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Irogoto por Ogawasan

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Notas del capitulo:

Pido una enorme disculpa por actualizar a casi un año del último capítulo >< una vez mas los efectos de esta emergencia mundial han tenido un efecto descomunal u.u Sin embargo, no podía dejar esta historia inconclusa. Simplemente no podía. Así que, si todavía hay alguien que lea esta historia,espero que sea de su agrado, además tengo preparada una pequeña sorpresa al final, para todos ustedes que han sido pacientes ^^

Algunas notas:

* Seiichi Hoshiko es el hombre que concibió el termino "Visual Kei" para referirse a la cultura musical que conocemos hoy en día; además de fundar la famosa revista "SHOXX" para dar seguimiento a todo este movimiento desde casi sus inicios. Hoy en día se le conoce como "Visual Kei Oyaji" es decir "El Abuelo del Visual Kei". Tal vez lo hayan visto el fotografías posando junto a varias bandas o artistas famosos de VK. Aquí esta junto Plastic Tree

* Tomo Furukawa como un "Inspector inglés"

Sin nada más que agregar, los dejo con el último capítulo de esta historia.

  Alegres y coloridas cometas Koinobori invadían el cielo azul de mayo, el día que Tatsurou conoció a Tomo Furukawa.

La revista Shoxx ofrecía una extravagante fiesta de aniversario, en donde algunas bandas y artistas de renombre asistirían para celebrar diez años de actividades y publicaciones exitosas en el medio del espectáculo. Mucc había sido invitado por el mismísimo Seiichi Hoshiko, alegando que eran una de las bandas jóvenes más prometedoras que el público estaría encantado de conocer. Ao Sakurai, quien los había acompañado a la celebración, no podía estar más orgulloso del trabajo que había hecho con ellos.

Después del obligado brindis de bienvenida, la celebración dio paso a una animada convivencia entre músicos, editores, fotógrafos y demás personas del medio, rodeados de deliciosos platillos y bebidas en exceso.

Y por supuesto, aquella fiesta también era el pretexto perfecto para conocer personas.

Productores importantes con quienes relacionarse, artistas con quienes planear un proyecto a futuro o tal vez entablar una amistad. Todo era posible. Y quizás por esa misma razón, Tatsurou no se sorprendió en absoluto cuando Ryutaro, fiel a su promesa, aprovechó la oportunidad para presentarle al perturbador oficial de su paz.

  — Furukawa Tomo, es un placer conocerte — se presentó ante Tatsurou, ofreciéndole estrechar su mano, muy al estilo occidental. Aunque dudoso, el joven vocal correspondió aquel saludo, estrechando su mano con firmeza y ofreciendo una ligera reverencia.

  El vocalista de Guniw Tools parecía un personaje salido de una novela de Sherlock Holmes, vestido elegantemente con camisa, corbata y una larga gabardina negra. Los anteojos de grueso armazón y el sombrero de bombín que adornaba su cabeza solo acentuaban más su aspecto de un excéntrico inspector inglés. No era más alto que Ryutaro, y eso otorgaba a Tatsurou una clara ventaja de estatura. Sin embargo, la mirada bonachona que Furukawa mostraba a través de su enmarañada cabellera, ocultaba cierta soberbia.

  — Ryutaro me ha hablado mucho de ti — le dijo con voz apacible —. Aunque debes disculparme, no he tenido oportunidad de escuchar tu música.

Tatsurou tuvo que morderse la mejilla para no soltar una risita. Aquel había sido un comentario sarcástico sin duda alguna. 

  — No se preocupe, senpai — respondió con fingida amabilidad —. Yo tampoco he escuchado su música.

El silencio que se formó a continuación se sintió tenso. Tatsurou estaba decidido a no ocultar su desdén y Furukawa pareció darse cuenta. Por otro lado, Ryutaro, quien no era ajeno al incómodo momento, intentó seguir con la conversación:

  — Le conté a Tatsu que tuviste la oportunidad de dirigir un video de Buck Tick, ¡él es un gran fan! — dijo, apretando el brazo de Furukawa, una acción que no pasó desapercibida por Tatsurou.

  — ¿De cuál video, senpai? — preguntó él, cruzándose de brazos. Le sorprendía sobremanera como la actitud de Ryutaro pasaba de ser la de un gato arisco, a la de un dócil cachorro, clamando por la atención de aquel sujeto.

Furukawa se aclaró la garganta.

  — Del video promocional de “Candy”, en dond-…

  — Lo siento, no me gusta esa canción — Tatsurou le interrumpió abruptamente. Y sin siquiera disculparse con ellos dos, acudió al llamado de Sakurai, quien le hacía señas a lo lejos.

  Ahora sé porque nunca me gustó ese maldito video… pensó con amargura mientras Sakurai lo presentaba a él y a sus compañeros con un productor de nombre Oishi. Al parecer, cinco minutos habían sido suficientes para detestar a Tomo Furukawa. Un tiempo récord.

  Después de que Tatsurou y sus compañeros compartieran un par de tragos con Sakurai (quien les alentó a beber más de ese “lubricante social” para despojarse de toda timidez y hablar con las personas) decidieron dispersarse por el lugar. Mientras Satochi y Yukke iniciaban una amena conversación con los chicos de Dir en grey, Miya no perdía oportunidad para saludar a cuanto productor o músico se cruzara en su camino.

Tatsurou por su parte optó por buscar a Ryutaro, pero para su mala suerte, el pálido vocalista le ignoro durante toda la fiesta, sin separarse de Furukawa. Sin quitarles la vista de encima, Tatsurou siguió todos sus movimientos, observando como ambos contemplaban las enormes fotos de las portadas de varios números de la revista que habían acomodado en stands, como si de una galería de arte se tratara. Por supuesto que estaba celoso. Asquerosamente celoso. Y no solo eso, también se sentía molesto con Ryutaro, quien actuaba como si Tatsurou hubiese desaparecido de la faz de la tierra, como un silencioso reproche a su mala actitud.

El joven vocal bufó con desagrado. Aquella sería una larga noche.

  Para distraerse un poco de ese mal sabor de boca (ya que protagonizar una escena de celos frente a todo mundo era una opción por sobre todo ridícula) el joven vocal se dedicó a observar el panorama que tenía ante sus ojos desde una esquina del enorme salón.

Glay era sin duda el centro de atención aquella noche. El haber batido un record de asistencia masiva en uno de sus conciertos, los hizo merecedores de un éxito descomunal. También estaban Shinya y Sugizo de Luna Sea, promocionando su próximo álbum (Miya no había dudado ni un segundo en saludar al amigable guitarrista), Plastic Tree incluso desfilaba como uno de los invitados más importantes. Tatsurou tenía esperanzas de ver a Buck Tick esa noche, pero tal vez pedía demasiado.

En el momento en que un tímido camarero se le acercó para ofrecerle una nueva copa de licor, se percató de que había perdido de vista a Ryutaro. Su mirada viajo de un lado a otro buscando entre los invitados, caminó entre las mesas y los stands de fotografías con la esperanza de hallarlo. Pero Ryutaro no estaba por ningún lado. ¿En dónde rayos se habría metido?

  — ¿Qué haces aquí, Tatsurou-kun?

La inconfundible voz del guitarrista de cali≠gari interrumpió su silenciosa búsqueda, y al volver la mirada, le observó acercarse hasta donde se encontraba, con una copa en mano y una sonrisa en el rostro.

  — Ahhh… — el vocalista se rasco la cabeza, buscando alguna excusa que explicara su repentina lejanía, y la cual encontró en un stand —. Solo estoy contemplando las fotografías.

  — ¿Pero tú solo?

  — Creo que me siento algo cohibido. Lo siento mucho, Sakurai-san.

Mentira. Tatsurou solía jactarse siempre de su inmensa facilidad para socializar con las demás personas, mofándose incluso de la timidez de sus compañeros durante las entrevistas. Sin embargo, en esos momentos, se sentía incapaz.

  — No te preocupes, entiendo cómo te sientes — Sakurai le propinó unas palmaditas amistosas en el hombro —. Gente que no conoces, senpais con aires de grandeza, el ruido, el alcohol… supongo que es cosa de acostumbrarse.

  — Umm…

O tal vez no quería hacerlo. Tatsurou no pudo evitar hacer una mueca de hastío. Lo último que quería en esos momentos era recibir un sermón, mucho menos si venía de Ao Sakurai.

  — Escucha Tatsurou-kun, a pesar de que aún no logro entender la razón por la cual ya no te agrado — confesó Sakurai con cierta melancolía en su voz, como si hubiera leído sus pensamientos —. Quiero que sepas que estoy orgulloso de ti y de tus compañeros, y que los apoyaré en todo lo que me sea posible ¿nee?

