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Entre Colmillos de León y Cuernos de Carnero por DanyNeko

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La mañana despertó a Kyouya más o menos temprano, y dado lo mucho que había dormido las últimas horas -y muy a gusto- el león adolescente se levantó con la energía para ponerse en marcha enseguida.
Todo esto, respaldado por el hecho de que Ginga, una vez más, no estaba a su lado al despertar como para contagiarle las ganas de quedarse en cama, acurrucados y charlando o intercambiando besos y mimos.

 Sin contener un gruñido molesto, el oji-azul se apresuró a buscar y ponerse su ropa habitual, tomando su gabardina verde en una mano para luego salir de la habitación en busca de su, aparentemente escurridizo, compañero.

 Pegasus estaba junto a Leone en una de las mesitas de noche, por lo que su dueño no debía estar muy lejos.

 Antes que nada, pasó por el baño y se lavó la cara; escuchó movimiento en la sala, así que se encaminó ahí a continuación, solo para encontrar al propietario de la casa, de vuelta en su playera salmón y jeans oscuros, con una escoba en manos y limpiando el salón principal.

 Kyouya se recostó contra la pared, al borde del pasillo, mientras lo miraba. No pudo evitar una sonrisa al darse cuenta de que Ginga tarareaba por lo bajo y movía la cabeza o las caderas mientras limpiaba. Lucía realmente animado, como no lo había estado desde su batalla contra Ryuuga, y eso, por efecto inmediato, llenaba de ánimos al joven peliverde.

 —No me esperaba una vista así. El pequeño viajero solitario como amo de casa —no pudo evitar bromear a su costa, mostrando esa sonrisa de lado que exhibía su colmillo.

 — ¡Kyouya! —el pelirrojo se sobresaltó, y casi deja caer la escoba —bu-buenos días ¿dormiste bien? —consiguió preguntar, dándole una sonrisita nerviosa.

 Kyouya caminó hacia él —pareces de buen humor —mencionó, mientras llegaba a su lado y le levantaba la cabeza al poner dos dedos bajo su barbilla —y sí, dormí bastante bien —ronroneó, antes de besarlo.

 Ginga se sonrojó ligeramente y dio un pequeño bote, pero no pudo no corresponderle y derretirse en ese beso —tú también pareces haber despertado de buen humor —se rió entre dientes, antes de echar un vistazo al pasillo, un poco nervioso de que alguien los sorprendiera. 

 Kyouya solo le mordió el labio inferior en reprimenda, luego de rodar los ojos — ¿quieres ayuda?

 —No hace falta. 

Kyouya volvió a poner los ojos en blanco —deja esa tonta cortesía —le robó otro beso y se dio la vuelta —arreglaré la habitación.

 Ginga se relamió los labios, mirándolo con una pequeña sonrisa —gracias. 

Kyouya le dio un guiño antes de pasar la puerta y Ginga suspiró suavemente antes de retomar su tarareo y el aseo de su hogar.
El pelirrojo estaba feliz de que sus amigos estuvieran allí con él, porque evitaban que la nostalgia y el dolor de la pérdida lo golpearan.

 Kyouya dejó la puerta abierta, solo para seguir escuchando el tarareo de Ginga, mientras acomodaba almohadas y tendía las mantas de la cama; recogió también las toallas que habían​ tendido en la ventana y las dobló, dejándolas apiladas sobre una de las cómodas de la habitación. Recogió a su Leone y a Pegasus de la mesita, guardó su bey y salió de regreso a la sala para encontrar a Ginga en la puerta, barriendo un poco de polvo fuera; le tendió el bey azul y luego se acomodó su gabardina verde.

 —Despertaré a los chicos para que vayamos a desayunar donde Hyoma —mencionó, mientras guardaba a su Pegasus —conociéndolo, ya debe estar casi listo. 

— ¿Por qué tan seguro de que no sigue dormido? —comentó el joven león, entrelazando las manos tras la cabeza.

 Ginga señaló el sofá al pasar —mi ropa estaba aquí esta mañana, lo que significa que se levantó mucho antes que yo —Kyouya miró al mueble, encontrando la chaqueta azul de Ginga perfectamente doblada aún allí. Gruñó por lo bajo.

 ¿El borrego habría sido capaz de fisgonear las habitaciones mientras había estado allí? ¿Habría visto que él y Ginga estaban durmiendo juntos?

Gracias a su peculiar actitud, ni siquiera sabía a ciencia cierta si había alcanzado a verlos besándose en las aguas termales, aunque Kyouya apostaba más a un no.

