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Los lazos que nos unen. por Seiken

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Radamanthys despertó en un lugar extraño, con su ropa puesta, en una cama que no reconocía, con un aroma distintivo a rosas que le pareció desagradable, no porque tuviera un mal olor, sino, porque era demasiado potente, demasiado penetrante para el. 
 
Su cuerpo ardía y necesitaba de un alfa, no cualquier alfa, sino aquel que deseaba a su lado, Kanon, que en ese momento debería estar en el templo de géminis. 
 
No pensaba con claridad, su mente estaba nublada, el estaba cansado, su cuerpo casi no le respondía, pero aún así, decidió ir detrás de Kanon.
 
Saliendo del templo de Piscis con rumbo a géminis, escapando de dos omegas y un alfa que bebían en una salita, conversando de los viejos tiempos, en los cuales los dos hermanos no perseguían cada uno a un omega. 
 
Radamanthys cayó dos veces, en las escaleras del santuario y después decidió usar un camino mucho más recto, saltando, escalando, usando su cosmos en pequeñas dosis para facilitar su búsqueda por su alfa indicado. 
 
Ignorando sus palabras necias, que le hicieron sentir celos, pero molestarse mucho más al pensar que veía a los omegas como simples objetos sin futuro. 
 
Todo esto no pasó desapercibido por un par de ojos metálicos, que veían al omega avanzar con decisión, al templo de géminis, como si estuviera drogado, ajeno a cualquier clase de preocupación. 
 
Ese omega no podía ni siquiera pensar con claridad, su celo estaba iniciando y el no podría pelear con cualquier alfa, si de pronto, fuera atacado, de no encontrarse en el templo de Athena, con quién, no deseaba iniciar un enfrentamiento, mucho menos por un omega.
 
Radamanthys volvió a caer, esta vez cerca del templo de géminis, como si tratará de aterrizar pero sus piernas le traicionaran, casi golpeando su rostro, pero pudo sostenerse de los brazos, dando una vuelta para caer de sentón, todo eso frente a un Kanon con una expresión de pocos amigos. 
 
—La seguridad del santuario es espantosa ... 
 
Fueron sus primeras palabras, tratando de levantarse, pero se tambaleaba y de vez en cuando, parecía a punto de perder el equilibrio. 
 
—Deberían correr a los guardias o castigarlos por su incompetencia... o ambas.
 
Kanon estaba molesto, aunque bien sabía que mucho de lo que había dicho fue hiriente, no rechazaria al espectro si llegaba a su puerta, aunque no comprendiera muy bien que estaba pasando con el en ese momento. 
 
—Te ves muy mal... 
 
Radamanthys se sentó junto a sus piernas, recargando su cabeza en su muslo, cerrando los ojos, como si quisiera dormir en ese sitio. 
 
—No me siento bien, estoy... estoy borracho, creo, o algo más, es... es como...
 
Kanon llevo su mano a la cabeza de Radamanthys, mirándole con una sonrisa divertida, cuando se restregó contra esta, sus ojos cerrados, con una apariencia parecida a la de un perro con su amo. 
 
—Es como si hubiera tomado una de las botellas de licor del juerguista... 
 
Después abrió los ojos, levantándose para sentarse sobre sus piernas, sosteniendose de sus hombros. 
 
—O es algo parecido...
 
Kanon no sostuvo el cuerpo de Radamanthys, estaba molesto y divertido al mismo tiempo, ya que notaba que su celo estaba sucediendo en ese preciso instante, pero al mismo tiempo, había bebido demasiado, para tener una idea de lo que estaba haciendo. 
 
—Pero no importa, yo solo deseo estar en compañía de mi alfa... sentir su mordida en mi cuello... como lo había planeado unos días atrás. 
 
Radamanthys beso los labios de Kanon, para darse cuenta que no respondía a sus caricias, arqueando una ceja. 
 
—No creo que tú puedas engañarme con cualquier otro, pero si dijiste algo muy molesto respecto a los omegas... 
 
Kanon sostuvo las muñecas de Radamanthys, que uso esa acción para besarle de nuevo, en ese momento no tenía inhibición alguna y su celo le pedía las caricias de su alfa, de aquel que deseaba a su lado. 
 
—¡Suelta a mi señor Radamanthys en este preciso instante!
 
Un guerrero aterrizó en ese templo, su cosmos incendiado, era Valentine, que estaba furioso, observando a su señor en sus piernas, a él sosteniendo sus muñecas. 
 
—¡Ese omega no puede ser tuyo! ¡No te lo mereces! 
 
Kanon entrecerró los ojos, molestandose con esa actitud tan posesiva, al mismo tiempo que Radamanthys se levantaba de su regazo, deteniéndose a pocos centímetros de Valentine, molesto, mucho más que el santo dorado. 
 
—¿Ese omega? ¿Cuando deje de ser tu señor para convertirme en ese omega? 
 
Valentine se dió cuenta entonces de lo que había dicho, pero no sé arrepintió, acariciando la mejilla de su señor, quien se apartó unos centímetros. 
 
—Es Kanon quien lo ve de esa forma y es a él, a quien no le permitiré usarlo a su antojo, cuando mi amor por ti es genuino, mi admiración, mi deseo. 
 