Una punzada de remordimiento le golpeó en el pecho. Era cierto que había decidido mantener su distancia con el extravagante guitarrista después de confesar sus sentimientos a Ryutaro, provocando así una ruptura en su relación tanto profesional como de amistad. Una ruptura que pareció dolerle a Sakurai. Hacía mucho que su absurdo enfado se había esfumado, y con la estruendosa aparición de Tomo en su vida, Tatsurou llegó a preguntarse si, de alguna manera, también Sakurai se sentiría traicionado por Ryutaro. Incluso se permitió sentir una ridícula empatía por él.

  — Te lo agradezco mucho, Sakurai-san — atino a responder Tatsurou, sintiéndose culpable hasta el infinito. El guitarrista le ofreció una sonrisa sincera, y después de propinarle más palmaditas sobre su hombro se marchó sin más, mezclándose entre los demás invitados.

De pronto, unas inusuales ganas de fumar le invadieron de pies a cabeza.

 

*

 

  Encender un cigarrillo en la privacidad de la amplia terraza resultó ser una acción un tanto extraña hasta para el propio Tatsurou.

Como no quería que Miya le mirase como si le hubiera brotado una segunda cabeza en el cuello, optó por pedirle un cigarrillo a su amigo bajista, quien le entregó su cajetilla y encendedor sin hacer pregunta alguna. Jamás imaginó que necesitaría de un vulgar cigarrillo para desahogar las penas que pesaban en su corazón, las cuales tenían nombre…

  Ryutaro.

Apenas había un minuto del día en que Ryutaro no estuviese en sus pensamientos. Robándole suspiros, provocando una incesante necesidad de besarlo y de apresarlo entre sus brazos. Lo llevaba bajo la piel, como si de un hermoso vicio se tratara.

Aun podían hablar sobre música o compartir anécdotas tontas, aún podían criticar y burlarse de la sociedad... solo que esta vez, podían hacerlo en la privacidad de una habitación de hotel. Cada uno de sus encuentros culminaba en un tumultuoso acto sexual, en donde la mayoría de las veces Ryutaro prefería entregarse dócilmente a Tatsurou, quien poco a poco había aprendido a como seducirlo. Al final terminaban desnudos sobre la cama, unidos en un húmedo abrazo, hablando de cualquier tontería, y mientras Ryutaro se pegaba a su cuerpo cual gato mimado, Tatsurou hundía su nariz en su cabello, disfrutando de su dulce aroma hasta el cansancio.

Había reflexionado lo suficiente sobre sus propios sentimientos para reafirmar que no se trataba de un simple y morboso deseo por experimentar con alguien de su mismo sexo, así como tampoco era una ingenua admiración hacía el otro, como la que Miya solía tener por Hide de X Japan. También había comprobado que no sentía atracción alguna hacía ningún otro hombre y...

  Ehem… bueno, Atsushi Sakurai no contaba…

Decir que estaba enamorado de Ryutaro era quizá un tanto arriesgado, pero Tatsurou no podía concebirlo de ninguna otra manera… ¡pero qué va! ¡se le derretía el corazón! Le parecía inevitable no perder la cabeza al estar cerca de él, al observarlo mientras tocaba la guitarra, al escucharlo quejarse holgadamente de asuntos que le molestaban, y esa manera tan suave en que le besaba en la mejilla al momento de despedirse… Tatsurou adoraba todas esas pequeñas cosas.

   Sin embargo…

Un suspiro melancólico escapo sus labios, envuelto en el denso humo del tabaco que contaminaba sus pulmones.

Había veces en que no podía entender a Ryutaro.

No solo por su tormentoso insomnio del que muchas veces parecía orgulloso, o de cuando se volvía un completo desconocido ante su evidente debilidad al alcohol, ni siquiera cuando desaparecía durante días como si la tierra se lo hubiese tragado. Ciertamente lo que más le descolocaba era esa actitud tan despreocupada y fría que no conocía de Ryutaro, y la cual tuvo la mala suerte de descubrir el día en que quiso tomarle de la mano en público. La manera en que había alejado su mano como si hubiera tocado una sartén caliente, le dolió a Tatsurou de una manera que no supo cómo describir. A pesar de todos sus intentos de demostrarle su afecto en público, Ryutaro le rechazaba todas y cada una de esas veces, provocando que se sintiera… menospreciado.

Tatsurou era una de esas personas que adoraba el contacto físico, lo necesitaba y necesitaba saber que Ryutaro sentía lo mismo cuando estaban juntos. Muchas veces deseo abrazarlo por encima de los hombros, como una manera orgullosa de demostrar a todos que el otro vocal le pertenecía. Deseaba susurrarle al oído palabras hermosas de lo especial que le hacía sentir, de lo mucho que le quería. No obstante, Ryutaro parecía siempre querer evitar aquel cálido contacto, como si quisiera poner una helada pared entre ambos, con el pretexto de que tendrían problemas si alguien los descubría.

Porque la gente hablaba. La maldita gente siempre tenía que hablar.

Bastaba decir que a Tatsurou poco le importaba. El único que podía decidir sobre su felicidad era él mismo, los demás podían irse al mismísimo demonio. Sin embargo, Ryutaro, firme en su terquedad, le había ocasionado una insoportable frustración ante su triste realidad.

En cuanto al asunto de Furukawa… prefería no pensar al respecto.

  — ¡Maldita sea! — gruño Tatsurou al darse cuenta de que su cigarrillo se había consumido por completo. Al parecer no había sido suficiente para poder aliviar aquella angustia que sentía. Se sintió tentado a encender otro, pero concluyó que no serviría de nada.

Dejándose caer en una de las bancas de la terraza, ocultas detrás de un par de esponjosos arbustos, permaneció con la vista fija en el paisaje nocturno. Jugueteando con el encendedor metálico de Yukke, pensó en el que había comprado para Ryutaro meses atrás como regalo de cumpleaños, y que, gracias a su mente olvidadiza, aún permanecía enclaustrado dentro de su armario, esperando a ser entregado.

  Demonios Ryutaro ¿¡En dónde te has metido!?

  — Pues es seguro que Ryutaro no está aquí… — escucho decir a una voz, como si alguien hubiera respondido a su pregunta.

  — No entiendo porque nos molestamos en buscarlo, si todos vimos cómo se fue con Furukawa… — escucho rezongar a otra.

Espera, ¿qué?... ¿¡se fue!?

Pese a que el enfado le asalto de inmediato, Tatsurou se quedó quieto. No había duda de que conocía esas voces. A continuación, se escucharon varios pasos acercarse hasta donde se encontraba, deteniéndose justo detrás de los arbustos que ocultaban la banca en donde antes se había sentado. Escucho el inconfundible click de un encendedor, seguido del potente aroma a tabaco.

  — Supongo que Tadashi quería estar seguro, querido Taka-kun.

  — ¡Pero vamos, Akira! ¿Acaso no te molesta? No es la primera vez que Ryutaro nos hace esto…

El joven vocal pronto reconoció a los dueños de aquellas voces: Akira y Takashi, los compañeros de banda de Ryutaro; al parecer no era el único que estaba en su búsqueda.

  — Primero en la fiesta de ese marica de Ao Sakurai, luego en el club de Shibuya donde se escabullo con el chico de cabello rosado — continúo el exasperado baterista — ¿Y no recuerdas en su cumpleaños? lo invitamos a beber y el muy infeliz desapareció junto con Aiji, a quien se había encontrado “casualmente” en el baño…

Al escuchar el nombre de “Aiji”, Tatsurou contuvo un bufido. Ryutaro le aseguro hasta el cansancio que había salido a beber con sus compañeros esa noche, y que su amigo Aiji estaba con ellos, pero jamás menciono que se habían topado por casualidad, ni mucho menos que se habían marchado juntos. Acaso… ¿le había mentido? 

El guitarrista de Plastic Tree soltó una risita, divertido.

  — Madición Takashi, lo dices como si fuera el gran escándalo…

  — ¿Acaso no lo es? — replico el otro —. Y luego ese sujeto Furukawa… estoy seguro de que hay algo entre él y Ryutaro.

  — Eso no te lo puedo negar, y si a eso le sumamos el hecho de que nuestro amigo se pone cariñoso con todo mundo cuando se emborracha…

  — ¿Te imaginas cuantas veces no se lo habrían llevado a la cama si fuera una chica? ¡De haber sido así, ya habría tomado mi oportunidad!

Aquel comentario estúpido provoco que ambos hombres estallaran en risas. Un comentario que molesto profundamente a Tatsurou, quien en esos momentos deseaba romperle el cuello al infame baterista.

  — No dejes que Tadashi te escuche decir eso — le advirtió divertido Akira, quien recibió una ligera carcajada como respuesta —. Y hablando del rey de Roma…

  — ¿Lo encontraste, Tadashi? — escucho preguntar a Takashi un par de momentos después.

  — No, tenías razón. Ryutaro se ha ido — esta vez fue la voz del bajista de Plastic Tree la que respondió, quien al parecer había llegado a reunirse con ellos —. De nuevo escapo con Furukawa-san…

Tatsurou no pudo evitar poner especial atención en aquel “de nuevo”.

