Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Stony Stories por Wind Girl

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Steve

Miré impaciente el reloj y chasqueé la lengua al ver que ya pasaban 10 minutos de la hora. No podía creer que se fuera a retrasar en algo así, sabe de qué se trata y cuan nervioso me pone. ¿Y si tantos nervios era porqué me estaba precipitando? Quizá sea demasiado pronto todavía.
– ¡Steve! –Me gritó la voz de Pepper a mi espalda–. Siento haberte hecho esperar, Tony me ha entretenido.
– ¿Tony? ¿Sabe algo? ¿Crees que sospeche?
– No, calma, Capitán –sonrió–. Solo eran cosas de la empresa.
– Ah... –dije con alivio.
Tenía miedo de que Tony descubriera mis planes y se asustara antes de tiempo. Pepper dice que está listo para el siguiente paso, pero yo dudo mucho de eso. Conozco lo suficiente a Tony para saber que en cuanto a compromisos se refiere se puede asustar fácilmente. Aunque después de tener a Peter parezca estúpido pensar en un compromiso mayor que ese, sé que Tony no lo verá así y por eso me asusta pensar que esto podría presionarle demasiado. Sin embargo teniendo a Peter esto me parecía lo más correcto, ya había roto muchas de mis creencias con Tony así que me gustaría ponerlo todo en su lugar. Peter necesitaba una familia al 100% y yo me sentía más que listo para el siguiente paso. Quería casarme con Tony.
Pepper era quién mejor conocía a Tony, por más que me moleste admitirlo ella sabía más detalles que yo de Tony en algunos aspectos, así que después de pasar horas mirando anillos sin saber cuál podría gustarle pensé que ella es la más apropiada para ayudarme con esto.
– Adelante –dije abriendo la puerta de la joyería para Pepper.
– Gracias, Capitán.
– Llámeme Steve, por favor.
Aun sabiendo que todo entre ella y Tony se ha normalizado era bastante extraño, o incluso inapropiado, estar pidiéndole ayuda para proponerle matrimonio a Tony. Cuando le pregunté insistí en que no quería que se sintiera mal y comprendería si se negaba a hacerlo, pero ella también insistió en que todo estaba bien y le gustaría hacerlo. Agradecía mucho su ayuda y esfuerzo cuando nunca habíamos tenido contacto realmente. Solo la había visto algunas veces cuando venía hablar con Tony, pero yo nunca había tenido una conversación con ella más allá de un saludo cuando salía del despacho de Tony.
Aun así le tenía mucho respeto por todo lo que había aguantado de Tony en sus peores años, tenía una paciencia infinita. Aunque esos pequeños detalles me causaban un pequeño pinchazo de celos, y más por lo mucho que está visitando a Tony en la última semana. Incluso hace dos noches Tony la invitó a una cena para ponerle al día de todos los cambios que estaban haciendo en Industrias Stark. Eso provocó que me pasara casi tres horas preguntándome que hacían, si no fuera porqué Peter tuvo una pesadillas y se vino a nuestra cama no hubiera dejado de pensar en ellos. Sé que es una estupidez porque a Tony ya no le gustan las mujeres, pero también sé que Pepper es especial para él. Sin embargo confío en él, e incluso en ella.
– Steve, mira estos –dijo desde uno de los mostradores con anillos.
Me acerqué a ver cuáles me señalaba y me parecieron prácticamente iguales.
– ¿Qué diferencia hay?
– Estos son de plata, estos otros de acero y estos de oro blanco –señalo cada grupo de anillos mientras los mencionaba.
– A simple vista parecen iguales.
– Lo sé, pero algunos con una vista no tan simple pueden ver la diferencia –murmuró, haciendo una suave risa.
– Dime que Tony no sabe diferenciarlos, no quiero gastarme todo el dinero en esto. Si esto sale bien conociendo a Tony la boda no será barata.
– ¿Recuerdas con quién estas saliendo, Steve? El dinero no es un problema.
– Ya lo sé, pero me gustaría contribuir también. Lo último que quiero es que alguien piense que me aprovecho de su dinero.
Pepper rio negando con la cabeza.
– Nadie pensaría eso, eres Capitán América –sonrió–, y precisamente por eso piensas así. Siempre tan noble y humilde.
– No creo que sea de ese modo, no me gusta que me pongan en un pedestal.
– Pues yo creo que el que lo niegues le da veracidad.
– No importa, ese no es el caso ahora –dije, tratando de centrar la atención en lo importante.
Teníamos un duro trabajo por delante, encontrar un anillo perfecto para Tony no será nada fácil. Él nunca ha llevado así que no sé qué tipo de anillo le puede gustar. Rebusqué en sus cosas y lo más cercano que encontré a un anillo fue relojes.
– Hola, ¿necesitan ayuda? –Preguntó la dependienta.
– Sí –respondió enseguida, Pepper–. Buscábamos un anillo para hombre.
– ¿Y tiene algún estilo preferente su marido? –Dijo mirándome.
– ¿Qué? No, no, no. Solo somos amigos –contesté más ofendido de lo que debería.
– Discúlpeme.
– Está bien, no se preocupe.
Ella sonrió avergonzada y luego caminó tras el mostrador para sacar un par de bandeja de anillos.
– Para hombre suele gustar más anillos lisos, pero también hay con diamantes incrustados –sonrió, señalando cada bandeja con diferentes anillos.
– Creo que el más sencillo que tenga será suficiente –dije viendo todos los lisos, sin saber cuál escoger.
– Espera, ¿qué? –Pepper me miró alzando una ceja, viéndome como si estuviera loco–. ¿Recuerdas para quién es? ¿Sencillo? ¿Para Tony?
– Ya lo sé, pero no quiero gastar mucho por si Tony se diera cuenta del gasto.
– Qué más da, si será esta noche.
Llevaba dos semanas queriendo hacer esto y ya no quería retrasarlo más. Nunca me había sentido tan atacado de nervios como me producía la espera a saber que diría Tony. Lo hubiera hecho antes si no hubiera estado tan indeciso con que anillo darle y con cómo convencerle para ir a cenar fuera. Incluso había tratado de chantajearle con acostarnos porque con él siempre funciona cuando se trata de hacer el amor, pero en esta ocasión se negó diciendo que no saldría a un restaurante donde pudiera vernos cualquiera. En eso coincidía con él, sin embargo había opciones como reservar una sala del restaurante para nosotros solos, pero también se negó a eso porque nos verían quienes nos atiendan.
Tras pensarlo muchísimo he tenido la idea de llevarle a un hotel, podría decirle a Pepper que me ayude en eso y reserve una habitación en el hotel que más le guste a Tony. Ahí nadie podrá vernos y tendremos la intimidad perfecta para poder pedirle que se case conmigo.
Tan solo pensar en eso me sacaba una gran sonrisa.
– En eso tienes razón –miré a la dependienta–. ¿Qué me aconseja?
– Para hombre suele ser lo más sencillo, lisos de todo tipo, oro, oro blanco, platino, cerámica, cobalto. Pero también algunos quieren diamantes solo que para ellos suelen ser incrustados a diferencia de los de mujer –señaló en la vitrina varios anillos para que viera las diferencias.
Miré entre todos y la verdad todos me parecían tan similares que no sabía cuál podría gustarle más a Tony. Con diamantes no creo que fuera lo mejor, como dijo es más algo de mujeres y lo último que quería era dañar la masculinidad de Tony.
– ¿Qué tal estos? –Pregunté por los que eran negros.
– Sí, creo que esos le gustaran más –respondió, Pepper.
Yo también lo creía, no resultaban y son sencillos. Aunque Tony no es precisamente sencillo, es realmente complicado saber que le gustará y eso me alteraba. Espero que Pepper tenga razón.
– Entonces uno de este tipo –señalé la bandeja de anillos negros.
– Pues aquí tiene variedad, entre cerámica, cobalto ennegrecido o tántalo, entre otros –sacó los anillos de la vitrina y los puso sobre el mostrador–. Este es todo de cobalto ennegrecido con un acabado satinado, es elegante y sencillo. Luego tenemos este de cerámica negra bien pulido que resalta más gracias al brillo. Este otro también lleva cerámica pero con una pequeña franja de oro blanco en el centro, lo que le hace también elegante.
– ¿Tiene uno como este pero con el negro menos llamativo? –Dije viendo entre los demás anillos y señalé uno–. Este, por ejemplo.
La chica me enseñó más de cerca el anillo y supe que quería ese.
– Es también cerámica pero en este caso con la franja de platino. El acabado es más satinado lo que le hace más sencillo.
– ¿Este le gustará? –Le pregunté a Pepper.
Ella respondió con un asentimiento y una gran sonrisa.
– Quiero este, entonces.
– ¿Seguro? ¿No quiere seguir mirando? –Contestó la mujer.
– No, este es perfecto.
– De acuerdo –sonrió.
Tomó el anillo y sacó una pequeña caja dónde lo introdujo, poniéndolo frente a mí. Pagué rápidamente y miré el anillo una última vez antes de guardarlo en el bolsillo de mi chaqueta.
– Muchas gracias –dije antes de salir de la joyería.
Pepper se volvió hacía mí, poniendo una mano sobre mi brazo, que parecía temblar.
– Ya está, Capitán, tranquilo –sonrió.
– Me queda la peor parte y estoy muy nervioso –la miré, tratando de tomar aire para tranquilizarme–. Necesitare un poco más de tu ayuda.
– Lo que necesites, Steve.
– Tomamos un café y te cuento.
Asintió y señalo un café al final de la calle.
Me continuaba sintiendo mal por pedirle tanto a Pepper, no sé bien si de verdad a superado a Tony o solo lo hace por amabilidad. Aunque de cualquier manera me hacía sentir mal.
Nos sentamos en la mesa más apartada y pedimos enseguida un café.
– Tú dirás –dijo ladeando la cabeza.
