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DIA DE LOS MUERTOS por shiki1221

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Cap 3: Hasta que la muerte nos separe

Dejando de lado aquella pelea referente a la apuesta y la veracidad del amor, los dioses no tenían mayores problemas conviviendo. Evitaban el tema la mayor parte del tiempo y ello hacía más agradable su tiempo juntos. Ambos habían estado aprendiendo diferentes cosas el uno del otro haciendo el trabajo en equipo mucho mejor. Aunque siguieron peleando y discutiendo por asuntos de suma importancia…

―¡Sasukeee! ―gritó Naruto corriendo en su dirección―. Tus polillas están brillando y me acosan ttebayo ―se quejó frente al otro dios mientras entraba sin avisar a la habitación del otro.

―No son polillas, ahora son mariposas ―corrigió mientras seguía moldeando con sus manos unas almas en forma de esferas de luz.

—¿Por qué hay tantas polillas? —preguntó Naruto intentando quitarse de encima las que tenía.

—Son las encargadas de buscar el alma de los muertos —respondió Sasuke con aburrimiento mientras abría las manos recibiendo una—. Mira con atención —pidió mostrándole una.

El pequeño insecto se posó en la punta del dedo índice del moreno. El Dios de la muerte lo acercó a su compañero y lo dejó justo delante de los ojos azules. El blondo lo miró atentamente buscando algo. Quería conocer su función, pues eran quienes junto a las lechuzas aparecían cuando alguien iba a fallecer. Comprendió que el grito de esas aves ahuyentaba a las sombras. Entonces, ¿las polillitas qué hacían? Ellas no podían gritar o emitir algún sonido audible para los humanos.

—No lleva ningún alma por eso es una polilla de color tan oscuro —explicó Sasuke mientras alzaba su mano haciéndolo volar al insecto—. Sígueme para entender su importancia —agregó.

Ambos dioses siguieron al insecto luego de adoptar la forma de un ave. Eligieron ser golondrinas. Prefiriendo no llamar la atención de no ser necesario. A los humanos les gustaba mucho ver a las golondrinas volando juntas, con eso no los molestarían en el mundo de los mortales. Después de todo sólo estaban bajando para ver como trabajaba la polilla.

—Oye, ¿no deberíamos ser lechuzas? ―preguntó el rubio cuando se posaron en la rama de un árbol―. Las sombras podrían atacar ―dijo preocupado mirando a su alrededor en busca de alguna.

—No siento su presencia cerca de este lugar ―respondió con tranquilidad el de cabellos oscuros.

—¿Se puede sentir cuando aparecerán? ―interrogó Naruto entusiasmado con la idea de aprender esa habilidad y salvar almas él mismo.

—En realidad no ―negó el de ojos oscuros mientras aleteaba un poco―. Se sabe cuándo están presentes, pero no cuando van a aparecer. Generalmente mandó lechuzas por si acaso alguien va a morir y polillas también ―explicó un poco mostrándole a donde había ido su polilla.

—Aun no entiendo bien cómo funciona ttebayo ―admitió el rubio torciendo el cuello en señal de confusión.

—Sería largo de explicar y con tu hueca cabeza seguro no entenderías ―afirmó con un tono burlón y cortante que no daba lugar a más explicaciones verbales.

Naruto estuvo refunfuñando en su sitio al oír las palabras de su compañero. Aun así observó atentamente hacia el sitio indicado por el azabache. La polilla de color negro se posó en una esquina de una humilde casa. Las personas en ese lugar intentaron matarla naturalmente. Pues era creencia popular que ellas eran las causantes de la muerte de las personas lo suficientemente desafortunadas como para ser visitadas por la misma. Independientemente del recibimiento dado por los mortales la polilla se acercó sin que nadie lo notara al alma del recién fallecido.

―Mírala atentamente ―pidió Sasuke señalándolo.

Al posar sus ojos azules hacia la polilla notó como sus alas comenzaron a aclararse. Los tonos oscuros fueron reemplazados por alegres y vivaces colores. Una pequeña esfera de luz proveniente del pecho del alma del fallecido ingresó en su cuerpo transformando a la polilla en una mariposa.

