Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Mi amor es una patada en los huevos por Lalamy

[Reviews - 10]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

-     Ya, ¿y vas a salir? ¿o me vas a tener acá escuchando tus indecisiones toda la noche?

-     ¿Puedo?

-     No.

Dejé escapar un suspiro. No es que me considerara un hombre cobarde, pero es que tenía miedo de comportarme como un idiota frente a Johan, y no ese idiota al que todo el mundo está acostumbrado a ver, el otro idiota. Ese idiota.

-     ¿Qué haces afuera? – escuché otra voz. Supe inmediatamente de quién se trataba.

-     ¡Ah! ¿Está Arielcito ahí? – pregunté. Ariel era el… algo de Ernesto. Supuse que ya era el novio, después de todo estaba pasando las vacaciones en la casa de los padres de Ernesto.  Él me caía bien y todo, pero siendo excesivamente sincero, se me hacía súper raro imaginármelo con Ernesto, pero bueno, eso era algo que tenía que ver cuando ellos regresaran a la capital. Iba a ser TAN divertido molestarlos…  -. ¡Ariel, Ariel!

-     ¡Me estás gritando en la oreja! – el quejumbroso de Ernesto habló –. Deja, pongo el alta voz – y dicho esto se escuchó un silencio de unos pocos segundos –. ¿Escuchas bien?

-     ¿Hola…? – Ariel saludó no muy animado –. ¿Por qué estás molestando a esta hora? Falta media hora para año nuevo.

-     Sí sé, es que salió un imprevisto.

-     Se topó con su primer amor, y está encerrado en el baño para que no lo vea – Ernesto le resumió.

-     Ah… - Ariel soltó con esa inexpresividad tan Ariel–. ¿Johan?

-     ¿Qué? – se me escapó.

-     ¿Qué? – se le escapó a Ernesto-. ¿Por qué mierda conoces ese nombre? – hubo una pausa. ¡No podía ver sus malditos rostros! ¡Quería verlos! pero al mismo tiempo no, porque seguro Ernesto me mataría con los ojos –. Felipe… 

-     Ah… creo que cuando le pasé tus cosas de cuando estabas en el colegio, vio una foto... ¡Pero no dije nada

malo!

Iba a añadir algo más, pero me dio la impresión de que ya no me estaban escuchando.

-     Ya, tortolitos, peleen en otro momento. Necesito ayuda.

-     ¿Por qué pelearía por un sujeto que ni conozco? – espetó Ariel. Lo escuché un pelín cabreado.

-     Lo mismo pienso. No tendrías por qué enojarte por algo que ni sabes… - Ernesto intentó apagar el fuego con bencina -. ¡Oye! ¿Por qué me pegas? -  se rió mientras lo decía.

-     ¿Quién te ha pegado, llorón?

 

  1. 1.               La ardua labor para distinguir si el individuo es introvertido o sólo una mierda antipática que raya en lo sociópata.

Habíamos descubierto que molestar a Johan era muy divertido, pero intentábamos marcar una línea que nos mantenía en sólo hacerle bromas tontas para convertirnos en acosadores de verdad. Ninguno de los dos estaba tan cagado de la cabeza para serlo, así que habían días en que no le hacíamos ni un caso.  Llegué a pensar que las cosas permanecerían así, hasta que algo nos hizo al fin interactuar con él.

Un día a la profesora de lenguaje se le ocurrió la idea de hacer un trabajo de dos o de tres personas. No uno, no cuatro; dos o tres. DOS O TRES. NO UNO, NI CUATRO. DOS O TRES – más o menos así lo dijo. Fue ahí cuando nos miramos con Ernesto y luego vimos a la solitaria figura que estaba frente a nosotros.

-     Johan – canturreé su nombre-. ¿Quieres hacer grupo con nosotros? – y en mi mente estaba “Di que sí, di que sí, di que sí, di que sí”.

