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DIA DE LOS MUERTOS por shiki1221

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Cap 4: Hasta la muerte se equivoca

La relación de los dioses de la muerte había avanzado demasiado y al mismo tiempo se había deshecho por una simple alma. Los dioses se habían molestado y silenciosamente decidieron iniciar una ley del hielo contra el otro. Naruto no daría su brazo a torcer y se negaba a oír excusas de parte de su compañero. No había otra forma de llamar a esos intentos de explicaciones que intentó aplicar con él. Por su parte, Sasuke estaba completamente frustrado por sus fallidos intentos de enmendarse con el rubio. Derrotado regresó al reino de los olvidados. Fue a sus aposentos viendo una pequeña esfera de luz brillando cerca de su cama. Al tocarla con la punta de sus dedos se transformó a una forma humana. Hinata se sentó educadamente en la cama y observó al dios sentándose a su lado.

—Desde que Naruto descubrió que estás aquí ha estado pidiendo que vayas al reino de los recordados —comentó Sasuke mirándola seriamente. Soltó un bufido de frustración mientras cruzaba los brazos con enojo.

—¿No puedes detenerlo? —cuestionó ella angustiada—. Nadie recordara a Kiba ahora que estoy muerta ―le recordó con miedo por el destino de su amado.

―Según Orochimaru tu alma me pertenece, pero no puedo asegurar poder retenerte aquí ―comentó con un largo suspiro―. Aun si me niego a regresar tu alma sólo te causará dolor. Recuerda que para ver a Kiba o a tu familia debes ir al reino de los recordados ―explicó notando como la joven se mordía los labios con nerviosismo.

―Entonces, ¿no podré visitarlos en el día de los muertos siquiera? ―preguntó con voz temblorosa.

—Dado que Naruto y yo estamos peleados si lo haces te quedarás allá y cuando Kiba muera vendrá aquí para ser limpiado antes de reencarnar ―relató el moreno sin ánimos de nada realmente. Se dejó caer de espaldas en la cama mientras ella lo miraba con una mano sujetando su propio corazón.

—¡No es posible! ―exclamó con lágrimas asomándose en sus ojos color perla―. Ni siquiera en la muerte podemos estar juntos ―sollozó cubriendo su propio rostro con sus manos.

—De hecho sí pueden —dijo una tercera voz apareciendo de la nada.

El dios de los olvidados y el alma de la joven alzaron la mirada al techo buscando al dueño de esa voz. Allí colgado de cabeza como si se tratara de un murciélago estaba Minato. Un hombre de apariencia muy similar a la de Naruto, pero con unos años más. Se veía como un adulto de mediana edad, joven y atractivo, pero sin dudas de más edad a la del dios de la muerte. Sasuke frunció el gesto cuando finalmente lo pudo ver de frente. Su expresión era similar a la de cualquier persona al encontrarse con una cucaracha deambulando en su habitación y de poder, lo habría aplastado como a una. El mayor sólo se limitó a sonreír con burla antes de bajar suavemente hasta posarse al pie de la cama.

—Oh genial es Minato ―suspiró Sasuke con un claro gesto de fastidio―. ¿Qué quieres aquí? No estoy de humor para ningún rubio cabeza hueca ―advirtió señalándolo con su dedo―. Me pediste conservar el alma de Hinata y ni siquiera me explicaste qué demonios planeabas hacer con ella.

—¿Quién es él, Sasuke-sama? —preguntó Hinata tartamudeando—. Se parece a Naruto-sama.

—¿Cómo sabes sobre la apariencia del otro dios de la muerte? ―interrogó Minato mirándola curioso.

—Sasuke-sama tiene un retrato de ellos juntos ―respondió Hyuga mientras señalaba con su dedo índice la mesa de noche donde estaba un retrato de ambos dioses.

—Oh te gusta ―declaró el rubio acercándose a ver de cerca lo señalado por la joven. Sujetó el retrato entre sus dedos y lo examinó a detalle.

—¡No es verdad! ―negó Sasuke mientras le arrebataba su retrato de las manos del otro.

—Ya esperaba que ustedes se enamoraran, es el destino ―afirmó Minato viéndolo divertido.

—Somos dioses, nosotros manejamos el destino de los mortales, nadie el nuestro ―le recordó con fastidio.

—Ay, Sasuke-chan ―canturreó el rubio mientras le revolvía el cabello―. ¿Cuándo entenderás que el destino los unió?