 Al volver la mirada hacia el pasillo vio a Kenta salir, ahogando un bostezo en una mano, y a Ginga mirando dentro de la habitación con cara pensativa y una mano bajo el mentón.

 —Ah, buenos días, Kyouya —saludó amablemente el pequeño peliverde.

 Kyouya reconoció su saludo con un movimiento de cabeza, antes de que el niño se dirigiera al baño y luego se volvió a su compañero —yo lo despierto —adivinando que el dilema de Ginga era, seguramente, cómo sacar a Benkei de su sueño profundo.

 Ginga asintió, dándole un beso en la mejilla cuando pasó a su lado, hacía la cama del peli-morado. En esta ocasión, en lugar de tomar la almohada de Kenta, Kyouya agarró la propia almohada de Benkei y se la quitó de un tirón. Ginga se rió suavemente, el tirón sirvió para que el oji-café espabilara un poco, aun así, Kyouya le aventó la almohada a la cama —hora de levantarse.

 Benkei cayó de la cama, mientras se quitaba desesperadamente la almohada de la cara — ¿Qu-qué, qué?

 Ginga le ofreció una mirada de simpatía —llevo un par de minutos tratando de despertarte, Benkei. Vamos donde Hyoma a desayunar —le explicó, mientras Kyouya simplemente se metió las manos en los bolsillos y se paró a su lado con los ojos cerrados.

 La pareja de habilidosos bladers salieron fuera de la casa, a tomar aire fresco, mientras Kenta y Benkei terminaban de alistarse. El aire puro y fresco de la montaña era agradable, Kyouya amaba la sensación del viento y ahora que Ginga se había recuperado por completo de su excursión a la montaña también disfrutaba de la brisa.

 —Perdón por la tardanza —dijo Kenta, saliendo de la casa con Benkei. Ginga les sonrió y los cuatro se encaminaron a la casa de Hyoma, cuya puerta estaba entreabierta.

 Ginga entró primero, con la ligereza de quien había estado cientos de veces allí antes y exclamó animadamente — ¡Buenos días!

 —Buenos días, chicos —Madoka justamente salía de un pasillo, con un cepillo que paseaba por su pelo castaño y con toda la apariencia de estar recién levantada.

 —Buen día Gingi, hola muchachos —saludó un más animado Hyoma, que estaba tras la barra de la cocina, bien haciéndole un gesto con la mano al pelirrojo.

 Ginga se acercó con su ánimo habitual —Hola Hyoma.

 El albino dejó la espátula que tenía en una mano para llevarla al pelo rojo y acariciarlo con cariño, antes de darle un rápido beso en la frente — ¿Dormiste bien? ¿Cómo te sientes, Gin?

 —Estoy perfectamente, Hyo-chan —el oji-dorado le dio una de sus hermosas sonrisas —no tienes de qué preocuparte.

 Conociéndolo de toda la vida, Hyoma identificó la sinceridad en sus palabras y toda la energía que hacía brillar los ojos ámbar del chico —me alegra saberlo —la mano de Hyoma bajó para rozar con sus nudillos la mejilla del niño más joven. Al hacerlo, un pequeño escalofrío subió por su espalda y la sensación de ser observado lo golpeó.

 — ¿Te ayudo? —fue una pregunta, pero Ginga no esperó una respuesta antes de meterse más en la cocina y ayudar a su mejor amigo con los desayunos de todos, sus amigos estaban ahí por él después de todo.

 Hyoma ni siquiera se molestó en negar, miró de reojo a los cuatro visitantes, pero la sensación de unos ojos en su nuca había desaparecido. No que necesitara confirmación para saber quién había sido.

 Todos se acomodaron en la mesa de comedor mientras Hyoma y Ginga llevaban platos y vasos llenos de comida para todos.

Benkei, Kenta y Madoka estaban de un lado de la mesa, Kyouya del otro, cuando finalmente se unieron los dos bladers locales, el pelirrojo quedó en medio.

 El desayuno transcurrió de forma amena. Hyoma ya sabía lo que había llevado a Ginga de vuelta a casa por palabras de Oikuto y se abstuvo de hacer ningún comentario al respecto, a pesar de querer escucharlo de su propia boca, pero parecía que Ginga ya no necesitaba el consuelo; lo que hubiera encontrado en la cima de esa montaña, realmente era lo que necesitaba.

 Hubo un momento en que Ginga casi se atoró con un sorbo de su jugo de frutas. 

— ¿Estás bien, Ginga? —consultó Madoka.

