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LA BESTIA por Artemisa Fowl

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CAPÍTULO 19

La parte favorita de Aysel de su maestro eran sus manos, las extremidades ligeramente morenas, largas, elegantes y estilizadas se movían con agilidad y gracia, preparaban sus comidas, le ayudaban a bañarse, lo envolvían en mantas; no era manos delicadas, sino extremidades callosas, acostumbradas a trabajar y valerse por sí mismas. Le gustaba cerrar los ojos e imaginar que lo acariciaban, no con la pulcritud virginal con que se esmeraban en atenderlo, sino con el encanto de un amante. Aysel había sido violado miles de veces a lo largo de su infancia y adolescencia, sometido a vejaciones capaz de destrozar a cualquier ser, pero por mucho tiempo que hubiera pasado lejos de su pueblo no dejaba de ser un vampiro y para su gente el deseo y placer sexual no era algo que pudiera ser arrebatado, se entregaban con pasión al acto, incluso entre los miembros cercanos de una misma familia. Su abierta, natural y pujante sexualidad era algo que ninguna otra raza compartía, ni comprendía. Sin embargo, incluso Aysel entendía de una manera casi primitiva que en ese momento Zwein no estaba listo para una relación sexual; el más simple roce lo paralizaba, un beso probablemente lo hundiría en una espiral de terror, por lo que se mantenía alejado, inseguro de la mejor manera de mostrarle cuan agradecido estaba por las muchas amabilidades que su maestro tenía para con él.

—Cuéntame de dónde vienes, tus padres, tu familia, tus hermanos…

Aysel bebió un largo trago del delicioso té.

Intercambiar sus secretos más íntimos por una deliciosa bebida. Era justo. Hacía más de diez años que nadie le ofrecía té ni trufas.

—Vivíamos en un valle, rodeado de bosque y cuevas, alejados de otros vampiros o bestias. Nadie sabía de nuestra existencia y aunque me explicaron que existían muchas otras criaturas diferentes a nosotros fuera de las murallas de piedra que nos rodeaban, siempre me dijeron que no debía abandonar nuestro valle, el mundo era peligroso y yo era muy joven. Tenía una gran familia, una madre, tíos, tías y decenas de primos y primas, pero no tenía padre, me dijeron que él había sido asesinado por los monstruos poco después de mi nacimiento. No me importaba, nunca lo conocí; lo único que sabía es que había sido un excepcional guerrero y debía esforzarme mucho para algún día igualarlo.

—Esas personas que decían ser tu familia probablemente eran tus sirvientes y guardianes.

Se sorprendió de tal manera al escuchar la declaración de su maestro que casi dejo caer la taza.

— ¿Qué…?

—Hay varias razones por las que los vampiros siendo la más poderosa de las razas sobre la tierra, viven subyugados por los humanos. Eras muy pequeño para que te lo explicarán y has permanecido demasiado tiempo alejado de tus congéneres, pero los vampiros no son capaces de formar familias numerosas; por cada diez vampiros que nacen tan sólo uno es capaz de reproducirse y la mayoría no pueden tener más de un hijo, dar a luz dos hijos sería algo extraordinario. Es biológicamente imposible que esos vampiros fueran tus familiares. Fuiste capturado en el lejano reino de Digamma, ese territorio es propio de los centauros, los vampiros no anidan en esos lugares. Alguien te envió allí para protegerte y mantener tu identidad a salvo.

Aysel apretó la taza, quizás debía importarle, tal vez debería indignarse, probablemente enfadarse o siquiera pararse a preguntar si eso era cierto o producto de la imaginativa mente de Zwein, pero tras el asombro inicial descubrió que no sentía nada.

—No importa— contestó tomando una trufa—. Yo no sabía mucho en ese entonces y ahora tampoco lo sé, pero estoy seguro de algo, yo los amaba y lamento el destino que corrieron. Sólo espero que no haya sido por mi culpa.

— ¿Realmente no te interesa descubrir la verdad? — preguntó el hechicero incrédulo.

— ¿Cambiaría algo? ¿Les devolvería la libertad a aquellos que son esclavos? ¿Reviviría a los muertos? — Aysel no sabía de dónde venía el valor que le impulsaba a hablar, pero ahora no podía parar—. Soy un ignorante, una vergüenza para mi gente, una abominación a donde quiera que vaya. Todos dicen que alguna vez fuimos una raza fuerte y orgullosa, pero ahora nos han reducido a sombras temerosos de alimentarse incluso del más pequeño de los ratones. Probablemente sería mejor que mi pueblo desapareciera.

La taza se le escapó de las manos, el ruido producido al estrecharse contra el piso lo arrancó de su trance. Miró a su alrededor con expresión avergonzada, cayó de rodillas y postrando su frente sobre el suelo alfombrado rogó misericordia.

—Perdóneme, no volverá a pasar, maestro. Castígueme como considere necesario.

“¿Quién eres Aysel?” pensó Zwein mientras lo escuchaba hablar “No tenía casi ningún hecho sobre el que basarse, pero algo dentro de sí le decía que él joven vampiro era más que una bestia del montón, había algo especial en él, otros lo sabían y él también necesitaba descubrirlo”

Se arrodilló frente a Aysel y cuando el joven vampiro se sujetó de su cuello a pesar de la repulsión que le causó el contacto físico, no le empujo, al contrario, lo atrajo hacia si con más fuerza. Ese niño vampírico podría ser su as bajo de la manga, un raro regalo con que el destino le obsequiaba.

 


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