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Stony Stories por Wind Girl

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Notas del capitulo:

Esta es la primera parte de cinco de Civil War, así que pueden esperar mucho drama en los proximos capítulos.

Steve

La mirada de Tony me atrapó en cuanto atravesé la puerta de la habitación. Había echado tanto de menos verle en estos días. Por una u otra razón no hemos tenido tanto tiempo, especialmente por las misiones para atrapar a Rumlow que me habían tenido ocupado completamente. Aunque eso no era lo único que nos distanciaba.
Desde hace pocos meses nuestras discusiones habían sido cada vez más fuertes a causa de los nuevos poderes de Peter. Me era difícil comprender que le sucediera esto y no tuviera remedio, o más bien no quisiera buscar remedio. Peter estaba bastante irascible desde que descubrimos que era Spider-Man, como él se hacía llamar. No estaba del todo de acuerdo en que Peter quisiera entrar en esta vida, pero mientras no se metiera en problemas grandes no iba a prohibirle ayudar a los demás. Sin embargo, Tony se negaba en rotundo a imaginar a Peter trepando por las calles, decía que era demasiado joven e inmaduro para poder comprender los riesgos que comete.
Ahora, juntándose a esos problemas, estaba lo sucedido en Lagos.
– ¿Cómo estás? –Preguntó sin apartar la mirada de mí.
– Bien –respondí.
Él asintió en respuesta y se sentó en el borde de la cama.
No era del todo cierto ya que tenía muchas magulladuras, y moralmente estaba bastante decaído por lo mucho que había afectado al grupo lo que había sucedido.
– ¿Cómo te ha ido con tu presentación?
– Cómo siempre... –dijo, sin darle importancia.
Le miré fijamente al notar que parecía más serio de lo normal, incluso diría que dolido.
– ¿Ocurre algo?
– No, solo es lo de Ross... –mintió, horriblemente.
– Tony...
– No pasa nada he dicho –dijo, a punto de gritar.
– Está bien... ¿Sabes que quiere Ross? –Pregunté para cambiar el tema.
Visión había dicho que Thaddeus Ross estaba por llegar según lo que Tony le había dicho, así que él podía saber de qué iba todo esto.
– Algo de unos acuerdos –respondió, poniéndose en pie frente a mí–, pero no sé de qué trata.
Levantó mi camiseta sin avisar e hizo un soplido.
– Lo sabía –dijo al ver todas las marcas moradas esparcidas por mi cuerpo–. ¿Por qué me mientes?
– ¿Por qué me mientes tú?
– Esto implica tú salud, Steve –tensó la mandíbula y continuo mirando mi torso.
– Sabes muy bien que he pasado peores.
– ¡Precisamente por eso, Steve! –Soltó mi camiseta con rabia–. Sabes que sufrí mucho cuando estuviste en el hospital después de lo Shield. A veces no piensas en las consecuencias.
– ¿Qué no lo pienso? –Dije incrédulo–. Eso es en lo único que pensaba, en qué pasaría si no me arriesgaba. Insight estaba programado para matarnos a todos nosotros, Tony. No me importaba que me pasara a mí, solo a ti, Peter y los demás.
Dio un fuerte suspiro, dándose la vuelta para darme la espalda al saber que le había ganado la discusión.
Me acerqué, rodeándole con mis brazos por la espalda. Besé suavemente bajo su oído y escuche un ronroneo en su garganta.
– Ya no discutamos, aunque sea por un momento –murmuré, continuando con los besos–. Te echaba de menos.
Cerró los ojos y echó la cabeza hacía atrás, apoyándola sobre mi hombro.
– ¿De verdad? Yo creía que te aliviaba tenerme lejos –susurró.
– Eso nunca, Tony –dije dejando un beso sobre su sien–. Prometí amarte siempre y eso haré. Aunque discutamos seguido mi amor no cambia y siempre querré tenerte entre mis brazos.
– A veces no parece así.
– ¿A caso tú no te sientes igual?
Realmente era una pregunta seria.
Al discutir si es cierto que llegaba a sacarme de quicio y sentía rabia en ocasiones, pero jamás querría estar lejos de él. Temía que él pudiera no sentir lo mismo y sí le afectaran las discusiones hasta el punto de dejar de amarme.
Se giró para encararme.
– Por supuesto.
– ¿Entonces por qué piensas que pueda ser diferente para mí? Te amo de la misma manera, mi amor.
Hizo una pequeña sonrisa y me rodeó para abrazarse a mí pecho.
– Hacía mucho que no me llamabas así –murmuró.
