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LA BESTIA por Artemisa Fowl

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CAPÍTULO 20

Aysel se separó lentamente de su cuerpo, le sonrió con aire juguetón y arrastrando el edredón volvió a envolverse.

— ¿Por qué me teme maestro? — le preguntó recogiendo con las manos desnudas los restos de la taza rota—. Incluso si pudiera, jamás le haría daño.

Zwein no contestó, el vampiro era demasiado perceptivo.

—Haré cualquier cosa por ti— declamó con sinceridad—. Te entregaré mi vida sin dudar si me permites amarte. No espero ser correspondido, pero si dejas que te ame y sirva incondicionalmente prometo que no te decepcionaré.

Se veía tan joven, a Zwein se le revolvió el estómago al recordar sus anteriores pensamientos. Quería usar al vampiro para sus propios fines, pero cada vez que miraba ese rostro joven deseoso de afecto y aceptación, se sentía igual a cualquier otro mago abusando de su familiar.

— ¿Cuántos años tienes?

—Dieciséis años, creo…

Entre los humanos sería considerado un joven, entre muchas bestias, incluida su raza Aysel no era más que un bebé. Acunaba entre sus manos los restos de la taza, miraba al suelo, parecía terriblemente deprimido.

Zwein sabía que debía llegar a un acuerdo con lo que debía, quería y tenía que hacer. Suspiro hondo, convertiría a su familiar en su compañero, sin puntos medios, éxito o fracaso, compartirían el mismo destino.

—Iré a la capital a matar a la reina de Stigma.

Aysel no contestó, dejó los restos de la taza sobre la bandeja, ladeó la cabeza con gesto interrogativo, mas no respondió.

—No importa si falló o tengo éxito, al final del camino lo único que me espera es la muerte.

— ¿Has escuchado del Reverso, señor?

—El lugar al que los vampiros van cuando mueren.

—Si en este momento me dijeras que ha llegado mi momento de marcharme al Reverso, no me importaría. ¿Sabe por qué?

Negó con la cabeza.

—Por qué le conocí. Creí que no llegaría a experimentar la amabilidad en mi vida nunca más, pero…— Aysel se arrastró hasta quedar a centímetros de su rostro—. Pero ahora soy tuyo— le dio un rápido beso en los labios, tan breve y fugaz que ni siquiera tuvo tiempo de horrorizarse—. Puedo sentir cuanto odias que te toquen o sentir el mero roce de alguien más, pero a pesar de eso no me has apartado ni una sola vez cuando me he acercado a ti. Ese gesto bien vale la vida.

Los ojos de Aysel brillaban con una mezcla de sentimientos: adoración, admiración, agradecimiento, amor.

—Maestro, yo te pertenezco, usted también es mío. De esta forma funciona ahora mi mundo. Emprendamos cualquier misión suicida que se nos presenté si eso te hace feliz.

El primer instinto de Zwein fue correr horrorizado, ajeno a esta faceta desconocida de su familiar; en cambio permaneció muy quieto, admirado de la capacidad de un ser al que tanto le arrebataron en la vida, todavía fuera capaz de amar. Con dedos temblorosos acarició la tersa mejilla de Aysel, maravillándose de su suavidad, deseando tener siquiera una centésima parte de su fortaleza. Ser capaz de entregarse y amar tras haber pasado por ese infierno. De pronto los apartó como si le quemarán.

— ¡No! — gritó poniéndose de pie.

Él jamás podría entregarse de esa forma, el toque más leve le recordaba a los cientos de manos que habían pasado por su cuerpo desnudo, el breve roce de unos labios a los sangrientos besos a los que le sometieron, las palabras susurradas al oído a los lascivos comentarios mientras lo montaban.

Sintió un suave tirón de la mano, un par de delgados brazos lo envolvieron y una fría lengua lamiendo sus mejillas.

—No te dejaré solo— la voz de Aysel venía de algún lugar distante.

¿Cuándo fue la última vez que lloró? Ni siquiera lo recordaba o tal vez sí, de cualquier manera, siempre lo había hecho en soledad, lidiando por sí mismo con su amargura. Los suaves labios del vampiro mientras sorbían las lágrimas que escurrían por su rostro no eran amargos, cínicos ni devoradores, sino increíblemente dulces, tiernos y comprensivos.

—Mío— escuchó a susurrar Aysel.

—Tuyo— respondió Zwein.


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