi respuesta, pero no dejo de abrazarme. Su perfume fuerte y dulzón me recordaba a aquella época donde nos amábamos a escondidas del mundo. Se alejó lentamente pero seguía viéndome con esa mezcla de preocupación y cariño. Yo, al contrario, estaba embobado en sus ojos azules, en sus largas piernas, su ancha espalda, sus fuertes brazos y lo mejor de todo, sus rosados labios.

 

-Hacía mucho no te veía ¿Cómo van las cosas en casa?- Tenía una bella sonrisa y me tomaba fuerte de la mano mientras hacía dibujos de formas imaginarias con sus dedos repletos de anillos en mi palma. Todo me fascinaba en Fran, todo en él era perfecto...Bueno todo no, había una sola pequeña y odiosa cosa, su estúpida novia, “Edith”-Eren te pregunte algo ¿Acaso no me escuchaste?- Dijo soltando una carcajada aunque era obvio que no lo escuchaba ¿Cómo podría hacerlo si se veía así de bien? ¿Cómo podría escucharlo si sus manos seguían junto a las mías? .

 

-Perdón ¿Qué me decías?- Avergonzado bajé la vista y extrañé el beso que me robaba cuando hacía eso. Todo era tan diferente

 

-Que como está todo, los niños, el trabajo, tu padre- Repitió con su voz dulce calmada.

 

-¡Oh! Claro, todo está bien…- Pero, el tono de mi voz no sonó tan seguro como yo esperaba.

 

-¿Seguro?- Su mano me acarició levemente el rostro, pero me aleje rápidamente.

 

“No, nada está bien” pensé. Mi vida parecía estar desintegrándose. Todo estaba mal. Los chicos que preguntaban todo el tiempo por mamá, papá hacía días no aparecía por casa, el dinero que ya no alcanzaba para nada y ahora el despido. Pero, no podía decirle eso, ya no éramos los de antes, ya no podía desahogar mis penas en él.

 

-Nada, algunos problemas en el trabajo-

 

-¿Pasó algo?- Sonaba tan preocupado y su mano reforzando el agarre de nuestras manos, me recordaba a épocas mejores. Creo que eso era lo que más me gustaba de Fran, él se preocupaba por mí. Era como mi ángel guardián por más que ya no sea mío.

 

-No, bueno si, pero no de “ese algo” pero aún así sigue siendo algo ¿No?-

 

Me miró aguantándose la risa. Era demasiado exigente, no era mi culpa hablar mal. Con él tan cerca mis ideas parecían nublarse y lo único que podía pensar era en nosotros.

 

-Veo que sigues siendo igual de atolondrado al hablar. No has cambiado en nada-

 

-Bueno, no es que hayan pasado años o algo asi-

 

-Tienes razón, pero aunque no parezca el tiempo siempre está corriendo-

 

Y en ese momento recordé -¡Los chicos!- grité como un loco.-¡¿Qué hora es?!-

 

-¿Qué?-

 

-¿Qué hora es?-

 

-Casi cinco y cuarto ¿Por?- Me preguntó con el ceño fruncido. 

 

-No puede ser, los chicos salen a las cinco y media. Ya no voy a llegar- Dije al borde de la histeria. Ya ni siquiera me servía ir, tardaba casi media hora de viaje si los micros cooperaban. Ya no tenía caso.

 

-¿Y cuál es el problema?-

 

-Ya no llego, es tarde-

 

-No te preocupes, vamos- Dijo mientras me bajaba del capó y se subía del lado del conductor, rápidamente lo seguí en el asiento del copiloto. 

 

Una vez dentro me di cuenta que el auto es el mismo que usaba en aquel entonces. Es donde nos pasamos noches enteras amándonos, besándonos, y ahora estábamos aquí otra vez, pero todo era tan diferente. Compartimos una mirada cómplice pero esa sensación se fue cuando al girarme vi cosas que seguro eran de su novia. Ya me había olvidado de todo, ya casi no pensaba en él y ahora de golpe todo se sentía tan fresco que mis ojos picaban. Se podía sentir la tensión pero ninguno se atrevía a romperla.

 

-Me platicabas sobre el trabajo-

 

Me quedé mudo ante su comentario, estaba perdido en recuerdos de sus manos sobre otra cosa que no era el volante. Ya no recordaba la conversación, todo era una nube de vacío.

 

-Te pregunté sobre tu trabajo ¿Recuerdas? Parece que con el tiempo te vuelves más despistado- Dijo con una sonrisa tonta, se veía tan cómodo, tan acostumbrado a esto ¿Acaso yo no era el único que había subido a este auto? Tal vez ya no lo recordaba o peor no le importaba. Con el pecho en un nudo me obligue a contestar.

 

-Me echaron-

 

-¿Qué?¿Por qué?¿Qué pasó?-

 

-Nada, problemas con el horario y determinamos que lo mejor sería que consiguiera otra cosa- Ok, tal vez las cosas no habían sido tan así pero podía mentir un poco para rescatar un poco  de mi extraviado orgullo ¿Verdad?