– Verás, Tony no quiere ir a restaurantes conmigo. Ya sabes, mucha gente que puede descubrirnos –paré dando un suspiro–. Pienso que lo mejor quizá es un hotel.
– Estaría muy bien, creo que a Tony le puede gustar y si es en el Four Season de la calle Barclay le tendrás ganado.
– ¿Ese le gusta?
– Siempre que podía se quedaba en la suite.
– ¿Podrías reservarla para esta noche, con todo lo que Tony suela pedir? –Pregunté dudoso.
– Por supuesto. Esa suite será perfecta, tiene una gran terraza con unas vistas preciosas.
– Suena como si la conocieras... –murmuré casi sin darme cuenta.
Mordí mi lengua, maldiciéndome por entrar en ese tema del que ni yo quería saber. Evidentemente conocía ese sitio y evidentemente era por Tony, o más bien dicho, con Tony.
Mi mente era traicionera y ahora no podía dejar de imaginar a Tony y Pepper juntos en una cama de hotel con vistas a Nueva York tras ellos.
– No hagas eso, Steve –me miró apenada.
– ¿Podrías reservar otra que no sea esa? –Dije, ignorando sus palabras.
No quería que Tony tuviera recuerdos de lo que hizo con Pepper, y yo no quería pasarme la noche pensando en que cosas habían hecho ahí.
– Sí, podría intentar que os den la suite principal, Tony siempre ha querido estar en esa.
– ¿Si Tony nunca ha podido estar ahí como pretendes conseguirla?
– Bueno, Tony ha sido cliente por muchos años y el dinero puede conseguir muchas cosas, solo tienes que estar dispuesto a gastarlo –respondió.
– ¿Cómo cuánto?
– No creo que quieras saberlo –rio–. Como la reserva es a nombre de Tony todo corre de su cuenta, así que eso no debe preocuparte.
– Pero yo no quería que él pagara nada...
– Créeme que él estará más que feliz de hacerlo.
– Sigue sin parecerme bien que él...
El teléfono de Pepper nos interrumpió y se disculpó mientras colgaba y volvía a mí.
– No le des tantas vueltas, Steve...
Volvió a sonar y Pepper rodó los ojos y sacó el teléfono.
– Perdona un momento –dijo, levantándose de la silla con el teléfono.
Asentí, viendo como descolgaba, y logré atisbar el nombre de Tony en la pantalla.
No quería ponerme paranoico pero, ¿por qué Tony le llamaba tan insistentemente? Salgo de la torre unas horas y ya está buscando a Pepper cuando acababan de verse en la oficina.
Mi cabeza iba a explotar como continuara por ese camino. Tenía que repetirme como un mantra "confió en Tony" para que mi mente no me jugara malas pasadas, pero era realmente muy difícil.
Pepper volvió, quedándose de pie y terminó su café.
– Debo irme ya. No te preocupes por nada, tendrás todo listo esta noche. Mucha suerte.
Sonrió una última vez y luego se marchó rápidamente, dejándome más nervioso de lo que ya estaba.

•••

Salí del ascensor y Peter dio un grito corriendo hacia mí.
– ¡Papá! –Le atrapé cuando llegó a mí y le cargué en brazos–. Pensaba que te habías ido a trabajar.
– No, esta semana es toda para ti y papi –fui hasta la sala y dejé a Peter en el sofá junto a Banner y Romanoff–. ¿Qué tal el colegio hoy?
– Bien, aunque me he aburrido porque ya sabía hacer todo –dijo con una mueca mientras daba pequeños saltos en el sofá.
– No hagas eso –me senté y él se dejó caer en mi regazo–. ¿Qué es lo que os enseñaban y ya sabias?
– A multiplicar y dividir por números de más de una cifra.
– Sí que eres listo, Peter –dijo, Banner, sonriéndole.
– Papi me enseñó y me gusta, es fácil.
– Creo que el resto de tu clase discreparía –rio, Nat.
Peter rió con ella asintiendo.
– Pero papi te enseña muy bien, por eso llegarás a ser tan listo como él –le sonreí.
– ¿De verdad? –Preguntó esperanzado.
– Totalmente –respondí besando su frente–. ¿Has hecho los deberes?
– Me falta los de lengua, pero me dijo papi que lo dejara para después de la merienda –se volvió a poner de pie en el sofá, apoyándose en el respaldo para no caer–. Aún estoy esperando que me la haga, me dijo que cuando terminara de trabajar con Pepper vendría.
– ¿Con Pepper? –Pregunté, sintiendo una punzada en mi corazón.
– Sí, vino unos minutos antes que tú y ambos se encerraron rápidamente en el despacho –respondió, Banner.
Traté de contener mis celos pero cada vez eran mayores. Si no tuvieran un pasado juntos no tendría tanto miedo, pero saber lo importante que fue Pepper para Tony me aterraba.
Ya quería que llegara esta noche y con su sí se me irían todos estos celos estúpidos. Tan solo con saber que Tony está dispuesto a un paso tan grande conmigo me tranquilizaría completamente. Sé que puede sonar estúpido teniendo a Peter juntos, pero lo que impulsó a Tony a adoptarle fue por el bien de Peter, no por nada referente a mí. Por esa razón esto es tan importante para mí, y sé que será un gran paso para los dos, si es que me da un sí.
Escuché abrirse la puerta del despacho y traté de no girarme.
– Adiós, chicos. Adiós, Peter –se despidió, Pepper.
Miré de reojo su sombra como se marchaba mientras sujetaba a Peter que dio un salto sobre el sofá.
– ¡Adiós, Pepper! –Agitó la mano en su dirección y luego hacia Tony, que caminaba hacia nosotros – ¡Papi! ¡Mi merienda!
– Ahora te la hago, déjame darle un poco de amor a tú padre –desordenó el cabello de Peter con la mano y luego me abrazó desde detrás del sofá–. Te echaba de menos, mi Capitán –dijo en mi oído, casi como un ronroneo.
Cerré los ojos y absorbí la insinuación que había en su tono. Eso relajaba casi completamente mi ataque de celos.
– Y yo a ti, mi amor.
Sujeté su rostro para besar sus labios y Peter se apartó avergonzado.
– Ah, no, jovencito, ven aquí –dijo, Tony, agarrándole del brazo–. También hay para ti.
Le acercó a él y comenzó a besuquearle la cara, haciendo que Peter se quejara y riera a la vez.
– Yo también quiero –dije dándome la vuelta para unirme a Tony.
Peter comenzó a patalear y gritar entre risas para lograr salir del abrazo. Reí viendo su insistencia y me separé.
Era tan placentero ver como Peter se había acostumbrado a su nueva vida con nosotros. Tony y yo tuvimos mucho miedo de que extrañara demasiado a sus tíos y decidiera irse con ellos, pero al parecer le gustaba estar aquí y nosotros disfrutábamos de ser parte de su vida. Nos estaba uniendo mucho más de lo que ya estábamos, Tony se preocupaba por él cada día y vigilaba que no le faltara de nada. Era evidente que trataba de ser todo lo que su padre no fue para él y eso me enorgullecía porque significaba que no solo aprendía de sus errores, también de los demás, en este caso de su padre. Había escuchado mucho que las personas a las que sus padres les trataron mal y en vez de aprender de ello se habían convertido en lo mismo. Me alegraba saber que Tony no era de esos.
– Vale, vale –murmuró, Tony, dejando a Peter en el sofá nuevamente–. Te voy hacer la merienda, pero tú tienes que hacer tu mochila para irte con tus tíos esta noche.
– Dice tía Natasha que vais a tener una cita romántica –dijo, Peter, sonriendo con picardía.
– ¿Romanoff que le has dicho a nuestro hijo? –Inquirió, Tony.
Yo también la miré desafiante al ver la sonrisa de Peter que dejaba saber que entendía la parte implícita de una cita romántica.
– Yo nada, eso es cosa de Clint que dijo que menos mal que sois hombres o le darías un hermano pronto.
– Yo quiero un hermano, papi –Peter sonrió mirándonos,
– ¿Dónde está Barton? Quiero matarle.
– Arriba, con Thor –respondió, Banner.
– Voy a matarle, ahora vuelvo –dijo, Tony, dando media vuelta y corriendo a las escaleras.
– ¿Y mi merienda, papi? –Le gritó cuando ya estaba demasiado lejos.
– Yo te la hago –dije, encaminándome hacia la cocina.
Peter corrió tras de mí y tomó mi mano todo el camino.
– ¿Papá, podré tener hermanitos? –Preguntó, dejándome sin respuesta.
En este momento incluso solo con él ya nos parecía una locura la paternidad como para imaginar más hijos. Creo que Tony enloquecería si tuviéramos más, Peter solo ha sido por un caso desesperado. Aunque no negare que pensar en un futuro con más hijos no me alegre, pero en un futuro lejano.
– Quizá algún día, pero aún falta mucho.
– Vale –sonrío, conformándose con eso.
A veces no podía creer lo fácil que era Peter. Era conformista y comprendía todo tan rápido que me sorprendía cada día más. Si no fuera por eso sé que a Tony se le haría más pesado, pero con un niño como Peter era muy sencillo y tanto Tony como yo estábamos encantados de tenerle como hijo. No podría haber sido más perfecto.
– Capitán Rogers, creo que le necesitan en el laboratorio –dijo, Jarvis, sobresaltándome.
– ¿Qué sucede?
– El señor Stark está atacando a Barton, Capitán.
– ¡Steve! –Escuché gritar a Natasha.
– Oh Dios…
Peter rio tapándose la boca.
– ¡Bruce, vigila a Peter! –Grité, corriendo a las escaleras y subiéndolas de dos en dos.
Corrí el pasillo a prisa y una flecha atravesó la cristalera del laboratorio haciendo que frenara para no darme con ella. El rayo repulsor de Tony rompió los de la otra pared y esquivé los cristales para ver la escena frente a mí.