El dios de cabellera azabache quitó las manos de Minato de su cabello. Lo había despeinado y tratado como si fuera un niño. ¡Y en su propio reino! Pese a sus apariencias tenían siglos de existencia. Aunque, de poder elegir su figura habría elegido una más adulta, pero los dioses creadores encontraron “tierno” formarlos con juventud eterna. Podía intentar cambiar transformándose en alguien más adulto, pero no tenía caso ocultar su forma original. Eso podría ser visto como un complejo o vergüenza de ser como era. Él se consideraba muy confiado y de buena autoestima como para tener que esconderse para impresionar. Además la última vez que lo hizo le dijeron que era “adorable” intentar parecerse a alguien mayor, pues era similar a un niño vistiendo las ropas de sus padres.

—¿No son hermanos? ―preguntó inocentemente Hinata alzando la mano para hacer su pregunta.

—Sí y no ―respondió Minato mientras su mano descansaba bajo su mentón poniéndose pensativo al respecto―. En términos mortales creo que sí. Si nos basáramos en los conceptos que tú conoces, Naruto y Sasuke son hermanos gemelos nacidos de una orgía entre los cuatro dioses creadores.

—¡Oh Dios! ―gritó la joven cubriéndose la boca apenada por tal descubrimiento y por la vergüenza de decir “Dios” estando en presencia de dos.

—No pienses en eso ―pidió Sasuke a la joven mientras se frotaba el puente de la nariz con fastidio―. No es importante para ningún Dios relacionarse con otros.

—Pero ustedes eran algo más ―comentó el rubio mientras le tocaba la mejilla con su dedo índice.

—¿Quieres dejarme en paz? ―preguntó el moreno mientras golpeaba su mano con molestia.

—Yo venía por la mortal Hyuga Hinata ―dijo Minato mientras se encogía de hombros―. Ofrezco mi ayuda para que pueda estar por siempre junto a su amado ―aseguró guiñando un ojo a los presentes.

—¿En serio? ―preguntó Hyuga mirándolo esperanzada.

—¿Por qué? ¿Qué ganas con esto? ―preguntó cautelosamente el moreno. No se fiaba de nadie en realidad y era demasiado conveniente la aparición del rubio, pese a saber del interés del otro en ese asunto.

—Nada ―contestó sin ningún problema el aludido―. Es mi modo de agradecer las constantes ofrendas y oraciones realizadas en mi honor ―explicó mirando con ternura a Hinata.

—Eso sería un sueño hecho realidad ―aseguró ella con nerviosismo. Tener la posibilidad de estar junto a Kiba era lo más anhelado por su corazón.

—Sin embargo, necesito tu ayuda para lograrlo, Sasuke-chan ―afirmó Minato abrazándolo por el cuello.

El azabache estuvo al borde de mandarlo a volar por tanto contacto corporal no autorizado hacia su persona. Sin embargo, vio la súplica de los ojos color perla hacia su persona. Esa situación fue causada por su propia culpa y dependía de sí mismo solucionarla. Por ello, pese a su desagrado por el rubio, accedió a sus peticiones. Ambos cambiaron de forma para cruzar al plano mortal y dejaron a la joven esperando por ellos en ese lugar. Ella tenía prohibido abandonar los aposentos de Sasuke, ya que el olvido podría afectarla. Toda alma en el reino de los olvidados era despojada de sus recuerdos y ella no sería la excepción si vagaba junto al resto.

―¿Un gallo? ―preguntó Sasuke viendo la apariencia de Minato―. Es lo más ridículo que he visto en la vida.

―Tú te volviste lechuza y no por eso me estoy burlando ―rebatió el mayor mostrándose algo molesto por aquella crítica.

―Yo al menos escogí un ave que sí puede volar ―dijo arqueando una ceja mientras estaban descendiendo del cielo.

―Ah por eso ―recordó el hombre de ojos claros antes de soltar un gran grito―. ¡Ayúdame! ―pidió casi como una orden.

―¿Todos los rubios serán así de estúpidos? ―cuestionó al aire sujetando a Minato con sus garras.

―Ahí está la casa de Kiba ―señaló cuando llegaron cerca de la misma―. Hora de llevarnos a su perrito ―anunció con una gran sonrisa.

―Eres el dios del sol no puedes hacer eso ―aseguró Sasuke mirando espantado al otro.

―Lo sé, pero tú sí eres un dios de la muerte. Puedes robarle su alma ―comentó de lo más normal.

―Lo estamos matando en vida ―suspiró el moreno antes de acercarse a la casa y ulular tan alto que incluso Naruto lo oyó.

