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Encrucijada por SEMASOLITIA

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Sabía exactamente donde se encontraba.  Cada vez que daba un paso por aquel pasillo, se convencía más de que no estaba en ese lugar para jugar o hacer algo divertido. No era para nada bonito lo que sus ojos observaban con cada paso que daba por aquel estrecho pasillo. 

Aquel lugar simplemente era lúgubre. Lo odiaba por el simple hecho de que en ese lugar solo se veían personas sufriendo, ya que sus expresiones lo decían todo. Los médicos  se notaban agotados y estresados, con ganas de dormir aunque fuera unas cuantas horas. Uno que otros familiares esperando la noticia que cambiaría o no sus vidas para siempre; otros se alegraban de haber podido hacer algo por la persona convaleciente, y otros recibiendo la peor de las noticias.

Los doctores y enfermeras corrían como si no hubiese un mañana. Entraban y salían de diferentes habitaciones, donde pudo observar personas claramente enfermas; algunos conectados a máquinas de oxígeno; de esa máquina dependían sus vidas. Otros simplemente tosían sin parar, quejándose de los dolores de las lesiones en sus cuerpos. Su corazón latía rápidamente cada vez más, porque sabía que pronto llegaría a su destino.

Habían pasado varios meses desde que comenzó a visitar aquel hospital sin falta. Al menos tres veces a la semana. "Cuatrocientos cincuenta", número de habitación que aquellos inocentes ojos grises observaban fijamente por largos segundos antes de entrar.   

—¿Estás listas? 

Aquella niña de tan solo diez años, no entendía por qué siempre antes de entrar a aquella habitación, aquel señor canoso de unos sesenta años y ojos color amarillo grisáceos, ya por la edad, le preguntaba siempre lo mismo. Nunca se dignó a preguntarle la razón de aquella pregunta, su curiosidad no era tan grande en ese momento. Con responder un "sí, señor" ya tenía la satisfacción de saber que la conduciría hacia el interior de la habitación. 

Era consciente de lo que vería, no era la primera vez que entraba, habían sido muchas veces y no sabía si la mejor opción era eso...entrar. Su disposición y terquedad, no permitía que pudieran evitar que entrara a ver a una de las personas más importantes en su vida...su madre. Con pasos lentos y firmes entraron. Como era habitual, la habitación era igual de lúgubre que aquel pasillo y demás habitaciones, lo que hacían la diferencia eran las flores que adornaban aquella mesa de noche, y uno que otros cuantos dibujos hechos por un niño no mayor de diez años.

La pequeña niña, que en ese momento vestía su uniforme escolar, se acercó lentamente, sin soltar la mano de aquel señor. No sabía por qué la timidez se apoderaba de ella, conocía a aquella mujer que se encontraba en cama, o tal vez era el simple cambio radical que había experimentado físicamente en los últimos meses, que la llevaron a ese lugar, como consecuencia de un cáncer de páncreas diagnosticado en etapa III. 

Luego de haberse sentido mal por algunas semanas, decidió acudir al médico casi a rastras, porque si algo caracterizaba a Sophie Murphy, conocida como Sophie Evanson, era que odiaba los hospitales y todo lo referente a ello. Antes de todo el caos, se decía a si misma, que había aprendido de su difunta abuela y madre sobre remedios caseros para cualquier mal, lo que no sabía era que ese mal estaba acabando con su vida poco a poco y que esas medicinas caseras no servirían de nada.  

Su médico, al obtener un diagnóstico definitivo, el cáncer se encontraba en una etapa avanzada, donde el tumor media alrededor de cuatro centímetros y se había propagado a  los ganglios linfáticos. Por otra parte, había esperanza de que el tratamiento pudiera producir los efectos deseados y evitar que se propagase a otros órganos y aumentar la supervivencia a unos cuantos años más, pero lamentablemente para ella, las cosas no salieron como se esperó. 

El cáncer comenzó a consumirla. Los tratamientos más convencionales como eran las quimioterapias y otros más, la debilitaban cada vez más. Tenía la necesidad de luchar por su vida, porque sabía que tenía tres hijos por los cuales velar y proteger, pero al mismo tiempo sentía que su vida ya no le pertenecía y que nada de lo que hiciera podría salvarla. 

El mayor gasto de su vida no fueron ni ropas caras, ni viajes a diferentes partes del mundo, ya que le encantaba tener una vida modesta y vivir de manera humilde, pero por más que quiso, no pudo evitar pensar que su vida era controlada por alguien más y que debía impresionar a personas a los que no quería impresionar.

