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La mirada del extraño por Augusto2414

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Notas del capitulo:

Hola a todos. Dejo con ustedes el siguiente capítulo de la historia.
Espero sea de su agrado.

*Esta historia está siendo publicada de forma simultánea en mi perfil de Wattpad. Usuario. Augusto_2414

LXXVIII
 
La noche había transcurrido en calma y Lucas despertó, como pocas veces, antes del mediodía completamente recuperado. Ya no sentía el cuerpo pesado ni la cabeza adolorida, por el contrario, parecía que todas sus dolencias se habían curado gracias al visitante del día anterior.
 
Incorporándose sobre la cama, pudo comprobar lo que sus manos ya habían advertido: Adolfo se había marchado. No supo decir en qué momento lo había hecho, tal vez antes del amanecer o quizá tan pronto como él había caído dormido y, como sea que fuera, no sintió ni escuchó al pelinegro irse o siquiera levantarse. Recostándose otra vez, se cubrió con las mantas para disipar el repentino frío que le recorrió el cuerpo, imaginando al menor corriendo como la Cenicienta, escapando para llegar a casa antes de la medianoche, y siendo él el príncipe, habría ido tras la doncella de no haber caído dormido presa de sus encantos. "Y si lo hubiera alcanzado, ¿qué iba a decirle?, que me quiero casar contigo y que, si aceptas, te convertiré en mi rey". Soltó una carcajada ante lo absurdo de la visión y se cubrió los ojos con el antebrazo, al tiempo que una lágrima se deslizaba por su mejilla.
 
Estaba irremediablemente enamorado de Adolfo.
 
... ... ... ... ...
 
Un día, antes del cambio de turno, Francisco y Sebastián estaban tendidos sobre la hierba de un parque cercano, con los zapatos quitados y reposando el almuerzo. La conversación giraba en torno a una idea que llevaban un tiempo considerando.
 
—Se me ocurre algo para ayudarles —dijo el primero—, ya que los ataques han sido contra todo tipo de personas, parejas inclusive, ¿qué tal si tú y yo intentamos atraer al maníaco?
 
—¿Nosotros?, ¿cómo?
 
—Saliendo por las noches, visitando bares y hablando con otros jóvenes, ya sabes, hacer nuestra propia investigación para descubrir al que atacó a los chicos.
 
—Me parece peligroso, ¿qué pasará si nos atacan?, incluso estando juntos —dijo Sebastián con voz que expresaba duda.
 
—Lo sé, pero correré ese riesgo, Alejandro y Nicolás son nuestros amigos, no quiero quedarme de brazos cruzados mientras el o los responsables están allá afuera. No hay garantía de que los ataques se detengan y me preocupa que la situación siga sin resolverse cuando regresen de la costa.
 
—Ni lo menciones —dijo, incorporándose sobre el césped—. Si está en mis manos poder hacer algo por ellos, lo haré. No permitiré que a ninguno de los que quiero les ocurra algo así otra vez.
 
—Entonces, ¿qué dices?, ¿te animas a ir conmigo?
 
—Contigo a donde sea, Fran —dijo, acercándose lo suficiente como para que sus frentes se tocaran, haciendo sonreír al otro—. Sí, tu plan podría funcionar. Con suerte podremos descubrir algo acerca del maníaco.
 
—Conque nos encontremos una sola vez con él será suficiente, le romperemos algo más que la cabeza. Verás como no le quedarán ganas de continuar lastimando a las personas —dijo Francisco, empuñando las manos.
 
—En eso estoy completamente de acuerdo, haré que ese tipo sufra en carne propia todo el daño que ha causado. Se arrepentirá de haber atacado a mi hermano. Y, ¿cuándo quieres comenzar?
 
—Hoy mismo si es preciso —respondió decidido, para luego cambiar el tono por uno más juguetón—. Dime una cosa primero, ¿vas a cuidar de mí, Seba?
 
—No necesitas preguntarme eso, siempre lo he hecho y siempre lo haré —respondió, brindándole una sonrisa amplia y brillante. Para Francisco quedó claro por qué Cristina amaba tanto a este chico que casi se sentía celoso de su amiga.
 
—Yo no dejaré que algo malo te suceda, jamás —dijo, abrazándose a él.
 
—Lo sé, te conozco lo suficiente como para saber que no faltarás a tu palabra —dijo, permitiendo que el otro lo rodeara con sus brazos completamente—. Tú no pierdes tiempo, ¿verdad?
 
Sebastián tomó ventaja de la situación y acercó su rostro hasta el de Francisco, quien se sonrojó bruscamente.
 
—Ya quisieras que fuéramos más que amigos, ¿eh?, incluso si fuera de mentira.
 
—No... no hay razón para que creas eso...
 
—¿No?
 
Sebastián hizo el ademán de besarle, pero Francisco lo rechazó con un movimiento rápido de las manos.
 
—¿Quieres avergonzarme? —repuso, intentando recuperarse de la impresión.
 
