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LA BESTIA por Artemisa Fowl

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Notas del capitulo:

Hola, he vuelto...gracias a Alondra, por comentar.

 

Me alegro que te guste, Besos!!!

CAPÍTULO  41

Cuando yacía encerrado en los oscuros y fríos calabozos de La Academia, Aysel soñaba con el exterior, el aire puro, la calidez del sol, la caricia de la brisa; pero ahora sólo anhelaba refugiarse en el interior de cualquier habitación; la inmensidad del cielo y las estrellas lo intimidaba, sino fuera por la mano de Zwein que le sujetaba con fuerza en esos momentos probablemente ya habría corrido de regreso al camarote. Los primeros días del viaje la voz grave y tranquilizadora dentro de su cabeza acalló la mayor parte de sus temores, guiándolo con paciencia a través del laberinto de sus emociones, pero un día había desaparecido; probablemente fue su culpa, no debió gritarle, sólo quería ayudarle…

—Hay personas que creen que en otros tiempos esto fue un enorme mar repleto de todo tipo de criaturas.

Aysel miró el basto mar de arena con aprehensión.

—Todavía hay vida aquí— murmuró—. Estoy seguro.

—Si— aceptó Zwein—. Es mejor que los dejemos tranquilo. El mar de arena no le pertenece a los Magos.

Aysel apartó la vista del mar de arena y observó a las pocas personas que paseaban en ese momento por la cubierta, una Bruja y su Hada, dos hechiceros que conversaban entre ellos sin la compañía de sus Familiares, un par de Aborimones que barrían y fregaban el polvo acumulado en la cubierta. Incluso si los demás intentaban disimularlo, su Maestro y él eran el centro de atención.

—Faltan diez minutos para que inicie la cena— añadió Zwein—. ¿Prefieres que nos quedemos aquí o bajemos al comedor?

“Quiero volver a mi habitación” pensó, pero no se atrevió a decirlo.

—Uno de los libros de etiqueta que me diste decía que un elegante retraso siempre está bien visto.

Su Maestro soltó una carcajada.

—Te di decenas de libros y ese es el que recuerdas.

—Mi madre decía que el poder se podía adquirir con el tiempo, la práctica y él entrenamiento; pero que la etiqueta y los buenos modales eran las escaleras que te darían el tiempo para conseguir los primeros. Pasaba más tiempo enseñándome cómo comportarme, tratar y manipular a otros que practicando mis habilidades de magia y pelea. Lo hacía en medio de un valle perdido en medio de la nada, una total pérdida de tiempo.

La mirada que Zwein le dirigió lo intimidó, mezclaba el asombro con el temor. Tal vez había ido demasiado lejos.

—Lo siento— se disculpó en voz baja.

— ¡No!

La enérgica voz de su Maestro le sorprendió, dio un paso atrás temeroso de ser golpeado.

—Eso es lo que quiero que hagas en la cena. Habla, mira a los demás a los ojos, no te intimides ante ningún Hechicero o Bruja; demuéstrales cuan superior eres. Yo permaneceré a tu lado, listo para protegerte.

—A ellos no les gustará.

—A muchos no, pero habrá a quienes sí y es a ellos a quienes debemos de llegar.

—No entiendo, Zwein.

—Hay otros como nosotros allá afuera, Aysel. Quizás es difícil creerlo cuando no has visto más que la peor faceta de los magos, pero son a ellos a quienes debemos acercarnos. ¡En la cena no te contengas, habla, replica, odia si es lo que deseas! De cualquier manera, esta es una misión suicida desde el principio, no tiene sentido pensar en los riesgos.

A pesar de la frescura de la noche el sudor escurría por el rostro de Zwein, sus rizos rebeldes se revolvían mientras gesticulaba con pasión.

Sucedió en un instante, fue extraño, casi irreal, pero de pronto lo comprendió. No podía seguir ocultándose en las habitaciones de Zwein, su Maestro no necesitaba sólo de su magia para protegerse de los que deseaban dañarlo, requería de Aysel para protegerse de sí mismo y de los miedos e inseguridades que amenazaban con engullirlo y muy probablemente superarán a los suyos.

Entregarle su corazón y magia no sería suficiente, Zwein precisaba de su entrega total. Los miedos, temores e inseguridades de Aysel no importaban, él los controlaría, no los superaría, pero los escondería tan profundamente dentro de sí que la mayor parte del tiempo sería como si no existieran.

—Comprendo— accedió.

Miró hacia el horizonte donde la arena se extendía sin fin.

Una parte de si hubiera preferido estar de vuelta en las celdas de La Academia donde todo era mucho más simple.

 


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