 Ginga carraspeó un poco mientras asentía con la cabeza —te he dicho que no comas tan rápido Gin, un día te vas a ahogar —Hyoma lo regañó suavemente mientras le palmea a la espalda con suavidad.

 Ginga se sonrojó muy ligeramente, por el trato de niño pequeño, y se limitó a asentir hacia su mejor amigo, con aspecto tenso e inquieto, mientras apretaba las piernas. 

El pelirrojo luchó por no dirigirle una mirada reprochante al peliverde a su lado, cuando la mano que había colocado en su muslo hacía un momento no solo no se apartó, si no que empezó a acariciar de arriba a abajo, por sobre la tela de mezclilla.
Kyouya simplemente siguió ingiriendo su desayuno con la otra mano como si nada, reprimiendo una sonrisa maliciosa.

 Luego de un rato, con todos satisfechos y con las energías completamente recargadas, se dirigieron hacia el bosque, con la guía -esta vez confiable- de Hyoma, y de Ginga también, aunque el pelirrojo parecía más bien distraído en revivir recuerdos de su infancia.

 La primera parada no les tomó más de unos diez minutos de caminata. Había un tocón pulido que parecía un perfecto BeyStadium, y junto el árbol caído había sido cubierto de musgo y otras plantas silvestres.

Los árboles alrededor eran robustos y de ramas frondosas, las raíces incluso sobresalían del suelo y se entrelazaban unas con otras, creando un patio de juegos natural para pequeños animales como ardillas, conejos y demás habitantes del bosque. En el camino incluso habían visto algún que otro búho durmiendo en los árboles.

Kenta y Benkei se apresuraron a probar el árbol mientras Madoka consultaba con Ginga y Hyoma sobre cómo había sido antes de quedar tan liso y si recordaban cuanto tiempo se tardó.

Kyouya permaneció en silencio por un rato, solo escuchando y pensando. Era claro que Ginga había estado practicando beyblade desde muy, muy pequeño, y eso se reflejaba en su nivel actual como blader, pero había algo en particular que le provocaba curiosidad. 

"Hyoma y su Aries llevan muchos años de entrenamiento y práctica juntos, son un contendiente difícil, créeme, te lo digo por experiencia" esa respuesta de Ginga a Kenta lo había hecho pensar. Resultaba obvio que par de amigos se había enfrentado incontables veces desde la infancia… ¿Cuál de los dos estaría a la cabeza? ¿Se habían enfrentado desde que Ginga obtuvo a Pegasus

El prolongado silencio y la quietud de Kyouya llamó la atención de Ginga, y se quedó viendo al oji-azul sin que este se diera por enterado. El rostro del joven león era impasible y no le daba ni una pista al pelirrojo sobre los pensamientos que rondaban a su compañero. Claro, cualquier otra persona que viera esa expresión y sus brazos cruzados lo interpretaría como fastidio o desdén, pero Ginga lo conocía mejor que eso.
De todos modos, dejó que Kenta y Benkei jugarán unos pocos minutos más antes de presionar hacia el siguiente punto.

 Internamente, Ginga pensó que era una pena no poder caminar al lado de su querido león, de la mano, como lo hacían a veces en la ciudad; pero Hyoma y los demás estaban demasiado atentos a él como para permitirles un momento así.

Era una pena, porque podía distinguir qué a Kyouya le agradaba todo ese ambiente natural y salvaje que los envolvía en su recorrido, y le gustaría poder compartirlo mejor con él, preferiblemente solos, de modo que pudieran ser ellos mismos​ y expresarse sin moderación. 

Sin querer, Ginga acabó pensando en que sería una bonita cita. Caminar por el bosque bey, parar en el río al que estaban a punto de llegar para nadar, quizás comer algo, y tener una increíble batalla bey en cualquiera de las peculiares locaciones que encerraba ese antiguo bosque.
El pelirrojo sonrió felizmente ante esos pensamientos. Definitivamente tenía que volver con Kyouya aquí.

Ajeno a sus pensamientos, Hyoma observaba a Ginga y sonrió también al verlo feliz. Ginga no se veía así desde aquella desastrosa noche en el santuario del bey prohibido, y Hyoma dedicó un pensamiento para agradecer a la estrella de la suerte de su querido oji-dorado por poner a tan buenos amigos en su camino.

Otro que estaba observándolo, desde luego, era Kyouya. Relajándose mientras caminaba, se preguntó qué había pintado esa bonita sonrisa en los apetitosos labios de su Ginga y de​ repente tenía tantos deseos de besarlo que tuvo que agitar su cabeza para alejar las imágenes de él, tumbando a Ginga sobre la suave hierba del bosque, al límite del río al que acababan de llegar, para besar, chupar y morder sus labios y cuello hasta la saciedad.

