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Ópalo por Momino

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Notas del capitulo:

Muchas gracias a las personas que me dejaron sus comentarios.

Este capítulo va dedicado a esas tres personitas.

Aviso en las notas finales.

Capítulo 8

 

Esperé a que el niño gritara—: ¡Broma! —y correteara hasta el siguiente patio de juegos, pero mientras los segundos se extendían, llegué a aceptar que nuestro mesías de la información era casi un adolescente.

Yagura sonrió como si supiera lo que estaba pensando.

—¿Sorprendido? No deberías. Sorprendido por nada, quiero decir.

Se levantó, y me impactó el descubrir que era casi tan alto como yo.

—Tenía seis años cuando decidí jugar a “la Gallina cruza la Calle” con un taxi a toda velocidad. Ganó el taxi. Perdí la bici más sensacional del mundo y mucha sangre, pero por suerte, mi amigo de la infancia era un alien.

—¿Cómo... cómo escapaste de Jinchuriki, dattebayou? —Y tan joven, quise añadir.

Yagura se acercó a la mesa, sus pasos suaves y sin esfuerzo.

—Era su alumno estrella. —Su sonrisa era malvada, casi inquietante—. Nunca confíes en el que sobresale. ¿No es cierto, Pain?

Apoyado contra la pared, él se encogió de hombros.

—Suena bastante bien.

—¿Por qué? —Yagura se sentó en el borde de la mesa—. Porque eventualmente el alumno se vuelve más inteligente que el maestro, y tuve algunos profesores muy, muy inteligentes. Entonces... —Palmeó las manos—. Tú debes de ser Uchiha Sasuke.

Si el azabache se sorprendió de que el niño rubio supiera su nombre, no lo demostró.

—Ese sería yo.

Las ridículamente largas pestañas del chico descendieron.

—He oído hablar de ti. Pain es un gran fan.

El nombrado levantó el dedo medio.

Sasuke dijo secamente—: Me alegra saber que mi club de fans es de gran alcance.

El rubio inclinó la cabeza a un lado.

—Y que club de fans... Oh, mi error, no te he presentado a tu compañero Luxen de las estrellas. Se hace llamar Juzo. ¿Por qué? No lo sé.

Juzo sonrió apretadamente con esos dientes afilados, mientras extendía la mano hacia Sasuke.

—Siempre es un placer conocer a otro no-vinculado por viejas creencias e innecesarias normas.

El pelinegro le estrechó la mano.

—Lo mismo. ¿Cómo te juntaste con él?

Yagura se rió.

—Larga historia para otro día, si existe un día diferente. —Aquellos extraordinarios y violetas ojos se deslizaron en mí—. ¿Tienes alguna idea de lo que te harán si se dan cuenta de que eres un híbrido completamente funcional? —Bajó la cabeza, sonriendo—. Somos muy raros. Tres de nosotros juntos en realidad es bastante sorprendente.

—Tengo una buena imaginación, dattebayou —dije.

—¿La tienes? —Las cejas de Yagura se alzaron—. Dudo que Pain te haya dicho incluso la mitad, o lo peor de ello.

Le eché un vistazo al surfista. Su expresión permanecía bloqueada. Un viento helado que no tenía nada que ver con mi falta de ropa me recorrió la espalda.

—Pero eso ya lo sabes. —El menor se levantó y se estiró, como un gato después de la siesta—. Y sigues dispuesto a correr el enorme riesgo de entrar en el avispero.

—Realmente no tenemos otra opción. —Sasuke le disparó al tranquilo Pain una oscura mirada—. ¿Así que vas a darnos los códigos o no?

Yagura se encogió de hombros, acariciando la pila de dinero.

—¿Qué hay para mí?

Exhalé bruscamente.

—Además de molestar a Jinchuriki, realmente no tenemos mucho que ofrecer, de veras.

—Hmm, no sé de eso. —Tomó un grupo de mil yenes asegurados con una goma elástica entre sus manos. Un segundo después, los bordes de los billetes se curvaron hacia el interior, por un fuego inesperado, el papel derritiéndose hasta que la esencia a quemado llenó el aire y no hubo ningún resto de los billetes en su mano.