Pero su respuesta fue tan predecible como decepcionante, se atuvo a sólo darnos ese desquiciante silencio que no sabía cómo romper, y luego se puso de pie para ir a hablar con la profesora. Realmente era de la clase de personas que porfiaba hasta el final, no obstante, la mujer sólo soltó un escandaloso “¿Cuántas veces tengo que repetirlo? DOS O TRES”, ganándose la cara de fastidio por parte de Johan. Se veía tan lindo haciendo esa expresión… Y antes de que se fuera, ella preguntó en voz alta si alguien estaba solo también, lo que hizo que él se apresurara a decirle que ya no importaba, yéndose de ahí el doble de fastidiado.

-     Ya no le queda otra opción – le dije a Ernesto quien, con el lápiz en la boca, ya había empezado a mirar en el libro lo que podíamos exponer.

Johan volvió a sentarse en su puesto, y por un buen rato se quedó ahí, inerte, haciéndome cuestionar si realmente estaba dimensionando sus problemas sociales, porque pobrecito, quizás de verdad le costaba la interacción con sus pares, aunque mis reflexiones tampoco  llegaron a ser muy profundas. Sólo lamenté que no pudiese dar un poco su brazo a torcer aunque fuese por un fucking segundo.  De repente vi que un lápiz grafito subrayaba un ítem del libro que tenía abierto.

-     Podríamos hacer esa parte, pero quizás todos la hagan también porque se ve que es la más fácil – Ernesto me volvió a tierra.

-     ¿Y qué importa?

-     No sé. Sólo digo – se encogió de hombros –. Pero te aviso que puedo buscar la info en el ciber, pero no tengo computador para revisarla después – sí, era la época dorada de los cibercafé. Me pregunto cuánto tiempo destinaba la gente para buscar información y lo otro para chatear.

-     Podemos buscar juntos y después ir a mi casa.

-     ¿Todavía no tienes internet?

-     No. Mi vieja sigue enojada porque me pegué mucho  en el WoW.

Y de la nada, sentimos que Johan se dio la media vuelta y dejó caer su libro sobre la mesa de Ernesto, quien era el que estaba más  próximo a él. Luego de eso con su lápiz encerró en un globo el ítem que estaba debajo del que teníamos pensando hacer, en el libro de Ernesto. Lo miramos medio idiotizados por la sorpresa, pero el que más rápido despertó fue Ernesto.

-     Gracias por tu opinión, pero si vuelves a hacer eso, te rompo la cara – dicho esto, Ernesto alejó su libro de la mano de Johan, mirando bien lo que había hecho. Luego sonrió ladino -. Ah, pensé que me  estabas dibujando un pene.

-     ¿Por qué haría eso? – me reí, a lo que Ernesto me respondió un “No sé”. Era bien sabido que su vista era muy mala -. Hay gente que ve lo que quiere ver…

-     Ajá – mi amigo entornó los ojos, pero sin quitarse esa sonrisa de su rostro.

-     ¿Y vas a ir con nosotros o quieres hacer las cosas por tu cuenta? – pregunté en un tono más conciliador. Era la primera vez que veía a Johan de tan cerca, así que procuré aprovechar el momento. Tenía unas pestañas muy largas, y sus ojos eran tan verdes que no importaba qué tan perra fuese su mirada, en él se veía tan bien que me hacía decir “¡Mátame! ¡Mátame con esos ojos, rico ángel exterminador!”, ¿y el lunar en la mejilla? encantado se lo mordía… entre otras cosas.  Pero a diferencia de con Ernesto, a mí sólo me dedicó una miradita de reojo que me hizo sentir la bacteria más fea en el cuerpo de un perro muerto.

Y como no dijo nada, Ernesto comenzó a exasperarse. Ya no tenía muy claro si Johan le gustaba o si realmente le caía mal, pero luego me di cuenta que las dos opciones podían convivir perfectamente en un mismo cuerpo adolescente.

-     No te va a entrar ningún germen si abres la boca un segundo – le dijo –. Al menos di que no.

-     Ya, ya, para qué peleas – solté yo, y luego miré a Johan –. Al menos haz un gesto raro para saber qué piensas, porque no te vamos a regalar la nota.