—¡Ja, ja, ja!, no es mala idea.
 
Ambos se arrojaron nuevamente sobre el césped y continuaron reposando como si nada hubiera pasado, como si fueran el mismo par de amigos que, en un momento de curiosidad, experimentan juntos algo nuevo.
 
... ... ... ... ...
 
Alejandro y Nicolás se tendieron bajo el naranjo para evitar el fuerte sol que hacía por la tarde. El viento soplaba y mecía las ramas por encima de ellos, haciendo del jardín el lugar más fresco en toda la casa. El primero escuchaba música con sus audífonos puestos, mientras que el segundo leía con la cabeza apoyada sobre las piernas de su novio. A una cierta distancia, el abuelo Rómulo se sentó a descansar en su silla de playa y no pasó mucho tiempo antes de que se quedara dormido. Los chicos se rieron al verlo.
 
De forma inconsciente, Alejandro comenzó a rascarle la cabeza, relajando tanto al pelinegro que, cuando le dirigió la mirada, dormía profundamente con el libro abierto sobre su pecho; sintió la tentación de besarlo, pero no quiso perturbar el que debía ser un lindo sueño y, a la vez, una hermosa visión. Con cuidado, apartó el libro y continuó con su labor, admirando cada facción del pelinegro, pasando los dedos por entre las hebras de cabello, una sensación que también le relajaba al punto que, si no es por la abuela, que se acercaba para ofrecerles unos vasos con jugo, se habría dormido allí junto a Nicolás.
 
—Les traje esto para que se refresquen —dijo Elena, dejando la bandeja sobre la manta en la que estaban tendidos.
 
—Gracias, abuela —respondió, tomando uno de los vasos.
 
—Si van a dormir, deberían cubrirse las piernas al menos, saben como es de variable el clima aquí.
 
—Lo sé, por eso he traído dos mantas, aunque él se ha adelantado —dijo, extendiendo la tela sobre el pelinegro y sus propias piernas—. Ya está, ahora no hay riesgo de que nos resfriemos.
 
—Eso es, bueno, los dejo a solas, saldré a comprar unas cosas al almacén en un rato más —dijo, observando su pequeño reloj—. Pero primero, cubriré también a este viejo, que no está en edad para coger frío tan a la ligera.
 
Alejandro asintió y Elena se retiró. No pasó mucho cuando, guiado por la música, él mismo sucumbió ante el sueño.
 
... ... ... ... ...
 
Había cerrado los ojos por breves momentos y, sin embargo, pareció una eternidad. Una mano que lo remecía por el hombro consiguió despertarlo.
 
—Alejandro, ¿no que iban a la feria?, levántense o se les hará tarde —dijo Rómulo con una mirada de reproche—. Mira nada más a este mocoso, quedarse dormido después de prometer llevarte, cuanta desconsideración.
 
—Está bien, abuelo, no se moleste, yo lo despertaré, "aunque no quisiera, duerme tan apaciblemente, y se ve tan lindo además".
 
—Este niñito siempre ha tenido problemas para dormir, ¿lo sabías?, pero verlo así es tranquilizador y es gracias a ti, muchacho, le has ayudado mucho.
 
—Gracias, yo también lo he notado, antes tenía unas ojeras casi permanentes.
 
—Sí, lo recuerdo, fue siempre motivo de preocupación, es un alivio verlo así, recuperado —dijo, dándole unas palmaditas en la espalda—. Bueno, ya está, levántense y vayan a la feria, si no, me avisan para echar llave a la puerta, como están las cosas hoy en día, no conviene tener abierto hasta tarde. Hay que resguardarse.
 
El abuelo se retiró hablando más para sí mismo que para ellos, situación que a Alejandro provocaba gracia desde que llegara a su casa.
 
—Soy afortunado de que me hayan recibido con los brazos abiertos —dijo por lo bajo.
 
—Lo eres, te consideran un nieto más —dijo Nicolás en un susurro, moviéndose con pereza.
 
—Lo tomaré en cuenta, dime, ¿cómo has dormido?, te tomaste una siesta larga y habría continuado de no ser por el abuelo.
 
—¿Sí?
 
—Vino a despertarnos, ¿aún quieres ir a la feria?
 
—Por supuesto, fue una promesa, ¿no?
 
Alejandro sonrió y besó a su novio con dulzura. Aunque fuera un dormilón, no olvidaba lo que prometía.
 
En menos de diez minutos, los chicos se levantaron y corrieron a arreglarse para salir. Se lavaron la cara y los dientes, sacudieron sus ropas y se perfumaron, como era lo apropiado para una salida de pareja.
 
—Ya nos vamos, ¿no quieren ir con nosotros? —preguntó Nicolás a sus abuelos.
 
—No, hijo, gracias, vayan ustedes y diviértanse —dijo Elena, admirando el prendedor del escorpión—. Qué bonito su prendedor.
 
—Verdad que sí, es un regalo de Alejandro, de nuestra primera cita —respondió.
 