  — ¿Y eso no te molesta, Tadashi? Es decir, se supone que venimos aquí como banda y él nos abandona y…

— Creo que Ryutaro es lo suficientemente mayor para tomar sus propias decisiones ¿No lo crees, Taka-kun? — le reprendió Tadashi con una amable pero recia autoridad de líder —. Así que es mejor no meternos en sus asuntos.

Lo único que se escucho fue la risa burlona del guitarrista. Takashi no volvió a decir palabra alguna.

  — Además, él se lo pierde… — continuó Tadashi —. Oyaji quiere hablar con nosotros y es mejor no hacerlo esperar…

De un momento a otro, las voces comenzaron a alejarse, poco a poco hasta que todo volvió a estar en silencio. Dejando salir un suspiro de alivio, Tatsurou se froto la sien, procesando todo lo que acababa de escuchar.

Una vez más, aquella mala suerte de enterarse de cosas que se supone no tendría porque saber, salía a relucir, obligándolo a aceptar de una vez por todas una verdad desalentadora: que no conocía a Ryutaro tan bien como él pensaba. Y fue en ese preciso momento en que una extraña angustia comenzó a invadirle, cayendo como una gota de tinta que se expande en el papel, contaminando su blancura.

  Con el estómago revuelto y los ánimos por los suelos, el joven vocalista decidió regresar al salón en busca de sus compañeros. Encontró a Miya en una de las tantas mesas, conversando con un chico de cabello rosado a quien Tatsurou pronto reconoció como Kaoru, uno de los guitarristas de Dir en Grey.

  — Le comentaba a Kaoru-san que estaba ansioso de conocer a Ken-san — le dijo Miya tan pronto lo vio acercarse —. Pero es una pena que ninguno de los de L’Arc en Ciel este aquí.

  — Eso solo confirma que los rumores son ciertos, Miya-kun — escucho decir al otro guitarrista —. Están acabados…

Y vaya que no era una broma. Tatsurou había escuchado durante toda la noche rumores sobre la posible ruptura de la banda más famosa de la nación, pero era justo decir que poco le importaba, puesto que él tenía sus propios problemas.

  — ¿Sucede algo? — le cuestiono Miya, observándole con unos ojos que le recordaba a los de un zorro tibetano, siempre calculadores — ¿Estás bien?

  — ¿Ehhh? Yo…sí, estoy bien… — respondió Tatsurou intentando sonreír. Sin embargo, la mirada inquisidora de Miya le advirtió que no creía en sus palabras. Y no lo culpaba, aquella era una asquerosa mentira.

Tatsurou no volvió a saber de Ryutaro sino hasta dos semanas después.

 

**

 

  El mes de julio había traído consigo una terrible ola de calor, un calor húmedo y pegajoso que no era más soportable que el ruidoso lloriqueo de las cigarras, y el hecho de que las cosas con Ryutaro parecían no mejorar en absoluto, tenían a Tatsurou con los nervios de punta.

Había decidido reunirse con sus compañeros en el departamento del bajista para celebrar modestamente el cumpleaños de su pequeño líder, quien había aprovechado la ocasión para darles la extraordinaria noticia de que grabarían un álbum bajo el sello de Sakurai.

— Y si todo sale bien, comenzaremos las grabaciones en septiembre — anunció   orgulloso Miya —. Será mejor que empecemos a decidir qué canciones son las que vamos a incluir, o si tienen ideas nuevas, me gustaría escucharlas.

Yukke levanto la mano, emocionado cual niño pequeño.

  — Tatsurou y yo hemos trabajado en una composición desde hace semanas, tal vez podría funcionar. ¿No es así, Tatsurou?

Pero no hubo respuesta. El joven vocal, quien esperaba por una brisa fresca frente a la ventana, estaba tan absorto en sus pensamientos que ni siquiera prestaba atención a la conversación de sus compañeros.

Había pasado todo el día en completo silencio, con miles de pensamientos zumbando en su cabeza como si de un enjambre se tratara. Pensaba en la noche anterior, mientras tenía sexo con Ryutaro en la cama de ese love hotel a donde solían escaparse. Pensaba en esa pequeña burbuja de intimidad que solo compartía con él, hablando, sacando preocupaciones, bromeando, mimándose... y era como si esa burbuja explotara cruelmente con los primeros rayos del sol del día siguiente.

Y esa mañana al despedirse, Ryutaro le dio un suave beso en la mejilla, susurrándole al oído:

  Debimos haberlo hecho una vez más antes de irnos...

¿Es que acaso Ryutaro solo pensaba en sexo? Es decir, no era como si detestara acostarse con él, (el simple hecho de recordar como le gemía al oído mientras Tatsurou entraba y salía de su cuerpo con deliciosa lentitud, hacía que su entrepierna se estremeciera violentamente) es solo que… tener sexo era lo único que hacían últimamente. Y por más estúpido que se escuchara, había veces que no podía evitar sentirse usado.

Tenía tantos deseos de tener una cita, como cualquier pareja normal. Salir a tomar juntos un café, visitar el acuario, tomarse de las manos al pasear por el parque hablando de cualquier cosa. No había duda de que eran ideas cursis, pero para Tatsurou tendrían un significado especial, solo por tratarse de Ryutaro.

Sin embargo, el otro vocalista seguía empeñado en rechazarlo a toda costa.

Luego estaban los malentendidos y rumores que rondaban a Ryutaro, sin mencionar que las actividades de ambos habían aumentado a tal grado que no tenían el tiempo suficiente para verse. Tenía miedo de que la relación que compartía con él se desvaneciera en cualquier momento, al igual que un frágil castillo de arena tan vulnerable a las olas del mar.

Nunca pensó que su relación con Ryutaro se sentiría tan...

Distante.

  — ¡Ya quita esa cara Tatsurou! — exclamo Satochi propinándole una palmada en la espalda, lo suficientemente fuerte como para sacarlo de sus tribulaciones mentales.

  — ¡Ahhh! ¿Y por qué me golpeas? — gruño Tatsurou adolorido. No había duda de que su amigo baterista le superaba por mucho en fuerza.

 — Te has pasado toda la tarde sufriendo como un poeta incomprendido, ¡eso es lo que pasa! — esta vez fue Yukke quien le reprocho — ¡Al menos ven a tomar una cerveza con nosotros!

  — ¡Se supone que estamos celebrando mi cumpleaños y tú actúas como si fuera mi funeral! — Miya tampoco tardo en burlarse.

Tatsurou les habría dedicado el dedo cordial de no haber sido por Satochi, quien se apresuró a abrazarlo por el cuello, llevándolo hasta donde estaban sentados.

  — ¡Por favor, Tatsurou! Deberías deprimirte cuando uno de nosotros deje Mucc o algo ¿nee? — le dijo alegre, mientras le entregaba una lata de cerveza. Tatsurou no tuvo más remedio que aceptarla y reír con ellos.

Sus amigos. Sus queridos amigos.

Estaba completamente seguro de que ni en un millón de años volvería a encontrar amigos como ellos. Siempre divertidos y escandalosos, tan fieles que Tatsurou estaba seguro de que podía contar con ellos si alguna vez se metía en aprietos. Muchas veces se preguntaba en cómo reaccionarían si les contaba sobre la relación que tenía con Ryutaro. ¿Acaso se burlarían de él? ¿Sentirían asco? ¿Lástima? ¿Aceptarían su confesión con humor?

No podía saberlo.

Y tal vez las cosas serían más sencillas si pudiera hablarles acerca de las preocupaciones que le agobiaban, escuchando sus consejos o alguna que otra broma estúpida y palabras de aliento. Sin embargo, no quería molestar a sus amigos con sus ridículos problemas amorosos, mucho menos teniendo la grabación de su álbum en puerta. Ya encontraría el momento adecuado para revelarles su pequeño secreto homosexual.

  El día transcurrió sin mayor problema entre latas de cerveza y el humo de los incontables cigarrillos que se consumían en los labios de Miya y Yukke. Habían bastado un par de horas para decidir sobre algunas de las canciones que incluirían en su nuevo álbum y trabajar en varias de las ideas que rondaban sus cabezas para plasmarlas en música, incluso Tatsurou había conseguido improvisar una muy pequeña melodía mientras jugueteaba con una de las guitarras de Miya; sonrió victorioso al comprobar que los esfuerzos de su amigo por enseñarle a tocar no habían sido completamente en vano.

  — Saben, hace poco me enteré de un chisme bastante interesante…

Sentados en la comodidad de la alfombra, la voz de Yukke irrumpió en la tranquilidad de la estancia, mientras tomaban un refrigerio frente a la pequeña mesa de centro. Tatsurou apenas y alzó la vista de la libreta donde escribía la idea de una canción que había llegado a su mente, conocía a Yukke lo suficientemente bien para saber que todos sus chismes terminaban siendo tonterías que había visto en revistas o en televisión.

Satochi chasqueo la lengua, incrédulo.

  — ¿Qué clase de chisme? — al parecer era el único que le había prestado atención, pues ni siquiera Miya se había molestado en apartar los ojos de las cuerdas que tocaba en la guitarra.