 

-Eso está muy mal ¿Y ahora que vas a hacer? ¿Ya buscaste algún lugar?-

 

-Si, de hecho una amiga me consiguió un puesto de cajero en un bar-

 

-¿Un bar?¿Qué tipo de bar?-

 

-No lo sé ¿Qué tanta diferencia puede haber?-

 

-Es broma ¿Verdad? Eres menor de edad, no puedes ir a trabajar a cualquier lugar-

 

-Ya tengo diecisiete, ya soy casi mayor-

 

- Ese no es el punto Eren, hay lugares que son peligrosos y no puedes ir y simplemente servirte en bandeja de plata para esos tipos-

 

Sus dedos tamborileando el volante, su ceño fruncido, su voz seria, era obvio que estaba enojado. Trate de pensar que era lo que más le molestaba y me ilusione cuando pensé que podían ser celos.

 

-¿No será que te dan celos todos esos “tipos que me quieren comer”?-

 

-¿Celos?¿Por qué tendría que sentir celos? Nosotros no somos nada-

 

Decir que creí que el pecho se me partía es poco. Al igual que en el sueño todo se puso oscuro y la desesperación me abordó. Lo único que sentía era dolor y la mano caliente de Fran sobre mi pierna. Era tan confuso y diferente a la vez. Corrí su mano con un golpe suave y trate de recuperar las palabras.

 

-Lo sé, sé que no somos nada. Sólo era un chiste-

 

-Bueno…- Dijo mientras se despeinaba un poco. Estaba nervioso y yo también, creo que fue una mala idea haber aceptado el viaje. Ahora recuerdo porque era que no nos veíamos tan seguido. 

 

Durante el resto del camino fuimos en silencio. Lo sentía mirarme pero yo no me atreví a mirarlo. Al llegar, como si fuese un reflejo, abrí la puerta para bajarme y pensé que una mano intentaría frustrar mi huida, pero en su lugar escuche el auto arrancar a mis espaldas. Me gire y lo vi irse. Sin razón alguna, más que mi corazón destrozado, me sujete el pecho.

 

-¿Eren?- Me gire y ahí estaban mis hermanos mirándome, los mayores con duda y los menores con felicidad. Ari y Amparo me abrazaron las piernas mientras que Luca y Merlina me miraban fijo.

 

-¿Por qué estás aquí?- Preguntó Luca, el mayor, con ese aire retador que había adquirido hace algún tiempo.

 

-¡Lu! No seas así de tosco ¿Eren paso algo?- Dijo Mer, la tercera en la línea familiar,  aunque se notaba el miedo en su rostro. 

 

-Problemas en el trabajo, igual creo ya lo solucione, pero de eso les explico en casa- Explique y después suspire hondo tratando de ser la figura serena y confiable que ellos necesitaban. Los niños aceptaron mi precaria explicación y comprendimos el retorno. Antes de irnos no puede evitar mirar la calle por donde él se había ido.

 

...

 

-¿Y ahora qué vamos a hacer? No puedo creer que hayas perdido el trabajo ¿De qué vamos a vivir? Voy a dejar el colegio, necesitamos que alguien trabaje- Gritaba Luca mientras caminaba de una esquina a otra de la casa.

 

Al llegar a casa los mellizos se fueron a jugar al cuarto y Mer los acompañó mientras yo le conté lo sucedido a Lu. Ambos estábamos asustados, pero él lo había tomado mucho peor que yo. Trate de calmarme antes de responderle, no quería pelear con él, aunque parecía que él sí quería.

 

-Luca no grites ni digas estupideces. Primero nadie aquí va a dejar de estudiar, segundo no es mi culpa que me despidieran y tercero ya conseguí un nuevo trabajo- 

 

-¿De qué?-

 

-Cajero también, en un bar en el centro- De respuesta soltó una carcajada que me hirió el ego. La gente no parecía converger mi imagen y un bar al mismo tiempo.

 

-¿De verdad?¿Vas a trabajar en un bar? No te creo, pareces de doce años Eren. Yo que tengo dieciséis parezco mayor, Mer que tiene catorce parace mayor, incluso los mellizos que tienen diez parecen mayores.

 

-No importa, voy a conseguir el trabajo. No te preocupes por eso- Dije mientras de verdad me preguntaba qué tan seguro estaba de que me iban a tomar. 

 

-¿Dónde es?-

 

-Es en el centro. Creo que se llama el Foso, el pozo o algo asi-

 

-¿Qué? No, no puedes trabajar ahí- Ya cansado de que la gente cuestionara mis decisiones y mi palabra golpee la mesa y le pregunté.

 

-¿Por qué?¿Por qué no puedo trabajar ahi?-

 

-Porque ese bar es la puerta del infierno-

 

 


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