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LA BESTIA por Artemisa Fowl

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Notas del capitulo:

Hola, la semana pasada, no pude comentar, pese a todo, gracias por comentar en el anterior capítulo a...

anmamez

Besos, querida...

 

CAPÍTULO 25

El reino de Stigma, el único conocido y reconocido en el mundo se dividía en una capital y veintitrés provincias, su capital se llamaba Ómicron y era el hogar de la familia real, gobernantes únicos e incuestionables del reino desde que se tenían registro, residencia de las Diez familias más poderosas de magos, cuna y sede de las artes, ciencias y cualquier evento digno de mencionar. Un lugar maravilloso donde todos, magos o no aspiraban a vivir.

El resto de las provincias consistía en grandes extensiones de tierra, en algunos lugares el ambiente era benigno y algún que otro árbol, río o mar corría entre su territorio, pero la mayoría de las provincias se encontraban rodeadas y asentadas sobre tierra reseca y agrietada ansiosas de un poco de agua.

Los magos menos talentosos y habilidosos eran destinados a servir en las provincias; su trabajo consistía en crear un clima apto para la vida humana, idóneo para las cosechas. Trabajando en grupos a lo largo del año se dedicaban a crear un clima benevolente y agradable para con todos, una verde primavera, un caluroso verano, un fresco otoño y un frío invierno. De esta manera los distintos gremios podían dedicarse a sus actividades sin contratiempo, los granjeros cultivaban, los herreros trabajaban con sus herramientas e incluso los comerciantes nómadas podían desplazarse de una provincia a otro ya que el curso de las estaciones variaba dependiendo de las necesidades de esta.

Desafortunadamente este trabajo tan importante para la clase trabajadora era descuidado por los hechiceros y brujas a los que les era asignado, aunque no se trataban de hechizos complicados y cualquier mago, incluso si solo dominaba uno o dos elementos podía realizarlo, si requería de una gran cantidad de magos trabajando al mismo tiempo enfocados plenamente en su labor. Las frecuentes faltas, abierto desinterés y peleas entre los miembros del gremio de hechiceros causaban que el clima la mayor parte del tiempo fuera un desastre, con temperaturas elevadas durante algunos días, seguidas de heladas inesperadas.

Los pocos comerciantes lo suficientemente acaudalados como para permitírselo y todos los magos protegían el interior de sus viviendas con hechizos que mantenían el interior de sus viviendas a una temperatura ideal o cuando menos aceptable, pero la mayoría de la gente tenía pérdidas y se quejaba con frecuencia del mal trabajo por parte de los hechiceros y brujas.

A la familia real no parecían importarle sus quejas, las tierras de la capital eran fértiles y estaban bien cuidadas; si surgía alguna hambruna en alguna provincia bastaba con venderle el grano a precios desorbitados para mantenerlos bajo su control. Ellos controlaban el gremio y el gremio la magia en un mundo que no conocía ninguna otra manera de sobrevivir.

Asimismo, existían territorios donde se les permitía a las bestias vivir con la libertad suficiente para reproducirse y dotar cada cierto tiempo de familiares a los hechiceros y brujas.

Estas tierras se dividían en siete territorios que a su vez eran dominados por algún tipo de bestia en específico: Digamma, Heta, San, Qoppa, Sampi y Sho. Cada uno tan extenso y con mayor cantidad de recursos naturales que el mismo reino de Stigma, pero escasamente poblado.

No habían sido pocos los esfuerzos por intentar poblar aquellas tierras tan ricas como salvajes, pero una antigua magia los protegía. Un ser humano, incluso protegiéndose con los mejores trajes o los más sofisticados hechizos no soportaba vivir ni siquiera una semana en tales tierras. Tras un par de días comenzaba a sangrar por los poros sin explicación ni causa aparente, horas después moría en medio de terribles dolores. Las excursiones para capturar a las bestias eran rápidas, letales y precisas.

Esa maldición que sólo afectaba a los humanos era la única razón por la que las bestias no se habían extinguido completamente.

Su magia elemental no podía luchar contra los estudiados y fríos hechizos de los humanos, su número continuaba menguando, de la misma forma que el valor del que en otros días se enorgullecieron.

Más allá de estos reinos se encontraban territorios tan lejanos, imprecisos y misteriosos que humanos y bestias por igual murmuraban que no era más que una leyenda. Lugares que aparecían en viejos mapas de los cuales se murmuraba nunca permanecían en el mismo sitio, siempre en constante movimiento, a donde sólo se podía llegar tras atravesar aguas traicioneras y enfrentarse a horrores imaginables…

Lugares que no valía la pena mencionar.


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