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DC. Nuestro Secreto {Olivarry} por amourtenttia

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Barry Allen observa el reflejo en el espejo con ojo crítico. Sus dedos viajan desde los botones del saco hasta el blanco pañuelo que descansa en el discreto bolsillo. No está satisfecho. Carraspea mientras acomoda mejor la ropa. Suspira para sus adentros. Está nervioso, demasiado. Se pasa una mano por el cabello, y escucha una risa suave a sus espaldas.
—No es divertido—murmura, haciendo un puchero.
La pelirroja, de pie tras él, sonríe más.
—Oh, lo es... Cariño. No debes estar nervioso—comenta, acercándose. Coloca una mano en el hombro del castaño mientras le regala una sonrisa tranquila.
Barry no está muy seguro al respecto.
—Luces hermoso—menciona ella, sincera.
El chico se sonroja casi con violencia.
De acuerdo, no era lo que esperaba oír... O quizá sí.
—Gracias, Cait...
La doctora mantiene la expresión serena mientras la sonrisa adorna sus labios. La observa detenidamente entonces. Caitlin está usando un hermoso vestido color azul oscuro que contrasta con su cabello, un escote pequeño que hace justicia a su anatomía. El cabello recogido en una trenza elegante, y su maquillaje discreto la hacen lucir sencillamente
—Luces radiante—dice él, y es el turno de la otra de sonrojarse.
Abandonan la habitación donde el castaño ha estado alistándose luego de algunos minutos. En el pasillo, Allen mira entonces como, casi al mismo tiempo, Oliver sale también de su habitación acompañado de Diggle. Se sonríen por inercia. Tanto la madrina como el padrino se dan una mirada, y en silencio abandonan el lugar mientras el par camina los pasos que los separan hasta colocarse frente a frente. Barry sonríe casi estúpidamente en cuanto su mano y la de Oliver se encuentran.
—Hola...—murmura, risueño
—Hola—responde el otro, igualmente emocionado.
Sus amigos les han impedido verse desde la semana anterior. En parte por capricho en parte por tareas propias de sus respectivas identidades secretas. Tanto el Team Arrow como el Team Flash habían acordado que, para poder darles algún tiempo de calidad al par, era necesario encargarse de todos los casos pendientes que tenían. El par, aunque negándose al principio, terminó acoplándose a ese plan de inmediato, emocionados por la idea de tener algo más de tiempo juntos para cuando llegase el momento.
Que empezaba entonces.
—Te ves adorable—murmura Oliver, cuando sus rostros van acercándose debido a la atracción natural.
Barry suelta una pequeña risa.
—Mi propósito era lucir sexy, pero con una cara como la mía, es algo difícil de lograr—dice, y la sonrisa angelical en su rostro parece confirmar lo dicho.
Oliver sonríe entonces, y a centímetros de sus labios dice.
—Eres adorablemente sexy, y créeme, no existe algo más sensual que eso...
Allen no alcanza a responder nada puesto que los labios de su rubio le alcanzan entonces, robándole un beso más bien suave y lento. Tienen todo el tiempo del mundo por delante, y aún tienen una boda a la cual asistir. Se besan así, pausado, solo disfrutando de tenerse en ese instante mientras que se ríen entre besos ante lo increíble de la situación.
Un año atrás jamás habrían imaginado siquiera en que podrían llegar a tener algo así. Cuidar de alguien más. Ser cuidado con el mismo esfuerzo. El solo amar al mismo tiempo en que eran amados.
Cuando están listos caminan tomados de la mano hasta el salón, donde el resto de sus amigos les esperan. Son recibidos con afecto. Las sonrisas son intercambiadas con cariño y solo buenos deseos para ambos. La hora que esperaban llega antes de lo que imaginan, y pronto se encuentran solos en el salón de donde deben caminar juntos hasta llegar al exterior para la ceremonia oficial.
—¿Estás listo? —murmura Oliver, en el oído de su pareja.
El menor asiente casi enérgico, sonriendo con una vitalidad que le roba el aliento.
—Ollie—murmura, de pronto, tras un corto silencio donde se limitan a tomarse de las manos mientras esperan el minuto exacto que el líder de la Liga les ha indicado.
—¿Sí?
Barry guarda silencio, mirando solo frente a ellos, mientras el otro se dedica a observarle.
—Te amo.
Oliver abre los ojos con sorpresa por una fracción de segundo, y sonríe inmediatamente después antes de ignorar la señal que les han dado y besarlo ahí sin importarle nada más en ese instante.
