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DRABLES DEL MUNDIAL DE FICS por shiki1221

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DRABLE 2: ¿Qué tan incondicional es el amor?

Sasuke alguna vez creyó saber lo que era el amor. Tenía padres y a su hermano por lo cual no tenía razones para cuestionarse qué era el amor. Lo recibía y lo disfrutaba sin razonarlo. No fue hasta que lo perdió todo, cuando la muerte llamó a su hogar, que entendió lo que era ser olvidado. Un niño de tan sólo siete años perdido en un mundo cruel. Era considerada mejor acción asistir a misa para expiar culpas que brindar justicia y protección a un pequeño indefenso.

Para el único Uchiha vivo, su nueva realidad lo golpeó de forma inesperada e inclemente. Un accidente durante un viaje en el auto de su papá terminó en fatalidad, cuando un conductor imprudente los embistió. Toda su familia falleció en un abrir y cerrar de ojos. Y él se volvió invisible para todos, su voz se volvió el silencio ante la injusticia cometida. Un crimen “solucionado” con una generosa suma de dinero ofrecida a los jueces. ¿Y él? Ningún adulto se apiadó de su estado de orfandad, o eso creyó, hasta que una mujer pelirroja se presentó ante él. Según recordaba, esa mujer era amiga de su madre.

Kushina se acercó al sobreviviente de la familia Uchiha en cuanto se enteró de lo sucedido. Pidió justicia, siéndole negada por un juez de consciencia podrida y bolsillos llenos. Lo único que ella pudo hacer fue adoptar a Sasuke, porque la justicia era ciega cuando la avaricia corroía a quien debía impartirla. La pelirroja no quería siquiera pensar en que el pequeño sufriera algún mal estando solo. Con una sonrisa triste la mujer Uzumaki tendió su mano al niño, quien asustado y confundido la aceptó. Aunque dijeran que él “sobrevivió” al accidente, se equivocaban, una parte sí murió junto al resto de su familia. Su alegría, inocencia y sonrisa despreocupada se perdieron e intentó forjarse una coraza impenetrable en reemplazo. No volvería a llorar por nadie. Quería al amor lejos de su vida. Si nadie le importaba, no existiría sufrimiento al perderlo. Mas no contaba con él.

El hijo de Kushina, un rubio escandaloso de nombre Naruto. A él le emocionó saber que, en palabras de su mamá, tendría un hermano de su edad. Empero el azabache era muy frío, callado y algo engreído, siempre diciéndole “Dobe”. Al blondo esa actitud le molestaba porque no importaba cuanto intentara llevarse bien y ser amigos, el otro siempre le era indiferente a todo lo que hiciera.

―Eres un Teme malagradecido ttebayo ―reclamó el blondo cuando el otro rechazó el regalo de cumpleaños que con tanto esmero le hizo―. Por eso nadie te quiere ni te va a querer. Desde que tu familia murió te has vuelto más amargado de lo que eras antes.

Naruto y Sasuke se conocían como compañeros de clases y de ocasionales visitas entre sus madres, mas jamás llegaron a estar demasiado tiempo juntos. Sin embargo, de lo poco que Uzumaki recordaba de aquel niño de cabellos azabaches era que, aunque se mirara serio, también podía ser entretenido y amable. Todo lo opuesto a lo que se encontró cuando el mencionado fue adoptado por su madre. Sin importar las palabras o frases que empleara, Uchiha seguía terco en esa actitud tan solitaria.

Esa percepción que tuvo Naruto no cambió hasta que, al caer la noche oyó algunos sollozos en el cuarto del moreno. Había ido allí con intención de disculparse por hablar a la ligera de un tema tan delicado, pero jamás espero ver al otro niño hecho un mar de lágrimas. Con prisas se acercó al otro envolviéndolo en un fuerte abrazo.

―Lo siento, lo siento ―se disculpó sumamente arrepentido―. No quería hacerte acordar de lo que le sucedió a tu familia.

―Tú no deberías verme así ―afirmó el de ojos oscuros entre enojado y avergonzado intentando ocultar sus lágrimas.

―No te preocupes, yo no diré nada de que te vi llorar ―prometió Uzumaki sonriendo nervioso buscando alguna forma de darle algo de calma―. Y te prometo que no volveré a hacerte llorar ttebayo.

Los años se escaparon deprisa cual arena entre los dedos y lo único que permaneció constante fue esa promesa. Con el tiempo compartido ellos fueron enamorándose lentamente, para su fortuna teniendo el apoyo de los padres de Uzumaki. Empero, la dicha de Uchiha había durado demasiados años al parecer, ya que el destino tuvo una vuelta que nadie previo: Naruto enfermó. El padecimiento del rubio era una enfermedad degenerativa conocida como Huntington.

La noticia no tardó en correr entre vecinos y conocidos de ambos, las malas lenguas lanzaban ponzoñosos comentarios respecto al “karma” de Naruto. Un pago, la justicia divina de Dios por pecar al ser pareja de otro hombre. Aquellos que conocían del enorme corazón del rubio sólo penaban al ver como el chico carismático y siempre alegre que conocieron iba muriendo de a poco. Y Sasuke, él siempre evitó mostrar su sentir al respecto. Empero, ni aun estando enfermo, Naruto dejaba de ver el amor que Sasuke le tenía. A pesar de que su cuerpo no le respondía en ocasiones, siquiera para levantar un vaso, Uchiha estaba allí.

―Lo siento, Teme ―susurró Uzumaki acariciando la mejilla de su pareja sintiendo las lágrimas mojar sus dedos―. Te prometí nunca más hacerte llorar y lo volví a hacer.

¿Qué hacer? ¿Maldecir a Naruto por enfermar? ¿A su suerte por ser tan mala? No, aquel era un pensamiento sumamente egoísta que no tenía lugar. Lo único que le quedaba era hacer lo mismo que hizo el rubio por él: amarlo incondicionalmente. Su Dobe estuvo a su lado cuando se quiso esconder del mundo y ahora era su turno para estar con él hasta que la muerte volviera a llamar. Y cuando se llevará a Naruto, él se iría a su lado, porque sin Uzumaki estaría completamente solo y no quería pensar en vivir en un mundo sin el otro.


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