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LA BESTIA por Artemisa Fowl

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SEGUNDA PARTE 

MÍO

 

CAPÍTULO 16

Su Padre lo amaba, Deux siempre lo había sabido. De niño le narraba cuentos por las noches, le enseñaba las propiedades de su magia, le ayudaba a memorizar sus lecciones de historia y cuando llegó el momento de que fuera enviado a alguna academia para dominar su magia le escribía a diario, instándolo a mejorar, nunca rendirse ni olvidar el orgullo de sus ancestros. A sus hermanos y hermanas también los quería, jamás olvidaba su cumpleaños ni el día en que aprobaron la prueba del foso.

Pero a él, a su otra mitad, no le amaba.

—¡Cuando ese maldito bastardo llegué le enseñaré cuál es su lugar!

El grito airado de su Padre le revolvió el estómago.

Su Padre amaba a todos su progenie, excepto a Zwein, el hermano gemelo de Deux. A su hermano lo odiaba con todo su ser, no había día en que no se arrepintiera el no haberlo matado apenas nació. Escupía maldiciones día tras día, lo detestaba con cada fibra de su ser y desde que Deux tenía uso de razón, la vida había sido de esta manera.

—Dijiste que había muerto— replicó Deux sin querer ahondar en el tema, la salud de su Padre ya no era lo que antes.

—Cuando lo envié a la Academia de Eta estaba seguro de que moriría, incluso me aseguré de que algunos de mis amigos le dieran el trato que se merece, pero esa perra lo hizo su familiar y convirtió en un mago. ¡Que abominación!

Deux sintió alivio y envidia a partes iguales cuando se enteró de que la maestra de su gemelo era la grandiosa Zenda, una hechicera perteneciente a las Diez familias y cuyas habilidades en la magia de aire eran alabadas en toda Stigma.

— ¿Estás seguro de que vendrá?

Su padre bufó con desdén antes de responder.

—Debe hacerlo. Es de todos conocidos que el príncipe y la princesa buscan desposarse. Han mandado a reunir a todos los hechiceros y brujas de las Cien familias. Esperan encontrar entre ellos al pretendiente adecuado. El inútil de Zwein está obligado a venir si quiere conservar su título como mago, habrá algunos a los que se les podría pasar por alto, pero por un mierdecilla como él nadie daría ni siquiera dos pequeñas varas de cárcamo.

Una punzada de resentimiento carcomía a Deux cada vez que escuchaba hablar a su padre de su hermano de esta manera.

Zwein no tenía la culpa de haber nacido de esa manera, una bestia humana, un monstruo entre los monstruos. Pero cada vez que se miraba al espejo pensaba que, si las cosas hubieran sido diferentes, él podría haber nacido con magia propia y recibido el odio y desprecio de todo el mundo, incluso de su amado familia.

Una parte de Deux ansiaba que su hermano llegará, anhelaba ver el hombre en que se había convertido. ¿Seguiría siendo el niño amable y llorón que miraba el mundo con ojos asombrados y expectantes? No lo creía. Él todavía no tomaba a una bestia como familiar, sus maestros decían que, aunque era un estudiante sobresaliente todavía le faltaba preparación antes de ser capaz de dominar a alguna criatura mágica, si continuaba aplicándose como hasta ahora quizás en dos años pudiera tomar a algún hada o sílfide. En cambio, los rumores decían que Zwein acababa de tomar su primera bestia, un joven vampiro abusado al que personalmente estaba restableciendo sin ayudas de otros magos. Su padre no lo admitiría, pero su hermano estaba muy por encima de él y del resto de sus hermanos.

—Pero dejemos de hablar de esa basura— exclamó su padre tomándolo de los hombros con fuerza—. Cuando la princesa descubra el extraordinario joven que eres, caerá rendida a tus pies y nuestra familia recuperará el honor que hace tanto le fue arrebatado.

Deux forzó una sonrisa para tranquilizar a su Padre, dudaba mucho de que la princesa se fijará en un hechicero como él, más allá de su bonito aspecto no tenía nada más que ofrecer. No era un gran conversador, ni participaba en importantes investigaciones, ni siquiera había conseguido que algún gran maestro lo tomará bajo su tutela, pero no quería decepcionar a su anciano padre. Lo tomó de los hombros y apretó con fuerza antes de decir.

—No te avergonzaré padre, traeré honor a nuestra familia. Lo prometo.


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