El dios de los recordados sintió algo extraño en su ser. Pese al enojo entre ambos cuando se trataba de las almas de alguna manera podían sentir al otro. Además según tenía entendido, el alma de Akamaru correspondía también a su reino. Dado que él se convertiría en un alejibre. Con una lealtad tan grande como la suya no dudaba en que se transformaría en el guía de Kiba. Aun si tristemente no pudiera llegar a su reino. No obstante, si Sasuke se atrevió a robar un alma perteneciente a su reino podría devolverle el favor robando una de su reino. No dejaría a ese bastardo salirse con la suya. Sin dudarlo más se transformó en un gorrión y descendió hacia donde estaba Sasuke.

―¡Naruto! ―exclamó el dios de los olvidados lleno de sorpresa mientras sostenía el alma de Akamaru en su mano.

―¡Sasuke! ―gritó enojado al ver al perro sin vida―. ¿Qué se supone que estás haciendo?

―Yo…

―No me lo digas ―interrumpió cerrando los ojos intentando no atacarlo allí mismo―. Seguro me darás más de tus patéticas excusas. Sólo devuélveme el alma del perro, su dueño seguramente le hará un altar ttebayo.

―Lo siento, Naruto-kun ―se metió Minato abrazando por el cuello al azabache―. Yo tengo el permiso de los dioses creadores para decidir el destino de las almas de estos tres. Sí, incluyendo el alma de Kiba es mi jurisdicción ahora y Sasuke-chan me está ayudando ―explicó con una enorme sonrisa grabada en su rostro.

―Eso es… ―protestó el rubio menor mostrándose molesto por tal atrevimiento―. Nosotros somos los encargados de la muerte de los mortales y el destino de sus almas. Ningún idiota de brillante sonrisa puede meterse en nuestros asuntos.

―Pues que mal, pero ya lo hice ―declaró Minato ladeando la cabeza con una sonrisa arrogante que aumentaba el enojo en el joven tan parecido a él―. Sasuke-chan hazme el favor de guardar el alma de Akamaru en tu reino ―pidió mientras lo empujaba por los hombros.

Dudando un poco de la petición del mayor el dios de ojos negros aceptó motivado más por ser una buena excusa para alejarse de Naruto. Era más que evidente su sentir respecto a él. Era conveniente dejarlo lejos hasta que se calmara. De nada serviría presionar o insistir en obtener su perdón, si aún no solucionaba el altercado. Frustrado por ser ignorado, Naruto fue en busca de Jiraiya tras la partida de su complemente. Fue a pedir algún aconsejo o ayuda. El alma de Hyuga Hinata pertenecía legítimamente a su reino. No podía obviar que Sasuke actuó a sus espaldas por mero capricho, pero requería ayuda para darle castigo. Estaba extremadamente furioso. Jamás se había sentido tan herido en su inmortal existencia. Todo por una apuesta. Una ridícula y sencilla entretención acabó con la vida de una mortal e hirió a varios más.

—¡Jiraiya! —llamó usando su nombre poniendo sobre alerta al mencionado.

—¿Qué sucede, niño? —preguntó dejado de escribir su libro.

—Necesito que me ayudes en algo relacionado a Sasuke —respondió deprisa mientras se acercaba hasta la mesa donde estaba el mayor.

—¿Problemas en el paraíso? —cuestionó el de cabellos blancos mientras lo miraba aburrido.

—Ese maldito se llevó un alma de mi reino —dijo entre dientes mientras apretaba los puños—. Orochimaru dice que no puedo recuperarla a menos que se lo pida al bastardo.

—Pues pídesela —resolvió con sencillez—. Es bastante simple la solución. ¿Sólo para eso me viniste a interrumpir? —cuestionó el dios mayor.

—¡No, no tengo por qué hacer semejante cosa! —gritó indignado—. Él asesinó a una persona, ¿y no recibe castigo alguno? —preguntó el rubio mientras sus ojos azules se oscurecían llenos de rencor.

—Él también es un Dios —le recordó Jiraiya con calma.

—Pero...

—Tú y yo sabemos bien que nadie tiene autoridad de castigar a un dios, a menos —recalcó con énfasis las dos últimas palabras—, que haya atentado contra otro dios.

—¡Lo hizo! —alegó de inmediato sonriendo un poco al sentirse victorioso—. Robó un alma que me pertenecía a mí ttebayo.

—Esa alma tampoco era tuya —afirmó el mayor de forma seria—. El alma de Hyuga Hinata y de Inuzuka Kiba nos fueron pedidas hace algún tiempo.

—¿Por ese rubio teñido? ¿Para qué? —preguntó el dios menor completamente exaltado—. ¿Y por qué Minato se atrevió a pasar por encima de la autoridad de los dioses de la muerte?

—Minato era a quien le rendían tributo y consideró justo premiarlos por su devoción hacia él —contestó claro y conciso.

