CAPÍTULO 40
En términos generales el tamaño de la nave era gigantesco, más de cinco kilómetros de diámetro, cinco pisos, al menos cincuenta habitaciones. Un campesino o incluso comerciante acaudalado habría admirado el barco con admiración y sorpresa, pero para cualquier mago, incluso uno que vivía completamente apartado de su comunidad como Zwein, el navío no era más que un medio práctico y rápido de llegar a la capital.
La Odisea— el nombre con que bautizaron a la embarcación— era una nave de transporte y carga de mercancías perteneciente a una familia menor de Magos cuya principal fuente de ingresos eran el comercio entre la Capital y sus provincias; hacía generaciones uno de sus antepasados había sido ejecutado como castigo por no haber controlado a su Bestia. El juicio, cuyo origen, desarrollo e incluso veredicto a pesar del tiempo continuaban sumergidos en una maraña de suspicacias, sospechas y rumores y todavía era tema de conversaciones entre todo tipo de hechiceros y brujas. La en otros tiempos orgullosa familia Vastrelly vio sellado sus poderes mágicos durante tres generaciones como dictaba la ley, donde muchos otros habrían desaparecido, los Vastrelly no sólo sobrevivieron, también prosperaron. El antiguo patriarca había hecho un pacto con una tribu de aborimones: alimento, techo y protección a cambio de que le brindarán su magia y trabajo en las naves de carga que pensaba implementar.
Hasta el día de hoy se desconocían los acuerdos y tratados llevados a cabo entre los Vastrelly y las Bestias, pero debió resultar beneficioso para ambas partes, porque incluso cuando a los Vastrelly les fue devuelta el uso de su magia continuaron empleando a los aborimones bajo los mismos términos de su antiguo contrato.
Tras veinte años de servicio activo en una embarcación de la familia Vastrelly los aborimones volvían a sus aldeas con su tribu, donde vivían el resto de sus días bajo la protección de la familia, libres de la amenaza de verse esclavizados por otra familia o el mismo gobierno.
Incluso siendo una familia cuyo prestigio decayó con los años, muchos decían que la riqueza y fortuna de los Vastrelly no conocía límites. Tenían un par de competidores, pero dominaban el ochenta por ciento del comercio entre provincias y tampoco demostraban interés por aliarse con la familia real o algún otro apellido de renombre. Se casaban entre ellos mismos, tan excéntricos como eran se les consideraba personas de temer, forjadas en la desgracia, renacidas de la adversidad.
Sólo los magos más pobres viajaban en sus naves, los más ricos o incluso aquellos que sólo conservaban la riqueza de su apellido viajaban en barcos privados, dotados con tantas comodidades y maravillas como cualquier casa de campo.
Los camarotes de los Vastrelly aunque limpias y decoradas, tenían un toque simplista, casi austero que muchos nobles no toleraban.
La principal razón por la que Zwein eligió a ese barco en particular no fue por el ambiente idóneo que ofrecía para Aysel, sino porque dentro viajaba alguien que tenía particular interés en conocer.
Aysel agitaba con ansiedad los holanes de su camisa, Zwein creía que le iban perfecto, en un muchacho poco atractivo —vampiro o no— se verían ridículos, pero en el cuerpo erótico e inocente de Aysel le daban un toque de inocencia y dulzura contra el que sería difícil resistirse. Incluso si Aysel fuera un niño humano más, su belleza y dulce expresión de sorpresa habrían bastado para atraer a cualquier hombre, mujer o bestia.
El traje de color negro contrastaba con su piel pálida y cabellos violetas. La tela de crepe se deslizaba con naturalidad y gracia por sus piernas y brazos, los holanes en las mangas largas, las tapetas y los lados de los pantalones le conferían etereidad a la figura del vampiro, una mascada color naranja suave alrededor de la cintura de Aysel le caía de manera sesgada hasta la cintura. Las sandalias traslucidas lucían los pies pequeños y perfectos del vampiro.
—No me gusta esto más a ti que a mí— le advirtió Zwein tomando a Aysel de la barbilla—. ¿Podrás resistirlo?
— ¿Te apartarás de mi lado?
—Ni un segundo.
—Estaré bien.
Zwein vestido con una camisa gris y un pantalón oscuro se sintió ridículo al lado de su Familiar.
No debería exhibirlo como un animal, pero deseaba llamar la atención en la cena.
Sino podían sobrevivir a esto, ni siquiera valdría la pena continuar. Sin lugar a dudas Aysel superaría la prueba, esperaba estar a las alturas de su Familiar.
Tomó con mucha fuerza a Aysel de los dedos, abrió la puerta del camarote y respiró el aire frío de la noche.