  — Fue algo que escuche en la fiesta de la revista de Oyaji — respondió el bajista, dándole un mordisco a un esponjoso meronpan — ¿Recuerdan a Kaoru de los chicos de Dir en Grey?

  — ¡Sí! El del cabello rojo ¿no?

  — ¡Ese es Die, imbécil! Kaoru es el que tiene el cabello color de rosa…

  — Ahhh…

  — Bueno el punto es… que escuche que Kaoru y Arimura-san son demasiado “cercanos”, si saben a lo que me refiero…

Ante la mera mención de Ryutaro, la atención de Tatsurou pasó rápidamente a lo que decía Yukke. Incluso Miya se detuvo en lo que hacía para escucharlo.

  — ¿Qué estás diciendo? — no le había gustado en absoluto el tono que había usado su amigo.

  — ¡Incluso escuche que los vieron juntos en un auto, afuera de un club de Shibuya! — continuo Yukke, disfrutando de la repentina atención.

  …Luego en el club de Shibuya donde se escabullo con el chico de cabello rosado…

Las palabras de Takashi resonaron dentro de su cabeza, haciéndolo recordar la conversación que había escuchado en esa fiesta meses atrás. Aquella sensación de angustia que había logrado olvidar durante ese día volvió para atacarle con una fuerza descomunal.

¿¡Ahora no solo es Furukawa, sino también Kaoru!? ¿¡Ese individuo con nombre de chica con quien Miya estaba hablando esa noche!? Cabello rosado… ¡cómo no se me ocurrió antes!

Imposible… no podía ser verdad…

  — Pues yo también escuche algo similar — dijo Satochi, dibujando una sonrisa burlona en el rostro —. Solo que no hablaban de Kaoru sino de un tal Aiji, que si no mal recuerdo, es uno de los guitarristas de Pierrot…

  — ¡Ehhh! ¿En serio? —  el bajista parecía más divertido que sorprendido ante aquellas revelaciones.

  — También mencionaron a otro senpai con quien se le ha visto a menudo, quizás se referían al sujeto con el que lo vieron irse de la fiesta…

  — ¡Quién iba a decir que Arimura-san tendría compañías tan sospechosas!

Por supuesto las risas entre ambos no se hicieron esperar, tampoco los comentarios idiotas acerca del aspecto afeminado de Ryutaro y de cómo sin duda alguna, tomaría el rol de un ridículo muerde almohadas.

Tatsurou estaba furioso. Tanto, que incluso termino por romper el lápiz que sostenía en la mano. Las burlas de Yukke y Satochi (que ahora canturreaban “Sissy Boy” a todo pulmón)simplemente habían ido demasiado lejos. Miya, quien no había hecho comentario alguno, se percató de su indudable enfado.

  — Creo que no deberían hablar mal de Arimura-san — dijo el guitarrista, dedicándole una mirada comprensiva —. Él es nuestro amigo y su vida privada no nos incumbe.

  — No hablamos mal, solo estamos confirmando lo que ya sabíamos… — replicó Yukke entre risas — ¡Que a Arimura-san le gustan los hombres!

  — ¡Maldita sea Yukke, ya cállate! — explotó Tatsurou, golpeando la mesa de centro tan fuerte, que hizo que las latas vacías de cerveza, salieran volando — ¡Pareces una puta revista de chismes!

Las risas cesaron de inmediato, y a continuación, tres pares de ojos le miraron estupefactos por tan inesperada acción.

  — ¿¡Qué demonios pasa contigo!? — se quejó el bajista, quien se veía evidentemente molesto — ¡Solo estamos bromeando!

  — ¿¡Acaso tienes mierda en la cabeza!? ¡Qué diablos te importa a ti la puta vida privada de los demás! ¡Como siempre hablas como idiota!

Yukke pareció dolido por la acusación, pero sobre todo desconcertado, quedándose sin palabras para seguir discutiendo. Satochi en cambio, se apresuró a salir en su defensa.

  — ¡Aquí la pregunta es… ¿y a ti qué diablos te importa, Iwakami?! ¡Te comportas como si fueras la patética novia llorona de Arimura!

El baterista le había regresado la acusación, con el mismo tono hiriente y el mismo enfado. Miya, quien estaba más que listo para detener la inevitable pelea entre ambos, se le veía nervioso y confundido. La discusión se les estaba yendo de las manos.

Derrotado, Tatsurou soltó un ruidoso suspiro. Muy en el fondo sabía perfectamente que su enojo se debía, no a los comentarios tontos de sus amigos, ni siquiera al exceso de alcohol que seguramente nublaba su cabeza, sino a todos esos rumores que rondaban a Ryutaro y que cada vez eran más difíciles de negar. Rumores que Tatsurou se negaba a creer rotundamente.

  — ¿Saben qué? ¡Me largo! — mascullo el vocalista, levantándose — ¡Nos vemos después!

Y ante la mirada atónita de todos, decidió marcharse de ahí. No quería escuchar otra palabra más al respecto.

  — ¡Espero que sea en el infierno! — escucho gritar a Yukke justo después de salir y azotar la puerta del departamento.

Sus amigos. Sus estúpidos amigos.

Ahora sabía que confesarles la relación que tenía con Ryutaro estaba lejos de ser una buena opción.

Recargado en la puerta, Tatsurou se echó la mano en la frente. El enjambre de pensamientos volvía a zumbar incómodamente en su cabeza. Aun podía recordar la manera en que Ryutaro se había disculpado por “abandonarlo” en aquella fiesta, poniéndose de rodillas frente a él mientras le abría el pantalón con esa sonrisa socarrona que tanto le gustaba.

¿Sería cierto todo lo que Takashi había dicho sobre Ryutaro esa noche? ¿De verdad era tan ambicioso que buscaba romance en brazos de alguien más? ¿Acaso… su relación le parecía tan poca cosa?

Se sentía como un completo idiota, y lo peor de todo es que ni siquiera él sabía que ese Kaoru y Ryutaro se conocían.

 

***

 

  — ¿Quieres decir que no vendrás a nuestra presentación?

  De verdad lo siento mucho, Tatsu. Sucede que aún tenemos trabajo por hacer aquí en el estudio.

  — Es que… ha pasado tanto tiempo desde la última vez que nos vimos, y el que no vengas a vernos es…bueno… es muy triste.

  — ¿Uhh? ¿Por qué lo dices?

  — Porque te extraño mucho.

  — Uhmm…

  — ¿Ryutaro?

  — Oye despreocupate, ¡nos veremos en un par de horas! Ahora, dime en qué hotel te quedas, pasaré a buscarte…

Y ahí estaba de nuevo.El desinterés, la frialdad, aquel desencanto que Ryutaro ya no se esforzaba en disimular en lo más absoluto.

  Debo irme, Tatsu... ¡esfuércense mucho!

La llamada se cortó sin más, terminando así su conversación de una manera espantosamente abrupta. Ahora Ryutaro no solo rechazaba su afecto en público (si, Tatsurou se negaba a darse por vencido) o sus invitaciones para salir de paseo a algún lugar, también rechazaba cualquier palabra afectuosa que saliera de su boca.

Tatsurou se quedó observando el número que se mostraba en la pequeña pantalla de su teléfono celular, el mismo que Ryutaro había añadido en sus contactos como una novia tímida meses atrás, como si en ellos pudiera encontrar la respuesta a todos sus problemas.

  — Tatsurou-san, ya es hora… — le indico uno de los miembros del staff del pequeño recinto en Tokio donde se presentarían esa noche.

Faltaban solo tres días para su cumpleaños número veintiuno y sus ánimos parecían encontrarse en lo más profundo del infierno.

  Agosto había llegado con un puñado de exitosas presentaciones por varias ciudades del país, acompañadas de breves entrevistas de radio y de alguna que otra lluvia rezagada que hacía insoportable sus viajes en carretera.

La relación con sus compañeros tampoco mejoro con el paso de los días, puesto que ni él ni Yukke o Satochi se atrevieron a dar su brazo a torcer y disculparse sobre la discusión que habían tenido, una incómoda tensión flotaba en el aire. El pobre de Miya terminó llevándose la peor parte, ya que tuvo que hacer de mediador entre ellos para que los ensayos y presentaciones se llevaran a cabo sin ningún problema.

Por otra parte, hacía semanas que no tenía señales de vida del otro vocalista, quien no se había dignado en responder ni una sola de sus llamadas, así como tampoco se había tomado la molestia de llamarle siquiera por mera cortesía. No fue sino hasta ese día en que había logrado comunicarse con él para invitarlo a su presentación de ese día; pero tan solo un par de horas después, Ryutaro le llamaba para cancelarle y decirle que se reuniría con él hasta más entrada la noche.

Y eso… sí que lo había decepcionado.

  Al menos lo verás después del concierto… pensó entristecido, aunque sabía perfectamente como terminaría esa noche. Y por cómo había resultado todo, todas sus esperanzas de celebrar su cumpleaños junto con Ryutaro se desvanecían cada vez más.  