Le tenía envidia, considerando que toda la cosa uso-la-luz-para-calor-y-fuego me superaba completamente.

—¿Qué podemos hacer por ti, ttebayou?

—Obviamente el dinero no es un problema —añadió Sasuke.

El niño frunció los labios.

—El dinero no es necesario. —Se limpió los dedos en los vaqueros—. El poder, tampoco. Sinceramente, lo único que necesito es un favor.

Pain se apartó de la pared.

—Yagura...

Sus ojos se estrecharon.

—Un favor es todo lo que quiero, uno que pueda cobrar en cualquier momento. Eso es lo que quiero a cambio, y te diré todo lo que necesites saber.

Bueno, eso sonaba fácil.

—Val...

—Espera —me cortó el Uchiha—. ¿Quieres que aceptemos el favor sin saber cuál es?

El menor asintió.

—¿Dónde está el riesgo si lo saben todo?

—¿Dónde está la inteligencia si no lo hacemos? —disparó de vuelta el mayor.

El chico se echó a reír.

—Me gustas. Mucho. Pero mi ayuda no llega sin su propio peligro a cambio.

—Rayos, eres como la mafia preadolescente, de veras —murmuré.

—Algo así. —Esbozó una sonrisa inocente—. Lo que tú, todos ustedes, no entienden es que hay cosas mucho, mucho más grandes que el novio de un hermano o un amigo... o incluso acabar sometido a un hombre. Hay cambios gestando detrás del viento, y este será feroz. —Miró a Sasuke—. El gobierno teme a los Luxen, porque representan la caída de la humanidad desde la cima de la cadena alimenticia. Para solucionar esto, han creado algo mucho más fuerte que un Luxen. Y no hablo de pequeños híbridos bebés y comunes.

Me estremecí.

—¿De qué estás hablando, dattebayou?

Sus ojos violáceos se encontraron con los míos, pero no dijo nada.

Juzo se cruzó de brazos.

—No quiero ser grosero, pero si no están dispuestos a negociar, ahí está la puerta.

Sasuke y yo intercambiamos miradas. Sinceramente no sabía qué decir. Era en serio como hacer un trato con la mafia, con un espeluznante chico-jefe de la mafia.

—Chicos —dijo Pain—. Él es nuestra única oportunidad.

—Tsk... —Chasqueó Sasuke—. Vale. Te debemos un favor.

Los ojos de Yagura brillaron.

—¿Y tú?

Suspiré.

—Seguro. Por qué no, de veras.

—¡Asombroso! ¿Juzo? —Le tendió la mano. Juzo se agachó, cogió una pequeña MacBook Air, y se lo entregó—. Denme un segundo.

Le observamos golpear el teclado, el ceño fruncido en concentración. Mientras esperábamos, una puerta al fondo de la habitación se abrió y la chica joven del escenario se asomó.

La cabeza del niño se alzó.

—Ahora no.

El ceño de la joven fue épico, pero cerró la puerta.

—Ella es la chica de...

—No termines esa frase si quieres que continúe. Ni siquiera hables de ella. Francamente, nunca jamás la has visto. —dijo Yagura, sus ojos fijos en la pantalla de nuevo—. O todos los tratos terminarán.

Cerré la boca fuertemente incluso a pesar de tener mil preguntas sobre cómo ambos escaparon y cómo sobrevivían prácticamente sin protección.

Finalmente, Yagura colocó el portátil en el escritorio. La pantalla estaba dividida en cuatro secciones, en blanco y negro, granuladas también, como vídeos de seguridad. Una imagen tenía un bosque. Otra una alta valla y un portón, la siguiente un puesto de seguridad, y la última mostraba a un hombre en uniforme patrullando otra sección de la valla.

—Saluda a Jinchuriki, propiedad del DOD, vigilado por Homeland Security. Ubicado lejos en las montañas de Konohagakure, es usado como centro de formación y como polizón para todos los bonitos funcionarios en caso de que nos bombardeen —dijo Yagura, riéndose—. También conocido como una fachada completa para el DOD y Jinchuriki, porque bajo tierra, hay casi ciento ochenta y tres jodidos metros cuadrados para entrenar y torturar.

El ojigris se quedó mirando la pantalla.

—¿Has hackeado sus sistemas de seguridad?

