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LA BESTIA por Artemisa Fowl

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Notas del capitulo:

Hola, antes que nada, gracias a los que comentaron en el capítulo pasado...

  Me alegra saber que alguien me lee pese a mis horrores ortograficos y gramaticales, intento corregirlos, pero..Perdón, lo irónico es ue los descubro cuando yo publique y nunca edito lo que publico por una cuestión de filosofía.   Bueno, gracias por comentar...   Si, alguien gusta dejarme su correo para leer un adelanto (sin editar eso si) o que quedé como reserva por si enloquezco o borro (cosa bastante improbable), la invitación abierta...   Y sino, pues no pasa nada.   Saludos...   Gracias por leer.   anmamez   Therila   Aaron

CAPÍTULO 31

La chica le temía, escondía su miedo tras una muralla de arrojo y valentía, pero en el fondo su mera presencia le atemorizaba; estaba bien, a Zwein no le molestaba, al contrario, le gustaban los seres capaces de sentir miedo, significaba que eran lo suficientemente inteligentes para vencer sus temores sin ignorar sus limitaciones.

Como una bruja Daira habría sido una mujer extraordinariamente poderosa, una mujer capaz de postrar el mundo el mundo a sus pies.

Al ser una simple humana sin éter en sus venas se trataba de una chica bonita con una lengua afilada, rostro quemado por el sol y manos ágiles. Sus verdaderos talentos se desaprovechaban, pero si alguien le daba un empujoncito, quizás…

—Tú amigo ha llegado— anunció Daira.

Detrás de ella entró Darío, con su enorme estatura, musculoso torso y grave expresión intimidaba a la pequeña curandera junto a sí. Daira tenía la piel cobriza, el cabello castaño oscuro y los rasgos finos de una dríade, el talle esbelto y bien formado aunado a su caminar elegante y rítmico le dotaban de una particular elegancia, gracias a su sonrisa traviesa poseía el aspecto de una niña curiosa, pero sus oscuros ojos negros irradiaban inteligencia y sagacidad.

—No tienes buen aspecto— le saludo Darío parándose junto a él.

— ¿Alguna vez lo he tenido?

—Buen punto, mocoso. Zenda casi se desmaya cuando leyó tu carta, me costó mucho convencerla de que no viniera.

Zwein tenía en la mira a varias personas que podrían haberlo intentado asesinarlo, un par de vecinos, el director de La Academia, su padre, pero la pura verdad es que no se consideraba tan importante como para que alguien se tomará tantas molestias por él. Era un don nadie, una bestia humana con suerte que había llegado más lejos de lo esperado, un desecho de su sociedad.

La respuesta más sencilla casi siempre era lo correcta, pero… ¿qué sucedía cuándo esta abría incluso más incógnitas que las qué resolvía?

A él lo querían muerto, pero no por lo que era, sino por a quién tenía.

En realidad, iban tras Aysel.

— ¿Dónde se encuentra mi familiar? — le preguntó a Darío.

—Oficialmente el gremio los considera a ambos desaparecidos. No han dado ningún reporte oficial, pero los rumores dicen que tu familiar te atacó, los lugareños escondieron tu cuerpo y ayudaron a escapar al vampiro.

—Han llevado a decenas de personas del mercado y las aldeas a La Academia a declarar— agregó Daira—. Nadie ha vuelto. La gente se encuentra asustada.

Y tenían razón para estarlo. Zwein no se explicaba porque tomarse tantas molestias para deshacerse de un joven vampiro, casi un niño, pero si el director y sus allegados estaban involucrados había mucho más de lo que a simple vista se podía ver. Casi con toda seguridad todos los testigos que importaran para ese momento ya estuviesen muertos o en el peor de los casos desearían estarlo, los magos especialistas en obtener respuestas podían ser más que despiadados, era como si ni siquiera poseyeran alma.

Los familiares morían todo el tiempo, a causa de los maltratos, el hambre o el simple asesinato, pero siempre con el beneplácito de su maestro. Condenar a asesinato a un familiar significaba que su Maestro no era digno del título, sus poderes se sellaban y como represalia también el de todos sus familiares directos. Ninguna familia conseguía recuperar su magia o siquiera prestigio tras esta deshonra. Significaba la muerte no solo de un apellido, sino de un estilo de vida e incluso la razón de existir para muchos. Las ejecuciones de los familiares se enlistaban en el código del Gremio, pero hacía cientos de años que ninguna se llevaba a cabo. Él solo mencionar un incidente de este tipo habría significado la pérdida de prestigio de toda la comunidad de hechiceros y brujas ante el vulgo.

—Si objetan que no fui capaz de mantener el control sobre Aysel podrían ejecutarlo— pensó Zwein en voz alta—. Pero para eso me necesitan muerto, mientras yo declaré que mi familiar tan sólo estaba cumpliendo con su deber al protegerme podrán presentar decenas de testigos y no significará nada, incluso si soy un paria, como miembro reconocido del gremio mi palabra valdría más que la todos los aldeanos juntos. Me necesitan muerto para que su historia se sostenga.