"Ojalá fuera más fuerte" "Ojalá no tuviera que decepcionarlos así" Se repetía una y otra vez en su cabeza, refiriéndose a su familia a la que tanto amaba.

Llegó un momento en el que se sentía como un motor sin potencia, hasta respirar le costaba un mundo, cosa que le parecía frustrante. El dolor era otra cosa que aumentaba su agonía. Necesitaba morfina para evitar el sufrimiento y el dolor. Solo quería estar ahí, acostada. No podía comer; ella misma se asustaba por no tener ganas de comer, cosa que le encantaba y más hacerla para su familia. El delirio, acompañado de agitación, alucinaciones y desosiego, toda una carga para una sola persona.

Se sentía aliviada al ver a su hija mayor, pero le dolía saber que podría ser la última vez que la viera. Su hija era parte de su tratamiento cuando iba a visitarla; Odiaba el hecho de que tuviera que verla en ese estado, pero aún así amaba esos encuentros. Debía aprovechar cada minuto, porque no quedaba mucho tiempo y Sophie lo sabía muy bien. Podría ser la última vez que sintiese esos efectos. 

Los otros dos eran más pequeños y no podía permitir que fueran y la vieran así, no tenían aquella voluntad que tenía aquella pequeña de tan solo diez años. Confusa ante la situación, pero no importaba cuanto le dijeran que no, ella siempre aparecía ante sus ojos, aunque le costara hablar, era difícil hacerlo, pero iba a hacer un intento por decirle cuanto los amaba, cuanto deseaba poder estar junto a ellos; verlos crecer como adultos de bien, yendo por el buen camino y teniendo un futuro brillante. Viendo a los hijos de sus hijos crecer...pero en el fondo, ella sabía que no sería así, estaba preparada para afrontar todo, ya sabía que la hora de irse se acercaba. 

Su último esfuerzo, su último aliento, fue decir algo que nunca olvidaría por el resto de su vida:

"Nunca olviden que los amo. Siempre estaré con ustedes, tal vez no en cuerpo, pero siempre estaré en sus mentes y corazones. Nunca olviden lo más importante: amarse entre ustedes. Respetarse y nunca herirse entre ustedes. Su padre los cuidará muy bien, estarán más que bien, yo lo sé porque ustedes son inteligentes y sabrán lo que es lo bueno y lo que es malo. Al ser la mayor, tendrás que cuidar de ellos siempre, nunca olvides tu papel, debes protegerlos pase lo que pase, no importa si pelean por indiferencias, nunca deben alejarse. Aprender a convivir juntos. Eso es lo que deben de saber. Los estaré cuidando desde el cielo, algún día nos volveremos a ver...Adiós" 

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Chloe abrió sus ojos rápidamente y unas lágrimas se escurrieron por su rostro, lágrimas que salieron sin querer queriendo. No era la primera vez y estaba segura que no sería la última que soñaba con su madre. No era esa clase de sueños que hubiera querido tener, prefiera sueños menos amargos, pero era el mismo sueño una y otra vez. "Lástima que uno no controla sus sueños y los acomodaba a su conveniencia", pensó esta.

Se quedó sentada unos minutos en la cama, mirando a un punto fijo de la habitación. Pasó ambas manos por su rostro y se dispuso a levantarse para tomar una ducha y cambiarse. No sabía cuales serían sus planes para ese día. Recorrió por varios minutos la habitación, no sabía si salir porque había recordado lo que había pasado la noche anterior con Katja. 

Era una adulta y debía enfrentar sus acciones, pero por otro lado, se sentía culpable por todo lo que había pasado. Las cosas habían pasado espontáneamente, porque ninguna de las dos planeó nada, al menos por su parte no. Nunca imaginó que recibiría un masaje esa noche y de un masaje se transformaría en otra cosa. Ni siquiera sabía que sentía Katja por ella, porque a pesar de que la había besado aquella vez, no pensó nada fuera de lo normal.

Veía o quería ver a Katja como a otra hermana o a una buena amiga en la que pudiera confiar, pero ya habían cruzado una línea a esos deseos. Estaba demasiado confundida  y no sabía qué haría más adelante. 

La única relación que sostuvo con una mujer había sido años atrás, una relación que no duró lo que ella esperó. Dicha relación había quedado en secreto por muchos años, hasta su tiempo de haber finalizado por decisión de ambas. Le resultaba muy curioso que la única persona que había amado de verdad, si de sentimientos se tratara, fuese a una mujer y que luego se había visto envuelta en una relación con un hombre; sus dos únicas relaciones más duraderas que había tenido en su vida, a pesar que una de ellas había sido solo una mentira. 