– Siempre serás mi amor, aunque nos enfademos –sonreí dándole un beso–. Te lo demostraré esta noche –le guiñé el ojo.
Hizo una risa suave y se alzó para besar mis labios. Fue tan delicado y dulce que lleno mi corazón completamente, como hacía mucho que no pasaba.
– Quizá te lo demuestre yo –dijo con un ronroneo.
– Encantado de ello –reí.
Visión llamó en la puerta abierta para captar nuestra atención y me sonrojé avergonzado de que pudiera haber escuchado lo que acabábamos de decir.
– Siento interrumpir, pero el Secretario de Estado ha llegado.
– Gracias, en seguida vamos.
Visión volvió a irse tan fugazmente como había llegado.
– ¿Vas a estar en la reunión?
– Sí, quiero saber que tiene que decir –respondió.
Tony hacía varios meses que había preferido alejarse de los Vengadores para prestar más atención a Peter con sus poderes. A Peter le pareció realmente excesivo ya que no había causado ningún problema para que Tony reaccionara así, y a mí también me lo pareció, lo que evidentemente nos llevó a una discusión. También me preocupaba Peter y pensar que se hiciera daño, pero confiaba en él. Siempre ha sido obediente e incluso más maduro para su edad, por eso no tenía razón para desconfiar de su palabra de no meterse en problemas y avisarnos si algo era grave. La única cosa en la que ambos estuvimos totalmente de acuerdo era en ocultar la identidad de Peter. Sabíamos los problemas que conllevaba que el mundo sepa quién eres y no íbamos a meter en eso a Peter, ni siquiera al resto le dijimos, y seguirá siendo así mientras podamos evitarlo.

•••

No podía creer lo que acabamos de escuchar. Me era increíble pensar en que trataban de culparnos de todas aquellas batallas, eso era completamente inverosímil. ¿Hemos cometido errores? Sí. ¿Hemos causado destrozos? También. ¿Pero que sería del mundo si nosotros no tuviéramos esas batallas? ¿Quién salvaría a las personas de los ataques?
La única queja que de verdad podía tener el Estado era sobre Ultrón y aun así no la admitiría porque aquello jamás fue la intención de Tony. Ultrón fue lo suficientemente inteligente para crearse prácticamente él solo.
– Tenemos que hacerlo, lo han impuesto 117 países –dijo, Rhodes, provocando que saliera de mi mente mientras miraba los acuerdos.
– ¿Y si 117 países dicen que te suicides lo haces? –Preguntó, Sam, con ironía.
– Eso no tiene nada que ver, el caso es que causamos daños allá a dónde vamos.
– Tengo una ecuación –interrumpió, Visión, captando la atención de todos–. Han pasado ocho años desde que el Señor Stark anunció que era Iron Man y el número de personas mejoradas aumentó exponencialmente. En ese mismo tiempo los eventos que podrían destruir el mundo aumentaron proporcionalmente.
– ¿Dices que es nuestra culpa? –Respondí.
– Digo que puede haber una causalidad. Nuestra fuerza invita a desafiarla, el desafío invita al conflicto y los conflictos causan catástrofes –terminó de aclarar, Visión–. La supervisión no es una idea que se pueda desechar.
Sé que de algún modo tenía razón con eso, pero precisamente por ello no podíamos permitirnos frenar. Los conflictos ya no van a parar y el que nos controlaran iba a impedir que ayudáramos a quién lo necesitara si no nos daban el permiso de hacerlo.
– Tony, estás extrañamente poco verborrágico –dijo, Nat, ladeando la cabeza.
– Es porque ya se ha decidido –murmuré viendo a Tony.
– Qué bien me conoces, cariño –respondió con un suspiro poniéndose en pie.
Sé exactamente que había decidido y sabía que esta noche lo último que haríamos sería el amor. Otro problema más iba a caer sobre nosotros y parecía que no iba a ser algo pequeño.
Tony fue hacía la cocina a prepararse un café y refunfuñó al ver suciedad en ella. Dejó su teléfono en la encima y amplió una imagen mientras se servía la taza de café.
Todos nos quedamos en silencio esperando a que diera una explicación.
– Por cierto, este es Charles Spencer –dijo finalmente señalando la imagen–. Un gran muchacho, se graduó en ingeniería informática con un alto promedio e iba a tener un buen trabajo en otoño. Pero primero quiso ganar experiencia antes de meterse tras un escritorio y tal vez ver mundo. No quería ir a las Vegas, donde habría ido yo. Ni Paris ni Ámsterdam, que parece divertido. Decidió pasar el verano construyendo casas sustentables para los pobres. ¿Dónde? En Sokovia. Él quería hacer la diferencia, creo. No lo sabremos porque le sepultamos bajo un edificio mientras peleábamos.