―Las polillas vienen a los hogares de aquellos que murieron, luego se quedan con una porción del alma de esa persona ―habló calmadamente el azabache.

―¿Por qué hacen eso? ―interrogó sorprendido y maravillado por la transformación.

―Son mensajes para sus seres queridos. Creo que ese es el único mensaje que los mortales entendieron relativamente bien.

―¿Saben que las polillas negras y las mariposas son el mismo bicho?

―No, pero creen en la fortuna que traen las mariposas. En realidad cada una lleva los sentimientos y en ocasiones mensajes de sus seres queridos.

―Si creen que da suerte lo entendieron muy mal ttebayo.

―No tanto. Los mortales sienten felicidad al verlas, se sienten afortunados. Esa sensación proviene de los buenos deseos y el cariño de aquella persona amada ya fallecida.

―Es algo muy bonito ―afirmó con los ojos claros brillando de emoción ante tan bonita forma de llevar aquellos buenos sentimientos.

―Lo es, pero las personas suelen creer que las polillas de color negro presagian muerte. En ocasiones como a las lechuzas las han asesinado ―expresó Sasuke con algo de rencor contra los descuidados mortales.

―¿Qué sucede entonces con el mensaje? ―cuestionó Naruto preocupado por la misión interrumpida. No fuera cosa que sucediera como con las lechuzas.

―Nada. Simplemente nunca llega a la persona destinada.

Aquellas palabras hicieron bajar un poco la cabeza al propio Sasuke. No era lo ideal tener a sus pequeñas criaturas siendo asesinadas por los mortales. Tanto esfuerzo y sacrificio realizado por sus pequeños para ser brutalmente asesinados por la ignorancia de los vivos. El rubio se acercó al otro y sujetó las mejillas del dios de los olvidados y juntó sus frentes con cariño. Lo miró con los ojos completamente inundados por un brillo que transmitía calidez. Fue en la inmensidad de aquel mar azul atrapado en el rostro del blondo donde Sasuke sintió que algo le fue robado. Un pensamiento. Un sentimiento. El corazón quizás. ¿Tenían? Eran dioses y no poseían muchos de los dones otorgados a los humanos, pero sintió un tirón proveniente de su pecho.

Naruto por su parte tampoco estaba en mejores condiciones. Ver las expresiones de tristeza en el rostro del otro siempre causaba una molestia en su ser. Le daban deseos de castigar a quien fuera el causante de aquella expresión. Como el gobernante de la tierra de los recordados no conocía el dolor o la tristeza. Su existencia se basaba en risas y fiestas con aquellos a la espera de su turno para ir junto a los vivos. Hubo tantas cosas sucediendo a sus espaldas. Mismas de las cuales se encargaba Sasuke prácticamente solo. Se suponía que los dioses creadores repartieron las tareas de forma equitativa, pero notó cierto favoritismo hacia su persona.

―¿Te sientes mal? ―preguntó Naruto con un tono extrañamente serio.

―No, en realidad llevo mucho tiempo viendo repetirse una y otra vez los mismos sucesos ―explicó el moreno queriendo restarle importancia al asunto.

―No te preocupes ―consoló Naruto sujetándolo por los hombros―, seguro las almas que cuidas están muy agradecidas.

―Yo no lo creo. Ya deberías haberlo notado ―suspiró recordándole su reino desolado y árido―. Conmigo caen los que nadie ama. Los olvidados por todos los mortales.

―Pero tú no los olvidas. Eres el único en velar por ellos ―quiso animar el de cabellos dorados.

―Lo soy, pero quiero olvidarme de ellos ―admitió con un gesto de cansancio y pesar.

―¿Por eso deseas mi reino? ―cuestionó Naruto mirándolo con algo de comprensión.

―¿Te preocupa la apuesta? ―interrogó fijando sus ojos oscuros en el otro.

―Tengo curiosidad por lo que realmente quieres obtener ―respondió con completa sinceridad.

―Detesto mi reino. Oír los lamentos de cientos de promesas rotas “nunca me olvidaré de ti”. Mentiras, puras mentiras sin sentido ―expresó lleno de rabia de sólo pensar en las veces que oyó repetirse tales palabras.