—¿Sólo por eso me dejaron fuera del asunto? —interrogó con una mueca de clara confusión y molestia―. Yo soy un dios de la muerte igual que Sasuke, tengo derecho a saber lo que acontece con las almas.

—Así es —asintió Jiraiya reafirmando su respuesta anterior—. Tiempo atrás nos pidió en custodia el alma de esos mortales. Nosotros accedimos con la condición de que uno de ustedes aceptara su propuesta.

—¡¿El bastardo de Sasuke aceptó algo así?! —gritó creando ráfagas de viento con su poder.

Aquel despliegue de ira era inconsciente, pero razonable. Aún si Sasuke había aceptado esa propuesta seguía sin justificar nada. Kiba no tenía familia y sin Hinata para recordarlo y hacerle el respectivo altar, su alma iría con los olvidados. Por tanto, es a él a quien debió consultar por la joven. Cualquiera fuera la propuesta debía ser evaluada por ambos dado que era una decisión de a dos. ¿Cómo es que aceptaron por el "sí" de uno? Ni se había tomado la molestia de informarles y ahora hasta el alma del perro se habían llevado los otros dos dioses.

—Ustedes son una dualidad y como tal las decisiones de uno afectan a ambos ―dijo Jiraiya interrumpiendo sus pensamientos.

—Entonces puedo tomar el alma de la joven porque decido por ambos ttebayo ―comentó con un tono molesto guardando cierta advertencia en sus palabras. Se cruzó de brazos y observó enfurruñado al mayor a la espera de una respuesta afirmativa.

—No funciona así —suspiró el mayor cerrando los ojos intentando conservar la paciencia para explicárselo—. Minato y Sasuke tienen la potestad sobre esos mortales. Además de la aceptación de nosotros cuatro.

—¿Cómo pudiste hacerme esto? —cuestionó Naruto sintiéndote traicionado por su mentor—. Me dejaron como un estúpido. Era el único no enterado.

—Lo siento, Sasuke dijo que te lo explicaría todo —aseguró Jiraiya—. No creímos que te lo ocultaría.

—Otra cosa más que ese imbécil desconsiderado hace a mis espaldas ttebayo —gritó mientras se cruzaba de brazos.

El mayor simplemente se encogió de hombros. Ya no había nada que hacer al respecto. Naruto por su parte estaba colérico, el cielo del reino de los recordados se oscureció ante su cambio de ánimo. Curiosamente, se veía más oscuro que el perteneciente a Sasuke. Cerró los ojos visualizando su rostro en su mente, aquella mirada solitaria y oscura, esa sonrisa tranquila, todo en conjunto lo cautivaba. Se regañó a sí mismo por pensar de aquella manera de alguien así. Era un hermoso ente inmortal con el corazón negro y podrido. Se ensució sus manos y no había forma de castigarlo. Tampoco mostró ningún signo de arrepentirse. Ser un dios no le daba derecho a pisotear a los más débiles. Amansó sus sentimientos por Sasuke al oír los gritos asustados de las almas del reino de los recordados.

―Tranquilos ―dijo apareciendo en medio de donde se celebraban las fiestas―. Sólo ha sido un pequeño… desliz ―mintió riendo nervioso.

―Pero nunca ha sucedido antes ―declaró uno de los muertos allí presentes.

―¿Seguro que no debemos preocuparnos por algo tan inusual? ―cuestionó otro.

Más y más almas se acercaron a Naruto pidiendo respuestas. Durante muchas décadas ese sitio era agradable y los únicos estruendos eran los provenientes de la música o la pirotecnia empleada en sus festejos. El rubio miró hacia todos lados buscando una salida. No quería decirles que era el responsable. Sus sentimientos en toda su inmortalidad aseguraron un lugar feliz y luminoso. Maldijo por lo bajo al otro dios, pues desde que lo conoció su mundo cambió. Descubrió tantas cosas no muy agradables sobre su trabajo y sobre todo, sobre sí mismo. Aprendió lo que era sentir dolor en el pecho, ira y decepción.

―No debimos conocernos ttebayo ―suspiró cerrando sus ojos mientras negaba con la cabeza.

―¿Quiénes? ―preguntaron las almas a su alrededor. Olvidadas brevemente por su gobernante.

―Nadie ―respondió de inmediato queriendo dejar ese tema saldado―. ¡¿No deberían estar festejando?! ―gritó alzando sus manos para crear luces y hacer sonar la música.