Chloe se dirigió rápidamente al cuarto de baño, no sintió a nadie en los alrededores así que aprovechó para entrar y tomar una ducha, cepillarse y cambiarse. Una vez había salido, buscó a Katja, pero no la encontró por ningún lado. En la habitación donde había dormido y donde todo sucedió, o al menos una parte del todo, la cama estaba tendida y bien organizada.

Admitía que Katja era una chica bastante organizada, aunque su apariencia aparentaba de una típica chica joven, con aires de rebeldía que no tenía ni un pelo de organizada, pero Katja no se parecía a alguna persona con dicha descripción.

Los años que pasó encerrada, le ayudaron a conocerla un poco, gracias a que la rubia se había abierto a ella para contarle cosas de su vida. En ese poco tiempo que llevaban viviendo bajo el mismo techo, se dio cuenta que no era más que una chica alegre, bastante madura y a pesar de que su vida desde joven fue muy complicada, se mantenía alerta ante todo a su alrededor. 

Una persona que ha estado en situaciones que la habían hecho madurar a temprana edad, mucho más a la muerte de sus padres cuando era pequeña, pasando de orfanato en orfanato y escapando de este último a la edad de dieciséis años. De ahí fue totalmente independiente, durmiendo en iglesias antiguas y lugares abandonados, junto con otras personas en su misma condición: sin hogar y sin familia.

Lamentablemente para ella y como todo joven sin un guía que cae fácilmente en la oscuridad, tuvo que entrar en el mundo de las drogas, pero gracias a alguien que había conocido un año después, pudo ayudarla a recuperarse de su adicción y enseñarle cosas nuevas en su vida. 

Dentro de todos los conocimientos aprendidos en ese entonces, estaba el de la informática, área en la cual Katja tuvo un gran dominio y  el de aprender otros idiomas como era el inglés, idioma que aprendió rápidamente. Katja mostraba una gran habilidad, ya sea todo lo que tuviera que ver con redes y seguridades. Logró conseguir empleo en una empresa, ya que sus grandes conocimientos que había adquirido en menos de un año, le sirvió a la empresa por la que fue contactada. Era muy buena en el área de matemáticas.  

Con el paso del tiempo, su curiosidad aumentó más y más. Comenzó haciendo cosas que para cualquiera pudiera considerarse ilegal, lo cual provocó su despido y casi arresto. Más adelante, se dio cuenta que la persona que la había ayudado tanto y le había enseñado todo lo que sabía, andaba en malos pasos, pidiendo su ayuda para conseguir algo de dinero, ya que con el dinero que consiguieran, fundarían una escuela para poder ayudar a las personas que estuvieran en su misma situación. 

Katja a pesar de ser bastante inteligente, podría pasar algunas veces de ilusa, y al final, no pudo negarle nada a la persona que le había ayudado tanto. Era como un hermano para ella, por eso sin pensarlo y aún sabiendo el riesgo que estaba tomando, decidió ayudar. Para mala suerte de ella, fue atrapada en actos ilegales y arrestada en Alemania.

Blaz, nombre de aquel sujeto que la había sacado de las calles, no pudo hacer absolutamente nada por ella, ya que eso implicaría su arresto si trataba de intervenir. Logró comunicarse varias veces con ella, haciéndose pasar por alguien más, arrepentido de haberle pedido su ayuda y que en ese momento se encontrara encerrada y él no. 

En esas pocas ocasiones hablaron; se ofreció a entregarse con tal de sacarla, cosa por la cual ella se negó, dejando en claro que no había sido su culpa, ella había aceptado, sabía el riesgo que tomaba al ayudarlo, sabía lo que implicaba y aun así lo aceptó sin oponerse.

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Solo hubo preocupación para la castaña en toda la mañana. Se preguntaba a donde había ido la rubia. No le gustaba para nada que saliera sola sin decirle nada y más si no conocía bien la ciudad y los alrededores.

—Necesito que me hagas un favor —Chloe había realizado una llamada desde el teléfono del apartamento, comunicándose con Leonard

—Sí claro, lo que quieras

—Necesito que me consigas dos teléfonos móviles y no de esos celulares llamativos, unos que sean suficiente para hacer llamadas, ¿de acuerdo?