—¿Y tú le regalaste algo?
 
—Él se quedó con otro, un prendedor con forma de araña, de seguro lo trae consigo y, por cierto, ¿por qué se demora tanto?
 
—Alejandro está en el baño, qué muchacho tan pretencioso, van a la feria ¿no?, ni que fueran a una cena para tardar tanto —comentó Rómulo.
 
—Tal vez tenga razón, abuelo, pero no tiene nada de malo querer verse bien para la persona que amas, además de que no solamente iremos a la feria, caminaremos por la avenida del mar, veremos el atardecer y comeremos algo rico.
 
—Entonces, dense prisa o no verán nada, ¡ah!, aquí viene el rey de Roma —dijo el anciano.
 
—Perdona la demora, ya estoy listo —dijo Alejandro, luciendo su cabellera reluciente.
 
—Así que esta es la araña, ¿no? —dijo Elena.
 
—Sí, abuela, lo compré junto con el escorpión que Nico lleva en su chaqueta —explicó el recién llegado.
 
—Me lo acaba de decir, son muy lindos.
 
—Bueno, podemos irnos ahora —dijo el pelinegro, tomando consigo su bolsa.
 
—Sí, vamos ya.
 
Se despidieron de los ancianos y salieron rumbo a la playa, llegando con el tiempo suficiente para presenciar el ocaso. Para hacer el momento especial, Nicolás le compró churros a su novio en un local muy popular en el área, conocido no solo por las masas fritas que tantas personas gustaban comer, sino también por los jugos naturales y granizados. Con las dos docenas de churros en mano, se sentaron en una de las bancas de piedra que se alineaban por la avenida y, acurrucándose el uno al otro, disfrutaron de la puesta de sol.
 
—Esta es la segunda vez que compartimos un momento así —dijo Alejandro, dándole un churro en la boca a Nicolás.
 
—Lo recuerdo, fue el mismo día que... —el pelinegro dejó la frase sin terminar.
 
—¡No!, no lo decía por eso —se apresuró a decir Alejandro, cogiéndolo de la mano—, lo que sea que haya ocurrido no tiene que arruinar los buenos momentos que compartimos ese día. Nos divertimos mucho y dijimos que volveríamos para ver los árboles cuando florecieran, vimos el atardecer y me regalaste una rosa. Son todas cosas que tengo grabadas en la memoria y recordaré con cariño.
 
—También yo, es solo que, tal vez, me cuesta trabajo asimilar todo lo que nos ocurrió —dijo, llevándose la mano libre a la sien, como si aún tuviese alguna molestia en la zona—. Pero no te preocupes, haré que te sientas cómodo y querido en todo momento.
 
—Sé que lo haces, traerme aquí es prueba de aquello, pero tú también tienes que sentirte bien, y si tienes algo que te aqueja, puedes decírmelo, para eso soy tu pareja. No tienes que callarte y sufrir en silencio solo para no molestarme. Verás que pasaremos por esto juntos y cuando al fin regresemos a la ciudad, las cosas solo irán a mejor.
 
Los ojos de ambos, teñidos por la luz rojiza del sol, la brisa fresca y el dulce aroma que los rodeaba creó otra vez la atmósfera que les era tan propia, tan íntima y tan cálida. No tardaron en unir sus labios para besarse lentamente, sin prisas y sin preocupaciones. Nicolás, tras separarse de su amado, lo rodeó con su brazo y lo mantuvo junto a su pecho, mientras que Alejandro, sonrojado, se sentía como si recién comenzaran a salir, compartiendo con él no solo los churros sino también la vista de un horizonte que comenzaba a oscurecer.
 
Las luces de la avenida se encendieron y el ambiente se animó gracias a la música que diferentes artistas interpretaban en las cercanías. Dejando el área de la playa, la pareja caminó en medio de la gente que poco a poco inundaba la ancha vía y guiados por las personas que iban en la misma dirección, lograron llegar al sitio que planeaban visitar desde hacía días: una enorme feria artesanal, en cuyas tiendas podías encontrar desde joyería, pintura, trabajos manuales, libros y antigüedades, hasta alimentos y golosinas de todo tipo, entre ellos palomitas de maíz y algodones de azúcar. Los chicos no se privaron y probaron todo cuanto quisieron por las siguientes dos horas.
 
Cerca de las atracciones, Nicolás y Alejandro encontraron una de esas cabinas para hacerse fotos. Sin dudarlo, ingresaron en ella y tras leer las instrucciones, pues nunca habían usado una, se ubicaron frente al disparador y posaron en cuatro oportunidades: abrazados, besándose, haciendo muecas y haciendo posturas con las manos. Les pareció tan divertido que repitieron la operación.
 