Pronto consiguió distraer a todos al hacerse participe de los festejos. En cuanto los vio nuevamente alegres se retiró a sus aposentos. Se recostó en su cama sin dejar de darle vueltas al asunto de Sasuke. Quería hablarle y llegar a una resolución pacífica, pero él también tenía su propio orgullo. Estaba prácticamente seguro de que el otro aprovecharía para burlarse de él o exigirle algo. Hasta podría intentar hacerse con su reino. Lógico tomando en cuenta hasta donde llegaría con tal de robarle lo que por derecho le pertenecía. Su maestro no fue de ayuda, Tsunade se enojaría si los veía nuevamente separados y Orochimaru, evidentemente se pondría del lado de Sasuke.

―¿Por qué, Teme? ―preguntó al aire mientras cerraba los ojos dejándose llevar por el cansancio.

Los días pasaron en un abrir y cerrar de ojos, pronto se cumplió un año casi sin darse cuenta. El rencor de Naruto había comenzado a menguar respecto a Sasuke, mas no se atrevía a volver a encararlo. No sabía si debía decirle algo o no, pues el moreno era quien cometió un error imperdonable y debió pedir disculpas o algo similar. No obstante, parecía no sentir ningún remordimiento al respecto. Aquella indiferencia era la que mantenía vivo el rencor que le tenía. No había dejado de buscar alguna manera de reclamar el alma de la joven, pero nada pudo hacer. Tal y como predijo, ninguno de los dioses creadores le dio siquiera consejo al respecto. Aquellos ancianos optaron por decirle que lo resolviera por su cuenta.

―Y para colmo hasta el alma de Inuzuka Kiba se llevó ―murmuró el rubio con enojo.

Estaba sentado en el borde de la ventana de sus aposentos mirando su reino. Todas las almas estaban alistándose para ir al mundo de los mortales. Entre ellos se mostraban las fotos de los familiares que visitarían. Se contaban historias de cuando vivían y entonaban canciones tradicionales de aquel día. Calaveritas no faltaron, rimas y poemas tampoco. Plegarias de no ser olvidados sin falta como cada año. Pues pese a la alegría reinante, el miedo a no tener un altar ese año, seguía allí. En mayor o menor medida, pero nunca desaparecía por completo. Llegada la hora fueron acercándose al puente. Como gobernante Naruto también se hizo presente. Aquel puente que siempre recorrieron se cubrió de hermosas flores de un color amarillo algo anaranjado. Eran bellas sin dudas, mas era extraño verlas en su puente.

―¿Y esas flores? ―preguntaron extrañadas las personas al borde del puente.

―Al parecer sólo son flores ttebayo ―dijo Naruto tras inspeccionar el puente de su reino hacia el mundo mortal―. Pueden pasar. ¡No son peligrosas! ―gritó por lo alto resonando en los oídos de todos los presentes.

Precavidos algunos valientes se acercaron y colocaron un pie en el puente. Pisaron un par de veces como comprobando si se caería o algo similar, pero no sucedió nada. El puente era firme como siempre y las flores sólo iluminaban su camino de una forma más vistosa. Con mejor cara las almas cruzaron hacia el mundo de los vivos. El dios de los recordados se mantuvo vigilante de que todos ellos pasaran con bien. Aunque su mirada de vez en cuando se desviaba en dirección al reino de los olvidados. En esa época ellos siempre bajaban juntos al plano mortal y disfrutaban de las fiestas. Este año sería mejor no asistir, mas Jiraiya no tenía los mismos planes para él. Y no fue el único.

Por insistencia de los dioses creadores tanto Naruto como Sasuke fueron forzados a bajar al terreno de los mortales por la fiesta en su honor. Ninguno quería asistir a la misma. El Dios de los olvidados detestaba esos sitios y saber que existían posibilidades de verse con Naruto lo motivaba aún menos. El rubio pese a amar aquellas fiestas, quería evitar verse con el otro dios. No obstante, como de costumbre Tsunade no los dejó escapar. A regañadientes cada uno llegó por su lado a la fiesta del pueblo usando una forma mortal. De esa manera podrían interactuar con otros y compensar la ausencia de su compañero. Naruto miró curioso las flores en los altares, pues no eran las mismas que él recordaba se usaban anteriormente.

—Veo que le gustan mis flores —dijo una voz femenina tras Naruto, quien volteó a ver a su interlocutora.

—¡Hinata! —gritó el rubio retrocediendo asustado por la sorpresa.

—Usted debe ser Naruto-sama, ¿verdad? —preguntó curiosa mientras juntaba sus manos tras su espalda.

—¿Me conoces? —interrogó confundido. Le intrigaba saber cómo aún no había sido despojada de sus recuerdos.

—Sí —asintió ella riendo grácilmente con una mano cubriendo su propia boca—. Sasuke-sama tiene un retrato de ustedes juntos sobre su mesa de noche.

—¿Aún lo tiene? —interrogó interesado. Normal, debido a que tras su pelea él rompió el que tenía.