-     ¿Ustedes regalarme una nota a mí? – Johan me habló, lo que hizo que yo diera un súper “¡Sí! ¡Me habló! ¡Es un plomazo, pero me habló!” su voz era calma, pero incisiva a la vez. Suave, pero pedante.  Era limón y miel al mismo tiempo, y todos saben que el té con limón y miel era la santa trinidad. Bueno, muchos me dicen que es asqueroso, pero ellos no saben lo que dicen. Herejes.

 

-     Bueno, ¿y entonces por qué no vas a mi casa también?  Se podrían quedar ahí, y así tomamos. Mi vieja anda con novio nuevo así que le da lo mismo lo que haga.

-     Sí, su vieja es muy relajada, deberías aceptar – para mi sorpresa Ernesto apoyó la moción.

Mientras hablábamos Johan comenzó a hacer unos rayones en su cuaderno que me hacían preguntar si me estaba prestando atención o no, no obstante, en contra de todo pronóstico, Johan terminó encogiéndose de hombros, lo que era un hurra para mí. Ignoraba por qué decidió aceptar así como así, digo, casi le costó un huevo aceptar hacer grupo con nosotros y le costó menos decidir ir a mi casa, pero tenía la esperanza que con ese paso se fuese soltando un poco más.  

-     ¿Tu hermano estará? Para sacarle el Guitar Hero – Ernesto no era muy de juegos, pero amaba el Guitar Hero, supongo que eso se debía a porque era bueno para la guitarra.

-     Creo que no, porque parece que está de cumpleaños la Marcelita – luego miré a Johan –. ¿Te parece bien este viernes?

-     Sí – murmuró.

“¡Bien! ¡El alcohol es lo único que necesito como aliado!” estaba contentísimo, y lo estaba tanto que hasta me permití fantasear un poco con lo que podía pasar. En mis sueños más despiertos veía a Johan tendido en mi cama con esa expresión enojada, pero vulnerable. Se me paraba de sólo pensar en esa boquita media abierta gimiendo por las cosas inexperimentadas que le hacía… oh, ¿y si Johan ya había sido follado? ¿Y no por uno sino por varios? ¿qué oportunidad tenía yo para ganarme ese culito? “¡AH, SOY TAN VIRGEN!” terminé diciendo. ¿Y si me corría rápido por la emoción? Podía preparar mi arma para que eso no pasara, pero ¡ah, cómo recórcholis tenía que sentirme!

Ya lo sé. Sueno como a ese típico virgen perdedor que terminará follando antes con Jabba the Hutt  que con ese hombre de apolínea figura.

-     ¿Y por qué lo invitaste? – Ernesto me cuestionó al salir de clases. Íbamos a una tienda del centro a mirar unos poster.  

-     Porque soy buena persona.

-     Claro, deberían canonizarte – se rió un poco –. Pero lo que más me sorprendió fue que aceptó, y rápido ¿no te pareció algo extraño?

-     Un poco, pero ¿qué podría hacer? ¿Matarnos?

-     Es rarito, pero no creo que tanto – admitió. Concordé con él –. ¿Pero te le vas a tirar? Para estar preparado.

-     ¿Tú no quieres hacerlo?

Y soltó un gruñido raro que con el tiempo aprendí a descifrar. Era como un: “Claro que sí, pero me contengo”.  Supuse que tener esa declaración de intenciones era buena para nuestra amistad, porque si los dos éramos honestos con nuestras pollas, sería una contienda justa. Ninguno tendría el derecho de hacer sentir mal al otro por perder. No estábamos enamorados, sólo estábamos calientes, y eso simplificaba las cosas.

Supuse.

-     Igual, no hay que hacerse muchas ilusiones – mi  husbando añadió al final.