Cuando pasaron por la zona de los artesanos, se entretuvieron observando las diferentes creaciones que ofrecían, elaboradas en los más variados materiales. Un puesto en particular los atrajo, con su sencillo pero llamativo letrero elaborado en madera que ponía «La cornucopia», que en lugar de contener frutas y verduras, presentaba a los visitantes todo tipo de joyas: tiaras, anillos, sortijas, pulseras, brazaletes, collares, colgantes, medallones, pendientes y broches. El dueño, un muchacho de unos veintiocho años, con un corte de cabello que recordaba a un tazón, cuello cargado de finas cadenas y uñas pintadas de rosa, se acercó hasta ellos para darles la bienvenida.
 
—Adelante, pasen por favor y miren lo que gusten. Todo aquí está hecho a mano y con piedras preciosas reales —dijo con un tono de voz suave.
 
—Gracias —respondieron.
 
Observaron con detenimiento hasta detenerse en los anillos.
 
—¿Te gusta alguno? —preguntó Nicolás.
 
—Sí, este de aquí —respondió Alejandro. Se trataba de una joya que llevaba engarzada una pulida pieza de jaspe rojo.
 
—Es muy bonito, si te gusta te lo compro como regalo.
 
—¿De verdad?, ¿tú no escogerás algo?, no quisiera ser solo yo el que tenga algo así.
 
—Descuida, es un regalo.
 
—No, por favor, escoge uno también, ¿sí? —insistió Alejandro.
 
El pelinegro soltó un suspiro y se rindió, volteando a ver el mostrador.
 
—¿Necesitan ayuda? —preguntó el dueño, acercándose nuevamente.
 
—Sí, por favor, necesitamos un anillo que sea combinable con el que elegí yo —dijo Alejandro al instante.
 
—Compatible es una forma más correcta de decirlo —comenzó a decir el artesano—. Has escogido jaspe rojo, que es elemento fuego, necesitan ahora una piedra que sea elemento aire.
 
Ninguno de los dos chicos tenía idea acerca de la compatibilidad entre piedras, o si eso siquiera existía, sin embargo, les pareció una idea atrayente. Por su parte, el otro muchacho buscaba entre sus trabajos la pieza apropiada.
 
—Aquí, miren, estas piedras pueden funcionar: amatista, fluorita, lapislázuli, sodalita.
 
—Ese me gusta —dijo Nicolás, indicando un anillo con una piedra azul engarzada.
 
—Es una buena elección, el lapislázuli potencia tus capacidades físicas, te aporta calma y te libera del estrés.
 
A Nicolás le gustó la explicación y miró con detalle la pieza.
 
—¿Y el jaspe rojo?
 
—Es una piedra de limpieza y equilibrio, además de aportar vitalidad.
 
Alejandro intercambió miradas con el pelinegro, quien asintió con la cabeza.
 
—Si las quieren, me lo hacen saber, puedo hacerles una atención si llevan ambas —dijo el artesano, aguardando la respuesta.
 
—Las llevamos, son un regalo doble —respondió Nicolás.
 
—Por supuesto, vengan conmigo.
 
Los chicos fueron hacia el mesón y tras un intercambio de palabras y de dinero, se llevaron el par de anillos en sus cajitas correspondientes, a un precio alto pero conveniente, considerando que, tras un último vistazo, el material del que estaban fabricados justificaba el costo. Ya fuera y en un sitio apartado, se colocaron los anillos solemnemente, casi como si se comprometieran, finalizando con un par de fotos y un mensaje que enviaron luego a Cristina y a Ignacio. Sólo la primera respondió con un "¡Ahhhhhh!" y un emoticono 😍
 
... ... ... ... ...
 
El teléfono de Ignacio timbró en su bolsillo. Iba sentado en el bus con Javier de pie a su lado. Tomó el aparato y abrió la notificación: era de Nicolás y se trataba de una fotografía de dos manos luciendo anillos, a lo que siguió un mensaje, "Nos comprometimos". Una sonrisa se dibujó en el rostro del bartender.
 
—¿Qué tanto estás mirando?, ¿sucedió algo?
 
—Mira esto —dijo Ignacio, mostrándole la foto.
 
—¿Nicolás y Alejandro?
 
—Sí, parece que habrá una boda pronto.
 
—No lo creo, debe ser algo simbólico —dijo Javier, mirando el detalle de los anillos—. Muy bonitos y, la verdad, no me molestaría asistir a su boda si deciden celebrar una.
 
—No me engañas, serías el primero en aceptar la invitación y conociendo a Nicolás, hará una fiesta a lo grande.
 
—¿Y cómo quisieras que fuera nuestra boda? —preguntó, sentándose sobre sus piernas.
 
—Algo sencillo, solamente para nosotros y, bueno, nuestros amigos cercanos.
 
—Me gusta tu idea, de hecho, es lo mismo que yo pensaba, así que será perfecto —dijo con una expresión complacida.
 
—No te apresures, antes hay cosas que hacer —dijo, pellizcándole la nariz.
 
—Lo sé, por el bien de los dos y nuestra felicidad, haremos todo que haga falta —dijo, acercándose a sus labios. Ignacio, que ya había guardado el teléfono, tenía las manos libres para recibir a su amado y compartir un beso lento, sin importar que estuvieran rodeados de personas.
 