Tony estaba en su traje apuntando a Barton con el repulsor, mientras Thor estaba entre ellos para impedir que se pelearan.
– Tony, deja de exagerar, por Dios –le gritó, Romanoff.
– Solo se enfada porque las verdades duelen. ¿No, Stark? –Se burló, Barton.
Tony volvió a disparar con el repulsor y Thor hizo girar su martillo para desviar el tiro.
– ¡Basta, Tony! –Le exigí.
Tony paró y se giró para verme, escondiendo su casco.
– ¿A caso no te molesta que le insinúe eso a nuestro hijo?
– Claro que sí pero, ¿por qué no puedes actuar normal y gritarle en vez de ponerte a derruir el lugar donde vivimos y donde está Peter?
Tony refunfuñó en voz baja y su armadura se abrió para dejarle salir.
– Como nuestro hijo diga una sola palabra referente al sexo antes de los 15 te castro a ti, Rogers –dijo pasando por mi lado.
Rodé los ojos, manteniendo la calma.
Era increíble el cómo hacía cambiar las tornas y que ahora todo fuera mi culpa en vez de la suya con su exagerada forma de reaccionar a todo.
– Luego tendremos una conversación –dije señalando a Clint, antes de seguir a Tony–. Para, Tony –agarré su brazo antes de que bajara las escaleras–. No hagas esto más, no con Peter aquí –susurré, tratando de sonar lo más tranquilo posible para que no lo sintiera como un ataque.
– Lo siento, ya sé que nunca se hacer nada bien, no hace falta que me lo recuerdes, Rogers.
Resoplé rodando los ojos ante que mi intento de no sonar a queja fuera nefasto.
– Yo no he dicho eso, Tony.
Tony me ignoro, siguiendo su camino y fui tras él hasta la sala, donde Peter y Bruce esperaban como si nada pasara.
– Tony tenemos que hablar.
– No, ya me ha quedado claro, ¿sí? Ahora me iré a relajar –dijo besando la cabeza de Peter–. Siento no haberte hecho yo la merienda.
– Está bien, papi, igual tío Bruce me ha hecho un sándwich rico.
Tony le sonrió y luego fue hacia el ascensor, como si nada hubiera pasado, incluso parecía haber olvidado que debíamos prepararnos para la cena.
– Tony te recuerdo que íbamos a cenar...
– Que te diviertas, pide langostinos y cómelos a mi salud.
Se metió en el ascensor y corrí a poner la mano para que la puerta no se cerrara.
– Vas a venir te guste o no, Anthony. He querido esto desde hace semanas y ahora no lo arruinaras –dije con total seriedad.
Podía estar todo lo molesto que quisiera conmigo, pero no me iba a estropear la noche. Seguía queriendo casarme con él, porque aunque a veces haga estas locuras, no puedo vivir sin él. No puedo imaginarme una vida sin que él saqué su lado más excéntrico y trastoque todo de pies a cabeza. Aunque me moleste su forma de exagerar Dios sabes que también amo eso. Siento que soy algo masoquista porque por mucho que me guste el orden amo como Tony pone patas arriba toda mi vida.
– Cuando me llamas Anthony enfadado me dan ganas de que me azotes –susurró en un ronroneo.
– Tony... –me ruboricé completamente.
Miré de reojo a la sala para asegurarme de que no habían escuchado nada y luego entré en el ascensor, dándole al botón.
–No digas más esas cosas, te enfadas con Clint y dices algo peor con Peter cerca –dije, más para desviar la atención de mí rostro enrojecido que porque realmente me molestara. Sabía que Tony lo había dicho los suficientemente bajo como para que solo lo escuchara yo, pero igual esas insinuaciones tan perversas me descolocaban. No me acostumbraba a cuando Tony sacaba ese lado tan sexual.
– No soy idiota, Steve... –comenzó a quejarse, antes de que le callara con un beso.
Tony se quedó perplejo y tardó en reaccionar.
Le aprisioné contra la pared y le besé cada vez más intensamente, introduciendo mi lengua para jugar con la suya. Finalmente Tony me rodeó con sus brazos y tiró de mí camisa, desesperado por más. Me separé para retomar el aliento y Tony me miró con deseo.
Sonreí al haber conseguido cambiar su ánimo como pretendía. Me coloqué bien la camisa y salí del ascensor en cuanto las puertas se abrieron.
– Medía hora y salimos, Stark –dije, caminando hacía nuestra habitación, dejándole aturdido en el ascensor.

•••

Entré en el hotel tras Tony y él mismo fue directo a recepción.
– Hola, tengo una reserva para la suite principal a nombre de Tony Stark.
Me quedé unos pasos más atrás de él, mirándole sorprendido de que ya supiera todo lo de la reserva. ¿Pepper le habría dicho? ¿Le habrá dicho también lo demás? Oh Dios... Espero que no.
Comencé a sentir como mis manos sudaban sin parar por culpa del ataque de nervios que estaba a punto de darme.
La recepcionista le dio la llave a Tony y enseguida nos encaminamos al ascensor, sintiéndome más atacado con cada paso. Tuve que respirar profundamente antes de meternos y luego Tony presionó el último piso pasando la tarjeta de la llave.
– Ya verás las increíbles vistas que hay desde arriba, te va a fascinar.
– Te gusta mucho este hotel –dije, tratando de omitir que aquí venía con Pepper.
– Sí, es un hotel agradable y las vistas son magníficas, y seguro que desde el último piso todavía mejor de las que yo veía desde el penúltimo.
– ¿No has estado en esta suite? –Pregunté para asegurarme.
– No, normalmente es espacial para el dueño del hotel así que hay que pagar mucho para poder obtenerla.
– Tienes dinero de sobra para eso –comenté, tratando de presionarle para saber porque ahora si pagaba.
– Sí, pero tampoco quería mal gastar dinero solo pasar una buena noche –me miró sonriendo y su mirada se llenó de amor–. Pero hoy es una noche especial y merece la pena gastar todo el dinero del mundo.
Mi corazón se aceleró con sus palabras y me tuve que contener para no lanzarme a besarle nuevamente como antes.
Las puertas se abrieron hacia un corto pasillo con tan solo una puerta.
– Hemos llegado –sonrió, Tony, yendo hacia la puerta–. ¿Listo para empezar nuestra noche?
Realmente no, los nervios me comían por dentro e incluso me sentía asustado. Jamás me había sentido tan vulnerable como ahora y eso me parecía una locura recordando mi anterior yo. Solo Tony me hacía sentir así, pensar en que algo saliera mal, o que me dijera que no se habían vuelto mis grandes miedos en estos instantes. Ahora entendía lo que decían que el amor cambia a las personas, porque puede sacar parte de nosotros que ni conocíamos, tanto para bien como para mal. En mi caso había sacado la inseguridad, algo que nunca había sentido. Ni las disputas en medio de un callejón de Brooklyn me hacían temblar tanto como Tony lo hacía.
Pero ahora debía mantener la calma lo máximo posible porque debía hacer esto, si quería casarme con él debía vencer mi miedo, de lo contrario nunca pasaría si debía esperar a que él tomara la decisión.
– Por supuesto –respondí, tratando de sonar lo más decidido posible.
Tony abrió la puerta y entré detrás de él, quedando ambos asombrados nada más poner un pie dentro de la suite.
Era extrañamente amplía, era como un apartamento de lujo. Tenía sala, comedor, cocina, dos habitaciones con baño y todas las paredes exteriores eran de cristal lo que dejaba unas vistas increíbles a la ciudad de Nueva York.
– Dios mío... –murmuró yendo directo a la terraza.
Abrió las puertas y una brisa entró inmediatamente, refrescándome por culpa del sudor.
Seguí a Tony y le vi sonreír como un niño pequeño en navidad. Miraba asombrado a su alrededor, viendo como quedábamos por encima de todos los edificios, exceptuando la torre de los Vengadores.
– Merece la pena cada dólar gastado en esta suite –sonrió girando hacia mí–. Ya tienes esa cita romántica que tanto querías, y no es por alargarme, pero sin mí no sería tan perfecta.
Hice una carcajada acercándome a él y coloqué mis manos en su cintura, pegando nuestros cuerpos.
– Diría que no fueras tan egocéntrico, pero eres perfecto y eso haría que hasta una cita bajo un puente fuera perfecta –susurré, presionando mis labios contra los suyos.
Hizo un ronroneo suave devolviéndome el beso.
– Si llego a saber eso entonces no me gasto tanto para complacerte –dijo fingiendo molestia.
– No mientas, esto es porque tu querías venir a esta suite –sonreí, ladeando la cabeza.
– ¿Y tú como sabes eso?
– Tengo mis contactos, Stark –dije con una sonrisa pícara, mientras caminaba de vuelta a dentro–. Creo que empezaré a pedir la cena, tengo hambre.
– No cambies el tema, Rogers. ¿Qué contactos?
– Algo me dice que ya lo sabes –respondí, descolgando el teléfono que había en la sala.
Tony vino hasta mi lado y presionó el botón de colgar.
– Eres inteligente, mi amor –me quitó el teléfono y marcó el número del servicio de habitaciones–, pero no lo suficiente para saber que tu aliada necesitaba mi dinero para tu plan.
Le miré con la boca abierta sin poder reaccionar. ¿Cuánto le había contado Pepper? ¿Sabrá que pretendo?
Oh Dios... Ya está aquí de nuevo el maldito sudor y el nudo de nervios en el estómago.
Tony comenzó a hablar por teléfono para pedir la cena, pero yo había dejado de escuchar. No quería pensar en que Pepper le hubiera dicho que tramaba, aunque no tuviera mucho trato con ella siempre me pareció de confianza, o al menos eso decía Tony, por algo dejo la empresa a su cargo.