Se encogió de hombros.

—Como he dicho, alumno estrella y eso. Miren esta sección de aquí.—Señaló la pantalla en la que el guarda patrullaba la valla, casi mezclándose con el fondo granulado—. Esta es la entrada “secreta” que no existe. Muy pocas personas son conscientes de ella, chico Pain es uno.

Yagura golpeó la barra espaciadora, y la cámara se movió hacia la derecha. Una puerta se hizo visible.

—Aquí está la cosa: el domingo a las nueve de la noche será su mejor apuesta. Hay cambio de turno y el personal se encuentra al mínimo, sólo dos guardias estarán patrullando este portón. Porque, ya saben, el domingo es un día de tipo bajo.

Juzo sacó una libreta y un bolígrafo.

—Este portón es el primer obstáculo de elección. Tienen que quitar a los guardias, pero eso es muy sencillo. Me aseguraré de que las cámaras estén hacia abajo entre las nueve y las nueve y cuarto, ya saben, en plan Jurassic Park. Tienen quince minutos para entrar, conseguir a sus amigos, y salir pitando. Así que no dejen que el dragón escupe-fuego los pille.

Sasuke se atragantó con una carcajada.

—Quince minutos —murmuró Yahiko, asintiendo—. Factible. Una vez dentro del recinto, la entrada conduce a los ascensores. Podemos bajar hasta la décima planta y de allí ir hacia la celda.

—Genial. —El pequeño rubio señaló el portón—. El código para ésta es Matatabi. ¿Se ve la tendencia? —Se echó a reír—. Dentro del recinto, verán tres puertas juntas.

Pain asintió de nuevo.

—La del centro, lo sé. ¿El código?

—Espera. ¿A dónde llevan las otras puerta, dattebayou? —pregunté.

—Al gran Oz —dijo Yagura, tapeando la barra espaciadora hasta que la cámara enfocó las puertas—. En realidad, a ningún sitio interesante. Sólo a oficinas y cosas del DOD. ¿Alguien quiere adivinar cuál es el código de ésta puerta?

—¿Jinchuriki? —lancé.

Él sonrió.

—Casi. El código es Chōmei. Es una palabra difícil de deletrear, lo sé, pero asegúrense de hacerlo correctamente. Sólo tienen una oportunidad. Introducen un código incorrecto y se pondrá feo. Bajen en ascensor hasta la sexta planta como ha dicho Pain y luego ingresar el código JINCHURIKI, todo en mayúsculas. ¡Voilà!

Sasuke negó con la cabeza, dudoso.

—¿Sólo hay códigos para entrar? ¿Esa es su seguridad?

—¡Já! —El menor golpeó un par de botones y la pantalla quedó en negro—. Estoy haciendo algo más que darles los códigos y desmontando las máquinas, mi nuevo mejor amigo. Acabaré con su software de reconocimiento visual. Se puede apagar durante diez o quince minutos al día sin levantar una ceja.

—¿Qué pasa si seguimos allí y se vuelve a conectar, ttebayou? —pregunté.

Yagura alzó las manos.

—Uh, será como estar en un avión a punto de estrellarse. Asoma la cabeza entre las rodillas y despídete.

—Oh, eso suena genial —dije—. ¿Así que eres como un hacker mutante, también?

Guiñó un ojo.

—Pero tengan cuidado. No voy a desconfigurar otras medidas de seguridad que hayan decidido poner. Eso crearía sospechas.

—Genial. —Sasuke frunció el ceño—. ¿Qué otras medidas de seguridad pueden tener?

—Rotan los códigos cada dos días, según he descubierto. Aparte de eso, nada más que guardias, pero es un cambio de turno. —el pelinaranja sonrió—. Estaremos bien. Lo tenemos.

Juzo tendió la hoja con los códigos que había garabateado. Sasuke se la arrebató antes de que Pain pudiera y se lo guardó en el bolsillo.

—Gracias —dijo.

Volviendo al sofá y a su DS, Yagura se dejó caer, su sonrisa desvaneciéndose.

—No me agradezcas todavía. En realidad, no lo hagas. No existo, ya sabes, no hasta que necesite mi favor. —Abrió su DS—. Sólo recuerden, este domingo a las nueve de la noche. Tienen quince minutos y eso es todo.