―Oye los “juntos por siempre” sí… ―intentó interrumpir el rubio, pero no lo dejaron terminar la frase.

―Tengo al menos un centenar de almas que llegaron a mi reino con esas promesas y ahora están a punto de ser depuradas ―habló Sasuke mostrando una mirada mucho más fiera y peligrosa.

―Pues yo también tengo muchas almas con familias amorosas y…

―¿Tú te das cuenta cuando las almas de tu reino pasan al mío?

―Yo… ¡Por supuesto! Siempre…

―¿De verdad?

―¿Dudas de mí?

―Si eso fuera verdad sabrías acerca de las doce almas que el día de hoy pasaron a mi reino desde el tuyo ―reveló Sasuke con aire triunfante.

―Eso es mentira ―negó el rubio no creyendo que algo así hubiera sucedido sin su permiso―. Sólo quieres tener la razón como siempre ttebayo.

―Pregúntales a Jiraiya u Orochimaru, ellos les dicen cuando deben pasar ―sugirió el moreno cruzándose de brazos.

―Lo haré y verás que te equivocas ―aseguró Naruto alzando uno de sus brazos mostrando sus bíceps como si se tratara de una señal de victoria.

―Tendremos que esperar para seguir con esta discusión ―dijo repentinamente Sasuke viendo unas polillas cerca de él.

―¿Por qué?

―Sí que eres lento ―contestó el azabache mientras rodaba los ojos por lo tonta de la pregunta―. La guerra de los mortales ha terminado.

―Qué buena noticia ―celebró el dios de los recordados―. Eso significa que Kiba y Hinata volverán a reunirse ttebayo.

―Yo no contaría con eso ―comentó Sasuke mientras sonreía de lado―. Hay muchos muertos por eso tenemos ordenes de ir allí a juntar las almas y dividirlas.

―Yo tengo fe en el “vivieron felices para siempre” ―dijo Naruto lleno de esperanza.

La guerra había finalizado y los soldados retornaban a sus hogares. La batalla había sido larga y sin cuartel. Muchas vidas se perdieron y otras tantas jamás volverían a ser las mismas. La muerte de compañeros y amigos quedaron grabadas en la memoria de los supervivientes. La tierra se tiñó de carmín y hasta el cielo pareció llorar por la tragedia vivida bajo el mismo. Múltiples cadáveres quedaron a la intemperie siendo alimento para los carroñeros. Para los moribundos de peor suerte, algunos animales y alimañas comenzaron a devorarlos aun estando vivos. Esa panorámica se grabó en la memoria de quienes sobrevivieron. Sólo los alegraba pensar en la bienvenida. Ver a sus seres amados nuevamente haría valer todo lo sufrido. O al menos eso creyó Kiba.

—¡Hinata! —llamó entrando a su hogar.

Aún tenía varios vendajes en su cuerpo, pues rechazó descansar más tiempo. Pese a la insistencia de parte de sus doctores y de las enfermeras. Ellos le aseguraron poder enviar un mensaje a la susodicha para que fuera ella quien lo fuera a visitar. Mas Kiba se negó. Quería darle una sorpresa apareciendo repentinamente con un ramo de flores en mano. Se le insistió una última vez esperando que reposara al menos hasta retirarle los vendajes. Esa última vez, ni siquiera respondió. Tomó sus pocas pertenencias y partió rumbo a su hogar. Cada día desde su partida pensó en ella y oró por su bienestar. Poco le importaba tener su vida en riesgo, pero Dios no permitiera daño alguno en su ausencia. Buscó con la mirada en el interior de la humilde morada encontrando sólo a su perro.

—Akamaru busca a Hinata —pidió a su fiel compañero.

El perro era viejo. Menos vivaz que años anteriores. Con pereza se levantó y caminó a paso lento guiando a su dueño hacia donde le pidió. El hombre de cabellos castaños tampoco podía caminar a gran velocidad. Cojeaba del pie derecho, pues una bala en su rótula redujo enormemente su movilidad. Apuró el paso lo más posible, producto de la emoción de volver a ver a Hinata. Sólo le quedaba confiar en el olfato del can para indicarle el camino. Sabía lo listo que era su perro. Akamaru movió la cola mientras se acercaba a Inuzuka, pero al mencionar aquel nombre nuevamente, el animal agachó las orejas. Un gemido lastimero salió de su hocico y a paso lento caminó hasta su habitación. Akamaru subió a la cama y comenzó a aullar preocupando a Kiba.