Quizá estaba exagerando todo, Tony parecía normal y no daba la impresión de que supera algo. Puede que tan solo le hablara del hotel para la cita que tanto le había pedido a Tony, no tenía por qué contarle de la pedida, o espero que así sea.
– ¿Steve, estás bien? –Preguntó extrañado al colgar.
– Sí –asentí, tratando de volver en mí.
Sea como sea hoy voy hacerlo, así que no importaba si sabía o no, iba a pedirle de todos modos.
– Entonces vamos a servirnos una copa –agarró una botella de un estante del bar y puso dos vasos–. Sé que no te puedes emborrachar, pero yo sí así que estoy a tu cuidado esta noche –sonrió con picardía pasándome un vaso–, y puedes abusar un poco de mí si quiere –susurró, guiñándome el ojo.
– Tony... –me quejé, sintiendo como mis mejillas se calentaban.
A veces parecía que no podía controlar sus hormonas y era como ver a un adolescente. Si no fuera porque yo mismo viví que era sentirse frustrado sexualmente me quejaría.
– Aguafiestas –rodó los ojos dando un trago largo a su vaso.
– No te emborraches todavía, espera a terminar la cena como mínimo –dije rápidamente.
Necesitaba que Tony estuviera al 100% para pedirle matrimonio, no quería que nada nublara su juicio, porque ya bastante aterrador era su miedo al compromiso estando sobrio como para hacerlo mientras estaba borracho.
– Repito, aguafiestas –dio otro trago hasta terminarlo y dejó el vaso en la mesa–. Iré a investigar esta suite.
Le vi ir hacía la habitación y enseguida comenzó a murmurar cosas fascinado que no lograba entender.
Aproveché el momento para preparar la mesa y llevarla a la terraza para que fuera más romántico. Busqué en todos los cajones y armarios de la cocina hasta dar con unas velas y coloqué un par en el centro de la mesa. No sabía que más cosas podían hacer la cena más romántica y menos por no saber si podré encontrar más cosas en esta suite.
Tony apareció finalmente por la puerta de la terraza y sonrió al ver la mesa.
– Veo que te encanta pulir todos los detalles.
– No mereces menos.
Amplió su sonrisa viniendo hacia mí y dejó un beso corto en mis labios.
– Yo también he preparado algo para ti, será el postre –me guiñó el ojo.
– ¿El qué? –Pregunté con curiosidad.
– Hay un jacuzzi en el baño, imagina.
Reí al ver que seguía por el mismo camino, eso nunca cambiará en él.
– ¿Eso es lo que tanto te ha entretenido?
– No, me ha tomado un segundo programar el jacuzzi. Estaba conectando a Jarvis a la suite –dijo con orgullo.
– ¿Tony, has hackeado la suite?
– Jarvis va más rápido –se encogió de hombros.
Negué con la cabeza riendo al ver que Tony era imposible, siempre tenía que hacer todo suyo.
– No creo que al dueño le haga gracia –comenté.
– Luego lo dejaré como estaba, pero así tendremos una noche perfecta.
– También lo sería sin tecnología.
– Pero le da un plus –insistió.
– Un día te llevaré al campo, sin teléfonos, sin Jarvis, sin nada.
– ¿Por qué me odias?
– No seas exagerado, Tony –le aprisioné contra mi cuerpo–. Así solo estaremos los dos.
– Me odias, admítelo ya y me voy –continuó bromeando.
– Te amo, mi amor –reí dándole un beso, haciéndole reír a él.
Llamaron a la puerta y Tony sonrió ampliamente.
– ¡Llegó la cena!
– ¿Tienes hambre? –Pregunté al ver su reacción, yendo hacia la puerta.
– No mucho, pero promete ser una velada especial –respondió con un extraño brillo en sus ojos.
Me paralice al escucharle. ¿Cómo sabía que iba a ser especial? Comenzaba a creer que si sospechaba algo... ¿Qué le dijo Pepper?
Me asustaba pensar en que lo supiera, aunque no sé bien porqué, de alguna manera si lo sabía y continuaba aquí era que sí quería. Sin embargo me ponía más nervioso, no tiene sentido. Estoy poco acostumbrado a estos fuertes sentimientos que da una relación y era bastante abrumador, pero Tony lo compensaba con creces.
Volvieron a llamar a la puerta y sacudí la cabeza para centrarme. Como dije antes, realmente daba igual si lo sabía o no, de todas formas lo haría.
Abrí la puerta y lo primero que vi fue un carrito lleno de platos que desprendían un delicioso aroma.
– Huele delicioso –dije apartándome para que pasará.
Le hombre empujó el carrito hasta dentro y Tony se acercó a darle un billete de 100 como propina.
– Muchas gracias, puedes dejarlo aquí mismo.
El hombre miró el billete asombrado.
– ¡Gracias a usted! –Exclamó sin creerlo–. Pidan todo lo que quieran.
Reprimí una risa y esperé a que saliera para cerrar la puerta tras él.
– Tú si sabes cómo contentar a la gente.
– ¿Celoso de que no solo te contente a ti? –Sonrió ladeando la cabeza.
– Puedo ser celoso, pero no por esto –negué rodando los ojos.
Tony rió y llevo el carrito hasta la terraza.
– Déjame a mí, yo era quién quería la cita romántica –dije yendo tras él.
Levanté las tapas de los platos para saber que servir primero y mientras él abría la botella de vino yo puse todo en la mesa.
Enseguida nos pusimos a cenar y a cada segundo me sentía más atacado. El momento se iba acercando y con tantos nervios temía hacerlo mal. Para colmo Tony parecía extraño mientras cenaba, estaba demasiado callado y eso hacía sonar una alerta en mi cabeza.
Cuando serví el postre comenzó a mirarme de reojo y me tensé. Ahora era mi momento y parecía expectante.
Definitivamente sabía algo y no iba a defraudarle, supongo que era el momento perfecto.
– ¿Al final te han gustado las otras? –Preguntó, con demasiada seriedad para ser él–. Son afrodisíacas.
– Oh... Sí, un poco viscosas pero ricas, pero ahora entiendo porque las has pedido –hice la sonrisa más creíble posible para ocultar mis nervios.
– Ni que nosotros necesitaríamos incentivos –comentó, mirando su postre.
– Touché –dije sin poder apartar la mirada de él.
Metí mi mano en el bolsillo y apreté suavemente la caja del anillo, listo para hacerlo.
– ¿Le pasa algo al soufflé? –Pregunté para llamar su atención.
– No, solo pensaba...
Se quedó nuevamente en silencio y apareció una sonrisa en su rostro que cortó al morderse el labio. Levantó finalmente la mirada y suspiró con una gran sonrisa.
Ahora era mi momento de hacerlo...
Tony se levantó y se arrodilló junto a la mesa levantando un anillo en su mano, dejándome completamente sin habla.
– Te amo, Steve...

Tony

– ¿Sabes que te adoro, Pepper? –Sonreí exageradamente.
– ¿Qué quieres, Tony? –Dijo, mirándome desde detrás de su mesa.
– Tú eres una chica romántica, podrías darme algún consejo.
– ¿En serio, Tony? ¿Has venido expresamente a mi despacho a pedirme consejos de romanticismo? –Alzó una ceja con asombro e incredulidad–. Ya tienes a Steve y milagrosamente te ama como eres, ¿para qué cambiar?
– Vale... –murmuré sentándome en la silla–. Verás, quiero hacer algo y quiero que sea especial, pero no tengo ni idea de cómo hacerlo. No quería tener que pedirte ayuda, pero Rhodes tampoco sabe mucho de romanticismo y bastante me ha ayudado ya. Si no fuera porque eres la única que conozco que me puede ayudar no te pediría –dije, sin poder dejar de hablar.
– Tony, está bien –me calló–. Es agua pasada, ¿recuerdas? –sonrió–. ¿Para que necesitas clases de romanticismo?
– Emm... Pues es que... –mordí mi labio, dudoso por unos segundos–. Quiero pedirle matrimonio a Steve.
– ¿Qué tú qué? –Exclamó con perplejidad.
Pepper quedó con la boca abierta, sin poder creerlo.
Supongo que era normal su reacción cuando todo lo que ella sabía de mi era que cambiaba más de chica que de ropa interior. Por no hablar de mi pánico al compromiso, un claro ejemplo era el que ella estuviera dirigiendo la empresa. Sin embargo Steve me hacía sentir diferente, incluso conseguía que a veces tuviera confianza en mí mismo. Era como una recarga de positividad en mi vida y tenía que conservarle como fuera, no podía cagarla con él o sería como perder todo.
– ¿En qué momento tú...? –Dejó la pregunta a medias ya que era muy obvia–. ¿Qué te ha hecho Steve?
– No lo sé, pero me gusta –dije con orgullo.
– ¡Wow! Nunca creí vivir suficiente para ver esto. No solo que seas gay, sino que además con un hijo y queriendo casarte –negó sin poder creerlo–. Pero estoy feliz de que haya alguien suficientemente loco como para aguantarte toda la vida.
– ¿Es despecho lo que escucho?
– No, de verdad que estoy feliz, Tony –sonrió–. Creo que tú y yo hubiéramos terminado muy mal, no hay más que recordar que sin estar juntos ya casi me matan con ese suero. Con suerte Steve sabe defenderse mejor que yo y tiene paciencia para tus bromas y sarcasmos.
– Hasta él empieza a bromear, es encantador –respondí, aun con más orgullo.
– Has tenido mucha suerte de encontrarle, realmente hacéis una pareja perfecta.
– Lo sé, por eso voy a darle este anillo –saqué la cajita de mi bolsillo y le enseñé el anillo–. Rhodes me ha ayudado a elegirlo, solo me falta el cómo decírselo esta noche.
– ¿Esta noche?
– Sí, Steve me ha insistido mucho desde hace semanas en tener una cita romántica a solas y creo que podría ser el momento perfecto.