—También te amo.
Y mientras el castaño intenta reponerse luego de aquel sonrojo que ataca su rostro, ambos caminan hasta el exterior mientras observan como poco a poco se acercan hasta la carpa donde les espera el juez que les unirá oficialmente.
El sitio donde se llevará a cabo el evento es sencillamente perfecto. Allen se promete mentalmente agradecer a Bruce cuantas veces considere necesario por aquello. Rosas blancas adornan íntimamente los jardines de la mansión Wayne donde Oliver y él unirán sus vidas para siempre. El castaño sonríe con cariño, recordando todo lo que le ha llevado hasta ese momento mientras que Oliver y él van avanzando paso a paso. Se negaron rotundamente a ser "entregados" por alguien más (Para pesar de Iris, y extraña satisfacción por parte de Joe) La simple explicación de ambos fue que "No quedaba nada más que entregar entre ellos" Misma que causo otro pequeño ataque de histeria por parte del mayor de los West. Barry no pudo evitar pensar que su padre pensó exactamente lo mismo que él justo cuando pasó a su lado, puesto que su expresión, aunque alegre, se descompuso en una clara muestra de preocupación, le sonrío a modo de tranquilizante, y funcionó.
Pasos más adelante encuentra a sus mejores amigos, quienes se encuentran apenas unos pasos alejados del juez, puesto que para su fortuna aceptaron ser los testigos que necesitaba. Les sonrió con alegría, y notó que, a un lado suyo, Oliver hacía exactamente lo mismo con Diggle y su esposa.
Avanzan unos pasos más, y distingue finalmente a quien oficiaría su matrimonio. Abre la boca en una O perfecta y luego sonríe tan ampliamente que está seguro de que, pronto, el rostro terminará doliéndole de tanto hacerlo.
Bajo un hermoso arreglo descansan todos los documentos que serán rellenados esa tarde-noche, y, tras ellos, está su adorada cuñada, que les sonríe con cariño. Oliver y él llegan a su lugar entonces, y todo queda en silencio.
Solo entonces nota que algún gracioso, probablemente el esposo del organizador, pensó que sería un buen detalle hacer que la clásica danza nupcial sonara cuando ellos entraran.
Frunce el ceño apenas un segundo, pero pronto la voz de Thea llama su atención.
—Hace 8 años, mientras me perdía entre los caminos menos transitados y no muy honorables de mi vida, decidí, entre mi estupidez juvenil, que necesitaba tener un certificado para esto... En aquel entonces pensé que entre todo lo que podría hacer mal, hacer un bien a dos personas enamoradas era la mejor forma de arreglarlo... Nunca me había sentido más agradecida de hacerlo como me siento en este momento, porque tengo la oportunidad única de oficiar la unión de mi hermano junto al hombre de su vida...
Barry ha dejado de escuchar en algún momento, demasiado preocupado por la velocidad que ha tomado su ritmo cardíaco. Está nervioso, y endemoniadamente emocionado. Thea habla tan hermosamente sobre ellos que incluso lo siente sin poder entender más de dos palabras de lo que sus oídos pueden asimilar. Piensa que Oliver está igual o peor que él, puesto que asiente de tanto en tanto, observando fijo los ojos azules tan similares a los suyos con un cariño indescriptible.
La voz del rubio es la que le hace regresar al momento justo, solo para oírle pronunciar palabras que hacen que su corazón se encoja de puro gusto.
—Acepto...
Oliver suena tan nervioso como él se siente, y cuando es su turno de responder su voz tiembla del mismo modo casi imperceptible.
—Acepto.
Los ojos azules del otro le miran con tal intensidad cuando las firmas están todas en el papel que ahora les ata, y Barry sabe entonces que no es el papel, el anillo o la ceremonia lo que le tiene atado de por vida a aquel hombre.
Moriría y viviría en el azul de aquellos ojos, siempre.
Siente las manos de su ahora esposo en su rostro, y se eleva apenas centímetros cuando sus labios se buscan para unirse en un tierno beso que opaca los aplausos que segundos antes hubiese escuchado.
Es una burbuja perfecta.
Y no puede imaginarse nada mejor que ese momento.
Caminan tomados de la mano hasta la recepción que se encuentra algunos metros más lejos de la carpa donde se ha celebrado la unión. Abre los ojos como platos en cuanto observa el resultado de todo el trabajo de su amado y el murciélago, mismos que comenzaran a trabajar juntos luego de cierto "berrinche"
—Pero me gustan los colores—recuerda haberse quejado por tercera vez, mientras él y el Wayne caminaban por los amplios jardines observando como varias personas iban y venían, colocando cosas aquí y allá ante las señales del señor de aquel lugar.