A veces se sentía harto de extrañarlo todo el tiempo. Se sentía ahogarse en ese silencio que Ryutaro creaba entre los dos. ¿O es que él estaba exagerando las cosas? ¿Se suponía que las relaciones eran así?

  Cuando la presentación llego a su fin, Tatsurou se apresuró a ducharse y a cambiarse de ropa mientras pensaba en el pretexto perfecto para rechazar la invitación de Sakurai para ir a beber a un Izayaka. No tenía deseos de embriagarse ni de convivir con sus compañeros, ¿acaso estaba volviéndose huraño? Ni siquiera el éxito que habían alcanzado esa noche pudo subirle los ánimos en lo más mínimo. Y cuando se percató de la mirada resentida que le dedicaba Yukke desde una esquina del camerino, Tatsurou supo que era mejor esperar afuera del recinto.

Con el aroma a lluvia invadiendo su nariz y la elegante voz de Atsushi Sakurai retumbando en sus oídos, Tatsurou decidió recargarse sobre un poste de luz que alumbraba el estacionamiento del lugar. Escuchar canciones tristes de Buck Tick en el viejo walkman que su hermana mayor le había heredado era toda la compañía que necesitaba.

Y la que sonaba en ese momento, no podía describir mejor toda esa amarga melancolía que se albergaba en lo más profundo de su ser.

 

Con mis ojos desbordando en lágrimas,

los cierro al sentir el frío toque de labios húmedos,

bésame y adiós,

Si este es el final, me pondré a llorar...

 

Durante días había sido presa de un espantoso presentimiento, uno que le repetía infecciosamente que la relación que tenía con el otro vocal estaba cada vez más cerca de su fin, por una y mil razones que Tatsurou aún se rehusaba a aceptar. Los cigarrillos (prueba irrefutable de que Arimura en verdad había calado muy profundo dentro de él) y el alcohol poco a poco se habían convertido en su única anestesia contra esa dolorosa incertidumbre y frustración, al menos durante un par de horas.

 

Hasta que esta vela se apague,

hasta que estas lágrimas se sequen,

Siempre estaré a tu lado,

esperando a que me mires…

 

Tenía miedo de no ser lo suficientemente bueno para Ryutaro, y temía que al final se aburriera de él y decidiera marcharse. Pero esto simplemente no podía terminar así. No podía, y haría todo lo que le fuera posible para no permitirlo.

 

Cuanto más me rompa en pedazos,

hasta quedar completamente destrozado

Siempre estaré aquí, queriendo verte…

 

Porque lo cierto era, que Tatsurou no quería a nadie más. A nadie.

 

Bésame y adiós.... bésame y a-...

 

Sin previo aviso, la música se detuvo.

  — ¡Pero qué demonios!

La batería de su walkman se había agotado.

Justo su suerte.

  — ¿Qué estás haciendo aquí, Tatsurou?

Al levantar la mirada, noto que Miya había aparecido a su lado con un cigarrillo en los labios, encendedor en mano y con su expresión eternamente seria.

  — Necesitaba un poco de aire fresco — dijo Tatsurou, colgándose los auriculares en el cuello. Sin embargo, Miya le miraba preocupado — ¿Qué sucede?

  — Te lo preguntaré una vez más, ¿estás bien? — dijo el guitarrista, cruzándose de brazos. Tatsurou sintió un vuelco en el corazón, como si lo hubieran atrapado con las manos en la masa.

  — ¡Pero claro que estoy bien! — mintió nervioso. En efecto, aquella no era la primera vez que Miya lo cuestionaba — ¿Porque no lo estaría?

  — Bueno, tal vez porque has estado deprimido durante semanas, fumas sin parar… es decir ¡tú, que siempre te burlabas de mi llamándome chimenea parlante por fumar tanto! — respondió Miya —. Ademas todo el día de hoy estuviste de un humor asqueroso… sin mencionar esa maldita cara de funeral que tienes en estos momentos…

 Al guitarrista no se le escapaba nada, eso era un hecho. 

  — Por favor, dime que te pasa — insistió su amigo, colocando una mano sobre su hombro —. Estoy preocupado por ti, Tatsurou…

Desviando la mirada, Tatsurou no supo que responder. El momento se presentaba oportuno para confesar al guitarrista su relación secreta con Ryutaro. Pero… ¿sería conveniente decirle la verdad?

De pronto, el sonido del encendedor interrumpió su tren del pensamiento. 

  — ¿Se… trata de Arimura-san?

A Tatsurou se le heló la sangre al escuchar el nombre. ¡Miya lo sabía!

  — ¡Vamos, no pongas esa cara! — dijo su amigo, exhalando el humo del cigarrillo por la nariz — ¿Él es la razón de tu mal humor, ¿cierto?

  — Pero tú… ¿lo sabías? — Tatsurou no podía estar más avergonzado

  — Claro que lo sabía, eres demasiado obvio — respondió Miya —. Bastaba ver tu cara de imbécil siempre estabas con él, y luego con la manera en que explotaste contra Yukke ese día, no me quedo duda alguna.

Le fue imposible no comenzar a reír sobre lo que acaba de escuchar.

Se sentía aliviado. Completamente aliviado.

Sobre todo, porque Miya no parecía molesto, ni siquiera asqueado por su repentina revelación. Fue por eso por lo que decidió contarle todo al respecto. Lo que había visto esa noche en los sanitarios de la fiesta de Sakurai, sobre la noche en que le confeso sus sentimientos a Ryutaro, el malentendido en su cumpleaños, los rumores que había escuchado. Todo. Y pese a que su rostro recorrió todo el umbral de emociones posibles, el guitarrista no se atrevió a interrumpirlo ni una sola vez mientras hablaba.

  — Me siento como una colegiala, Miya — se lamentó Tatsurou, rascándose la cabeza —. Una estúpida colegiala que sufre por la infidelidad de su novio idiota.

Las palabras de Tatsurou provocaron que Miya se riera y se ahogara con el humo de su propio cigarrillo.

  — ¡Pero que pésimo ejemplo! — exclamo, golpeándose el pecho —. Aunque aquí la diferencia es que tú no eres una chica, eres un hombre, y tal vez deberías comenzar a actuar como uno…

Tatsurou le miro extrañado.

  — ¿A qué te refieres?

  — Me refiero a que debes hacerle frente, ¡habla con él! dile todo lo que me has contado, sobre tus preocupaciones, lo que te molesta de su comportamiento, sobre los rumores que has escuchado…

  — Pero no quiero causar problemas, me siento ridículo cada vez que pasan estas cosas y… me asusta que esto afecte nuestra relación.

  — Escucha, podrá sonar duro pero solo así sabrás si a Arimura-san de verdad le importa la relación que tiene contigo, Tatsurou …

  — Uhmm…

  — Y no seré un maldito experto en noviazgos, pero se supone que las relaciones funcionan con dos personas ¿o no?

 Tatsurou solo atino a asentir con la cabeza. Todo lo que su amigo decía era completamente cierto. A pesar de tener la misma edad, Miya parecía más un hermano mayor, siempre al cuidado de los suyos. Ni siquiera sus propios hermanos mayores estaban tan al pendiente de él.

  — Tal vez tengas razón…

Miya chasqueo la lengua.

  — ¡Por supuesto que tengo razón! No por nada soy el líder de esta banda…

Tatsurou soltó una pequeña carcajada mientras su amigo le propinaba un par de palmaditas amistosas. Gracias a todos los cielos por amigos como Miya.

  — Bien, ahora que resolvimos tus problemas amorosos… — le indico Miya, mostrándole su cajetilla de cigarrillos vacía — ¿Te parece si vamos a comprar tabaco?

  — ¿Ehh? sí, pero… — el vocal señalo el recinto con su pulgar — ¿Qué hay de Yukke y Satochi?

 — Sucede que el agua caliente se acabó mientras Yukke estaba en la ducha, y los empleados del lugar estaban como locos intentando resolver el problema. Sakurai se molestó bastante — explico el otro —. Satochi ni siquiera se había limpiado el maquillaje cuando salí a buscarte.  Así que solo seremos tú y yo por un buen rato.

Tatsurou no pudo contener la risa. Sin duda su amigo Yukke era un imán de cómicas desgracias, únicas en su tipo

  — Vamos entonces…

 Cuando salieron del estacionamiento, recorrieron la calle principal que seguía el enorme puente Shinbashi, la cual estaba repleta de comercios y locales de comida. A pesar de que faltaba poco para las diez de la noche, aquellos negocios parecían estar en la hora pico de sus servicios. La gente iba y venía, sin reparar en la ligera llovizna que caía sobre sus cabezas como copos de nieve invisibles. Mientras caminaban, Tatsurou y Miya se dedicaron a conversar acerca de cualquier simpleza que les viniera en mente, aunque el vocal pronto se dio cuenta de cómo Miya batallaba consigo mismo para no soltar alguna pregunta curiosa acerca de su romance secreto con Ryutaro.