—Por ahora me basta con ver "La traviata" a tu lado —dijo el bartender, sonriéndole. Luego, cuando el bus anunció la próxima parada, se levantaron del asiento—. Ven, aquí nos bajamos.
 
Se cogieron de la mano, descendieron y caminaron en dirección hacia el teatro de la ciudad.
 
... ... ... ... ...
 
El artesano despidió a sus clientes tras conversar con ellos unos instantes, descubrir que eran novios y alabar el buen gusto que tenían al ver los inusuales prendedores: eran antigüedades y su ojo experto lo notó al instante, de esos trabajos que ya no se hacen y que él, ni de cerca, podía siquiera replicar, aunque sí le servían como inspiración para creaciones propias.
 
Cuando fue a ocupar su lugar tras el mostrador, recibió una llamada que lo distrajo de sus pensamientos.
 
—Hola.
 
—Hola, Gaspar, ¿cómo estás?
 
—Muy bien, gracias, feliz porque acabo de vender un par de anillos a una pareja —dijo, con evidente emoción en su voz—. ¿Y tú, Erika?, ¿cómo van las cosas?
 
—Todo bien, gracias.
 
—Me alegro, bueno, ¿en qué puedo ayudarte?
 
—Sabes que Tomás celebra su cumpleaños el próximo fin de semana, ¿no?
 
—Sí, recibí su invitación hace un tiempo y le confirmé mi asistencia, ¿tú lo hiciste?, porque te invitó, ¿verdad?
 
—Lo hizo, me entregó la invitación en persona.
 
—Igual que a mí, ¿y vas a ir?
 
—No lo sé, por eso te llamaba, quería saber si tú y los demás irían.
 
—En mi caso, sí, y pienso que deberías ir, en cualquier caso, te hará bien salir de tu claustro, ya pareces monja de no ser por ese novio tuyo, que casi parece un personaje ficticio.
 
—¡Oye!, que no te he llamado para eso.
 
—Vale, vale, pero ya en serio, deberías ir, estoy seguro de que los chicos también irán y nos los pasaremos bien.
 
—¿Y Rafael?
El artesano sintió una presión en el pecho al oír el nombre, pero disimuló y continuó hablando como si nada.
 
—No he hablado con él recientemente, pero estoy seguro de que irá, además, con su casa en la playa, la fiesta de Tomás promete. Piénsalo.
 
—Lo haré —respondió, soltando un suspiro—. Creerás que soy tonta por darle tantas vueltas a algo tan simple.
 
—Solo un poco, ¡ja, ja, ja! —dijo, escuchando a su amiga resoplar del otro lado de la línea—. Dime, ¿sucedió algo?, usualmente eres tú la primera en confirmar asistencia y, por lo demás, es el cumpleaños de Tomás, ¿cuál es la diferencia?, estaremos los mismos de siempre.
 
—En parte es verdad, aunque Tomás siempre sorprende.
 
—Haya sorpresa o no, espero verte ese día, me gusta mucho cuando nos reunimos.
 
—Con suerte y la ayuda de los astros, podrán verme ese día.
 
—Le pediré a Ivo que lo averigüe, quizá los planetas se alineen y permitan que nos reunamos y pasemos una fiesta increíble.
 
... ... ... ... ...
 
De regreso en casa de la abuela, ya en su dormitorio y tendidos sobre la cama intercambiando caricias, el teléfono de Alejandro timbró: era una videollamada entrante de parte de Sebastián. La pareja se incorporó en la cama y aceptaron la llamada.
 
—¡Hola, hermano!, ¿cómo estás?, ¡hola, Nico! —saludó el mayor desde el otro lado de la pantalla, apareciendo Francisco a su lado.
 
—¡Hola, muchachos!, ¿cómo les va?, disfrutando su tiempo a solas, ¿eh? —dijo este último con una expresión pícara y moviendo las cejas.
 
—¡Hola, chicos! —saludó Alejandro, feliz de ver a sus amigos. Nicolás, por su parte, agitó la mano tras él—. Estamos bien, descansando mucho.
 
—Me alegra, sigan haciéndolo, disfruten de la costa... —dijo Sebastián, siendo interrumpido abruptamente.
 
—¡Oye!, los llamamos para darles una noticia —dijo Francisco, haciéndose el interesante.
 
—¿Qué es?, ¿sucedió algo?
 
—Escuchen bien, Seba y yo somos novios.
 
—¿Qué?, ¿qué dijiste?
 
—¡No puede ser verdad! —dijo Nicolás, acercándose a la cámara.
 
—Es verdad, somos novios —repitió, besando en la mejilla a su amigo.
 
—¿Qué pasó con Cristina? —preguntó Alejandro con incredulidad.
 
—Está de acuerdo, se lo tomó mejor de lo que esperábamos —explicó Sebastián, recargando su cabeza en el hombro del otro.
 
