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LA BESTIA por Artemisa Fowl

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CAPÍTULO 24

Se sentía nervioso, no…esa no era una palabra para definir lo que sentía. Estaba más cerca del horror y sólo un poco lejos del pánico.

Zwein le vistió con sus ropas, le quedaban grandes y flojas, un pantalón de mezclilla holgado, una playera de tirantes y un par de sandalias ligeras, las prendas eran frescas y livianas; aunque pensaba que en medio de ese calor asfixiante andar desnudo sería mucho más cómodo, a decir verdad, pero también incomodo con todos esos ojos observándole.

Tras la lectura de elementos de la tarde anterior el mago le preguntó a Aysel cuando fue la última vez que salió al mundo exterior.

Creyó que se moriría de vergüenza cuando contestó:

“Nunca”

Su maestro expuso aquella expresión pensativa suya, capaz de resolver cualquier problema antes de asentir para sí mismo.

“De ahora en adelante y hasta que nos marchemos a la capital saldremos al menos una vez en la vida. Si te tratarás de cualquier otra bestia me lo pensaría más, pero siendo un vampiro la mejor manera de resolver este problema es afrontándolo de frente. ¿De acuerdo?”

Aysel había asentido a regañadientes. Deseaba saber qué hacía tan especial a los vampiros, sabía que eran más fuertes, inteligentes y mágicos que las otras criaturas, sin embargo, no comprendía si eso hacía sus temores, dolores y dudas menos reales que los de otros. Desde que vivía entre aquellos monstruos había escuchado que él no tenía derecho a sentir ninguna emoción porque era una bestia despiadada carente de sentimientos. Al parecer en la escala de humanidad los vampiros carecían completamente de la misma. Sin embargo, él sentía amor, odio, agradecimiento, lealtad y miedo… ¿Era tan diferente a Zwein? ¿A las otras bestias?

—No te asustes, te protegeré— la voz de Zwein lo calmó—. No permitiré que nadie te haga daño. Sera un paseo corto. No quiero que pases toda tu vida encerrado en este pequeño espacio.

Buscó en los ojos de su maestro alguna señal de que mentía, mas no encontró más que preocupación; le confundía, en un momento le hablaba con dureza, segundos después con excesiva gentileza y a veces como si se tratará de un niño al que hubiera de proteger. Había decidido entregarle su vida, pero estos matices le confundían, no sabía cómo debía actuar.

—Vamos— le dijo su maestro dirigiéndose hacia la salida.

Una ola de calor golpeó su rostro fresco apenas dio un paso en el pasillo, las habitaciones de Zwein eran frescas, incluso frías, afuera parecía como si el mismo infierno hubiera descendido sobre la tierra.

—Alguien está haciendo mal su trabajo otra vez— se quejó su maestro cerrando la puerta tras de si—. Al menos no nos enviaron una helada anticipada esta vez. Diría que me sorprende, pero estaría mintiendo.

Aysel recordaba vagamente la última vez que salió del edificio, ese hombre llamado Darío lo estaba arrastrando por la muñeca, pero no recordaba sentir ese calor asfixiante. Miró a su maestro en búsqueda de respuestas.

— ¿Alguna vez te sacaron al jardín o patio? — le preguntó Zwein invitándolo a que se uniera a él en el balcón desde donde se podía observar la ciudad.

—No, maestro, siempre permanecí dentro de las habitaciones, es la primera vez que salgo en…

—Tuviste suerte, es sencillo morir deshidratado o congelado por estos lares. Somos una ciudad pequeña, sólo nos llegan los desechos de otros lados, tarde o temprano este lugar desaparecerá como tantos otros, es…

Su maestro se detuvo cuando descubrió sus lágrimas, Aysel se llevó sus manos hasta sus mejillas apartando furioso las lágrimas que manaban sin cesar. Ni siquiera comprendía porque lloraba, le había dado un simple vistazo a la ciudad. Edificios altos y estrechos iguales a donde se encontraban, casas diminutas de madera, plástico y otros materiales en rincones inmundos, calles atestadas de puestos y personas que iban de un lado para otro. Y el Sol quemando su piel, brillando con fuerza en medio de aquel hermoso cielo azul, iluminando hasta el más pequeño de los rincones, calentando su rostro…

—Aysel— exclamó Zwein abriendo sus brazos invitándolo a refugiarse en ellos. El vampiro le miró un segundo inseguro de la invitación, se había encontrado tan vulnerable en las otras ocasiones, tan necesitado de afecto, pero ahora—. Yo también lloré la primera vez que me permitieron estar afuera con ropa, tuve pocos maestros, pero todos disfrutaban de mantenerme desnudo. El sol laceraba mi cuerpo y el frío mordía mi carne. Verme a salvo y seguro de los elementos fue todo un descubrimiento.

“Somos iguales” Aysel recordó las palabras que Zwein repetía con tanta frecuencia, ambos fueron heridos. Con pasos titubeantes se acercó hasta el hechicero, recargó su cabeza en su pecho y lloró, lloró durante un largo rato dolido de que  la luz del Sol le hubiera sido arrebatada durante tanto tiempo, pero feliz de que Zwein se la devolviera.

 

 

Notas finales:

Gracias por leer.

Batalle mucho con los elementos, no quería que quedará como Avatar (la caricatura de Cartoon Network), ni otros historias y aunque "La lectura de los elementos" no fue lo más original que se me pude ocurrir, estoy medio satisfecha con el resultado, no mucho, pero me inspire en otra historia donde empiezan con algo básico antes de hacer grandes cosas, jajaja.

Me preguntó si mis personajes principales están quedando como Gary Stu (ya saben esos tipos que son perfectos en toda su perfección), odiaría que asi fuera, pero a veces me da la sensación de que lo son, así que si alguien tiene la sensación pues...

Bueno, hasta luego, saludos...


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