—No combinarán—es la vaga respuesta del mayor, que discute pronto con el florista, que de inmediato acata la que fuera la orden de éste
—¡Pero es mi boda! —alega, cual niño pequeño, sacándole una sonrisa al par de hombres que se acercan a ellos.
Tienen un oído demasiado bueno como para pensar que no han oído aquello.
—¿Ocurre algo? —cuestiona su prometido, quien le ha alcanzado ya, dejando un beso en su mejilla tan pronto como ha tenido oportunidad.
Barry hace un puchero, negándose a responder, y abrazando a su novio en cuanto lo tiene lo suficientemente cerca. El rubio disimula una sonrisa. Tras ellos, Clark alcanza entonces al murciélago, que le mira frunciendo el ceño.
—No—es la respuesta automática del moreno, y tanto Oliver como Barry miran entonces al reportero, que parece dedicarle una mirada de súplica a su esposo— No vengas con eso ahora. Si tuvieras al menos un poco de gusto sabrías lo malo que podría resultar hacer algo como eso...
Barry abre los ojos como platos ante el comentario brutalmente honesto que parece desarmar al héroe de Metrópolis, y observa entonces como, casi en un gesto reflejo, la mano del caballero de Gótica ha alcanzado la del hombre de acero, disculpándose con ese simple gesto por la rudeza de sus palabras.
Oliver no parece sorprenderse demasiado cuando ve como el gesto derrotado del otro se transforma en uno demasiado alegre para ser descrito. Sonríe en sus adentros. Se pregunta, en un rincón de su mente, si algún día Barry será capaz de manejar sus sentimientos de aquel modo.
—¿Insinúas que no tengo gusto? —se queja entonces su prometido, y Ollie sale de sus pensamientos solo para oír como Bruce responde con un simple
—No es una insinuación. Es un hecho.
Oh, vaya, aquello no debería resultarle tan gracioso. Barry ha notado inmediatamente la sonrisa en sus labios, por lo que le ha golpeado en el hombro, ofendido.
—¡Oliver! —se queja
Bruce alza una ceja al ver como el rubio abre la boca.
—Antes de que digas nada, solo responde honestamente... Mirando bien a tu alrededor... ¿Piensas que manteles de colores neón podrían funcionar?
El héroe de Starling cierra la boca, y mira entonces a su prometido.
Tiene que aceptar la derrota.
—Lo siento bebé, no hay forma en que eso se vea bien.
—Pero Ollie...—musita, y por manera en que este le mira sabe que ha perdido
—No te preocupes, para cuando vuelvas a ver esto, amarás cada detalle—promete.
Boquea por segundos antes de mirar a su esposo, este le devuelve la mirada con una sonrisa en aquellos ojos azules. Barry sonríe antes de besarlo de nuevo, riendo.
—Es espectacular, Oliver... Es sencillamente hermoso—dice, mientras siente como el otro le rodea con ambos brazos.
El sentimiento íntimo impreso en todo el panorama le resulta innegable, y debe admitir entonces que quizá (solo quizá) Bruce tuvo razón al sacarle del proyecto. Aunque se había sentido culpable por dejar al rubio solo con todo aquello, el saber que el héroe de Gótica estaba ayudándole le relajaba, aunque fuese un poco.
Barry pensaba que, de haberse inmiscuido él, las cosas habrían salido muy diferentes, y no estaba seguro de que tan bueno habría sido aquello. Oliver y él avanzan entonces hasta la mesa más alejada, y entonces quedan frente al pastel de la celebración, mismo que, además, había sido elegido por la pelirroja chica del equipo Flash.
Si debía ser sincero, Barry había salido verdaderamente preocupado de la prueba del pastel un mes atrás, luego de mirar el pastel que su mejor amiga hubiese elegido. El sabor, indudablemente, era por mucho el mejor que había probado nunca, pero aquel diseño...
Luego de que su sentido del gusto hubiese sido atacado numerosas veces había comenzado a adquirir cierta especie de madurez en sus elecciones, notando así que, incluso él, debía negarse a semejante tarta.
Recuerda la expresión nerviosa de la chica al notar su mirada.
—Fue demasiado, ¿no?
Le miró mordiéndose el labio inferior, sin poder negarlo.
—Sí, creo que es demasiado—admite luego de un corto silencio.