 —Aquí estamos —declaró Hyoma, cuando llegaron a la rivera de un río ligeramente rápido de al menos diez o doce metros de ancho, con aguas claras y algunas rocas de diferentes tonalidades grisáceas.

 —Es un lindo lugar —mencionó Kenta.

 —Me pregunto si estará conectado con la corriente que da agua al lago en el que paramos de camino —comentó Madoka para sí.

 —Este es otro gran lugar para practicar beyblade —se adelantó Ginga, mirando hacia las rocas que sobresalían del agua.

 Benkei giró la cabeza a los lados —Yo no veo nada.

 Con su usual sonrisa, Ginga sacó su lanzador y cargó a Pegasus —Mira y aprende. 

Pero Hyoma lo interrumpió mientras se preparaba para lanzar—Mueve tú pie izquierdo un poco a la derecha.

 El pelirrojo obedeció — ¿Así? 

El albino caminó hasta pararse detrás de él. Kyouya se tensó cuando todos pudieron ver cómo Hyoma colocaba ambas manos en las caderas del más bajo —No demasiado —luego, metió una pierna en medio de las de Ginga y las separó con suavidad hasta que pareció satisfecho.

 Ginga ignoró -no sin dificultad- la sensación de una mirada fija en él, que estaba muy seguro no pertenecía a Hyoma y se centró en su tiró —Bien —con la tradicional exclamación de 'Let It rip' el bey azul salió disparado, rebotó en varias rocas a través de su camino por el río para finalmente llegar al otro lado, intacto y sin dejar de girar. Recibió exclamaciones sorprendidas, como el "wow" alargado de Kenta antes de volver la mirada —se llama Cruce de Bey —esta vez no pudo suprimir un escalofrío, cuando descubrió una helada mirada en los ojos azules que tanto le gustaban, y notó sus manos en puño.

 Ginga tragó en seco, preguntándose qué había molestado a Kyouya, mientras Madoka explicaba los detalles técnicos del Cruce de Bey y Benkei se aventuraba a intentarlo, lo que le ofreció una distracción tanto a él como al inconforme Tategami. 

—Pero si fallas por una pequeña fracción, tu Bey puede caer al rio —advirtió la mecánica. 

Ginga no pudo dejar de recordar sus tardes con Hyoma en ese río —Si eso pasa, vas a tener que nadar, Benkei —canturreó divertido, llevándose las manos tras la espalda, aún con su lanzador entre ellas.

 Hyoma se rió entre dientes —Nosotros dos tuvimos que meternos muchas veces.

 Benkei lo desestimó con facilidad—Pues yo no nadaré en ningún río —y lanzó. 

Desafortunadamente, Bull no consiguió ni un solo rebote bueno antes de caer a la corriente, así que Hanawa saltó al agua fresca para recuperar su bey. Por suerte el agua no alcanzaba a arrastrarlo antes de que se hundiera.

 Kyouya lo miró con algo entre la pena ajena y la burla antes de adelantarse, cargar a Leone en su lanzador, y realizar con éxito la maniobra. 

El bey verde se reunió con su compañero azul, al otro lado del río. 

Como siempre, Benkei lo alabó. Kyouya escuchó las exclamaciones de los demás hasta que fue el propio Ginga quien habló. El peliverde disfrutó el orgullo de su compañero mientras pintaba una sonrisa arrogante en sus labios.

 —Cualquiera lo haría, si ya ha visto como se hace —lo que en cualquier otra persona sonaría a modestia, en Kyouya transmitía orgullo y estar consciente de su propio talento y habilidad. 

—Ajá, así se habla —aduló Ginga, y una parte muy interna de Kyouya ronroneó ante su voz. 

—Bueno, ese es el rival número uno de Ginga, amigos, Kyouya —comentó Madoka, al estilo presentador de TV.

 — ¿Su rival? —fue muy satisfactorio para Kyouya oír la conmoción en la voz del corderito. Entreabrió un solo ojo a tiempo para ver cómo el de ojos cerúleos miraba de Madoka a Ginga, como esperando una explicación.

 Y fue aún más satisfactorio que el propio Ginga se lo confirmara —Kyouya es bastante talentoso —en ese momento, el joven león solo quería agarrarlo de sus vibrantes mechones rojos y besarlo hasta robarle el aliento.