—¿Qué sucede? —preguntó el castaño al perro. Sabía que jamás obtendría una respuesta clara, pero su actuar era extraño.

—Hinata se ha suicidado —respondió una voz a sus espaldas.

—¡Hanabi! —exclamó sorprendido dándose la vuelta para verla. Sin creer lo oído—. ¿Cómo? ¿Por qué se ha suicidado? —interrogó desesperado.

—No lo sabemos —respondió la menor acercándose al perro para acariciar su pelaje. Se sentó en la cama y con una mirada de tristeza se fijó en Akamaru. Incapaz de ver a su cuñado derrumbarse por la noticia.

—Tiene que haber alguna razón —dijo elevando la voz—. Alguien le hizo algo, ¿cierto? ―cuestionó entre enojado y dolido.

Ellos habían orado juntos al Dios del Sol, pidiendo su protección mientras estuviera en el campo de batalla. Y Hinata creía en su divino poder, así como en él mismo. Le aterraba pensar en la poca confianza que podría haberle tenido a su palabra. Juró que volvería a como diera lugar, ¿por qué acabar con su vida de esa forma? ¿Lo dio por muerto? ¿Alguien la lastimó mientras no estuvo a su lado? En el hospital se había enterado de ciertos rumores y anécdotas desagradables. Entre las cuales figuraba el ataque de bandidos a pueblos pequeños. Con la mayoría de los hombres luchando en el campo de batalla, las mujeres y niños estaban a merced de sus perversos deseos. La triste posibilidad era bastante plausible y temía confirmarla.

—Sólo me pidió un día cuidar de Akamaru —comentó con tristeza dejando al perro lamer su rostro—. Al día siguiente descubrimos su cuerpo ―respondió la menor de los Hyuga.

—Oh lo siento —se disculpó Kiba al darse cuenta de que no agradeció el cuidado a su amigo—. Gracias por cuidar de Akamaru ―dijo sincero antes de acercarse también al animal―. ¿Notaste algo extraño en Hinata cuando te pidió ese favor?

—No ―negó la menor moviendo su cabeza―. Parecía decidida. No sé cómo decirlo, pero no la noté triste o deprimida, sino que tenía una mirada llena de coraje.

―Si estaba así es aún más incomprensible su decisión ―suspiró Inuzuka, notando a Akamaru inquieto moviendo su cola.

―Intenté llevarlo a mi casa, pero mi padre no lo aceptó —relató ella suspirando.

—Como a mí —soltó Inuzuka amargamente.

Hanabi quiso decir alguna palabra de aliento, pero tendría que mentir para ello. Su padre era lo suficientemente estricto como para negarse a dar su bendición al compromiso de Hinata y Kiba. No lo aceptaba por la diferencia social y económica y jamás cambiaría de opinión. Pues la familia Hyuga era bastante apegado a las tradiciones y su imagen ante la sociedad lo era todo. No importaba si debían negar la existencia de una de sus hijas con tal de no manchar su “honor”. A causa de eso, ella era la única persona manteniendo contacto con la primogénita de los Hyuga. Era la conexión entre la familia y Hinata, quien les mantenía al tanto a ambos bandos. A su madre preocupada por su pequeña y a su hermana mayor, quien siempre mantuvo preocupación por el bienestar de sus padres.

—De todas maneras nunca se aleja de esta casa —explicó con pena—. Se queda aquí cuidando del lugar.

—Es muy leal y obediente —suspiró Kiba felicitando al can.

—Ya que estás de regreso no hará falta que siga cuidando de él —comentó mientras se dirigía a la puerta.

—Eso creo —respondió sin mirarla—. Si no te molesta quisiera estar a solas.

