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Vampiros. por Seiken

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Aldebaran se retiró temprano de aquella casa, después de recibir el beso en su mano, sintió un hormigueo en su pecho, un sentimiento antiguo que le hizo retroceder, tragando un poco de saliva.
 
Y aunque Mu intento convencerlo de quedarse a su lado un poco más de tiempo, decidió marcharse, para meditar sobre las intenciones del nuevo vecino.
 
Ingreso en su habitación, pensando que Harbinger estaba encerrado, tal vez ya dormía y no trato de levantarlo, por la mañana podría hablar con él. 
 
Al encender el televisor vio un anuncio extraño, que iniciaba con una criatura de tentáculos ondulando en segundo plano, eran los mejores efectos que había visto en toda su vida. 
 
En primer plano aparecía un hombre de cabello azul, vestido de negro, con cadenas y cruces al revés adornando su ropa, con una apariencia extraña. 
 
Aldebaran encontró divertida esa imagen algo gótica, sus extrañas posturas, su voz seductora. 
 
—Mi nombre es Saga... y soy un cazador de vampiros, un maestro de las artes oscuras, del conocimiento. 
 
Pronunció con un tono de voz siniestro, casi como si fuera una advertencia, mirándoles fijamente, señalandolos. 
 
—Y les advierto mis queridos pupilos, que estas criaturas aún siguen a su alrededor, buscando su sangre... tal vez sus vidas. 
 
Les advirtió de nuevo, al mismo tiempo que muchos murciélagos salían volando a su alrededor, presentando un horario a dónde acudir para verle. 
 
—Aun están a tiempo de verme, compren sus boletos y yo, resolveré todas sus dudas. 
 
Después de aquel mensaje empezó una película de terror, una película de un vampiro, que hablaba del amor inmortal, de la obsesión después de la muerte.
 
Una película que Harbinger diría que era fantasiosa y absurda, pero él siempre había disfrutado de ese género, desde que era un niño. 
 
Cuando Dohko en secreto les dejaba ver esas películas, con unas palomitas, unos dulces y unos refrescos.
 
Aldebaran se quedó dormido después de unos minutos, su cama estaba cerca de la ventana y generalmente podía ver todo cuanto sucedía en esa parte del vecindario, por eso las cortinas siempre estaban cerradas. 
 
Su sueño siempre había sido muy pesado, pero en esta ocasión escucho el grito, o lo que parecía un grito, en la madrugada, moviéndose un poco para asomarse por la diminuta separación de las cortinas. 
 
Viendo cómo Mu cargaba una bolsa de basura en su hombro, demasiado grande, como si no pesará lo que esa mole debía hacerlo, dejándola caer en el portaequipaje de su automóvil, que cerró sin miramientos. 
 
Mu tenía un hilito de vino en la barbilla, el que limpio con su manga, para subir a su auto y alejarse, sin percatarse de que podía verlo. 
 
La mañana siguiente, cuando estaba vacunando a un gato siamés, escucho una extraña conversación. 
 
—Se fue, así sin más, se marcho del vecindario y ahora su familia está destrozada... 
 
Aldebaran generalmente trataba de no prestarle atención a las conversaciones de sus pacientes, pero en esta ocasión le era imposible no hacerlo. 
 
—Dejo una nota que decía que ya no le gustaba vivir con ellos, que deseaba ver el mundo y eso fue todo... 
 
Aldebaran no quería saber quién se había marchado, pero estaba seguro de que lo sabría muy pronto. 
 
—Europa siempre fue una chica muy callada, seguramente no era más que una mosquita muerta, no me extraña que se fuera sin avisar. 
 
Pero a Aldebaran si, porque él conocía a esa muchacha, era amable y delicada, tenía una tienda de flores, un gato manchado que recogió de la calle, a veces le llevaba galletas, porque no tenía suficiente dinero para pagar sus consultas. 
 
—No deberían hablar de algo que no conocen, su familia y sus amigos están muy angustiados, yo entre ellos. 
 
De pronto guardaron silencio y todo el tiempo en que Aldebaran atendía a su mascota, ni siquiera se atrevieron a verlo, estaba seguro de que no regresaría, pero no le importaba, alguien que hablara así de otra persona no era bienvenida en su consultorio. 
 
—Tengo que ver a su familia... 
 
Lo que le dijeron fue lo mismo, se había marchado sin decirles a donde iba, lo único que sabían era que la habían visto hablando con un sujeto de cabello morado y apariencia amable, al menos, eso era lo que los testigos habían dicho, pero no podían recordar su apariencia más allá de eso.
 
Regreso de noche, estaba deprimido y lo único que hizo fue encerrarse en su habitación, Harbinger tenía su guardia a esa hora, le habían llamado del hospital debido a un accidente automovilístico.
 