Bajé la mirada cuando terminó.
Entendía su punto de vista y ahora comprendía porque tenía esa expresión tan dolida, pero sobre todo comprendía porque estaba decidiendo que era mejor firmar los acuerdos. Se sentía culpable de lo que pasó en Sokovia y quería redimirse firmando. Sin embargo para mí continuaba sin ser una opción a tomar en cuenta.
– Aquí no hay un proceso de toma de decisiones. ¡Tenemos que rendir cuentas! –Continuó, Tony–. De cualquier forma acepto. Si no tenemos fronteras, si no tenemos limitaciones no somos mejores que los malos.
Continuaba entendiendo lo que decía, pero no lo compartía. ¿Cómo íbamos a parar a los malos si ellos no tienen limitaciones y nosotros sí? Nunca lograríamos llegar a ellos y terminarían ganando.
– Tony, si alguien muere cuando estás a cargo, no te rindes...
– ¿Quién dijo rendirse? –Me interrumpió.
– Lo hacemos si no asumimos la responsabilidad de nuestros actos. Este documento solo trasfiere la culpa –le aclaré.
– Lo siento, Steve, eso es arrogante –dijo, Rhodes–. Estamos hablando de las Naciones Unidas, no es el Concejal, ni Shield, ni Hydra.
– Exactamente. Está dirigida por gente con prioridades y esas prioridades cambian a su placer.
– Por eso estoy aquí –volvió atacar, Tony–. Al darme cuenta de lo que mis armas podían hacer en manos equivocadas dejé de fabricarlas.
– Eso es algo tú decidiste hacer, Tony. Sí firmamos esto renunciamos nuestro derecho a decidir –miré a todos mientras continuaba hablando–. ¿Qué pasa si nos mandan a un lugar dónde creemos que no deberíamos ir? ¿Y si hay un lugar dónde necesitamos ir y no nos dejan? Quizá no somos perfectos, pero las manos más seguras son las nuestras.
– Si no lo hacemos ahora después nos lo van a imponer –respondió, Tony, mirándome fijamente, sintiendo la súplica en su mirada.
No hay nada que quisiera más que complacerle, pero no iba a cambiar mi parecer porque podía costar vidas en el futuro.
– Es la realidad y no será agradable –continuó, tratando de presionar.
– Dices que vendrán a por mí –murmuró, Wanda.
– Te protegeríamos –afirmó, Visión.
– Quizá Tony tiene razón –dijo, Natasha, dejándome realmente sorprendido.
Nunca fue muy amiga de las ideas de Tony y que casualmente ahora lo hiciera, tratándose precisamente de ponerse a manos del gobierno cuando ella odiaba los asuntos políticos, era algo completamente inverosímil.
– Si tenemos una mano en el volante podemos manejar. Si nos las sacan...
– ¿Eres la misma que mando al diablo al Gobernador hace unos años? –Le preguntó, Sam.
– Solo es tantear el terreno. Cometimos errores muy públicos y necesitamos volver a ganar confianza...
– Espera... ¿Te estoy escuchando mal o estás de acuerdo conmigo? –Le cortó, Tony, jactándose.
Rodé los ojos porque ni esto pudiera tomar en serio.
Mi teléfono vibró en el bolsillo sacándome de la conversación. Por un segundo pensé en no mirarlo y centrarme en esto, pero en cuanto vi que el número pertenecía a Reino Unido el alma me cayó a los pies y dejé de escuchar completamente.
Abrí el mensaje y apareció una horrible presión en mi pecho que me dejó sin aliento al leer las 3 palabras. "Falleció mientras dormía".
En un segundo mi mente viajó muy lejos, aquel momento en el que los segundos de vida que me quedaban eran contados y Peggy se mantuvo ahí para distraer mi atención del océano al que me precipitaba.
Su voz me calmó, a pesar que sentía las suplica en sus palabras no dichas. Me apoyó sin quejas al saber que era lo correcto y no iba a cambiar mi opinión aunque eso me costara la vida, literalmente.
Sentí las lágrimas amenazándome con salir y me levanté de rápidamente.
– Tengo que irme –dije sin más, apresurándome a salir de allí.
Bajé rápidamente las escaleras y paré para apoyarme en la barandilla al sentir mis fuerzas flojear.
Tapé mi rostro tratando de contener las lágrimas, pero no lo conseguí. Aquellos recuerdos los tenía grabados a fuego en mí y no lograba sacarlos de mi mente. Se repetían tanto como cuando me descongelaron y mis últimos recuerdos me atacaban cada noche. La única diferencia con ahora era que no me dolía el hecho de morir y perder a Peggy, sino que me dolía el hecho de que morí y ella me perdió. Todo lo que ella sufrió y luchó por superar mi muerte ahora me pesaba a mí.