—Sí, por supuesto. Pasaré más tarde por allá ¿todo bien?

—Algo así. Katja no está, no sé a donde pudo ir y estoy algo preocupada

—Deja de preocuparte tanto, no es una niña y tiene derecho a salir, no siempre saldrá cuando lo hagas tú, así que tranquilízate. 

—Ya lo sé, pero me hubiera gustado que...—En ese mismo instante, observó un papel doblado encima de la mesa y cerró rápidamente el teléfono, dejando a Leonard sin una respuesta. Se acercó y tomó el papel; parecía una especie de carta, o más bien un aviso:

"Saldré a correr hoy, no te dije porque estabas durmiendo y no quería despertarte por eso. Estaré bien, no tardaré" Att: Katja

Chloe se sintió mucho más tranquila, pero al mismo tiempo no. Se preguntó por qué no le había dicho, la hubiera acompañado, pero era más que obvio la razón. Fue hacia la cocina y preparó algo para desayunar. Desayunó sola. Hubiera preferido que la acompañara, ya que estaba acostumbrada a estar con ella, al menos a hablar con ella y sentir su presencia cerca.  Tocaron a la puerta, e imaginó que era ella y se levantó rápidamente para abrir. 

—Ka...—Pero antes de que pudiera completar aquel nombre, se dio cuenta de que no se trataba de ella. Se sintió algo decepcionada. Se preguntó sobre la identidad de aquel sujeto que estaba frente a ella. Intuyó que debía tratarse de alguno de esos "gorilas" que cuidaban de su hermano, ya que sintió haberlo visto aquella noche en la fiesta del club. 

Tenía aquel típico porte de hombre rudo, que pasaba largas horas ejercitándose en el gimnasio, vestido con traje y cuyos ojos eran protegidos por unas gafas negras, sin omitir el detalle de que toda su cabeza estaba rapada; tenía un aspecto totalmente pulcro e intimidante. 

—Buenos días, señorita Evanson —Su  voz bastante grave y que podría intimidar a cualquier. —Lamento molestarla tan temprano

—Buenos días. ¿Qué se le ofrece?

—Me llamo Clark Spencer, trabajo para el señor Evanson. Me envió para pedirle que se presente esta tarde a las mil sesenta horas, es decir, a las cuatro de la tarde en la empresa, para tener una franca, directa y cálida conversación con él.

Chloe arqueó ambas cejas y no sabía que le causaba más impresión o más gracia, si aquel sujeto que había contratado Dylan para su protección tenía demasiados modales o había pasado por una dosis intensiva de entrenamiento militar, porque eso era lo que aparentaba cuando pensaba en ello. 

—¿Y por qué quiere verme mi hermano? ¿Algo en especial? 

—No lo sé, señorita Evanson. Simplemente son órdenes del señor Evanson y yo solo cumplo con mi trabajo. Esperamos su visita a la hora acordada, el señor tendrá un tiempo libre para poder atenderla.

—Oh, un tiempo libre, me imagino que es un hombre sumamente ocupado que hay que poner cita para verlo —Con un dejo de sarcasmo

El hombre no dijo nada, se quedó en total silencio esperando por una respuesta. Chloe simplemente suspiró

—Ahí estaré —Afirmó

—Muchas gracias, señorita Evanson. Lamento haber interrumpido sus actividades matutinas. Que tenga feliz resto del día —Agachando rápidamente su cabeza y retirándose al instante.

Chloe no le quitó la mirada de encima hasta que desapareció de su vista. No le sorprendía para nada que la hubiera encontrado, y mucho menos, que hubiera mandado a algunos de sus hombres para darle un mensaje en vez de hacerlo él mismo. Se imaginó que la había citado para hablar sobre lo que todos los noticiarios andaban comentando; acerca de lo que le había dicho a la prensa aquella noche. Se dispuso a terminar de desayunar y esperar a que Katja se dignara a regresar.

No habían pasado ni veinte minutos y nuevamente tocaron a la puerta. Esperaba que se tratara de la  rubia, pero por segunda vez, se llevó una decepción...o tal vez no tanta decepción. Era Amelia.

—Buenos días, Chloe —Saludó Amelia, con una sonrisa en su rostro tan característico.  

Para la castaña, lucía más deslumbrante debido a un labial rojo intenso que adornaba sus labios. Chloe no supo cómo reaccionar, solo le devolvió la sonrisa.