 — ¡Madoka, mira! —el pequeño peliverde de pronto palmeó el brazo de la castaña antes de apuntar unos metros más río arriba. Ignorante de la tensión entre un Kyouya y Hyoma.

 Tanto la castaña como todos los demás voltearon en la dirección señalada, solo para hallar una pata adulta, caminando con cinco pequeños patitos en dirección al río —awww, que linda familia de patos —la niña los enfocó con su laptop para tomar una foto de la escena.

 —Mientras no sean jabalíes, fantástico —murmuró Benkei, ganándose unas cuantas risas, así como un resoplido burlón de Kyouya.

 —Miren, algo sale del agua —Madoka señaló a medio camino entre ellos y los patos, algo pareció asomarse al borde del río.

 Ginga caminó hacía allí, luego de emitir un sonido curioso —no será un cocodrilo ¿o sí? —tembló Benkei.

 Hyoma negó con la cabeza —no hay ese tipo de lagartos por aquí… aun así, ten cuidado Ginga, podría ser una serpiente —añadió con preocupación.

 El pelirrojo hizo un gesto con la mano, dando a entender que lo había escuchado, luego se hincó sobre una rodilla al borde del río, miró con atención y sonrió —no hay de qué preocuparse. Es solo una pequeña tortuga de río —Ginga acercó las manos al agua, lentamente, y luego las hundió de prisa, logrando atrapar entre ellas a la pequeña tortuga —aquí.

 Kenta y Madoka se acercaron primero a ver al animal. Ginga lo dejó en manos del niño para luego desviar su mirada hacia unos arbustos a su espalda.

 —Buena atrapada —lo felicitó Hyoma. 

Ginga lo miró un momento, con una sonrisa —gracias, el truco está en no hacer ruido hasta que esté al alcance —le dio una mirada de reojo a Kyouya, antes de volverla a los arbustos.

 El peliverde no pudo evitar una sonrisa ladina al recordar algo similar que le había dicho a Ginga anoche, en el baño, pero se percató de la insistente mirada de Ginga y se giró con curiosidad, notando… algo.

 — ¿Qué pasa? —peguntaron Benkei y Hyoma casi al mismo tiempo, notando el interés de ambos talentosos bladers.

 Ginga los chistó, llevándose un dedo a los labios antes de caminar hacia un arbusto en particular y atravesar el torso entre las hojas.

Kyouya estaba a punto de acercarse cuando Ginga exclamó algo inentendible y se abalanzó por completo al otro lado del arbusto.

 — ¡¿Ginga?! —exclamaron está vez los dos menores. 

— ¡Tienen que ver esto! —gritó el pelirrojo, antes de salir de entre los arbustos, sosteniendo algo cuidadosamente entre sus manos. De inmediato fue rodeado por todos antes de oír un coro de exclamaciones sorprendidas o curiosas — ¿No es precioso?

 — ¿Eso es un gato? —preguntó Benkei. 

En efecto, Ginga cargaba en sus manos los que parecía ser la cría de algún tipo de felino. Era muy pequeño, con grandes ojos azul pálido, el pelaje de un curioso color, como entre dorado y rojizo, con múltiples manchas y anillos en la cola.

 —Ginga… —Hyoma parecía disgustado, pero no pudo decir otra palabra antes de que el pelirrojo lo mirara, casi se podían ver estrellas en sus ojos dorados.

 — ¿No es un leoncito precioso, Hyoma? —exclamó. Kenta y Benkei se tensaron. ¿León? ¿En el bosque?

 La mecánica balbuceó por un momento —ah, creo que te equivocas de especie, Ginga. 

El pelirrojo la miró, ladeando la cabeza en confusión, luego miró a Hyoma que estaba a su derecha —en realidad, se los llama mucho leones de montaña, así que realmente no es incorrecto —aclaró el albino.

 —Pero ¿qué es exactamente? —volvió a preguntar Benkei.

 —Es una cría de Puma, Benkei —aclaró Kyouya, que estaba mirando al felino por sobre el hombro izquierdo de Ginga, con gran interés.

 — ¿E-esos animales no son peligrosos? —tembló Kenta. 

—No es usual que ataquen personas, al menos no por aquí, además, es solo un bebé Kenta —lo acunó mejor contra su abdomen —no debe tener ni siquiera un mes —aclaró. El minino los miraba, temblando en las manos del oji-dorado.

 —A medida que crecen pierden las manchas y su pelaje toma un color uniforme —leyó Madoka, desde su laptop —puede ser dorado, platinado o rojizo. Los adultos alcanzan a medir entre 60 y 80 cm hasta los hombros, y de la nariz a la cola entre metro y medio hasta 2,75.