Alejandro y Nicolás intercambiaron miradas, como diciendo "¿Qué locura es esta?", pero los amigos notaron la reacción y decidieron aclarar la situación.
 
—Vale, vale, todo era una broma, chicos —confesó Francisco.
 
—Menos mal, porque ya me estaba creyendo la historia —dijo Alejandro con una expresión aliviada.
 
—Yo no, lo de Cristina no acababa de convencerme —dijo Nicolás.
 
—Sí, eso no se creería fácilmente —concedió Sebastián—, pero volvamos al comienzo, sí que tenemos algo que decirles.
 
—Ah, ¿sí? —la voz de Nicolás perdió todo interés. Alejandro aguardó en silencio.
 
—Tenemos un plan que, creemos, dará buenos resultados —continuó Francisco con un tono por completo diferente, volviendo a captar la atención de la pareja—. Buscaremos al maníaco ese, Seba y yo, saldremos a los alrededores, reuniremos información y, con suerte, podremos dar con él y cuando eso ocurra, le daremos la paliza de su vida.
 
—Eso suena tanto o más ilógico que el que ustedes sean novios —replicó Nicolás.
 
—Además de arriesgado —comentó Alejandro—. Por favor, digan que no es verdad.
 
—Lo siento, chicos, esto es muy real y ya lo hemos decidido —dijo Sebastián.
 
—Y queríamos que lo supieran, que lo hacemos por ustedes —dijo Francisco.
 
—¡No!, ¡por favor!, no tienen que hacerlo, no pongan en riesgo sus vidas por nosotros, la policía ya está siguiendo el rastro del atacante —pidió Alejandro—. No quiero que les ocurra algo peor que a nosotros. ¡Por favor!, ¡no lo hagan!
 
—No nos pasará nada, hermano, antes de que ustedes regresen a la ciudad, nosotros los estaremos esperando con resultados en mano —dijo Sebastián—. Por ustedes y para evitar que ese tipo siga causando problemas, haremos lo que sea para ayudar.
 
—Se ha vuelto un asunto personal y no vamos a cejar hasta tener a ese tipo en el suelo suplicando perdón —concluyó Francisco.
 
Nicolás no dijo palabra y se limitó a mirar a su novio, quien parecía estar pensando lo que iba a decir.
 
—No los haré cambiar de opinión, ¿verdad?, porque nos llamaron para informar lo que ya han decidido, ¿o me equivoco? —los amigos asintieron—. Siendo así, sólo les pediré que tengan cuidado, quiero verlos sanos y salvo cuando regresemos, ¿me lo prometen?, que se cuidarán y no harán nada más allá de lo necesario.
 
—Te lo prometo, hermano, nada nos pasará.
 
—También te lo prometo, por ti lo que sea.
 
—Fran, Seba, sé que ustedes están conscientes de los riesgos que esta decisión implica —Nicolás tomó la palabra—. No sabemos de lo que es capaz ese tipo, lo que nos pasó a Ale y a mí pudo ser peor, todos lo sabemos, así que incluso si no fuera necesario, les pediré que tengan cuidado, son muy importantes para nosotros y no quisiéramos tener que lamentar una nueva tragedia.
 
Los amigos asintieron.
 
—Y una cosa más —agregó el pelinegro—. Si logran encontrarse con él, en nombre de Alejandro y el mío, denle su merecido, una golpiza que lo haga desear no haber cometido ninguno de sus crímenes, pero con "delicadeza", no se conviertan en lo mismo que él.
 
Sebastián y Francisco, entendiendo perfectamente las palabras de Nicolás, sonrieron y agradecieron el apoyo. De haber estado frente a ellos en persona, los habrían abrazado. Sabían que la idea no sería del agrado de la pareja, pero como el mismo Alejandro reconoció, no era la intención discutir el plan, la decisión ya estaba tomada.
 
—Los quiero, mis hermanos, y estaré esperando para vernos otra vez e irnos juntos de fiesta, tal y como nos gusta hacer —dijo, esperando que sus palabras lograran alcanzarlos.
 
—Nosotros también te queremos, a los dos —dijo Francisco—. Llevaremos siempre en la mente las palabras que nos han dicho.
 
—Y así será, nos iremos de fiesta cuando regresen a la ciudad, confía en ello, hermano —dijo Sebastián—. Bueno, eso es lo que queríamos decirles, no les quitamos más tiempo, regresen a sus "tareas".
 
—¡Sí!, continúen con lo que estaban haciendo, cuídense mucho y sigan disfrutando, que nosotros les avisaremos en cuanto sepamos algo —se despidió Francisco, haciendo el gesto de enviar besos.
 
—Adiós, chicos, gracias por todo —dijo Nicolás, despidiéndose con la mano.
 
—Hasta pronto, envíen nuestros saludos a Cristina y a Erika —dijo Alejandro antes de finalizar la videollamada.
 