—Tendré que pedir consejos para esto—menciona Caitlin entonces, ocultando una sonrisa.
Allen mira con una sonrisa el pastel delante, y escucha los pasos se alguien acercarse. Abraza a la chica tan pronto como le alcanza, Cait ríe mientras escucha el agradecimiento en la voz del otro.
—Es perfecto—dice él, alegre
—Lo es—acepta ella, divertida, observando a la mesa.
Snow le observa mirar a sus alrededores. Los invitados parecen disfrutar del ambiente y ella misma está bastante a gusto. Es una sensación familiar que no creyó experimentar con nadie ajeno al equipo. Pero están ahí, juntos. Y no hay nada que le haga sentir más alegre en ese momento.
—Alguna vez...—murmura, y se arma de valor para decir— ¿Alguna vez imaginaste algo así?
Barry le mira de nuevo, primero parece pensar la respuesta que dará, y mira tras ambos, sonriendo inmediatamente después. Cait voltea y observa a Oliver conversando junto al dueño de la mansión.
—Nunca—confiesa Allen— Ni en mis más locas fantasías...
Ella le mira de nuevo, y nota el amor en sus ojos.
—Y no sabes cuan agradecido estoy por ello...
No necesita preguntar nada más entonces. Esa mirada habla por sí sola.
Es feliz.
.
.
.
 
No pudo mirar nada más allá de las tenues luces que invaden la la habitación en cuanto cruzaron el umbral juntos. Labios hambrientos atraparon los suyos en un beso que gritaba la necesidad que ambos habían pasado durante el último tiempo. Barry soltó un gemido cuando chocó contra la pared más próxima, riéndose en sus adentros de la poca delicadeza de la cual Oliver hacía gala cuando tenían ese tipo de encuentros.
Demasiado pasional.
Se besan casi con violencia, y antes de que pueda saberlo, Oliver se encuentra a sí mismo sobre el mullido colchón con solo la ropa interior puesta. Niega divertido en cuanto escucha la risa baja de su esposo y entonces cae en cuenta de que la visión le está siendo negada. Frunce el ceño sin notarse realmente estresado.
—¿Barr? —cuestiona y, antes de que alcance esa fina corbata que hubiese estado usando horas atrás, siente el tacto de su chico sobre sus manos.
Puede sentir como el castaño se ha acomodado a horcadas sobre él, y casi suelta un gemido cuando siente su dureza chocar contra el trasero del otro.
El menor guía las manos del rubio a su propio cuerpo, yendo directamente a sus nalgas. Oliver suelta el aliento cuando siente la desnudez bajo sus palmas, y puede jurar que su amado está mordiéndose el labio.
—Si no pudieras ver... —musita el menor, apretando las manos entre las suyas— ¿seguirías amándome?
El rubio, intuyendo la ubicación del rostro del otro, avanza lo suficiente para dejar un beso que termina en la barbilla del chico. Le escucha soltar una risa nerviosa, y corta el tramo hasta besar sus labios.
Barry suelta sus manos y alcanza el cuello del rubio, quien profundiza el beso tan pronto como tiene oportunidad. Se las arregla para apegarse aún más al cuerpo del otro, y mientras sus besos descienden por su cuello dice:
—Sin verte, ni oírte... Solo sentirte... Te amaría de cualquier manera... Te amo, de cualquier forma...
Allen comienza a gemir en cuanto encuentra el punto exacto entre su cuello y su hombro. Las risas cortas se mezclan con sonidos de satisfacción que no hacen más que elevar la temperatura de la habitación.
Estando así, sin poder observar el cuerpo de su esposo, Oliver se limita a tocar cuanta piel alcanzan sus dedos. Tiene un mapa mental bastante preciso del menor, pero aquel acto de reforzar la imagen mental con la sensación de sus labios sobre la piel que se eriza bajo su tacto le resulta fascinante.
Sus manos se entretienen con las líneas que forman el cuerpo de Barry. Acaricia sus piernas, se entretiene en los glúteos, sube hasta sus hombros, delinea sus abdominales. Está tan concentrado en su sentido del tacto que escuchar los suspiros del otro son como un premio adicional. Puede sentir como su sexo se endurece aún más cuando, en un movimiento involuntario, Barry se mueve sobre éste. Besa la barbilla del castaño, antes de hundirse en su cuello de nuevo.