Los días siguientes antes del viernes noté un ligero cambio en el comportamiento de Johan. Seguía siendo huraño, pero al menos le costaba responder menos a ciertas cosas. Ernesto era mucho más natural que yo para hablarle, le preguntaba cosas como lo que decía en la pizarra cuando ninguno de los dos entendía bien, o comparaba sus tareas de matemáticas con él, lo que me hacía sentir un poco de envidia porque en ese tiempo me costaba ser todo lo desinhibido que soy ahora, sobre todo con alguien de mi interés. Los años me terminaron convirtiéndome en un desvergonzado. 

-     Si ves tan mal, siéntate adelante – le dijo Johan después de ser atacado con tantas preguntas. Era la segunda vez que le escuchaba decir una frase larga y eso fue un milagro. Y más lo fue cuando, a pesar de decirle eso, le siguió respondiendo las cosas. Inmediatamente pensé: quizás  quiere con Ernesto, y si era así, el asunto ya no era tan divertido.

El viernes salimos temprano, a la hora de almorzar, así que se me ocurrió comer algo en el Mc que estaba cerca del colegio, más tirado al centro de la ciudad. Como sabía que Ernesto no tenía mucho dinero, yo le pagué su hamburguesa. Él sólo vivía con su abuela en ese momento, por lo que el dinero que ganaba ayudándole a preparar las colaciones que vendía todos los días, lo dejaba en su gran mayoría para el transporte y los útiles escolares. Y porque a mí tampoco me daban mucha plata nuestras hamburguesas eran simplonas; no así la de Johan. La perra maricona se le ocurrió comprar la Big Mac, con papas agrandadas, bebida agrandada ¡y helado! ¡Y no se comió ni la mitad de todo eso! Como vi que estaba dejando la bandeja a un lado le dije que si no iba a comer más, que me lo diera a mí, porque había quedado con hambre – e imagino que Ernesto también, pero era más orgulloso.

-     No – me dijo el tacaño.

-     ¿Te lo vas a comer? – le cuestioné.

-     No.

-     ¿Lo vas a botar?

-     Quizás.

-     ¡¿Pero por qué botas comida, pedazo de… criatura de dios?!

Y se encogió de hombros, ¿acaso no sentía lástima por la gente pobre? ¿su madre no le había hablado sobre los niños de África cuando dejaba la comida? Ernesto se reía, pero sabía que en el fondo quería matarlo tanto como yo,  ¡todo lo había dejado a medias! Y por un momento tuve la ligera impresión de que el maldito quería sonreír, así que hice como que ya la cosa no me importaba. Que botara la comida que quisiera. Miré hacia otro lado fingiendo que su cara no estaba frente a mí.

-     ¿Quieres mi hamburguesa? – me preguntó haciendo uso de esa mirada penetrante que me hacía estremecer por completo. Si tenía que elegir entre comérmelo a él o la hamburguesa, ya saben qué elegiría…

¡La hamburguesa, por supuesto!

-     No lo sé… - me hice de rogar.

-     Bien. ¿Ernesto, la quieres? – empezó a acercársela a él.

-     Huele a truco, así que no – Ernesto era tan orgulloso para algunas cosas que me excitaba de lo tanto que lo admiraba.

-     Aburridos – murmuró Johan.

-     Ya, y si yo la acepto qué – terminé por decirle. Me gustaba jugar con fuego y quemarme, y creo que eso a Johan le agradó porque volvió a dedicarme una de esas ínfimas sonrisas.

-     Ponte de rodillas al lado mío y cómela de mi mano.

-     ¿Qué mierda te pasa, enfermo? – Ernesto soltó de inmediato.

Sí, era una cosa enferma, y con ello me di cuenta qué clase de persona era Johan y por qué la gente se alejaba de él. No obstante, tendría que ser mentiroso al no admitir que esa mierda medio masoca me parecía algo sexy… pero al mismo tiempo pensé, ¿qué tan altas quedarían mis posibilidades con él si me prestaba para esa tontería? La lógica me decía que no mucha.

-     Viejo, la estás pensando, no lo hagas – Ernesto interrumpió mi debate moral –. Si lo haces me voy a tener que ver con el deber de golpearte en la cara. Te lo juro.

