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Vampiros. por Seiken

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Shaka comenzó a reírse cuando los dos toros desaparecieron, notando como esa abominación se los llevaba usando un portal, encontrando inútil aquel combate, realizó varios signos con sus manos, para después desaparecer en el acto, dejando a los dos vampiros solos, en ese claro, sin sus toros.

 

-¿Donde estan?

 

Pregunto primero Mu, buscando a su toro con la mirada, él era el más desesperado por recuperar a su amado, Kiki también estaba angustiado, pero a diferencia de Mu, podía mantener la calma mucho mejor, que el casi enloquecido vampiro de cabello lila.

 

-No lo se, pero estan a salvo Mu, no debes temer por nada.

 

Pero el pensaba que estaba equivocado, que si debía estar asustado, temer por la seguridad de su toro, quien le había dado la espalda, después de decirle que le daría una oportunidad para recuperarle.

 

-Huyeron… escaparon en medio del combate.

 

Eso era obvio, pero con sus piernas, con su fuerza humana, aunque fuera superior a la de cualquiera, era inútil, con ella no podrían llegar muy lejos, eso era imposible, así que de pronto, trato de pensar en quién pudo ayudarles para escapar, sin embargo, no había forma de saberlo, ellos estaban enfrentándose con Shaka, casi logran matarlo, pero desviaron sus miradas, pensando que sus toros les esperarían.

 

-Alguien debió ayudarles…

 

Mu asintió, eso era obvio, pero quien les ayudó no tanto, lo único que sabían era que sus toros aún estaban asustados y que aquella criatura que les ayudó, podía usar portales, había pocos magos, mucho menos seres que pudieran usar una treta como esa, tal vez lo primero que debían hacer era averiguar por todos los círculos de los de su clase donde podían estar dos toros.

 

-Afrodita podría ayudarnos, pero nos ordenara no buscarlos…

 

Kiki asintió, les diría que dejaran a sus toros libres si ellos no deseaban ir con ellos, dos vampiros de su clase ya habían casado a dos mortales y nada bueno había salido de eso, por lo cual, lo mejor era acudir con alguien más, con el pintor, tal vez con el fuego fatuo, el primer consorte de los lobos, el escorpión se los evita.

 

-Busquemos a Kanon primero, si el no nos dice nada, lo mejor será acudir con Manigoldo y si él tampoco desea ayudarnos con nuestra búsqueda… nos queda el joven Oros, ese que dicen es un tipo decadente, que siente aprecio por los no humanos, traicionando a su familia con esa forma de pensar.

 

Aioria era parte de una de las familias más importantes de la ciudad, una de ellas era la Gemini, otra la Walden y al final, la Oros, cuyo heredero, un joven llamado Aioria, era único en su clase, porque deseaba ayudarles a las razas que ellos mismos habían cazado casi hasta la extinción.

 

-Aioria…

 

Kanon dijo no querer saber nada de una cacería y que de no abandonar esa locura, serían castigados, Manigoldo también les pidió abandonar esos planes, el único que les quedaba era Aioria, quien estaba como siempre rodeado de los desadaptados, criaturas de la noche que no tenían clanes, que no tenían familia, escuchando sus historias, bebiendo sus elixires.

 

-Dicen que están buscando unos toros, unos gigantes…

 

Aioria estaba cubierto de pinturas ceremoniales, apenas vestía unos pantalones negros, que le llegaban hasta las caderas, sus ojos azules brillaban en la oscuridad, como si fueran de una criatura no humana, sin embargo, sabían que era solo un mortal, uno con mucho dinero, demasiado información y entrenado para matarlos, pero, que no deseaba hacerlo.

 

-No se sorprendan, las noticias corren muy rápido, pero quien sea que los tiene, es alguien muy inteligente, no he escuchado nada de ellos…

 

Mu comenzaba a desesperarse, comprendiendo que tal vez nadie los ayudaría, Kiki por otra parte sabía que después de haber mordido a Harbinger, él querría ir a el, tambien lo haria Aldebaran, tenían su veneno en su sangre, este les llamaría a su lado.

 

-Si se algo les haré llamar.

 

*****

-Para poder ayudarlos debo saber unas cuantas cosas.

 

Aldebarán y Harbinger estaban sentados cada uno en uno de sus sillones de dos plazas, el en un sillón que parecía más un trono, un regalo de Milo, fabricado exclusivamente para él, en donde guardaba una daga que Minos le había otorgado como muestra de su perdón, al nombrarlo guardián del Inframundo.

 

-Probablemente sean preguntas indiscretas, pero debo saber lo que ha pasado entre ustedes y esos vampiros hasta el momento.

 

Los dos asintieron, qué más podía hacer, mirándolos fijamente con una expresión avergonzada en Aldebarán, molesta en Harbinger, que seguía pensando que Saga era un don nadie, que no podía brindarle ayuda, porque no se veía nada poderoso.

 

-¿Han tenido algun encuentro intimo con esos vampiros?

 

Ambos negaron eso con un movimiento de sus cabezas, sin entender porque eso era importante, pero respondiendo de todas formas esa pregunta.

 

-¿Los han mordido?

 

Pregunto Saga, prendiendo un cigarrillo, que no parecía ser tabaco, tratando de tranquilizarlos con el aroma de su humo, el que era de un color azul claro, llamando la atención de los dos toros, que en efecto, comenzaban a sentirse mareados.

 

-Si, Mu me mordió apenas tuvo una oportunidad para ello, también me beso…

 

Harbinger negó eso, aunque pronto Saga le pediría que le enseñara su torso, debían asegurarse de que el veneno del vampiro no recorriera su cuerpo.

 

-¿Donde?

 

Aldebarán se sonrojo demasiado, pero se quitó la camisa para que pudiera ver en donde había sido mordido, que era uno de sus pezones, Saga se acercó a él, tragando un poco de saliva al ver ese cuerpo de músculos perfectamente detallados.

 

-Vampiros… siempre dicen que muerden en la yugular, pero prefieren otras zonas mucho más íntimas para eso…

 

Harbinger de nuevo se rió al ver la expresión de Aldebarán, tenía la razón de estar tan sonrojado, pero no dejaba de ser gracioso, una mordida en el pecho, llamando la atención de Saga, que le señaló.

 

-Quítate la camisa, las mordidas no siempre pueden sentirse, son como los vampiros que beben sangre, su saliva tiene una sustancia que adormece la zona.

 

El otro toro frunció el ceño, pero hizo lo que el supuesto cazavampiros le ordenó, quitandose la camisa para que el constatara si había sido mordido o no.

 

-Mejor digame usted que opina…

 

Saga al ver la molestia del que supuso era el menor, sonrió, llevando una de sus manos al hombro de Harbinger, recorriendolo con las puntas de sus dedos.

 

-Pues ya veo porque parecen estar locos por ustedes… y tambien te mordieron…


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