Estaba solo y de nuevo encendió el televisor, en donde en un programa en vivo fue invitado el tipo del anuncio, que hablaba de forma clara acerca de los peligros de la noche, de una forma casi banal. 
 
Aldebaran a eso de las doce fue al refrigerador, para buscar algo de alimento, sirviéndose un emparedado, con un vaso de leche, el que comió sin ganas, para regresar a su habitación, después de darse una ducha y lavar sus dientes, recostandose en su cama junto a la ventana. 
 
La que estaba en el segundo piso, haciendo que pudiera ver todo lo que ocurría en la parte trasera de la casa de su vecino, quien caminaba junto a un muchacho de cabello rubio, que se colgaba de su brazo. 
 
Haciendo que Aldebaran se sintiera de cierta forma traicionado, porque lo más probable era que Mu fuera un seductor, gigoló, y sus intenciones no fueran nada serías, en realidad, si lo pensaba bien, seguramente solo estaba jugando con el tipo grande de a lado. 
 
Era absurdo que se fijara en el, era demasiado alto, demasiado fuerte y no era muy atractivo, no tanto como su vecino, o el tipo que se le colgaba del brazo. 
 
Pensando en eso, apagó la televisión, quedándose dormido inmediatamente, despertando al escuchar un sonido de una cajuela abriéndose, para ver lo mismo de la otra noche, pero esta vez eran los dos, quienes traían cada uno un costal de basura. 
 
Aldebaran supuso entonces que se trataba de algunas cosas materiales que deseaban tirar, o algo así, sin embargo, no pudo conciliar el sueño en toda la noche. 
 
La mañana siguiente, Harbinger servía un desayuno de seis hotcakes para cada uno, tres huevos y cinco rebanadas de tocino, más medio litro de jugo de naranja para cada uno. 
 
Aldebaran estaba por sentarse en la mesa cuando lo vio, en las noticias, decían que habían encontrado dos cuerpos más, uno de ellos era el chico que vio la noche anterior, el que se colgaba del brazo de Mu, los dos estaban en el mismo lugar, con una herida profunda en el cuello, habían muerto desangrados, pero su sangre no se encontraba en la escena del crimen. 
 
Aldebaran trago algo de saliva, escuchando el timbre de su puerta, levantándose para ir a ver quién era, sorprendiendose cuando un mensajero les dejo dos invitaciones para una cena con sus nuevos vecinos, la que empezaría a las siete de la noche, justo cuando el sol abandonaba el firmamento.
 
—¿Qué dices? ¿Vamos? 
 
Aldebaran quiso decir que no, pero no podría explicar porque no deseaba ir sin que pareciera un demente y Harbinger de todas formas acudiría, después de aquel partido pensaba que Kiki no era tan malo. 
 
—Si, vayamos... 
 
*****
 
Saga estaba sentado en un cómodo y costoso sillón de piel, observando las noticias, las mismas que había visto Aldebaran, llegando a una conclusión obvia, después de ver cuántas personas habían desaparecido, cuantas habían perdido su sangre, había dos vampiros hambrientos en el vecindario y tenía que hacer algo para controlar esa plaga. 
 
No era que los vampiros fueran una plaga, después de todo debían comer como cualquier depredador, pero una persona, cada semana o dos era suficiente para mantenerlos sanos, estos estaban matando una persona todos los días, sin que los humanos se dieran cuenta de eso. 
 
Estos eran del peor tipo de vampiro que podía existir, eran del vampiro peligroso, del que tenía que ser controlado. 
 
Suponiendo que fueran dos vampiros, y lo eran, esas dos mordidas eran diferentes, habían matado a dos tipos distintos de víctimas, ellos estaban cazando, como lo hicieran los gemelos.
 
Convirtiéndolos en dos amenazas para ese pueblo y para el mundo, al fin había algo divertido que hacer.
 
—Sabia que venir aquí sería una buena decisión. 
 
*****
 
Aldebaran estaba nervioso al ingresar a esa casa, no obstante, al ser los dos de la misma complexión pensaba que podrían defenderse, de estar en peligro. 
 
—¡Me alegra tanto que vinieran! 
 
Está vez fue Kiki el que abrió la puerta, dándole la mano a Aldebaran con amabilidad y después mucho más efusivamente a Harbinger. 
 
—¡Mira quienes vinieron Mu! 
 
Mu estaba sirviendo unas copas, vino para ellos, y cerveza para los dos toros, Aldebaran entonces se dió cuenta que era un vino demasiado rojo, demasiado espeso, pero no quiso saber más, tomando un trago de la cerveza fría, sintiendo los brazos del chico de cabello morado alrededor de sus hombros. 
 
—Me alegra tanto que vinieran, aunque... te siento muy nervioso, como si pasara algo que te molestará. 

 

*****
 

También aprovechó para desearles una hermosa navidad y unas hermosas fiestas.


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