Hanabi dudó sobre la petición. Temió que, de dejarle solo hiciera una locura como su hermana. Ella no podría cargar con otra muerte en su conciencia. Aun no dejaba de recriminarse no haber notado las intenciones de su hermana mayor. Mas hizo caso al pedido de su ex cuñado al ver la súplica en su mirar. Se retiró de la casa. La misma estuvo casi en completo silencio, sólo los jadeos de Akamaru se oían allí. Kiba no emitía ruido alguno ni se movía. Sólo permaneció de pie frente a la cama de su amada viéndola vacía. Akamaru ladró al castaño viéndolo preocupado. Aún sin poder decir palabras de aliento intentó consolarlo. Con su lengua lamió con cuidado los dedos de Kiba.

—No te preocupes —dijo sollozando. Su voz trémula intentaba sonar firme sin éxito—. Yo estoy...  Estoy... —repitió un par de veces.

Viendo que su voz no salía se decidió rendirse a su tristeza. Abrazó a su compañero canino y comenzó a llorar desconsolado. Tanto tiempo debatiéndose entre la vida y la muerte. Incontables noches soñando con una vida pacífica juntos. ¿De qué sirvió luchar por proteger su hogar si no pudo salvarla a ella? La culpa estrujo su corazón. Si hubiera estado a su lado habría evitado su trágico final. Akamaru gimió de tristeza. Lo acompañaba en su llanto a su propia manera, aullando sin descanso.

Entretanto, los dioses de la muerte veían todo con confusión. Por diferentes motivos. Uzumaki se extrañó de no ver el alma de esa joven en su reino. Hinata tenía familia y una pareja llorando por ella en ese preciso momento. ¿Dónde estaba? Y Sasuke, de estar vivo, hubiera palidecido. La apuesta entre Naruto y él se perdió. O eso asumió siendo que una de las partes ya no participaba. Aunque tenía sus dudas. Pues le había hecho trampa a Naruto y de ser descubierto tendría que lidiar con las consecuencias. Se habían vuelto muy cercanos en esas dos décadas juntos. La persistencia del hilo rojo puesto por Tsunade los obligó a llevarse bien. Fue un gran incentivo no poder distanciarse ni deseándolo. Sin embargo, ahora esa cercanía haría todo mucho más incómodo entre ellos.

—¿Qué sucederá con nuestra apuesta? —cuestionó el azabache mirando de reojo al rubio.

—¡¿Cómo puedes pensar en eso en un momento como este? —preguntó Naruto mirándolo con desaprobación—. Murió una persona y no ha llegado a mi reino.

—Podría ser un alma en pena —comentó el azabache—. Encontrará su camino tarde o temprano —dijo desinteresado.

—Con más razón debo encontrarla ttebayo —aseguró preocupado.

Era la primera vez que un alma no llegaba donde él. Por lo oído de la hermana de la fallecida, había pasado mucho desde su deceso. Aún si para él los días o las décadas eran suspiros, dudaba de habérsele escapado. No podía permitir que vagara sola. Si había una razón para tener un reino para las almas, era justamente esa. Era peligroso no cumplir su ciclo. Además, era dolorosa la soledad. No saber dónde se estaba, qué sucedió y demás. Ver a las personas vivas ignorantes de su existencia y nadie para guiarle. No, no podía dejarla a su suerte. Desde que había sido atado a Sasuke se había vuelto más responsable y consciente de sus deberes como dios.

—¡Espera, Naruto! —gritó el moreno al verlo asumir forma de águila y emprender vuelo.

No teniendo más opción cambió a su forma de cuervo. Batió sus negras alas y siguió al otro. Sintió la necesidad de detenerlo antes de que se enterara de la verdad. El dios de cabellera rubia logró abrirse paso por aquellos caminos de los humanos. Surcó los cielos buscando el alma fugitiva siendo perseguido por el otro dios. Se topó con algunas almas perdidas, a las cuales les dio descanso al transportarlas a su reino. Preguntó si habían visto a la joven, pero las respuestas fueron negativas..

—Vámonos, Dobe —pidió Sasuke al alcanzarlo con algo de dificultad—. Tenemos mucho trabajo pendiente aún y tú vienes a perder el tiempo aquí —reclamó con enojo fingido ocultando los nervios en su interior.