—Vaaaale —Alargué la palabra, mirando al surfista. Me encantaría saber cómo se conocieron estos dos—. Bueno, supongo...

—Que iremos —administró el azabache, tomando mi mano—. Fue agradable, en parte, conocerlos.

—Lo que sea —dijo él, sus pulgares volando sobre los controles. La voz del niño nos detuvo en la puerta—. No tienen ni idea de lo que los espera. Sean cuidadosos. Odiaría que mi trato fuese unilateral, si consiguen que los maten... o peor.

Me estremecí. Buena forma de acabar la conversación, con una saludable dosis de histeria.

El Uchiha saludó al otro Luxen, Juzo, y salimos, Pain cerrando la puerta detrás de él. Sólo entonces me di cuenta de que la habitación estaba insonorizada.

—Bueno —dijo el ojigris, sonriendo—. No fue tan malo, ¿no?

Rodé los ojos.

—Tengo la sensación de que acabamos de hacer un pacto con el diablo, y que vendrá por nosotros y querrá nuestro primer hijo o algo así, de veras.

Sasuke meneó las cejas.

—¿Quieres niños? Porque ya sabes, la práctica hace...

—Cállate, teme. —Negué con la cabeza y empecé a caminar.

Nos apresuramos a través del club, rodeando la pista todavía llena. Creo que todos estábamos listos para salir de allí. Mientras nos acercábamos a la salida, miré alrededor de los dos mayores, mis ojos demorándose en la pista de baile.

Una parte de mí se preguntaba cuáles, si acaso, eran híbridos.

Éramos raros, pero como noté al principio, había algo diferente sobre este lugar. Algo realmente diferente sobre el chico llamado Yagura, también. El Pro Wrestler nos recibió en la puerta. Se desplazó a un lado, sus enormes brazos cruzados sobre el pecho.

—Recuerden —dijo—. Nunca estuvieron aquí.

 

Llegamos tarde a casa de Kirigakure, y me fui directamente a la cama. El bastardo me siguió, pero lo único hicimos fue acurrucarnos y dormir.

Los dos estábamos agotados de todo, y esto era agradable con él allí, una presencia constante que relajaba y aliviaba mis exhaustos nervios.

Yo era un zombie el jueves, la actitud asquerosamente alegre de Yahiko en biología me dio ganas de vomitar.

—Deberías estar más feliz, Naruto —susurró mientras me apresuraba a garabatear notas—. No había duda de que había fracasado en el examen de ayer. —Después del domingo todo habrá terminado.

Todo habrá terminado. Mi lápiz se detuvo. Un músculo se tensó en mi cuello.

—No va a ser fácil, dattebayou.

—Sí, lo será. Sólo necesitas fe.

Casi me reí. ¿Fe en quién? ¿En Pain? ¿O en el chico de la mafia? No confiaba en ninguno de ellos.

—Después del domingo te habrás ido, Pain.

—Igual que la última década —respondió.

Después de clase, recogí mis cosas, sonreí a algo que Karin dijo, y luego esperé a Itachi. No me gustaba dejarlo solo con el otro. No cuando el Uchiha mayor estaba echando un vistazo al tipo como si quisiera apalear la información fuera de él.

Pain pasó junto a nosotros, sonriendo mientras cambiaba sus libros a su otra mano. Se pavoneó hace abajo por el pasillo, saludando a un grupo de chicos que lo llamaron por su nombre.

—No me gusta —Se quejó el pelilargo.

—Ponte a la cola, ttebayou. —Nos dirigimos por el pasillo. —Pero lo necesitamos hasta el domingo, de veras.

Itachi miró por delante. —Todavía no me gusta. — Y luego preguntó—: ¿Él tenía una cosa por ti, verdad?

Mis mejillas ardieron. —¿Q-qué te hace pensar eso?

Una pequeña sonrisa apareció. —El odio de mi hermano por él no tiene límites, Naruto.

—Bueno, él mató a Gaara, dattebayou—dije en voz baja.

—Sí, lo sé, pero esto es personal.

Fruncí el ceño. —¿Cómo es esto más personal que eso?

—Lo es. — Itachi abrió la puerta y fuimos atacados por el escuadrón risitas en el descanso.