 —Además, mira sus dientes —Ginga se acomodó a la cría en un solo brazo y metió el dedo índice entre las mandíbulas para exponer la dentadura. El gatito le gruñó pero, obviamente, no tenía la fuerza para evitarlo —son muy pequeños, no hacen daño aún —la sensación no era más que rozar un cuchillo de mantequilla —igual que las garras —sacó el dedo de la boca del animal para tomar una de sus patas y presionarlas, diminutas garritas retráctiles apenas se asomaron.

 —Awwww —Madoka arrulló de ternura luego de ver esa demostración, y que el gatito espetara un gorgoteo que pretendía ser un gruñido amenazante —es realmente lindo.

 —Ya, pero sigue siendo un animal salvaje —suspiró Hyoma, mirando al pelirrojo con suave reprimenda —no debiste tomarlo Ginga.

Con una mirada herida, Ginga levantó al pequeño león de montaña más cerca de su pecho —pero, Hyoma, estaba solo —cabeceó hacia los arbustos.

 —A esa edad, creo que ni siquiera comen carne aún —reflexionó Kyouya, mirando al pequeño animal en brazos de su compañero —debería estar con su madre y hermanos para ser amamantando.

 — ¿Por qué piensas que tiene hermanos? —preguntó Kenta.

 —La mayoría, si no son todos los felinos salvajes, suelen tener al menos dos crías por camada —explicó Ginga con una sonrisa —por eso me preocupa que este pequeño leoncito esté aquí rondado solito.

 La postura y mirada de Hyoma hablaban de resignación absoluta — ¿y qué pretendes hacer? ¿llevarlo contigo? 

 —Es muy pequeño, Hyo-chan —los ojos de Ginga en ese momento eran tan adorables como los del gatito en sus manos —no puede haberse alejado tanto de su familia. Quizás los encontremos de camino.

 —Espera ¿no querrá atacarnos la madre si nos ve con su bebé? —preguntó Benkei con inquietud. 

Kyouya le respondió —es muy poco probable que una sola hembra ataque a un grupo numeroso, aunque sea por su cría —meditó —en todo caso nos acecharía en busca de una oportunidad para recuperarlo, o bien daría por sentado su perdida —concluyó, acercando finalmente una mano al pequeño puma para rascar entre sus orejas con suavidad.

 Sí. Kyouya tenía un punto débil con los gatitos ¿Y qué con eso?
Lo negaría a cualquier persona que preguntara.

 —Además, si un macho adulto lo encuentra, lo cazaría —alegó el pelirrojo, mirando a su mejor amigo con los ojos aguados.

 Hyoma suspiró, llevándose una mano a la frente y la otra contra la cadera —de acuerdo, puedes tenerlo por el momento, pero si no encontramos a su madre lo dejarás aquí, no puedes llevártelo a la aldea.

 Ginga le dio una sonrisa deslumbrante, abrazando al gatito contra el centro de su pecho — ¡Sí! ¡Gracias Hyo-chan! —se empinó para darle un beso en la mejilla y luego se dirigió hasta el borde del agua, por donde habían pasado su bey —bueno ¡sigamos entonces!  —y sin mediar otra palabra, empezó a saltar entre las rocas.

 — ¡Cuidado, no vayas a resbalar! —se quejó de inmediato Hyoma, mientras él y Kyouya se apresuraban detrás de Ginga. 

— ¡Cuidado con el puma, Ginga! —exclamó también Madoka, antes de mirar las rocas con precaución. No quería terminar mojada como Benkei.

 El de la bufanda saltó ágilmente entre las rocas, aún con los brazos ocupados con el gatito, cruzó el río sin perder el ritmo. Sin embargo, al llegar al otro extremo perdió el equilibrio y casi se va de espaldas al río, de no ser porque Kyouya lo alcanzó justo a tiempo y dejó que la espalda del pelirrojo chocara contra su pecho, deteniendo su caída sin siquiera tocarlo. 

—Te tengo —le susurró bajito, en la oreja.

Ginga simplemente se ruborizó un poco. 

— ¿Ginga estás bien? —los alcanzó Hyoma. 

—Sí, desde luego —el pelirrojo le dio una sonrisa tranquilizante mientras se enderezaba y Kyouya se apartaba para recuperar sus beys —solo me tambaleé un segundo.

