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LA BESTIA por Artemisa Fowl

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CAPÍTULO 11

Al igual que el resto del departamento, el baño era magnifico, el piso de mármol, los acabados de granito, los azulejos exquisitos. Aysel había estado en una docena de baños similares, más nunca para tomar un baño, en el mejor de los casos los limpiaba, la mayor parte de las veces muchos maestros esperaban disfrutar de sus servicios sexuales mientras se relajaban. Al fondo podía ver dos habitáculos separados, supuso que se trataba del excusado y la regadera, en el centro del cuarto una enorme bañera de piedra rojiza con agua caliente esperaba. La suave mezcla de fragancias de sales aromáticas, rosas y flores silvestres perfumaba el espacio. Traído de la mano por su maestro se sentía como un niño pequeño. Supuso que su amo no confiaba en él tras el ataque de nervios de horas atrás, le tomó mucho tiempo tranquilizarse. Zwein —así es como su Maestro quería ser llamado cuando se sintiera cómodo por extraño que fuera— le prometió que no le castigaría y él quería creerle.

—Desnúdate y metete al agua— ordenó su maestro soltándole.

Aysel se despojó de la manta raída que los maestros estaban obligados a darles a sus familiares, aunque muchos habrían preferido mantenerlos desnudos.

Su cuerpo delgado, pálido y pequeño se exhibió ante su nuevo Amo por un segundo antes de que se sumergiera en el agua con un gemido de sorpresa, esperaba que el agua estuviera tan caliente que le quemará la piel, pero la temperatura era perfecta.

Los monstruos se sentían fascinados ante las habilidades regenerativas de las bestias, en especial los legendarios vampiros, muchos disfrutaban torturando a su familiar en compañía de sus amigos para observar cuanto tiempo les tomaba a las criaturas curar sus heridas o si sencillamente sobrevivían.

Su maestro se sentó en el suelo al lado de su bañera, esparció un puñado de pétalos y tomó un jabón neutral junto a una esponja.

—Cuando salgas de este baño serás un ser nuevo— le dijo pasando la esponja por sus dedos con gran delicadeza, limpiando parte de la mugre—. No serás aquel al que arrancaron de su hogar, pero tampoco al que mantuvieron encerrado en aquellas condiciones durante años. Serás mío. Dilo.

—Seré tuyo— contestó en automático.

La esponja continuó lavando su cuerpo, acariciando la piel reseca, provocándole cosquillas entre los dedos, mimando sus músculos doloridos. Cerró los ojos por unos momentos y recordó la última vez que alguien le había bañado de esa forma, sin pedirle nada a cambio en ese momento, sin obligarlo a algún acto humillante, sin hacerle sentir que su vida no tenía sentido…No tuvo que pensar mucho, la respuesta vino clara y fuerte en su mente: ¡Nunca! Desde que lo arrastraron de su tierra jamás nadie fue amable con él. Hasta el mero acto de tomar un baño, desnudo en los patios traseros o mientras le violaban era un acto doloroso y vergonzoso.

—Eres mío, Aysel. Dilo— pidió una vez más Zwein y él obedeció motivado no por el temor al castigo si desobedecía, sino porque por un segundo deseó que fuera cierto.

—Soy tuyo.

Ninguna alabanza de regreso, únicamente esa suave esponja llevándose toda la inmundicia de su cuerpo, inmerso en esa suave fragancia.

Tuvieron que vaciar y llenar el agua al menos tres veces hasta que su piel quedó completamente limpia. Las partes oscuras se aclararon hasta un blanco absoluto, el color de su gente. Estudió sus manos fascinado, encantado con ese cambio, sintiéndose renovado, libre de una pequeñísima parte de las cadenas que le aprisionaban. Aysel sabía que si fuera un ser humano normal su cuerpo estaría cubierto de cicatrices, marcas y moretones, tendría que cargar con los recordatorios de lo que le habían hecho por el resto de su vida.

Los labios de su Maestro se torcieron en una tenue sonrisa antes de ayudarle a salir de la bañera y envolverlo en una enorme toalla blanca.

—Eres perfecto— le dijo sin que Aysel percibiera alguna mala intención en sus palabras—. Dilo.

—Soy perfecto— murmuró en voz baja, cohibido.

Los dos se sentaron en el suelo.

—Te quitaré la máscara— le dijo mirándolo a los ojos—. Tendré que usar magia de fuego. Podría ser aterrador. Tendrás que ser fuerte y soportarlo.

Por primera vez desde que lo conoció los ojos de Aysel se encontraron con la mirada franca de su maestro. Era el Monstruo más poderoso que hubiera conocido, él no podría pensar ni un segundo en desobedecerle, pero también parecía ser un hombre justo; si le servía bien quizás continuaría alimentándolo, dándole un sitio seco donde dormir, permitiéndole tomar baños cálidos.

—No tengo miedo— aseguró.

Zwein murmuró un hechizo de fuego.

Fajro detruas

purigi kaj renovigi

Kio neniam devus esti

estos kiel ĝi estis

Nusku aŭskultas viajn infanojn

Respondu viajn plendojn

Purigu per via malbona flamo

 

El dolor abrasó su cuerpo por un segundo con tal fuerza que creyó que moriría, pero tan rápido como llegó, se evaporó.

Los brazos de su Maestro lo sostuvieron antes de que golpeará contra el piso. Aysel podía escuchar su propia respiración agitada, jadeó en busca de aire, pero ni siquiera consiguió abrir la boca.

—Fuiste valiente.

Las manos de Zwein frotaban su espalda con regularidad, le habría gustado agradecerle que no le tocará más que lo necesario, estaba demasiado cansado. De súbito sus fuerzas regresaron, podía sentir como la magia fluía por sus venas, pero no era la suya, la cual estaba sellada por ese maldito collar, sino la de…

—Maestro…— murmuró mientras sus sentidos regresaban.

Había conocido a cientos de Monstruos que tomaban magia de las bestias, pero jamás un Hechicero que obsequiara la suya a una bestia.

—Descansa, todavía no hemos terminado.

Sin saber la razón Aysel se dejó caer en el pecho de su Maestro, bebiendo de su magia con la misma satisfecha incredulidad que de su sangre. El cuerpo cálido de su Zwein y sus regulares latidos no se parecía en nada a las extremidades frías que recordaba de su familia, pero por primera vez en mucho, mucho tiempo el joven vampiro se sintió seguro.

—Eres fuerte— fue lo último que escuchó antes de entregarse a la nada.


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