Tenten era la capitana.

—Wow ¿Por qué no me sorprende?

Me encontré moviéndome delante del pelinegro.

—¿Y por qué no tengo ni idea de lo que estás hablando, dattebayou?

Detrás de mí, Itachi cambió su peso de un pie al otro.

—Bueno, es bastante obvio. —Ella estaba apoyada en la barandilla, la mochila descansando en la parte superior. A su alrededor, las chicas se reían—. Un hermano no es suficiente para ti.

Antes de que pudiera reaccionar, el pelinegro dio la vuelta y escupió—: Eres triste y repugnante.

La sonrisa de Tenten se congeló, y tal vez el viejo Itachi nunca hubiera dicho nada de eso, porque ella y todas sus amigas se veían como si alguien caminara sobre sus tumbas.

En algún lugar, en el fondo de mi mente, quería reír, pero estaba tan enojado —así que rechacé la sugerencia de que estaría viendo a los dos hermanos Sabaku No.

Sinceramente, no sé qué pasó después. Un pulso de energía me dejó, y la bonita mochila rosa de Tenten tembló para luego caerse sobre la barandilla. El peso la sacudió y sus zapatos de tacón salieron del piso, y en un instante vi lo que iba a suceder.

Ella iba derecho sobre la barandilla, de cabeza.

Un grito se inició en mi garganta y salió de la de Tenten. Las miradas horrorizadas de sus amigas fueron permanentemente grabadas en mi memoria y el latido de mi corazón se disparó.

Uchiha Itachi salió disparado hacia adelante, capturando uno de sus agitados brazos. La tenía en sus pies antes de que su grito se hubiera desvanecido de mis oídos.

—Te tengo —dijo, sorprendentemente suave. La de chongos tragó en el aire, agarrando la fuerte mano del Uchiha—. Está bien, estás bien.

Arrancó cuidadosamente sus dedos de los de él y dio un paso atrás. Sus amigas inmediatamente la rodearon. Luego Itachi se volvió hacia mí, sus ojos nublados.

Tomando mi codo, rápidamente me condujo por las escaleras. Tan pronto como salimos de donde pudieran oírnos, se detuvo y me miró.

—¿Qué fue eso, Naruto?

Contuve aliento, miré lejos, confuso y lleno de vergüenza. Todo había sucedido tan rápido y estaba tan furioso. Pero había sido yo, una parte de mí que había actuado sin pensamiento o conocimiento. Una parte de mí que había sabido el peso de su mochila la había derribado justo sobre el borde.

 

 

En el almuerzo, no le conté a Sasuke sobre lo que pasó con Tenten en la escalera, convenciéndome de que estando Sakura y Karin con nosotros, no era una conversación para tener. No era más que una disculpa, pero me sentía tan repugnante como las palabras de Tenten.

Más tarde ese mismo día, cuando estábamos en casa del azabache, repasando los planes para el domingo con el equipo, me dije que aún no era el momento.

Especialmente cuando Sai estaba exigiendo ir y Sasuke no estaba de acuerdo.

—Necesito que tú e Ino se queden atrás, junto con Kakashi, por si acaso algo va mal.

Su hermano menor se cruzó de brazos. —¿Qué acaso no crees que me pueda manejar con ustedes? ¿Qué puedo tropezar y apuñalar a Pain hasta la muerte?

Su hermano mayor le lanzó una suave mirada.

—Bueno, ahora que lo dices...

Él rodó los ojos. —¿Naruto va con ustedes?

Mis hombros se hundieron. Ahí vamos. El cuerpo de Sasuke se tensó. —No quiero.

—Sí. —Le interrumpí con una mirada mortal. —Sólo porque la mayoría de nosotros está en este lio, Pain no harán nada de esto sin Sasuke y yo, dattebayou.

Ino sonrió desde el sofá. Otra que miraba fijamente al Uchiha de en medio como si quisiera reavivar su romance, ella no estaba haciendo o diciendo mucho. —Qué valiente, Naruto.

La ignoré. —Pero necesitamos personas en el exterior en caso de que algo vaya mal, ttebayou

—¿Qué? —Preguntó Sasori—. ¿No confías en Pain? Vete a saber.

