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LA BESTIA por Artemisa Fowl

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CAPÍTULO 35

“Despierta, alguien espera por ti”

Escuchó la voz, no venía de lejos, pero tampoco cerca, estaba a su lado y al mismo tiempo le hablaba desde algún sitio lejano.

— ¿Quién eres? — quizás lo pensó o lo dijo, a Aysel no le importó, supo que de cualquier manera sería escuchado.

“Eso no importa, lo importa es que quiero lo mejor para ti. Ahora y siempre. Debes confiar en mí. Ha llegado el momento de despertar”

—Me gusta este lugar. No hay dolor ni pena o miedo. Deseo quedarme aquí.

Tal vez lo único desagradable era la oscuridad, pero la calidez y satisfacción que envolvía sus sentidos le dijo que aquel era un buen lugar donde yacer. Quizás se tratará del Reverso, pasar la eternidad en aquel sitio, incluso en la más absoluta soledad no sería desagradable.

“Zwein, tu maestro espera por ti”

—Él me odia.

“Te ama, confía en mí. Espera por ti. Recuerda que le hiciste una promesa”

—Le prometí ayudarlo a tomar venganza incluso si me costaba la vida. ¿Quién eres?

“Lo sabrás cuando llegué el momento. No antes ni después. Ahora despierta y no le hables de mí a tu maestro”

Lo primero que sintió Aysel fueron los dedos callosos de su maestro, Zwein dormía en una silla a su lado sosteniendo entre sus manos su muñeca derecha, la magia relajante y suave se deslizaba hacia su cuerpo con tanta delicadeza como lentitud. Apartó la muñeca aterrado de lo que le estaba haciendo a su maestro. El brusco movimiento despertó a su maestro. Zwein le miró un largo por un segundo antes de abrazarlo con fuerza.

—Lo siento tanto, Aysel.

Recordó el lugar oscuro, si, era un sitio agradable, pero cualquier sufrimiento valdría la pena por uno sólo de estos abrazos.

—Maestro…— susurró sin saber que decir.

—Lo lamento. Prometí que te protegería, pero te lastimaron otra vez. No te merezco.

Aysel era amado.

Su maestro lo quería.

No se trataba de una mentira que se decía a si mismo antes de dormir. Zwein lo amaba. Si lo hacía como familiar, bestia o amante no le importaba, aceptaría cualquier cosa mientras se tratará de amor.

—Vuelve a dormir Aysel. Necesitas descansar.

Zwein lo envolvió en un par de sábanas suaves y le ordenó dormir, Aysel obedeció sin necesidad de ningún hechizo porque lo ama y es capaz de hacer cualquier cosa por aquella persona querida, algo tan sencillo como dormir o tal vez…

 

La siguiente vez que Aysel despertó Zwein dormia en la silla a su lado y una hermosa chica humana cambiaba los vendajes de su cuerpo. Le sonrió al verlo.

—No era mi intención despertarte— se disculpó—. Mi nombre es Daira, soy amiga de Zwein.

La miró con recelo. No le gustaban los extraños ni que le tocarán mientras yacía inconsciente, ciertamente no hacía ninguna diferencia, pero al menos podía controlar su mente y disimular sus emociones.

—Es la primera vez que veo a un vampiro— comentó la joven limpiando su pecho donde la mayor parte de las heridas estaban casi completamente cerradas—. Y también que conozco a un mago. No sabía que la magia era capaz de hacer estas cosas, sí fueras un chico humano seguramente habrías muerto por tus lesiones y si no fuera porque Zwein uso su magia o lo que fuera que hizo te llevaría semanas o hasta meses sanar por completo, pero en cambio estas aquí, vivo y despierto.

—Soy un vampiro— Aysel no sabía porque lo dijo. Incluso si esta chica era una simple humana sin ninguna relación con el gremio, su vida tenía mucho más valor para la sociedad que él, una inmunda Bestia—. Nuestra capacidad para regenerarnos es al menos diez veces más potente que la de un humano. Mi maestro no uso magia para curarme, me trasmitió parte de su éter para incentivar mis habilidades curativas—, las últimas frases se tiñeron de arrogancia y vanidad, casi de inmediato se arrepintió de su osadía.