Radamanthys guardó silencio, llevando una mano a su cabello, deseaba a Kanon, como nunca había deseado a nadie en ese mundo, pero Valentine le amaba sin duda, era leal a él, tal vez, podría darle lo que le pedía. 
 
—Tambien soy un alfa mi señor, un alfa que lo ha seguido por toda las vidas y durante todas las guerras, téngame piedad, solamente eso le pido, tenga piedad de su fiel sirviente. 
 
Kanon se levantó entonces, deseando destruir el cuerpo de su rival, apartarlo de su omega, pero en vez de eso, ingreso a su templo, sin decir nada ni tampoco explicar su sentir, esperando que Radamanthys acudiera a su lado. 
 
—¿Kanon? 
 
Valentine al ver que Kanon se alejaba de su lado, que ingresaba en el templo de Géminis únicamente sonrió, no deseaba tanto a su señor como para pelear por el, su señor que de nuevo perdió el equilibrio, aún viendo en dirección del santo dorado que simplemente se marchaba.
 
—Se ha ido, regresemos al Inframundo, es todo lo que le pido, allí yo seré lo que necesita... 
 
Negó eso, no deseaba regresar al Inframundo, pero tampoco podía quedarse en ese templo y marcharse con Valentine, le daría esperanzas de ser correspondido. 
 
—No eres lo que yo necesito... ni lo que deseo... lo lamento... 
 
Valentine supuso que tenía que aceptar eso, pero no lo haría, no aceptaría que su señor no le correspondiera, que le usará sin escrúpulos, que le convirtiera únicamente en un sirviente, en un soldado y no en su alfa, como era su derecho después de todas esas vidas sirviéndole a su lado. 
 
—No... no lo acepto... 
 
Respondió dolido, sosteniendo las muñecas de Radamanthys con sus manos, aprovechándose que estuviera borracho, que apenas podía moverse, elevándose con su señor en sus brazos, usando la debilidad típica del celo, que le evitaba moverse con facilidad.
 
—No lo acepto...
 
*****
 
Unos minutos atrás, cuando Aioria se levantó de las escaleras, Saga no respondió como esperaba que lo hiciera el santo dorado, casi encogiéndose de hombros, con una sonrisa de medio lado. 
 
—¡Aioros! ¡Aioros tengo que hablar contigo! ¡Aioros! 
 
Seguía gritando, ignorando la molestia de Aioria, esperando que su amado bajara para verle, pues, ya no quería perder más tiempo en los celos de su hermano menor. 
 
—¡Aioros! 
 
El sonido de unos pasos llamo su atención, era Aioros, que estaba algo sonrojado, quien al ver la expresión de su hermano, arqueo una ceja, preguntándose qué se suponía que estaba haciendo en ese lugar. 
 
—Saga, ven conmigo y tú, Aioria, te agradezco tu preocupación, pero, te pido que regreses a tu templo, ya he tomado una decisión. 
 
Aioria estaba a punto de negarse a dejarlo pasar, pero, no dijo nada cuando Saga avanzo con rapidez, para rodear la cintura de su hermano mayor, al que había mandado asesinar, a quien le había hecho tanto daño y por quién, el también había sufrido demasiado. 
 
—¿La respuesta es si? 
 
Era un si, sin duda y aunque su celo nublaba sus sentidos, ahogando sus miedos sin sentido, asintió, tomando a Saga de su mano, para ingresar a su templo. 
 
—Si, yo deseo estar contigo, por el resto de nuestra vida. 
 
Saga estaba más que feliz al escuchar esas palabras, e ignorando a su mayor dolor de cabeza, siguió mansamente a Aioros. 
 
—No se que he hecho para merecer tu afecto, pero, siempre estaré agradecido con los dioses, por ser aquel elegido por el mejor hombre de este mundo. 
 
Aioros tampoco tenía muy claro el porque perdono tan fácilmente a Saga, únicamente que aún lo amaba y que la batalla con el dios Loki fue suficiente para decidir estar a su lado, por el resto de sus vidas.
 
—Te amo, eso es todo lo que importa. 
 
No muy lejos de allí, una silueta de piel morena y cabello negro les veía alejarse, en sus manos había un instrumento musical, era un guerrero, pero también un músico, era un soldado sin ejército, muchos podrían llamarle mercenario, un alfa, que había posado sus ojos en un omega del santuario de Athena. 
 
—¿Porque no te lo llevaste contigo cuando podías hacerlo? 
 
El hombre delgado, de ojos metálicos, se sentó a su lado, el tenía cabello largo, lacio y una expresión pacífica, su armadura cubierta por la piel de un zorro, la que usaba como un manto. 
 
—¿Porque manchar las baldosas del santuario de Athena con sangre cuándo puedo acudir a él en un lugar seguro? 
 
El hombre moreno le miró de reojo, negando eso, riéndose de pronto, no era un hombre celoso, no le interesaban las mordidas, solo el sexo que podría tener con ese hermoso arquero, compartía la forma de pensar de su compañero de juerga. 
 
—¿Y tú porque no te llevaste a ese omega contigo? 
 
Por la misma razón que su amigo, no quería esforzarse de más, manchar sus manos de sangre, cansarse en una batalla cuando podía hacerlo en el talamo. 
 
—No soy celoso y tenemos todo el tiempo del mundo. 
 

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