Sasuke se echó hacia atrás, corriendo ambas manos por su pelo.

—De todos modos, vamos a estar dentro y fuera. Entonces todo...todo se acabará.

Su hermano mayor parpadeó lentamente, y yo sabía que él estaba pensando en Deidara. Tal vez incluso lo imaginaba, y me pregunté cuánto  tiempo había pasado desde la última vez que la vio. Así que pregunté y sorprendentemente, él respondió.

—No lo sé. El tiempo era diferente. ¿Semanas? ¿Meses? —Se puso de pie, sus hombros rodando.—No, creo que yo estaba en ese lugar de montaje. El sitio era siempre cálido y seco cuando me llevaban a fuera.

Llevado fuera, como una mascota o algo. Mal en muchos niveles.

Itachi dejó escapar una respiración entrecortada. —Necesitaba caminar o moverme.

Miré a mí alrededor rápidamente. El sol se había puesto hacía un rato. No como él necesitaba, sin embargo. Él estaba ya fuera de la puerta antes de que nadie pudiera decir nada.

—Iré a vigilarlo —Era Sai esta vez.

Sasori se levantó. —Te seguiré.

—Creo que me voy de aquí. —Esto dijo Ino.

Kakashi suspiró. —Uno de estos días, vamos a superar todo sin ningún drama.

Sasuke rió cansadamente. —Bien, suerte con eso.

En unos cinco minutos todo el mundo excepto el Uchiha fue despejado de la casa. Tiempo perfecto para confesar que casi le rompo el cuello a Tenten, excepto que había un brillo en los ojos obsidiana del azabache.

Mi boca se secó. —¿Qué es, teme?

El pelinegro se puso de pie y se estiró, mostrando un pedazo de piel tirante.

—Ya está tranquilo, ttebayou.

 Ofreció su mano y la tomé en la mía. —Nunca está tranquilo por aquí. Ya no, dobe.

Él tenía un punto. Le dejé tirarme sobre mis pies. —No va a durar, de veras.

—No, dobe. — Me atrajo hacia él y unos segundos más tarde estaba en sus brazos y estábamos volando escaleras arriba. Me colocó sobre mis pies en su dormitorio.—Admítelo. Te gusta mi método de viajar.

Sintiéndome un poco mareado, reí.

—Uno de estos días voy a ser más rápido que tú, teme.

—Sigue soñando, usuratonkachi.

—Tonto, bastardo. —repliqué de regreso.

Los labios de Sasuke se curvaron hacia un lado. —Encantador maleducado.

—Oh. —Abrí ampliamente mis ojos. —Qué cruel, teme.

—Deberíamos usar este tiempo de silencio, dobe —avanzó hacia mí como un predador frente a su presa.

—¿En serio? —De repente sintiéndome demasiado caliente, retrocedí hasta que llegué a su cama.

—En serio. —Él se quitó los zapatos. —Digo que tenemos unos treinta minutos antes de que alguien nos interrumpa.

Mi mirada descendió mientras él se quitaba su camiseta y la tiraba.

Tragué en una exclamación. —Probablemente no tanto tiempo, dattebayou.

Sus labios formaron una sonrisa malvada. —Cierto. Así que vamos a decir que tenemos veinte minutos, cinco arriba o cinco abajo.

Se detuvo frente a mí, sus ojos entrecerrados. —No hay tiempo suficiente para lo que me gustaría hacer, pero podemos trabajar en eso.

El calor se extendió por mis venas, y me sentí mareado otra vez.

—¿Podemos, teme?

—Mmm-hmm. —Él colocó sus manos sobre mis hombros y presionó hasta que estuve sentado en el borde de la cama. Llevó sus manos a mis mejillas, se arrodilló entre mis piernas para que nuestros ojos estuvieran al mismo nivel.

Las pestañas de Sasuke bajaron, abanicando sus mejillas. —Te he echado de menos.

Envolví mis dedos alrededor de sus muñecas. —Me has visto todos los días, Uchiha.

—No es suficiente, dobe—murmuró y apretó sus labios donde mi pulso golpeaba a lo largo de mi cuello—. Y estamos siempre con alguien.

