CAPÍTULO 22
Colocó dos recipientes sobre el comedor, el de la derecha contenía agua y el de la izquierda tierra, al lado de ambos un fósforo con la punta azul.
— ¿Qué sabes sobre la magia? — preguntó Zwein con la mirada tranquila, le gustaba hablar sobre la magia, no importaba cuanto se supiera, siempre se podía descubrir más.
—Las bestias lo producimos, ustedes la transforman— respondió Aysel tímidamente.
— ¿Qué más?
—Existen cuatro elementos: agua, tierra, fuego, aire.
Zwein asintió indicándole a Aysel que continuará.
—Hay ciertas razas que tienen mayor afinidad hacia algún elemento, como los vampiros hacia el fuego o los hombres lobo a la tierra.
— ¿Algo más?
La expresión del vampiro se torció con aprehensión antes de responder:
—No, Maestro.
—Supongo que no te dejaban entrar en contacto con la magia ni estudiar nuestros libros.
Aysel asintió.
—No sé leer en el lenguaje de los humanos— confesó con vergüenza—. Mi pueblo me enseñó a leer nuestro idioma, pero no quedaban muchos libros que leer para cuando yo nací, me dijeron que la mayoría fueron quemados por nuestra propia gente para impedir que cayeran en manos de los monstruos.
—Es verdad. Algunos historiadores nuestros teorizan que los vampiros fueron las primeras criaturas en desarrollar magia, pero es difícil saberlo. Se han perdido casi todos los registros conocidos, resulta complicado comprobarlo— explico Zwein pensativo—. De cualquier forma, yo sería un mal maestro al respecto, nunca ha sido mi intención especializarme como historiador.
— ¿En qué área desea especializarse, maestro?
—Combate, aunque sin un hechicero o bruja de renombre en esa área que me acepte difícilmente lo conseguiré. Hay un límite hasta donde puedo llegar siendo autodidacta.
La mirada de compasión en los ojos del vampiro le conmovió. Quizás su familiar no mintiera cuando asegurara que estaba dispuesto a entregarle su vida.
—Dame tu mano derecha— le pidió. Con un cuchillo de cocina realizó un corte superficial sobre la palma, la sangre escurrió por los dedos del vampiro—. Deja que la sangre escurra sobre la tierra del recipiente izquierdo. ¿Has hecho esto antes? – cuestionó Zwein al notar la tranquilidad con que Aysel se enfrentaba a la prueba.
—Algunas veces. Supongo que era un inútil porque los maestros siempre se mostraban enfadados al final.
Un puñado de tierra se tiñó de un rojo carmesí.
—En la naturaleza existen cuatro elementos básicos: agua, tierra, fuego, aire y hay un quinto elemento que todos los seres capaces de producir o utilizar magia también poseemos, se le llama éter.
La tierra en el recipiente comenzó a moverse, lenta al principio, aumentando en velocidad rápidamente hasta convertirse en un pequeño tornado.
—La tierra es el elemento de la quietud y el aire el de los movimientos. Ambos se oponen, pelean entre sí y es casi imposible que logren trabajar en equipo.
Ambos observaron fascinados la manera en que el pequeño tornado continuaba girando, yendo de un lado a otro dentro del reducido espacio, chocando con las paredes del estrecho sitio.
Zwein no había presenciado muchas “lecturas de elementos”, pero si leído y discutido con su maestra lo suficiente para saber que el pequeño tornado debía disolverse en menos de un minuto antes de que un elemento resultara ganador. Un mago competente podía manejar los cuatro elementos si era un prodigio o trabajaba con ahínco, pero su inclinación natural no podría ser mayor a dos elementos. Probablemente Aysel tuviera una inclinación natural hacia la tierra y el aire, improbable, pero no imposible y hubiera sido entrenado en el fuego para compensar el talento natural de su especie hacia este elemento.
—Préstame tu mano— el vampiro le extendió su mano temblorosa—. ¿Por qué tienes miedo?
Desviando su mirada Aysel contesto:
—Te enfadarás como los otros, lo estoy haciendo mal.
Desinfectó la herida con un ungüento antes de comenzar a vendarla.
—No estoy enojado, me encuentro sorprendido. Es casi imposible encontrar a una criatura con inclinación natural hacia dos elementos tan contradictorios, tierra y aire. Eres una verdadera maravilla.
Aysel sonrió brevemente antes de dirigir su atención hacia el bote donde el pequeño remolino se deshizo tan rápido como se calmó.
La arena distribuida al azar antes de la prueba al azar se encontraba distribuida en líneas rectas.
— ¿No es la primera vez que pasa, cierto?
Su familiar negó con la cabeza.
— ¿Te han explicado antes que significa?
—Nunca.
—El éter, el elemento que nos permite producir, extraer y transformar la magia se encuentra en la sangre. Esta arena ha sido encantada, cuando entra en contacto con la sangre de una criatura capaz de utilizar éter, se mezcla con el aire a su alrededor y ambos elementos luchan por alzarse sobre el otro. La magia hacia la que se incline el donante del éter será la que decida el elemento ganador. Si la tierra se alza con la victoria volverá tal y como estaba en el recipiente sin ningún cambio aparente, si es el aire quién resulta victorioso los granos de arena se esparcirán fuera del recipiente, desperdigados por todos lados. Puede parecer una prueba simple, pero para un mago en desarrollo resulta bastante útil conocer en qué área tendrá más oportunidades de desarrollarse.
— ¿Cuáles son tus elementos, maestro?
Zwein rio a modo de respuesta.
—No finjas estupidez familiar, estoy segura de que has notado hacia cuáles elementos tengo inclinaciones naturales.
—Tierra y agua.
—Exacto. Ahora pasaremos a la siguiente lectura, préstame tu otra mano.
Repitió el corte en la palma de la mano, esta vez le entregó un fosforo y le pidió que lo regará con su sangre, esperará a que se encendiera por si sólo y lo arrojará sobre el agua. Al igual que con la primera prueba el resultado fue inquietante, en situaciones comunes esta lectura era menos interesante de visualizar, si al entrar en contacto con el agua el fosforo se apagaba el mago tendría una inclinación hacia el elemento líquido, si por el contrario, el agua se evaporaba y la llama continuaba encendida el fuego sería su elemento predominante. Pero en el momento en que el cerillo permaneció encendido debajo del agua sin que esta sufriera ningún cambio Zwein comprobó que Aysel no era sólo un vampiro extraordinario, sino inquietantemente terrorífico, no era extraño que tantos maestros se hubieran deshecho de él, resultaba intimidante.
— ¿Eso qué significa? — preguntó Aysel con ansiedad.
“Que no comprendo como continúas con vida” pensó para sí mismo “Ni porque no nos has matado”
—Tienes una inclinación natural hacia los cuatro elementos. El fuego no debilita al agua, ni esta apaga al fuego. Es un equilibrio perfecto entre los cuatro elementos: fuego, tierra, aire, agua— contestó sin revelar su ansiedad—. Enhorabuena. Una vez que comencemos a conectarnos como maestro—familiar seremos realmente poderosos.
— ¿Mataremos al rey?
— ¿Algún problema con eso?
—No— una sonrisa juguetona aniño todavía más el rostro de Aysel—. Sólo me preguntaba si podríamos hacerlo sufrir antes de que muriera.
Y ahí estaba la sensación de estar hablando con un Aysel diferente, uno que en lugar de enternecerlo le estremecía hasta los huesos.
—Quizás.