—Necesitamos ir a revisar la casa de sus padres ttebayo —avisó con seriedad.

La expresión en el rostro de Naruto era severa. En la mayoría del tiempo podía verse torpe y tonto, pero cuando se trataba de su trabajo como dios de la muerte su actitud cambiaba drásticamente. El dios de los recordados voló rumbo a la hacienda Hyuga. Allí se posó en un árbol desde el cual observó el interior de la casa. La hermana menor de la difunta tenía un pequeño altar con el retrato de Hinata y una vela en su honor. El jefe de esa familia no parecía haberse opuesto al altar. En el fondo de su corazón la amaba y pese a haberla negado ante la sociedad, no podía ocultar por completo cuanto lo afectó. Él también llegó a sentir un remordimiento en su consciencia. ¿Y si no la hubiera dejado sola? ¿Fueron sus constantes presiones lo que la orillaron a tomar aquella decisión? Había muchas preguntas silenciosas que se guardaba para sí mismo a sabiendas de la nula respuesta a las mismas.

Uzumaki estaba preocupado por el alma de aquella mujer. Desde que tuvo consciencia sobre la existencia de las sombras había estado ayudando a Sasuke en su tarea de salvar almas. Él mismo en ocasiones adoptó la apariencia de una lechuza como hacía el otro dios. Recibió insultos y ataques. Varias veces lograron darle con piedras y otras tantas quisieron cazarlo creyendo poder detener a la muerte. Por eso mismo estaba intranquilo. Si Sasuke hubiera rescatado esa alma estaría en el reino de los recordados. Estaba tan metido en sus propios pensamientos que no había notado el nerviosismo del moreno.

—Sasuke —llamó preocupado a su compañero—, ¿no está su alma en tu reino? —preguntó esperanzado.

—No —negó de inmediato Sasuke.

—No queda más opción que preguntar a los ancianos —suspiró el rubio siendo esa su única salida.

—¡Espera! —pidió el moreno con un leve tono de miedo.

Sin embargo, Naruto no se dio cuenta de aquel detalle. Cambió de forma y se elevó entre las nubes batiendo sus alas de águila. No le llevó demasiado lograr llegar a su destino.

—Qué sorpresa verte por aquí, Naruto-kun ―saludó el dios hacedor de ojos amarillentos.

—Es urgente —respondió el rubio luego de volver a su forma original—. Ha ocurrido algo terrible. 

—¿Así? —cuestionó Orochimaru mientras se cruzaba de brazos elegantemente—. ¿Qué sucedió?

—El alma de una persona está extraviada —contestó viéndolo directamente a los ojos amarillentos.

—Eso es imposible —afirmó el mayor mirándolo divertido—. Todas las almas están asignadas a tu reino o al de Sasuke-kun —explicó paseando sus amarillentos ojos en los menores.

El dios creador ensancho una maliciosa sonrisa al ver al dúo de la muerte. Podía ver el nerviosismo de uno de ellos. Aquella pequeña travesura se había salido de control y su tiempo de relajación había llegado a su fin. Las consecuencias estaban a una frase de distancia. Pese a la blancura de la piel de Sasuke, fue capaz de notar la palidez en su ser. Lo había dejado hacer su santa voluntad por bastante tiempo. Sin embargo, el capricho de su consentido ya había durado bastante tiempo, veía justo ponerle fin. Los ojos oscuros suplicaron en silencio no exponerlo. Un leve movimiento de cabeza de parte de Orochimaru negó aquel pedido.

—El alma de Hyuga Hinata está en el reino de los olvidados —soltó el hombre de larga cabellera sin mayor miramiento.

—¡¿Cómo?! —preguntó el rubio totalmente confundido y pronto cambió a enojo y desconcierto—, pero ella tiene altares y gente recordándola ttebayo ―explicó al mayor ignorando momentáneamente a su compañero.

—Aunque los tenga, Sasuke-kun se quedó con su alma ―confirmó Orochimaru.

—¿Por qué no dijiste nada? —preguntó Naruto completamente enojado al mencionado—. Tú... ¿Por qué? Dime la razón para conservar el alma de alguien de mi reino ―pidió una respuesta en tono de súplica.