Kami, eso era cierto. Últimamente no habíamos estado solos en ninguna cantidad considerable de tiempo, sin estar dormidos. Así que estos momentos eran preciosos breves, y robados.

Sonreí mientras él arrastraba una línea de besos hasta mi barbilla, sin llegar a mis labios.

—Probablemente no deberíamos gastarlo hablando, entonces, dattebayou.

—Así es. —Besó una esquina de mis labios. —Hablar es una pérdida de tiempo. —Y luego besó la otra esquina. —Y cuando hablamos por lo general terminamos discutiendo.

Me eché a reír. —No siempre, teme.

Sasuke se echó hacia atrás, sus cejas elevadas. –Kitsune...

—Está bien, ttebayou. — Me deslicé hacia atrás y él me siguió, subiendo por encima de mí, sus enormes y poderos brazos. Kami, estaba fuera de mi cabeza con él a veces. —Puede que tengas razón pero estás perdiendo el tiempo, bastardo.

—Yo siempre tengo razón, usuratonkachi.

Abrí la boca para discrepar, pero sus labios tomaron el control de los míos, y su beso llegó muy dentro de mí, derritiendo músculos y huesos. Su lengua se apoderó de la mía, en ese momento, él podría haber estado en lo cierto en todo lo que quisiera tanto tiempo como se mantuviera besándome de esa manera.

Deslicé mis dedos por su pelo, tirando cuando él levanto su cabeza.

Empecé a protestar, pero él estaba besando su camino por mi garganta, a través del borde de mi chaqueta, hasta los pequeños botones, más abajo aún, hasta que no pude mantener controlada su cabeza. O realmente mantener un registro de a dónde se dirigía.

El Uchiha se sentó sobre sus piernas, yendo a por mis botines. Tiró una fuera, lanzándola por encima de su hombro. Esta rebotó en la pared con un ruido sordo.

—¿Converse de nuevo?

—¿Qué? —Reí—. Sí.  Son mi marca de botines favorita, dattebayou.

—No son cómodos, dobe. — Tiró la otra y también golpeó la pared. Mis calcetines fueron los siguientes. Besó la parte superior de mi pie, y me sacudí. —No son tan suaves y cómodos como esto, sin embargo— Sonriendo, levantó la cabeza—. Me encantan tus calcetines, por cierto, Kitsune.

—¿Sí? —Mi mirada estaba fijada en el techo, pero realmente no estaba viendo una maldita cosa. No cuando sus manos se trasladaron a mis pantorrillas—. ¿Es porque son naranjas?

—Eso. —Sentí su mejilla en mi rodilla y mis manos revolotearon a la cama. —Y porque son tan finos. Y calientes, pero eso ya lo sabes.

¿Caliente? Yo me sentía caliente. Sus manos viajaron a mis muslos interiores, bajo el short vaquero, empujando el material hacia abajo y más abajo.

Mordí mi labio, lo suficiente duro para que un sabor metálico surgiera en mi boca. El material era realmente delgado, una frágil barrera casi inexistente entre su piel y la mía. Podía sentir cada caricia, e incluso la más mínima era como mil voltios de electricidad.

—Kitsune...

—¿Hmm? —Cerré los puños en las cubiertas.

—Sólo me aseguraba de que sigues conmigo. —Besó el lado de mi pierna, justo encima de mi rodilla—. No quiero que te duermas o algo.

—Como si dormir fuera posible. Nunca, dattebayou.

Sus ojos se encendieron. —Ya sabes. Dame unos minutos para conseguirlo. Es todo lo que necesito, dobe.

—Lo que sea, teme —dije—. ¿Qué vamos a hacer con los otros minutos restantes, dattebayou?

—Acurrucarnos.

Me eché a reír, pero sus dedos encontraron la banda en la parte superior de mis calcetines, y las bajó, maldiciendo cuando se enredaron en mis pies.

—¿Necesitas ayuda, teme? —Ofrecí, mi voz temblando.

—Lo tengo, dobe —murmuró, haciendo una pelota con ellas. También salieron volando hacia alguna parte.

Las cosas estaban yendo más allá de lo que lo habían hecho antes. Yo estaba nervioso, pero no quería parar. Estaba demasiado curioso y confiaba en él irrevocablemente. Y luego no había nada separando sus manos de mi piel o sus labios, hasta que sentí que llegaba a mi ropa interior que con un movimiento rápido se deshizo de él.