—Buenos días inspectora, veo que las visitas sorpresas están a la orden del día

—¿Ah sí? ¿Alguien se me adelantó? Tengo curiosidad de saber quien 

Las dos se quedaron mirándose. Chloe la observó de arriba hacia abajo y notó que llevaba un arma y se preguntó para si misma si era necesario para lo que hacía, más bien, la imaginaba detrás de un escritorio dando órdenes y recibiendo los diferentes casos del día, pero era más tenaz de los que todos creían. Prefería hacer su trabajo ella misma. Se dio cuenta de que traía el periódico consigo. 

—¿Puedo pasar?

—Claro 

Amelia observaba cuidadosamente el apartamento, mientras la castaña la observaba a ella. Habían pasado muchos años desde la última vez que se vieron y por alguna razón, Chloe comenzó a tener pensamientos que no eran adecuados en el momento. Para nada fueron pensamientos obscenos, era sobre la forma en como su ex novia lucía y como se había conservado con los años. 

Amelia contaba con treinta años y por la cabeza de los ojos grises, solo pasaban recuerdos de cuando estaban juntas y de como se veía en la actualidad, llegando a la conclusión de que se veía mucho mejor que antes. Intentó sacar de su cabeza aquellos pensamientos, ya que no era el momento para hacerlo. 

—Lindo apartamento, Leonard tiene buen gusto.

—Sí, es un lugar acogedor. Toma asiento por favor —Amelia obedeció, colocando el periódico sobre la mesa y cruzando sus piernas. Su tranquilidad incomodaba un poco a Chloe 

—¿Quieres algo de tomar? Hice algo de té por si quieres

—Té está bien, gracias —Nuevamente le ofreció aquella sonrisa. Se dirigió rápidamente a la cocina y en menos de un pestañeo ya se encontraba de nuevo junto a ella. Le paso la taza de té y tomó asiento por igual, quedando una de frente a la otra. Hubo silencio en los primeros segundos

—A lo mejor crees que vine aquí porque quería saber cómo seguías, ¿no? —Dándolo un sorbo a su bebida.

—Bueno, créeme cuando te digo que sobreviví a mi aparente borrachera y no habría ninguna razón por la cual preocuparse, al menos que hubiera otra razón por la cual estuvieras aquí

—Por una parte, quería ver si estabas bien, pero como dices que estás bien, pues perfecto. Me alegro mucho. Debo añadir que anoche realmente no fue la mejor de las noches y el mejor de los reencuentros, sinceramente.

—Sí, lo siento. No tomé la mejor actitud contigo, sé que querías ayudarme, así que...

—No te preocupes —Otra vez esbozando una sonrisa, esta vez coqueta mientras jugaba con la taza —Te conozco y sé que debes acostumbrarte a todo esto, así que lo acepto, no pienso investigarte ni arrestarte por algo así 

Chloe sonrió levemente y se fijó en el periódico que estaba sobre la mesa. La portada principal llamó su atención. Amelia observó todo en silencio, mientras la castaña tomaba el periódico para comenzar a leerlo lentamente.

El título para dicha portada, escrita en una tipografía de mayor tamaño y en negrita, era: "El regreso de la hija prodiga", y una fotografía de tamaño grande tomada la noche en que fue vista por primera vez después de cinco años. Había una columna debajo, dando detalle de todo lo que se pudo apreciar aquella noche, agregando la opinión propia del escritor de aquel artículo, Alec Jenkins. No pareció reconocerlo. 

Chloe intuyó que lo dicho aquella noche no iba a pasar desapercibido y más si había sido lo único que le dijo a la prensa: "Solo tengo que decir que el "suicidio" de mi padre, está muy lejos de haber sido un suicidio, gracias" Lo que más le molestó a Chloe de aquel articulo, fue el hecho de que el escritor trató de dejarla como si fuera una persona que no sabía lo que decía y que buscaba opacar sus hechos del pasado con cosas que para todos ellos había estado más que claro: el suicidio de Roger Evanson. 

Dejó de leer y se notó enojada. Ni siquiera se molestó en seguir hojeando. Lanzó el periódico lejos de su vista y Amelia estaba sumamente calmada.

—Esto tiene que ser una broma. ¿El regreso de la hija prodiga? Ese título tiene doble sentido, ¿sabías? Se puede interpretar de varias maneras, pero apuesto a que la parte negativa se lleva el primer lugar. Me imagino que viniste solo para mostrarme esto.

—Vine para que tú misma comprobaras lo mucho que has dejado con la duda a todos, a mi incluyéndome. ¿Por qué no hablamos de eso? Y espero que esta vez tengas ganas de hacerlo.

