CAPÍTULO 21
Cuando Aysel despertó continuaba abrazado a los brazos de Zwein, su primer pensamiento fue que sus cuerpos encajaban a la perfección, su segunda idea de que le habría gustado permanecer en esa postura por toda la eternidad y por último sintió el deseo de arrancarse la piel a trizas con sus propias manos para ver si el dolor le devolvía algo de su antiguo ser; en cambio permaneció muy quieto, sin dar señales de que había despertado, intentando poner en orden sus pensamientos.
¿Quién era y que estaba haciendo?
Era un vampiro y se estaba comportando como una puta por voluntad propia. No comprendía porque, le daba la sensación de que sus labios hablaban por sí mismos y su cuerpo se movía por voluntad propia. Y lo peor era que lo disfrutaba, realmente amaba sentir el cálido cuerpo del humano junto a sí, rodeándolo con afecto, envolviéndolo en su ternura. Si no le hubieran arrancado siendo un niño de los brazos de su pueblo quizás comprendería lo que le sucedía, estaba tan confundido.
Poco a poco su maestro fue despertando, le observó a los ojos y le sonrió.
—Lamento haberte asustado anoche— se disculpó Zwein.
—No me asustaste— le aseguró Aysel.
Era mentira por supuesto, Aysel había impedido que se marchará por temor a que no volviera o decidiera entregarlo a otro mago.
—Temía por ti— al menos esto era en parte cierto. Este buen humano le había mostrado más bondad en un día que en toda su estadía con los monstruos—. Podrías lastimarte.
—Estaba confundido.
La expresión de su maestro, abierta y franca le gustaba, la leía igual a un libro. Los primeros días le daba la sensación de hablar con una estatua, fría e inaccesible, pero ahora veía que el joven hechicero era un hombre tan trastornado como él; si apretaba las palancas correctas entonces podría usarlo para sus propósitos.
¿Propósito? Que palabra tan extraña. Nunca figuro en su vocabulario y ahora allí estaba, abriéndose paso por su mente confusa. ¿Cuál era su propósito?
“Tú propósito es liberar a tu pueblo, sin importar que medios ni a quienes debas utilizar”
La respuesta vino a su mente.
Ese era su propósito. La razón por la que se mantuvo con vida todo este tiempo. Nunca lo había pensado. Sin embargo, esa era la respuesta.
—Puedo ayudar— añadió Aysel—. Si me dices que te aflige, te escucharé.
Los ojos de Zwein brillaron con recelo un segundo, quizás había ido demasiado lejos.
—Estoy bien. Yo debería cuidar de ti, no al revés.
La línea de pensamientos de Aysel se rompió con esta frase, sintió a una parte de si fragmentarse.
—Todavía te encuentras demasiado débil— añadió su maestro—. Enfócate en tu recuperación.
“Recuerda tu propósito”
¿Su propósito no se reducía a mantenerse con vida y sobrevivir un día más o buscar la manera de que finalmente lo matarán?
“Libera a tu pueblo”
Pestañeó repetidas veces, quizás finalmente había enloquecido, aunque había escuchado de los humanos que eso era imposible; los vampiros no padecían enfermedades mentales, ni siquiera la depresión se instalaba entre su gente, dejaban ir la tristeza de la misma manera que las penas y alegrías.
—Si, maestro.
—Además recuerda que prometiste ayudarme a asesinar al rey de Stigma.
El hombre responsable de la esclavitud de su gente. Estaba bien. Eso le ayudaría a su propósito, no sabía cómo, pero iba en consonancia con sus recién descubiertos objetivos.
—Lo juro sobre la tumba de mis antepasados.
Le sonrió con alegría a su maestro, feliz de que pudiera seguir perteneciéndole, no le gustaría tener que buscar otro maestro que sirviera mejor a sus fines. Zwein sería suyo por siempre.
En un rincón de la mente de Aysel la conciencia del niño aterrado que Zwein rescató de los calabozos observaba despavorido la metamorfosis que frente a si estaba teniendo lugar, incapaz de comprenderla o explicarla.