 Tategami se inclinó para tomar a su Leone y a Pegasus. Ambos beys estaban quietos, apoyados entre sí; habían dejado de girar hacia unos momentos, cuando sus dueños prestaron su total atención a otra cosa.

Kyouya los recogió con ambas manos y guardó su bey antes de tenderle el azul a Ginga. El pelirrojo acomodó al puma en un brazo y guardó su bey con la mano libre. 

—Gracias Kyouya.

 Esperaron a que los demás terminaran de cruzar el río a salvo y siguieron su camino, esta vez más atentos a su alrededor, por si divisaban entre el follaje a la madre puma del pequeño gatito que Ginga cuidaba. Eso le dio la oportunidad al pelirrojo de dejar el lado de Hyoma sin que este se diera mucho por enterado, y caminar lado a lado con Kyouya.

El peliverde zumbó complacido por esto y estiró la mano izquierda para volver a acariciar al pequeño puma.

 — ¿Crees que encontremos a su familia? —consultó Ginga, en voz baja, como si lo que llevara en brazos fuera un bebé dormido y no un gato salvaje inquieto.

 Kyouya dejó que el minino tomara su dedo pulgar entre sus dos pequeñas patitas y tratara de morderlo —la posibilidad está —dijo sencillamente, sin querer darle muchas esperanzas al pelirrojo. Si no encontraban a la madre, la cría se quedaría sola y moriría, ya fuese por inanición o en las garras de otro animal salvaje.

 Ginga suspiró, luego le dirigió una pequeña sonrisa a su pareja — ¿Te gusta?

 Kyouya frunció los labios ante la entonación cantarina en esa pregunta y dio una mirada de reojo a los otros cuatro antes de responder en voz baja —sí, es… lindo. 

Ginga le dio una de sus grandes sonrisas, mientras rozaba 'casualmente' su brazo derecho con el izquierdo del peliverde. Kyouya rodó los ojos antes de tener una idea. Tomó uno de los extremos colgantes de la bufanda blanca de Ginga, con la mano derecha, y la meneó sobre la cría, agitándola suavemente para llamar su atención.

 Ginga parpadeó un par de veces, confundido, pero rápidamente el gatito perdió interés en la mano izquierda de Kyouya y se enfocó en el trozo de tela blanca que se balanceaba sobre su cabeza; se movió hasta quedar panza arriba entre los brazos de Ginga y empezó a lanzar sus patas delanteras hacia arriba, tratando de cazar la tela.

 Ginga se rió entre dientes —eso es adorable.

 —Las crías persiguen las colas de sus padres como práctica para cazar presas en movimiento —comentó el peliverde, subiendo y bajando el pliego de ropa —es instinto. 

—Aun sabiendo eso, es lindo —insistió el menor —solo míralo, pequeño cazador —cariñosamente, llevó un dedo a la pancita expuesta y le profirió pequeñas caricias —pequeño leoncito.

 El gatito gorgoteó ante las cosquillas en su panza y le dio un zarpazo al dedo del pelirrojo. Ginga hizo un pequeño mohín y redirigió sus caricias bajo el mentón del puma.

En respuesta, el felino se detuvo parcialmente en su juego de cacería, solo para ronronear.

 A Ginga le brillaron los ojos al oírlo y sentirlo contra su pecho — ¡está ronroneando! —exclamó en voz baja a Kyouya, conteniéndose para no gritarlo y atraer la atención de los demás.

 Aunque ambos estaban tan atentos al minino que ninguno se percató de Madoka apuntando su laptop a ellos y fotografiando la enternecedora escena.

 Kyouya le sonrió burlonamente —me doy cuenta —dejó el pedazo de bufanda colgar por el hombro vestido de azul en favor de volver a rascar entre las orejas del gatito. 

El pequeño puma ronroneó más fuerte. 

La siguiente parada fue en una zona más alta, por encima de la línea del césped, y llena de rocas.
Las rocas apiladas y altas estaban llenas de agujeros, que tenían la circunferencia apenas más grande que el tamaño promedio de un bey.

 Hyoma les explicó a todos sobre el Paso Bey mientras Ginga le tendía el gatito a Kyouya — ¿quieres sostenerlo un momento? 

 Los ojos color zafiro parpadearon dos o tres veces con rapidez mientras Ginga colocaba al gatito en sus brazos.

El pelirrojo le sonrió y alcanzó a Hyoma mientras ambos colocaban a Aries y Pegasus en sus lanzadores para la demostración de turno. Gritaron a la vez y lanzaron sus beys, que atravesaron agujeros en diferentes rocas, una al lado de la otra.