Al llegar a una esquina, Miya lo condujo hacía otra calle que cruzaba por debajo del puente, argumentando que había visto una máquina expendedora de cigarrillos un par de días atrás. A diferencia de la bulliciosa calle principal, aquella zona se encontraba muy poco transitada, incluso la iluminación había disminuido considerablemente. Los únicos locales que se alcanzaban a ver era un solitario local de ramen cruzando la calley una pequeña konbini a tan solo unos pasos de distancia.

  — ¡No puede ser!

Fue una extraña sorpresa para ellos el descubrir que la máquina expendedora que buscaban, había sido brutalmente saqueada. Los cristales rotos y el desesperado parpadeo del foco dañado que iluminaba su interior eran pruebas irrefutables de aquel crimen.

  — ¿¡Pero quien rayos roba una máquina expendedora!? — exclamo Tatsurou sorprendido, nunca había visto algo igual.

  — ¡Pues quien lo haya hecho, se ha llevado el premio gordo! — refunfuño un molesto Miya — ¡Espérame aquí, no tardo!

Y sin darle oportunidad de responder, Miya corrió hasta la tienda de conveniencia. Le resultaba sumamente graciosa la fijación infantil que Miya sentía por las máquinas expendedoras de cigarrillos, las cuales difícilmente se veían en su natal Ibaraki. “Modernos cofres del tesoro” así las había descrito el guitarrista la primera vez que visitaron Tokio, feliz de ya no tener que soportar las miradas entrometidas de los vendedores en las tiendas. ¡Qué mala pata la de Miya!

  Sin previo aviso, aquella suave llovizna arreció de tal manera que pronto terminó por convertirse en una impetuosa lluvia. Lamentando el hecho de haber olvidado su paraguas en el camerino, Tatsurou no tuvo más opción que refugiarse bajo el puente. Detestaba mojarse. Y mientras esperaba a que Miya regresara, su atención se centró en el local de ramen que estaba del otro lado de la calle.    

Fue entonces… que lo vio.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

****

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  — ¿Todavía sales con ese chico?

  — ¿Uhmm? ¿Cuál chico?

  — El chico alto que me presentaste en esa fiesta… ¿cómo se llamaba? ¿Noboru? ¿Takuro?

  — Tatsurou…

  — Si, ese… ¿Aún sales con él?

  — ¿…Y por qué quieres saberlo?

Su acompañante se le acercó lo suficiente para poder susurrarle al oído.

  — Porque me dio la impresión de que ese chico está enamorado de ti, Ryutaro…

La brusquedad de esa declaración le tomó por sorpresa. Genuina sorpresa.

  — Creo que eso es algo que no te incumbe, Tomo-senpai.

  — Por supuesto que no. Solo tenía curiosidad de saberlo, ya que al parecer no soy el único que te lleva a la cama…

Ryutaro miro al otro vocalista con cierta molestia, quien a su vez le dedico una mirada burlesca, bajándose un poco los lentes oscuros que llevaba puestos.

Aquella noche, Furukawa había decidido llevarlo a un pequeño local de miso ramen que se encontraba oculto bajo el puente Shinbashi. Después de su pequeño encuentro sexual en uno de los love hotels que solían frecuentar, ambos habían terminado con un hambre voraz.

  — Entonces… ¿sales con él? — volvió a cuestionar Furukawa, dando un bocado de su enorme tazón —. Sabes que puedes contármelo todo.

  — ¿Si te digo que “si”, me dejarás en paz? — aquella insistencia comenzaba a cansarle.

  — Bueno eso depende…

  — ¿De qué?

  — De si a ti te gusta ese chico.

  — ¿Por qué rayos estamos hablando de esto, senpai?

  — Ya te lo dije, ¡es solo curiosidad!

No podía creerlo. Furukawa, quien hacía apenas una hora le reclamaba como suyo en la cama, ahora le cuestionaba sobre su vida amorosa.

  — ¿Acaso tú no sientes nada por ese chico, Ryutaro?

  — Claro que no.

Mentira.

  — ¿Estás seguro?

  — Lo estoy…

…Mentira.

Había que ser ciego (o tal vez retrasado mental) para no darse cuenta de ese cálido y profundo sentimiento que su joven amigo insistía en demostrarle cada vez que se veían, y la verdad era, que Ryutaro ya no estaba tan seguro de lo que sentía por Tatsurou. Lo que había comenzado como una simple y desenfrenada lujuria, poco a poco se fue convirtiendo en algo más… algo que el propio vocal se negaba rotundamente a aceptar.

  — ¿Y qué harás al respecto?

  — Supongo que a Tatsu se le pasara después de un tiempo, siempre pasa…

Lo peor de todo, es que él mismo también comenzaba a sentir ese sentimiento, y eso le aterraba como nada en este mundo. Siempre era vergonzoso exteriorizar tus sentimientos por otra persona

Y porque…bueno… él no estaba hecho para esas tonterías.

De pronto, una estruendosa risa interrumpió sus pensamientos, incluso el anciano encargado del local les dirigió una mirada sospechosa. Ryutaro dio gracias a que eran los únicos clientes del lugar, de lo contrario, estaba seguro de que habrían sido noticia en alguna revista de chismes al día siguiente.

  — A mí no me engañas, Ryutaro — le aseguro Furukawa —. Por la forma en que siempre hablas de él, es más que obvio que hay algo más entre ustedes dos.

  — ¿Acaso estas celoso, Tomo-senpai? — se defendió el pálido vocalista, y por la expresión extraña que hizo el otro, supo que había dado en el clavo.

  — Siendo honesto, realmente no me interesa — Furukawa simplemente se encogió de hombros, restándole importancia —. Ambos podemos acostarnos con quien nos venga en gana ¿nee?

Ryutaro rodó los ojos.

Por más que el vocalista de Guniw Tools se esforzara en parecer como alguien ajeno al absurdo y cursi romanticismo propio de amantes, siempre terminaba por demostrarle lo mucho que significaba para él, de una u otra forma.

Sacándose el teléfono celular del bolsillo, Ryutaro reviso la hora.

10:17 pm.

  Demonios…

Tenía que apresurarse si no quería llegar tarde a su cita con Tatsurou.

  — Aunque… — dijo de pronto Furukawa —. Es lindo hacer esto ¿no crees?

  — ¿Qué cosa? — Ryutaro le miro confundido, y sin previo aviso, el mayor le tomo de la mano. Tensandose por un par de instantes, sintió la calidez de Furukawa expandirse sobre su piel, que estaba tan fría como un tempano de hielo.

Ryutaro dejo escapar una risita.

Asegurándose de que el encargado del local miraba hacia otro lado, Ryutaro se permitió recargar la cabeza sobre su hombro. A continuación, sintió como Furukawa lo abrazaba por la espalda, atrayéndolo a su cuerpo. Ambos disfrutando silenciosamente de la cercanía del otro.

Ryutaro habría mentido vilmente si dijera que no gustaba de esas pequeñas muestras de cariño. Le encantaban. Porque podía sentir, al menos por unos suaves momentos, que de verdad era especial para otra persona. Era una sensación tan entrañable como efímera.

Porque todo lo hermoso termina por arruinarse, ¿cierto?

  — Pero quizás sea mejor no acostumbrarse — escucho decir a Furukawa, mientras le propinaba un pequeño beso en la cabeza —. Estas cosas hacen que todo sea más difícil cuando llega ese inevitable final…

Ryutaro no podía estar más de acuerdo.

  — Nee, senpai… ¿crees que puedas llevarme hasta Shibuya?

  — ¿Qué? ¿ahora también debo fungir como tu chofer, Arimura?

  — Es que no quiero mojarme en la lluvia…

Furukawa le miró incrédulo y Ryutaro no tuvo más opción que inflar las mejillas y dedicarle un tierno puchero, eso siempre funcionaba.

  — ¿Por favor… senpai?

Como era de esperarse, los efectos fueron inmediatos.

  — Pediré la cuenta...

 

 

 

 

 

 

 

 

 

*****

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  Y fue así, que frente a ese local solitario, Tatsurou había presenciado con gran dolor una escena de la que jamás espero ser testigo.

Habría reconocido ese bonito perfil en donde sea, esas ropas, esa espalda ancha y encorvada. No tenía duda de que uno de los sujetos que se encontraban sentados en la barra de ese lugar era Ryutaro, quien hablaba animosamente con otro hombre y cuyos rasgos Tatsurou reconoció de inmediato. Se trataba de nadie más y nadie menos que ese imbécil de Tomo Furukawa. Observo como ese tipo desagradable colocaba tímidamente su mano sobre la de Ryutaro, quien no tardo en acercarse y descansar su cabeza sobre el hombro del otro. Al final, el mismo Furukawa termino por abrazar a su querido Ryutaro, besándole en la cabeza. Sin temor a que alguien más los viera.

Tatsurou no podía creer lo que sus ojos veían.