—Ya no —comentó la joven jugando con sus dedos—. Minato-sama consideró conveniente retirarlo.

—¿Y ese con qué derecho se mete con la habitación de Sasuke? —preguntó el rubio con mayor enojo.

—Sasuke-sama le dio permiso de visitarlo —explicó ella conteniendo su sonrisa de satisfacción al ver las reacciones del dios de los recordados—. Ya que no tenía muchas opciones. El Dios del Sol siempre irrumpía en sus aposentos de imprevisto.

El blondo respiró pesadamente e intentó mantener las apariencias. Debía mantenerse firme en su ley del hielo hacia su complemento. No obstante, ¿cómo? ¿Cómo ignorar que lo reemplazó por no solapar su ofensa? Y pensando en el origen de su pelea volvió su azul mirar a Hinata. Ella era la chica asesinada por capricho de Sasuke, ¿qué hacía sonriendo y hablando respetuosamente del causante de todas sus desgracias?

—Oye —llamó intentando abordar el tema de la forma más delicada posible—. ¿Eres consciente de lo que te sucedió? Ya sabes, la razón por la que fuiste separada de Kiba y de tu familia.

—Sí, Sasuke-sama me mintió al decir que mi prometido falleció —respondió de forma seria, pero manteniendo una extraña serenidad.

—¿Y no estás enojada? —cuestionó sorprendido mientras la analizaba detenidamente en busca de algún gesto de miedo. Era posible que Sasuke la amenazara o algo similar si intentaba pedir ayuda.

—No realmente —respondió mientras acariciaba la cabeza de un colibrí que se posó en su hombro.

—No lo entiendo ttebayo —confesó el blondo ladeando su cabeza mientras miraba al ave—. ¡¿Cómo puede posarse sobre ti si estás muerta?! —exclamó reparando en aquel detalle.

—Porque yo soy... —dijo el ave mientras cambiaba de forma—. Su esposo —completó con una sonrisa mientras se señalaba a sí mismo.

—¿Inuzuka Kiba? ¿Tú no moriste por depresión? —interrogó Naruto señalándolo con el dedo.

—Lo hice —confirmó frunciendo el ceño—. Aquel tétrico y creído... Auch —exclamó al sentir un golpe de Hinata.

—Kiba-kun más respeto al hablar de Sasuke-sama —regañó ella frunciendo el ceño—. Gracias a él incluso Akamaru está con nosotros.

—Lo sé, lo sé —suspiró mientras la abrazaba.

—¿Alguien me explica qué está sucediendo? —preguntó Naruto sintiendo que estaba perdiéndose de algo importante.

—Verá, Naruto-sama —habló la joven de ojos blancos—. Tras mi trágica muerte, Minato-sama le pidió a Sasuke-sama ocultar mi alma en su reino. No le dio mayores explicaciones hasta que...

—¿Hasta qué? —cuestionó el rubio intentando hacerla continuar con la explicación.

—Mató a mi perro —completó Inuzuka con un tono claramente rencoroso.

—¡Kiba-kun! —llamó la joven con desaprobación.

—Es la verdad —dijo el castaño cruzándose de brazos. Aún le dolía rememorar el día que perdió a su mejor amigo.

—Oh sí, recuerdo eso —comentó el rubio recordando ver a los dos dioses llevándose el alma del can.

―Bien ―habló nuevamente Hinata teniendo la atención del dios de los recordados―. Yo estuve en su reino, luego trajeron a Akamaru y por último a Kiba-kun.

―¿Para qué hizo eso? ―inquirió con sus ojos azules clavados en los blanquecinos exigiendo saber la verdad.

―Para darnos un rol junto con la inmortalidad ―explicó Hyuga mientras sujetaba una flor entre sus manos―. Yo soy la encargada de crear las flores que unen ambos mundos.

―Y a mí se me permite estar a su lado en forma de colibrí ―agregó orgulloso Kiba mientras cambiaba de forma―. Estaremos juntos para toda la eternidad como nos prometimos.

Naruto estaba a punto de abrir la boca para comentar su desacuerdo a dicho trato hacia ellos. Sin embargo, al ver la felicidad expresada por la joven pareja se retractó y guardó silencio. Mientras ellos se perdían en su propia burbuja de amor y felicidad, él reflexionó acerca de la decisión de Sasuke. Siguiendo las reglas el alma de Kiba debía limpiarse y reencarnar, mientras la de Hinata estaría en su reino un par de años hasta que sus familiares se le unieran. Ellos serían separados. Empero, la acción del dios de los olvidados era demasiado opuesta a las creencias que siempre expresaba. El rubio bajó la mirada unos momentos antes de alzar la vista con más determinación tras tener cierto pensamiento en su cabeza. Era hora de arreglar ese asunto.