Aquellos ojos azules confiaban en él. Guardaban cariño y admiración por aquel ser creado para ser su compañero. Aun si en un inicio se negó a ser complementarios, ahora era diferente. Era alguien valioso para él y no podía concebir ser traicionado de aquella forma. Sasuke guardó silencio. Mantuvo sus labios unidos con fuerza similar a la del rigor mortis. Naruto lo miró expectante. Detalló la figura de aquel dios notándolo nervioso. Jamás lo había visto de tal manera antes, ni siquiera cuando eran regañados por sus creadores. La saliva pasó con dificultad por la garganta de Sasuke, las siguientes palabras las tenía atoradas en su boca. No podía, corrección, no quería decirle sus motivos, pues ¿cómo lidiaría con las consecuencias?

—Sasuke-kun provocó la muerte de esa mortal —dijo Orochimaru rompiendo el mutismo del momento.

—Eso es imposible por muchos motivos ttebayo —exclamó el blondo, mostrándose indignado por tal acusación sin poder creer aquel comentario―. Miente, ¿verdad, Teme? —preguntó en un tono de súplica rogando oír una respuesta negativa.

—Tendrás que decirle la verdad —sugirió Orochimaru. Su mirada se había suavizado un poco al pronunciar aquellas palabras.

El dios de cabellera azabache no dijo ninguna palabra, ni aceptando ni negando lo afirmado. Sus orbes oscuras buscaron los amarillentos ojos de Orochimaru. Volvió a pedir ser salvado por el mayor. Esa situación era algo a lo que Sasuke sentía no poder enfrentarse. El mayor negó con su cabeza mostrándose sereno. Pese a ser un dios de carácter caprichoso, gustoso de hacer sufrir a quien se metiera en su camino, su protegido era otra historia. Alargar demasiado aquel error cometido lo llevaría a tener problemas con el gobernante del reino de los recordados. Siendo su relación tan buena últimamente era mejor no ocultarse nada. Era básico para dioses y mortales tener confianza entre los miembros que pretendieran mantener una relación.

—Es verdad —admitió el moreno mirando fijamente al otro sin poder ocultar ese secreto. No cuando hasta el dios que lo favorecía le daba la espalda—. Yo me hice pasar por un mortal y le dije que su prometido falleció —explicó soltando el aire contenido en sus pulmones.

—¿Esto es por nuestra apuesta? —interrogó Naruto lleno de ira—. ¡¿Sólo por nuestra estúpida apuesta fuiste capaz de matarla?!

—No la asesiné —se defendió. Sus ojos se llenaron de culpa y vergüenza por su manera de actuar—. Creía que volvería con su familia. Jamás creí que se suicidaría ―admitió con sinceridad.

—¿Qué no lo pensaste? ¿Esa es tu excusa? ―interrogó aún más molesto que antes.

El rubio sabía el pensamiento de Sasuke respecto a las promesas o juramento que incluyeran “la eternidad”, pero eso no era razón para perdonar tal afrenta. Él mismo vio cómo las almas intentaban cruzar del reino de los olvidados hacia el plano mortal en el día de los muertos. Muchos gritaban y juraban tener a alguien esperándolos. Antiguos amantes, familiares, amistades, todos igualmente olvidadizos y poco respetuosos de la sagrada tradición. Convencer a las almas que su lugar era en el reino de Sasuke era difícil. Y en parte muy desgastador para su persona. Ver la envidia y el anhelo de aferrarse a quienes fueron le daba pena. Mas, fue el moreno quien mantenía su seriedad respecto al asunto y no se dejaba ablandar por aquellas peticiones.

—Es la verdad ―aseguró Sasuke mostrándose serio. Su actitud siempre cambiaba nada más sacar el tema―. Todos los humanos sustituyen a los fallecidos con alguien más ―repitió como tantas otras veces lo hizo durante sus intentos para convencer a Naruto de tener la razón.

—¡Ese no es el punto! ―exclamó decepcionado. Esperó alguna disculpa o arrepentimiento por sus acciones, no tan patética excusa―. Hiciste algo terrible sólo por una ridícula apuesta nuestra.