La pareja se quedó en silencio unos instantes. El de ojos verdes apartó el teléfono y se abrazó al pelinegro con fuerza, quien le correspondió sin demora.
 
—Nico, ahora estoy preocupado.
 
—También yo, precioso, también yo.
 
... ... ... ... ...
 
Los amigos salieron por la tarde a dar un paseo por el centro, pues se trataba del último día libre antes de regresar al trabajo. El ambiente se sentía ligeramente diferente desde que Alejandro y Nicolás abandonaran la ciudad, sin mencionar que cada uno de ellos cargaba con ideas en la cabeza, así que pasar un rato juntos y beber algo para distraerse resultaba reconfortante.
 
—Extrañaba pasar un momento así con ustedes —dijo Cristina, bebiendo su cerveza, igual que los otros tres chicos a su alrededor—. Definitivamente, no se puede comparar el relajo de un día libre en compañía de los amigos. ¡Salud!, ¡porque nos sigamos reuniendo!
 
—¡Salud! —entonaron Sebastián y Francisco. Erika guardó silencio, solo levantando su vaso.
 
—La próxima vez podríamos ir al cine —continuó hablando la chica.
 
—Qué buena idea, habrá un ciclo de películas de terror, lo anunciaron por las redes sociales y hay títulos que no he visto —dijo Francisco, buscando en su teléfono—. Aquí está, miren.
 
Mostró a todos la publicidad del mencionado ciclo, en donde estaban enlistados las películas y el calendario de proyección. Algunas de ellas eran 'The Shining', 'Halloween', 'The Thing', 'Psycho', entre otras.
 
—Parece prometedor, y comienza el próximo fin de semana, ¿qué les parece si vamos? —propuso Cristina.
 
—Por mí está bien, saben que no soy fanático del género, pero será mejor que quedarme en casa cuidando de mis hermanos pequeños —comentó Sebastián.
 
—¿Y tú, Erika?, ¿vendrás con nosotros? —preguntó Cristina.
 
—Anda, di que sí, mi vida —dijo Francisco, intentando convencerla.
 
—Creo que sí podría, antes déjame revisar mi agenda —respondió, sacando de su bolsa una pequeña libreta. Sabía perfectamente lo que encontraría apuntado.
 
—Mira eso, Cris, si fueras así de organizada, estoy seguro de que te ahorrarías muchos inconvenientes, ¿no crees? —observó Sebastián.
 
—¡No seas hablador!, lo dices como si fuera una olvidadiza y lo cierto es que jamás pasé por alto un compromiso —repuso, pellizcando la mejilla de su novio antes de volverse hacia la otra chica—. ¿Y bien?
 
Erika buscó en el calendario hasta que encontró la nota que buscaba. "Cumpleaños de Tomás", decía.
 
—¿Qué sucede? —preguntó su novio, mirando la anotación—, ¿será que ya tenías algo agendado?
 
—Sí, y ha sido un error de mi parte, creí que faltaba más de una semana para este evento —explicó—. No podré ir con ustedes porque un amigo me ha invitado a su fiesta de cumpleaños.
 
—Qué lástima, tendremos que ir en otra ocasión —comentó Cristina con una mueca contrariada.
 
—No se preocupen por mí, vayan si quieren, no es preciso que alteren sus planes —se apresuró a decir Erika.
 
—¿Quieres que te acompañe ese día? —ofreció Francisco.
 
—No hace falta, enviarán un transporte para recogerme.
 
—Muy considerado, ¿de quién es la fiesta? —preguntó Cristina con curiosidad.
 
—De un chico llamado Tomás, un amigo que me ayuda con frecuencia a organizar eventos literarios, además de ser un talentoso pianista.
 
—¿No es ese pelirrojo que se quedó una vez en tu casa? —preguntó Francisco, haciendo memoria.
 
—No, ese es su hermano menor, Martín.
 
—De todas formas, espero que ese Tomás no sea tan inquietante como ese chiquillo, no me agradó del todo —dijo con un ligero estremecimiento.
 
—Reconozco que es verdad, Martín es extraño y bastante pegote, pero no es peligroso. "Y créeme, conozco personas peligrosas" —pensó, recordando a Lucas.
 
—Y hablando de peligro, tenemos un plan junto con Seba, ¿les has hablado algo al respecto?
 
—Nada, ahora es un buen momento —respondió el aludido.
 
Cristina y Erika se miraron sin entender.
 
—Señoritas, tenemos un plan para atrapar al maníaco encapuchado o como se llame —anunció Sebastián.
 
—¿Qué dices?, ¿es en serio? —preguntó su novia con incredulidad. Erika enarcó una ceja, esperando oír los detalles.
 
—Hemos decidido que la mejor forma de capturarlo es atrayéndolo hacia nosotros, para lo cual Fran y yo haremos de anzuelo para así captar su atención.
 
—Y cuando esté a nuestro alcance, le partiremos la cabeza.
 
—No pueden estar hablando en serio, ¿tienen idea de lo peligroso que puede ser?
 