—No hay nada de qué hablar, a lo mejor solo quería llamar la atención, ¿no crees?

—No intentes engañarme, Chloe. Sé cuándo me mientes o cuando quieres evitar hablar de algo, así que no lo intentes. Ayer te lo dejé pasar, pero hoy no será el caso. 

—A ver inspectora, ¿qué quieres que te diga? Simplemente es algo que dije y ya, no tiene ningún significado especial. 

—Puedes dejar las formalidades y llamarme por mi nombre. ¿Sabes las acusaciones que has hecho? Insinuaste que tu padre no se suicidó y me pregunto ahora, ¿lo dijiste solo porque no has podido superar su muerte o sabes algo que nosotros no? —Chloe no dijo nada. Desvió la mirada —Chloe, por favor. Deja de hacerte la difícil conmigo

—¡No entiendo que es lo que quieres, Amelia!

—¡Que me digas la verdad! ¡Todo lo que sepas! —Levantándose de repente de asiento, apoyando sus manos sobre la mesa y mirando fijamente a la castaña; una mirada retadora que hizo intimidarla un poco —No voy a tolerar nada esta vez, ¿o tengo que llevarte a la sala de interrogatorio para que tengamos una mejor comunicación?

—¿Estás amenazándome? —Algo sorprendida

—Lo hago —Acercándose más a ella —Todos me ocultan cosas, todos creen que soy una estúpida que no sé hacer mi trabajo, pero se equivocan, todos se equivocan. Ustedes me están ocultando algo; la familia Evanson me está ocultando cosas, tú me ocultas cosas y quiero que me digas toda la verdad o yo misma me daré a la tarea de hacerlo. No creas que todos estos años me he quedado tranquila, hay cosas que no me cuadran, y voy a llegar al fondo de esto, ¿entendiste?

Amelia estaba sumamente enojada. Chloe seguía firme con la idea de no querer involucrarla o darle ideas que la hicieran enfocarse en ello. Sabía que de todas las personas, ella era la más adecuada para ayudarla, pero también sabía que se entrometería más de lo que pudiera soportar y no quería involucrar a más personas en su juego de detective. 

—Amelia, de verdad no sé por qué dije eso aquella noche, estaba enojada y eso fue todo. Me dejé llevar por mis impulsos, no quiero que estés enojada conmigo, ¿de acuerdo? No quiero que sigas investigando nada porque todo lo que pasó fue por mi culpa. El caso está cerrado, tanto lo que sucedió en la empresa. Pienso que no deberías seguir echando más leña al fuego si ves que todo pasó hace años. —Respiró hondo para poder continuar —Sé que intentas ayudarme, sé que en el fondo jamás creíste que yo lo hice, pero lo hice, lo importante es que ya estoy aquí y quiero hacer las cosas bien, ¿de acuerdo? Solo concéntrate en cosas más importante, debe de haber muchos casos por resolver. No intentes echarte más peso encima, por favor. 

Chloe puso su mano sobre la de ella. La pelinegra sabía que había perdido el control y se calmó un poco, pero seguía sin creer nada de lo que le estaba diciendo. 

—Lo siento, perdí la compostura —Volviendo a tomar asiento, tratando de calmarse un poco. 

—Sí, a mí me ha pasado. Te prometo que arreglaré todo esto, daré una rueda de prensa aclarando todo 

Amelia no estaba conforme, pero aún así sonrió y se levantó para retirarse. Tomó el periódico y se dirigió hacia la salida. Chloe fue detrás de ella para acompañarla.  

—¿Sabes que es lo más curioso de todo esto?

—¿Qué?

—Dominic Walsh era el que ocupaba el cargo de jefe del departamento de investigaciones criminales antes que yo tomara el cargo. Él fue quien tomó el caso del desfalco ocurrido a la empresa. Investigó y tomó ciertas decisiones que podrían considerarse cuestionables al día de hoy 

—Sí, sé quién es, pero ¿qué con eso?

—¿Sabes por qué llegué al cargo de jefa del departamento? —Chloe encogió sus hombros —Porque aparte de que yo fui quien se encargó de encerrarlo en prisión, descubrí que no era más que un corrupto que se dejaba comprar al mejor postor. Descubrí que la mayoría de las pruebas usadas en casos donde él era encargado , fueron alteradas y él tenía acceso a ellas. Créeme cuando te digo que muchas personas fueron a prisión por ese caso, no solo tú. 