―Oigan, ¿saben dónde está el Teme? ―preguntó el rubio mostrándose serio.

―La última vez que lo vi estaba yendo junto a Minato-sama a disfrutar de la comida ―respondió la joven azabache.

―Gracias ―cabeceó levemente mostrándose agradecido y avanzó entre las mujeres vestidas de catrinas.

Naruto llegó hasta donde estaba el dios de los olvidados. Al otro lado de la plaza donde todos cantaban y bailaban, lo vio sentado bebiendo sin despegar su mirada de Minato y Orochimaru. Ambos bailaban muy pegados y daban vueltas por el lugar mientras el dios de ojos negros los miraba con el ceño el ligeramente fruncido. Hecho que el dios de los recordados no pasó por alto.

"¿Acaso está celoso?". Pensó Naruto sujetando un vaso de una mesa cercana. Eso al menos le daría una excusa para hablarle. O consolarlo si aquel estúpido rubio jugó con los sentimientos de Sasuke. ¡Claro! Eso tenía que ser. Lo utilizó para conseguir las almas que quería y ahora lo desechaba.

"Me pregunto si esa serpiente emplumada que adoraban en este país es el hijo de estos dos. No me sorprendería, Orochimaru es una serpiente y Minato un gallo. Es eso u Orochimaru lo hizo con una gallina. ¿Esa cosa sería mi hermano o algo así? ¡Diablos! Desde que hablo con las almas mortales intento encontrarle lógica a nuestras relaciones". Reflexionó el moreno comenzando a desvariar producto del alcohol.

—Hola —saludó Naruto sacándolo de sus pensamientos. Estaba tan concentrado en los mayores que no notó cuando se le acercó—. ¿Puedo sentarme? —preguntó mirando hacia el suelo.

El moreno dio un leve asentimiento con su cabeza, pero mantuvo el silencio. Los nervios del rubio le impedían hilar frases coherentes haciendo que todo lo salido de su boca fueran palabras sin sentido. Sasuke lo observó detallando el rostro del otro dios. No parecía tener ánimos de regañarlo. ¿Qué estaría buscando de él en esa ocasión? El ambiente de ellos se tornó pesado al punto de que irritó a sus conocidos. Pese a estar disfrutando de la fiesta ninguno de ellos quitaba la mirada de los dioses de la muerte. Querían ver pronto una reconciliación entre ellos, pero ninguno hablaba. Jugaban con sus vasos y bebían alcohol de vez en cuando.

―¡Ya estoy harto! ―murmuró Minato mientras sujetaba una guitarra y comenzaba a tocar.

La demás música fue detenida por sus poderes, dejando todo en suficiente silencio como para destacar la suya. Comenzó a cantar mientras Hinata y Kiba ayudaban empujando a los dioses de la muerte hacia el centro de la plaza. Las miradas recayeron en ellos en poco tiempo siendo alentados a bailar. Los gritos de los mortales y la música de quienes se unían a Minato no les dejaba opción de irse. Estaban rodeados por todos a la espera de verlos hacer algo. Si querían escapar a la fuerza serían notadas sus habilidades sobrenaturales. Con un suspiro y un mutuo acuerdo entre tímidas miradas comenzaron a bailar. Las manos de Naruto se unieron a las de Sasuke mientras daban algunos pasos lentos por la incomodidad. Hacía mucho tiempo que no bailaban juntos y generalmente lo hacían a solas en la habitación del rubio. Con la música de fondo proveniente del reino de los recordados ellos compartían eso en privado, lejos de las demás almas y de los demás dioses.

―¿Te diviertes en esta fiesta? ―preguntó Naruto no soportando más aquel silencio.

―No mucho ―respondió el moreno con una de sus manos apoyándose en el hombro de su compañero―. No son lo mío ―dijo serio intentando ocultar su estado de ebriedad.

―Estabas bebiendo solo. ¿No viniste con Minato? ―preguntó el joven de ojos claros―. Digo, no es que me importe, pero lo vi bailando con Orochimaru.

―Los vi ―asintió sin expresión. Encontraba absurda e irrelevante esa conversación―. ¿Por qué tanto interés en ellos? ¿Aun quieres recuperar las almas de esos mortales? ―cuestionó con desconfianza.

―¡No! ―negó de inmediato en un grito alarmado―. Ellos están felices con lo sucedido, yo sólo… No sé cómo decirlo ―habló de manera torpe e inconsistente.

―No creo que les dure mucho ―interrumpió Sasuke con gesto despectivo―. En un par de décadas te apuesto que ellos se odiarán o arrepentirán de estar unidos para toda la eternidad.