– Oh... –murmuró dudosa–. Pues si ya tienes todo planeado no creo que necesites ayuda, solo tienes que decirle lo que sientes
– Ya lo sé, he intentado ensayarlo pero me quedo en blanco solo de imaginar a Steve frente a mí... –hice una mueca–. Aconséjame algo.
– Escríbelo, eso te ayudará. Pon todo eso que siempre dices de él.
Eso podía servir, sí.
Cogí su bolígrafo y una hoja de papel que tenía en su mesa, le di la vuelta y comencé a apuntar.
– ¡Tony, eso eran los presupuestos!
– Vuélvelo a imprimir, no te cuesta nada –dije escribiendo.
Había escrito ya la paciencia que tenía conmigo, el como siempre trataba de comprenderme y me apoyaba, me aportaba momentos de seriedad cuando era necesario, no me dejaba caer. Eran tantas cosas que esto iba a llevarme tiempo.
– Creo que voy a terminar esto en casa, luego te llamo si necesito más ayuda –dije dirigiéndome hacía la puerta.
– Eres increíble... –rodó los ojos.
– Gracias –sonreí.

•••

Antes de volver a casa fui hasta la parada del autobús escolar y espere a que llegara Peter del colegio. Normalmente venía él solo porque apenas era medía calle hasta la Torre, pero ya que quedaban menos de 5 minutos no me importaba esperarle. Tenía que habituarme a estos compromisos paternales, no quería ser como mi padre y derivar a alguien más mis responsabilidades. Por suerte entre Steve y yo lo estábamos manejando mejor de lo que esperaba. Él había ido algún día a buscarle al colegio para así pasar más tiempo con Peter mientras volvían ya que había estado fuera un par de veces por misiones.
Me encantaba ver como se esforzaba por ser un buen padre y a mí me hacía sentir mucho más cómodo para también serlo. Steve me daba mucha confianza.
El autobús apareció haciéndome volver a la Tierra y me quedé esperando a ver salir a Peter, poniéndome detrás del resto de madres que venían a por sus hijos.
Peter saltó fuera del autobús y enseguida me vio, lo que provocó que sonriera de oreja a oreja.
– ¡Papi! –Corrió hacía mí y me agaché para recibirle en un abrazo.
Se sujetó fuerte de mi cuello, abrazándome. Era tan cariñoso que me ablandaba totalmente.
– ¿Te ha ido bien en clase? –Le pregunté, dándole la mano.
– ¡Sí! He sido el mejor de la clase haciendo divisiones y multiplicaciones –sonrió.
– Ese es pequeño –levanté la mano hacia él para que la chocara.
Rio golpeando mi mano.
Enseguida estábamos ya en la Torre y entramos directos al ascensor y Peter se sacó la mochila mientras esperábamos llegar arriba.
– ¿Y papá?
– Ha salido, volverá en un rato.
– ¿A una misión? –susurró débil.
– No, la verdad no sé dónde ha ido... –respondí.
Las puertas se abrieron finalmente y Peter agarró su mochila para salir.
– Haz tus deberes y luego merendaras, tengo algo que hacer en el laboratorio –besé su cabeza y él asintió yendo a la sala.
A veces me sorprendía lo obediente que era, no sé qué hubiera sido de mi si no fuera así. Es el hijo perfecto.
Fui al laboratorio finalmente y me senté en mi mesa, sobresaltando a Banner que no me había oído llegar al estar concentrado en su trabajo.
– ¿Cuánto llevas aquí? –Preguntó.
– 15 segundos –comenté, tocando la pantalla para abrir el menú.
Busqué el GPS y puse a analizar la localización del teléfono de Steve. Me iba a matar por esto pero hacía rato que estaba fuera y no saber dónde iba me irritaba bastante.
– ¿En serio, Tony? –Dijo, Bruces al ver lo que hacía.
– No comiences con tus charlas moralistas –le advertí.
– No sé cómo dudas del Capitán, no creo haya alguien que te quiera tanto como él.
– Eso se supone que es lo que quiero oír, pero no me tranquiliza –comenté sin apartar la mirada de la pantalla.
– Después de 9 meses deberías tener más confianza, Tony...
Chasqueé la lengua y me giré hacia él.
Sé que tenía razón pero no podía controlarlo, mi impulso era querer saber dónde estaba Steve, no porque no confiara en él, sino porque no creía que se fuera a conformar conmigo.
– En él la tengo toda, pero me cuesta creer aun que quiera estar conmigo.
– Dios mío, Tony –negó incrédulo–. ¿Qué más necesitas? Habéis adoptado un hijo juntos, te adora, te da todo. Hasta es capaz de aguantarte todo un fin de semana sin nosotros cuando vais a vuestra casa.
– ¿Sabes? Cuando lo digo yo no importa, pero cuando lo dices tú duele.
Banner puso los ojos en blanco y levantó las manos en señal de rendición.
– Desde luego admiro a Steve por soportarte –dijo, dándome la espalda para volver a su trabajo.
– A veces te vuelves muy antipático, Banner.
– Es lo que provocas en mí... –murmuró.
Que rápido se molestaba sabiendo ya como soy, pero supongo no todos tienen la paciencia de Steve. Como decía Thor, a Steve los Dioses le dieron toda su paciencia. Quise molestarme con eso, pero Steve se sonrojó y preferí devolverles la broma diciendo que eso le convertía en un Dios. Aquello hizo avergonzar más a Steve y no pude evitar morir de amor, me dejaba atontado verle tan tierno.
Antes sentirme así me hacía sentir raro, pero ya me he acostumbrado a todo ese lado gay que tanto había intentado reprimir. Steve me anima mucho e insiste en que nunca debo sentirme menos hombre porque dice que la masculinidad se pierde cuando empiezas a dudar de ella. Aunque después de casi un año desde que comencé a sentir atracción por Steve y los 9 meses que llevamos juntos he logrado sentirme muy a gusto con mi sexualidad. Sin embargo eso no quita que continúe preguntándome porque he tardado tanto en darme cuenta de que me gustan los hombres.
– Oye, Banner, ¿cuál era una de las razones que dijiste por las que podía gustarme Steve cuándo te hable de él por primera vez?
– ¿Los polos opuestos se atraen? –Dijo sin terminar de hacerme mucho caso.
– No, o sea, sí dijiste eso, pero no me refería a eso.
– ¿A qué podía atraerte el que suponga un reto para demostrarle el que siempre tienes razón? –Respondió, girándose finalmente.
– Sí, eso es. ¿Crees que es verdad?
– No, ahora con Steve ya no discutes por quién tiene razón... ¿Por qué lo preguntas?
– No entiendo como he tardado tanto en encontrar mi verdadera orientación sexual.
Banner dio un suspiro pensativo dando pequeños asentimientos.
– Siempre has sido un personaje público, juntado con la presión social podría haberte hecho creer que debías ser así, y probablemente el ser mujeriego fuera tu forma de intentar reafirmar tu sexualidad y masculinidad –explicó.
Puede que tenga razón. Con lo mucho que me importaba ver afectada mi masculinidad los primero meses, incluso aún me pasa a veces, creo que es lo más probable. Además es una buena explicación al porque buscaba cualquier mujer y por muy bien que me lo pasara con ella prefería no volver a verlas. Desde que estoy con Steve no he sentido necesidad de más, ni siquiera logro ver a ningún hombre más hermoso que él. Aunque no negaré que se me hayan ido un poco los ojos cuando voy con Steve al gimnasio que tiene la urbanización. Aún estamos alistando la casa y Steve parece que no puede estar sin ejercitarse, así que le acompaño con Peter. Nosotros nos quedamos fuera jugando en la pista, pero desde ahí se puede ver todo a través de la cristalera.
Casi quisiera decir que voy para ver, pero realmente voy para que no le vean y no vea a nadie. Pensar en un montón de hombres musculados y sudorosos cerca de Steve me ponía completamente paranoico. Incluso he estado ejercitándome por mi cuenta aquí en la Torre para no quedarme atrás de todos esos tipos. Supongo que eso sigue demostrando cuanto me preocupa lo que opinen aunque no me dé cuenta cuando lo hago... Eso afirma más lo que Banner acababa de decir.
El escáner sonó y di un respingo en mi silla.
– Creo que es lo más posible –murmuré, volviendo a la pantalla.
– Al fin podré trabajar –le escuché susurrar mientras volvía a bajar la mirada a lo que fuera que estuviera haciendo.
Miré la pantalla y apreté los dientes, tensando la mandíbula para reprimir los celos.
La señal de Steve venía de un café a pocas calles de aquí, pero tenía la señal de Pepper desde que la busqué esta mañana para saber si estaba en el despacho y ahora venía también de ese mismo café.
Steve sabía que iba a verla porque le mentí diciendo que debía aprobar unas cosas de la empresa y él había aprovechado para salir. Y al parecer Pepper ha tardado poco en salir después que yo para verse con Steve a solas.
Golpeé la mesa con frustración y Bruce dio un salto.
– ¿Qué te pasa? –Preguntó extrañado.
– Steve es lo que me pasa –gruñí levantándome y saliendo del laboratorio.
Saqué el teléfono y llamé a Pepper mientras iba a la barra para servirme algo. El tono se cortó al colgarme.
– Maldita... –apreté el teléfono en mi mano y volví a llamarla, llenando el vaso de whisky.
Di un trago mientras sonaban los tonos y di golpes con el pie en el suelo con nerviosismo.
Descolgó finalmente.
– Tony estoy ocupada ahora, te llamo después –dijo rápidamente.
– Sí, claro, muy ocupada con mi hombre, ¿no?
– ¿Qué? –Dijo casi sin aliento–. ¿Cómo lo sabes?
– Eso no importa. ¿Qué haces con Steve?
– ¿Has rastreado mi teléfono otra vez, Tony? ¡No puedes estar tan paranoico cuando me acabas de decir que quieres casarte con él!
– Sí, ahora responde mi pregunta –dije seco.