Aquella escena por sí sola había sido irremediablemente tierna, como si de dos amantes se tratara. Sin embargo, fue esa misma ternura la que le destrozó el corazón. Ryutaro no solo le había engañado, también le había permitido a alguien más hacer lo que Tatsurou había intentado hasta el cansancio. Recordó todas esas veces que quiso tomarle de la mano o abrazarlo cuando había personas cerca, y recordó esa manera tan esquiva en que Ryutaro lo rechazaba firmemente, como si le fuera algo molesto.

  No podemos Tatsu, alguien podría vernos… la gente hablará mal de nosotros…  Tatsu seamos prudentes, no quiero que ni tú ni yo tengamos problemas...

¡Pero que montón de patrañas!

Sintió su sangre hervir en su interior, y olvidándose por completo de su amigo, Tatsurou se echó a correr, sin pensar en nada más que en escapar de la espantosa realidad, de esa cruel traición. Era tanto su enojo que ya no le importaba mojarse en la lluvia, tampoco le importaba si un auto lo arrollaba en ese momento por correr en medio de la calle. Nada importaba.       

Con la lluvia golpeándole el rostro, Tatsurou corrió con todas sus fuerzas, como si la vida le fuera en ello. Todo lo que Yukke había dicho, todos los rumores que había escuchado, todo lo que él se negaba a aceptar, todo era cierto.

  En algún momento durante su huida, quizás gracias a un golpe de suerte, el joven vocal llego hasta las puertas del hotel en donde se hospedaba con sus compañeros; e ignorando la mirada desconcertada de la recepcionista al verlo completamente mojado en la entrada, Tatsurou se abrió paso empujando a cualquiera que se atravesaba en su camino.

Ryutaro le había estado mintiendo todo este tiempo, y él, cegado por el amor que sentía, había sido lo suficientemente estúpido como para dejarse engañar. Y no solo eso, Ryutaro también había tenido el cinismo de acostarse con él, aun después de tener sexo con alguien más... ¿¡pero en qué demonios estaba pensando!?

Al llegar a su habitación, ni siquiera se molestó en encender la luz, dejándose caer a continuación sobre la cama en medio de la oscuridad, sin importarle que su ropa estuviese completamente empapada. Llevándose las manos a la cara, no pudo recordar la última vez que se sintió tan decepcionado, tan dolido y despreciado por alguien a quien quería mucho. Era como caer en un profundo y oscuro agujero, sintiendo como la desesperación y el dolor le carcomían muy lentamente por dentro.

No había nada peor que un corazón roto.

  ¿Por qué, Ryutaro?… ¿Por qué tenías que mentirme?

De pronto, escucho que alguien llamaba a la puerta, aunque sabía de antemano de quien se trataba. Levantándose de manera mecánica, Tatsurou fijo su mirada en algún lugar de la oscura habitación, sintiendo como las gotas de agua le escurrían por el rostro, escuchando el ruido de la lluvia que golpeaba en la ventana, pensando… pensando… y pensando...

  …Debes hacerle frente, ¡habla con él!... solo así sabrás si a Arimura-san de verdad le importa la relación que tiene contigo…

Las palabras de Miya atravesaron su cabeza como un pequeño rayo de optimismo.

¿Será... que aún había oportunidad de enmendar su relación con Ryutaro?

Los golpes a su puerta no cesaron, incluso se volvieron más insistentes.

¿De verdad estaba dispuesto a pasar por alto… todo lo malo que había sucedido?

Encendiendo la luz, Tatsurou intento tomar un poco de valor antes de abrir la puerta, dejando escapar un estrepitoso suspiro. Eso estaba a punto de descubrirlo.

  — ¿¡Pero rayos que te paso, Tatsu!? — exclamo un sorprendido Ryutaro en cuanto abrió la puerta — ¡Estás completamente mojado, ¡enfermarás!

Y sin esperar invitación alguna, entro a la habitación en busca del baño. Tatsurou no contesto, limitándose a sentarse nuevamente sobre la cama. De no haber presenciado aquella funesta escena, el gesto preocupado del otro vocalista le habría parecido de lo más tierno. Regresando victorioso con una toalla entre las manos, Ryutaro se sentó a su lado para secarle el cabello.

  — ¿Acaso no sabes que debes quitarte la ropa antes de ducharte? — le escucho bromear, sonriéndole de tal manera que lo hizo estremecer — Ni siquiera te quitaste los auriculares del cuello, ¿qué pasa contigo?

  — Fue culpa de la lluvia — reprocho Tatsurou, sin duda su walkman estaría arruinado de por vida. Ryutaro le dedicó una mueca empática.

  — Eso es muy desafortunado…

Tatsurou alzo la mirada y el tiempo pareció detenerse durante unos largos segundos cuando sus ojos se toparon con los de Ryutaro, quien para su mala suerte, parecía mirarlo con un sincero cariño. Le costaba creer que la persona frente a él fuese la misma de la que hablaban todos esos descarados rumores.

Pero ya no había marcha atrás, aclararía esto de una vez por todas.

De un momento a otro, mientras su mente todavía maquinaba las palabras que diría a continuación, Ryutaro se acercó para besarle en la boca. Tatsurou tuvo que hacer un esfuerzo colosal para no dejarse llevar y caer una vez más en aquel deseo, que comenzaba a convertirse en un círculo vicioso.

  — Espera, espera, espera — le pidió fervientemente, tomándolo de los hombros —. Detente, por favor…

  — ¿Qué pasa, Tatsu? — Ryutaro le miró confundido, quitando un par de húmedos mechones de su rostro.

  — Necesito hablar contigo.

  — ¿Sobre qué?

Tatsurou desvió la mirada. Las palabras se resistían a salir de su boca gracias a una repentina cobardía que le repetía una y otra vez que aquello no era más que una mala idea. Y el hecho de que el otro vocal comenzara a acariciarle la mejilla lo hacía aún más difícil. Al no recibir respuesta, Ryutaro le tomó de la barbilla, para obligarlo a mirarlo a los ojos.

  — Tatsu, me estas asustando, ¿ocurrió algo malo?

  Y todavía lo preguntas… pensó con amargura. Entonces, una idea cruzó su mente.

  — Yo… tengo algo para ti.

Sin dar más explicaciones, Tatsurou se dirigió hasta donde se encontraba su maleta de viaje sobre una silla, y después de buscar entre el desorden de ropa, encontró lo que estaba buscando. Quizás sería la prueba definitiva.

  — Toma…

Susurrando un ligero “gracias”, Ryutaro se dedicó a observar con suma curiosidad la pequeña caja que acababan de entregarle en las manos.

  — ¿Qué es esto?

  —  Un obsequio por tu cumpleaños. Vamos, ábrelo.

Con mesurada emoción, Ryutaro desató el listón y abrió la caja. Su rostro se iluminó por completo al descubrir el pequeño encendedor. El sonrojo en sus mejillas y la sonrisa que se dibujó en su rostro solo reafirmaron en Tatsurou su buena elección en cuanto al obsequio.

  — Estábamos siempre tan ocupados que no había tenido oportunidad de entregártelo — dijo, sentándose nuevamente en la cama —. Espero que te guste.

  — ¡Me encanta, Tatsu! Te lo agradezco mucho — dijo el otro ofreciéndole una tímida reverencia. Tatsurou intento sonreír, pero le fue imposible. Los nervios ahora rayaban en lo insoportable. Tenía que hablar de una vez por todas.

  — Nee… yo te quiero, ¿lo sabes? — dijo de pronto, tomándole de la mano. Por un muy pequeño segundo, pudo sentir como Ryutaro se tensaba ligeramente ante su repentina declaración. Arimura asintió con la cabeza, aunque no se atrevió a mirarlo a los ojos, aparentando centrar su atención en el pequeño regalo.

  — Uhm, me lo has dicho muchas veces.

   — Y quiero que sepas que nada me hace más feliz que estar contigo, Ryutaro.

  — Tú… ¿Por qué me estás diciendo esto tan de repente?

  — Porque quiero saber qué es lo que sientes tú por mí.

Tatsurou espero por la respuesta, impaciente, atento ante cualquier reacción. Había puesto las cartas sobre la mesa y nada podría evitar que esta conversación sucediera. Pasaron largos segundos, en los cuales Ryutaro permaneció cabizbajo y pensativo, jugueteando con su nuevo encendedor. Aquello no era buena señal.

  — ¿No vas a decir nada? — reprocho Tatsurou apretando los labios, el silencio estaba acabando lentamente con su paciencia — En serio no puedo entender por qué te comportas así conmigo.

  — ¿Ahora piensas que estoy siendo injusto? — respondió Ryutaro, poniéndose a la defensiva. Su semblante se había endurecido considerablemente, mientras que sus largos dedos resbalaban de su mano como si fueran arena.

  — Me refiero a que... hay tanto que quiero decirte, tantas cosas que quiero saber. Quiero sentir que nuestra relación es real, no quiero esconder de nadie lo que siento por ti… pero tú… tú nunca dices nada.

  — ¿Y qué quieres que te diga, Tatsu? ¿O es que acaso el obsequio que me has dado está condicionado a que hablemos de esto?

De acuerdo, aquello había sido el colmo.