-     ¿Quieres o no? – Johan me seguía mirando a los ojos, fijamente. Sentía que me desnudaba al hacerlo. Sabía que la golpiza de Ernesto sería real, porque me quería, y no  me iba a premiar por comportarme como un imbécil sólo porque estaba caliente, pero la duda me carcomía los sesos, ¿qué pasaría con nosotros cuando le demostrase que soy capaz de hacer eso? ¿me rechazaría? ¿querría seguir jugando conmigo?

A la mierda. Era joven y estúpido.

-     Vas a tener que darme más de una hamburguesita, y lo sabes – dije todo alzado, como si por dentro no estuviese cagándome en los pantalones por las consecuencias.

Y dando un golpe en la mesa me paré  escuchando cómo Ernesto lanzaba un bufido de frustración, en el fondo él sabía que yo me iba a prestar para eso. Pero la reacción más excitante fue la de Johan. Ya no esbozaba una sonrisita fría de invierno, ahora se había alargado con algo más de generosidad al verme caminar hacia él. Se giró en la silla para quedar de lado, y abriendo las piernas puso la hamburguesa en medio de éstas. Todo indicaba que iba practicar una felación de hamburguesa o algo así, ¿ustedes lo han hecho? Quiero pensar que sí. Y me arrodillé frente a él como un arrastrado perro, y sin mostrar flaqueza en ningún momento le mordí la hamburguesa sin dejar de hacer contacto visual.

En ese momento me di cuenta que Johan no se lo esperaba.

Lo supe por la forma en que me miraba. No estaba preparado para eso. Se veía entre sorprendido y titubeante, mientras yo degustaba de la situación, poniendo mi cara más placentera. Escuché la risita de unas chicas que estaban sentadas del otro lado del local, la segunda planta estaba prácticamente vacía, así que fueron las únicas  voces que oí. No me importó. Yo también podía tener unos huevos de acero una vez me decidía a hacer algo. Y Johan tampoco pareció alterarse por las espectadoras. Él continuó ahí, mirándome, mientras se mordía ligeramente los labios como señal de que igual le corría sangre por las venas.

Y bueno, duró poco la escena erótica,  porque fue ahí cuando a Ernesto le dieron los cinco minutos, tomó la bebida de Johan, y nos la lanzó, haciendo que Johan diese un salto porque creo que le llegó más a su brazo que a mí.

-     Lo siento, tenía que hacerlo – fue toda su excusa ante la mirada molesta de Johan. En ese momento le arrebaté la hamburguesa a mi victimario y me la comí más tranquilamente.

-     Está rica tu Big Mac, aunque las he probado más Big, ya sabes – bromeé, sentándome de nuevo al lado de mi amigo.

Fue ahí cuando, en un arrebato muy poco Johan, pescó el helado e intentó estamparlo en Ernesto, pero falló vergonzosamente porque Ernesto le agarró del brazo en el acto, haciendo que el helado fuese soltado con torpeza.

-      Predecible – le dijo Ernesto totalmente triunfal. Dicho esto, le soltó el brazo y le sacó la lengua.

-     ¿Por qué no mejor te vas a meter el dedo por el culo, y me dejas de joder? – soltó Johan, sobándose la muñeca.  Aquel insulto fue tan inesperado que tanto mi husbando como yo soltamos una carcajada casi al unísono. Tan predecible no parecía ser.

Y si bien, Johan se enojó un poco igual quiso ir a mi casa porque en el fondo, sabía que estaba empezando a gustarle estar con nosotros, molestosos y todo.

Y quizás más de alguno se preguntará si Ernesto me pegó al salir del local…  pues sí.

Notas finales:

Soy idiota, subí el capítulo a la historia de Polución nocturna por accidente xDDDD es que ando con hambre y ya quería irme a preparar algo JAJAJA espero ahora haberlo hecho todo bien (?)

¡Espero que lo hayan disfrutado! Los comentarios siempre se agradecen


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).