– Dios, Tony, tienes un gran problema... Ahora recuerdo porque era tan complicado estar contigo –murmuró dando un suspiro.
– No te vayas por las ramas, Potts.
– Es para vuestra cita de esta noche –respondió alterada–. Siempre tienes que arruinar todo, Tony.
Dios mío... ¿De verdad tan paranoico estoy que desconfío hasta de mis amigos e incluso Steve?
Tiré la mitad del whisky al desagüe y solté todo el aire para serenarme.
Sentía un gran nudo en el estómago, lleno de nervios por todo lo que estaba pasando y lo que quería que pasara. Creo que tanta tensión e incertidumbre estaban acentuando más mis malos rasgos, o espero que sea eso si no Steve va hartarse de mí en dos días.
– Lo siento, Pepper... Solo estoy algo nervioso... –me disculpé.
– Está bien, pero ahora debes pagar tu arrebato de locura ayudándome con lo que quiere Steve.
– De acuerdo, ven a verme a la Torre, no puedo salir porque Peter ya ha vuelto del colegio.
– ¡Mírate, Tony, si puedes ser todo un padre responsable! –Bromeó.
– Pues sí, ese niño me ha cambiado tanto en tan poco tiempo –sonreí.
– Es bueno oírlo, aunque aún te queda controlar tus ataques de paranoia.
– Sí, lo sé, estoy en ello... –respondí con pesadez–. Te espero, no tardes.
Colgué y dejé el vaso vacío en la barra. Con tan poco y ya he ido directo a beber, no me pasaba esto desde hacía mucho tiempo. Con Steve nunca he necesitado la bebida para tratar de buscar la salida a mis problemas, con él solo tenía que adentrarme en sus brazos y todo los problemas en mi cabeza desaparecían, no necesitaba más. Desde luego me aterraba perderle.
Saqué el anillo del bolsillo y lo miré por un momento.
Si todo iba bien esta noche se lo pondría en el dedo y quizá mi locura desaparezca. Sabiendo que quiere estar conmigo para el resto de su vida es un gran paso para darme tranquilidad. Eso me provocaba estar ansioso porque llegara ya la noche.

•••

– ¿Entonces solo era eso?
– Claro que solo era eso –respondió, Pepper–. No sé ni cómo puedes pensar que yo fuera a intentar algo con Steve, y aunque así fuera él está loco por ti.
– ¿Te ha hablado de mí? –Dije, sintiéndome como una maldita quinceañera.
– Solo me ha hablado para prepararte una cena romántica, así que es una obviedad que sí.
– Me siento horrible... –me eché hacia atrás en la silla y pasé una mano por mi cara.
– Diría que no lo hicieras, pero si has pensado demasiado mal para alguien que te ama tanto, y además está dispuesto a soportarte.
– Me quejaría si no fuera porque tienes razón –suspiré–. A veces pienso que no le merezco...
– No seas tan duro contigo mismo, Tony, tampoco eres tan horrible –sonrió de lado–. Solo eres bastante difícil, pero tienes cosas buenas y sé que esas son las que Steve valora. Además, él consigue hacerte entrar en razón muchas veces y eso es bueno para ambos, eres una gran meta para él.
La miré mientras hablaba y poco a poco sonreí.
Era verdad que Steve sentía una increíble satisfacción cuando conseguía hacerme ver las cosas y para mí era una gran inyección de razón.
– Al menos no se puede desilusionar, ya sabe que soy un desastre –me encogí de hombros.
– Todos lo sabemos, Tony, todos lo sabemos.
– Gracias por tanta sinceridad –dije con sarcasmo–. Si eso era todo lo que necesitabas de mí ya lo tienes, solo reserva la suite cueste lo que cueste y listo. Tengo un hijo al que hacer de merendar.
– Y pensar que tuviste miedo de cuidar a Peter el primer día que le conociste... Ahora eres otro –sonrió, poniéndose en pie y yendo hacia la puerta–. Me asombras cada día más.
– Es bueno escuchar un cumplido después de todo... –dije yendo tras ella.
Abrió la puerta haciendo una suave risa.
– Adiós, chicos. Adiós, Peter –dijo, Pepper, yendo hacia el ascensor.
Salí después de ella y mi vista fue directa a Peter sobre el sofá y como Steve sujetaba sus piernas para que no cayera.
– ¡Adiós, Pepper! –le despidió con la mano y luego me miró a mí–. ¡Papi! ¡Mi merienda!
– Ahora te la hago, déjame darle un poco de amor a tú padre –enredé el pelo de Peter y después abracé a Steve sobre sus hombros–. Te echaba de menos, mi Capitán –susurré en su oído casi en un ronroneo.
– Y yo a ti, mi amor –respondió, tomando mi rostro para besarme.
Peter trató de irse, al avergonzarse de nuestra muestra de cariño.
– Ah, no, jovencito, ven aquí –dije atrayéndole a mis brazos–. También hay para ti.
Le llené de besos todo el rostro y se echó a reír y gritar mientras intentaba irse.
Amaba como me hacía sentir de feliz con solo escuchar su risa, era como la melodía más bonita que haya, sobre todo cuando yo se la provocaba.
– Yo también quiero –dijo, Steve, dándose la vuelta sobre el sofá para abrazarnos.
Peter comenzó a revolverse mientras reía y gritaba más. Steve también se echó a reír y sentí como mi corazón se llenaba de felicidad de escuchar a las dos personas que más amaba reír juntas.
– Vale, vale –murmuré, volviendo a dejar a Peter en el sofá–. Te voy hacer la merienda, pero tú tienes que hacer tu mochila para irte con tus tíos esta noche.
Era genial siempre tener a los Parker dispuestos a cuidar a Peter, nos evitaba el tener que pensar con quién dejarle en caso de tener algún compromiso, aunque tratábamos de reducir eso al mínimo. Solo que hoy era una ocasión especial y era necesario.
– Dice tía Natasha que vais a tener una cita romántica –dijo, Peter, sonriendo con picardía.
¿Pero qué diablos...? ¿Peter estaba insinuando lo que creía? ¡Les mato!
– ¿Romanoff que le has dicho a nuestro hijo? –Inquirí, tratando de controlar mi rabia.
– Yo nada, eso es cosa de Clint que dijo que menos mal que sois hombres o le darías un hermano pronto –se defendió, Romanoff.
– Yo quiero un hermano, papi –Peter sonrió ampliamente mirándonos a Steve y a mí.
– ¿Dónde está Barton? Quiero matarle –gruñí.
Como se atrevía a hablar de sexo con Peter, ¡es un niño! Tiene que alejarse de eso y seguir inocente hasta que sea mayor.
– Arriba, con Thor –respondió, Banner.
– Voy a matarle, ahora vuelvo –dije girando sobre mis talones y corriendo escaleras arriba.
Seguí a prisa hasta el laboratorio y me planté frente a Barton, que parecía enseñarle a hacer flechas a Thor.
– ¿Se puede saber que le has dicho a mi hijo, degenerado?
– ¿Qué? –Dijo sin comprender de que le hablaba.
– Romanoff me ha dicho que le dijiste a mi hijo que le haríamos un hermano. ¿Cómo se te ocurre? –Exclamé, tratando con todas mis fuerzas no alterarme.
– Oh eso... Solo bromeaba pero tu hijo es demasiado listo y a preguntado si los bebés se hacían con sexo –respondió con un encogimiento de hombros como si no tuviera importancia.
– Tendrías que haberle dicho que no –gruñí.
– Y lo hice, porque por mucho que lo hagas no te embarazaras nunca, gracias a Dios –soltó una carcajada y mi paciencia se terminó.
Con un movimiento hice venir a la armadura que en pocos segundos se montó a mí alrededor y le di con el repulsor.
– ¡No vuelvas a hablarle a mi hijo!
Barton reaccionó a la defensiva y me lanzó una flecha, que esquive milagrosamente. Le vi girar para tratar de huir y disparé hacía la puerta para impedirle el camino.
Thor se puso entre nosotros y alzó las manos para separarnos.
– Tony, deja de exagerar, por Dios –Gritó, Romanoff, viendo la escena desde la puerta.
– Solo se enfada porque las verdades duelen. ¿No, Stark?
¿Que si me dolía no poder tener hijos propios con Steve? En cierto modo sí. Uno siempre piensa que de mayor tendrá hijos, por mucho que pudiera asustarme el pensamiento siempre creí que tendría alguno, pero es algo biológicamente imposible. Pero aunque no pueda ser así igual estoy feliz de tener a Peter, le quiero más que a nada y nadie puede saber lo que se siente de verdad a menos que se viva. Para mí Peter es mi hijo y no necesito a la biología para eso. Sin embargo me molestaba que le gustara joderme, y más después de lo que ha provocado en Peter.
Levanté la mano y disparé nuevamente hacía Barton, pero Thor se interpuso y desvió el tiro girando su martillo.
– ¡Basta, Tony! –Me exigió la voz de Steve detrás de mí.
Me giré sacando el casco y le encaré.
– ¿A caso no te molesta que le insinúe eso a nuestro hijo? –Le pregunté cabreado.
– Claro que sí pero, ¿por qué no puedes actuar normal y gritarle en vez de ponerte a derruir el lugar donde vivimos y donde está Peter?
Mierda... No había pensado en que Peter estaba en el piso de abajo y estábamos provocando fuertes escombros.
Dios, ¿qué me está pasando? Mi cabeza hoy estaba fuera de sí, sin embargo no podía dejar pasar todo esto. Estaba realmente enfadado con todos. Barton por bocazas y Thor, Romanoff y Steve por querer detenerme.
Abrí la armadura y salí del laboratorio pasando por el lado de Steve.
– Como nuestro hijo diga una sola palabra referente al sexo antes de los 15 te castro a ti, Rogers.