—No estoy entendiendo a qué quieres llegar

—Quiero llegar a la conclusión de que ese mismo Dominic Walsh fue quien llevó el caso del desfalco a la empresa de tu padre —Chloe se quedó en silencio. Sabía bien de que hablaba, pero no pensaba darle ningún tipo de pista  —Además, el abogado que fue contratado para defenderte, resultó ser una de las tantas personas que ahora están pudriéndose en la cárcel por pertenecer al mismo grupo de delincuentes corruptos. 

—Aún no sé a qué quieres llegar, lo siento. Es solo que esto de los policías y las leyes no son lo mío —Amelia se acercó lentamente a Chloe, lo suficiente para estar a pocos centímetros.  Tomó el rostro de la castaña en sus manos y la miró fijamente a los ojos. Podía sentir su respiración y su mirada atravesándola.  

—Quiero decirte que en todos estos años he estado haciendo mi trabajo y que no voy a descansar hasta llegar a descubrir la verdad. Te voy a ser sincera, nunca he confiado en tu hermano y nunca creí en tu culpabilidad. 

—¿Por qué dices eso? ¿Tienes pruebas suficientes para decir eso? Sabes más que nadie que para mandar a alguien a la cárcel, has de tener pruebas concluyentes, ¿no es así? y dudo mucho que la tengas 

Amelia parecía gustarle aquel juego. Sentía que Chloe estaba tratando de acabar con su paciencia, pero le gustaba mucho más tener esa cercanía con ella. No la había tenido así de cerca desde hace mucho tiempo. 

—Chloe, Dylan estaba relacionado con ellos y no digo que tuvo que ver con todo eso porque aún no tengo las pruebas...es verdad, pero Dylan tenía amistad con ellos, que coincidencia todo, ¿no? Además ¿por qué no usar al abogado de toda la vida de tu familia para defenderte? Lo interrogué y dijo que nunca se le pidió formalmente el defenderte y me pregunto: ¿Acaso todo fue un plan para mandarte a ti a la cárcel y proteger a la empresa y a Dylan? Tampoco imaginaría que tu padre se prestaría a ello, su actitud era simplemente irreconocible en esos días, yo lo interrogué varias veces y estoy segura que en muchas ocasiones quiso decirme algo, pero no tuvo el valor, dime el por qué...

—Amelia, ya déjalo así. Estás sacando cosas que ni al caso, estás desvariando...por favor, déjalo así ya 

Amelia esperaba cooperación de parte de la castaña, pero se negaba rotundamente a cooperar. No podía creerle, algo ocultaba y no descansaría hasta que ella misma cantara las verdades. 

—Es lo que crees ¿no? —Ofendida—Solo te lo estoy diciendo para que sepas que no descansaré hasta descubrir la verdad y solo espero que tú no me estés mintiendo; ni tu hermana, ni tu hermano. No quisiera tener que tomar medidas drásticas.

Chloe sonrió con tristeza y puso sus manos sobre las de ella. Ninguna de las dos apartó la mirada. Era una guerra de miradas, donde ninguna de las dos sabría quien perdería primero. 

—Sé que quieres cambiar las cosas, pero como dije...déjalo así. 

Aquello último fue susurrado sobre sus labios. Amelia sabía que faltaba solo un poco para perder el control y tomar posesión de lo que alguna vez le perteneció. Al final, no pudo contenerse más y acortó la distancia que había entre las dos. 

Recordó los viejos tiempos en aquel beso y fue diferente a como lo recordaba. Amelia rodeó el cuello de la castaña a través de un abrazo, mientras Chloe sujetaba con firmeza su cintura. El beso fue lento y tierno al principio, a pesar de los años, ambas sintieron la necesidad de disfrutarlo. Amelia intentó profundizar el beso, pero a la vez quería llevar todo despacio. 

Chloe por otra parte no supo por qué la imagen de Katja vino a su mente, lo cual hizo que entrara un poco en pánico y rompiera el beso. Fue rápido, pero Amelia no se sorprendió por aquella reacción. Sabía que Chloe siempre había sido una persona algo tímida, al menos cuando quería y más cuando habían pasado muchos años y todo fue tan repentino

—Lo siento —Se disculpó Amelia mirándola a los ojos, por otro lado, Chloe evitaba su mirada

—Está bien, no pasa nada

—Tienes que saber que aún me sigues gustando, Chloe. —Esta vez volvió a mirarla —Pero decir que nada más es gusto, sería mentira.