Lo que me alegraba era saber que cualquier sufrimiento al fin había desaparecido y ahora Peggy descansaba en paz.
Sentí una mano sobre mi brazo y no me hizo falta mirar para saber que era Tony. Aparté mis manos para verle y su mirada se tornó de preocupación.
– ¿Qué pasa, Steve?
Me abracé a él, escondiendo mi rostro en su cuello sin decir nada. No quería hablar más, si no había palabras no podíamos discutir. Ahora tan solo necesitaba sus brazos para apaciguar el dolor que quería perforar mi pecho.
Me rodeó con sus brazos, acariciando mi espalda.
– ¿Qué está pasando, Steve? –Susurró, con voz asustada por mi reacción.
– Se ha ido... –logré murmurar en voz baja.
– ¿Quién se ha ido? –Preguntó desconcertado.
Me obligó a levantar la cabeza para mirarle y pude ver en su expresión que rápidamente llegó a la conclusión.
Había muy pocas personas aparte de él y Peter que me pudieran poner así, y una de ellas era Peggy y Tony lo sabía muy bien.
– ¿Estás bien? –Nada más acabar la pregunta chasqueó la lengua–. Qué estupidez acabo de decir... Lo siento, mi amor –dijo con un susurro mientras acariciaba mi mejilla.
Me quedé abrazado a él, por lo que me pareció una eternidad, hasta que al final me obligué a mí mismo a moverme. Debía ir a despedirla y tenía un largo viaje por delante.
Sabía que no era el mejor momento para alejarme de aquí con todo lo que estaba pasando, pero esto era algo que necesitaba hacer. Ella veló mi muerte y yo debía hacer lo mismo.

•••

El viaje había sido muy silencioso a pesar de ser 4 en el jet. Obviamente Tony había venido conmigo y lo agradecía tanto, de lo contrario me hundiría mucho más. Quiénes se habían unido al viaje también eran Natasha y Sam. Nat tan solo era para ir mañana con Tony a Viena para la firma de los acuerdos, mientras que Sam principalmente había venido para cerciorarse de que lo de Peggy no me ablandaba para terminar firmando si Tony y Romanoff trataban de convencerme. Le había insistido en que no era necesario, pero aun así le agradecía el que tratara que nadie me cambiara de ir por el camino correcto. Aunque Tony no parecía muy contento con eso al final le dijo que entonces cuidara de mí mientras él iba a Viena y así no me quedara solo.
Amaba ver que aún tenía esa preocupación por mí y todavía esto no estaba tan perdido. Estábamos en un momento extraño y complicado de nuestro matrimonio, a la vez que nos llevábamos la contraria estábamos intentando cuidar del otro, pero Tony sabía bien que lo de Peggy iba a consumirme si no tenía una distracción. Por eso agradecía tanto que dejara a un lado los acuerdos por unas horas para poder estar aquí conmigo.
La iglesia ya estaba casi llena con todos los familiares y conocidos de Peggy. Ahora venía la peor parte: llevar el féretro. Esa era la prueba clara de que Peggy se había ido para no volver. Me dolía profundamente, pero quería acompañarla hasta su último momento como ella hizo conmigo.
Me armé de valor y levanté el ataúd colocándolo sobre mi hombro, mirando al frente y centrándome tan solo en dar el siguiente paso para no volver a llorar. Sabía que Peggy iba a morir en algún momento, pero la verdad es que no me había preparado psicológicamente para ello todavía.
Caminé hasta el altar, respirando profundamente para contener las lágrimas. Dejamos el féretro con cuidado, y ahí, justo a un costado podía ver una fotografía de Peggy tal y como yo la conocí. Sentí como algo se desmoronaba dentro de mí, era uno de los pilares de mi vida. Tan solo 4 personas habían influido tanto en mi vida para ser los pilares que me sostienen. Peggy y Bucky fueron el gran apoyo que necesitaba en el pasado, Bucky porque jamás me dejo solo y Peggy porque confió en mí desde el primer momento a pesar de mi estado físico. Los otros dos eran más que obvios, Tony y Peter, simplemente son mi todo. Tony me hizo saber que era el verdadero amor y que podía estar donde menos lo esperabas, y Peter porque es mi hijo, me ha hecho descubrir lo que es un amor incondicional y que no es necesario que sea mi hijo biológico para amarle como tal.
De esos 4 pilares ahora solo quedaban 3 y uno ni siquiera sabía dónde se encontraba o si estaba bien.