“Eres un vampiro. No hay vergüenza ni oprobio en lo que la naturaleza hizo de nosotros. Somos poderosos. Quizás vaya siendo la hora de que otros lo sepan”

La misma voz de antes le habló. Lo extraño es que no le sorprendió ni le extrañó, la aceptó sin más.

“Pero a nadie le gustan los bastardos engreídos. Se amable con aquellos que lo son contigo, nunca sabes cuándo podrás utilizarlos”

La mujer era joven, quizás de la edad de Zwein. Estudió su rostro con atención, el rostro fino, la nariz chata, la frente despejada, se parecía a una Dríade. Odiaba a hechiceros y brujas, pero en ocasiones sentía que su rencor hacia los humanos se imponía sobre cualquier otra emoción. Los magos eran criaturas capaces de grandes cosas a través de la canalización de su éter, pero los humanos comunes y corrientes con sus escasos talentos se alzaban sobre los vampiros y cualquier otra bestia apoyados únicamente en su gran número. Hombres y mujeres a través del abuso, chantaje e indiferencia lo habían lastimado también en el pasado. No eran mejores que los magos, sólo más débiles.

—Gracias por esto— añadió en voz dirigiéndose a la chica. No deseaba enfadarla ni despertar a su maestro—. Es muy amable de tu parte.

—Estás herido, es lo mínimo que puedo hacer por ti. No soportó ver a las personas sufrir. Mi madre era curandera, no sé tanto como ella, pero el dolor, sea cual sea su tipo o intensidad es una cosa terrible.

—El dolor te mantiene vivo— las manos de la joven esparcían una crema refrescante por sus músculos, la piel se veía sana, pero por dentro le llevaría un par de días a los músculos curarse por completo, sería un proceso lento y doloroso, lo soportaría como siempre—. Te mantiene consciente, cuerdo, preparado…

—Estoy de acuerdo— la chica respondió sin descuidar su labor—. El dolor nos recuerda que seguimos vivos y debemos continuar peleando. La vida misma es una dolorosa lucha continua.

Miró a la chica a los ojos, se esforzó en recordar su nombre, Daira…la mirada de Daira yacía extraviada en días lejanos, hablaba de recuerdos a donde sólo ella era capaz de acceder. Su voz no tenía la pasión ni el ardiente deseo de venganza de Zwein, pero el filo cortante y áspero de su mirada le bastó para saber que esa pequeña campesina, pobre, inculta y humilde tenía más en común con él que Zwein. Detestaba la posición que ocupaba en el mundo y estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para vengarse de aquellos que la habían orillado hasta ese lugar.

La mente de Aysel, joven e inexperta capto breves destellos de estos pensamientos antes de tales ideas tomarán plena forma. En realidad, el sólo experimentó un ramalazo de simpatía hacia Daira y concluyó que era por qué le recordaba a una Driade, su ira desvaneció, su enfado disminuyó y le miró con ojos tímidos, temeroso de haber sobrepasado los límites con sus anteriores palabras.

“Sé amable con ella”

“¿Por qué?” le preguntó a la voz dentro de su cabeza.

“Nunca sabes cuál será el tamaño del árbol de la semilla que plantas hoy, ni que tan grande será su sombra o dulce su fruta”

—No recuerdo a mi madre— comentó Aysel mientras la chica esparcía su ungüento en el pecho—. Háblame de la tuya, por favor…

—¡Seguro!— respondió emocionado la joven, pero con una condición. Aysel de inmediato se tensó, temeroso de lo que la chica le fuera a pedir, quizás se equivocó, tal vez era igual a todas aquellos que gozaban del dolor de otros—. Dime tú nombre.

— ¿Zwein no te lo dijo?

—Si, pero prefiero que mis amigos me digan su nombre ellos mismos.

No, ella no era igual que los otros.

—Mi nombre es Aysel…

—Entonces Aysel, mi madre era una mujer…

 


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