Me detuve a pensar, no era capaz de formar cualquier pensamiento coherente. Era sólo él y la fiebre loca de sensaciones que él arrancaba, sacando de mí como un artista haciendo algún tipo de obra maestra. Entonces yo no era ni siquiera yo, porque mi cuerpo no podía agitarse tanto, sobre todo cuando el pelinegro con sus manos rozaron la parte más privada. Como un globo siendo inflado y luego puesto en libertad por el aire, estaba flotando y había un suave resplandor blanquecino de luz deslizándose por las paredes que no estaba saliendo de Sasuke.

Estaba tan emocionado que daba pena ajena. Mi cuerpo lo demostraba y las grandes palmas del bastardo también lo hacían  al cubrirme entero.

Podía sentirme venir e irme de la realidad, de lo que tocar al azabache me parecía más una prueba de que no estaba soñando, y con esto en mente, el incorporarme con él en mi entrepierna me costó un mundo.

Sin embargo, el momento me pareció tan fugaz cuando lo vi acercarse y enfocarse plenamente en su tarea de hacerme sentir bien, para que luego con su única  mano libre empujarme de nuevo al colchón, cosa que me pareció más una invitación que una advertencia, porque no evité dejarme llevar con mi propio peso cuando hizo un movimiento especial, con sus manos en mi parte más íntima.

Después de ahí, no supe en qué momento permití dejar escapar pequeños y malditos jadeos de mi garganta, porque sentía mil y un escalofríos recorrer desde mi cabeza hasta los dedos de mis pies. Sasuke parecía ser bueno en todo lo que se proponía y yo no parecía negarlo.

Sentí acelerar sus movimientos, junto al ritmo de mi corazón. No tenía exactamente contado cuánto tiempo había pasado, pero parecía que habían sido horas.

Me sentía flotar y sobre todo caliente, porque no solo mi temperatura había subido, sabía por detrás de mis párpados que estaba brillando y lo confirme cuando los abrí. Me volví a incorporar, los ojos del azabache eran brillantes como rubíes. Parecía impresionado, lo que me pareció extraño, porque él me impresionaba a mí.

—Brillas un poco, Kitsune —dijo, sonriendo, sin detener el trabajo de sus manos—. Sólo te he visto hacer eso una vez.

Sabía la noche, pero no quería pensar en eso ahora. Era feliz donde estaba flotando. Era bueno —muy bueno, incluso no podía hablar— Mi cerebro era una masa informe. No tenía idea de que podía ser así.

Diablos, estaba sorprendido incluso de que pasara lo que iba a pasar, lo cual no le tomó más de tres movimientos más para realmente concluir.

-Sasuke yo... — Y pues exploté en un gemido de la manera más incómoda ante él, pero aun así sentía como si tuviera que decir gracias o algo.

La sonrisa que él me dio fue parte orgullo masculino y arrogancia, como si supiera que había revuelto mi cerebro. Se levantó rápidamente con las manos ensuciadas para luego desaparecer y reaparecer tendido a mi lado, tirando de mí cerca de él con sus ya limpias palmas. Bajó la cabeza, besándome suavemente, profundamente.

—Ni siquiera fueron  más de diez minutos —dijo—. Te lo dije, dobe.

Mi corazón estaba en algún lugar de mi garganta, muy avergonzado de que lo haya conseguido tan rápido.

—Tenías razón, bastardo.

—Siempre, dobe.

Continuará...

Notas finales:

Al fin Naruto y Sasuke tuvieron su lime, jiji.

Oigan chicxs este lunes 21 ya entro de nuevo a la universidad en mi último semestre de la carrera, eso quiere decir que ya no estaré actualizando los jueves y viernes de cada semana, por claras razones: no tendré mucho tiempo libre. Les recuerdo  que estaba de vacaciones.

Mañana quizá será el úlitmo capítulo seguido que actualice, igual depende de ustedes si quieren que lo haga. Mientras tanto, trataré de ser lo más constante posible cuando entre a clases, pero no es seguro. De todas maneras, no dejaré morir esta historia, ya que la tengo completamente terminada.

¿Nos leemos mañana?


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