Tony tomó mi mano, haciéndome salir de mi estupor al ver la foto de Peggy. Me atrajo a él para darme un beso en la mejilla y luego llevarme hasta nuestro lugar. Agradecí que lo hiciera por mí ya que mi cabeza no parecía poder pensar correctamente, pero Tony nunca me fallaba y ahí estaba para rescatarme. Entrelacé los dedos con los suyos y me acarició suavemente con el pulgar como muestra de apoyo.
Cerré los ojos con fuerza dando un gran suspiro y mi cabeza desconectó completamente. Sé que había voces a mí alrededor y que estaba rodeado de personas, pero mi mente estaba viajando al pasado hasta el primer momento en el que vi a Peggy golpeando la cara de uno de los soldados. Todos los recuerdos se visualizaron en mi mente, tal y como cuando salí del hielo. Sus recuerdos eran los que más me atacaban y torturaban, tanto que no tuve el valor de ir a verla hasta tiempo de después. Yo continuaba igual de enamorado de ella y ella ya había vivido su vida, se había casado y tenido hijos, e incluso nietos. Sentí un gran dolor por aquello, pero por otra parte me sentí feliz de saber que no dejó que la pena de mi muerte la consumiera y rehízo su vida después de la guerra. Aún con eso fue difícil hacerme a la idea, hasta que apareció Tony.
La manera tan rápida en la que me enamoró ni siquiera me hizo dudar. Incluso diría que me hizo dudar más el hecho de que me gustara un hombre que lo que sentía por Peggy. Al menos así fue por un tiempo, hasta que nos prometimos y mi pasado me atacó. Lo peor fue descubrir los celos de Tony y como eso provocó que mi pasado y presente chocaran. Pero a día de hoy estoy orgulloso de decir que Tony supo comprender y gracias a eso llevábamos 8 años juntos y 7 casados, y ahora estaba aquí, dejando a un lado los celos del pasado para poder apoyarme.
Sentí la mano de Tony apretar la mía y le miré para verle sosteniendo su pañuelo frente a mí. Lo tomé al darme cuenta que estaba llorando de nuevo y limpie mis mejillas, alzando la vista para ver como todo había terminado sin que me diera cuenta de nada.
– ¿Vamos? –Preguntó, Tony, en un susurro.
Asentí con la cabeza y me puse de pie sin soltarle la mano.
Nos acercamos donde estaban los familiares de Peggy y les di el pésame a sus hijos y nietos, pero la gran sorpresa fue cuando vi a Sharon, la agente de Shield.
– Me alegra que hayas venido –dijo con una sonrisa muy pequeña.
La quedé mirando por unos breves segundos, en lo que mi cabeza ataba cabos hasta darse cuenta de que Sharon era familia de Peggy.
– Esto explica muchas cosas –admití, todavía muy sorprendido.
– Nunca quise mentirte, pero sabía cuál era tu pasado...
– No importa, lo comprendo –la interrumpí, dando un asentimiento.
Imitó mi gesto y continúe adelante al ver que tenía una larga cola tras de mí.
– ¿Quién era? –Preguntó, Tony, cuando al fin salimos de la iglesia.
– ¿Recuerdas cuando pasé un tiempo en DC para ayudar a Shield? –Asintió–. ¿Y recuerdas que te dije que una agente me había estado vigilando por orden de Fury?
Tony miró en el acto hacía atrás y luego de vuelta a mí.
– ¿Era ella?
Asentí y apretó con más fuerza mi mano, ocultando muy mal los celos que sentía.
– Cálmate, Tony –besé su mejilla–. Vamos a descansar al hotel, que debes salir temprano para Viena.

•••

– ¿Has terminado tus deberes? –Le pregunté a Peter a través del manoslibres del teléfono, mientras sacudía mi pelo mojado con una toalla.
– Sí.
– ¿Y has estudiado para tú examen de mañana?
– Sí –repitió con cansancio.
– No respondas así, Pete –le reprendí.
– Lo siento, papá, pero ya sabes que lo hago, no es necesario controlarme.
– Solo me preocupo por ti, hijo, es mi deber.
Tony me arrebató la toalla y me giré para verle completamente desnudo, empapado por la ducha. Una pequeña sonrisa apareció en su rostro al ver cómo le observé de arriba abajo.
– Da igual lo que digas, Peter, vamos a seguir preocupándonos, especialmente cuando estemos lejos y tú andes burlándote de tú tía para escaparte –dijo, Tony, mientras se secaba el cuerpo con mi toalla.
– Eso no es verdad –se quejó, Peter.