– Luego tendremos una conversación –escuché decir Steve a mi espalda, antes de seguirme en dirección a las escaleras–. Para, Tony –me agarró del brazo para que parara–. No hagas esto más, no con Peter aquí –susurró con extremada tranquilidad.
¿Cómo podía estar tan tranquilo con esto? Él es quién se espanta enseguida cuando se habla de sexo, sin embargo parecía darle igual que fuera Peter quien lo insinuara.
– Lo siento, ya sé que nunca se hacer nada bien, no hace falta que me lo recuerdes, Rogers.
Puso los ojos en blanco.
– Yo no he dicho eso, Tony.
Le ignore completamente y baje las escaleras, entrando en la sala, donde solo estaban Peter y Bruce.
– Tony tenemos que hablar –dijo, Steve tras de mí.
– No, ya me ha quedado claro, ¿sí? Ahora me iré a relajar –respondí, besando la frente de Peter–. Siento no haberte hecho yo la merienda.
– Está bien, papi, igual tío Bruce me ha hecho un sándwich rico.
Le sonreí al ver que igual estaba feliz y entonces seguí mi camino al ascensor. Estaba demasiado irritado y cabreado con todos como para poder centrarme en algo. Incluso se me habían ido las ganas de ir a cenar con Steve, solo quería golpearle por idiota.
– Tony te recuerdo que íbamos a cenar...
– Que te diviertas, pide langostinos y cómelos a mi salud –dije dándole al botón.
Steve vino corriendo a detener la puerta.
– Vas a venir te guste o no, Anthony. He querido esto desde hace semanas y ahora no lo arruinaras –dijo con extremada seriedad.
Su expresión era tan dura que me removió los intestinos asustándome y existiéndome a la vez. Ni siquiera podía estar enfadado con él porque de cualquier manera era irresistible.
– Cuando me llamas Anthony enfadado me dan ganas de que me azotes –ronroneé bajo.
– Tony... –murmuró, mientras sus mejillas se sonrojaban.
Miró sobre su hombro a la sala y luego entró en el ascensor dándole al botón.
–No digas más esas cosas, te enfadas con Clint y dices algo peor con Peter cerca.
– No soy idiota, Steve... –intenté quejarme, antes de ser interrumpido por su beso.
Me quedé pasmado, sin poder creer que en un segundo el enfado acabara en beso.
Steve me acorraló contra la pared dejándose llevar por el beso. Su lengua entró en mi boca buscando ansiosamente la mía y no pude resistirme más. Le atraje a mí rodeando su cintura, tirando de su camisa por mi necesidad de más.
Terminó separándose para coger aire y le miré sintiendo que me hacía falta más de él. Me enloquecía completamente.
Colocó bien su camisa y salió cuando las puertas se abrieron.
– Medía hora y salimos, Stark –dijo, encaminándose a nuestra habitación.
Me quedé paralizado en el mismo lugar, viendo su espalda alejarse y tan solo podía pensar en quitarle la camisa y mordisquear cada uno de sus músculos.
Sabía perfectamente como provocarme para que cualquier mal se fuera. Ahora solo podía pensar en esta noche y en que si salía bien sería mío de por vida.

•••

Abrí la puerta de la suite y mi rostro se iluminó al ver la amplitud de la habitación. Era como un piso de lujo con unas vistas increíbles a Nueva York...
– Dios mío... –dije sin poder contener mi asombro.
Fui directo a la terraza y abrí las puertas, dejando que el aire entrara de golpe. Aquí arriba no había otros edificios que estorbar para quitar el aire. Tan solo había uno más alto que este y era el mío.
– Merece la pena cada dólar gastado en esta suite –sonríe, volviéndome hacia Steve–. Ya tienes esa cita romántica que tanto querías, y no es por alargarme, pero sin mí no sería tan perfecta.
– Diría que no fueras tan egocéntrico, pero eres perfecto y eso haría que hasta una cita bajo un puente fuera perfecta –dijo dándome un pequeño beso.
Me salió un ronroneo de la garganta mientras le devolvía el beso con la misma suavidad.
– Si llego a saber eso entonces no me gasto tanto para complacerte –bromeé, queriendo aparentar molestia.
– No mientas, esto es porque tu querías venir a esta suite –ladeó la cabeza sonriendo.
– ¿Y tú como sabes eso?
Sabía perfectamente como lo sabía, pero quería molestarle un poco.
– Tengo mis contactos, Stark –sonrió con picardía volviendo a dentro–. Creo que empezaré a pedir la cena, tengo hambre.
– No cambies el tema, Rogers. ¿Qué contactos? –Insistí, tratando de no delatarme con una risa.
– Algo me dice que ya lo sabes –contestó, cogiendo el teléfono.
Le seguí y presioné el botón del teléfono para que no pudiera llamar.
– Eres inteligente, mi amor –le arrebaté el teléfono y marque al servicio de habitaciones–, pero no lo suficiente para saber que tu aliada necesitaba mi dinero para tu plan.
Steve se quedó helado y retuve las ganas de reír cuando escuché la voz al otro lado del teléfono.
– Hola, quisiera pedir para una cena para dos. Dos de risotto a la milanesa y otros dos de langostinos con ostras en su salsa y de postre soufflé de chocolate. Todo acompañado del mejor vino que tengan.
– Por supuesto, señor. Entre 15 y 30 minutos tendrán su cena.
– Gracias –dije antes de colgar.
Miré a Steve y continuaban en la misma posición.
– ¿Steve, estás bien? –Pregunté extrañado.
– Sí –asintió, volviendo en sí.
– Entonces vamos a servirnos una copa –me acerqué al estante del bar y abrí una botella de brandy de Cognac, sirviéndolo en dos vasos–. Sé que no te puedes emborrachar, pero yo sí así que estoy a tu cuidado esta noche –dije en tono pícaro, dándole un vaso–, y puedes abusar un poco de mí si quiere –le guiñé el ojo.
– Tony... –se quejó, sonrojándose.
Era completamente adorable ver como se sonrojaba. Después de tanto que hemos hecho y hablar de sexo sigue dándole vergüenza. Si su Dios viera todo lo que me hace se espantaría con su ferocidad en la cama. Sin embargo si me he sentido mal por pensar que por mí ha roto sus creencias, y esa era un de las razones que había apuntado del porque me quería casar con él. También luchaba mucho por nuestra relación y eso lo valoraba muchísimo. Aunque aún no me dejara probar ser el activo, lo cual me moría de ganas, sabía que él se estaba esforzando mucho y que sus límites son más difíciles de atravesar ante su mentalidad aun un poco anticuada. Si se pudiera emborrachar sería mucho más fácil, como conmigo.
– Aguafiestas –dije rodando los ojos, dando un trago.
– No te emborraches todavía, espera a terminar la cena como mínimo –dijo apresuradamente.
– Repito, aguafiestas –di otro trago hasta terminarlo y dejé el vaso sobre la mesa, inspeccionando la habitación con la mirada–. Iré a investigar esta suite.
Me fui hacia la habitación principal y quedé asombrado por la inmensa cama. Esto era mejor de lo que podía imaginar, solo que al dueño no le iba a gustar nada lo que quería hacer en su bonita cama. Espero que no mire con luz ultravioleta o se iba asustar.
Miré hacia el baño y volví a sorprenderme. Tan solo le separaba una cristalera que dejaba a la vista todo lo que pasaba en él. Gracias a Dios el inodoro no estaba a la vista, pero desde la ducha y el increíble jacuzzi se podía ver la habitación e incluso las vistas a Nueva York por los ventanales que iban desde el suelo al techo. Esto no podía ser más perfecto para esta ocasión. O quizá sí…
Saqué el teléfono y amplié la pantalla para poder ver con amplitud. En 3 movimientos logré enlazar mi sistema al de la suite.
– Jarvis, prepara el jacuzzi con agua templada.
– Claro, señor –respondió.
En un segundo la pantalla del jacuzzi se movió y comenzó a salir agua burbujeante.
Miré un poco más del baño y encontré unas sales relajantes que olían a frutas. Las eché dentro y seguí mirando en los estantes y cajones. Encontré en un cajón una ristra de preservativos y los metí en el bolsillo. Había traído nuestro lubricante, el cual dejé en la mesita, pero nunca estaba de más tener preservativos a mano.
Volví a la sala y vi que Steve había llevado la mesa a la terraza y había colocado unas velas en el centro. Sonreí automáticamente al verle.
Era tan detallista con todo que desde luego él no tenía problemas con ser romántico y ahora entendía porque quería hacer esta cena y sacar toda esa faceta tan dulce y romántica.
– Veo que te encanta pulir todos los detalles –dije, llegando a su lado.
– No mereces menos –respondió con una dulce sonrisa.
Sonreí más y le di un beso corto.
– Yo también he preparado algo para ti, será el postre –le guiñé.
– ¿El qué? –Dijo con curiosidad.
– Hay un jacuzzi en el baño, imagina –dejé que el entendiera la indirecta.
Hizo una risa y sonreí más al ver que tomaba bien mi idea.
– ¿Eso es lo que tanto te ha entretenido?
– No, me ha tomado un segundo programar el jacuzzi. Estaba conectando a Jarvis a la suite.
– ¿Tony, has hackeado la suite? –Preguntó incrédulo.
– Jarvis va más rápido –dije encogiendo los hombros.
Negó con la cabeza, pero sin dejar de sonreir.
– No creo que al dueño le haga gracia.
– Luego lo dejaré como estaba, pero así tendremos una noche perfecta.
– También lo sería sin tecnología –afirmó.
– Pero le da un plus –insistí.
– Un día te llevaré al campo, sin teléfonos, sin Jarvis, sin nada.
¿Trataba de matarme? Iba a morir de aburrimiento sin algo de tecnología. Seguro terminaría haciéndole cambios a la cafetera o a las pocas cosas electrónicas que encontrara.
– ¿Por qué me odias? –Dramaticé.