Su mano huye de manera traviesa hasta perderse entre ambos cuerpos, alcanzando finalmente el miembro erecto de su esposo. Lo envuelve en su mano en un solo movimiento, y ejerce apenas presión cuando empieza a bombear de manera lenta y tortuosa. Escucha con satisfacción como los suspiros se vuelven gemidos ahogados. Con su mano libre, Oliver agarra fuerte la cadera del castaño, impidiéndole alejarse demasiado. Los brazos del chico están alrededor se su cuello, y los dedos se pierden entre las hebras doradas. Barry hecha la cabeza hacia atrás cuando Ollie aumenta la velocidad de su mano.
Allen gime su nombre, y continúa repitiéndolo acompañado de sonidos que aceleran el pulso del rubio. La esencia blanquecina termina entonces en la mano de Oliver, que viaja entonces desde el frente a la retaguardia. Barry muerde sus labios al sentir una mano envolverle nuevamente, sintiendo su miembro aún demasiado sensible.
—Ollie... Espera...—murmura, pero es callado por un beso corto en donde se deshacen todas sus quejas, suspiros vagos se pierden entre sus labios mientras que el rubio vuelve a estimularle.
Barry apenas nota cuando un dedo lubricado con sus propios restos ha entrado en su cuerpo. Se remueve ante la sorpresa, pero no se opone en ningún momento, y continúa disfrutando de los labios de su esposo mientras sigue preparándolo. Allen siente como su sexo vuelve a elevarse poco a poco, y como el rubio comienza a tocarle con más saña ante esto, como si no estuviera dispuesto a darle descanso.
El castaño puede sentir como su cuerpo comienza a tensarse ante las oleadas de placer que le recorren, y negándose a perder en aquella batalla que se ha instalado entre ellos comienza a moverse contra la dureza que continúa golpeando sus nalgas. Se siente orgulloso al oír el gemido ahogado en su esposo, y en un movimiento que no ha pensado demasiado, comienza a saltar apenas sobre aquel duro falo.
Entre gemidos ahogados, Oliver se aprovecha de aquello permitiendo que sus dedos lleguen aún más profundo dentro del castaño, que empieza a soltar imperios al sentirlo chocar contra su punto dulce.
El rubio no puede controlarse más cuando llega a ese momento. Consigue invertir las posiciones, desliza su ropa interior lo suficiente y, antes de que el menor pueda siguiera quejarse, se hunde en un solo movimiento dentro de su cuerpo. Ambos sueltan un profundo gemido al sentirse unidos.
Oliver encuentra su lugar entre las piernas de aquel chico, y se jura a sí mismo que podría morir con gusto en aquel sitio. Arremete contra el cuerpo que resulta ligero a comparación del propio y la cama comienza a emitir sonidos curiosos cuando la velocidad de las penetraciones aumenta. El sonido de sus carnes chocando se mezcla y desaparece entre los gemidos, gruñidos y suspiros que inundan la habitación. Barry siente como Oliver le envuelve de nuevo, está por pedirle que deje de hacer trampa cuando siente como golpea ese punto de nuevo. El gemido que sale de sus labios le resulta tan vergonzoso y se siente sonrojar cuando Ollie continúa atacando el mismo sitio, sacándole sonidos más y más intensos.
Se siente excitado, demasiado.
La manera en que Oliver le toca es más de lo que su cuerpo puede soportar.
Sus manos temblorosas alcanzan entonces la corbata que continuaba sobre los ojos de su rubio, y logra quitarla apenas justo cuando comienza a descargarse en la mano del otro. Gruñe ante los orbes azules, que parecen devorar la imagen frente a él. Memorizando cada detalle de su expresión al llegar al esperado orgasmo. Siente como Oliver le embiste unas cuantas veces más y suspira en cuanto siente como va llenándole. El rubio perdiéndose en su cuello, besando y mordiendo mientras sus manos continúan viajando por todo su cuerpo.
—Te amo—murmura Oliver, contra su piel.
Siente su cuerpo erizarse de emoción.
La sonrisa boba en su rostro no tiene comparación entonces.
—Te amo—responde a su vez Barry, mientras sus manos acarician el rostro del otro con cariño.
Se acercan hasta besarse nuevamente, y para cuando comienzan a separarse Barry distingue como el otro ha comenzado a cubrirle los ojos. Se ríe nervioso, y puede ver la sonrisa satisfecha del otro incluso tras la corbata.
—¿Puedo asumir que está robando mi idea, señor Queen? —musita, entre serio y divertido
—La noche es demasiado joven para no hacerlo, señor Allen...—responde el otro con serenidad, y siente como se acerca hasta besarle de nuevo.
Barry sonríe entre el beso.
Les queda toda una vida por delante.

 


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