– No vamos a tener esta conversación otra vez, Peter –dije con firmeza–. Sabes cuál es nuestro trato.
– Sí, pero...
– "Pero" nada, Peter –respondió, Tony.
– Si sigues escapándote de noche me obligaras a ponerme del lado de tu padre.
– ¡Papá! –volvió a quejarse.
– Nada de salir de noche, Pete –repetí.
– Pero es cuando más robos hay y es lo único que me permitís hacer.
– Me da igual, tienes clase mañana así que nada de escapadas nocturnas –le advertí.
– Está bien –respondió, cortante.
– Allí aún es temprano, puedes salir, pero no preocupes a tu tía y vuelve para cenar, ¿sí?
– Steve... –me advirtió, Tony.
– ¡Gracias, papá! ¡Te amo! –Dijo con emoción–. ¡Os amo! ¡Volver a casa pronto!
Colgó sin más.
– ¿Por qué le has dejado? –Preguntó, Tony.
– Porque ya lo habíamos hablado –respondí–. Allí es todavía temprano, Tony.
– Sigue sin parecerme bien que salga por ahí disfrazado con esa ropa...
– Lo sé –le quité la toalla y la lancé sobre la silla, sujetando su cintura–, pero también sé que le has hecho un traje –alcé una ceja.
Rodó los ojos con un suspiro.
– ¿Me has espiado en el taller?
– Solo un poco –sonreí–. También tengo miedo de que algo le pase, pero no podemos negarle esto cuando es lo que hacemos nosotros.
– Tiene 15 años, Steve, no está preparado para esto.
– Por eso le dejo solo en las calles, negarle eso haría que se escape más –subí mi mano por su torso mojado y acaricié sobre su cicatriz–. Hay que aceptar que en el futuro querrá más y no podremos hacer nada, por eso hay que dejar que practique el vuelo antes de dejarle que eche a volar.
– Cállate, deja tus malditas metáforas... –se quejó, sabiendo que tenía razón.
Bajó la mirada a mi mano en su pecho respirando profundamente y luego esbozó una sonrisa.
– ¿Cómo estás? –Preguntó en un susurro.
– Intentando no pensar –respondí.
– Ven –dijo, tomando mi mano y llevándome a la cama–. Necesitas relajarte, mi amor.
– ¿Cómo se supone que voy hacer eso? Peter, nosotros, Peggy, los acuerdos... No hay descanso –dije con pesadez.
Me miró apenado y me atrajo a él, dándome un abrazo. Me hundí en su cuello y cogí aire al sentir como las lágrimas pinchaban tras mis ojos nuevamente.
– No te preocupes por nosotros, estaremos bien.
– ¿Seguro, Tony? Porque yo no. Estoy seguro de que los acuerdos van a empeorar todo –suspiré.
– No sería así si firmaras.
– Sabes qué no puedo hacer eso, Tony –alcé la mirada a la suya–. Comprendo que tú lo hagas y no voy a discutir por eso porque es tú decisión, pero no voy a cambiar la mía.
– Steve...
– No –le corté–, acepta mi elección como yo acepto la tuya.
Sus ojos se clavaron en los míos y por un segundo pensé que iba a separarse, pero para mi sorpresa me abrazó más fuerte y beso mi frente.
Me aferré a su cuerpo, dejando que su aroma y el calor de su cuerpo me cautivarán y me hicieran perderme en él. Tan sólo quería pensar en estar entre sus brazos y alejarme de la realidad, como solo él podía lograr.
Tony acarició mi espalda, dándome consuelo y levanté la mirada para encontrar la suya. Se acercó a mis labios y los rozo con un suave beso.
– Creo que quedó pendiente demostrarte algo anoche –susurró con una pequeña sonrisa.
Dejé salir una risa al ver por donde quería ir y me gustaba totalmente ese camino. Hacía semanas que no habíamos tenido nada, ni siquiera de acurrucarnos como estábamos ahora.
Tony sin aviso tiró de la toalla que llevaba en mi cintura y la abrió completamente, dejándome desnudo al igual que él.
– ¿De casualidad no habrás traído lubricante? –Preguntó, bajando sus besos por mi cuello.
– No, no tenía muchas esperanzas de hacerlo –admití, con un débil jadeo.
– Tienes suerte de que siempre lleve preservativos en la cartera –dijo separándose para dedicarme una sonrisa llena de picardía.
– Tú solo eres previsor cuando se trata de sexo, Stark –dije con una risa.
Hizo una sonrisa llena de orgullo que provocó que dejará salir una gran carcajada. Sonrió besando mis labios repetidas veces para acallar mi risa y luego me miró a los ojos.