– No seas exagerado, Tony –me abrazó contra su cuerpo–. Así solo estaremos los dos.
Mm… Eso ya no sonaba tan mal… Él y yo solos en un lugar sin que nos molesten y una cama, sofá, bañera, o incluso una alfombra… Tentador, muy tentador. Aun así iba a molestarle un poco más.
– Me odias, admítelo ya y me voy –seguí bromeando.
– Te amo, mi amor –rió besándome, haciendo que no pudiera evitar reír con él.
El sonido de la puerta nos interrumpió y sonreí.
– ¡Llegó la cena! –Exclamé, excesivamente emocionado.
El momento estaba acercándose y comenzaba a sentir cada vez más como los nervios se instalaban en mi estómago.
– ¿Tienes hambre? –Preguntó al ver mi reacción exagerada, caminando hacia la puerta.
– No mucho, pero promete ser una velada especial –dije sin poder evitar enseñar mi emoción.
Steve se quedó pasmado y me quedé mirándole por lo extraño que parecía.
Una alerta en mi interior se asustó al pensar en que sospechara de lo que pensaba hacer, no había pensado en esa posibilidad ya que él sabe muy bien que nunca soporté los compromisos y esperaba que eso jugara en mi favor en esta ocasión, pero comenzaba a dudar de que fuera así ante su extraña reacción.
Volvieron a llamar a la puerta y Steve al fin reaccionó y abrió.
– Huele delicioso –dijo dejando pasar al hombre del servicio de habitaciones.
Cuando dejo el carrito con la cena le di un billete y el hombre sonrió ampliamente al ver la cantidad.
– Muchas gracias, puedes dejarlo aquí mismo.
– ¡Gracias a usted! –Exclamó sin creerlo–. Pidan todo lo que quieran.
Rápidamente se fue para no estorbar y Steve contuvo una risa.
– Tú si sabes cómo contentar a la gente.
– ¿Celoso de que no solo te contente a ti? –sonreí ladeando la cabeza.
– Puedo ser celoso, pero no por esto –respondió negando.
Reí porque admitiera que era celoso.
Lleve el carrito hasta la terraza junto a la mesa y me dispuse a servir todo pero Steve me detuvo.
– Déjame a mí, yo era quién quería la cita romántica.
Me senté y dejé que sirviera todos los plantos mientras abrí el vino y nos llené las copas.
Al vernos ya sentados comencé a sentir una leve presión en el pecho que me atacaba pensando en cómo iba a pedirle finalmente. Había ido apuntando las cosas que me gustaban de él, e incluso las que no me gustaban pero que soportaba por todas las demás cosas buenas que tenía. Sin embargo sabía que estos nervios que me estaban atacando iban a jugarme una mala pasada y terminaría por estropearlo. Pero sabía que tenía que vencer el miedo, como Steve me enseñaba, porque de verdad quería estar con él. Además después de mi ataque de celos de esta tarde saber que Steve quería pasar su vida conmigo me daría mucha más seguridad.
Cuando llegamos al postre me di cuenta de que ambos habíamos estado muy callados. No quería que mis nervios estropearan la cena romántica que tanto había querido Steve así que iba a levantarnos el ánimo. Era el mejor momento para hacerlo, justo antes del postre y esto levantaría la cita. Bueno, eso si era un sí, porque me aterraba pensar en que no quisiera y todo acabara siendo una ruina, pero no quería ni pensar en esa posibilidad o mis nervios haría que todo saliera mal.
– ¿Al final te han gustado las otras? –Pregunté, tratando de sonar lo más sereno posible–. Son afrodisíacas.
– Oh... Sí, un poco viscosas pero ricas, pero ahora entiendo porque las has pedido –dijo con una sonrisa.
– Ni que nosotros necesitaríamos incentivos –dije, mirando el soufflé, por miedo a mirarle y los nervios me delataran.
– Touché –respondió.
Tomé aire y saqué el anillo del bolsillo lo más disimuladamente posible.
– ¿Le pasa algo al soufflé? –Preguntó al ver que no apartaba la mirada del postre.
– No, solo pensaba... –mentí, dándome el valor para arrodillarme.
Miré el suelo junto a la mesa y no pensé más. Aparté la silla y me arrodillé frente a Steve alzando el anillo, levantado al fin la mirada hacia él.
Me miró perplejo, quedando totalmente paralizado y sin habla, tal y como esperaba que fuera.
– Te amo, Steve... –comencé, sintiendo como el corazón golpeaba con fuerza mi pecho, dejándome casi sin aire.
Respiré hondo, viendo como Steve empezaba a reaccionar y negar con la cabeza de incredulidad.
– No sé muy bien cómo continuar esto así que seré breve –continué–. Has cambiado mi vida completamente, me has hecho una nueva personas con todas tus virtudes. La paciencia que tienes conmigo, el cariño que me expresas cada día con cada mínima caricia, con todo el apoyo incondicional que me das aunque sea una completa locura –tragué saliva para contener los nervios y recordar que más había en la lista–. Sin tu ayuda no hubiera podido descubrir quién era realmente y que quería para mi vida, eres más de lo que podía esperar encontrar jamás y eres mucho más de lo que merezco. Quizá sonare egoísta, pero aunque no te merezca te quiero para mí porque no quiero vivir una vida sin ti a mi lado –sentí las lágrimas amenazar con salir al ver que Steve sonrió de oreja a oreja mientras lloraba de emoción–. Tú y Peter sois mi todo y no quiero que esta familia tan peculiar que hemos formado se separe nunca… Así que, Steven Grant Rogers, ¿quieres casarte conmigo?
Steve pasó la mano por sus mejillas para limpiar sus lágrimas y comenzó a reír.
Mi sonrisa fue despareciendo al ver como se reía. ¿A caso se estaba burlando?
– ¿Qué te hace tanta gracia?
Abrió su puño y enseño la caja de anillo que tenía.
Automáticamente me pasó como a él y me eche a reír, haciendo que al fin todos los nervios se fueran muy lejos.
Ambos habíamos planeado lo mismo para el mismo momento, ¿qué probabilidades había de eso?
– Supongo que eso es un sí –dije cuando al fin pude dejar de reír.
– Es un gran e inmenso sí, Tony, jamás dudes de ello –respondió con los ojos llorosos.
Se arrodillo conmigo y abrió la caja para enseñarme el anillo.
– ¿Anthony Edward Stark, me harías el inmenso honor de volverme loco cada día, de sacarme de quicio con tus bromas, pero luego sorprendiéndome con ese inmenso corazón y esa parte tan dulce y cariñosa que estoy orgulloso de poder conocer, cada día de nuestra vida hasta que llegue nuestro último aliento?
Sus palabras me hicieron llorar y reír a la misma vez y me lance a sus brazos, besándole una y otra vez.
No creía que pudiera ser más feliz de lo que lo era con Steve y Peter, pero saber que ahora nos uniríamos más y que nuestra meta era toda la vida me daba una paz y felicidad que jamás había experimentado.
– Dame tu mano –dijo, sacando el anillo de la caja.
Extendí mi mano y colocó el anillo lentamente en mi dedo. Lo miré y sonreí tanto que mis mejillas dolieron. Era perfecto, simplemente perfecto, como él.
Tomé su mano e hice lo mismo en su dedo. Ahora llevaba consigo la señal de que iba a ser mío y yo suyo.
– ¿Pepper no te había dicho nada? –Preguntó, levantándose y dándome la mano.
– No. ¿Eso era lo que hacíais esta mañana? –Tomé su mano y me puse en pie.
– Sí… ¿Cómo sabes que estaba esta mañana con ella?
Mierda, había olvidado que él no sabía que rastreaba su teléfono.
– He rastreado un poco tu teléfono y el de Pepper… –Dije, intentado sonar inocente.
– ¡Tony! –Exclamó, cambiando su expresión.
– No, cariño, vuelve a sonreír. No discutamos ahora, mañana dime todo lo idiota que soy por sufrir un ataque de celos, pero no quiero que por mi culpa se empañe esta noche.
– ¿Estabas celoso de Pepper?
Su enfado desapareció volviéndose sorpresa.
– Sí, ya sé que es estúpido, pero no me habías dicho donde ibas y luego descubro que después de verla se ha ido contigo sin decirme tampoco nada y pues… –dejé la frase en el aire.
Steve rió y besó mis labios.
– Yo también me he puesto celoso de ella –susurró, como si de un secreto se tratara.
Por si no era suficiente con los dos decidir pedir matrimonio el mismo día, también nos habíamos puesto celosos de la misma mujer. Cuan estúpidos éramos.
Besé su mano sobre el anillo y luego tiré de él para llevarle conmigo.
– Creo que prefiero un postre más delicioso que el soufflé de chocolate –dije mordiendo mi labio, mientras me deshacía de mi chaqueta por el camino a la habitación.
Steve hizo una suave carcajada y me imitó, desabrochando su camisa, dejando a la vista sus abdominales.
– He ahí mi tableta de chocolate –me relamí el labio.
Entré en el baño, deshaciéndome del resto de mi ropa, viendo como él hacía lo mismo.
No podía sentirme más ansioso por sellar nuestro compromiso dándonos amor, como solo con él he llegado hacer. Solo con él he descubierto cuál era el verdadero significado de hacer el amor y cuál era el verdadero sentimiento al hacerlo con la persona que amas. Ahora nada me hacía dudar de que esto era amor de verdad, que quería esto para el resto de mi vida y que era con él con quien quería discutir cuando las cosas fueran mal. Porque sé que aunque normalmente estemos bien eso no durara siempre, pero tenemos la suerte de poder escoger con quien queremos pasar los momentos malos y yo elegiría a Steve una y mil veces, porque solo él podría terminar con mi cabezonería y solo yo puedo callarle a besos hasta hacerle rendir.
Nunca seremos la pareja más perfecta, pero siempre seremos la pareja más especial.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).