 —...Inventaron muchas cosas para entretenerse —comentó Madoka en tono bromista mientras veían a Kenta y Benkei tratar y fallar en imitar a los dos lugareños.

 Ginga la miró después de volver a guardar a Pegasus —Estando tan inmersos en las montañas no había muchas más cosas con las que jugar —respondió con una sonrisa.

 Kyouya siguió observando a Bull y Sagitario chocar con las rocas mientras acariciaba al gatito en sus brazos. Su ronroneo había menguando en cuanto Ginga lo soltó, y con el ruido que hacían los demás ya apenas y se podía escuchar, pero él podía sentir la vibración contra su piel.

 Madoka volvió a analizar la maniobra y los beneficios que traía a la técnica del beyblade mientras los otros dos seguían intentando —adaptación al estadio, técnica de lanzamiento, control del bey… son habilidades necesarias para el beyblade ¿estamos de acuerdo?

 —Claro, pero ¿a quién le​ importa mientras te diviertas? —continuó el pelirrojo con su actitud relajada.

 —Ah, yo sé que divertirse es la base del beyblade pero…

 —De modo que estuviste entrenando así, constantemente, desde que estabas en pañales —mencionó Kyouya, más que preguntar, interrumpiendo a la mecánica —con razón te volviste tan fuerte —cerró los ojos, relajado con el ronroneo del puma.

 Hyoma vio una oportunidad allí y la tomó —esa es una de las ventajas de haber crecido en la aldea Koma —el albino se dirigió directamente a Tategami —no hay un verdadero sustituto para la experiencia ¿o sí, Kyouya? —lo picó, con toda la intención de molestarlo.

 Kyouya abrió los ojos de golpe, deteniendo en seco sus caricias al puma, y miró a Hyoma con frialdad 

"¿Qué está sugiriendo? ¿Que no estoy a la altura de Ginga, pero él sí? ¿Qué diablos sabrá ese pelo de oveja sobre mi experiencia? ¿Quién demonios se cree que es para hablarme así?"

 Sin esconder un gruñido amenazante, que puso alerta al gatito en su brazo, Kyouya caminó hasta Ginga y regresó al puma a sus brazos con cuidado antes de encaminarse hacia donde Benkei seguía haciendo el tonto con Kenta.

 —Háganse a un lado —empujó al mayor con una mano mientras sacaba su lanzador con la otra. Una vez posicionado, cargó a su Leone y apuntó cuidadosamente —si Ginga puede hacerlo, entonces yo puedo hacerlo también… ¡Vamos, Leone! 

 Para nadie fue realmente una sorpresa que, de nuevo, lo consiguiera de un tiro.

 —Jamás te intimidas ¿verdad? —siguió picando el peli-celeste —ya veo porque Ginga te toma tan en serio.

 Ignorando por completo el tono de provocación en la voz de su amigo de la infancia, Ginga asintió —y que lo digas —afirmó, orgulloso y acariciando de nuevo al puma bajo el mentón.

 "Pero no importa cuánto se esfuerce, hay ciertas cosas que jamás conseguirá" pensó el dueño de Aries, mirando al joven león de reojo, antes de re-componer su expresión apacible —muy bien, es hora de irnos a la siguiente parada.

 Mientras Kyouya guardaba su bey y regresaba al lado de su querido pelirrojo, notó que esta última declaración de Hyoma pareció tomarlo por sorpresa — ¿Siguiente? ¿A dónde más vamos a ir hoy? —eso no le dio muy buena espina a Kyouya.

 Y la sensación aumento cuando Hyoma le contestó a Ginga con una pizca de burla, o sarcasmo, no estaba del todo seguro — ¿Creíste que la única razón por la que vinimos, fue para entretener a tus amigos? —los ojos cerúleos se desviaron a los visitantes —cuando Ginga y yo veníamos a este bosque... siempre hacíamos una última palabra.

 Kyouya tuvo esta sensación de que debía poner una mano sobre el hombro de Ginga, o en su espalda, cuando esas palabras lo tomaron visiblemente con la guardia baja. Incluso el puma se revolvió, inquieto — ¡¿Ah?! ¿Es enserio? ¿No estarás hablando de…? 

Los ojos cerúleos de Hyoma habían pasado de amables y picarescos, a decididos y desafiantes —sí, habló enserio. Al Green Hades.

 Ginga no tardó más de dos segundos en responder — ¿Así que eso quieres? Interesante, acepto el reto.

Y eso dejó a todos preguntándose ¿Qué rayos es el Green Hades?             


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