– Me gusta ver como ríes –murmuró pegado a mis labios.
– Solo tú podrías hacerme reír así –sonreí, dándole un beso.
Tomé su rostro, profundizando el beso mientras atraía su cuerpo al mío, rozándonos completamente. Giré despacio para quedar sobre él y con una pierna separé las suyas para quedar entre ellas.
– Se suponía que me ibas a dejar a mi demostrarlo –dijo intentando sonar molesto, pero con una sonrisa en su rostro.
– ¿Quién ha dicho que no te vaya a dejar después? –Sonreí, besando una vez más sus labios.
– Ámame entonces –respondió, enrollando sus piernas en mi cintura para rozar nuestros miembros.
– Dame un segundo y lo haré con ganas –susurré, desenredando sus piernas para poder buscar la chaqueta de Tony.
Saqué su cartera y cogí la ristra de 5 preservativos.
– Eres muy optimista –reí, alzando una ceja mientras volvía a mi posición.
– La experiencia me dice que debo serlo –sonrió de lado.
Ataqué su boca ante su provocadora sonrisa.
Tony volvió a enroscar sus piernas en mí y presione mi cuerpo al suyo mientras dejaba que nuestras lenguas se acariciaran mutuamente. Me enloquecía su intensidad, me hacía necesitar tanto de él, hasta el punto de notar la frustración por la ausencia de su cuerpo en estas semanas.
Bajó sus manos por mi espalda y apretó mi trasero para presionar nuestros cuerpos.
– Entra, por favor –ronroneó entre besos.
Me separé, dándole un último beso, y me arrodillé mientras abría el sobre del preservativo.
Tony me arrebató el preservativo y se enderezó para besar mi estómago. Miró hacía arriba mientras descendía con su boca y tomaba mí palpitante erección en su mano y la introducía en su boca. Rodeó la punta con la lengua y la metió hasta lo más profundo de su garganta. Lo repitió nuevamente, pero esta vez rascando suavemente con los dientes, provocando que soltará un gemido. Tony sonrió, notando que ya estaba completamente duro, y me puso el preservativo.
Se dejó caer de espaldas y levantó las piernas, acariciando mi pecho con los pies. Tomé sus piernas y las puse en mis hombros, haciendo que Tony mordiera su labio cuando le alcé hasta que mi miembro le rozó.
Con una mano me guíe, ayudándome con los dedos para entrar más fácilmente. Me quedé quieto por unos segundos, absorbiendo lo que era estar dentro de él. Le miré, fijando la mirada en sus ojos que parecían suplicar mi roce. Me encantaba ver su necesidad, cuanto podía necesitarme a pesar del mal momento por el que pasábamos. Nuestro amor parecía mucho más fuerte que todo esto y eso me llenaba de orgullo.
Me incliné sobre Tony, haciendo que gimiera al presionarme con más fuerza en su interior.
– Te echaba de menos, Steve –susurró, mirándome a los ojos.
– Y yo a ti, cariño –respondí con una sonrisa.
Besé sus labios a la vez que comencé a mover mi cintura lentamente.
Tony ahogó un gemido en mi boca y alzó la cintura en busca de la mía. Parecía desesperado por tener más y no iba a negárselo.
Me incorporé y sujete sus piernas dejándolas pegadas a su cuerpo, me ayudé de ellas para mover a Tony al ritmo de mis embestidas y entrar con más fuerza en él. Sus gemidos comenzaron a elevarse cada vez más y continúe incrementando los golpes.
– ¡Joder, sí! ¡Steve! –gritó arqueando la espalda al llegar al orgasmo.
Cesé de golpe al notar que yo también estaba a punto y salí de él.
Tony me miró, respirando agitadamente, y tiró de mi mano para que cayera sobre él y poder besarme.
– ¿Te has corrido? –Preguntó besándome una y otra vez.
– No –respondí con un jadeo.
– Perfecto –sonrió, dándome un beso más–. Me toca a mí.
Sonreí al escucharle y me tumbé a su lado.
Tony me devolvió la sonrisa y se arrodilló. Mientras se colocaba entre mis piernas me quitó el preservativo y lo lanzó al suelo. Tomó uno nuevo y se lo colocó rápidamente descendiendo por su erección. Pasó su mano para impregnarse la mano y lubricar mi entrada con sus dedos. Sentí la leve tirantez de la piel, pero enseguida se dio de sí y giro sus dedos, sonriendo.
Se posicionó y se adentró en mí muy despacio cerrando los ojos mientras entreabría la boca para respirar. Se acercó todo lo que pudo para hundirse los más hondo posible en mí.