—Naruto —llamó el dios de los olvidados intentando tocar su hombro.

—¡No me toques! ―ordenó alejándose de él antes de permitirle rozar su cuerpo.

Los ojos oscuros se expandieron sin poder creer semejante reacción. Sabía que estaba enojado con él, pero ¿tanto? ¿Lo suficiente como para rechazarlo de esa manera tan brusca? Ellos eran una dualidad. Según los dioses creadores no debían rechazarse, pues fueron hechos el uno para el otro. Ellos eran los únicos seres creados para estar eternamente juntos. Sin embargo, nunca creyó tal cosa al haberse empleado aquel “para siempre” tan odiado por él desde hace siglos. Una parte. Su subconsciente quizás, era la única parte en su ser esperanzada por aquella promesa. Una esperanza asesinada con las palabras por el de cabellos áureos. Los ojos azules se clavaron en los suyos con frialdad. Aquella mirada estaba negando su propia existencia, no era un simple malentendido, estaba herido y traicionado.

—Orochimaru déjame tener esa alma en mi reino como corresponde ―pidió Naruto volteándose a verlo con un rostro libre de expresiones.

—Lo lamento mucho, Naruto-kun, pero esa alma es propiedad de Sasuke ―explicó Orochimaru apoyando su cabeza en su propia mano mirándolo con una sonrisa retorcida.

—¿Por qué? ―exigió saber el rubio ante la atónita mirada azabache.

—No me corresponde decirte eso, pero puedes pedírsela a Sasuke ―sugirió el mayor señalando con su dedo índice al mencionado―. Si acepta dártela es tuya.

—Prefiero encontrar otras formas de hacerlo —concluyó con un mal humor notorio en su voz.

El rostro de Naruto se contrajo visiblemente al observar al Dios de ojos negros. El remordimiento llegó casi de inmediato a Sasuke. Era su penitencia por tal acto de negligencia, pero precisamente por lo mismo quiso ocultar la verdad. Lo último que deseaba era perder a su persona más importante. Empero, desconocía la magnitud de lo afectado que estaba el blondo. Le había tomado décadas conocerlo y quitarse aquella imagen de que Sasuke era un dios insensible y cruel. Su forma de actuar cuando estaban juntos le llegó a cautivar y ahora se enteraba que todo el tiempo resultó ser verdad su primera impresión. Un reino, una apuesta o lo que fuera, no valían semejante sacrificio. Su deber era escoltar almas de personas fallecidas, no causar daño. Su intervención debía ser mínima y sólo limitada a relacionarse con aquello de origen sobrenatural como las sombras.

—¡No debiste decírselo! —gritó Sasuke al dios de ojos amarillentos cuando estuvieron a solas tras la partida de Naruto.

—Tiene derecho a saberlo —siseo Orochimaru con desinterés—. Manipulaste una muerte.

—Él nunca se había involucrado en la recolección de almas, ¿por qué ahora importa? ―cuestionó queriendo desviar el tema. No tenía un buen argumento para rebatir las palabras del mayor.

—Porque ya no es sólo tu tarea —respondió de forma calmada—. Desde que los presentamos han avanzado mucho en su relación ―agregó el mayor.

―Y ahora todo ese progreso se echó a perder por culpa de tu boca ―acusó Sasuke mientras golpeaba su pie contra el suelo con impaciencia y molestia.

―No puedes actuar de esa forma tan impulsiva e ilógica ―regañó Orochimaru mirándolo enojado―. Siempre has sido un dios sensato y responsable. Espero que arregles este error a la brevedad ―dijo señalándolo con su dedo índice.

―Lo haré, estoy trabajando en eso ―murmuró cruzándose de brazos.

Sasuke al darse cuenta de que no había nada más que hablar se marchó de allí. Ir a pedirle a Naruto un momento para explicarse sería completamente inútil. Ni siquiera por pedirle esa alma le dirigiría la palabra en esos momentos. Aunque siendo justo consigo mismo, ni aunque el rubio le suplicara aquella alma podría dársela. Ya tenía un acuerdo con el dios del Sol y no podía faltarle a su palabra.

 

CONTINUARÁ….

 


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