Chloe prefirió guardar silencio. Su cabeza estaba hecho un desastre. En ese momento tenía un gran problema y no sabía cómo enfrentarlo. Al ver que no hubo respuestas de su parte, Amelia prefirió marcharse 

—Creo que debería irme

—Está bien 

Se apresuró a responder, dejando a Amelia completamente confundida. Había cometido un gran error, pero era consciente de que la que empezó el beso no había sido ella. Volvió a acercarse a Chloe y nuevamente buscó sus labios. Fue un beso rápido, pero más profundo, en donde por unos escasos segundos su lengua buscó la suya. Fue más que suficiente para ella. Ambas se separaron y la pelinegro se dio la vuelta para retirarse. comenzó a caminar lentamente y de manera sensual. Chloe no le quitó la mirada y en su mente volvió a aparecer Katja.

—Maldición —Fue lo único que salió de boca.

Amelia pensaba en aquel beso, que solo le hizo recordar a los viejos tiempos. La diferencia es que fue mucho mejor. Katja había regresado de hacer un poco de actividad física. Estaba sudada y agotada debido a los kilómetros que había recorrido esa mañana. 

Sus pensamientos fueron interrumpidos al encontrarse las dos en las escaleras. Ambas se quedaron mirándose fijamente, tratando de descifrar de quien se trataba. Fueron solo escasos segundos, pero pareció toda una eternidad el quedarse paradas allí sin decir nada. 

Katja se fijó en el arma y  placa que llevaba Amelia a la vista e imaginó que debía ser una oficial de policía y se preguntó qué hacía allí. Estar cerca de un policía le daba escalofríos y ansiedad. 

—Buenos días —Pronunció finalmente Amelia al ver que la rubia no se dignaba a hablar

—Buenos días —Respondió algo desconfiada. 

Amelia al escuchar su acento, se dio cuenta de que se trataba de una extranjera. La rubia quiso evitar aquel momento incómodo y prefirió seguir caminando, dándole la espalda, cosa que no le agradó para nada a la inspectora. 

—¿Vives aquí? 

—Sí —Pronunció cortante la rubia

Amelia encontró interesante a Katja. Tan interesante que quiso seguir interrogándola. No sabía por qué, pero su presencia no le generaba confianza. Katja por otra parte quería irse de ahí. 

—¿Llevas mucho viviendo por aquí? —Katja suspiró rendida y prefirió entrar al juego de preguntas y respuestas. 

—Unos cuantos días nada más

—Linda ciudad, ¿no? Al menos lo que has podido observar

—Sí, es muy linda. Esta ciudad tiene sus cosas buenas, por eso decidí darme una oportunidad aquí 

—Hay muchos lugares a los que podrías ir en tu estadía. Puede parecerte al principio una ciudad aburrida y sin nada interesante que brindar, pero tiene sus cosas apreciables

Katja sonrió levemente. No sabía las intenciones de Amelia, pero prefería creer que solo estaba siendo amable

—Gracias lo tendré en cuenta —Amelia notó que tenía prisa

—Lamento molestarte con tantas preguntas, es que cuando me encuentro a alguien nuevo, un extranjero en este caso... porque lo eres, ¿no? —Katja asintió —Me da mucha curiosidad conocer otras culturas y costumbres, ya sabes. Vendré seguido por aquí, así que me gustaría que todo este en orden. 

—Muy amable de su parte, gracias —Katja se dispuso a seguir su camino

—Disculpa que te moleste, pero ¿podría saber tu nombre?

La rubia no estaba segura de hacerlo, ¿por qué estaba tan interesada en ella? ¿Acaso sabía quién era? No quería comenzar con mal pie y mucho menos con una oficial de policía

—Me llamo Katja, Katja Singer 

—Amelia, inspectora Amelia Shepard; jefa del departamento de investigación criminal de Nottingham, un placer —Extendió su mano a modo de saludo. Katja lo pensó unos segundos, pero al final correspondió el saludo —Bueno, debo irme. Espero sigas disfrutando de tu estadía, presiento que nos volveremos a ver.

Dicho aquello, Amelia decidió marcharse, alejándose de la vista de la rubia. Katja tragó seco una vez se había ido. Sintió que con esa corta conversación, la había intimidado y se preguntó por qué le había mentido con respecto a su identidad y más cuando se trataba de la policía. 

—Katja Singer...interesante chica. Creo que la voy a investigar. —Dijo Amelia para sí misma. 

 

Notas finales:

Feliz inicio de semana 


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