Darío asintió con la cabeza.

—Zenda cree lo mismo. La convencí de que no viniera, seguramente la seguirían. Daira surte de hierbas y flores a Zenda, no es extraño que venga a visitarla.

—De cualquier forma, este ya no era un lugar seguro. En realidad, no existe un sitio donde me encuentra a salvo mientras no consiga un trato con el director.

—El director te quiere muerto— declaró Darío con firmeza.

—No, ese hombre nunca me ha querido muerto, ni siquiera creo que le gustará herirme— contestó Zwein recordando las caricias amistosas, casi cariñosas que el hombre le prodigaba de niño. Era un tipo asqueroso, pero entre los de su clase casi podía considerarse inofensivo.

Al ponerse de pie una oleada de náuseas y vértigo casi lo hizo caer. Tendría suerte si llegaba a La Academia sin perder el conocimiento, una vez dentro su salud no importaría, se jugaría su vida y la de Aysel en base a un presentimiento, no, en realidad se trataba a un punto de vista, una visión de la vida si quería darse un aire inteligente. En Stigma la vida era demasiada estática como para que las personas, mágicas o no, continuarán disfrutando de él. Incluso sino lo admitían, para bien o para mal, todos ansiaban un cambio. Se negaba a creer que fuera el único.

—Préstame mi ropa— le pidió a Daira.

— ¿A dónde vas? Apenas puedes caminar.

—Recuerdo que a Deux le gustaban los juegos de apuestas, quizás sea cierto esa teoría de que los gemelos nos encontramos conectados.

Nunca había mencionado en presencia de otros a su hermano gemelo, quizás el también deseaba cambiar. La sangre reseca había manchado de un carmesí oscuro su pantalón y camisa, el olor a sangre siempre le producía arcadas, pero en esta ocasión le gustó, se deleitó en la pesada fragancia. Las manchas eran mudas testigos de que una vez más había sobrevivido, sin importar que medios utilizarán no acabarían con él y tampoco con Aysel.

— ¿Zenda envió algún mensaje?

—Dijo que esperarás, se encuentra haciendo todos los preparativos para sacarte de la provincia y enviarte a un lugar donde te encuentres a salvo.

No le sorprendía su respuesta, Zenda había nacido entre sábanas de seda, acostumbrada a que el mundo se moldeará según sus deseos y cuando este no respondía a sus designios escapaba a un lugar donde las cosas funcionarán como ella lo deseaba. No obstante, para seres como Aysel y él no existía un lugar donde fueron aceptados, tendrían que construirlo con sus propias manos y para ello tendrían que destruir aquel en el que nacieron.

Ni Zenda, Darío o Daira los comprenderían, con todas sus deficiencias y errores, todos ellos estaban medianamente satisfechos con la manera en que el mundo se dirigía y el lugar que ocupaban en él mismo; en cambio sospechaba que el hombre responsable de dirigir ese pedazo de tierra olvidado era más parecido a Aysel y él de lo que estaba dispuesto a admitir en voz alta.

Darío le miraba con un odio tan intenso que lo hubiese asesinado en cuestión de segundos sino fuera por el resentimiento y desprecio que se ganaría por parte de Zenda. El hombre amaba a su maestra con una pasión demencial. Hace un par de semanas Zwein lo habría catalogado como un idiota sin remedio, pero ahora que tenía a Aysel comprendía que existían pasiones incapaces de controlar y explicar. Si el vampiro dirigiera sus atenciones voluntariamente hacia otra criatura él también habría despreciado a ese ser con toda su fuerza. Darío no era un imbécil como siempre creyó, sino alguien capaz de entregarse en cuerpo y alma. Supuso que la bestia humana anhelaría su fracaso para poder quedarse con el afecto de Zenda por completo.

Daira le miraba con los labios apretados y el gesto fruncido, su bonito rostro torcido en una expresión de ira.

—Te matarán.

—Quizás si o tal vez no. No lo sabré hasta que vaya allá.

—Desperdicie mucho de mi tiempo cuidándote.

La tomó de las manos, besó su cabeza y le sonrió.

—No puedo prometer que volveré, pero si lo logró, lo haré con un joven vampiro. ¿Lo cuidarás a él?

—No soy curandera— replicó la joven sonrojada—. Mi madre lo era, no sé nada sobre bestias.

—Necesitará un lugar donde dormir y este lugar le gustará.

Daira le sonrió, apartó un par de mechones rebeldes de su rostro y le apretó las manos con fuerza.

—Lo haré. Regresa con él. Será interesante conocer de cerca a ese tal Aysel.

Se separó de ella y le pidió a su anfitriona que lo condujera a la salida, en el exterior era de noche, las estrellas brillaban con fuerza y el aire frío rozó su rostro. Al menos aquellos inútiles magos estaban haciendo bien su trabajo por una vez, el aire olía a otoño.

 


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