  — ¡Maldita sea Ryutaro! ¿Aún no lo entiendes? ¡quiero tratarte como mi novio y tú te empeñas en rechazarme siempre! — explotó Tatsurou, impactando los puños contra sus piernas — ¿¡Dime, por qué lo haces!?

Ryutaro no dijo nada, pero la mirada que le dedico a continuación… reflejaba más que mil palabras. Entonces se levantó de la cama y con los brazos cruzados caminó lentamente hacia una de las ventanas, y justo cuando Tatsurou se disponía a recriminarle una vez más su falta de respuesta, un suspiro cansino y ruidoso desfiló entre los labios del pálido vocalista.

  — Porque nosotros somos dos personas que duermen juntas, nada más...

Aquella respuesta, apuñalo el pecho de Tatsurou como una daga al rojo vivo, como un disparo certero al corazón que le hizo comprender de una vez por todas, que esa pequeña esperanza de arreglar las cosas se había esfumado para siempre.

  — Creí que estabas de acuerdo en que esto fuera algo para divertirnos un poco, Tatsu… aunque quizá esto es mi culpa, supongo que debimos hablar de esto en algún momento…

Ryutaro se volvió a mirarlo, y mientras continuaba recitando excusas para justificar su falta de sensibilidad, su cabeza se vio invadida por miles de pensamientos, de recuerdos, de palabras, de memorias que en aquel momento sólo sofocaban más y más su corazón herido.

  — Por favor entiende, que lo que tú y yo tenemos es solo un amorío, algo que terminará tarde o temprano...

Le parecía espantosamente triste descubrir que a Ryutaro no le importaba en absoluto la relación que compartía con él, describiéndola simplemente como una diversión vacía y sin valor alguno. De pronto, sintió ganas de llorar.

    — ¿Por qué? — la pregunta había escapado de sus labios sin querer. Ryutaro pareció reflexionar durante unos instantes.

  — Porque soy la clase de persona que necesita estar sola.

Bajando la mirada hacia el piso, se apresuró a secar un par de lágrimas rebeldes que habían conseguido escapar de sus ojos. Después de todo, no tenía intención alguna de ponerse a llorar como una chica y quedar en ridículo.

  — ¿Así que...eso es todo? ¿Terminarás conmigo así nada más?

  — Lo siento Tatsurou, pero lo que tú me pides no puedo dártelo.

Dicho lo anterior, Ryutaro se acercó hasta donde estaba, tomando una de sus manos para devolverle el pequeño encendedor. Su rechazo estaba fuera de discusión.

  — Quizás no tiene caso seguir con esto — le escucho decir. Acto seguido, camino a paso firme hacia la puerta, dispuesto a escabullirse de ahí con rapidez.

Tatsurou no podía creer lo que acababa de suceder. Todo había sido tan repentino, tan indigesto, y aún después de haberle mentido, de humillarlo, de pisotear sus sentimientos, Ryutaro escaparía sin remordimiento alguno, como si no le importara. El sentimiento de desolación le cayó encima como un balde de agua helada, tan fría como la ropa húmeda que llevaba puesta.

La tristeza era inevitable. El dolor era inevitable.

  — Entonces, todo lo que dicen de ti es cierto…

Ryutaro se detuvo en seco.

  — ¿...Qué?

Incluso la rabia era inevitable.

  — Pero claro, debí de darme cuenta del tipo de persona que eras cuando te vi esa noche en los sanitarios con Sakurai.

  — ¿Pero qué estás diciendo?

Tatsurou se levantó de pronto, amenazante, bufando ruidosamente, haciendo retroceder a un desprevenido Ryutaro.

  — ¿Crees que no estaba enterado? ¿Crees que era lo suficientemente idiota para no darme cuenta de que te acostabas con otros sujetos? ¿¡con esos fracasados de Kaoru y Aij!? Y ese maldito Furukawa incluso me lo presentaste, ¿y para qué? ¿¡para que ambos se burlaran de mí!?... ¿Dime, acaso te acuestas con alguien más? No me sorprendería si antes de venir aquí te hayas revolcado con alguno de esos bastardos…

La sorpresa era evidente en Ryutaro, abriendo grandes los ojos, incapaz de articular palabra alguna, su rostro incluso había enrojecido descaradamente. Era más que claro que no esperaba una negativa de su parte. Tatsurou, en cambio, estaba furioso, tanto que incluso pensó que pronto le saldría humo de la nariz.

  — Confié en ti Ryutaro, me entregue a ti, espere por ti como un completo estúpido y resulta que solo soy un maldito juguete con el que podias divertirte — le acuso mordazmente — Todo el mundo sabía de tus aventuras y… es que… ¿¡acaso prefieres estar con alguno de esos imbéciles de mierda!?

  — ¡No te atrevas a insultarlos, que ellos son mis amigos! — exclamo Ryutaro, parecía ofendido. Tatsurou se preguntó si frente a otras personas también había defendido la amistad que compartían con esa misma fiereza.

  — ¿Y que se supone que soy yo? ¿Eso es lo que haces con tus amigos? ¿Les hablas como una vulgar mujerzuela para acostarte con ellos sin importar nada?

  — ¿Y eso qué? Al menos ellos entendieron que nada de esto era algo serio. Pero tú no eres más que un niño ingenuo. No sabes nada…

Aquel cinismo hizo que su paciencia llegara a su límite. Irritado, Tatsurou apretaba los puños con violencia, sintiendo como el duro metal del encendedor se incrustaba cada vez más en la palma de su mano. Quería herirle, insultarle, quería provocarle ese mismo dolor que lo sofocaba por dentro, aunque más por la necesidad de protegerse a sí mismo. Pero una vez más, Ryutaro parecía ir un paso adelante, con una expresión tan dura como una piedra y una severa mirada que le advertía no seguir con aquella discusión.   

  — No cabe duda de que eres una puta — gruño. El enfado que le carcomía las entrañas era ya irreversible — ¡Eres una maldita puta, Ryutaro!

  — ¡Me importa una mierda! — grito el otro agitando los brazos. Al parecer su paciencia también había llegado a su límite — ¿Pero quién te crees que eres? ¡Tú no tienes derecho a reclamarme nada!

  — ¡Después de todo lo que paso no puedes simplemente venir aquí y apagarme como si fuera un maldito foco!

  — ¡Entiéndelo de una buena vez, Tatsurou! ¡La única razón por la cual me interesé en ti fue porque quería acostarme contigo! ¡Cómo podría desperdiciar mi tiempo con un mocoso mediocre y ridículo! ¡solo piénsalo! ¿¡Quién demonios querría estar con alguien como tú!?

Fueron esas crueles palabras las gotas que derramaron el vaso. Y antes de que pudiera darse cuenta, Tatsurou le había lanzado bruscamente el encendedor como única respuesta. Ryutaro a duras penas logro esquivarlo. No había nada más que decir.

Con los ojos ahora empañados de lágrimas, el joven vocal se dejo caer sobre la cama, echándose las manos sobre el rostro. No podía sentirse más traicionado y desesperanzado, porque incluso su amistad había sido tan solo una mentira desde el principio.

  — Lárgate de aquí— le pidió con voz entrecortada, secándose las lágrimas que habían comenzado a resbalar de sus ojos —. No quiero volver a verte…

  — Tatsu yo… perdóname, no era mi intención… — arrepentido quizás de sus palabras, Ryutaro intentó disculparse, pero Tatsurou no quería escuchar más.

Si tan solo sus miradas nunca se hubiesen cruzado aquella noche lejana. Sin tan solo Ryutaro nunca le hubiese mirado de esa manera. Si tan solo nunca se hubiese fijado en él. Si tan solo nunca hubiesen intercambiado palabra alguna. Si tan solo nunca le hubiese confesado sus sentimientos.

  Si tan solo…  

  — Por favor ya vete…

Si tan solo nunca se hubiesen conocido.

Sin atreverse a mirar por última vez a Ryutaro, solo pudo escuchar sus pasos que se alejaban lentamente y la puerta cerrándose momentos después. En ese momento un silencio atroz invadió la habitación. Hacía mucho que la lluvia había parado.

Sin poder contenerse ni un minuto más, Tatsurou rompió a llorar desconsoladamente.

  El mundo se había acabado, y nada volvería a ser igual después de ese día.

 

 

Notas finales:

Les agradezco a todos por haber leído hasta el final esta historia, así como agradezco a mi querida 'nemuriniyosete' por ser tan paciente conmigo uwu

Unas notas antes de terminar:
* Si son conocedores de Buck Tick, sabrán que hay tres canciones que se mencionan en este capítulo, ¿saben cuales son?
* Si preguntan si Ryutaro y Kaoru se conocen en la vida real, la respuesta es "Sí", y prueba de ello son los tweets que se escribieron hace muchos años, cuando Dir en Grey se preparaba para su primer concierto aquí en México. Ver para creer XD
Tweet 1
Tweet 2
Tweet 3

Ahora si, prosigamos con la pequeña sorpresa....


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