– Oh, Tony... –jadeé cerrando los ojos.
Se recostó sobre mi cuerpo, besándome a la vez que movía lentamente su cintura. Era tan despacio que su suavidad era como una maravillosa tortura. Cada mínimo roce era como una corriente de placer que recorría mi espalda y estallaba en mi pecho y cabeza.
Enredé mis manos en su cabello, sujetando su rostro para besarle sin cesar. Había necesitado todo de él, hasta el último rincón de su cuerpo. Ahora más que nunca necesitaba sentir su amor y parecía que estaba dispuesto a dármelo con sus delicadas embestidas.
– Oh sí... –dejé salir en un susurro.
Tony se separó unos centímetros para verme y sonrió con dulzura. Era tan extraño después de lo pícaro que parecía al principio.
Salió de mí de repente, separándose lo justo para poder deshacerse del preservativo.
– Lo haremos juntos... –susurró entre jadeos
Se recostó sobre mí, juntando nuestras erecciones entre nuestros cuerpos.
– Me gusta como piensas –dije, al ver sus intenciones.
Movió su cuerpo frotándolo contra el mío, provocando que los roces de nuestros cuerpos y miembros nos masturbaran mutuamente. Puse las manos sobre su trasero y le ayudé con el movimiento, mientras el besaba y mordisqueaba mis labios sin descanso.
Mi cuerpo colapso con cada una de las caricias de su cuerpo haciendo que me viniera con un gran gemido que Tony ahogó en su boca. Continuó con más rapidez, enloqueciéndome más, hasta que finalmente el también colapsó en el orgasmo.
– Te amo, Steve –dijo en un murmullo, tratando de recobrar el aliento.
– Te amo, Anthony –sonreí, acariciando su cuerpo.

•••

Abrí los ojos cuando la alarma de Tony comenzó a sonar. Sonreí al ver que él ni parecía inmutarse ante el sonido. Pasé mi brazo sobre su cuerpo y la paré para volver a abrazarle.
Besé su frente varías veces hasta que sentí como su agarré se hizo más fuerte y hundió su rostro en mi pecho haciendo un gemido.
– Mi amor, debes levantarte –susurré junto a su oído, dejando besos a su alrededor–. Mi amor, mi vida, mi alma, abre tus bellos ojos.
– Cursi –susurró con una enorme sonrisa, mientras se aferraba más a mí, todavía con los ojos cerrados.
– Nunca te librarás de mis cursilerías –respondí con una risa.
– Lo sé –dijo, dando un beso en mi pecho.
– Debes levantarte, mi amor –volví a repetirle–. Aunque yo estaría más que encantado de que te quedarás.
– Vente conmigo y seguimos acurrucándonos en Viena –respondió, abriendo al fin los ojos.
– No, sé que insistirías todo el camino y yo terminaría enfadado. No quiero hacernos eso ahora.
– Exageras, Rogers –dijo, dándose la vuelta para sentarse.
– Sabes que no es así, te conozco bien –murmuré, acariciando su espalda mientras se ponía el bóxer.
– Eres un cabezón, Steven –se puso en pie y fue directo al baño.
– Se me pegó de ti, amor, no te quejes –dije riendo.
– Idiota.
Reí nuevamente y rodé por la cama hasta el borde y me levanté.
Escuché como Tony se había metido en la ducha y le preparé todas sus cosas en la maleta.
Realmente esto me gustaba muy poco, tener está diferencia de opinión respeto a los acuerdos sabía que iba a traer problemas. Hasta este momento los estamos controlando, pero sé que llegado el momento de actuar todo podría derrumbarse, pero aun así no cambiaría mi opinión, porque aunque ellos no pudieran actuar, Sam y yo lo haríamos aunque al gobierno no le parezca bien. Ante todo es el bien de las personas.
Tony me dio una nalgada de repente y me giré para verle sonriendo. Le miré de arriba abajo, vestido ya con su traje.
– Estás perfecto, me dan ganas de arrancártelo –ronroneé.
Tony rio, volviendo a darme una palmada en el trasero.
– Tú vuelo sale a las 12 –me recordó–. No lo pierdas, quiero que alguien este con Peter esta noche.
– Está bien, mi amor –dije, colocando bien su corbata y dándole un beso–. Lleva paraguas para no estropear el traje.
– Odio Londres... –respondió rodando los ojos y tomando su maleta–. Te voy a extrañar, idiota mío.
– Todo tuyo –volví a besarle–. También te voy extrañar, mi vida.
– Todo va a estar bien –dijo, tratando de convencerse de ello.
– Todo va a estar bien –repetí, sabiendo que no iba a ser así.


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