—No te preocupes, Cris, nosotros estamos conscientes del riesgo, sin embargo, no podemos esperar un momento más sin hacer algo, nos motiva el hecho de que podremos cobrarnos todo el daño que hizo a los chicos.
 
—Le romperemos los huesos a ese tipo si es necesario, sea quien sea, pagará por lo que le hizo a mi hermano y a Nicolás, sabrá que sus ataques no quedarán sin castigo y nosotros nos encargaremos de que pague.
 
—¡Esperen los dos!, ¡por favor!, es cierto que ese tipo debe ser capturado y castigado por lo que ha hecho, pero este no es el modo, se están arriesgando a que algo peor les suceda a ustedes, no quiero ni pensarlo —protestó Cristina, cuya voz reflejaba su aflicción y buscó en su amiga palabras que apoyaran su posición frente al plan que acababan de escuchar. Erika, por su parte, estaba perdida en sus pensamientos, sus ideas se cruzaban unas con otras y para cuando reaccionó, tenía encima los ojos de los tres como aguardando que pronunciara palabra. La chica entonces dio un trago a su cerveza, tragó con desagrado y habló.
 
—Aunque no deja de preocuparme la seguridad de ambos, creo que es una buena idea y la apoyo, tal vez consigan hacer mejor trabajo que la policía. Sólo espero que, en caso de que lo atrapen, no se les pase la mano con la paliza y acaben matándolo, no quiero tener que verlos en prisión.
 
—¡No puedo creerlo!, ¿cómo puedes apoyar una locura como esta? —reprochó Cristina.
 
—Entiendo lo que quieren hacer y por qué, alguien debe enseñarle a ese tipo lo que sucede cuando te metes con las personas equivocadas —dijo Erika.
 
—Entonces, comenzaremos lo antes posible —dijo Francisco.
 
—¿No que ya habíamos comenzado? —buscó corregir Sebastián, dándole un codazo.
 
—Cierto, ya hemos hablado con Alejandro y Nicolás, espero que ustedes no se hayan molestado con nosotros, será algo temporal.
 
—En lo absoluto, mientras sea para darle una paliza a ese tipo y no para hacer cosas raras entre ustedes —dijo Erika con tono sugestivo.
 
—¿Qué estás insinuando?, ¿acaso te he dado motivos para pensar mal de mí? —dijo Francisco, intentando darle un beso. Ella simplemente buscó apartarlo con fingida expresión de molestia, mientras que Sebastián reía con toda la escena.
 
Cristina, sin embargo, estaba en silencio. La actitud de Erika despertó en ella una extraña sensación, casi como una alerta. "¿Será paranoia mía o esas palabras sonaron como algo personal?", pensó, viendo a la chica cuyos ojos brillaban con una extraña satisfacción.
 
... ... ... ... ...
 
Cuando estaban en el baño a solas, Cristina se animó a hablar.
 
—Erika, ¿puedo preguntarte algo?
 
—Sí, ¿qué es? —dijo, mirándose en el espejo y peinando su cabello.
 
—No sé bien cómo decir esto, pero hace un rato, cuando hiciste ese comentario acerca de "meterte con las personas equivocadas".
 
La otra chica giró su cabeza hacia Cristina, como si solo entonces comenzara a escucharla.
 
—¿Qué quisiste decir con eso?
 
—No sé a qué te refieres, sé más clara, por favor.
 
—Llámame loca, pero me sonó a que se trata de algo personal, como si quisieras darle un castigo a ese tipo por algo que te hizo.
 
—¿Insinúas que yo conozco a ese tipo?, ¿es eso?
 
—Sí, me sonó a eso.
 
Erika guardó silencio, mientras Cristina, pese a su actitud confiada, por debajo se sentía inquieta, como si la otra chica la examinara de pies a cabeza.
 
—No te ofendas, solamente quiero salir de dudas —dijo, intentando aliviar la tensión.
 
—No me ofendes, queda tranquila, no conozco al maníaco, pero si lo supiera o peor, me hubiese hecho algo, créeme, yo misma le habría roto los huesos —dijo, apoyando su mano en el hombro de Cristina que, en lugar de sentirse tranquila con la respuesta, sintió un frío recorrerle la espalda—. ¿Hay algo más que quieras preguntar?
 
—No, gracias por la aclaración.
 
—De nada. ¿Vamos?, los chicos nos esperan.
 
Y con una sonrisa, Erika salió del baño. "Parece que me emocioné más de la cuenta al hablar, debo tener cuidado", pensó, "y Lucas también, porque estoy casi segura de que le saldrá cara la próxima aventura nocturna a la que vaya. Y eso no me lo perderé por nada".
Notas finales:

Como siempre, pueden dejar sus opiniones y comentarios sobre el capítulo, me gusta mucho leerlos.
Muchas gracias a todos los que siguen fielmente esta historia. Volveré tan pronto como pueda con la siguiente actualización. Hasta pronto.

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El autor.


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