―¿No habías cambiado esa forma de pensar? ¿Ni con todo lo que ha pasado? ―inquirió el rubio sujetándolo firmemente de los hombros.

―Nosotros fuimos creados para estar juntos por la eternidad y pasamos siglos ignorándonos mutuamente y mira lo que sucedió ―pidió Sasuke mirándolo triste y serio―. Sólo estuvimos juntos una década y ya nos volvimos a separar. No existe la eternidad ―reafirmó tercamente.

―Teme ―murmuró Naruto enojado mientras tomaba la mano pálida y la llevaba hasta su boca depositándole un suave beso en el dorso―. Te demostraré que la eternidad existe. Te lo prometo ttebayo.

―Y esa es la historia del día de los muertos ―finalizó Tsunade el relato para los turistas―. Antes las familias solían decorar las tumbas con la flor tonalxóchitl que según ellos, escondía en sus pétalos los rayos solares. Sin embargo, gracias al Dios del Sol la reemplazaron por la cempasúchil.

―¿Qué pasó con los dioses de la muerte? ―preguntó interesado un turista.

―¿Los dioses mexicanos son japoneses homosexuales? ―cuestionó otro sintiéndose confundido.

―No, niño ―negó Tsunade con una sonrisa―. Como dije desde el principio, sólo usé los nombres de mis incompetentes guías. Los verdaderos nombres serían; Tonatiuhla, quien era Minato el Dios del Sol, Xóchitl y Huitzilin fueron Kiba y Hinata y por último los Dioses de la muerte Naruto y Sasuke eran la Catrina y Xibalba.

―Aún no nos dice si los dioses se arreglaron ―exigió saber una mujer muy metida en la historia.

―La inteligente y hermosa diosa creadora del hilo rojo tenía todo previsto ―afirmó orgullosa mientras se cruzaba de brazos y cerraba los ojos―. Aquel hilo que les puso en sus dedos nunca desapareció, sólo fue moviéndose a medida que los sentimientos de los dioses cambiaban.

―¡¿Cómo?! ―interrogaron confundidos los guías mirándola enojados.

―El hilo estaba en los meñiques, pero a medida que se fueron enamorando lo que ató fue sus corazones ―respondió la rubia con una sonrisa de lado―. Sentían lo mismo que el otro porque el hilo rojo envolvía sus corazones. Esa es la razón por la cual no los veían en sus meñiques.

―Eres una… ―gruñó Sasuke queriendo decir algo más.

Naruto lo sujetó por los hombros y le dio un beso en los labios para acallarlo. No tenía caso discutir con la rubia, ella tenía siempre las de ganar. El de ojos claros tomó la mano del otro y comenzaron a caminar hacia el centro de la plaza donde todos se reunían a bailar. Los ojos negros de Sasuke se detuvieron un momento en la flor cempasúchil, mientras Naruto lo abrazaba por la espalda y apoyaba su cabeza en su hombro.

―¿Aun crees que no existe la eternidad? ―preguntó restregando su rostro contra el otro cual minino.

―Aún no ―contestó divertido―. Así que tendrás que seguir amándome varios siglos más para que te crea.

―Con todo gusto, Xibalba, digo Sasuke-Teme ―contestó el rubio mientras una enorme sonrisa se dibujaba en su rostro―. Pero tú también tendrás que hacerlo a cambio ttebayo.

―Pides mucho, Catrina ―bromeó con sus labios apenas curvados en una sonrisa mientras sus blancas manos lo aferraban a su propio cuerpo.

—Naruto, soy Naruto ahora—corrigió

—Lo que tú digas, Dobe.

“Claro que creo en la eternidad. Creo en mis sentimientos por ti y los tuyos por mí, pero me gusta molestarte con eso”

Pensó el tramposo dios de los olvidados. Naruto no tenía por qué oír de su boca aquellas palabras cuando aquella boba sonrisa le confesaba su complicidad en su mentira. Podía seguir jugando a ser no creyente y ver a Naruto esforzarse en hacer algún bonito gesto por él. Sí, ellos estarían juntos como las almas de aquellos mortales que supieron vencer a la muerte en su propio juego.

 

OWARI

 

Notas finales:

N/A: Un enorme agradecimiento a las personitas que respondieron mis dudas al respecto de las tradiciones mexicanas. Sin ellas no habría podido hacer el fic. Muchas gracias a: 

 

Monserrat Uzumaky Bravo

Andrea Valeria Mendoza

Keylee García

Angie EK

Samara Anderson

 

Ana reiko Kagami

 

Espero no les moleste que ponga sus nombres de facebook, pero quería mencionarlas :D

 


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